Stryker gruñó con indignación al encontrarse en la habitación del trono de la Destructora.
—Estuve tan cerca de matarlos. ¿¡Por qué me detuviste!?
El demonio Sabina aún lo sostenía.
Por una vez, Xedrix no estaba en la habitación con su madre, pero Stryker no tenía tiempo para reflexionar sobre el paradero del demonio. Sus pensamientos estaban demasiado consumidos por el odio y el fastidio.
Su madre estaba sentada en su tumbona completamente serena, como si estuviese presidiendo un tribunal y no hubiese acabado de destruir todos sus años de cuidadosa planificación.
—No me levantes la voz, Strykerius. No aceptaré insubordinación.
Él se forzó a bajar su voz, aunque su sangre hervía de furia.
—¿Por qué interferiste?
Ella colocó su almohadón negro sobre su regazo y jugó con una de las esquinas.
—No puedes ganar contra el Elekti. Te lo dije.
—Podría haberlo derrotado –insistió Stryker.
Nadie podía detenerlo. Estaba seguro de eso.
—No, no hubieses podido –dijo ella firmemente. Bajó otra vez la mirada y pasó elegantemente su mano sobre el satén negro—. No hay peor dolor que el de un hijo que traicione nuestra causa, ¿verdad, Strykerius? Les das todo, ¿y ellos escuchan? No. ¿Te respetan? No. A cambio desgarran tu corazón y escupen sobre la bondad que les has demostrado.
Stryker apretó los dientes mientras ella pronunciaba en voz alta los pensamientos que él tenía dentro. Le había dado todo a Urian, y su hijo le había retribuido con una traición tan profunda que le había llevado días abordar ese problema.
Una parte de él odiaba a Apollymi por decirle la verdad. La otra parte le agradecía.
Jamás había sido el tipo de hombre que acunara a una serpiente contra su pecho.
Stryker jamás le haría a su madre lo que le habían hecho a él.
—Te escucharé, madre.
Ella sostuvo el almohadón contra su pecho y suspiró con fatiga.
—Bien.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora?
Ella lo miró con una pequeña y hermosa sonrisa. Cuando habló, sus palabras fueron simples, pero su tono era puramente maligno.
—Esperamos.
Wulf estaba sentado en el sillón con Cassandra a su lado. Erik dormía pacíficamente en los brazos de su madre, inconsciente de la violencia y las muertes que se habían producido esta noche.
Inconsciente del hecho de que el mundo, al que el bebé recién estaba conociendo, había estado a punto de terminar.
Desde que habían regresado a casa, Wulf se había rehusado a dejar a alguno de ellos fuera de su vista.
Chris estaba ayudando a Talon a vendar su brazo, que había sido golpeado por uno de los Daimons. Julian estaba sentado con una bolsa de hielo en la nuca mientras Kyrian echaba agua oxigenada sobre sus nudillos ensangrentados, dentro de un bol.
Zarek estaba parado como una estatua contra la pared junto al pasillo que llevaba a la cocina. Sólo él parecía ileso luego de la pelea.
—Saben –dijo Kyrian, interrumpiéndose lo suficiente para sisear mientras echaba alcohol sobre el agua oxigenada—, pelear era mucho más fácil cuando era inmortal.
Talon resopló.
—Aún soy inmortal y estoy bastante magullado. Esa fue una tremenda pelea.
El teléfono sonó.
Chris se levantó para atender.
—Será mejor que no sea Stryker –dijo Cassandra sin aliento.
No era. Era su padre.
Chris le alcanzó el teléfono y la mano de Cassandra tembló.
—¿Papi? ¿Estás bien? —Wulf la sostuvo contra su pecho mientras ella lloraba y hablaba un par de minutos; luego colgó—. Fue como tú dijiste –le susurró a Wulf—. Jamás lo tuvieron. Stryker usó el mismo truco para hacer que abandonaras la ciudad, que usó conmigo para abrir la puerta del apartamento. ¡Maldito sea ese bastardo!
El teléfono sonó otra vez.
—¿Qué hay? –dijo Chris bruscamente—. ¿Luna llena?
—Sí –dijeron todos los hombres a la vez.
—Oh.
Chris atendió, luego se lo pasó a Kyrian.
—¿Hola? –dijo Kyrian—. Oh, hola, cariño. No, estoy bien. –Se encogió un poquito—. No, la cacería estuvo bien. Nosotros… eh… regresaremos a casa mañana. –Se detuvo, y luego miró a Julian—. ¿Qué herida en la cabeza? –Se acobardó aún más—. No, dile a Grace que Julian está bien. Fue sólo un pequeño golpe. Todos estamos bien. —Wulf se rió ante el modo en que el ex-Cazador Oscuro estaba retorciéndose—. Sí, está bien, lo haré. También te amo. Adiós. —Kyrian colgó el teléfono y miró a todos—. Dios, jamás se casen con una psíquica. –Miró a Talon, luego a Julian—. Chicos, estamos jodidos. Las mujeres saben que no salimos de caza.
Zarek hizo un sonido grosero al escucharlo.
—¿Lo crees? ¿Qué idiota inventó esa mentira?
—No soy un idiota –dijo Talon bruscamente—. Y no es que haya mentido. Simplemente omití qué íbamos a cazar y dónde.
Zarek hizo otro ruido de desacuerdo.
—¿Como si sus esposas no lo supieran? –Miró a Kyrian—. ¿Cuándo fue la última vez que el Sr. Armani cazó algo que no tuviese una etiqueta de precio? –Su mirada fue hacia Julian—. Oh, y los mocasines y los pantalones son el camuflaje perfecto.
—Cállate, Zarek –dijo Talon enojado.
Cuando Zarek abrió la boca para contestar, golpearon a la puerta.
Quejándose, Chris fue a abrir y dejó que Acheron y Urian pasaran a la habitación. Wulf se puso de pie mientras entraban.
Urian se veía mal. Estaba pálido y su ropa aún estaba cubierta de sangre. Pero lo peor eran la rabia y el dolor reprimidos en sus ojos pálidos.
Wulf no sabía qué decirle. Había perdido todo y ganado nada.
—Estábamos empezando a preocuparnos por ti, Ash –dijo Kyrian.
—Yo no –dijo Zarek—. Pero ahora que estás aquí, ¿me necesitas para algo más?
—No, Z –dijo Ash tranquilamente—. Gracias por venir.
Zarek inclinó la cabeza.
—Cuando quieras que te ayude a destrozar algo, llámame. Pero, en el futuro, ¿podrías elegir algún sitio más cálido para hacerlo?
Zarek desapareció de la habitación antes de que alguno de ellos pudiese responder.
—Saben –dijo Talon—. Realmente me fastidia que sea un dios.
—Sólo asegúrate de no fastidiarlo a él –dijo Ash en advertencia—. O podría convertirte en sapo.
—No se atrevería.
Kyrian se burló.
—Estamos hablando de Zarek, ¿cierto?
—Oh, sí –dijo Talon—. No importa.
Kyrian se puso de pie con un gemido.
—Bueno, ya que soy uno de los pocos no—inmortales en esta habitación, creo que iré a la cama a descansar.
Talon flexionó su brazo vendado.
—Dormir suena como un buen plan para mí.
Chris tiró los suministros médicos dentro de la caja de plástico.
—Vamos, chicos, y les mostraré dónde pueden dormir.
Cassandra se paró junto con Erik.
—Supongo que debería…
—Espera –dijo Urian, deteniéndola. Wulf se puso tenso mientras el Daimon se acercaba a su esposa e hijo. Ash le puso una mano sobre el brazo para evitar que interfiriera—. ¿Puedo alzarlo? –preguntó Urian.
Tanto Cassandra como Wulf fruncieron el ceño. Urian apenas había mirado al bebé antes de esto.
Cassandra observó a Ash, quien asintió.
Reacia, le entregó a Erik. Era evidente que Urian jamás había tenido antes a un bebé en brazos. Cassandra colocó sus manos sobre las de él y le mostró como sostener la cabeza de Erik, y el modo de agarrarlo para que no se lastimase.
—Eres tan frágil –le susurró Urian al bebé que lo miraba dulcemente—. Y aún así estás vivo, mientras que mi Phoebe no lo está.
Wulf dio un paso adelante. Ash lo sostuvo con más fuerza.
—¿Te quedarás a cuidar a tu familia? –preguntó Acheron con calma.
—Mi familia está muerta –gruñó Urian, mirando con furia a Ash.
—No, Urian, no es así. La sangre de Phoebe está en ese bebé. Erik lleva su inmortalidad con él.
Urian cerró los ojos como si escuchar esas palabras fuese más de lo que podría soportar.
—Ella amaba a este bebé –dijo luego de un breve instante—. Podía darme cuenta de cuánto deseaba uno propio cada vez que hablaba de él. Sólo desearía poder haberle dado uno.
—Le diste todo lo demás, Urian –dijo Cassandra, con sus propios ojos llenándose de lágrimas al hablar de su hermana—. Ella lo sabía, y te amaba por eso.
Urian envolvió un brazo alrededor de Cassandra y la atrajo. Recostó la cabeza sobre su hombro y lloró en silencio. Cassandra se unió a él mientras finalmente dejaba salir el dolor que también había estado reprimiendo.
Wulf se sentía incómodo por su dolor. Cassandra era tan increíblemente fuerte. Él también sentía la pérdida de Phoebe, pero no tanto como ellos dos.
Pero conocería el sufrimiento de Urian demasiado pronto.
Luego de un rato, Urian la soltó y le entregó a Erik.
—No permitiré que tu bebé muera, Cassandra. Lo juro. Nadie lo lastimará jamás. No mientras yo viva.
Cassandra lo besó en la mejilla.
—Gracias.
Urian asintió y se apartó de ella.
—Qué alianza, ¿eh? –Dijo Wulf luego de que Cassandra los había dejado—. Un Cazador Oscuro y un Spathi unidos para cuidar a un Apolita. ¿Quién podría haberlo imaginado?
—El amor hace a extraños compañeros de cama –dijo Ash.
—Pensé que eso era la política.
—Ambas cosas lo son.
Urian cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Les molestaría que duerma en el cobertizo?
—Claro que no –dijo Wulf, sabiendo que Urian quería estar en algún sitio donde tuviera recuerdos de Phoebe—. Considéralo tuyo todo el tiempo que quieras.
Urian salió de la casa como un fantasma silencioso.
—¿Es eso lo que tengo que esperar? –le preguntó Wulf a Ash.
—La vida es un tapiz tejido por las decisiones que tomamos.
—No me vengas con esa porquería seudo-quasi-psico-barboteo, Ash. Estoy cansado, me patearon el trasero, aún estoy preocupado por Cassandra, Erik, y Chris, y realmente me siento como la mierda. Por una sola vez en la eternidad, respóndeme una maldita pregunta.
Los ojos de Ash destellaron de un color rojo tan rápidamente que, por un momento, Wulf pensó que podría haberlo imaginado.
—No me entrometeré con el libre albedrío o el destino, Wulf. Ni por ti, ni por nadie. No hay poder en esta tierra o más allá que podría obligarme a hacer algo así.
—¿Qué tiene eso que ver con Cassandra?
—Todo. Si ella vive o muere depende de lo que ambos hagan o no hagan.
—¿Y eso significa?
Estaba completamente desprevenido para la siguiente declaración de Ash.
—Si quieres salvar su vida, debes amarrar su fuerza vital a la tuya.
Eso no sonaba demasiado difícil. Por primera vez en meses, sentía un poco de esperanza.
—Genial. ¿Hay alguna posibilidad de que me des una pista acerca de cómo hacer eso?
—Tú te alimentas de ella y ella se alimenta de ti.
Una sensación de aprensión encogió el estómago de Wulf.
—¿Alimentarse cómo?
Los cambiantes ojos plateados de Ash se encontraron con los suyos, y la mirada de los mismos estremeció a Wulf hasta el alma.
—Ya conoces esa respuesta. Es lo primero que pasó por tu cabeza, justo ahora.
Cómo odiaba que Acheron hiciera eso.
—¿Tienes alguna idea de lo desagradable que es para mí la perspectiva de beber sangre?
Acheron se encogió de hombros.
—Realmente no es tan malo.
Las palabras sorprendieron a Wulf.
—¿Perdón?
Acheron no se explicó.
—Todo depende de ti, Vikingo. ¿Al menos vas a intentarlo?
Lo que el Atlante sugería era imposible.
—Ella no tiene colmillos.
—Los tendrá si los necesita.
—¿Estás seguro?
Ash asintió.
—Es realmente simple, y aún así realmente no lo es. Tú bebes de su cuello y ella bebe del tuyo.
El antiguo Cazador Oscuro tenía razón. Al principio sonaba muy sencillo. ¿Pero podrían él y Cassandra hacerlo cuando todo lo que creían lo prohibía?
—¿Mi sangre no va a matarla? Pensé que la sangre de Cazador Oscuro…
—No eres un Cazador Oscuro, Wulf. No en realidad. Tú jamás falleciste. Siempre has sido diferente a los demás.
Wulf se burló.
—Y una vez más me dices algo que debería haber sabido hace años. Gracias, Ash.
—Las cosas siempre nos son otorgadas cuando las necesitamos.
—Eso no es para nada cierto –dijo Wulf.
—En realidad, sí lo es. Simplemente tienes que decidir si eres lo suficientemente fuerte y valiente para aprovecharlo y adueñarte de eso.
Ordinariamente, Wulf no hubiese tenido absolutamente ninguna duda acerca de su fuerza o su coraje.
Pero esto…
Esto requería de ambos.
Y requería de un montón de fe que Wulf ya no estaba seguro de tener.
Cassandra se quedó sentada en un asombrado silencio luego de que Wulf le había contado sobre la posible salida.
—¿Estás seguro de que funcionará?
Wulf respiró hondo.
—Ya no sé en qué creer, pero si hay una posibilidad, ¿no deberíamos intentarlo?
—¿Y estás seguro de que este tal Acheron no está intentando matarme también?
Wulf le ofreció una pequeña sonrisa y se contuvo de reír ante esa idea.
—Eso es probablemente lo único de lo que estoy seguro. Confío en Ash, al menos la mayor parte del tiempo.
—Está bien, entonces hagámoslo.
Wulf enarcó una ceja.
—¿Estás segura? —Ella asintió—. Está bien, entonces.
Él se movió para quedar parado justo frente a ella. Cassandra inclinó la cabeza a un lado y se apartó el cabello del cuello.
Wulf le puso las manos en la cintura.
Vaciló.
—¿Y bien? –lo incitó.
Él abrió la boca y colocó sus labios sobre la cálida piel de su cuello. Wulf cerró los ojos mientras sentía los latidos de Cassandra en la vena y le rozaba la piel con sus dientes.
Mmm, sabía bien. Le encantaba el modo en que su piel tentaba a sus labios.
Cassandra acunó la nuca de Wulf con sus manos.
—Hmmm –susurró—, me estás dando escalofríos.
El cuerpo de Wulf estalló ante esas palabras, y ante la imagen que tenía, de ella desnuda en sus brazos.
Muérdela…
Presionó un poco más con sus dientes.
Ella lo agarró con más fuerza del cabello.
¡Hazlo!
—No puedo –dijo, apartándose—. No soy Daimon ni Apolita.
Ella lo miró por debajo de las pestañas.
—¿Ahora comprendes lo que quise decir cuando te dije que no podría transformarme?
Sí, él entendía.
Pero mientras ninguno de ellos estuviese dispuesto a hacer esto, Cassandra estaba destinada a morir.
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