miércoles, 25 de enero de 2012

NE cap 5

–Oh, gracias a Dios que estás allí –dijo Selena en el coche de Sunshine tan pronto como Sunshine contestó el teléfono–.¿Dónde has estado? He estado llamándote todo el día y el teléfono estaba desconectado. Sé que nunca encuentras el maldito teléfono, pero demonios chica... He estado tan preocupada que estaba a punto de ir para allá y ver si estabas bien o si ése desconocido te había asesinado en tu loft. –Selena finalmente tomó aire en medio de su diatriba–. Por favor dime que no está allí todavía.
Limpiando sus manos manchadas con pintura, con un paño, se colocó el teléfono entre la oreja y el hombro, Sunshine sonrió a la voz afectada de Selena y a su discurso estilo mamá.
–No, Selena, el Señor Maravilla ya se fue. Tenía que encontrarse con unos amigos.
–Entonces, ¿a qué hora se fue?
–Hace unos minutos.
–¡Sunshine!
–¿Qué? –preguntó con fingida inocencia.
–Oh, cariño, –Selena se quedó boquiabierta–, no me digas que pasaron el día jugando al Parchís o a algo.
Sunshine se mordió los labios mientras recordaba exactamente lo que habían estado haciendo durante el día. La hizo sentir excitada y pequeña otra vez.
–No llegamos al Parchís, pero lo hicimos en la mesa de backgammon un par de veces. Y en el sofá, en la barra de la cocina, el piso, la mesa del café, y...
–Oh, Dios mío, eso es mucha información. Dime que estás bromeando acerca de esto.
–Nop, ni un poco. Te estoy diciendo, Selena, olvida al conejito de Energizer, este tipo lo hacía todo.
Selena gimió.
–¿En qué estabas pensando? Recién lo conoces.
–Lo sé –dijo Sunshine, estando completamente de acuerdo con su amiga de que era una lunática por hacer algo tan estúpido–. No es mi forma de ser, pero no pude hacer nada. –Era como la extraña fuerza magnética que me agarró cuando pasé por el Café Frosthyte y me desvió hacia una cucharada triple de Chunky Monkey [1] de Ben and Jerry. Ese era su gran vicio. Sunshine nunca había sido capaz de no tentarse con Chunky Monkey. –La tentación era demasiada, Selena. No la pude resistir. Él era un envase de Chunky Monkey y en lo único que podía pensar era: “que alguien me pase una cuchara”.
–Oh, Dios mío –dijo Selena.
–Sí. Fue extraño. Estaba aquí, él estaba aquí, y luego dijo, “Hagámoslo” y lo próximo que supe, era que la cuchara estaba en mi mano e iba por él.
Selena hizo un ruido indignado.
–Por favor dime que nadie usaba una cuchara.
Sunshine sonrió diabólicamente.
–No, no una cuchara, pero si hubieron un montón de lamidas.
–¡Oh, Oh, Oh! Me estas matando. No voy a ir para allá.
Sunshine se rió.
–No me pude detener. Él era tan ardiente que siento la profunda necesidad de compartir su espectacular calentura contigo.
Selena resopló.
–¿Al menos lo vas a ver otra vez?
–No, desafortunadamente no. Ni siquiera sé su apellido.
–¡Sunshine! Chica estás loca.
–Sí, lo sé. Fue simplemente algo de una sola vez en la vida.
–¿Este... entonces estás bien? ¿No te lastimó o algo?
–Oh no, para nada. Fue el mejor día de mi vida. Curioso, ¿no?
–¡Ah Cristo!, Sunny. No puedo creer lo que hiciste. Has estado saliendo con todos esos amigos extraños, que has terminado cogiendo sus malos hábitos. Trayendo a casa a hombres perdidos que no conoces. Lo próximo será que estarás bailando desnuda sobre las mesas. . . Oh espera, esa fui yo.
Sunshine se rió.
–No te preocupes. No volverá a pasar. Me conoces, salgo ocasionalmente, pero usualmente paso al menos unos pocos días aburridos con un tipo antes de tirar la casa abajo. Por supuesto, nadie nunca la tiró abajo como lo hizo este tipo. La derribó hasta los cimientos.
Selena chilló.
–No puedo creer que me sigas contando eso.
Sunshine se rió de la angustia torturada en la voz de Selena mientras ella continuaba bromeando.
–No puedo creer que pasé el día en la cama con este tipo, pero lo haría nuevamente en lo que dura un latido. Te digo, éstas han sido las mejores dieciocho horas de mi vida.
–¿Cristo, ni siquiera lo conociste un día completo?
–Bueno, lo conozco ahora. Cada centímetro de él. Ya que estamos, tiene un montón de centímetros.
–Detente, Sunny –imploró Selena, su voz temblando de risa–. No puedo más. No necesito saber que el atleta sexual de todos los tiempos está rondando Nueva Orleáns y yo estoy casada con un abogado. Es tan cruel.
Sunshine se rió otra vez.
–Bueno, Bill es simpático, en una forma muy al estilo Bill.
–Oh sí, gracias, ahora estás destrozando a mi Bill.
–Lo siento. Sabes que quiero a Bill, pero este tipo realmente era genial.
Sunshine, arrastrando el pesado y sicodélico teléfono, cruzó la cocina hacia la heladera para sacar el jugo de guayaba. Bromear a Selena era entretenido, pero por raro que pareciera, había una parte de ella que estaba sumamente triste de que Talon se hubiera ido.
Realmente él había sido muy divertido y no sólo en la cama, o en el piso, o en los otros cinco mil lugares en donde habían tenido relaciones sexuales. Él también había sido divertido para hablar. Lo mejor de todo, no había perdido la paciencia con ella.
Abrió la heladera, y se rió otra vez.
–¿Qué? –Selena preguntó.
Sunshine vio el pastillero de Snoopy de Talon, mirándola directamente. No lo podía creer. Así que eso era lo que él había estado haciendo en la heladera mientras ella se duchaba. No era extraño que la hubiera mirado incómodamente cuando lo atrapó.
¡Qué adorable!.
–Awww, él me dejó su pastillero Pez de Snoopy encima del queso de soja.
–¿Qué? –Selena preguntó.
–Nada –dijo Sunshine tomando el juguete de plástico, frío, en su mano–. Es un chiste entre nosotros.
–Oh, no me digas que hiciste algo con el queso.
–No, sólo lo comimos. Por Dios, Selena, saca tu mente de la cloaca. No todo tiene que ver con sexo.
–Bueno, con ustedes dos, sí. La base de tu relación parece no ser nada más que sexo... Oh, espera, hace solo dieciocho horas que lo conoces. ¿Califica eso como una relación?
–Créeme, la forma en que él hace sexo, cuenta. Además, me dejó su pastillero Fez.
–Ooh –bromeó Selena–, él es maravilloso y generoso. Qué tipo.
–Hey, ahora sé justa con mi maravilloso motorista. Es un pastillero valioso. Es uno de colección, de 1960.
–Sí, ¿pero te dejó su número de teléfono?
–Bueno, no, pero colocó a Snoopy sobre el queso para que yo lo encontrara.
–Suficiente. Caso cerrado. Tú aún estarás en el tren perdedor cuando Snoopy se convierta en algo valioso.
–Ok, muy bien, Selena, me estás haciendo bajar de mi festival de amor y yo estoy perdiendo el brillo posterior, han pasado diez meses de la ultima vez que dormí con alguien, y probablemente sea para siempre y un día antes de que alguien que no sea gay oscurezca mi puerta, así que déjame volver al trabajo en donde pueda disfrutar la grandeza del después de la tarde.
–De acuerdo, dulce. Te llamaré más tarde. Solo estaba preocupada. Regresa al trabajo y te veré mañana.
–De acuerdo, gracias. Adiós.
Sunshine colgó y miró a Snoopy en su mano. Se rió.
Talon tal vez no fuera perfecto, él ocasionalmente podría echarse a perder y podía ser atropellado por una carroza de Mardi Gras, pero había sido un tipo genial, y los tipos geniales eran difíciles de conseguir en estos tiempos.
Era una lástima que no lo volviera a ver otra vez. Pero bueno, ella no era el tipo de mujer para estar melancólica por lo que pudo haber sido. Era una artista con una buena carrera por la que había trabajado muy duro.
Una relación seria con alguien, no era algo que andaba buscando ahora mismo. Le gustaba vivir sola. Amaba tener la libertad para irse y salir cuando y a donde quisiera. Su breve matrimonio a los inicios de los veinte la había instruido adecuadamente en lo que un hombre esperaba de una esposa. No tenía intención de volver alguna vez a ese fiasco.
Talon había sido una tarde divertida, pero eso era todo. Su vida ahora seguiría de la misma forma de siempre. Su corazón se iluminaba al pensar en él Llevó a Snoopy a su dormitorio y lo colocó en la mesita de luz al lado de la cama. Sunshine sonrío. Ella nunca había tenido un recuerdo. Pero eso era lo que Snoopy era para ella. Un recordatorio de un día maravilloso.
–Ten una vida agradable, Talon –dijo, apagando la luz de su cama antes de regresar al trabajo–. Tal vez algún día nos reencontremos.


Era poco después de la una de la mañana cuando Talon se encontró fuera del club Runningwolf en Canal Street. Se había tratado de convencer así mismo que estaba aquí porque los Daimons a menudo rondaban los clubes donde las personas borrachas eran presas fáciles.
Había tratado de decirse a sí mismo que sólo estaba cumpliendo con su trabajo.
Pero mientras contemplaba las ventanas oscuras por encima del club y se preguntaba si Sunshine estaba en su cama o si estaba en su atril pintando, entonces lo supo.
Estaba aquí por ella.
Talon maldijo por lo bajo. Acheron estaba en lo correcto. Ella estaba dentro de él en un modo que nadie lo había estado en siglos.
No importaba lo que hiciera, no podía sacarla de su mente. Una y otra vez podía sentirla. Sentir su cuerpo bajo él, su respiración en su piel. Oír el sonido de su voz sureña, arrastrada, suave, murmurando en su oído.
Y cuando lo había tocado...
Fue como una canción del cielo.
El compañerismo y el alivio físico que ella le había dado esta tarde le habían tocado profundamente. Se había sentido bienvenido de un modo que no había sido sexual.
¿Qué le había hecho ella? ¿Por qué después de todos estos siglos, una mujer había avanzado dentro de sus sentimientos?
¿Sus pensamientos?
Aún más frustrante, él sabía que si fuera humano, estaría con ella en estos momentos.
No eres humano.
No necesitaba el recordatorio. Demasiado bien, él sabía lo que era. A él le gustaba lo que era. Había un tipo especial de satisfacción que venía con su trabajo.
Y aun...
–¿Speirr? ¿Qué estas haciendo?
Se tensó ante la voz de Ceara saliendo de la oscuridad y en el hecho que alguien lo había atrapado haciendo algo que no debería estar haciendo.
–Nada.
Ella apareció a su lado. Su cara trémula sonrió a sabiendas. Él dejó escapar una respiración altamente indignado. ¿Por qué se molestaba en tratar de esconder algo a los que podían ver directamente en sus pensamientos?
–Sí, está bien –admitió a regañadientes–, sólo quise inspeccionar el lugar y ver cómo estaba ella.
–Ella está bien.
–Y eso realmente me irrita. –Las palabras salieron antes de que se diera cuenta.
Ceara se rió.
–¿Esperabas que ella estuviera triste?
–Por supuesto. Al menos debería tener un momento o dos de arrepentimiento o algo.
Ceara chasqueó la lengua.
–Pobre Speirr. Encontraste a la única mujer que no piensa que colgaste la luna y las estrellas.
Él puso los ojos en blanco.
–Tal vez estoy siendo un poco arrogante. –Ella arqueó una ceja y él se corrigió a sí mismo–. Estoy siendo bastante arrogante, pero maldición, no la puedo sacar de mis pensamientos. ¿Cómo es que ella no siente nada?
–No dije que ella no sintiera nada, sólo dije que no está triste.
–¿Entonces sintió algo por mí?
–Si quieres, puedo investigar más.
–Nay –dijo Talon rápidamente.
Lo último que quería era que Ceara descubriera lo que él y Sunshine habían estado haciendo toda la tarde. Ceara era ingenua y él quería mantenerla de ese modo.
Su hermana caminó en un círculo alrededor de su cuerpo. Por alguna razón a ella siempre le había gustado hacer eso. Cuando era una niñita, lo mareaba corriendo a velocidad y riéndose nerviosamente mientras lo hacía. A pesar de que era una mujer joven ahora, dentro de su corazón siempre la veía como cuando comenzaba a andar y era tan pequeña que solía sentarse en su regazo por horas, jugando con sus trenzas mientras ella farfullaba su discurso infantil en él.
Así como Dere...
Su estómago se cerró en un puño ante la memoria.
Ceara no había sido su única hermana. Tres más habían nacido entre ellos. Fia había muerto en el primer año de vida. Tress había vivido hasta los cinco cuando pereció de la misma enfermedad que había muerto su madre. Y Dere... había muerto a la edad de cuatro.
Ella había salido al amanecer, queriendo ver a los fantasiosos amigos con los que Talon la bromeaba. Él le había dicho cómo los veía a menudo afuera de la ventana al romper el día mientras ella dormía. Él sólo tenía cinco años, y había oído a alguien dejar la cabaña. Al principio había pensado que era su padre. Pero mientras se acurrucaba para dormir, se había percatado que Dere no estaba en su cama.
Se había levantado inmediatamente y había salido rápidamente para encontrarla. Ella se había resbalado de las rocas que estaban al borde del acantilado que daba al mar, donde él le había dicho que los fantasiosos amigos retozaban en el amanecer. Oyó su grito y había corrido tan rápido como podía. Cuando la alcanzó, era demasiado tarde. Sus brazos no la habían podido sostener hasta que él llegara.
Yacía abajo en las rocas con las olas apresurándose sobre ella.
Aún ahora, podía verla yaciendo allí. Podía ver las caras de sus padres cuando los había despertado con la noticia.
Lo peor de todo, podía ver la acusación en los ojos de su padre.
Ninguno de sus padres alguna vez había pronunciado las palabras en voz alta, pero en su corazón sabía que lo habían culpado por ello. No es que tuviese importancia. Él se culpaba a sí mismo. Siempre lo había hecho. Era por eso que había sido tan protector con Ceara y Tress. Por qué había sido tan determinante en que nada malo alguna vez les pasara. Esta noche, vio una vacilación en los pasos de Ceara.
–¿Entonces, qué noticias hay del mundo de los Daimon? –le preguntó.
Ceara hizo una pausa.
–¿Cómo lo sabes?
–Has estado extrañamente silenciosa esta noche. No es común en ti esconderte mientras cazo, a menos que estuvieras consultando con los otros.
Sus ojos resplandecieron calurosamente.
–Nunca podría esconderme de ti. –Se abrazó a sí misma–. Había una conversación. Hay una fuerza aquí. Un no Daimon ha nacido.
–¿Duende, persona macabra, demoníaca? ¿Qué?
–Nadie parece estar seguro. Hay Daimons rodeando la fuente de él, pero no es uno de ellos. Hay algo más.
–¿Un Dios?
Ella miró hacia arriba, exasperada.
–Estoy tratando de encontrar a alguien que sepa, pero hasta ahora... –ella hizo una pausa y retorció sus manos–. Quiero que tengas cuidado, Speirr. Cualquier cosa que sea, tiene una gran cantidad de malicia. Odio.
–¿Puedes localizarlo?
–Lo he intentado, pero se muda cuando me acerco. Es como si la fuente supiera cómo evitarme.
Eso no era bueno, especialmente con Mardi Gras a la vuelta de la esquina. Cuando Baco venía al pueblo, aún los más moderados se volvían salvajes. Para Talon sonaba como algo o alguien que contaba con los excesos de la celebración para propulsar el plan que tenían.
Los pensamientos de Talon se distrajeron mientras un coche pasaba frente a él. Era un viejo VW Beetle. Alguien le había pintado la parte superior en azul oscuro con estrellas brillando en la oscuridad y la mitad inferior era amarillo brillante con símbolos rojos de paz.
Él sonrió ante la vista. Había estado estacionado en el club cuando había salido. El instinto le dijo que tenía que pertenecer a Sunshine. Nadie más tendría, ni muerto, semejante monstruosidad. Confirmando sus sospechas, el coche dobló en el callejón trasero de Runningwolfs.
Con su vista afilada de Dark Hunter, la observó salir del coche y hacer una pausa para sacar una caja sellada del asiento trasero. Su cuerpo se endureció instantáneamente. Esta noche, estaba peinada con dos trenzas una a cada lado de su cara. Vestía un largo suéter fucsia que exhibía sus curvas a la perfección.
En su mente, podía imaginarse acercándose a ella, empujando su espalda contra su pecho, e inspirar su cálido perfume de patchoulí. Dejando sus manos bajar por el frente de ella, a su apretado suéter negro cerrado por pequeños botones. Trabajando con esos botones, haciéndolos pasar a través de la tela hasta que estuviera expuesta para él. Su cuerpo ardió dolorosamente de deseo.
–¿Speirr?
La voz de Ceara lo sacudió de su ensueño.
–Lo siento, estaba distraído.
–Dije que iré y haré más averiguaciones. ¿O necesitas que me quede aquí y te mantenga con los pies en la tierra?
–No, gracias. Estoy con los pies en la tierra.
–Siento el conflicto dentro de ti. ¿Estás seguro que quieres que vaya?
Casi tan seguro como que el mundo acabaría en quince minutos. No, no estaba seguro. Porque cada vez que miraba a Sunshine, tenía la mala tendencia de olvidar todo lo demás. De no desear nada más que mirarla. Que tocarla.
–Estoy seguro.
–Muy bien, entonces. Escucharé para ti. Si me necesitas, llámame.
–Lo haré.
Ceara se desvaneció y lo dejó solo en la oscuridad. Sunshine cerró de un golpe la puerta del coche y entró por la puerta trasera del club. Él dio un paso hacia ella antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo.
Talon pasó sus manos sobre la cara. Tenía que sacarla de sus pensamientos. No había un punto en esto. Los Cazadores Oscuros no tenían citas y malditamente seguro no tenían novias. Bueno, nadie excepto Kell, pero él era extraño de cualquier manera y la novia de Kell era una constante fuente de irritación para Acheron.
Y no es que Talon quisiera ser una irritación para Acheron. De hecho sería agradable irritar al Atlante, pero no podía echar a perder la vida de Sunshine de ese modo.
Los Cazadores Oscuros no tenían citas y muy especialmente de este tipo. Él había aprendido la lección y la había aprendido duramente. A diferencia de los demás, había sido maldecido por sus dioses. Era por lo que se rehusaba a tener a un Escudero. Por lo que se rehusaba a tener a cualquiera cerca de él.
«Por lo que has tomado de mí, Speirr de los Morrigantes, nunca conocerás otra vez la paz o la felicidad de una amada. Te maldigo a caminar la eternidad en soledad. Te maldigo a perder a todos los que te importan. Uno por uno, ellos sufrirán y morirán, y serás impotente para detenerlo. Tu familia sabrá que están malditos por tus acciones, y se preguntarán cuándo, dónde, y cómo los eliminaré. Los reclamaré a todos y viviré sólo para verte sufrir».
Aun después de todos estos siglos las palabras del dios enojado sonaban en sus oídos.
Talon gimió ante el dolor del recuerdo de su esposa muriéndose en sus brazos.
Tengo miedo de morir, Speirr...
Había sido toda su culpa.
Cada muerte.
Cada tragedia.
¿Cómo tantas vidas podían haber sido destrozadas por un error estúpido? Él había dejado que sus emociones lo dirigieran y, al final, no sólo había destruido su vida sino también la de todos los que amaba.
Él se sobresaltó ante esa verdad. La agonía lo quemaba tan profundamente que maldijo en voz alta ante la fuerza de ello.
–Has nacido maldito –la vieja voz de Gara susurró en su cabeza. –Nacido bastardo de una unión que nunca debería haber sido. Ahora vete y llévate al bebé contigo antes que la furia de los dioses caiga sobre mi cabeza.
A la edad de siete, había mirado con incredulidad desvalida a la vieja arpía para la que su madre había trabajado. Cuando su madre y Tress habían caído enfermas, Gara le había permitido hacer las tareas de su madre. Después de la muerte de su madre, la vieja los había echado.
–Pero Ceara morirá si me voy. No sé como cuidar a un bebé.
–Todos morimos, chico. No me interesa lo que le suceda al niño de una puta. Ahora vete y recuerda qué tan rápidamente nuestros destinos cambian. Tu madre era una reina. La más amada de los Morrigantes. Ahora ella es una campesina muerta, como el resto de nosotros. Ni siquiera vale la suciedad que la cubre.
Las crueles palabras habían desgarrado su corazón de niño. Su madre nunca había sido una puta. Su único error había sido amar a su padre. La reina de los Morrigantes había sido merecedora de todos los tesoros de la tierra para él. Su valor era inmenso.
–Apártalo –dijo él, respirando profundamente para calmarse a sí mismo.
Acheron tenía razón, tenía que mantener sus emociones enterradas. Para empezar, éstas eran las que lo habían inducido al mal camino. La única forma en la que podía funcionar era no recordando. No sintiendo.
Y aun así no podía evitar sentir. Parecía que no podía reprimir los recuerdos que había enterrado mil quinientos años atrás.
–Así que el hijo de la puta ha regresado para rogarle, mi rey, por su amparo. Dígame, Rey Idiag, ¿debería cortarle la cabeza, o simplemente la nariz y luego tirar a este lastimoso miserable a la tormenta para morir como el estiércol sin valor que es?
Talon todavía podía oír la risa del pueblo de su madre. Sentía el miedo en su joven corazón de que su tío, como todos los demás, los abandonara a él y a Ceara. Él había aferrado a su hermana cerca del pecho mientras ella chillaba, queriendo la comida y el calor que no había sido capaz de proveerle.
Apenas de dos meses, Ceara se había rehusado a amamantarse de la vejiga con la que había tratado de alimentarla. Por tres días habían viajado sin parar, y ella no había hecho más que llorar y gritar. No importaba lo que él tratara, Ceara no se serenaba.
Idiag los había mirado por tanto tiempo que estaba seguro que su tío los enviaría a su muerte. El fuego en el vestíbulo crujía mientras la gente sostenía la respiración, en espera de la sentencia de su rey. Talon en ese momento había odiado a su madre. Odiado por hacerle rogar por la vida de su hermana. Haciéndolo sufrir así cuando simplemente era un muchacho inexperto que sólo quería escaparse y esconderse de su humillación. Esconderse del bebé gritón que nunca se apiadó de él.
Pero había hecho una promesa y nunca faltaba a su palabra. Sin la ayuda de su tío, otra hermana moriría.
Cuando Idiag finalmente habló, sus ojos estaban en blanco.
–Wo, Parth –le había dicho a su guarda–. Él ha soportado la dureza del invierno para llegar hasta nosotros, especialmente con nada más que harapos en sus pies. Les daremos refugio. Convoque a una nodriza para el bebé.
Talon había querido derrumbarse del alivio.
–¿Y el niño?
–Si sobrevive al castigo del que su madre escapó, entonces tendrá permiso para quedarse aquí.
Rechinando los dientes, Talon recordó la dura tortura que ellos le habían prodigado. Los días de palizas y hambre. Lo único que lo mantuvo vivo era el miedo de que si moría, Ceara sería rechazada después de todo.
Había vivido solamente para ella.
Al final sobrevivió para nada.
Talon obligó a sus pies a alejarlo del club de Sunshine y su comodidad. Lejos de estos recuerdos que se habían liberado.
Él tenía que encontrar su paz.
Tenía que olvidar el pasado. Para enterrarlo.
Pero mientras caminaba, los pensamientos reprimidos y los recuerdos, atravesaron su mente. En contra de su voluntad, recordó el día en conoció a su esposa...Nynia.
Aún ahora, la mera mención de su nombre era suficiente para hacerlo arrodillarse. Ella había sido todo para él. Su mejor amiga. Su corazón. Su alma. Solamente ella le había dado paz. En sus brazos, no le había importado lo que los otros pensaban de él. Sólo ellos dos habían existido en el mundo.
Como hombre mortal, la había tomado como su primera y única amante.
–¿Cómo podría tocar a otra mujer, Nynia, cuando te tengo?
Esas palabras lo obsesionaban ahora, junto con los recuerdos de con cuántas mujeres se había acostado desde que ella muriera. Mujeres que nunca habían significado algo para él. Habían sido meras aventuras amorosas con la finalidad de aliviar sus deseos físicos. Nunca había querido saber algo acerca de ellas. Nunca había buscado conocer a cualquier mujer, excepto a su esposa.
Nynia y el amor perfecto que ella le había dado, habían tocado algo dentro de él y le habían dado alas. Ella le había mostrado cosas del mundo que nunca antes había notado. La bondad. La comodidad. La aceptación.
Lo había confundido, lo había exasperado, y lo había hecho delirantemente feliz.
Cuando ella había muerto, lo había llevado con ella. Había sobrevivido físicamente, pero no su corazón. Había muerto ese día también.
Y nunca se le había ocurrido desear a una mujer de esa forma otra vez. No hasta que había sentido el calor de la mano de una artista en su piel.
El mero pensamiento de Sunshine era suficiente para hacerlo sentir puñetazos.
–Sácala de mi cabeza –dijo él entre dientes apretados.
Nunca más se expondría a sí mismo a tanto dolor. Nunca más sostendría en sus brazos a alguien que amara, solo para verlo morir.
Nunca.
Había sido lo suficientemente herido en su vida. No podía soportar más.
Sunshine era una desconocida y se quedaría de ese modo. No necesitaba a nadie.
Él nunca lo haría.
Talon se congeló mientras un extraño ruido en el viento se entrometía en sus pensamientos. Sonó vagamente como un Daimon alimentándose.
Sacó su Palm Pilot del bolsillo de la chaqueta y abrió su programa rastreador. Diseñado para rastrear la actividad elevada de las neuronas de los Daimons, que provenía de sus habilidades psíquicas, el programa rastreador le permitía a los Cazadores Oscuros precisar cualquier concentración de Daimons después del anochecer. Durante las horas diurnas mientras los Daimons descansaban, la actividad del cerebro era demasiado humana para los rastreadores.
Pero una vez que caía el sol... Esos pequeños cerebros comenzaban a crujir y zumbar.
Talon miró ceñudamente su descubrimiento.
No mostraba nada y sus sentidos de Dark Hunter no detectaban a un Daimon tampoco, pero su instinto estaba fuera del radar.
Fue hacia un oscuro callejón. Una mujer tropezó y cayó contra él. Sus ojos estaban vidriosos mientras lo miraba. Tenía una herida pequeña de un mordisco en su cuello, que se estaba curando mientras él la miraba, y el cuello de la blusa tenía rastros de sangre.
–¿Está bien? –preguntó mientras la enderezaba.
Ella sonrió de forma delirante y vaga.
–Estoy bien. Mejor que nunca. –Ella tropezó alejándose y se dirigió hacia el edificio a su derecha.
En ese instante, supo lo que había sucedido.
La furia cayó sobre él mientras acechaba más allá del callejón donde ella había estado. Vio la sombra oscura y lo supo al momento.
–Maldición, Zarek. Mejor deja la majadería de la alimentación mientras estás en esta ciudad.
Zarek enjugó la sangre de sus labios con la mano.
–¿O qué, Celta? ¿Me vas a golpear?
–Te arrancaré la garganta.
Él se rió de eso.
–¿Y matarte en el proceso? No lo tienes en ti.
–No tienes idea de qué soy capaz. Y mejor reza al dios que adoras, que nunca te enteres.
Con expresión puramente malvada, Zarek se relamió los labios en una forma que Talon supo, estaba diseñada para disgustarlo a conciencia.
Surtió efecto.
–No la lastimé. Ella no lo recordará en tres minutos. Nunca lo hacen.
Talon se movió para agarrarlo, pero Zarek atrapó su mano.
–Te advertí que no me tocaras, Celta. Nadie me toca. Nunca.
Talon no hizo caso de su apretón.
–Hiciste un juramento, como el resto de nosotros. No te tendré atacando inocentes en mi ciudad.
–Oooohh –resolló Zarek–. Que frase hecha, pequeño compañero. ¿Quieres decirme que me vaya antes del amanecer, o mejor aún, que esta ciudad no es lo suficiente grande para lo dos?. ¿Cuál es tu problema? –Zarek comenzó a pasarlo.
Reacio a dejarlo seguir cazando a alguien más, Talon lo empujó contra la pared. Su propia espalda sintió el dolor, como si él hubiera sido golpeado contra la pared también, pero no le importó. No estaba dispuesto a dejar que Zarek tuviera rienda suelta sobre las vidas de personas inocentes. Los ojos de Zarek destellaban con odio.
–Suéltame, Celta, o te sacaré el brazo. ¿Y sabes qué? No me importa si pierdo los dos míos en el proceso. Esa es la diferencia entre nosotros. El dolor es mi amigo y mi aliado. Tú le temes.
–Que me condenen si lo hago.
Apartó a empellones a Talon.
–¿Entonces donde es eso? ¿Hmmm? Enterraste tu dolor la noche que dejaste a tu pueblo en llamas.
Talon se detuvo ante las palabras, preguntándose cómo sabía eso Zarek, pero su cólera lo superó ante el pensamiento de Zarek juzgándolo.
–Por lo menos yo no me revuelco en eso.
Zarek se rió.
–¿Parezco como si lo disfrutara? Estaba divirtiéndome con ella hasta que apareciste. –Se chupó los labios otra vez como saboreando su alimento–. Deberías probarlo en alguna ocasión, Celta. No hay nada mejor que saborear sangre humana. ¿No te has preguntado alguna vez por qué los Daimons se alimentan antes de tomar las almas humanas? ¿Por qué no los matan rápidamente? Es porque es mejor que el sexo. ¿Sabías que puedes ver directamente en sus mentes cuando lo haces? ¿Sentir sus emociones? Por un instante, realmente te unes a su fuerza vital. Es un infierno a gran altura.
Talon lo miró ferozmente.
–Nick tenía razón, eres un sicótico.
–El término correcto es sociópata y sí, lo soy. Pero por lo menos no tengo falsas ilusiones acerca de mí mismo.
–¿Quieres decir...?
Él se encogió de hombros.
–Toma su significado donde quiera que lo puedas encontrar.
El hombre era asqueroso. Insufrible.
–¿Por qué haces que todo el mundo te odie?
Zarek bufó. –¿Qué? ¿Quieres ser mi amigo ahora, Celta? Si acabo con mis costumbres, ¿serás mi amigote?
–Eres un idiota.
–Sí, pero por lo menos sé lo que soy. No tengo pretensiones. Tú no sabes si eres un Druida, un Dark Hunter, o un playboy. Te perdiste hace mucho tiempo en el oscuro hueco donde enterraste las partes de ti que una vez te hicieron humano.
Talon estaba horrorizado por que una forma de vida tan baja, tan egoísta, tratara de fingir ser sabio con él.
–¿Me estas sermoneando sobre la humanidad?
–¿Irónico como el infierno, no?
La mandíbula de Talon tembló.
–No sabes nada acerca de mí.
Con sus garras de plata brillando, Zarek lentamente sacó un cigarrillo del bolsillo de la chaqueta y lo encendió con un viejo encendedor de oro. Devolviendo el encendedor al bolsillo, tomó una gran pitada, exhaló el humo, luego le lanzó a Talon una risa sardónica y desequilibrada.
–Tu tampoco.
Con una última mueca de despedida, Zarek se alejó lentamente, por el callejón y hacia la calle.
–Deja de alimentarte, Zarek, o te mataré. Lo juro.
Zarek levantó sus garras y se las tiró por el aire sin detener su paso o mirar para atrás. Talon gruñó por lo bajo mientras Zarek desaparecía en la noche. ¿Cómo Acheron podía tratar con él? Ese hombre podía probar la paciencia de un árbol.
Un día, Artemisa iba a tener que eliminar a Zarek. En verdad, Talon estaba asombrado que la orden de ejecución de Zarek, todavía no hubiera sido dada. Pero entonces tal vez por eso era que Artemisa lo había enviado aquí. En Alaska, Zarek estaba en su casa donde él conocía el terreno mejor que nadie y podía evitar a un ejecutor.
Aquí abajo, Zarek estaba a merced de Acheron, quien conocía estas calles como la palma de su mano. Si la orden venía, entonces Zarek no tendría donde esconderse. Era definitivamente un pensamiento.
Talon sacudió la cabeza para despejarla de Zarek. El antiguo esclavo era la última persona que quería esta noche en su mente.
Su teléfono celular sonó. Talon lo contestó para encontrarse el acento Atlante de Acheron.
–Oye, estoy en Commerce Street en el Warehouse District. Hay una escena de homicidio aquí que me gustaría comentarla contigo.
–Estoy en camino –. Talon colgó y se dirigió hacia donde había dejado su moto.
No le tomó mucho tiempo agarrar su moto y abrirse paso hacia la escena. Había policías por todas partes, interrogando a testigos, marcando el área, y tomando notas y fotos. Una gran multitud de turistas y locales se había reunido para observar el espectáculo.
Sus ojos dolían de todas las luces brillantes de la policía. Talon estacionó su moto y se abrió paso hacia Acheron, quién ahora tenia el pelo rubio. Caray, el hombre cambiaba de color de pelo más a menudo que lo que la mayoría de la gente se cambiaba los calcetines.
–¿Qué hay, T-Rex?
Acheron hizo una mueca ante el apodo, pero no hizo comentarios. Inclinó su cabeza hacia el cuerpo que habían envuelto con una bolsa para cadáveres, pero que aún no habían sellado.
–Esa mujer murió hace una hora. Dime que es lo que sientes.
–Nada. –Tan pronto como la palabra dejó sus labios, Talon lo entendió. Cuando alguien moría, su alma se demoraba por un breve momento antes de seguir su camino. Había una única excepción para eso, cuando el alma era capturada y atrapada por alguien más–.¿Fue un asesinato de los Daimons?
Acheron negó con la cabeza.
–¿Era ella un Dark Hunter nuevo?
Otra vez negó con la cabeza.
–Alguien se alimentó de ella hasta secarle drásticamente la vida, mientras robaban su alma. Luego la desgarraron con algo así como una garra. La policía está tratando de convencerse que es un animal, pero la profundidad y la precisión de sus heridas son demasiadas precisas.
Talon se heló.
–¿Garras como las que usa Zarek?
Acheron volteó su cabeza para clavar directamente los ojos en él. Todo lo que Talon pudo ver fue su reflejo en los lentes oscuros.
–¿Qué piensas?
Talon pasó la mano a lo largo del borde de su mandíbula mientras miraba el trabajo de la policía sobre el área. Esto era perturbador.
–Mira, T-Rex, sé que tienes un punto de blandura con Zarek, pero tengo que contarte que lo encontré cenando hace algunos minutos fuera de un club. Parecía que estuviera disfrutando demasiado, si sabes lo que quiero decir.
–¿Así que piensas que mató a esta mujer?
Talon vaciló mientras recordaba qué había dicho Zarek cuando lo había atrapado con la mujer en el callejón: No la lastimé. ¿Era una admisión de que él había lastimado a alguien más o era una declaración de que nunca lastimaba a las mujeres?
–No sé –contestó Talon honestamente–. Si me preguntaras si él es capaz, entonces definitivamente diría sí. Odiaría consignar un hombre a las Sombras sin más evidencia.
Las Sombras era la existencia infernal que tenía cualquier Dark Hunter que muriera sin un alma. Como ellos realmente no tenían un alma, su esencia quedaba atrapada por la eternidad entre este plano de existencia y el otro. Se decía que era la tortura más penosa imaginable.
–¿Entonces qué piensas? –preguntó Talon–.¿Crees que lo hizo?
Una pequeña sonrisa se deslizó a través de la cara de Acheron, pero no contestó a la pregunta. El pelo al dorso del cuello de Talon se erizó. Algo acerca de todo esto no parecía correcto. Por alguna razón, algo acerca de Acheron tampoco parecía estar bien.
Acheron dio un paso alejándose.
–Iré a hablar con mi amigote Zarek, y veré que dice.
Talon frunció el ceño. Esto definitivamente no estaba bien. Acheron nunca se refería a alguien como su amigote.
–Ya que estamos –dijo Acheron–.¿Cómo estás? Pareces tenso. Inquieto.
Lo estaba. Era como si alguien hubiera abierto una compuerta a sus hormonas y emociones, y no estaba seguro de cómo cerrarla otra vez.
Pero no tenía intención de agobiar a Acheron con esto. Podía controlarse.
–Estoy bien.
Talon apartó la vista de Acheron por un segundo para mirar la llegada del médico forense.
–Ya que estamos, T–Rex, qué pasó con tu clavo en la nariz y... –su voz se desvaneció mientras se devolvía y no vio más que un espacio vacío. Talon miró a su alrededor. Acheron se había ido.
El único indicio de su presencia eran dos huellas ensangrentadas que los zapatos habían marcado en el concreto donde había estado parado un segundo antes.
¿Qué diablos?
Acheron nunca había hecho eso antes. Hombre, esta noche se ponía cada vez más extraña.
“... hay un disturbio en Canal Street en el Club Runningwolf..."
El corazón de Talon se paró al escuchar las palabras en la radio de la policía.
Sunshine.
Todos sus instintos le dijeron que ella estaba involucrada. Corrió en busca de su moto y rápidamente regresó al club.


[1] Chunky Monkey: helado de banana con trozos de turrón y nuez; es un sabor de helado típico de la heladería Ben and Jerry

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