—Ow —dijo V'Aidan mientras yacía en atontada incredulidad. Todo su ser dolorido por sus heridas, pero vamos, él había sufrido palizas mucho peores que esta.
De todos modos, este “real” cuerpo físico dolía tanto que no podía hacer nada más que sacudirse por el peso del dolor.
La única cosa que lo hacía soportable era la presencia de Erin. La suavidad de su cuerpo sobre el suyo.
Y rápido, junto con ese pensamiento llegó el que si ella había logrado traerlo aquí, los demás los seguirían para reclamarlo.
V'Aidan no tenía ningún miedo por él, sólo que ellos vinieran mientras estuviera demasiado débil para protegerla.
—¡Oh mi Dios! Eres tú. ¡Realmente eres tú!
Erin se estiró y tocó su hinchada mandíbula donde una de las criaturas lo había golpeado con fuerza. Le apartó el pelo de su frente y la sorprendió la asustada mirada en sus ojos antes de que él pudiera esconderla.
Incluso aunque las contusiones y cortes estropeaban su rostro, ella nunca había visto nada más espectacular que V'Aidan vivo y en su cama.
Él era humano.
Ella no sabía como lo había conseguido. Tal vez fue su determinación combinada con los poderes de él que habían estado forzándola a que se alejara. Quizás fueran muchas cosas.
Pero todo lo qué importaba ahora mismo era que él estaba aquí con ella. Que no era un sueño.
V'Aidan era un verdadero-hombre-vivo.
—Tengo que salir aquí —dijo él, intentando levantarse. —No pertenezco aquí.
No, él pertenecía a sus sueños, y aún así…
Él estaba en realidad aquí. Con ella.
—¿Estoy sangrando? —preguntó él, mirando su brazo con incredulidad. —¿Esto es sangre? Esto es sangre. Estoy sangrando.
Ella asintió, tironeada entre el deseo de llorar por sus heridas y reírse a carcajadas por que ella de algún modo había logrado traerlo con ella.
—Tengo que conseguirte un doctor.
—¡No! —. Él se estremeció. —No se supone, que yo esté aquí. No soy…
V'Aidan hizo una pausa. —No soy humano —. Él cerró sus ojos para tele-transportarse él mismo a casa. No funcionó.
Una y otra vez él lo intentó, y una y otra vez falló.
Su corazón palpitaba. Habían sido incalculables milenios desde que él había andado en el reino mortal.
Había olvidado cómo era vivir en este mundo. El resplandor de los colores y la agudeza de los sonidos y olores.
Erin se deslizó de la cama y desapareció mientras él intentaba poner todo en orden. ¿Cómo podía estar aquí donde ella podía verlo?
¿Cómo podía sangrar sangre verdadera?
Tenía que ser que su esencia de semidiós había sido drenada de él durante su paliza.
El único modo de matar a un dios era quitarle todos los poderes, que era lo que el Skoti había estado haciendo. La mente de Erin debía haber encontrado algún modo de traerlo del umbral en ese último momento antes de que él muriera.
Él debería estar en Tartarus ahora, pagando por sus crímenes por el resto de la eternidad. Pero de algún modo ella lo había salvado. De algún modo ella lo había traído aquí. No había ninguna otra explicación.
El poder de su mente y espíritu era fenomenal.
Erin volvió con un trapo húmedo. Con cuidado limpió la sangre de su cara y cuerpo.
V'Aidan tembló ante la suavidad de su mano y el modo en que el paño se deslizaba sobre su carne. Ella era siempre tan amable. Hasta ella, él no había entendido aquel concepto. Nunca supo lo que era ayudar a alguien más.
Antes de comprender lo que estaba haciendo, él capturó sus labios, luego se estremeció cuando el dolor recorrió su hinchada mandíbula.
—Ow —dijo él otra vez, apartándose.
Erin deslizó sus manos sobre su pecho mientras inspeccionaba sus heridas. En los sueños, su toque había sido intangible; ahora poseía un tierno calor inimaginable. Lo dejaba sin aliento y en carne viva.
V'Aidan extendido la mano y sostuvo su rostro para poder estudiar sus hermosos rasgos. —¿Por qué me ayudas?
—Por que lo necesitas.
Él no podía comprender una razón tan desinteresada. Tales cosas no existían en su reino.
—Necesitas descansar.
—Necesito ropa —dijo él.
—Tendré que comprarte algo.
—¿Comprar?
—Adquirir. No se va hasta una tienda y los haces darte lo que necesitas.
V'Aidan escuchaba la paciencia de su voz. Paciencia a la que él no estaba acostumbrado. Él conocía tan poco sobre su mundo humano. Él había sido relegado a la visión distorsionada de sueños y pesadillas.
El dolor dentro de él, le era conocido. Esta era la única emoción dejada a su clase. Era por lo que ellos invadían el sueño humano. Allí podían sentir otras cosas. Las emociones, incluso apagadas, eran mejores que ninguna en absoluto.
—¿Podrías… por favor —él se forzó a decir la extraña palabra, —conseguirme algo de ropa?
—Sí.
Increíble. Ella estaba tan dispuesta a ayudarlo. Estaba confundido por eso. Despacio, con cuidado, abandonó la cama y anduvo alrededor de su cuarto.
El cuerpo entero de Erin se sacudió mientras lo dejaba para traer una cinta métrica. ¿Podía ser real?
¿Estaba todavía soñando? Había algo surrealista en esto que lo hacía parecer a la fantasía, y aún…
Ella maldijo cuando se golpeó el dedo del pie contra la planta que estaba en su sala de estar.
No, este dolor era verdadero.
Esto no era un sueño. V'Aidan estaba realmente en su mundo, y si ella lo había traído aquí, tal vez, sólo tal vez, ella podría mantenerlo aquí.
¡Erin! ¿En qué estás pensando? Un hombre como V'Aidan no pertenece aquí. Él ni siquiera es humano.
Y sin embargo él era más humano, más hombre, que cualquiera que ella hubiera conocido.
Ella no quería que él se marchara. Y ese pensamiento la asustó más que nada.
V'Aidan levantó la mirada mientras Erin volvía unos minutos más tarde con un extraño rollo de tela. — ¿Qué es eso? —preguntó él mientras ella se acercaba a él desenrollándolo.
—Es una cinta métrica. Necesito saber tu tamaño para comprar tus pantalones.
Ella envolvió una parte de la cinta alrededor de su cintura, sus manos enviando escalofríos por su cuerpo, su toque levantando otra parte de él también.
—Ochenta y tres de cintura —dijo ella, su aliento cayendo sobre su pecho.
Ella cayó sobre sus rodillas ante él.
V'Aidan tembló al ver su pelo castaño entre sus rodillas mientras ella se inclinaba para colocar un borde de la cinta en el suelo, a sus pies. Ella la arrastró por sobre el interior de su pierna.
Erin tragó ante la fuerza de su cuerpo. Y cuando ella alcanzó su ingle, su corazón aporreaba. Él estaba rígido y firme, y cuando su mano acarició ligeramente su sexo, él siseó bruscamente.
—Noventa y dos —dijo ella distraídamente, su mirada fija en él.
El calor allí era intenso, y por primera vez, ella tuvo en realidad miedo de él. Él era un hombre vivo ahora, uno que podía poseer, vaya una a saber, qué fuerza y poderes en este mundo.
Y ellos estaban solos en su casa.
V'Aidan tomó su mano en la suya y la llevó a su erección. —Necesito que me toques, Erin —susurró él, arrastrando su mano por toda la longitud de su miembro. Él tembló por su suavidad. —Necesito saber que esto es verdadero y no… no un sueño.
Porque profundamente en su corazón él tenía miedo que esto no fuera nada más que Hades que ya lo atormentaba. Quizás él estaba muerto y este era el modo en que ellos tenían la intención de torturarlo.
Erin tembló al sentir su firme, caliente virilidad en su palma, y su fuerte, ahusada mano conduciendo sus caricias. En sus sueños, ella siempre había sido desinhibida con él. Su amante fantasma nunca había sido verdadero, sólo un invento de su imaginación.
Pero era un vivo, cálido cuerpo el que ella tocaba ahora. Uno de carne y hueso. Un cuerpo hermoso, masculino que la hacía temblar y arder con algo más que lujuria.
La mirada en sus ojos la quemaba. Y ella sabía lo que él deseaba. Él deseaba consuelo. Necesitaba saber que ella todavía se preocupaba por él. Incluso en este mundo que era ajeno a él.
¿Estaba tan asustado de todo esto como lo estaba ella?
¿Cuánto tiempo podrían ellos estar juntos antes de que sus respectivos mundos los separaran?
V'Aidan sabía que debería liberarla, y aún así, no podía obligarse a hacerlo. La necesitaba. Necesitaba su toque de una forma que desafiaba la explicación.
Ella se levantó sobre sus rodillas y, para su completo asombro, colocó su boca sobre él. Él gimió al sentir sus labios contra la punta de su miembro, su lengua caliente acariciándolo. Ella lo tomó con cuidado con una mano, acariciando sus testículos al mismo tiempo que pasaba rápidamente su lengua contra él.
Nunca nadie lo había tocado así. Se sintió débil ante ella. Impotente contra ella.
Y en ese momento, supo que nunca sería capaz de dejarla ir otra vez.
¿Querido Zeus, qué debía hacer?
Ella era mortal y él…
Él estaba maldito.
Erin lo acarició y lo calmó, y cuando se corrió, ella no se alejó.
Sólo cuando él estuvo agotado y débil ella se retiró y alzó la vista hacia él. Entonces lentamente, meticulosamente, lo besó subiendo por su cuerpo hasta que estuvo de pie ante él.
—Todo estará bien V'Aidan —susurró ella. —Lo juro.
No, no lo estaría. Él lo sabía mejor. No había ningún modo de ocultarse de los otros. Tarde o temprano, ellos vendrían.
Pero él no quiso asustarla. De alguna forma, la protegería. Sin importar lo que le costara.
La tomó en sus brazos y la sostuvo cerca. Si él pudiera, la llevaría lejos de aquí. La llevaría de vuelta a la Isla Desaparecida y la protegería por siempre.
Y luego lo sintió. Sintió la maligna presencia de su hermana. El cabello al dorso de su cuello se elevó. En estas condiciones él nunca sería capaz de parar a Krysti'Ana.
El teléfono sonó.
—Vuelvo enseguida.
Él la liberó; todo el tiempo mirando alrededor intentando encontrar a Krysti'Ana. Su malevolencia cayendo sobre él. De algún modo ella sabía que él estaba aquí.
Él extendió la mano con sus pensamientos, pero debilitado, herido él no podía ponerse en contacto con ella.
Eso no importaba.
Conocía la tácita promesa de su hermana. Ella vendría pronto y él tendría que encontrar algún modo de proteger a Erin de sus garras.
Erin volvió. —Lo lamento. Era un amigo del trabajo —. Ella se dirigió hacia su cuarto de baño. —¿Voy a tomar una ducha rápida, y luego a comprar tu ropa, sí?
Él asintió, pero no habló. No podía. No cuando los pensamientos de sus hermanos ocupaban su mente.
Caminó alrededor del pequeño departamento de Erin, intentando encontrar donde podría estar ocultándose su hermana. No encontró nada, y como los minutos fueron pasando, su sensación de ella se hizo más débil, aunque si fue por su partida o por sus propios poderes disminuidos, él no estuvo seguro.
Erin dejó el cuarto de baño, su cara brillante y sonrosada. —No puedo creer que yo te tenga aquí —. Ella se lanzó en sus brazos y lo sostuvo apretado. —Oh, V'Aidan, dime que ellos no pueden seguirte aquí.
Él abrió su boca para contestarle francamente, luego se detuvo. No quería robar la felicidad de sus brillantes ojos marrones.
—Estamos seguros —dijo él, la palabra atravesada en su garganta.
Ella lo besó entonces, caliente y apasionadamente, luego lo dejó solo mientras iba por su ropa.
V'Aidan volvió a acostarse sobre la cama y se tranquilizó. Si pudiera dormir, él podría recuperar su fuerza mucho más rápido, pero no se permitió cerrar los ojos. No se permitió dormir en el lugar donde podía entrar de nuevo en su mundo.
Ellos estarían esperándolo. Con la ayuda de Erin, él los había evitado antes. Pero estaba seguro que no habría una segunda fuga.
Tarde o temprano, ellos lo tomarían; entonces Erin estaría sola.
Un ratito más tarde, V'Aidan oyó entrar a Erin en el departamento. Sus zapatos hicieron el más ligero de los ruidos sobre la alfombra; aún así, él conocía su paso distintivo. Conocía su olor, su sonido. Sabía cosas sobre ella que nunca había sabido sobre nadie más.
Se dio vuelta sobre la cama cuando ella entró en el cuarto con un bolso en sus manos.
—No quise despertarte —dijo ella.
—No estaba durmiendo.
Ella avanzó y puso el bolso al pie de la cama, luego fue a descansar al lado de él. Ella colocó su mano contra su frente, luego frunció el ceño.
—¿Cómo te sientes? —preguntó suavemente.
—Como si hubiera sido golpeado.
Ella puso sus ojos en blanco ante su tono blasé[1]. —Tienes bastante fiebre. Tal vez debería...
—No puedes llamar a un doctor, Erin. Sólo porque aparezco humano, no me hace uno de ustedes.
—Lo sé —. Ella se sentó a su lado y apartó su pelo de su frente húmeda. —¿Entonces, qué vamos a hacer?
Él tomó su mano y arrastró sus nudillos a lo largo de su mandíbula, que ya había comenzado a curarse. Su toque era sublime. Él no había sabido nunca que tal cosa existía. —No sé.
—Estuve pensando mientras estaba afuera de aquí, tal vez nosotros podríamos hallar una ceremonia o algo para hacerte humano. Algún tipo de ritual.
Él sonrió de la idea. —Es una buena idea, amor, pero no hay semejante cosa.
V'Aidan la miró entonces, y tenía en la punta de su lengua la explicación de qué era él exactamente. Pero no podía obligarse a hacerlo. No después de que ellos habían pasado por tanto.
Todo lo que deseaba era disfrutar el poco tiempo que ellos tenían, y con ese pensamiento, él se obligó a levantarse.
Erin protestó mientras él se vestía. —Todavía estás herido.
—Estaré bien —dijo él con desdén. —Mi especie se cura rápido.
Erin gruñó bajo en su garganta mientras lo miraba vestirse. El hombre no escucharía.
Insufriblemente machista, rechazó relajarse durante el resto del día. Ni siquiera se quedó y descansó mientras ella fue al supermercado.
Pero ella tuvo que admitir realmente que le gustó tenerlo con ella. Había vivido sola tanto tiempo que no había comprendido lo divertido que podía ser ir con alguien al supermercado.
—Entonces —dijo V'Aidan mientras ella sacudía un melón, —¿qué estás escuchando?
Ella lo sostuvo junto a su oído y lo sacudió. —Éste está demasiado maduro —. Después sostuvo otro y le dejó oír la diferencia. —Éste no lo está.
Ella puso el melón bueno en el carro, luego se dio vuelta y lo vio sacudiendo unos plátanos. Erin rápidamente se los sacó. —Estos no los golpeamos.
—¿Por qué?
—Por que los arruinaríamos.
—Oh —. Él miró alrededor, luego hicieron una pausa. —¿Y esos?
Ella giró para ver las uvas. —Sólo las golpeas si quieres convertirlas en vino.
Él la atrajo a sus brazos. —¿Qué pasa si te sacudo?
Ella sonrió. —Yo probablemente haría toda clase de ruidos interesantes si lo hicieras.
Él sonrió abiertamente y le dio un rápido, abrasador beso que envió calor por todas partes de su cuerpo.
Mientras ellos caminaban por la tienda, Erin no pudo menos que notar las miradas que V'Aidan recibía. Ella fue nuevamente consciente de qué diferentes eran los dos. Él era alto, atractivo, y magnífico y ella era sencilla y simple.
Ella sólo había tenidos unos pocos novios y la mayor parte de ellos habían sido tan sencillos y simples como ella. Pero V'Aidan…
Él merecía una mujer hermosa.
—¿Hey? —preguntó él mientras ellos llegaban a la sección de lácteos. —¿Estás bien?
—Estoy bien.
—Pareces triste.
—Sólo cansada.
Ella vio la preocupación en sus celestiales ojos. —¿Cómo cansada?
Fue entonces cuando ella se dio cuenta lo que quería decir. —¿Ellos estarán tras nosotros otra vez cuando durmamos, verdad?
Él miró a lo lejos y ella tuvo su respuesta.
—Si ellos no lo matan, yo lo haré — las palabras de M'Ordant se repitieron en su cabeza.
—No les dejaré tenerte —dijo ella, tomando el brazo de V'Aidan. —Tiene que haber algún modo en que podamos vencerlos.
Él pasó su brazo sobre sus hombros y la acercó. —¿Tu lucharías por mí?
—Sí.
—Entonces soy el ser más afortunado en el universo.
V'Aidan le dio un fuerte apretón mientras inhalaba el olor de su pelo. Y se preguntó morbosamente si ella se sentiría así si ella conociera la verdad de su pasado.
Si ella alguna vez supiera la verdad de él…
Él quería decirle. Pero no se atrevía.
V'Aidan apretó sus dientes. Ella nunca sabría nada más, de lo que la lastimaría por culpa de él. Él lucharía esta batalla, está bien. Lucharía hasta que él ganara o ellos lo mataran. Pero él lo haría del modo en que había vivido desde el alba del tiempo.
Solo.
Él y Erin terminaron de hacer las compras y estaban guardando sus cosas en el coche cuando V'Aidan oyó a una mujer chillando en el oscuro aparcamiento.
Él vio a un hombre escaparse.
—Oh, no —dijo Erin. —Él robó su bolso.
Sin pensarlo, V'Aidan salió detrás del hombre. Lo agarró en el callejón al lado del supermercado.
El hombre se volvió hacia él con un arma y lo apuntó directamente a su corazón. —No juegues conmigo, hombre. Soy tu jodida peor pesadilla.
V'Aidan no pudo menos que reírse de sus palabras. —Tú no tienes ni idea.
El hombre disparó el arma. V'Aidan no hizo caso de la bala que entró en su pecho sin dolor o sangre. Tomó el bolso del hombre, luego agarró al ladrón de la garganta y lo empujó contra la pared.
Fue entonces cuando V'Aidan se sintió deslizarse. Sintió su forma verdadera aparecer. Su mano se convirtió de humana a...
—¿V'Aidan?
La voz de Erin lo trajo de vuelta. Él se recuperó y miró fijamente al ladrón, quien era ahora un pálido fantasma por haber sido testigo de los cambios en la cara de V'Aidan.
—La próxima vez que quieras robar a alguien, piensa en mí esperándote siempre que cierres tus ojos.
El ladrón silenciosamente se orinó.
Erin corrió hacia él con un oficial de seguridad a la rastra. V'Aidan dejó al ladrón en la custodia del oficial, luego le tendió el bolso de la mujer.
—¿Estás bien? —preguntó Erin, sus ojos cayendo sobre el agujero en la camisa de V'Aidan donde la bala había entrado en su carne. Armas mortales no podían dañar a un ser inmortal.
V'Aidan asintió. Sus poderes estaban volviendo.
—Llévame a casa, Erin —dijo él, su corazón tirando ante la palabra. Él nunca había tenido una casa antes. Nunca había entendido realmente el significado de la palabra y lo que implicaba.
Hasta ahora.
Él la siguió a su coche y ellos se condujeron hasta su apartamento en silencio.
De hecho, ellos hablaron muy poco mientras Erin hacía la cena y la comieron.
Después, él la ayudó a limpiar y la miró atentamente. ¿Cómo sería quedarse aquí, así? ¿Tener a esta mujer a su lado cada noche? Si él la tuviera, nunca la haría sufrir. Nunca dejaría de desearla. Usaría todo su poder para mantenerla y consolarla.
Pero todo el deseo del mundo no podía hacerlo verdadero.
Esto era sólo un sueño…
Una vez que ellos terminaron de limpiar, yacieron entrelazados sobre el sofá mientras ella miraba la televisión.
V'Aidan la miraba a ella. La sostuvo acunada en su pecho, sintiendo su aliento sobre su piel.
Ámame, Erin.
Las palabras pesaban en su corazón, no dichas, mientras le pasaba su mano por el cabello. Él no tenía ningún derecho de pedirle su amor. No tenía ningún derecho de pedirle nada.
—Eres un azote, muchacho. Despreciable. Feo y frío. Nadie nunca le dará la bienvenida a algo como tu. Es por eso por lo que tienes que arrastrarte en sus sueños. Ese es el único modo en que alguien alguna vez tendrá algo que ver contigo.
Él conocía demasiado bien la verdad de las palabras de Hypnos.
A lo largo de los siglos, había endurecido su corazón al mundo. A todo. Él se había aislado completamente, hasta la noche en cuando un par de ojos marrones, llenos de miedo, lo habían mirado con bondad y esperanza.
Ahora, sólo deseaba un modo de vivir su vida mirando esos ojos. Sintiendo sus diminutas manos sobre su piel.
Erin escuchó el corazón de V'Aidan golpeando bajo su mejilla. Él olía a sándalo y especias. Ella pasó su mano en donde el ladrón le había pegado un tiro, todavía la asombraba que no quedara ninguna cicatriz o herida. Esto era un terrible recordatorio del hecho que su día con V'Aidan había sido una ilusión.
Él no era de su mundo. Y sin duda esta noche ellos serían separados por la eternidad.
El pensamiento rompió su corazón. Ella no podía soportar pensar en no verlo otra vez.
Si esta era su última noche con él, entonces ella quería que durara.
Arrastrándose lentamente por su cuerpo, ella encontró su mirada y vio el hambre en sus cristalinos ojos plateados. Ahuecó su mejilla en su mano y lo besó.
V'Aidan gruñó ante el gusto de ella mientras su cuerpo rugía a la vida. Él rasgó la camisa de ella mientras rodaba para presionarla contra el sofá.
Erin oyó rasgarse la tela de algodón, pero no se preocupó. Ella lo deseaba con la misma desesperación. Tiró de su camisa pasándola sobre su cabeza y se regaló la vista con su pecho desnudo. Sólo cicatrices quedaban de las heridas que había sufrido, y él le había dicho que, por la mañana, si sobrevivía esta noche, se habrían ido.
Él quitó la ropa de ambos tan rápido que ella apenas pudo seguir sus movimientos. La apoyó, levantándola de espaldas, contra el brazo de sofá y se introdujo profundamente en ella.
Ambos gimieron al unísono.
Ella deseaba poder mantenerlo dentro de sí para siempre. No quería pasar nunca más otro día sin él.
V'Aidan le hizo el amor febrilmente, saboreando cada profunda estocada. Acarició sus pechos mientras la besaba, sintiéndola desde la cima de su cabeza hasta los dedos del pie.
Su cuerpo caliente lo rodeaba, aceptándolo a la perfección. Y la sensación de sus manos sobre su espalda…
Esto era la dicha. Dicha pura. Él cerró sus ojos y se deleitó sintiendo sus senos sobre su pecho, su lengua en su garganta. Oh, sí, él deseaba quedarse aquí con ella.
Para siempre.
Erin pasó su mano por su largo pelo, sus dedos se apretaron mientras el placer la recorría, cada empuje más profundo y más duro que el último. Ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura, levantando sus caderas para salir a su encuentro. Hundiéndolo en su cuerpo aún más profundo. Se adhirió a él mientras se corría, gritando su nombre.
Él besó sus labios y aceleró sus embestidas hasta vaciarse dentro de ella.
Erin se quedó inmóvil, sintiendo su esencia llenándola. Ella no quería moverse, no quería sentirlo abandonarla.
—Te amo, V'Aidan —dijo ella antes de poder contenerse.
V'Aidan se congeló al oír las palabras. Retirándose, la miró fijamente con incredulidad. —¿Qué?
Sus mejillas se sonrojaron mientras su mirada marrón dejaba en jirones su corazón. —Te amo.
—Tú no puedes. No es posible.
—Posible o no, lo hago.
V'Aidan la tomó en sus brazos y la abrazó con desesperación. Él tembló por la fuerza de que sentía por ella. Tan poderoso, tan aplastante.
Saciado con una intensidad que nunca había conocido antes, la puso sobre él y la escuchó respirar mientras el sueño la tomaba.
Él quería despertarla, pero lo pensó mejor. A diferencia de él, ella tenía que tener su sueño.
—Erin —susurró suavemente mientras le acariciaba el cabello. —Te lo prometo, siempre seré lo que piensas que soy.
Resignado a lo inevitable, él cerró sus ojos y esperó que M'Ordant y Krysti'Ana vinieran por ellos.
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