sábado, 28 de enero de 2012

KON cap 12

Cassandra no despertó hasta casi las seis de la tarde. Estaba completamente sola en la habitación. Levantándose, se puso un par de pantalones de maternidad negros y un enorme suéter gris que Phoebe le había dado.
Abrió la puerta y encontró a Chris, Wulf, y Kat comiendo, sentados en el piso del living. Se quedó boquiabierta al ver el festín que estaban consumiendo.
—¿Tienes hambre? –Preguntó Chris al verla dudando en la entrada—. Súmate. Wulf dijo que no había visto nada como esto desde sus días en un banquete escandinavo.
Cassandra se unió a ellos junto a la pequeña mesa que tenía docenas de platos. Estaba asombrada por la variedad de comidas que los Apolitas les habían conseguido. Tenían carne, pescado, pollo asado. Huevos, papas, bananas, manzanas asadas y cortadas. Lo que desearan.
Kat se chupó los dedos.
—Shanus dijo que no sabían qué o cuánto comían los humanos, así que se pasaron un poquito de la raya.
—¿Un poquito? –preguntó Cassandra riendo.
Había comida suficiente para un ejército entero de Cazadores Oscuros.
—Sí, lo sé –dijo Kat sonriendo—, pero todo está realmente bueno.
Cassandra estuvo de acuerdo en cuanto mordió una suculenta pata de cordero asado.
—Aquí está la salsa de menta –dijo Kat, alcanzándosela—. Espera hasta haber probado eso.
Wulf se estiró y secó el mentón de Cassandra.
—Tienes un poquito de grasa.
—Gracias.
Él asintió cariñosamente.
En cuanto Cassandra terminó y estaba satisfecha, quiso ir a caminar, para ayudar a combatir su consumo de comida. Wulf caminó con ella, sin querer dejarla ir sola en caso de que algo sucediera.
Abandonaron el apartamento y se encaminaron de regreso a la parte comercial de la ciudad subterránea para que ella pudiese mirar los escaparates. Pero mientras caminaban junto a los ciudadanos Apolitas, la animosidad que dirigían hacia Wulf era tangible.
Y no era como si él pudiese mezclarse entre la alta y rubio—dorada raza. No había dudas de que Wulf no pertenecía allí.
Cassandra estaba mirando una tienda que tenía ropa de bebés cuando un joven que tenía la apariencia de un humano de dieciséis años, pero que probablemente tenía sólo once o doce años Apolitas, pasó junto a ellos.
—Discúlpame –dijo Wulf, deteniéndolo. Los ojos del chico estaban aterrados—. No te preocupes, niño, no voy a lastimarte –dijo Wulf, su voz era amable—. Sólo quería preguntarte acerca del emblema que tienes en el suéter.
Cassandra giró para ver la trama circular entrelazada en el centro de la remera.
El chico tragó nerviosamente, como si estuviera aterrado de que Wulf estuviera a un paso de lastimarlo.
—Es el símbolo del Culto de Pollux.
Los ojos de Wulf se oscurecieron peligrosamente.
—Entonces sí esconden Daimons aquí.
—No –dijo el chico, su rostro aún más asustado.
—¿Hay algún problema?
Cassandra miró más allá del joven para encontrarse con una mujer de su edad aproximándose. Estaba vestida con un uniforme color crema que denotaba a un oficial de policía Apolita fuera de servicio. Aunque el término “policía” no tenía el mismo significado para ellos que para los humanos. La policía Apolita sólo servía para controlar a los Daimons, ya que los Apolitas raramente peleaban, y jamás rompían las reglas de su gente.
Phoebe le había dicho que le pagaban a la policía Elysia para escoltar a cualquier Apolita que estuviera por convertirse en Daimon fuera de la ciudad, y darles dinero y transporte hacia el mundo humano.
—No hay problema –le dijo Cassandra a la oficial, quien miraba a Wulf fríamente.
El chico escapó corriendo mientras la mujer hacía un gesto de desprecio hacia Wulf.
—No soy una niña para vivir temiéndole, Cazador Oscuro. De cualquier modo, luego de esta noche no hay nada que pueda hacerme.
—¿Y con eso quiere decir?
—Que muero mañana.
El corazón de Cassandra se encogió ante sus palabras.
—Lo siento.
La mujer la ignoró.
—Entonces, ¿por qué estaba asustando a mi hijo?
El rostro de Wulf estaba impasible, pero Cassandra lo conocía lo suficientemente bien como para saber que le dolía la situación de la mujer tanto como a ella. Ella vio la compasión en sus ojos oscuros, lo escuchó en el tono de su voz cuando habló.
—Sólo quería saber acerca del símbolo en su remera.
—Es nuestro emblema –dijo ella, con los labios aún fruncidos—. Cada Apolita aquí presta juramento en su mayoría de edad para defender el Código de Pollux. Al igual que el antiguo dios, todos nosotros estamos ligados a los demás. Jamás traicionaremos a nuestra comunidad o a nuestros hermanos. Ni seremos cobardes. A diferencia de otros Apolitas, no practicamos el ritual suicida la noche antes de nuestro cumpleaños. Apolo quiso que muriésemos dolorosamente, y no discutimos su sentencia. Mi hijo, junto con todos mis parientes, está vistiendo el distintivo para honrarme y para honrar el hecho de que rehúso a escapar de mi herencia.
Había un destello sospechoso en los ojos de Wulf.
—Pero he visto ese emblema fuera de aquí. Lo llevaba un Daimon particularmente perverso, al que maté un año atrás.
El gesto de desprecio de la oficial se convirtió en uno de remordimiento. Cerró los ojos y dio un respingo como si la noticia la lastimara.
—Jason –susurró el nombre—. Siempre me pregunté qué habría sucedido con él. ¿Partió rápidamente?
—Sí.
La oficial suspiró recortadamente.
—Me alegra. Era un buen hombre, pero la noche antes de morir escapó de aquí, asustado. Su familia intentó detenerlo, pero él no quería prestar atención. Dijo que se rehusaba a morir cuando jamás había visto el mundo de arriba. Mi esposo fue quien lo sacó de aquí y lo dejó ir. Debe haber estado aterrado allí arriba, solo.
Wulf se burló.
—No me pareció que estuviera aterrado. Al contrario, él quemó ese emblema con cada humano que asesinó.
La oficial golpeó ligeramente su mentón tres veces con sus dos primeros dedos; un gesto Apolita sagrado.
—Que dios le conceda paz. Debe haber estado cazando almas malignas.
—¿Qué quiere decir? –preguntó Wulf.
—Él era uno de los Daimons que se negaba a matar a humanos inocentes –explicó Cassandra—, y que, en cambio, cazaba criminales. Después de todo, las almas criminales están llenas de poder, abastecidas de furia y odio. El único problema es que sus almas están contaminadas, y si el Daimon no es lo suficientemente fuerte, su veneno puede apoderarse de ellos y hacer al Daimon tan maligno como lo eran ellos.
La oficial asintió.
—Parece que Jason fue víctima de eso. Para el momento en que usted lo mató, él probablemente deseaba morir. Es una tortura total cuando las almas comienzan a tomar posesión y control sobre uno. O al menos eso es lo que me han dicho –suspiró—. Ahora, si me disculpan, me gustaría pasar todo el tiempo posible con mi familia.
Cassandra le deseó buena suerte.
Con un asentimiento, la oficial los abandonó y fue en busca de su hijo.
Wulf miró a la mujer partir, con los ojos oscuros y tristes.
—Entonces no estabas haciéndome una broma acerca de los Daimons.
—Por supuesto que no.
Wulf pensó en eso. Había tanto sobre ellos que los Cazadores Oscuros no sabían. En realidad lo asombraba.
Ella había tenido razón. Ya que los Cazadores Oscuros pasaban tanto tiempo aniquilando a los Daimons, deberían tener una mejor comprensión de ellos.
Pero quizás era mejor que no. Era mucho más sencillo matar a alguien por quien no te apenabas. Era más sencillo pensar en términos de blanco y negro.
Bueno y malo.
—Vayamos a ver a Phoebe –dijo Cassandra, tomando su mano y llevándolo hacia otro corredor—. Me dijo que podía ir en cualquier momento.
No les tomó demasiado tiempo llegar al departamento de su hermana. El lado de la ciudad de Phoebe era mucho más atareado que el suyo.
Wulf se quedó a un lado, viendo a los Apolitas que caminaban apresuradamente junto a ellos mientras Cassandra insertaba el código de la cerradura de Phoebe.
Cassandra estaba haciendo su mejor intento para no pensar en el futuro. O en la oficial que estaba pasando su última noche con su familia. Tal como ella haría un día, demasiado pronto, con Wulf.
Cómo necesitaba apartarlo. Mantenerlo a raya para que su muerte no lo lastimara demasiado.
En cambio, se concentró en el hecho de que aún tenía a una de sus hermanas con ella.
La puerta se abrió.
Cassandra comenzó a entrar a la habitación, y entonces se quedó helada. Phoebe estaba en el sillón, encima de Urian. Sus pieles desnudas parecían perfectas bajo la apagada luz de las velas que habían sido colocadas por todo el cuarto.
Cassandra se quedó boquiabierta al encontrarlos en flagrante delito.
Phoebe se sacudió, con la boca cubierta de sangre.
Mortificada, Cassandra dio un paso atrás y cerró la puerta.
—Oh, es realmente un mal momento.
—¿Qué? –preguntó Wulf mientras giraba hacia ella.
Agradecida de que él no los hubiera visto y se hubiese vuelto loco por el modo en que la mayoría de los Apolitas se alimentaban, Cassandra lo tomó de la mano.
—Creo que hablaré con ella más tarde.
Wulf no cedió fácilmente.
—¿Qué sucedió?
Cassandra no quería compartir su experiencia con un Cazador Oscuro que juzgaría duramente a su hermana por alimentarse.
La puerta del apartamento se abrió.
—¿Cassie? –Ahora Phoebe vestía una gruesa bata de baño azul. Su rostro y boca estaban limpios, pero su cabello estaba completamente despeinado—. ¿Sucede algo malo?
—Nada que no pueda esperar –se apresuró a decir Cassandra, para dejarla segura—. Ve a terminar y hablaremos más tarde.
Con el rostro sonrojado, Phoebe regresó adentro.
Wulf se echó a reír.
—Déjame adivinar. ¿Urian está dentro con ella?
El rostro de Cassandra se encendió aún más que el de su hermana.
Él rió con más ganas.
—No es gracioso, Wulf –le dijo bruscamente—. ¿Cómo te sentirías si alguien se entrometiera entre nosotros?
—Tendría que matarlo.
—Bueno, ahí lo tienes. Estoy segura de que Urian se siente del mismo modo. Ahora regresemos, así no tengo que pensar en el hecho de que la imagen de ellos dos juntos desnudos me dará pesadillas durante meses.
Mientras iban hacia el corredor, una niña se acercó corriendo a Wulf. Estiró el cuello para mirarlo acusadoramente.
—¿Realmente va a matar a mi hermanita esta noche porque no se lavó detrás de las orejas?
Ambos quedaron horrorizados por la pregunta.
—¿Perdón? –preguntó Wulf.
—Mi mami dice que los Cazadores Oscuros matan a los niños y a las niñas cuando no se comportan. No quiero que usted mate a Alycia. Ella no es mala, es sólo que no le gusta mojarse las orejas.
Wulf se arrodilló frente a la niñita y le apartó el cabello del rostro.
—Pequeña, no voy a lastimar a tu hermanita, ni a ti, ni a nadie más aquí. Te lo prometo.
—¡Dacia! –Dijo un hombre bruscamente mientras se acercaba con rapidez—. Te dije que jamás hables con nadie de cabello oscuro.
Tomó a su hija en brazos y escapó con ella, como si tuviese miedo de que Wulf fuera realmente a matarla.
—¿¡Nunca nadie les dijo que no lastimamos a los Apolitas!? –Gritó Wulf detrás de ellos—. Por dios –dijo en voz baja—. Y todo este tiempo, pensé que Christopher era la única persona a la que aterrorizaba.
Un hombre que pasaba respondió a sus palabras escupiendo los zapatos de Wulf.
—¡Hey! –Dijo Cassandra con furia, yendo detrás del hombre—. No hay necesidad de ser rudo.
El hombre la miró con repugnancia.
—¿Cómo pudiste permitir que algo como él te tocara? Creo que deberíamos haber dejado que murieses a mano de los Daimons. Es lo que una puta como tú merece.
Con sus ojos oscureciéndose, Wulf aporreó al Apolita. Duro. El Apolita se tambaleó y luego cargó contra él.
Atrapó a Wulf por el estómago y lo empujó contra la pared. Cassandra gritó al verlos, deseando detenerlos, pero tenía demasiado miedo de lastimar al bebé como para intentarlo.
De repente, aparecieron Apolitas por todos lados para separarlos. Incluso Urian apareció de la nada.
Fue él quien apartó a Wulf. El tono de su piel era ceniciento, y era evidente que estaba extremadamente débil. Aún así, se colocó entre Wulf y el Apolita, y mantuvo una mano sobre cada uno.
—¡Suficiente! –le rugió Urian a ambos.
—¿Estás bien? –le preguntó Wulf.
Urian los soltó. El Apolita fue llevado por los otros, pero les lanzó una malévola mirada mientras se iba.
—Es necesario que te mantengas fuera de vista, Cazador Oscuro –dijo Urian, su tono mucho más bondadoso de lo que había sido antes.
Se pasó una mano sobre la frente cubierta de sudor.
—Realmente no te ves bien –dijo Wulf, ignorando su advertencia—. ¿Necesitas algo?
Urian negó con la cabeza, como intentando aclararla.
—Sólo necesito descansar un poco. –Miró a Wulf con los labios fruncidos—. ¿Puedes mantenerte fuera de problemas lo suficiente?
—¿Uri? –preguntó Phoebe mientras se unía a ellos—. ¿Tomé demasiado?
El rostro de Urian se suavizó instantáneamente. La apretó contra su costado y besó el costado de su cabeza.
—No, amor. Sólo estoy cansado. Voy a estar bien.
Se apartó y se encaminó de regreso a su apartamento. Y se tambaleó.
—Mierda –dijo Wulf.
Antes de que Cassandra supiera lo que estaba haciendo, Wulf tenía el brazo de Urian colgado sobre sus hombros e iba hacia su departamento.
—¿Qué estás haciendo? –preguntó Urian enojado.
—Estoy llevándote con Kat antes de que te desmayes.
Urian siseó.
—¿Por qué? Ella me odia.
—También yo, pero los dos estamos en deuda contigo.
Cassandra no habló mientras ella y Phoebe los seguían todo el camino de regreso a su apartamento.
Kat y Chris estaban jugando a las cartas cuando ellos entraron.
—Oh, dios, ¿qué sucedió? –preguntó Kat en cuanto vio a Urian.
—Creo que tomé demasiada sangre de él –dijo Phoebe, con su hermoso rostro arrugado por la preocupación.
Wulf recostó a Urian sobre el sofá.
—¿Puedes ayudarlo? –le preguntó a Kat.
Kat quitó a Wulf del camino. Puso dos dedos frente al rostro de Urian.
—¿Cuántos dedos ves?
—Seis.
Ella le pegó en el costado.
—Basta. Esto es serio.
Urian abrió bien los ojos e intentó enfocar bien la mirada en su mano.
—Tres… creo.
Kat sacudió la cabeza.
—Volveremos.
Cassandra observó admirada cómo Kat los despedía fuera de la habitación.
—¿Por qué no hizo eso cuando Stryker estaba persiguiéndonos? –preguntó Chris.
—Está llevándolo a Kalosis, Chris –respondió Phoebe—. Dudo que alguno de ustedes desee ir a un reino gobernado únicamente por Daimons Spathi y una diosa antigua realmente enfadada que está resuelta a destruir el mundo entero.
—Sabes –dijo Chris—. Realmente me gusta este sitio. Sin mencionar que ahora puedo ver la mano de Kat. –Tomó las cartas de ella y maldijo—. Debería haber sabido que no estaba fanfarroneando.
Cassandra observó con atención a su hermana. Pese a la preocupación en su rostro, Phoebe se veía mucho mejor que antes. Sus mejillas estaban rosadas, su piel brillante.
—Lamento tanto haberlos interrumpido –dijo Cassandra, con el rostro acalorándose nuevamente.
—No, por favor. Quiero decir, no lo conviertas en una costumbre, por tu bien, pero si no hubieses entrado, podría haberlo matado. Tiene una mala tendencia a no decirme cuando he tomado demasiada sangre. A veces me asusta.
Wulf cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Entonces los Daimons pueden morir por pérdidas de sangre?
—Sólo cuando les está siendo absorbida –respondió Cassandra.
Phoebe lo miró con una ceja enarcada.
—¿Estás planeando usar eso en nuestra contra?
Wulf negó con la cabeza.
—Preferiría morir antes que chupar del cuello de otro hombre. Eso es asqueroso. Además, ¿no me dijiste que así es como los Apolitas pueden ser transformados en Daimons? Da por sentado lo que queda por probar, como los Cazadores Oscuros no tienen alma, ¿ellos también podrían ser convertidos en Daimons?
—Sí, pero la sangre de los Cazadores Oscuros es venenosa para los Daimons –dijo Chris mientras mezclaba su mazo de cartas—. ¿No es eso lo que hace que ningún Daimon pueda alimentarse de ustedes o convertirlos?
—Tal vez… —dijo Phoebe—. Pero las almas que no están encarnadas pueden poseer a un Cazador Oscuro, y como Uri y yo compartimos almas, hace que te preguntes si tal vez un Daimon y un Cazador Oscuro también podrían compartir una.
—Esperemos que jamás lo sepamos –dijo Wulf mientras se movía para sentarse en el sillón frente a Chris.
Phoebe giró hacia Cassandra.
—Entonces, ¿qué querías cuando fuiste a verme?
—He estado armando una caja de recuerdos para el bebé. Notas y fotos mías. Pequeños recordatorios que le cuenten sobre nuestra gente y nuestra familia, y me preguntaba si te molestaría agregar algo tuyo.
—¿Por qué necesitarías algo así cuando estaré más que feliz de contarle todo lo que quiera saber?
Cassandra vaciló, sin querer lastimar los sentimientos de su hermana.
—Él no puede crecer aquí, Phe. Tendrá que estar con Wulf en el mundo humano.
Los ojos de su hermana lanzaron fuego.
—¿Por qué no puede crecer aquí? –Insistió Phoebe—. Podemos protegerlo tan bien como Wulf. Probablemente mejor aún.
Wulf levantó la mirada mientras Chris le repartía una mano de cartas.
—¿Y qué sucede si es aún más humano que Cassandra? ¿Estaría a salvo aquí?
La indecisión en el rostro de Phoebe lo decía todo.
No, no lo estaría. Habían visto suficiente del tratamiento a Wulf como para verificarlo. Los Apolitas no eran mucho más tolerantes con los humanos de lo que los humanos eran con los Apolitas.
Al menos ya no se ataban a postes y se prendían fuego entre sí.
Al menos no con frecuencia.
Wulf miró significativamente a Phoebe.
—Puedo protegerlo a él y a sus hijos mucho más fácil que tú. Creo que la tentación de tener a un alma humana aquí sería demasiado que soportar para tu gente. Especialmente dado lo mucho que odian a los Cazadores Oscuros. Qué golpe maestro. Matan a mi hijo, obtienen un alma humana, y cobran venganza contra lo que más aborrecen.
Phoebe asintió.
—Supongo que tienes razón. –Tomó la mano de Cassandra—. Sí, me gustaría agregar algunas cosas a esa caja para él.
Mientras Wulf y Chris jugaban a las cartas, Cassandra fue a la habitación y recuperó la gran caja con incrustaciones de plata que Kat había traído de la casa, junto con papel y bolígrafos.
Ella y Phoebe escribieron cartas para el bebé. Luego de un rato, Phoebe la dejó a solas para hacer un recado rápido.
Cassandra se quedó sentada sola en la habitación, pasando las páginas de notas y cartas que había hecho para su hijo. Cómo deseaba poder verlo crecer. Daría cualquier cosa por vislumbrar a su hijo como un hombre adulto.
Quizás Wulf podría contactar a un Were-Hunter y hacer que la llevara adelante en el tiempo. Sólo para un ligero vistazo. Sólo para permitirle ver lo que se perdería.
Pero entonces eso podría ser aún peor. Además, las mujeres embarazadas no podían viajar a través de los portales del tiempo.
—Espero que te parezcas a tu padre –dijo, frotando su vientre suavemente mientras imaginaba al pequeño bebé dentro suyo.
Podía verlo fácilmente con el cabello negro y ondulado como el de Wulf. Sería alto, musculoso.
Y sería forzado a crecer sin el amor de una madre. Al igual que Wulf estaría forzado a verla morir…
Un sollozo atravesó su garganta mientras alcanzaba otro pedazo de papel. Escribió rápidamente, aguantando las lágrimas, diciéndole a su hijo cuánto lo amaba. Dejándole saber que aunque no estuviese físicamente con él, estaría a su lado espiritualmente.
De algún modo ella encontraría la manera de velar por él. Siempre.
Terminó la carta, la colocó en la caja y luego la llevó al living, donde los chicos aún jugaban a las cartas. Tenía miedo de estar sola. Sus pensamientos tenían un desagradable modo de torturarla cada vez que estaba a solas.
Chris y Wulf eran campeones en mantener su mente fuera del futuro. En hacerla sonreír incluso cuando no tenía ganas de hacerlo.
Chris justo había metido a Cassandra en su juego cuando Phoebe regresó con un libro.
—¿Qué es esto? –preguntó mientras Phoebe lo agregaba a la caja que estaba sobre el sillón, junto a ella.
—Es un libro de cuentos de hadas Apolitas –dijo Phoebe—. ¿Recuerdas el que mamá solía leernos cuando éramos pequeñas? Donita los vende en su tienda, así que fui a comprar uno para el bebé.
Sospechoso, Wulf tomó el libro y pasó las hojas con el ceño fruncido.
—Hey, Chris –dijo, alcanzándoselo a su Escudero—. Tú lees griego, ¿verdad?
—Sí.
—¿Qué hay aquí?
Chris comenzó a leer en silencio, y entonces empezó a reír. Mucho.
Cassandra se encogió mientras recordaba algunas de las cosas que su madre les había leído cuando eran niñas.
Chris continuaba riendo.
—No sé si quieres que el bebé vea esto si eres quien va a criarlo.
—Déjame adivinar –dijo Wulf, entrecerrando los ojos al mirar a Phoebe—. ¿Tendrá pesadillas en las que papi va a cazarlo y arrancarle la cabeza?
—Algo así. Estoy particularmente aficionado a uno titulado: “Acheron el Gran Malvado.” —Chris se detuvo mientras pasaba a otra historia—. Oh, espera… Va a encantarte ésta. Tienen la historia del malicioso Cazador Oscuro nórdico. ¿Recuerdas la historia de la bruja y el horno? En esta apareces con una estufa.
—¡Phoebe! –dijo Wulf bruscamente, mirándola.
—¿Qué? –preguntó la hermana de Cassandra inocentemente—. Esa es nuestra herencia. No es como si ustedes no canjean historias acerca de Andy el Malvado Apolita o Daniel el Daimon Asesino. Sabes, veo películas humanas y también leo sus libros. No son exactamente agradables con mi gente. Nos retratan a todos como asesinos desalmados que no tienen compasión ni sentimientos.
—Sí, bueno –dijo Wulf—, resulta que tu gente son demonios chupa—almas.
Phoebe levantó la cabeza con actitud.
—¿Alguna vez conociste a un banquero o a un abogado? Dime quién es peor, ¿mi Urian o uno de ellos? Al menos nosotros necesitamos el alimento; ellos sólo lo hacen por márgenes de beneficio.
Cassandra rió ante sus bromas, y luego le quitó el libro de las manos a Chris.
—Agradezco la idea, Phe, ¿pero podríamos encontrar un libro que no pinte a los Cazadores Oscuros como Satanás?
—No creo que exista ni uno solo. Y si es así, jamás lo he visto.
—Genial –refunfuñó Wulf, tomando otra carta—, sencillamente genial. Mi pobre hijo tendrá pesadillas toda su infancia.
—Confía en mí –dijo Chris mientras aumentaba su apuesta contra Wulf—. Ese libro será el menor de los problemas de tu hijo contigo como padre.
—¿Qué quieres decir? –preguntó Cassandra.
Chris dejó sus cartas y la miró a los ojos.
—¿Sabes que cuando era pequeño, en realidad me llevaban a todos lados sobre un almohadón? Tuve un casco hecho a medida y tuve que usarlo hasta los cuatro años.
—Eso es porque te golpeabas la cabeza cada vez que te enojabas. Tenía miedo de que fueras a producirte daño cerebral.
—El cerebro está bien –dijo Chris—. Mi ego y mi vida social están en el retrete. Tiemblo al pensar en lo que le harás a ese niño. —Chris bajó la voz e imitó el rítmico acento nórdico de Wulf—. No te muevas, podrías amoratarte. Oops, un estornudo, mejor llamemos a especialistas de Bélgica. ¿Dolor de cabeza? Que Odín no lo permita, podría ser un tumor. Rápido, tráiganlo para una tomografía computada.
Wulf lo golpeó en el hombro en broma.
—Y aún así estás vivo.
—Y aún mejor, para procrear para ti. —Chris miró a Cassandra—. Es una vida increíble. —Chris bajó la mirada como si estuviera pensando en eso durante un instante—. Pero hay algunas peores.
Cassandra no estaba segura de quién estaba más sorprendido por esa confesión. Ella o Wulf.
Chris se levantó y fue al vestíbulo, donde había una mesa de caballetes con bocados y bebidas. Se sirvió más Coca—Cola y tomó algunas papas fritas antes de que él y Wulf reanudaran su juego de cartas.
Era justo antes de la medianoche cuando Urian se unió a ellos. Se veía mucho mejor que antes. Su piel profundamente dorada tenía un brillo saludable. Sus ojos brillaban y por una vez llevaba su largo cabello rubio sobre los hombros. Cassandra le daba crédito a Phoebe. Su esposo era extremadamente hermoso.
Cuando estaba completamente vestido de negro, no había mucha diferencia entre Urian y un Cazador Oscuro. Excepto por lo que necesitaban para poder vivir.
Phoebe sonrió mientras Urian se acercaba a ella.
Wulf no. De hecho, la tensión entre ambos hombres era terrible.
—¿Cuál es el problema, Cazador Oscuro? –Preguntó Urian mientras pasaba su brazo alrededor de los hombros de Phoebe—. ¿Esperabas que muriera?
—No, simplemente me preguntaba a quién asesinaste para recuperar tu salud.
Urian apenas rió con diversión.
—Estoy seguro de que las vacas que tú comes tampoco están muy emocionadas por su asesino.
—No son personas.
Urian hizo un gesto de desprecio.
—En caso de que no te hayas dado cuenta, Cazador Oscuro, hay mucha gente allí afuera que tampoco es humana. —Tomando la mano de Phoebe, Urian la condujo hacia la puerta—. Vamos, Phe, no me queda mucho tiempo antes de tener que regresar a Kalosis, y no quiero pasarlo con mis enemigos.
En cuanto Urian y Phoebe partieron, Chris fue a acostarse.
Cassandra y Wulf estaban solos.
—¿Crees que Kat está bien? –le preguntó Wulf mientras recogía el vaso de Chris y tapaba las papas fritas.
—Estoy segura. Probablemente volverá pronto.
Cassandra juntó las cartas de su hermana para el bebé y las metió dentro de la caja.
—Luego de que compró ese libro, tiemblo al pensar en lo que tu hermana escribió en esas cartas.
—Hmmm –dijo Cassandra, observando la caja—. Quizás debería leerlas antes…
—Bueno, si me describen como un demonio infernal, lo apreciaría.
Cassandra dejó caer la mirada hacia su falda y al bulto que ya estaba allí.
—No lo sé. Según mi experiencia, eres un demonio caliente.
Él arqueó una ceja.
—¿Lo soy?
—Ahá. Extremadamente caliente.
Él rió, luego la besó lenta y abrasadoramente.
—Sabes a limón –susurró contra sus labios.
Cassandra se lamió los labios mientras recordaba haber puesto jugo de limón en su pescado.
Wulf sabía a decadencia, salvaje y feroz decadencia, y aceleraba su corazón.
—¡Oh, oh, espera, estoy quedándome ciega!
Wulf se apartó ante el sonido de la voz de Kat.
Cassandra miró sobre su hombro para encontrarse con su amiga parada en la entrada.
Kat cerró la puerta detrás suyo.
—Gracias a dios que nadie está desnudo.
—Tres segundos más y lo hubiésemos estado –bromeó Wulf.
—¡Ew! –Se encogió Kat—. Más información de la que necesitaba.
Fue a sentarse frente a ellos. Dejando de lado las bromas, los rasgos de Kat parecían apretados.
Wulf estaba un poco disgustado por su interrupción.
Cassandra se apartó de él y giró para enfrentarse a Kat.
—¿Sucede algo malo?
—Un poquito. Stryker no está contento con tu desaparición. La Destructora también estaba enojada conmigo. Mucho. Afortunadamente, no ha anulado la ley de no—tocar en lo que me concierne. Nos da algún margen, pero no estoy segura de cuánto tiempo la cumplirá Stryker.
—¿Tendrás alguna advertencia si la anulan? –preguntó Wulf.
—No lo sé.
—¿Qué sucedió con Urian? –Preguntó Cassandra—. ¿Se enteraron de que nos ayudó?
—No, no lo creo. Pero les diré algo. Temo lo que Stryker podría hacerle si alguna vez se entera de que Urian estaba ayudándonos. Quiere que tú y el bebé mueran del peor modo.
Cassandra tragó con esfuerzo al escucharla, luego cambió de tema.
—¿Y qué hicieron ustedes dos?
—Dejé a Urian en su casa para que nadie pudiera saber que lo estaba ayudando. Si alguien me viera cerca suyo, sospecharían inmediatamente. No hemos sido precisamente amigos en estos siglos. Demonios, ni siquiera hemos sido cordiales.
—¿Por qué? –Inquirió Cassandra—. Él parece bastante agradable. Un poquito reservado, pero no puedo culparlo realmente por eso.
—Confía en mí, querida, es un Urian diferente aquí. No es el mismo tipo al que he conocido durante once mil años. El Urian al que he conocido no vacilaría en matar a nada o a nadie bajo órdenes de su padre. Lo he visto quebrar el cuello de cualquier Daimon que se atravesaba en su camino, y no quieres saber lo que le hace a los Were-Hunters que los traicionan.
Wulf buscó su trago sobre la mesa de café.
—Los Spathis son la razón por la que los Cazadores Oscuros nunca salen de los bolt-oles, ¿verdad?
Ella asintió.
—El bolt-hole te deja justo en medio del salón de banquetes principal de Kalosis. En el corazón de su ciudad. Los Cazadores Oscuros son asesinados instantáneamente. A los Weres les dan una oportunidad. Pueden jurar lealtad a la Destructora y ser perdonados, o mueren.
—¿Y los Daimons?
—Son bienvenidos siempre y cuando entrenen con los Spathis y defiendan su código de guerreros. En el instante en que muestran debilidad, también mueren.
Wulf suspiró lentamente.
—Lindo sitio del que provienes, Kat.
—Ese no es mi lugar. Yo provengo del Olimpo.
—¿Entonces cómo te involucraste con la Destructora?
Cassandra también estaba curiosa acerca de eso.
Kat estaba avergonzada.
—No puedo tocar ese tema.
—¿Por qué no? –preguntó Cassandra.
Kat se encogió de hombros.
—Es algo de lo que nadie habla, y menos aún yo.
Bueno, eso era simplemente irritante y no le decía nada. Pero Cassandra tenía otras cosas en su mente.
—¿Crees que Stryker será capaz de encontrarnos aquí?
—Sinceramente, no lo sé. Stryker tiene muchos espías en las comunidades Apolitas y Were. Fue como nos encontró antes. Aparentemente uno de los Weres del Inferno trabaja con él y lo contactó en cuanto atravesamos la puerta.
Wulf señaló la puerta que conducía a la ciudad.
—¿Entonces cualquiera de las personas allí afuera podría traicionarnos?
—No voy a mentir y decirles que no. Es posible.
Cassandra tragó con esfuerzo mientras el miedo invadía su corazón.
—¿Hay algún sitio seguro?
—En este momento… no.

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