Sunshine no estaba segura de qué hacer con Acheron mientras entraban en su loft. Él era delgado y monstruosamente alto, y esos ojos suyos...
Ella tembló.
Algo sobre ellos lo hacía parecer como que podía ver directamente a través de ella. Como que podía oír cada pensamiento que ella tenía.
Ella dejó caer su mochila al lado del sillón y lo miró dar una vuelta alrededor de su loft, como si se asegurara que nadie estaba ahí, y aún así ella sintió que era más hábito que una verdadera necesidad de tener que verificar si estaban solos.
Él tenía una gracia mortal al contonearse. Largos pasos de depredador. Había algo intrínsecamente sexual en Acheron. Algo apremiante, seductor. Sólo de estar cerca de él la hacía querer extender la mano y tocarlo. Era como si él exudara poderosas ferononas, y al mismo tiempo, la asustaba. Él era un letal, hermoso animal que la parte salvaje de una tenía deseos de abrazar, aún cuando la otra parte de una sabía que era probable que él te arrancase el brazo cuando te devolviera el abrazo. Él era magnético y feroz y la hacía querer escapar por la puerta.
Cuando él habló, el sonido poderoso de su voz la hizo saltar, pero lo que más la sacudió fue lo erótica que era su voz. Era tan profunda que retumbaba y cada sílaba que decía mandaba escalofríos por su columna como una caricia seductora. Ella nunca había estado cerca de nadie cuyo cuerpo completo y su carácter parecieran haber sido hechos sin ningún otro objetivo que atraer sexualmente a las mujeres.
Muchacho, eso siempre funciona.
–Tu hermano, Storm, está abajo, limpiando. Podrías querer hacerlo pasar la noche contigo.
–¿Cómo sabes que Storm está abajo?
–Sólo lo sé.
Ella frunció el ceño. Él era hasta más misterioso que su abuela.
–¿Por qué no te quedas?
–¿Quieres que lo haga?
No, no realmente. Pero ella no quería ofenderlo.
–Probablemente tienes cosas que necesitas hacer.
Él le dirigió una sonrisa hermética que parecía indicar que había oído su respuesta verdadera.
–Entonces, buenas noches, Sunshine.
Él comenzó a enfilar hacia la puerta.
–Acheron, espera. –Él hizo una pausa y la miró–.¿Estoy haciendo lo correcto dejando ir a Talon? –preguntó ella–.¿Tú lo necesitas, verdad?
Sus ojos de mercurio la chamuscaron.
–Pienso que tienes que escuchar lo que tu abuela te dijo, Sunshine. Sigue a tu corazón.
–¿Cómo sabías sobre eso?
Él le brindó un asomo de sonrisa.
–Sé muchas de cosas.
Era un hombre muy espeluznante. Ella se preguntó si él sería un miembro perdido de la familia Addams. Acheron se dio vuelta y salió por su puerta.
Sunshine se quedó allí parada durante varios minutos, debatiendo qué debería hacer con Talon.
Pero al final, ella sabía lo que su corazón exigía que hiciese...
Ella le había preguntado a Psique si era posible convocar a una diosa. No estaba segura si Psique había sido honesta, pero había sólo un modo de averiguarlo.
–Artemisa –dijo en voz alta–. Te convoco en tu forma humana.
Nada pasó.
No hubo ningún sonido, ningún gran destello de luz.
Nada.
Deprimida, ella se dirigió a su dormitorio.
–¿Quién eres tu? ¿Y por qué me has llamado?
Ella se congeló ante el sonido de la irritada, fuertemente acentuada, voz detrás de ella.
Al girar, vio a una mujer increíblemente alta, hermosa, que se apoyaba en su sofá. Artemisa tenía un largo y rizado cabello castaño que rodeaba una cara angelical y vibrantes ojos verdes que no parecían felices de estar aquí. La diosa estaba vestida con un vestido largo, blanco parecido a una vaina y estaba con las manos sobre sus caderas.
–¿Eres Artemisa?
–A ver, déjame pensar. ¿Llamaste a Artemisa o a Peter Pan?
Bien, Artemisa definitivamente no era una persona amable. Ella daba un completo nuevo significado a la palabra irritable.
–Llamé a Artemisa.
–Entonces ya que no estoy vestida de verde y tengo el cuerpo de una mujer y no de algún muchacho pre-adolescente, supongo que debo ser ella.
–¿Siempre eres así de irritable?
–¿Tú siempre eres así de estúpida?. –Ella cruzó sus brazos sobre su pecho y le dirigió a Sunshine una mirada fulminante–. Mira, pequeña humana, no tengo nada de paciencia para ti. Tú no eres una de mis sujetos y ese medallón alrededor de tu cuello me ofende enormemente. Tan solo dime que quieres, entonces puedo decirte que te vayas a la mierda.
Eso no pintaba nada bien. La señora-jefe de Talon era una perra de temer.
–Quiero preguntarte si yo podría recuperar el alma de Talon de ti.
Ella ladeó su cabeza ante la pregunta.
–¿Quieres decir Speirr de los Morrigantes? ¿El jefe celta que le saqué a Morrigan?
–Sí.
–No.
–¿No? –preguntó incrédula Sunshine.
–¿Hay ahí un eco? No, humana, su alma me pertenece y no puedes tenerla.
–¿Por qué no?
–Porque yo lo digo.
Sunshine estaba horrorizada. Y furiosa con ella también. Artemisa nunca sería votada Miss Simpatía. La diosa necesitaba algunos seminarios de relaciones personales.
–¿Bien, entonces eso lo hace oficial, verdad?
Artemisa arqueó una ceja arrogante.
–¿Pequeña muchacha, tienes alguna idea de con quién o qué estás tratando?
Sunshine suspiró y rezó para tener paciencia. Ella no podía permitirse perder la compostura con la persona que poseía el alma de Talon. No si ella lo quería de regreso.
Sin mencionar el pequeño detalle que como era una diosa, Artemisa probablemente podría desear verla muerta si ella la hacía enojar lo suficiente.
–Lo sé, Artemisa. Lo siento. No pensaba ofenderte. Estoy enamorada de Talon y quiero que tengamos un futuro juntos. Yo haría cualquier cosa para mantenerlo conmigo. ¿Puedes o no entender eso?
La cara de Artemisa se ablandó un grado, como si ella pudiera identificarse.
–Sí, entiendo.
–Entonces puedo...
–La respuesta todavía es no.
–¿Por qué?
–Por que nada en este mundo jamás es gratis. Si quieres su alma de vuelta tienes que ganarla o pagar por ella.
–¿Cómo?
Artemisa se encogió de hombros.
–Tú no puedes. Tú no tienes nada que quiera o valore, por lo tanto no tienes nada para negociar.
–¿Ah, vamos, es en serio?
–Terriblemente. Artemisa destelló en vapor y desapareció.
¡Ajjj! Sunshine quería estrangular a la mujer. ¿Cómo podía ser tan egoísta?
–¡Artemisa! –gritó antes de poder detenerse–. ¡Realmente eres una mierda!
Cerrando sus ojos, Sunshine suspiró. ¿Qué debía hacer ahora? No había ninguna manera que la vaca egoísta dejara ir el alma de Talon alguna vez.
¿Qué iban a hacer?
Amanda Devereaux-Hunter se despertó a las siete treinta de la mañana. Ella echó distraídamente un vistazo al reloj y cerró sus ojos, luego se sacudió mientras caía en la cuenta de la hora.
Eran las siete treinta de la mañana y su pequeña hija, Marissa, no había despertado para que la alimentara a las cinco. No muy nerviosa, pero definitivamente preocupada por su bebé, se levantó y fue al cuarto de los niños en la habitación al lado de la suya.
Mientras se acercaba a la cuna, su corazón se paró.
Estaba vacía.
De sólo tres semanas de vida, no había ninguna posibilidad que Marissa se hubiese levantado y se hubiera alejado.
¡Oh Dios, era Desiderius!
¡Él había vuelto por ellos!
El terror la atrapó con la idea. Después de que ella y Kyrian habían derrotado a aquel monstruo, ella había tenido pesadillas que se repetían de él volviendo de entre los muertos para vengarse de ellos.
–¡Kyrian!
Ella corrió de nuevo a la cama y despertó a su marido.
–¿Qué pasa? –preguntó él gruñonamente.
–Es Marissa. Se fue.
Kyrian se sentó, ahora totalmente despierto.
–¿Se fue adónde?
–Ella no está en su cuna. No sé dónde está.
Él saltó de la cama y agarró sus pantalones del piso. Sin esperar a Kyrian, Amanda corrió por el piso de arriba, su corazón palpitando.
¿Dónde podría estar su bebé?
La idea de perder a su hija era la peor de las pesadillas.
Ella se precipitó escaleras abajo para ver si la puerta de calle estaba abierta. Si tal vez alguien hubiera entrado y la hubiera tomado.
Al entrar en la sala de estar, Amanda se quedó paralizada. Conmocionada hasta lo más profundo, ella fijó su mirada en la imagen más increíble que alguna vez hubiera contemplado.
Acheron yacía sobre el sofá de cuero con Marissa abrazada plácidamente sobre la cima de su musculoso pecho, bajo su barbilla.
Un paquete de pañales estaba sobre la mesa ratona con un biberón de fórmula vacío.
El alivio y la incredulidad la inundaron simultáneamente.
Cuando había conocido a Acheron hacía poco más de un año, él había sido la cosa más aterradora que ella alguna vez hubiera visto. Un hombre imbuido de increíbles poderes y contradicciones, ella no tenía duda que él podría desear olvidarse de todos ellos y ahora ahí estaba, con su pequeña hija acunada tiernamente en sus manos enormes.
–Es algo... –La voz de Kyrian se calmó cuando, también, los vio.
Ella alzó la vista sobre su hombro.
–Yo no sabía que a Ash le gustaran los bebés.
–Ni yo. Por la manera incómoda en la que ha estado comportándose con Marissa en casa, asumí que no le gustaban.
Kyrian tenía razón. Ash no había hecho otra cosa que evitar estar cerca de Marissa tanto como le fuera posible. Siempre que ella gritaba, él en realidad se deslizaba y hacía una salida precipitada. Amanda nunca hubiera adivinado que en realidad le gustaba su hija.
Cruzando el cuarto, ella se acercó a la bebé.
Ash se despertó con una mirada tan salvaje y feroz que ella se alejó con un jadeo audible. Él se sentó sobre el sofá, pero no se movió más. Él parpadeó mientras miraba a Kyrian y a ella.
–Lo lamento –susurró Ash–. No me di cuenta que eras tú.
–Yo solamente iba a tomarla en brazos.
Él echó un vistazo hacia abajo, a Marissa quien todavía dormía dentro del refugio de sus manos.
–Ah. Debo haberme dormido mientras la hacía eructar.
Él se la dio a Amanda y el modo en que lo hizo le dijo mucho. Acheron tenía una pericia que decía que había manejado a un bebé más que sólo unas veces.
–Espero no haberte asustado –dijo él excusándose–. Ella estaba llorando cuando entré y fui arriba a asegurarme que estaba bien. –Él lucía extrañamente pálido, como si los gritos de bebé fueran de algún modo dolorosos para él–. Ya que los dos todavía dormían la levanté, pensé, chicos, que les daría un descanso.
Amanda se inclinó y lo besó en la mejilla.
–Eres un buen hombre, Ash. Gracias.
Una mirada llena de dolor cruzó su cara mientras se alejaba de ella. Él se levantó del sillón y recogió su mochila del piso.
–Me iré a la cama.
Kyrian lo detuvo cuando entró en el vestíbulo.
–¿Estás bien, Acheron? Pareces un poco conmovido.
Ash se rió de eso.
–¿Cuándo alguna vez he estado conmovido?
–Buen punto.
Él palmeó a Kyrian en el hombro.
–Sólo estoy cansado.
–Sí, yo me preguntaba dónde estuviste ayer. Nunca volviste a dormir.
–Tenía algo de qué ocuparme. Algo que no podía esperar.
Amanda suspiró.
–Sabes, Ash, un día vas a tener que aprender a confiar en alguien.
–Buenas noches, Amanda –dijo Ash.
Él inclinó su cabeza a Kyrian y se dirigió a la escalera.
Amanda se unió a su marido cuando Acheron desapareció arriba.
–No puedo creer que lo conozcas desde hace dos mil cien años y que sepas tan poco sobre él, que hasta no puedes decirme su verdadero color de cabello.
Él se encogió.
–Ash es tan autónomo y controlado que dudo si alguien alguna vez sabrá algo más que su nombre.
Sunshine yacía en su cama muy avanzada la mañana, recordando el profundo, parejo sonido de la respiración de Talon mientras dormía. Recordaba cómo le gustaba mantener su rodilla acurrucada alta entre sus muslos, su brazo cubriendo posesivamente su pecho con su mano izquierda enterrada en su cabello.
Como lo echaba de menos.
Entonces, sus pensamientos fueron a la deriva hacia el pasado. Lejos en su otra vida...
–No vayas, Speirr. Hay algo malo en esto. Lo sé.
Enfadado, él había tirado de su brazo para liberarlo de su asimiento.
–Ellos asesinaron a mi tío, Nynia. Lo destrozaron ante mis propios ojos. No descansaré hasta que me haya vengado.
Como Nynia, ella también había tenido miedo de perderlo por presionar de esa manera. Ella siempre lo retrasaría en todas las cosas. Él era su marido. Pero en su corazón, ella sabía que él estaba a punto de poner en marcha asuntos que nunca se había imaginado.
Y ella había tenido razón.
Tal como sabía de algún modo que esa noche pondría todo en marcha de una u otra manera.
¿Y si perdía a Talon?
Ella no podía pensar más en eso, no podía pensar en llevar adelante su vida sin él.
Ella echó un vistazo alrededor de su loft, a todas las cosas familiares. Desde el día en que se había divorciado de Jerry, todo que ella había querido era su carrera, su arte.
Ahora, sola con sus cosas, éstas no parecían demasiado importantes para ella.
Su arte no la abrazaba por la noche. No la hacía reír o seducía. No hacía que su cuerpo ardiese con el deseo o temblara con los orgasmos.
No le pegaba a Jerry en la nariz por ser un idiota.
Sólo Talon lo hacía.
Sólo Talon podría hacerlo.
Su mirada se detuvo en el dispensador de Snoopy mientras las lágrimas fluían.
–No puedo dejarlo ir.
Si sólo supiera como conservarlo.
Zarek se sentó en la esquina oscurecida de la sala de estar, escuchando que afuera, la ciudad estaba despertando. Él debería estar durmiendo, descansando para la noche que iba a venir, pero parecía que no podía encontrar la paz que necesitaba.
Su teléfono sonó.
Él contestó para encontrar a Dionisio al otro lado.
–¿Estás listo para esta noche?
Zarek tomó un trago de vodka antes de contestar.
–Siempre estoy listo para causar problemas.
–Bien. Como Talon está ahora sobre Styxx, se requiere un poco más de esfuerzo para los preparativos de esta noche. Te necesitaré para conseguir que Sunshine se separe del celta y que me la traigas. Ella tiene que estar en el depósito a las once y treinta. Ahora descansa y está listo para matar a Talon y a Valerius.
Eso lo podría hacer sin problema.
–¿Que pasa con Acheron?
–Déjanoslo.
El teléfono estaba muerto.
Zarek abandonó su teléfono celular y volvió su atención al vodka. Él ya había bebido tres cuartos de la botella. Era una pena que los Dark Hunters no pudieran emborracharse. En realidad, ni siquiera podían embotarse. El único placer inducido que podían obtener era de la sangre humana.
Cerrando sus ojos, él recordó a la mujer que había probado anoche. Ella había estado llena de pasión. Risas. Incluso amor. Y allí durante un corto tiempo él no había sentido otra cosa que el dolor anidado dentro de él.
Él apoyó su cabeza hacia atrás contra la pared y terminó el vodka, dejando que su terso sabor incendiara su garganta.
Y mientras se sentaba allí, solo, él no podía menos que preguntarse como sabría Sunshine.
Talon se levantó solo para oler el aroma de trementina sobre sus sábanas. Debería haberlas lavado, pero no podía pensar en perder el último rastro de ella
Él quería a su Sunshine. La necesitaba.
Y ella estaba perdida para él para siempre.
Suspirando, se levantó, se duchó y se vistió, luego se dirigió a la ciudad.
Esta noche se decidiría todo.
Tan pronto el sol se puso, él montó su motocicleta y se dirigió hacia el Santuario donde Ash le había dicho que se encontrarían. En vez de encontrarse en la misma barra, él fue al edificio de al lado que también pertenecía al clan oso.
Unido al bar por una puerta cerrada en la cocina, el otro edificio era donde los osos y ciertos were-miembros del personal vivían. La casa estaba equipada con un hospital provisorio, completo con un doctor y un veterinario. El santuario era más que sólo un bar. Era una zona segura para cualquier Oscuro o para cualquier Were-Hunter que necesitara ayuda.
Cuando Talon fue admitido en el salón de la Casa Peltier, los cuatrillizos Peltier ya habían sido enviados a patrullar la muchedumbre del Mardi Gras buscando Daimons.
Julian y Kyrian estaban encerrados en una celda de arriba donde Mama Lo Peltier los protegería hasta la mañana. Incluso en el salón, Talon podría oírlos amenazando con matar a Valerius, quien se apoyaba en la chimenea con una sonrisa sarcástica en su cara.
Nick estaba sentado en una silla rellena, comiendo una bolsa de patatas fritas y Eric St James sentado sobre el sofá, miraba fijamente al vacío. De casi treinta años, Eric lucía mucho más joven. Él tenía largo cabello negro y era otro del grupo gótico. Él había entrado en su comunidad como una segunda generación de Escuderos, pero había preferido el status de Dorean, lo que significaba que no servía a ningún Cazador en particular. Él servía a alguien que lo necesitara.
–Acheron, mejor me dejas salir de aquí –gritó Kyrian desde arriba–.¿Me oyes?
–Suena como si se hubiera perdido la fiesta –dijo Talon a Ash, quien estaba de pie con su espalda contra la pared más alejada.
–No tienes ni idea. Decidí que era lo mejor mantener a Kyrian y a Julian encerrados hasta la mañana. Ya llamé y les dije a Amanda y a Grace que no se preocuparan por ellos.
–Realmente deseo que los sueltes –dijo Valerius a Ash.
Ash no se molestó en contestar. En cambio, él miró fijamente a Talon.
–Tú casi pareces normal esta noche. ¿Te vas a mantener así?
–Te dije que podría contenerme. Hasta ahora, está funcionando.
Cuando Ash dio un paso adelante para hablar, Talon cayó en la cuenta que Zarek no estaba en ninguna parte que pudiera ser visto.
¿Él estaría arriba también?
–¿Dónde está Zarek? –le preguntó a Ash.
–Lo tengo protegiendo a Sunshine.
Eso destruyó su calma.
–¡Con un infierno! –rugió Talon.
–Confía en mí, Talon. Creo que Zarek hará lo correcto.
La respuesta de Talon fue enfática.
–No confío en él. En absoluto. Y después de esto, no estoy seguro de si confío en ti.
–Ya basta de discutir –dijo Ash–. Sólo haz como te dije y todo debería resolverse.
–¿Debería? –preguntó Talon.
Cuando Ash habló, había una nota rara de su voz que hizo a Talon preguntarse cuanto más Ash sabía de lo que les decía.
–Tenemos designios, Talon, pero el humano puede ser manipulado. Si cada uno lo hace como ha sido instruido, entonces las cosas deberían resolverse del modo en que ellos lo proponen.
Talon apretó sus dientes.
–¿Y si no lo hacemos?
–Todos estaremos jodidos.
–Cristo, Ash –dijo Nick sarcásticamente–, eres verdaderamente un maldito consuelo.
Ash le echó una mirada sardónica.
–Intento serlo de todos modos.
La respuesta de Nick fue simple.
–Pues fallas admirablemente.
Talon todavía hervía.
Ash les habló a todos ellos.
–Necesito que cada uno sepa que tenemos una noche realmente siniestra delante de nosotros. Parece que Dionisio y Camulus han combinado sus fuerzas para intentar y conseguir rehabilitarse ante todos sus dioses.
–¿Cómo piensan hacer eso? –preguntó Valerius.
–Los dos no son lo bastante fuertes para hacerlo solos. Ellos necesitan el poder de un tercer dios para ayudarlos.
–¿Qué dios? –preguntaron todos ellos simultáneamente.
–Apollymi.
–¿Y quién demonios es Apollymi? –preguntó Talon. Jamás había escuchado sobre ella.
Una comisura de la boca de Ash se levantó irónicamente.
–Ella es una vieja diosa que me remonta a mis tiempos. Una que tiene poderes sobre la vida, la venganza, y la muerte. Los Atlantes se referían cariñosamente a ella como la Destructora.
–¿Se parece ella a Hades? –preguntó Valerius.
–Ah no –dijo Ash siniestramente–, esta diosa hace que Hades parezca un Boy Scout. Apollymi remata a sus víctimas con un martillo de hierro y comanda un ejército de demonios mal formados. La última vez que alguien la liberó, plagas y sufrimiento impregnaron el mundo y ella envió Atlántida directamente al fondo del mar. Ella se dirigió a través de Grecia, dejando devastado el país entero, y retrasándolos culturalmente miles de años antes de que finalmente fuera devuelta a su celda. La Destructora soltará el santo infierno sobre esta tierra. Comenzando con Nueva Orleans.
–¡Ah, bueno! –dijo Nick sarcásticamente–. Justo con lo que me gusta saber de esas cosas.
Ash no le hizo caso.
–¿Bueno, y cómo intentan liberar a la Destructora? –preguntó Talon.
Ash suspiró.
–El único modo de hacerlo es con la sangre de un Atlante.
–Tu sangre –dijo Talon.
Era algo cantado, ya que Ash era el único Atlante que quedaba vivo. Ash asintió.
–En la medianoche, el umbral entre este plano y en el que ella vive será lo bastante delgado para atravesarlo. Si ellos la sueltan...
–¿Alguien más tiene una úlcera? –preguntó Nick.
Talon no hizo caso a su pregunta.
–¿Cómo los detenemos?
–Con mucha fe y haciendo exactamente lo que les diga que hagan.
Nick resopló ante eso.
–¿Algún otro aparte de mí piensa que Ash está siendo un poco demasiado vago acerca de todo esto?
Cada uno excepto Ash levantó sus manos.
–No son graciosos –les dijo Ash.
Ash contempló a Valerius.
–Te necesito en las calles con los Peltiers. A las once y treinta, Dionisio planea soltar a sus Daimons sobre la población para distraernos. Mata a cualquiera de ellos que encuentres.
–Nick –dijo Ash–, quiero que tu y Eric estén preparados para movilizarse si son necesarios–. Los Escuderos asintieron. Ash se puso sus gafas de sol–. Talon, tú te quedas conmigo. Tú y yo vamos detrás de Dionisio y su equipo.
–¿Solamente por curiosidad –dijo Talon, –¿cómo sabes todo esto?
Ash no le hizo caso.
–Bien, niños –dijo Ash–, salgan y cuiden las calles.
–¿Sólo una pregunta? –dijo Eric.
–Seguro.
–Tal vez estoy siendo denso, pero por qué están estos tipos buscando el poder ahora? ¿Por qué no hicieron esto el año pasado o en algún otro momento? ¿Por qué esperaron?
La respuesta de Ash no fue consoladora en lo más mínimo.
–Esta no es la primera vez que ellos han intentado recuperar sus poderes. Esta es solamente la mejor oportunidad de éxito que han tenido.
–Bien –dijo Eric despacio–.¿Entonces, qué pasó con sus poderes para empezar?
Talon contestó por Ash.
–Cuando un dios deja de ser adorado, sus poderes disminuyen. Si un dios es derrotado por otro dios, entonces una parte de sus poderes es absorbida por el vencedor y él pierde su capacidad de recuperar su antigua posición.
Eric asintió.
–Bien, una última cosa. ¿Qué pasa si ellos realmente recuperan sus poderes?
Ash miró a lo lejos.
–Esperemos que no lo averigüemos.
–¿Por qué?
–Por que según el mito Atlante, la Destructora, se supone, es quien causará el Telikos, el fin del mundo. Sin duda Dionisio y Camulus piensan que Apollymi estará tan embargada por la gratitud cuando ellos la liberen, que no pensará dos veces en unirse a ellos y compartir su poder con ellos. Lo que ellos no saben es que hubo realmente una buena razón para que Apollymi fuera encarcelada por los dioses Atlantes. Incluso otros dioses temieron la ira de Apollymi, y en el final, ella los mató a todos. Cualquier cosa que hagamos, no debemos dejar que escape. Si ellos la liberan esta noche, todo que lo conoces sobre esta existencia cambiará. Todo.
–Tenemos que salvar al mundo –dijo Talon–. Otro día en la vida.
Ash suspiró.
–Y no se olviden que tenemos cosas que hacer.
Talon asintió, pero en su corazón, él sentía no poder ver a Sunshine una vez más. Él no quería morir sin ver su cara otra vez.
El deber, como apestaba.
Valerius salió primero. Talon, Nick, y Eric salieron por la puerta de atrás con Ash cerrando la marcha.
Mientras Ash dejaba la casa, la puerta se cerró de golpe, atrapando el final de la cola de su largo abrigo negro. Ash se detuvo por el tirón y maldijo.
Nick aulló de risa al ver a Acheron atrapado.
–No te la agarres con el malvado que esta dentro de ti..
Ash arqueó una ceja. La puerta se abrió por sí misma, liberando su abrigo, entonces se cerró de un golpe otra vez. Nick se puso serio al instante.
–Y esto te pone de nuevo en tu lugar.
Ash revolvió el cabello de Nick como un hermano mayor.
–Cuida nuestras espaldas y calma los nervios de Amanda hasta que Kyrian regrese.
–Lo tienes.
Ash y Talon abandonaron el ornamentado patio y se dirigieron a la muchedumbre de turistas y vecinos que eran tan espesos como la niebla. Había cientos de personas fuera. Cientos quienes no tenían ni la más mínima idea que el destino mismo del mundo descansaba en las manos de los dos hombres vestidos de negro que caminaban despacio hacia ellos.
Dos hombres que estaban cansados esta noche. Desalentados.
Uno porque hacía mucho que había dejado de sentir algo excepto la pesada carga de sus responsabilidades.
Ash no quería nada más que sólo un día poder acostarse y descansar.
Un día para encontrar un momento de merecida comodidad.
Él había pasado la eternidad esperando una segunda oportunidad.
Esperando para escapar de los restos de su pasado y la maldición que había hecho de su futuro.
Esta noche, él tenía que enfrentar a su hermano por primera vez en once mil años.
Los dos nunca habían estado en un mismo pie de igualdad. Styxx lo había odiado desde el momento de su nacimiento.
Para Ash, esta iba a ser una larga, larga noche.
Los pensamientos de Talon estaban en Sunshine. En la curva apacible de su cara. La belleza de su contacto.
¿Estaba ella pintando en su loft?
¿Estaba pensando en él?
–Te amo.
Sus palabras se rasgaron por él.
Talon apretó sus dientes, deseando estar tocándola. Esperando que en el final de esta noche ella estuviera a salvo de Camulus para siempre.
–Fe, Talon –dijo Ash como si conociera sus pensamientos.
–Lo estoy intentando.
Talon suspiró.
Su propia muerte no le importaba. Era Sunshine a la que no podía permitir morir.
Correcto o equivocado, él se ocuparía de eso, y cuando llegara la mañana ella estaría a salvo.
Sin importar lo que costara.
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