miércoles, 25 de enero de 2012

NE cap 15

Ash rechinó sus dientes mientras Artemisa deslizaba sus manos por su largo cabello rubio. Entrecerró sus ojos mientras la miraba realizar un rizo entre sus dedos y movía rápidamente el rizo hacia adelante y hacia atrás entre la yema de su dedo.
–Me tengo que ir –dijo él.
Ella puso mala cara de manera seductora, deslizando su mano llena de gracia hacia abajo por su pecho desnudo, sus uñas raspando con cuidado su piel.
–No quiero que te vayas.
–Libérame, Artie. Tengo que encontrar a Styxx antes que haga daño a alguien más. Él casi mató a Zarek anoche.
–¿A quien le preocupa? Zarek está mejor muerto.
–Eso se puede decir de la mayor parte de nosotros.
Ella pasó dolorosamente sus uñas por los brazos de él, que estaban asegurados a los postes de la cama por un par de suaves cuerdas de oro.
–Odio cuando me hablas así. Eres tan ingrato después de todo lo que he hecho por ti.
Oh sí, ella había hecho tanto por él. Más bien a él y muy poco de ello había sido amable o agradable.
–No me hagas romper tus ataduras, Artie –. Si él usara sus poderes para desatar sus cuerdas “especiales”, enviaría una señal al Olimpo que alertaría a los otros dioses de su presencia en su templo. Siempre que la “visitaba”, sus poderes estaban seriamente limitados. Él podía hacer trucos del tipo de salón como abrir puertas o vestirse y desnudarse, pero algo más que eso sería advertido por los dioses Olímpicos y haría que ellos investigaran la fuente desconocida de poder.
Esa era la única cosa que Artemisa temía.
–¿Te gustaría eso, verdad? ¿Hacer que Zeus o uno de los otros te encontraran en mi cama?
–Entonces déjame ir.
Las cuerdas de oro se desataron de sus muñecas. Ash suspiró mientras movía sus brazos por primera vez desde el alba y dejaba que la circulación volviera a sus manos. Una ola de agotamiento lo golpeó, pero se la sacó de encima. Como siempre, Artemisa no le había dejado dormir en absoluto mientras había estado con ella, y había estado despierto durante dos días completos.
Estaba tan cansado, no quería nada más que dormir.
–Oh, adivina lo que averigüé para ti –dijo Artemisa. –Mi inútil hermano, Dion, se ha unido con el tuyo y con el dios celta de la guerra, Camulus, en una declaración de poder. ¿Eso es un disparate o qué?
Acheron se congeló.
–¿Qué dijiste?
–Dion y Cam piensan que ellos pueden volver a recuperar su divinidad y quieren usar a tu hermano como cabecilla. ¿Se puede decir, cabeza de turco?. –Ella se rió–. Solo imagínate, un olvidado dios celta de la guerra, mi hermano, cuya única fama es la de chupador de vino y vago, y tu hermano, cuyo único mérito es parecerse a ti. Y piensan que ese ignorante puede conducirles a la gloria. –Ella resopló, luego se rió otra vez–. No puedo esperar a ver lo que estos perdedores han planeado.
Acheron la miró fijamente. Ella podía subestimar sus capacidades, pero él tenía una vaga sospecha de lo que intentaban hacer. En Mardi Gras, la barrera entre este mundo y en el que la Destructora Atlante estaba retenida sería delgada. Podía haber sólo una razón para que ellos tuvieran a Styxx en sus proyectos...
Ellos querían liberar a la Destructora y el único modo de hacerlo sería matando a Ash.
De una u otra manera. Ash iba a asegurarse de que eso no sucediera. En Mardi Gras, todos ellos tendrían una gran sorpresa.
No tenían ni idea de con quien ni con qué trataban. La Destructora estaba mucho más allá de su capacidad de mandar o controlar. Una vez suelta, era la diosa antigua más despiadada imaginable. Una que había asesinado a cada miembro de su propia familia. Después, ella hubiera destruido la tierra entera si no hubiera sido detenida y encarcelada.
Si Camulus y Dionisio pensaban negociar con ella después de matarlo, estaban patéticamente confundidos. Él casi se rió ante la idea de ellos tratando de razonar ella.
La noche de Mardi Gras sería interesante, sin duda.
–A propósito –dijo Artemisa mientras se reclinaba desnuda sobre la cama y deslizaba su pie desnudo por la espina dorsal de él en una larga y cálida caricia–, tus niños han sido muy malos mientras estabas aquí.
Ash dejó de frotar su muñeca y la miró.
–¿Qué quieres decir?
–En directa desobediencia a tus ordenes, Zarek salió a dar una vuelta y temprano esta noche, él y Talon se pelearon en el French Quarter.
La cólera se precipitó por él.
–¿Qué? ¿Cuándo?
–Hace aproximadamente dos horas.
–Demonios, Artemisa –gruñó él–.¿Por qué no me dijiste?
Ella se encogió de hombros y deslizó su mano sobre sus pechos desnudos en un esfuerzo por llamar su atención hacia ella.
–Me gustaba donde estabas y sé que si te lo hubiera dicho, te habrías marchado.
Ash la miró airadamente. Su egoísmo no conocía ningún límite. Enfadado con ella, chasqueó los dedos y devolvió su ropa sobre su cuerpo. Hizo su cabello negro y recogió su mochila del piso.
–Odio ese color de pelo en ti –dijo ella irritada, volviendo su cabello de negro a rubio.
Él se puso rígido.
–Sí, pues el único color que odio más que el rubio es el castaño.
Él hizo su pelo negro otra vez, cambiando luego el de ella a un tono que hacía juego. Su chillido furioso recorrió el templo mientras Ash mentalmente se mandaba a sí mismo de vuelta a Nueva Orleans.
Sunshine sintió la adrenalina precipitándose mientras se acercaban al bar de motoristas en el 688 de la Avenida Ursulines. Este era el mejor lugar en la ciudad para venir a encontrar amigos, comer buena comida, y encontrar todo tipo de cosas divertidas para hacer.
–No me dijiste que íbamos al Santuario.
Talon frunció el ceño.
–¿Tu sabes sobre el Santuario?
–Cariño, no hay ni una mujer en esta ciudad que no sepa sobre el Santuario, la Tierra de Maravillosos Dioses. Te lo juro, mis amigas y yo queremos unirnos y proponer a Mama Lo para un premio por su política de no contratar a cualquier hombre que no sea realmente muy atractivo.
Ella notó la mueca ofendida en su cara y no pudo menos que reírse.
–No es que tu no seas atractivo. Tu seguramente puedes tener un lugar en Santuario Hotties. ¿Pero enfréntalo, jamás has notado que este lugar es como Hooters[1] para las mujeres?
–No. Francamente puedo decir que nunca he notado que apuestos son los hombres en el Santuario. Tampoco jamás me ha preocupado.
El exterior del club era el típico edificio de Nueva Orleans que había sido construido en 1801. Los ladrillos eran de un color herrumbre y un enorme cartel se balanceaba sobre las puertas de tipo bar pasadas de moda. Mostraba una luna llena que se elevaba sobre una colina donde una motocicleta estaba aparcada y con orgullo proclamada ese lugar como el Santuario, Hogar de los Howlers. Los Howlers era el grupo musical del lugar y eran, también un enormemente atractivo grupo de hombres.
La barra estaba abierta las veinticuatro horas del día, siete días a la semana, y estaba dirigida por la familia Peltier. La dueña, era Mamá Lo, tenía once atractivos hijos quienes otra vez garantizaban a la mujer un premio por embellecer la ciudad. Cada uno de ellos era un espécimen masculino de primera que garantizaba hacer jadear a una mujer.
Dev Peltier estaba en la puerta cuando ellos entraron. Un verdadero gorila[2], él era uno de un grupo de idénticos cuatrillizos. Sunshine nunca había encontrado a una mujer que no quisiera llevar a uno de los cuatrillizos a su casa. En realidad, ellas querían llevarlos a todos a su casa y usarlos como juegos de sujetalibros en el dormitorio. Sólo que no eran libros lo que sus amigas querían poner entre los cuatrillizos.
Dev tenía un par de ojos de color penetrante azul y el pelo largo, ondulado rubio que caía hasta la mitad de su espalda. De la única manera que ella sabía de diferenciar a Dev de uno de sus hermanos era el tatuaje de arco-y-flecha en su brazo.
Ella hizo una pausa al darse cuenta que era idéntica a la marca sobre el hombro de Talon.
–¡Hey, hombre! –dijo Dev con un profundo, cálido y estremecedor acento mezcla entre francés y canjún cuando vio a Talon. Los dos chocaron los cinco.
–¿Dónde has estado?
–Fuera, aquí y allá. ¿Tu?
Dev le dirigió una maliciosa sonrisa burlona.
–Sobre todo adentro y afuera.
Talon se rió.
–Yo no voy allí.
Dev la miró y guiñó.
–¡Hey, pequeña Sunshine, por qué estás andando con este perdedor? ¿Perdiste una apuesta o algo?
–O algo –dijo ella con una risa.
–¿Conoces a Dev? –le preguntó Talon, su cuerpo se puso rígido como si se hubiera puesto celoso.
–Sí –contestó Dev antes que ella pudiera–. Ella viene todo el tiempo. Ella y Aimee juegan en la parte de atrás.
–¿Vienes aquí sola?
Sunshine empujó a Talon juguetonamente en el hombro.
–¿Paras? No eres mi padre y nadie me molesta aquí gracias a Dev y a sus hermanos.
–Así es, Talon, conoces mi política. Nadie acosa a una mujer en el Santuario a no ser que ella quiera ser acosada.
–La excepción debe ser Aimee –no pudo resistirse a agregar Sunshine. La única hija en el gran clan Peltier, Aimee no podía acercarse a un hombre sin que uno de sus hermanos o su enormemente alto, musculoso padre le dieran un golpe.
–Doblemente maldito. –Dev inclinó su cabeza hacia el ataúd que estaba en la esquina derecha de la puerta de entrada del club–. Este es el último idiota que le pidió a mi hermana salir.
Talon se rió otra vez.
–Hay otro lugar al que no quiero ir. Busco a Eros, ¿ha estado por aquí ya?
–Arriba en la despensa jugando al póquer con Rudy, Justin, y Etienne.
–Gracias.
Talon la condujo por la mitad delantera de la barra donde las mesas y los reservados estaban preparados para la cena. El lugar esa noche estaba más bien atestado y la música de los Howlers era ruidosa y aturdidora.
–Talon –gritó Sunshine en su oído. –¿Por qué tu y Dev tienen la misma marca de arco y flecha en sus cuerpos?
Él echó un vistazo hacia atrás a donde Dev estaba de pie en la puerta.
–Dev piensa que es gracioso que lleve la señal de.... –Su voz se calmó, pero ella entendió lo que quería decir por el brillo en sus ojos.
La señal de arco debía ser el signo de firma de un Dark Hunter.
–¿Él es uno también?
–No, él es completamente de otra clase.
Comenzaba a entender.
–¿Otra clase como Vane?
Él hizo una pausa y bajó su cabeza para poder hablar sin ser oído por casualidad.
–Sí, y al mismo tiempo, no.
Entonces él debía ser un Were-bestia de una clase diferente.
–¿Eso significa que toda su familia es capaz de cambiar... –ella cambió sobre la marcha cuando un parroquiano se acercó demasiado– su ropa a algo completamente nuevo? –terminó ella.
Él asintió.
¡Wow! ¿Quien diría? Una Were-Familia entera dirigiendo uno de los sitios más populares en la ciudad. Muy chic.
Talon se enderezó y se dirigió a la parte de atrás donde estaban las mesas de billar. Había una recargada escalera de pino que conducía al área superior, donde mesas adicionales estaban dispuestas para la gente que quisiera comer y mirar a la banda mientras tocaba abajo.
Incluso el área de arriba estaba preparada para esa noche.
Sin detenerse, Talon la condujo a través de los clientes y se dirigió a la última mesa de la izquierda, que estaba en una esquina.
Cinco personas estaban sentadas a ella y cuatro de ellos jugaban al póquer. Etienne Peltier era más delgado que su hermano mayor Dev, pero no menos musculoso. Él tenía hombros anchos, lacio pelo rubio y un rostro que sólo podía ser llamado angelical. Pero como Sunshine había aprendido en más de una ocasión, el diablo mismo residía en ese hermoso cuerpo. Nadie quería cruzarse con Etienne.
Rudy St. Michel estaba sentado al lado de Etienne. Con una apariencia término medio, él se parecía al típico vagabundo de Nueva Orleans con el cabello largo negro y vistosos tatuajes cubriendo cada centímetro de carne visible. Él había comenzado a trabajar ahí aproximadamente un año atrás y era el responsable de las máquinas de juego de abajo.
Otro gorila, Justin Portakalian, tenía su espalda contra la pared y una pierna larga, revestida de cuero estirada sobre una silla de madera mientras le entregaba dos cartas a Rudy. Él era tan magnífico como cualquiera de los Peltiers, de mediana estatura, pelo castaño oscuro y ojos color avellana que brillaban con malicia. De dos metros y con una mala actitud que redefinía el término, era alguien que Sunshine siempre intentaba evitar. Él no hablaba mucho y había tirado a su último novio por la puerta de atrás. Literalmente. Ella también había oído el rumor de que Justin había estado en prisión por asesinato, y algo en su mortal conducta agregaba bastante credibilidad a esa especulación.
A las otras dos personas no las conocía. Uno era un motorista rubio que tenía a una hermosa pelirroja sentada en su regazo. Él alzó la vista, vio a Talon, y la risa desapareció de sus labios.
–¿Qué haces aquí, Celta?
–Tengo que hablar contigo.
–¿No puedes ver que estoy ganando?
Talon miró las fichas de póquer al lado de su codo.
–Sí, y también puedo ver que estás haciendo trampa.
–¿Qué?. –Los otros hombres de pronto se animaron.
–¡Talon, estúpido!. –El rubio aclaró su garganta–. Él sólo estaba bromeando. ¿Denme un minuto, sí?
Rudy resopló hacia Justin y Etienne mientras acomodaba las cinco cartas en sus manos.
–No sé por qué ustedes muchachos se están encabronando. Los dos están haciendo trampa también.
Etienne rió con una risa encantadora y despreocupada mientras Justin dirigía una miraba menos divertida Rudy. El motorista rubio comenzó a alejarse de la mesa, luego volvió deprisa hacia atrás y levantó las cartas.
–Por si acaso –dijo a los demás. En cuanto el rubio se alejó de ellos, Talon los presentó. –Sunshine, te presento a Eros y Psique.
Sunshine los miró curiosamente.
–¿Ellos sólo creen que esos nombres son lindos, no? No son realmente Eros y Psique.
Eros le dirigió una mirada molesta.
–¿Por qué ella se dirige a mí?
–Cupido –dijo Talon, una nota de advertencia de su voz–. Se amable. –Él se volvió hacia Psique–.¿Puedes hacerme un favor, Psique, y mantener a Sunshine ocupada mientras trato con tu marido?
–Seguramente dulce. –Psique puso su brazo sobre los hombros de Sunshine–. Vamos a ver que clase de problemas podemos encontrar abajo.
Sunshine siguió a Psique a la recargada escalera que conducía al piso inferior, no lejos de la pista. El área entera estaba atiborrada de bailarines y gente que quería oír a los Howlers cantar, y de mujeres que querían comerse con los ojos a los miembros de la banda.
Ella y Psique se acercaron a una mesa del fondo donde un tipo llamado Nick Gautier jugaba un juego con Wren, uno de los ayudantes de camarero del Santuario. Wren era un tipo tranquilo, tímido quien tenía un aura a su alrededor que decía que prefería ser invisible. De todos modos había algo peligroso en él. Del tipo que decía que pelearía con mucho gusto con cualquiera lo bastante estúpido como para molestar su introvertido espacio. Su oscuro cabello rubio era largo, y él lo llevaba en un estilo que no era totalmente rasta[3], pero que no estaba lejos tampoco. Sus ojos eran un color gris tan pálido que parecían casi descoloridos.
En cuanto a Nick Gautier, Sunshine lo había encontrado ahí unas veces. Su madre era una de las cocineras y él a menudo entraba para cenar y jugar un juego rápido de billar con Wren.
–Hola, damas –dijo Nick con su leve acento Cajún.
Psique tomó el taco de su mano.
–Acomoda tus bolas, Nick. Queremos jugar.
Nick se rió.
–Psique, una cosa que una mujer nunca debería decir a un hombre es que acomode sus bolas.
No haciéndole caso, Psique miró a Wren.
–A ti no te importa, ¿verdad?
Wren negó con su cabeza e hizo una señal a Sunshine. Sin una palabra, él rápidamente desapareció en la muchedumbre.
–No queríamos molestarlos muchachos –dijo Sunshine a Nick.
–Oh, no te preocupes por eso. Wren y yo jugamos mucho. Él tenía que regresar a la cocina de todos modos. ¿Ustedes señoras quieren algo para beber?
–Cerveza –dijo Psique.
–Agua.
Él asintió con la cabeza y se marchó. Sunshine miró como Nick sorteaba la muchedumbre. Ella se volvió a Psique.
–¿Tu y Eros vienen aquí a menudo?
Ella asintió.
–Hasta te he visto aquí unas veces. Por lo general andas con Aimee y otra chica de cabello negro.
–Trina.
–Esa es ella.
Psique tomó la bola blanca y la alineó.
–Sí –dijo ella mientras tiraba, enviando a seis de las bolas a las troneras–. Soy una diosa y Eros es un dios.
–Como sabías...
–Soy una diosa. Puedo oír cada pensamiento en tu cabeza. –Ella se rió de Sunshine mientras ponía tiza en la punta de su taco.
–Es un hecho realmente incómodo de saber.
–¿Tu crees?. –Psique sopló a través de la punta, dejando la tiza de lado, luego envió tres bolas más a las troneras–. Y porque sé lo que piensas, la respuesta es sí.
–¿La respuesta a qué?
–Si, Talon realmente te ama.
Sunshine hizo una mueca mientras Psique hundía el resto de las bolas que estaban sobre la mesa.
–No sé. A veces siento que no puede hablarme de Nynia. Pienso que la ama más que a mí.
Psique acomodó las bolas otra vez.
–No te ofendas, pero eso es estúpido. Tú y Talon son compañeros del alma. Él siempre te amará no importa quien o qué seas. Tú, mi amiga, podrías volverte como una ballena jorobada y él te amaría. Él no puede manejarlo. Los dos están destinados el uno al otro.
–Sí, pero...
–No hay ningún pero, Sunshine. –Ella se movió para pararse delante de ella–. Soy la diosa de las almas y de los compañeros del alma. A diferencia de otros dioses del Olimpo, sé cuando veo a dos personas que fueron creadas el uno para el otro. Si tanto tú como Talon murieran esta noche y más tarde volvieran a nacer en polos opuestos de la tierra tarde o temprano se reunirían. Ese es un talento especial que tienen los compañeros del alma. Sola puedes sobrevivir, demonios, hasta puedes estar con otra persona, pero ninguno de ustedes jamás estará completo sin el otro.
Ella echó un vistazo hacia arriba, adonde habían dejado a los muchachos.
–Usted dos pueden luchar contra esto todo lo que quieran. Pero todo lo que van a lograr es hacer sus vidas miserables.
Ella acarició el hombro de Sunshine.
–Sé que no me crees. Sé que llevará tiempo antes de que lo aceptes. Y está dicho, el problema con tu relación no es si él realmente te ama. Es que él no puede permitirse ni siquiera pensarlo.
–¿Por qué?
–Porque al minuto que lo haga, Camulus te matará. Talon lo sabe. Él no se permitirá amarte por miedo a que mueras otra vez.
Sunshine tragó saliva ante sus palabras. Todo seguía volviendo a aquel irritable e irritante dios celta.
–¿Hay algún modo de evitar a Camulus?
–Tal vez.
–¿Tal vez? ¿Eso es lo mejor que me puedes hacer?
–¡Hey!, eso es mejor que no.
Verdad, pero todavía quería más esperanza que eso.
–¿Y en cuanto a Artemisa? –preguntó Sunshine–, incluso si conseguimos pasar a Camulus, que pasa con ella?
Psique giró su taco en sus manos mientras pensaba en aquel hecho que no podía olvidarse.
–Ella es difícil. Con ella tienes que negociar con mucho cuidado.
–¿Entonces es posible que yo pudiera hablar con ella?
–Es posible.
En la mente de Sunshine daba vueltas la idea. ¿Realmente podría haber esperanza para ellos?


Vane se sentó al otro lado del campo en su forma humana mientras escuchaba las conversaciones ociosas alrededor de él. La mitad de la manada estaba en forma humana mientras la otra parte eran lobos.
Muchos de los hombres estaban agitados. Había un olor inquietante en el aire. Uno que denotaba problemas, de los que nadie podía manejar. Ni siquiera estaba seguro qué lo estaba causando. Pero él estaba tan nervioso como el resto de ellos. Una palabra o acción equivocada y era probable que él tomara una vida como un Daimon. Muchas, de hecho.
Fang se acercó a él y le ofreció una cerveza fría.
–¿Quieres ir a patrullar y ver si podemos averiguar qué está pasando?
Vane hizo saltar la tapa e inclinó su cabeza para poder ver, del otro lado del cuerpo de Fang, donde Stefan y los demás estaban reunidos. Él sacudió su cabeza.
Si salía con Stefan con el humor que tenía, uno de ellos terminaría muerto.
–Lo que sea que es, está viniendo hacia aquí. Pienso que deberíamos quedarnos cerca de las mujeres.
Fang se rió de eso.
–Me gusta el modo en que piensas, adelphos. Quedarme cerca de las mujeres es lo que hago mejor.
Él se rió de las palabras de Fang.
¡Vane!
Vane se ahogó con la cerveza cuando oyó la voz frenética, asustada de su hermana, en su cabeza.
¿Qué?
Contestó silenciosamente.
Los cachorros están llegando. Te necesito.
Su cerveza olvidada, Vane se puso de pie en un salto y corrió hacia ella. La encontró a un lado del campo, cerca de una pequeña salida del agua.
–Te tengo, nena –dijo él gentilmente mientras se arrodillaba a su lado para ayudarla.
Ella lamió su barbilla, luego lloriqueó más cuando el dolor del trabajo de parto la golpeó.
Fang se reunió con ellos unos minutos más tarde, trayendo mantas.
–¿Quieres que consiga a Papá?
–No –dijo Vane–. Podemos manejarlo.
Mientras se estiraba para acariciar a Anya, su teléfono celular sonó. Maldiciendo por lo inoportuno, contestó para encontrar a Acheron del otro lado.
–Estoy ocupado, Dark Hunter. Este no es un buen...
–Lo sé, pero hay un masivo número de Daimons convergiendo sobre Miller’s Well. Ellos van por tu manada, Vane.
Vane se quedó frío con las noticias.
–¿Estás seguro?
–Positivo. Parece que ellos quieren una supercarga antes de las festividades de mañana a la noche, así que muchachos, tienen que salir de allí.
Cómo desearía que fuera tan simple.
–Anya está de parto. No podemos moverla. Pero me aseguraré que los demás se vayan.
–Bien –dijo Ash–. Crúzate de brazos y te tendré algunos refuerzos tan pronto sea posible.
La implicación atravesó a Vane e insultó cada parte de animal de él.
–No necesito tu ayuda, Dark Hunter. Podemos cuidarnos nosotros mismos.
–Síp, es lo mismo, estaremos allí dentro de poco.
El teléfono quedó muerto.
Gruñendo, Vane devolvió el teléfono a su bolsillo y le dijo a Fang qué estaba ocurriendo.
–Haz que los otros se muevan.
Fang asintió, luego corrió a cumplir lo pedido.


Ash maldijo mientras colgaba el teléfono y andaba rápidamente por Bourbon Street hacia Canal. ¿Dónde demonios estaba Talon? El Celta se suponía que debía estar en su pantano y en cambio no había señal de él. Cerrando sus ojos, Ash sintió que el Celta estaba bien. Pero él no tenía tiempo para traerlo de lo de Sunshine. Los Daimons se movían rápido y no pasaría mucho tiempo antes de que alcanzaran a Vane y su familia.
Él abrió su teléfono y llamó a Valerius que estaba todavía en casa.
–Valerius, estoy en Bourbon...
–No me aventuraré por esas calles de groseras iniquidades y plebeyo horror, Acheron. Este es el pozo negro de la humanidad. Ni siquiera lo pidas.
Ash puso sus ojos en blando ante el tono arrogante del Romano.
–Te necesito en el pantano.
El silencio le contestó.
–Tenemos una situación, Valerius –dijo él severamente–. Un grupo de Daimons está tras la manada Katagaria y ellos tienen mujeres en trabajo de parto...
–¿Dónde me necesitas?
Ash sonrió. El romano tenía sus momentos. Buenos y malos. Por suerte, este era uno de los buenos.
–Voy para allá. –Ash colgó el teléfono.
Entró corriendo a un pórtico cercano donde nadie podría verlo y destelló para llegar al lado de Val. Valerius hizo un gesto de sorpresa al ver a Ash en su sala de estar antes de que el romano pudiera ni siquiera devolver el teléfono inalámbrico a su base. Lo único que demostró Valerius fue un leve arqueo leve de su ceja derecha.
–No tenemos tiempo para medios convencionales de transporte –explicó Ash.
Antes de que Val pudiera preguntarle que quería decir, Acheron lo agarró y ellos se materializaron cerca de la guarida Katagaria.Val le frunció el ceño.
–¿Cómo has hecho eso? ¿Eres alguna especie de híbrido de Were-Hunter como Ravyn?
Ash le dio una oscura medio-sonrisa.
–Es una larga historia. La parte pertinente es que no puedo usar mis poderes cerca de los Katagaria sin obligarles a cambiar de forma. Si las lobas embarazados son obligadas a cambiar a la forma humana por mis poderes, las matará a ellas y a sus bebés instantáneamente. Entonces, lucho estrictamente como un humano. Tus poderes no son cargados iónicamente[4], por lo que deberías poder luchar como siempre.
Val asintió, entendiendo.
Acheron sacó su bastón de batalla, luego condujo a Val hacia la guarida.
El campo estaba en un caos total mientras los hombres, muchos en forma humana, intentaban reunir a las lobas embarazadas y los cachorros y moverlos sin usar su magia.
Vane y Fang estaban sobre una loba embarazada en trabajo de parto mientras otro macho que se parecía asombrosamente a Vane, se arrodillaba a su lado y la sostenía. El hombre era considerablemente más viejo que los hermanos.
Ash lo recordaba bien. El despiadado jefe Katagari odiaba a todo el que no fuera de la manada. Pero vamos, se corrigió mientras miraba a Vane y a Fang, su padre odiaba a muchos que estaban en la manada también.
–Odio dejarte, pequeña –dijo su padre–. Pero sabes que criaré tus cachorros con amor.
La loba lloriqueó. Su padre se levantó y dirigió una desdeñosa mirada sobre Vane y Fang.
–Esto es tu culpa. Maldigo el día que tuve hijos Were-Wolf.
Vane gruñó ante el insulto y se abalanzó por su padre, pero Fang lo detuvo. Su padre curvó sus labios.
–Tú, mejor los proteges joven. Que Dios los ayude a ambos si algo les pasa. –Él acechó a los demás.
Acheron y Val se dirigieron a los hermanos.
–¿Qué están haciendo aquí? –exigió Vane en cuanto los vio–. Te dije que podemos manejar esto.
Acheron plantó el final de su bastón en la tierra y lo miró con paciencia.
–No juegues al héroe, Vane. Lo último que necesitas es luchar por quitarte Daimons de tu espalda mientras Anya está de parto.
Vane estrechó sus ojos.
–¿Tu sabes algo sobre ayudar a nacer un bebé?
–Si –dijo Ash. –He ayudado a nacer a más de los que me correspondían durante los once mil años pasados.
A pesar de sus anteriores palabras, Vane pareció aliviado por la respuesta de Ash.
Vane miró a Val.
–¿Y tu?
La respuesta de Val estuvo tan fuera de lugar, viniendo de él, como su presencia aquí.
–No conozco nada sobre el nacimiento de cachorros, señorita Scarlett[5], pero puedo arrancar la cabeza de un Daimon sin ponerme a sudar.
–Bien, ambos pueden quedarse. –Vane se agachó al lado de su hermana acarició su hocico con su cara mientras la loba jadeaba y lloriqueaba–. Aguanta, Anya. No voy a abandonarte.
Ash se sentó a su lado y estiró su mano hacia ella para que lo oliera.
–Soy un amigo, Anya –dijo él gentilmente–. Sé que estás sufriendo, pero vamos a quedarnos contigo y ayudarte.
Ella alzó la vista hacia Vane quien hacía ruidos de lobo detrás de ella. Una fuerte maldición sonó.
–¡Vane! –gritó Fang–. Tenemos caimanes moviéndose por todas partes.
–Está bien –dijo Ash–. Están conmigo. Ellos no te atacarán a no ser que los golpees.
–¿Estás seguro? –preguntó Fang con escepticismo.
–Positivo.
El último de la manada Katagaria se fue, dejando a Val, Anya, los hermanos y a Ash solos con los caimanes. La tranquila calma del pantano era rota sólo por los jadeos y quejidos de Anya.
Mientras esperaban, Ash compadeció la pena en los ojos de Vane.
–Ella estará bien –le aseguró Val cuando él lo notó también–. La sacaremos de esto.
–No –dijo Vane, sacudiendo su cabeza–. Todo lo que podemos esperar es salvar a sus cachorros. Tan pronto el último salga de su cuerpo, ella morirá.
Val le miró con el ceño fruncido.
–No seas tan fatalista.
–No lo soy, Dark Hunter. Ella fue reclamada por su compañero. Ellos vincularon sus fuerzas de vida. Si no hubiera estado embarazada y llevando una nueva vida en ella cuando él murió, habría muerto con él. En cuanto los cachorros hayan nacido, ella irá a unirse a él en el otro lado.
El estómago de Ash se apretó de pena y compasión al oír el dolor de la voz de Vane. Él sabía cuanto significaba Anya para los hermanos. También sabía qué estaba a punto de pasar y aunque él quisiera cambiarlo, también sabía que no podría.
–Lo siento, Vane.
–Gracias. –Vane arrastró su mano por el pelo blanco de su hermana.
De repente, de en ninguna parte, una horda de Daimons atacó. Vane saltó sobre sus pies para enfrentarlos.
–No sé nada sobre el nacimiento de cachorros –le dijo a Ash–. Quédate con ella y yo lucharé.
Ash cabeceó y se quedó agachado junto a Anya mientras ella trataba de morder y gemir.
Fang se transformó en un lobo, su más fuerte forma, para luchar, pero Vane permaneció humano. Ash oyó el grito de los Daimons cuando encontraron a los caimanes que los estaban esperando.
Anya comenzó a agitarse cuando la lucha estalló. Ash mantuvo su atención enfocada en la loba y sólo levantaba la vista para asegurarse que los Daimons no se estaban acercando a Anya.
Fang hacía un trabajo notable manteniéndolos lejos en la forma de lobo mientras Valerius y Vane luchaban con cuchillo y espada. Lo malo era que los hermanos no podían usar su magia más que lo que Ash podía. Cualquier fortuito golpe de su energía podía golpear accidentalmente a Anya y sus cachorros y matarlos al instante.
–¡Vane!
Ash se sobresaltó ante el sonido humano de la loba. Levantó la vista y vio a un Daimon a punto de atacar a Vane por la espalda. Prevenido, el Katagari vio al Daimon y giró a tiempo para apuñalarlo en el corazón y matarlo.
Anya volvió a acostarse. Ash la sostuvo quieta mientras el primero de sus cachorros aparecía.
–Eso es –dijo él, con una voz tranquila, calmante–. Casi estamos ahí.
Un Daimon pasó por los setos al lado de ellos. Ash saltó y se dio vuelta para defender a Anya mientras Vane agarraba al Daimon y lo golpeaba alejándolo de ellos.
–Ten cuidado con mi hermana –dijo Vane entre dientes apretados.
Ash rápidamente volvió a Anya. Con los Daimons tan cerca ahora, él estaba teniendo que cuidar al bebé, a Anya y a los Daimons. No era fácil.
–Empuja –le dijo a Anya. –Solamente un poquito más.
Los siguientes pocos segundos pasaron rápidamente y sin embargo parecieron moverse en cámara lenta.
Dos Daimons se alejaron de su lucha con Fang. Uno de ellos le disparó a Fang con arma de alto voltaje, convirtiéndolo inmediatamente humano. Fang soltó un aullido mientras su cuerpo se convulsionaba de modo incontrolable de acá para allá entre lobo y humano.
Vane fue tras el segundo en el momento que el primero lo apuntaba con el arma y se zambulló en la tierra. El Daimon presionó el botón y la ráfaga no le dio a Vane por una fracción de milímetros.
Le pegó Anya en cambio.
Ash maldijo con furia mientras Anya se transformaba de una loba a una mujer y volvía a cambiar otra vez. Sus gritos resonaban en los árboles y luego ella cayó misteriosamente silenciosa. De vuelta en su forma de loba, ella no se movió en absoluto.
Vane corrió hacia ella, pero era demasiado tarde.
Ella estaba muerta.
Ash soltó su grito de batalla y se precipitó sobre el Daimon que la había matado. Él perforó con fuerza al Daimon en la mandíbula, luego usó sus manos desnudas para terminarlo. Ahora que él podía usar sus poderes sin restricción, Ash tuvo poco trabajo con los Daimons restantes.
Las transformaciones de Fang habían reducido de velocidad, pero él todavía alternaba entre la forma humana y de lobo mientras se arrastraba despacio hacia el cuerpo de su hermana.
Vane caminó petrificado hacia Anya y se hundió al lado de ella. Él tomó su cuerpo de lobo en sus brazos y la acunó como si fuera un bebé. Lágrimas corrían por su cara mientras él se mecía adelante y atrás con ella y le susurraba en lobo.
Fang soltó un aullido feroz y se convirtió en un hombre. Su cuerpo desnudo, él posó su cabeza sobre la espalda de Anya y la sostuvo también.
Ash nunca olvidaría la visión de los tres agrupados allí en su pena. Esto lo atormentaría siempre. Él recordaba el pasado, demasiado bien, para su gusto... Un dolor así nunca se curaba completamente. Él lo sabía, de hecho.
Con cara severa, Ash dio un paso hacia ellos.
–Me necesitan para...
–Váyanse –gruñó Vane, su voz salvaje y fría–. Déjennos solos.
–Podría haber más Daimons viniendo –le recordó Val a Vane.
–Y los mataré –gruñó él. –Los mataré a todos.
No había nada más que pudiera hacer para ayudarlos y Ash odiaba eso sobre todo. Los hermanos necesitaban tiempo para apenarse. Desintegrando su bastón él giró hacia Val que miraba a los hermanos con una mirada fija, preocupada.
–No había nada más pudieras hacer –le dijo Valerius a Vane–. No te culpes.
Vane soltó un gruñido inhumano. Ash tiró del brazo de Val y lo alejó de la escena antes de Vane atacara por el dolor.
–El inocente nunca debería sufrir por las batallas de otros –dijo Val sin aliento mientras seguía a Ash.
–Lo sé –dijo Ash, su corazón pesado. –Pero siempre parece ser el caso.
Val asintió.
A furore infra, libera nos.
Ash hizo una pausa ante la cita latina. “La rabia interna nos libera”.
–Sabes, Valerius, hay veces que pienso que en realidad podrías ser humano, después de todo.
Valerius se mofó de esto.
–Confía en mí, Acheron, independientemente de la parte humana de mí que alguna vez haya existido, está muerta hace un largo, largo rato.


Talon condujo a Eros al depósito y cerró la puerta. Quinn Peltier había insonorizado el cuarto unas décadas atrás para asegurar que los Peltiers y otros amigos escogidos pudieran tener intimidad de forma urgente si lo necesitaban.
Al principio, el cuarto había sido planeado como un lugar donde ocultarse en el caso que uno de ellos, por casualidad, se convirtiera en oso mientras el club estaba ocupado, pero con el tiempo se había convertido en un lugar conveniente para que uno de los hermanos tomara a una mujer bien dispuesta sin tener que sentir el escozor de esperar.
Pero esa era otra historia.
Talon encendió la luz suave y enfrentó a Eros.
–Necesito un favor.
–Favor, demonios. ¿No sabes que se supone que vaporizo a cualquier Dark-Hunter que se ponga cerca de mí?
Talon lo miró divertido.
–Lo recordaré la próxima vez que me pidas prestado dinero para jugar sin que Psique lo sepa.
Eros rió afablemente.
–Buen punto. ¿Bien, qué puedo hacer por ti?
Talon vaciló. Silenciosamente, rezó para que Eros le diera una respuesta diferente a lo que él temía.
–¿Conoces al dios celta Camulus?
Eros se encogió de hombros.
–No realmente. Él anda con Ares, Kel, Ara, y otros dioses de la guerra. Siendo el dios del amor y la lujuria, no tiendo a asociarme con ellos. ¿Por qué?
–Porque fui maldecido por él y quiero saber si hay alguna forma de romper la maldición.
–¿Francamente?
–Sí.
–Muy probablemente no. Los dioses de la guerra por regla general no son realmente muy indulgentes. Esa clase viene con una mentalidad de destrucción masiva. Pero depende de lo que hiciste y que usó como maldición.
–Maté a su hijo y él ha prohibido que yo jamás ame a un humano. Cuando lo hago, él los mata.
–Ooh –suspiró Eros. –Lo lamento, hombre, pero algo así, tú puedes colgarlo e irte. La venganza corre profundamente en los huesos de los dioses de la guerra. Ahora, si tuvieras la sangre de un dios, podrías tener alguna influencia. ¿La tienes?.
–No. Soy totalmente humano, sangre sabia, de todos modos.
–Entonces estas totalmente jodido.
Talon apretó sus dientes ante la verdad, aún cuando no estuviera sorprendido por ello. Él no había comprendido hasta entonces que había comenzado a ver un futuro para él y Sunshine.
Ahí en el fondo de su mente realmente había estado la esperanza.
Pero era vano.
–No hay ningún modo de conservar a Sunshine.
Él no se había dado cuenta que había hablado en voz alta hasta que Eros dijo,
–Si la amas, entonces estoy seguro que ella pagará por ello.
Talon se reforzó para lo que tenía que hacer. Incluso aunque esto le arrancara el corazón y lo hiciera querer gritar. Él sabía que tenía que hacer esto. Era el único modo de protegerla.
–Bien, entonces. Tengo una última petición.
Eros le dio una mirada comprensiva.
–Quieres que yo les dispare con la flecha de plomo para matar su amor.
Él asintió. Eros se quitó su collar de arco de alrededor de su cuello y lo hizo más grande. Talon agarró su mano mientras él apuntaba.
–Todavía no. ¿Ok? Sólo quiero un poco más de tiempo con ella. ¿Puedes esperar hasta la medianoche?
Encogiendo el arco de nuevo al tamaño de collar, Eros asintió y apretó a Talon en el hombro.
–El amor muerde, hombre. Créeme, lo sé.
Talon pensó en Psique y él sintió una punzada de celos.
–Sí, pero tu conseguiste mantener tu amor.
–Verdad. Soy un maldito afortunado en ese departamento. –Eros cambió como si algo lo hiciera sentir incómodo–.¿Dónde quieres que le dispare?
–En algún lugar que no duela.
Eros revoleó sus ojos. Talon contestó seriamente.
–El club Runningwolf. La tendré allí a la medianoche.
Asintiendo, Eros dio dos pasos.
–Te veré a la medianoche.
–Gracias, Eros. Te la debo.
–Si, me la debes.
Talon inclinó su cabeza en entendimiento mutuo. Ahora estaba endeudado con Vane y con Eros. En la forma en que iba, probablemente iba a perder más que su alma entera antes de que todo estuviera dicho y hecho.
Él solo rezaba para que en el final, Sunshine no perdiera la vida. Pero él no pensaría en eso ahora. Todo lo que tenía eran unas horas más para pasar con la mujer que amaba. Quería disfrutar del poco tiempo que ellos tenían antes de que ella aprendiera a odiarlo.
Talon dejó el cuarto y se paró hasta que vio a Sunshine abajo jugando al billar con Psique.
Ella estaba tan hermosa allí. Las luces de jugaban en su cabello negro-medianoche. Y su cuerpo lozano, dulce... Era la perfección. Sunshine era todo para él.
Los pensamientos de Talon se dispersaron cuando comprendió que un hombre delgado de altura media se dirigía a Sunshine y ella no parecía feliz de verlo. De repente, su conversación se intensificó en una lucha verbal. Sunshine estaba animada mientras empujaba al hombre con su dedo y hacia atrás.
Psique dejó su taco y dio un paso entre ellos.
Talon vio rojo.
Sin pensar en los gorilas o en otra cosa que Sunshine puso su mano sobre la baranda y balanceando sus piernas y se tiró al piso de abajo. La gente jadeó y se asustó.
El dolor fusiló su pierna y empeoró cuando dio un paso. A Talon no le preocupó. La única cosa que él veía era la cara apenada de Sunshine. El único sonido que oía era su voz enfadada.
–¡Cómo pudiste hacer eso Jerry, tu, víbora!
–Te lo dije antes, Sunny, todo es aceptable en los negocios.
–Pero él era mi cliente. Me senté ahí todo el día esperándolo para mostrarle.
–Sí, bien, te dormiste, perdiste.
–Aquí está otro refrán –dijo Talon, agarrando al tipo y girándolo para enfrentarlo–. Nadie se mete con mi muchacha.
Sunshine se congeló ante la cara de Talon. Era realmente espeluznante. Él miraba fijamente a Jerry como si estuviera a punto de hacer filete de Jerry.
–Está bien, Talon –dijo ella, no queriéndolo meter en el problema o, peor, que fuera detenido por golpear a la babosa.
Ella sabía, por la expresión de Jerry, que se moría por decir algo vil, pero el impresionante tamaño y la ferocidad de Talon mantuvieron sus labios sellados.
Ella tomó el brazo de Talon.
–Vamos, bebé, vayámonos.
Talon realmente quería desgarrar al tipo. ¿Cómo se atrevía a robar el cliente de Sunshine? Él sabía cuanto le importaba. Su cólera golpeaba y siseaba, presionado contra el control que él solía mantener controlado.
–¿Quién es este estúpido? –preguntó Talon a Sunshine.
–Solía ser su marido, ¿en cuanto a ti?
Los ojos de Talon llamearon.
–Lo mismo.
Jerry no podía haber lucido más impresionado si Talon en realidad lo hubiera golpeado.
Talon miró Sunshine. Una parte de él se sentía sumamente traicionada por que ella hubiera osado casarse con alguien más. No importaba que ella no hubiera tenido ninguna idea sobre su vida pasada juntos.
Eso todavía dolía. Sus ojos le pidieron perdón.
–Yo iba a decirte.
–¿Cuándo, Sunshine?
Ella se dio vuelta y echó un vistazo a Jerry.
–Eres un idiota. No puedo creer que alguna vez fuera lo bastante estúpida como para casarme contigo.
Ella comenzó a alejarse entre la muchedumbre ahora silenciosa.
–¡Eh!, Sunny –la llamó Jerry–. Asegúrate de ir a Fallini’s algún día y admira mi trabajo. Recuerda cuando lo mires que el mejor artista ganó.
Talon vio las lágrimas en sus ojos. Su temperamento explotó.
Girando sus hombros, se dio vuelta y aporreó a Jerry con tal fuerza que lo liquidó. Él aterrizó con un golpe seco sobre la mesa del fondo, enviando las bolas de billar y a las troneras.
Varios miembros del clan de los osos maldijeron mientras las cámaras destellaban.
–Que modo de procurar pasar desapercibido, Celta –dijo Justin arrogantemente al lado de él.
Talon ignoró a la pantera. Él tomó la mano de Sunshine y la condujo a través de la muchedumbre. Nick se encontró con él y Sunshine en la puerta.
–Hombre, Ash va a echar humo cuando sepa sobre esto. No puedo creer que hayas hecho esto con la multitud apiñada por Mardi Gras para atestiguarlo. Eres peor que Zarek.
–Sólo asegúrate de limpiarlo.
–Limpiarlo, demonios. ¿Tu sabes solamente cuántas cámaras tomaron el truco de tu salto desde arriba? Mi mamá ahora piensa que andas en drogas y sospecha que Kyrian las vende. Estamos jodidos. Mi vida es una condena. Estoy a punto de ser sermoneado sobre trabajar para traficantes de droga... otra vez. Mi mamá, bendito sea su corazón, es tan ridícula, ni siquiera se da cuenta que trabaja para osos. Estoy bien jodido.
–No te preocupes por eso –dijo Dev mientras se le unía–. Cuidamos tu espalda, Celta. Limpiar indiscreciones es nuestra especialidad. Ningún humano aquí lo recordará mañana y nos aseguraremos que ningún aparato electrónico tampoco muestre algo. Cada uno que ha fotografiado sólo obtendrá la foto de una gran mancha negra.
–¿Qué pasa conmigo? –preguntó Nick–. No quiero nada de sus manejos mentales.
–Dije humanos, Nicky.
Nick miró sumamente ofendido.
–Gracias –dijo Talon a Dev.
–De cualquier manera. Te veré mañana para Mardi Gras.
Talon inclinó su cabeza al oso y condujo a Sunshine fuera aún cuando sentía que su pierna entera estaba rota por el salto.
Una vez que estuvieron en la calle, él la enfrentó.
–¿Estuviste casada?
–Eso fue hace siete años, Talon. Yo era joven y estúpida.
–Estuviste casada –repitió él–. Con él.
Sunshine tomó aire y suspiró. –Sí.
–No puedo creelo.
–Ah, vamos, Talon, dame un respiro. No te la agarres contra mí cuando yo no tenía ni idea de que existías. Si alguien tiene derecho a enojarse, pienso que debería ser yo.
–¿Perdón?
–Selena me contó sobre ti y tu representante, amigo. Como te has acostado con cada mujer bonita en Nueva Orleans. ¿Quieres hablarme sobre eso?
–Eso es diferente.
–¿Por qué? ¿Por qué soy una mujer? Sabías que yo no era una virgen, Talon. ¿Qué esperabas?
Talon no sabía. Pero eso realmente no le importaba. Después de esta noche, ella lo odiaría de todas maneras. Lo último que quería era pasar la noche peleando con ella. Ese era todo el tiempo que ellos alguna vez tendrían.
–Bien, Sunshine. Tienes razón. Lo siento.
Sunshine quedó atónita. Esta era la primera vez que ella conocía a un tipo que cediera tan fácilmente.
–¿Eres tu realmente?
–Sí –dijo él, sus ojos sinceros–.¿No quiero pelear, sí? Vamos sólo a olvidarlo e ir a comer.
Ella llevó la mano de él a sus labios y besó sus nudillos.
–Suena bien.
Fueron a una pequeña cafetería sobre Iberville, ella notó que él tenía una leve cojera.
–¿Estás bien?
–Sí, solamente me torcí la pierna cuando salté sobre el pasamano –dijo él–. Siempre que me pongo furioso, tiendo a perder mis poderes de Dark Hunter, y sin ellos, mi cuerpo se hace humano.
–¿Necesitas un doctor?
Él sacudió su cabeza.
–Siempre y cuando me quede tranquilo, esto debería curarse mientras comemos.
Talon la mantuvo cerca de él todo el tiempo que les tomó llegar al restaurante y sentarse. Él memorizó todo sobre ella. Él siempre la recordaría así y aquellos recuerdos vivirían dentro de él, tanto los de ella como los de Nynia.
¿O él perdería todos aquellos recuerdos cuándo Eros le disparara? ¿Su mente de algún modo los deformaría para que él no pudiera amarla más?
Su estómago se anudó ante el pensamiento. ¿Cómo sería no tener el consuelo de los recuerdos de Nynia y Sunshine? ¿No recordar la suavidad del contacto, el olor a patchouli sobre su piel? ¿La forma en que sus ojos se iluminaban cuando lo miraba?
Rechinando sus dientes, él intentó no pensar en eso, o sentir el dolor en su corazón. Esto no era sobre él y lo que estaba a punto de perder.
Esto era sobre ella.
Él tenía que hacer esto por ella.
Ella se sentó en el reservado frente a él, la cabeza de ella se inclinaba mientras comía. La luz de la vela reflejaba la oscuridad de su cabello, haciendo su piel de un bronceado cremoso. Un bronceado cremoso que le hacía agua de boca por probarlo.
Talon observó los gestos llenos de gracia de sus manos mientras comía su ensalada de garbanzos. Le gustaron aquellos dedos largos, finos. Amaba juguetear con ellos en su boca, sentirlos sobre su cuerpo.
–¿Qué te hizo querer ser artista? –preguntó él.
–Amo trabajar con mis manos.
Él la alcanzó a través de la mesa y tomó su mano izquierda con la suya. Él estudió la curva delicada de ella, el modo en la que la sentía en su palma.
–Tienes manos hermosas.
Ella rió y apretó la de él con las suyas.
–Gracias. Ellas son lo más valioso que un artista jamás puede tener. Solía tener pesadillas en que algo les pasaba, una herida severa o quemadura lo que me impediría volver a usarlas para la cerámica o para dibujar. El Arte es mi vida. No sé lo que yo haría si yo no pudiera crear.
Talon cerró sus ojos mientras la agonía lo invadía. Sus emociones se arremolinaron, pero las controló. Él tenía que hacerlo. El reloj hacía tictac para ellos.
Sunshine le dio un bocado de su ensalada y él hizo todo lo posible por no estremecerse.
–¿Por qué tus ojos ya no son ámbar? –preguntó ella.
Él tragó el bocado y tomó un sorbo de vino.
–Parte de la carga de ser Dark Hunter. Nos convertimos en depredadores para poder detectar y matar a los Daimons. Nuestros ojos se hacen negros y se dilatan mucho más que los ojos humanos para que podamos ver en la oscuridad.
–¿Y tus colmillos? ¿Los usas para chupar sangre?
Él sacudió su cabeza.
–No. La sangre nunca me ha gustado. Los colmillos son solamente parte del asunto también.
–¿Y te gusta lo que haces?
–Hay veces cuando es divertido y desafiante y a veces es un poco aburrido. Generalmente no me importa.
Ella pareció aceptar eso. Ella comió durante unos minutos antes de hablar otra vez.
–¿Talon, por qué entregaste tu alma?
Él miró al vacío. En su mente, él podía ver aquel día tan claramente. Él había estado tumbado sobre el altar, sus manos atadas encima de su cabeza, su pecho desnudo y habían marcado con sangre los símbolos expiatorios. Ese había sido un día fresco, y cada miembro de su clan había estado allí. Vestido con ropas negras, el sacerdote de Druida había mirado hacia él y había reído cruelmente.
–Agarren a Ceara.
Las palabras de su primo resonaron en su cabeza. Le había tomado un minuto completo antes que entendiera qué estaba pasando. Horrorizado, Talon había mirado a sus hombres agarrar los brazos de su hermana.
–¡Speirr! ¡Ayúdame, brathair, por favor!
Él había luchado contra las cuerdas hasta que sus muñecas sangraron y ardieron. Él había gritado para que la liberaran.
Como un animal enjaulado, él había intentado alcanzarla.
Una y otra vez, ella la llamó.
–Es la voluntad de los dioses que ambos mueran por lo que hizo su madre.
Su primo había hundido su daga profundamente en el corazón de Ceara.
Ella había contemplado a Talon, sus ojos aterrorizados y llenos de lágrimas mientras luchaba por respirar.
Lo peor de todo, él había visto la decepción en sus ojos.
Ella había creído en él, había confiado en él para que la protegiera.
Los hombres la habían liberado y había caído sobre la tierra, aterrizando sobre sus manos y rodillas.
–¿Speirr? –Su voz había temblado mientras dirigía una mano ensangrentada hacia él–. No quiero morir –susurró ella, su voz como la de una niña.
Ante sus ojos, ella había muerto.
Jadeando en la furia, él había dejado que su grito de batalla retumbara y luego él había maldecido a todos. Él había llamado a la ira de Morrigan y ella no le había hecho caso.
Fue Artemisa quien había contestado a su grito de venganza.
La última cosa que había visto era al Druida que tiraba su cabeza hacia atrás y hacía un corte salvaje a través de su garganta.
Talon respiró profundamente una y otra vez y procuró enterrar aquellos recuerdos. Eso era el pasado y ahora él tenía Sunshine para cuidar.
–Fue furia de juventud –dijo con una calma que no sentía–. Había perdido demasiado en tan corto tiempo... a mi tía, mi tío, a ti y a nuestro hijo. Después de que te perdí, anduve vagando inmerso en la pena. Luché para hacerlo cada minuto de cada día. La única cosa que me mantuvo fue saber que el clan y Ceara me necesitaban. Cuando los Druidas vinieron a mi y me dijeron que tendría que entregar mi vida a los dioses para proteger al clan, fue en realidad un alivio. No pensé dos veces permitirles colocarme sobre el altar de sacrificios.
Talon rechinó los dientes mientras veía a su hermana en su mente otra vez. La forma en que ella había lucido aquel día.
–Ceara lloraba, pero ella intentaba ser fuerte. Todo iba como debía, hasta que Murrdyd se dirigió hacia ella y les dijo a los miembros de mi clan que la agarraran. Él dijo que ambos teníamos que morir para apaciguar a los dioses.
–¿Eso era la verdad?
–No. Él quería ser rey. Necesitaba que tanto Ceara como yo estuviéramos fuera de su camino, éramos herederos legítimos. Puedo entender su deseo de matarme, pero no que tuviera que matar a Ceara. Esa fue la injusticia que no pude soportar.
Ella colocó su mano sobre la de él.
–Bebé, lo siento tanto.
Él estrujó la mano de ella mientras parpadeaba contra la agonía en que caía. El único consuelo que jamás conocería en la vida era el contacto de esta mujer.
–Entonces eran ellos al final.
–¿Qué hiciste?
Talon aclaró su garganta cuando intentó aplastar los recuerdos de aquella noche. Las excusas. Él había parecido un monstruo rabiando contra su pueblo.
El único pensamiento en su mente había sido alcanzar a su primo. Hacer que el bastardo pagase.
–Fui a través del pueblo que matando a cada hombre que se interponía entre mi y los que habían matado a Ceara. Las mujeres y niños escapaban mientras luchaba para alcanzar a Murrdyd. Después de que me vengué de él, quemé el pueblo entero hasta la tierra.
–¿Y has estado sirviendo a Artemisa desde entonces?
Él asintió.
–¿Alguna vez la has encontrado?
–Solamente un momento cuando ella vino para negociar conmigo por mi alma. Ella me encontró en la región inferior donde las almas están atrapadas después que abandonan este mundo, pero aún tiene que viajar al siguiente.
–¿No la has visto desde entonces?
Él sacudió su cabeza.
–No nos permiten tener contacto con los dioses. Ellos nos ven como una abominación.
–¿Pero que pasa con Eros?
Él suspiró y sintió una punzada de humor al pensar en el irreverente y amante de la diversión dios del amor.
–Él es un poco diferente. Por alguna razón, le gusta andar con nosotros.
Sunshine consideró sus palabras mientras terminaron la cena. Pobre Talon. Él había pasado por tanto dolor. Tanta pena. En cierta medida le molestaba que todavía la confundiera con Nynia. Ellas podrían compartir un alma, pero en última instancia, eran dos personas completamente diferentes.
No, que es que realmente importara. Mientras que él estuviera destinado a Artemisa y maldecido por Camulus, no podría ser libre. Él nunca podría tener un futuro. Cuando había hablado con Psique, la diosa le había dicho cómo convocar a Artemisa. Sunshine realmente quería tener una agradable charla con aquella diosa y ver si tal vez Talon podría ganar su libertad otra vez. Si ella lograra eso, entonces tal vez ellos podrían hacer algo para detener a Camulus también.
Después que pagaron por la cena, abandonaron el restaurante y se dirigieron al club de su padre.
Sunshine no sabía por qué Talon quería llevarla a casa, pero ella trataría que pasaran inadvertidos para que pudieran tener un poco más tiempo a solas.
Talon la condujo a la pista de baile. Sunshine nunca antes había comprendido cuan caliente podría ser un hombre cuando bailaba. Personalmente, siempre había pensado que la mayor parte de hombres parecían bastante ridículos. Pero no Talon. Él era la cosa más sexy que alguna vez hubiera visto en su vida.
Cuando la canción se terminó, Talon la urgió para que le presentara a su padre y hermano. Ellos estaban sentados uno al lado del otro, ocupándose del trabajo administrativo y embelesados con las cuentas del club mientras Wayne los ayudaba.
–Hola, Papá, Storm, Wayne.
Ellos alzaron la vista sonrieron hasta que vieron a Talon detrás de ella.
–¿Sunshine, estas bien? –preguntó su padre.
–Estoy bien. Solamente quería que conocieran a Talon. Talon, mi padre, Daniel Runningwolf.
Talon ofreció su mano, pero su padre declinó.
–Soy un chamán y no puedo tocarte.
Talon cabeceó con una mirada que dijo que entendía.
–Lo lamento, no estaba pensando.
Wayne se excusó.
Después de que se marchara, los ojos marrones oscuros de su padre brillaron severamente mientras recorría con su mirada fija a Sunshine.
–Starla no me dijo que tu novio era un desalmado, gatita.
–Ella probablemente pensó que te darías cuenta. ¿O no?
–Sí.
Sunshine rápidamente procuró cambiar de tema.
–¿Cómo está Mamá?
–Ella está bien. ¿Y tu, como estás?
–Estoy bien, Papá. No te preocupes.
–Soy tu padre, Sunshine. Preocuparme por ti es mi ocupación de jornada completa.
Ella se rió de él.
–Y lo haces muy bien.
De todos modos la miró menos que apaciguado. Talon dio un paso a adelante.
–¿Daniel, podría hablar con usted?
Sunshine frunció el ceño ante la nota siniestra de la voz de Talon. Los ojos de su padre se estrecharon todavía más antes de asentir con la cabeza sutilmente.
–Sunshine, quédate con Storm.
Ella miró como los dos se iban y una ola de terror se estrelló contra ella. Algo estaba definitivamente mal. Talon condujo a su padre a la otra esquina de la barra. Él echó un vistazo a Sunshine y su corazón se retorció.
–¿Qué es lo que quieres conmigo? –preguntó Daniel.
–Mire, ya sé que no le gusto.
–¿Que no me gustas? Eres un asesino sin alma. Te concedo, que lo haces de manera protectora, pero eso no cambia el hecho básico que hace mucho que no eres humano.
–Lo sé. Es por eso que estamos aquí. Voy a liberar a Sunshine a su protección esta noche. Hay algunas personas que quieren dañarla y yo realmente apreciaría si usted la cuidara. Me quedaré cerca, fuera de su vista, hasta mañana por la noche por si acaso la cosa detrás de ella intenta tomarla otra vez.
–Por lo que mi esposa me dice, Sunshine no te dejará abandonarla voluntariamente.
–En unos cuatro minutos, ella jamás querrá poner sus ojos sobre mí otra vez. Lo prometo.
Él frunció el ceño.
–¿Qué quieres decir?
Talon aclaró su garganta mientras echaba un vistazo al gran reloj Budweiser sobre la pared de la barra. Su tiempo estaba acabando.
Condenados, Destinos.
–Nada –dijo silenciosamente–. Sólo tiene mi palabra, que su hija es suya.
Daniel asintió.
Mientras Talon volvía a Sunshine, todo su interior le dolía. Él no podía soportar el pensar lo que Eros estaba a punto de hacer. Esto lo lastimaba a un nivel tan profundo que era incalculable.
Pero tenía que ser hecho.
Ellos no podían estar juntos. Era tonto pensar de otra manera. Él tenía que hacerlo para salvar la vida de ella.
Por el rabillo del ojo, vio a Eros aparecer en su forma de dios. Invisible a la gente, el dios del amor era fácilmente perceptible para los sentidos de Dark Hunter de Talon.
–¿Estas seguro?. –La voz de Eros retumbó en su cabeza.
Talon se inclinó, besó a Sunshine con cuidado en los labios, y luego asintió.
Él sostuvo su cara entre sus manos, y miró fijamente a sus ojos marrones, esperando el momento cuando se volvieran oscuros por el odio. Esperando que ella se supiese rígida y lo maldijera.
Eros levantó su arco y disparó directamente a Sunshine.
Talon tragó mientras esperaba dolorosamente que le atinara a él.
«Adiós mi amor».
Ella le hizo una mueca.
–¡Ow! ¿Talon, me golpeaste?
Él sacudió su cabeza y esperó que el odio entrara en sus ojos.
No ocurrió.
Los segundos pasaban lentamente mientras que el ceño de ella se hacía más profundo.
–No me siento bien. –Ella frotó su corazón donde Eros le había disparado.
Entonces, increíblemente, ella buscó y enfocó su mirada en Eros.
–¿Cupido?
Eros miró alrededor nerviosamente.
–¿Puedes verme?
–Pues, sí –dijo ella.
Eros cambió y lucía un poco verde.
Talon frunció el ceño mientras un mal sentimiento lo atravesaba.
–¿Qué pasó, Eros? ¿Por qué ella no me odia?
Eros lucía hasta más incómodo.
–Lo que pasa es que ustedes dos deben ser compañeros del alma, verdad?
–Sí –contestó Sunshine–. Psique dijo que lo éramos.
Eros emitió una sonrisa burlona y vergonzosa.
–Oops. Creo que necesito tener una conversación con mi esposa. Maldición, ella debería habérmelo dicho.
–¿Oops? –repitió Talon–. Eros, oops mejor que no esté en tu vocabulario.
Eros aclaró su garganta.
–Nadie me dijo que ustedes dos eran compañeros del alma. Mira, éste –él mantuvo firme su arco– sólo trabaja sobre la lujuria y el encaprichamiento. Los compañeros del alma son del todo, otro juego. Esa clase de amor, no puedo matarlo. Nada puede.
Sunshine jadeó mientras entendía qué estaba pasando. En aquel momento, ella quiso estrangular a Talon.
–¿Intentaste conseguir hacer que te odiara?
Ahora Talon la miró tan avergonzado como Eros.
–Cariño, puedo explicarte.
Ella lo miró airadamente mientras la rabia agitaba cada partícula de su cuerpo.
–Oh, vas a tener que explicarte bien. ¿Cómo te atreviste a intentar poner en ridículo mi mente y mi corazón? No aprecio que hayas hecho algo tan rastrero.
–Sunshine –dijo su padre–. Él tiene razón. No puedes tener un futuro con él. Él no es humano.
–No me preocupa qué es él. Él y yo tenemos algo juntos y no puedo creer que él hiciera algo como esto.
–Te prohíbo que lo vuelvas a ver. –El tono de su padre era severo.
Ella giró su cólera hacia su padre.
–No tengo trece años. No me preocupa que me prohíbes o no, Papá. Esto es entre él y yo.
–No te veré morir otra vez –dijo Talon despacio, acentuando cada palabra.
–Y yo no seré manipulada. Ni me rendiré.
Talon giró y salió hecho una furia del club, sus emociones bullían.
Él no podía hacer esto. Él no podía.
Él tenía que dejarla ir.
Era por el bien de ambos.
Sin mirar atrás, fue hacia su motocicleta. Subió, pero antes de que pudiera arrancarla, Sunshine lo agarró del brazo.
–No vas a deshacerte de mí así.
Él le mostró sus colmillos.
–¿No entiendes qué soy?
Sunshine tragó. De repente todo lo que Psique le había dicho tuvo sentido. Él no era Speirr, el líder de su gente. El pequeño muchacho asustado que había convertido su corazón en piedra para vivir. El hombre que había robado el corazón de Nynia y luego la había reclamado como ningún otro podría.
Este era Talon, el Dark Hunter que pasada la eternidad protegiendo a extraños del oscuro mal en la noche
Ella lo amaba mucho más.
Él hacía que su corazón cantase. Sin él, jamás podría imaginarse un futuro.
Ella no sabía como vencer todo lo que se interponía entre ellos, pero valía la pena luchar por él.
–Sé que eres, Talon. Eres el hombre que nací para amar. El único hombre que nací para amar.
–No soy un hombre. No más.
–Tú eres mío y no te dejaré sin luchar.
Talon no sabía que hacer. El tono de su voz lo desgarró.
Él quería estrujarla y abrazarla para siempre.
Él quería apartarla y maldecirla. Hacer que lo odiase.
Ella dio un paso hacia sus brazos y lo besó profundamente.
Talon gimió ante el sabor de ella. Aunque sabía que no debía, él la atrajo a través de su moto y arrancó, luego se marcharon en el tráfico.
Con su amor y su cólera mezclada, él los condujo fuera de la ciudad, todo el camino al borde de su pantano. Todo el tiempo el aroma y la sensación de ella impregnándolo, haciendo sus emociones hasta más volátiles. El cuerpo de ella estaba presionado al de él que era en todo lo que podía pensar.
Su calor, su amor.
Él tenía que tenerla.
Incapaz de soportarlo, entró en los bosques y apagó el motor.
Sunshine estaba un poco temerosa de la mirada salvaje de él mientras la observaba fijamente. Sus ojos ardían con el fuego y la pasión mientras la agarraba y la besaba fieramente. Su hambre se derramó por ella, incitándola. Ella estrechó sus brazos alrededor de sus hombros mientras él la apoyaba sobre el tanque de gasolina.
Ella nunca lo había visto así. Era como si todas sus emociones estuvieran fuera de control, como si viviera sólo para tocarla. Él besó su cuello y su cara mientras sus manos aflojaban su blusa para que él pudiera tomar sus pechos en sus manos. Él era salvaje e indómito y le pareció que tenía más de dos manos. Era como si la tocara por todas partes al mismo tiempo.
Ella lo deseaba desesperadamente. Lo deseaba con la misma necesidad él tenía por ella. Ella besó sus labios, frotándose contra su entrepierna aumentada mientras pasaba su camiseta, por sobre su cabeza. Ella deslizó sus manos sobre la amplia extensión de su pecho, sintiendo sus músculos agruparse y flexionarse.
Él empujó su falda por encima de sus caderas.
–Te necesito, Talon –susurró ella.
Talon quería poseerla. Cada parte de él gritaba por ello. Nunca en toda su vida sintió algo como esto. Tenía que entrar en ella. Tenía que tocarla. Tenía que sentir sus manos sobre su propia piel, su aliento contra su cuello.
Era una necesidad tan poderosa que lo sacudió.
Ella lo palpó mientras desabrochaba sus pantalones, liberando su erección. Él tembló cuando ella lo tomó entre sus manos. Él se ahogó ante lo maravilloso que se sentían sus manos sobre él.
–Eso es, Sunshine –susurró él contra su cabello–. Llévame a casa.
Ella arqueó su espalda y con cuidado lo dirigió hacia el húmedo calor de su cuerpo. Talon gruñó ferozmente al sentirla.
Como un animal, le hizo el amor furiosamente.
Jadeando y débil por el deseo, Sunshine lo aferró mientras él se frotaba contra ella hasta que estuvo mareada por el placer. Por primera vez desde que se habían encontrado, él no le ocultó sus colmillos a ella. Él le dejó verlo como realmente era.
Le dejó conocer la bestia indómita que habitaba en este cuerpo de hombre.
Sus miradas se encontraron, ella vio el éxtasis en su cara mientras él se mecía entre sus muslos. Ella tomó la cara de él entre sus manos, hipnotizada por el hombre y el depredador que él era. Toda su vida había oído los cuentos de seres inmortales, de vampiros tomando posesión de sus víctimas.
Esa noche, ella quería ser suya.
Talon estaba fuera del control con ella. Él lo sabía. Con sus emociones surgiendo, él no podía pensar. Él sólo podía sentir. Ella era su foco. Su todo. Su aroma impregnaba su cabeza, cubriendo su cuerpo, aumentando sus sentidos. Él oyó la sangre que precipitarse por sus venas, sintió su corazón palpitando contra su pecho. El calor de su suave y femenina piel, que se deslizaba contra él.
¡Tómala!
Ese era el mandato salvaje.
Primario.
Exigente.
Si hubiera estado en sus cabales, se habría controlado. Como estaba, él no pudo.
Ahora, él era la bestia que acechaba la noche. Su único pensamiento era tenerla, él se deslizó profundamente dentro de ella y luego hundió sus colmillos profundamente en su cuello.
Él sintió su sorpresa durante sólo un instante hasta que el completo éxtasis sexual se derramó por ambos.
Sus cuerpos y mentes estaban unidos. Acoplados.
Él sintió cada pensamiento en la cabeza de ella. Cada emoción. Cada miedo. Cada alegría.
Él vio que en lo profundo de su corazón ella temía que él no la amara tanto como había amado a Nymia. Que él nunca la amara tanto. Él sintió su desesperación y su determinación.
Sobre todo, él sintió su amor.
Gruñendo con ferocidad, él dejó que su esencia se derramase sobre él. La dejó rezumarse en cada esquina de su ser. No había más secretos entre ellos. No más dónde ocultarse.
Ella estaba tan desnuda para él como él lo estaba para ella. Y el amor de ella por él era el sentimiento más increíble que alguna vez hubiera experimentado.
Talon se empujaba profundo mientras su cabeza y cuerpo explotaban. Sus orgasmos fueron tan feroces que no pudo mantener la motocicleta derecha. Antes de que él supiera qué había pasado, ellos estaban sobre la tierra, todavía enredados mientras recuperaban el sentido.
Sunshine le miró bajo la luz de la luna, con su ropa desarreglada y adoración en su rostro.
En su mente, ella todavía podía oír los pensamientos de él. Su miedo de perderla, su necesidad de protegerla. Ella vio su culpa porque había permitido morir a su hermana. Su necesidad de corregir lo que había hecho mal con Nynia.
La tristeza y la pena que vivían dentro de él como compañeras constantes.
Sobre todo, ella vio su necesidad de tenerla. Su necesidad de no fallarle.
Ella sintió su poder y fuerza, que eran diferentes a lo que ella se había imaginado. Él era un depredador.
Y él era el hombre que ella amaba. El que la amaba y el que estaba dispuesto a hacer cualquier por ella.
Incluso entregar su propia vida.
–Te amo, Talon –suspiró ella.
Talon no podía creer lo que había hecho mientras frotaba su mano contra el cuello de ella y quitaba los signos reveladores de sangre. Su gusto impregnó su mente, sus sentidos.
Zarek había tenido razón, era el más increíble vuelo que jamás hubiera conocido. Y ahora que él había visto dentro de su corazón...
¿Dioses, qué había hecho?
En un momento de pasión descuidada, él había sembrado las semillas de la destrucción de ambos.


[1] Hooters: Restaurantes donde las camareras visten pequeños pantaloncitos, camisetas sin mangas ajustadas. Son famosas por su estilo porristas americanas. Hace un juego de palabras intraducible entre Hotties (muy calientes) y Hooters.
[2] en inglés, “bouncer” del slang americano: persona encargada de evitar los problemas en un bar.
[3] Rasta: trenzas muy pequeñas hechas en el pelo partiendo del cuero cabelludo, al estilo Bob Marley.
[4] Ion: Átomo o agrupación de átomos que por pérdida o ganancia de uno o más electrones adquiera carga eléctrica.
[5] Hace referencia a una escena de “Lo que el Viento se llevó”

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