Talon se despertó sintiendo su brazo en llamas.
Siseando, sacó la mano de un tirón, fuera de la luz del sol, que entraba a raudales a través de la ventana, la cual estaba al otro lado de la cama extremadamente rosa. Se empujó a sí mismo contra el cabezal blanco de mimbre para evitar así un mayor contacto de los rayos mortíferos con su cuerpo.
Sopló aire fresco a través de su mano, pero todavía le ardía y dolía.
¿En dónde diablos estaba?
Por primera vez en siglos, sintió una ola de incertidumbre recorrerlo.
Talon nunca estaba fuera de su elemento. Nunca fuera de control. Su vida entera había sido balance y moderación extremos.
Nunca en su existencia de Dark Hunter se había encontrado inseguro o confundido.
Pero ahora mismo, no tenía idea dónde estaba, la hora del día, o quiénes eran las mujeres que escuchaba al otro lado de las cortinas rosadas.
Entrecerrando los ojos contra la brillante luz solar que perforaba dolorosamente sus ojos, miró alrededor de la excéntrica habitación y se dio cuenta que estaba atrapado entre dos ventanas abiertas. Su corazón martillaba. No había ninguna forma segura de poder salir de la cama. La única dirección en que podía salir era a la izquierda y hacia una esquina en la que había una endeble mesita de luz rosada.
Demonios.
A pesar del fuerte dolor de cabeza, empezó a recordar lo hechos de la noche anterior con abrumadora claridad. La pelea.
La mujer...
Aquella cosa grande, no importa qué, estrellándose contra él.
Si bien el cuerpo le dolía y estaba lastimado, sus poderes de Dark Hunter le habían permitido cicatrizar mientras dormía. En unas horas desaparecería hasta la menor dolencia.
Hasta entonces, necesitaba salir de esa trampa mortal de luz solar. Cerrando los ojos, Talon convocó una nube oscura que cubriera el sol así la brillante luz del día no haría estragos a su vista.
Si él quisiera, podía convocar suficientes nubes para convertir el cielo del día en uno tan oscuro como el de la noche. Pero no le serviría de nada. La luz del día aun era la luz del día.
Su exclusivo poder de Dark Hunter le permitía controlar los elementos, el clima y poder cicatrizar rápido, pero no tenía control sobre el dominio de Apolo. Claro u oscuro el día todavía pertenecía a Apolo, y si bien Apolo estaba técnicamente jubilado, el dios griego nunca toleraría que un Dark Hunter caminara en su territorio.
Si Apolo le divisaba afuera o cerca de una ventana durante la luz del día, Talon no sería nada más que una tira de tocino en la acera.
Ser un celta extracrispy[1] no le atraía en lo más mínimo.
Con sus ojos aun ardiendo, Talon empezó a dejar la cama, y se detuvo. No había nada entre él y las sábanas con aroma a patchoulí y trementina.
¿Qué sucedió con mis ropas? Estaba realmente seguro de no haberse desnudado anoche.
¿Habían ellos...?
Frunció el ceño mientras buscaba en su memoria. No, no era posible. Si él hubiera estado despierto el tiempo suficiente para tener sexo con ella, habría estado lo suficientemente despierto para dejar el lugar mucho antes de la salida del sol.
–¿Dónde está?
Levantó la mirada al escuchar la voz tan poco familiar al otro lado de la tela anudada teñida de rosado, la cual estaba colgada para formar una pared alrededor de la cama.
Dos segundos más tarde, la tela se deslizó para revelar a una atractiva mujer que parecía estar a finales de los treinta. El pelo largo y negro estaba peinado en una trenza gruesa y vestía una falda larga de color negro y una túnica.
Era notablemente parecida a la mujer que encontrara anoche. Y a primera vista, podía ser fácil confundirla con su contraparte menor.
–Oye, Sunshine, tu amigo está despierto. ¿Cuál es su nombre?
–No lo sé, Starla. No pregunté.
Oh, esto se ponía cada vez extraño y más extraño.
Inmutable por su presencia, la mujer entró al cuarto y se paró del lado de la cama donde estaba la mesa de luz.
–Te pareces a un Steve –dijo mientras se inclinaba y levantaba la tela que cubría la mesita de luz y buscaba en una pila de revistas que estaban escondidas bajo esta–.¿Tienes hambre, Steve? –Antes de que él pudiera contestar, alzó la voz–. No esta aquí.
–Está bajo las viejas copias de los artículos sobre arte.
–No esta aquí.
Sunshine entró en el cuarto. Caminando con la gracia de una princesa de las hadas, vestía un vestido púrpura con mangas largas tan brillante que tuvo que entrecerrar los ojos por el fuerte tono. Como ella cruzó frente a la ventana, se percató que el material era bastante delgado y transparente, brindándole a él una vista agradable de sus exuberantes y amplias curvas y el hecho que ella no llevaba nada debajo de ese vestido.
Nada excepto su piel bronceada.
Su garganta quedó seca.
Ella se estaba limpiando la pintura de las manos con una toalla mientras se movía hacia la mesita de luz sin echarle aún una mirada.
–Está justo aquí –dijo, tirando de una revista y dándosela a la mujer mayor. Finalmente, Sunshine miró hacia la cama y encontró su mirada–.¿Tienes hambre?
–¿Dónde están mis ropas?
Ella lanzó una vergonzosa mirada a Starla.
–¿Le preguntaste el nombre?
–Es Steve.
–No es Steve.
Sunshine no le prestó atención mientras rodeaba a Starla para quedar frente a él. Ambas mujeres lo miraron ahí, acostado en la cama, como si fuera una curiosidad inanimada.
Talon subió la sábana rosa más arriba sobre su cintura. Luego, repentinamente cohibido, movió su pierna desnuda bajo la cubierta y dobló la rodilla a fin de que la parte central de su cuerpo no fuera tan obvia debajo del delgado algodón.
Las dos mujeres mantenían los ojos clavados en él.
–¿Ves lo que te decía? –preguntó Sunshine–. ¿No tiene el aura más increíble que alguna vez hayas visto?
–Definitivamente tiene un alma antigua. Con sangre Druida. Estoy segura de eso.
–¿Lo crees? –Sunshine preguntó.
–Oh, sí. Necesitamos hablarle y que nos deje hacerle una regresión a la vida pasada y ver con que nos encontramos.
«Ok, ambas estaban locas».
–Mujeres –dijo abruptamente–. Necesito mis ropas, y las necesito ahora.
–Mira –dijo Sunshine–. Mira la forma en que cambia su aura. Está absolutamente viva.
–Sabes, nunca vi algo así. Es realmente inusual. –Luego Starla salió del cuarto hojeando la revista.
Sunshine aun se limpiaba la pintura de las manos.
–¿Hambre?
¿Cómo podía hacer eso? ¿Cómo podía cambiar de un tema a otro y luego regresar otra vez?
–No –dijo él, tratando de mantenerla en el tema principal–. Quiero mis ropas.
Ella realmente se acobardó.
–¿Que sucedió con las etiquetas de tus pantalones?
Talon frunció el ceño ante la extraña pregunta.
Él estaba refrenando su irritación y su temperamento, pero algo alrededor de esta mujer lo hacia muy difícil.
–¿Perdón?
–Bueno, tú sabes, estaban cubiertos de sangre...
Un mal presentimiento se asentó en su estomago.
–¿Y?
–Los iba a limpiar, y...
–¿Oh mierda, los lavaste?
–No fue el lavado el que los estropeó tanto como el secado.
–¿Secaste mis pantalones de cuero?
–Bueno, no sabía que eran de cuero –dijo suavemente–. Se sentían realmente suaves y extraños que pensé que era cuerina o algo por el estilo. Lavo mi vestido de cuerina todo el tiempo sin que se desintegre y se encoja como les paso a tus pantalones.
Talon se frotó la frente con la mano. Esto no estaba bien. ¿Cómo diablos haría para salir de su departamento en la mitad del día y sin ropa?
–Sabes –continuó ella–, realmente no deberías haber recortado las etiquetas de tus ropas.
Había pasado mucho tiempo desde que él se sintiera realmente exasperado, pero comenzaba a sentirse así ahora.
–Esos eran pantalones de cuero hechos a mano. Nunca tienen etiquetas.
–Oh –dijo ella, mirándolo aún más avergonzada– Te habría comprado algo de ropa, pero como no tenían etiqueta no sabía que talla comprar.
–Genial. Vivo para quedarme desnudo clavado en un lugar extraño.
Ella comenzó a sonreírle, y luego apretó los labios como si estuviera pensando sobre eso.
–Tengo algunos pantalones de gimnasia rosados que no te quedarían, y aun si te entraran, estoy segura que no querrías usarlos de cualquier manera, ¿no?
–No. ¿También lavaste mi billetera?
–Oh, no. La saqué de tus pantalones.
–Bien. ¿Dónde esta?
Ella se quedó callada otra vez y un sentimiento de condenado temor lo consumió.
–¿Voy a querer saberlo? –preguntó él.
–Bueno... –ya comenzaba a odiar esa palabra desde que parecía augurar alguna condena para él y sus pertenencias–. La coloqué sobre la lavadora en la lavandería con tus llaves, y me di cuenta que no tenía cambio para la lavadora, por lo que fui hasta la maquina expendedora de cambio. Solo me ausenté un segundo, pero cuando regresé tu billetera ya no estaba. –Talon hizo una mueca–.¿Y mis llaves?
–Bueno, ¿sabes que cuando lavas algo se desestabiliza la máquina? Tus llaves terminaron sacudiéndose de allá arriba y se cayeron en un pequeño desagüe.
–¿No las recuperaste?
–Traté pero no pude alcanzarlas. Tres personas también trataron pero después se fueron.
Talon se sentó con atónita incredulidad. Peor, no podía enfurecerse con ella ya que sólo había estado tratando de ayudarle. Pero realmente, realmente quería enojarse.
–No tengo dinero, ni pantalones, ni llaves. ¿Todavía tengo mi campera?
–Sí, está segura. Y salvé tu pastillero Pez de Snoopy de la máquina de lavar también. Y tus botas y cuchillo están justo aquí –dijo, levantándolos del piso cerca de la cama.
Talon asintió, sintiendo un extraño alivio por saber que ella no había destruido todo lo que tenia la noche anterior. Gracias a los dioses que su moto la había dejado en la cervecería. Se estremeció de pensar lo que ella le podría haber hecho.
–¿Hay un teléfono que puedo usar?
–En la cocina.
–¿Podrías traérmelo, por favor?
–No es inalámbrico. Siempre pierdo esas cosas o las dejo caer en algún sitio y las rompo. El último que tuve terminó en el inodoro.
Talon miró dificultosamente a la mujer y a la débil luz solar en el cuarto. Se preguntó cuál de ellos era más letal para él.
–¿Te molestaría bajar las persianas? –le preguntó.
Ella frunció el ceño.
–¿La luz del sol te molesta?
–Soy alérgico al sol –dijo, cayendo en la mentira que los Cazadores Oscuros usaban en situaciones similares.
Aunque dudaba que alguna vez un Dark Hunter se hubiera encontrado en una situación parecida a esta.
–¿En serio? Nunca he sabido de alguien que fuera alérgico a la luz del sol.
–Bueno, yo lo soy.
–Entonces ¿eres como un vampiro?
La palabra “como” estaba muy cerca de la realidad.
–No, exactamente.
Ella se movió hacia la ventana, pero cuándo bajó la persiana, se cayó.
La luz del sol se derramó a través de la cama.
Con una maldición Talon se disparó contra la esquina, escapándose por poco de los pálidos rayos de sol.
–Sunshine, yo... –la voz de Starla se quebró mientras entraba en el cuarto y su vista quedaba atrapada por el hombre desnudo parado en la esquina. Lo miró en una forma extraña, abstraída, como si él fuera un mueble muy interesante.
Talon y la modestia eran desconocidos, pero la forma en que ella lo miraba lo hacía sentir malditamente incómodo.
A pesar de la luz del sol. Talon agarró la manta rosa de la cama y la sujetó firmemente en su cintura.
–Sabes, Sunshine, necesitas encontrar a un hombre como éste para casarte. Alguien tan bien dotado que aun después de tres o cuatro niños, todavía sería una roca.
Talon boqueó. Sunshine se rió.
–Starla, lo estas abochornando.
–Oh, créeme, no es nada sobre qué avergonzarse. Deberías estar orgulloso. Apúntatelo. Confía en mí, joven, a las mujeres de tu edad les gustaría tener algo de eso.
Talon cerró de golpe su mandíbula boquiabierta. Éstas eran las mujeres más extrañas que alguna vez hubiera tenido la desgracia de tener cerca.
«Dioses, sáquenme de aquí».
Starla miró a Sunshine en la ventana.
–¿Qué estas haciendo?
–Él es alérgico al sol.
–Está muy nublado afuera, esta casi oscuro.
–Lo sé, pero él dice que no puede estar en la luz.
–¿Realmente? ¿Así que trajiste a casa a un vampiro? Genial.
–No soy un vampiro, –repitió.
–“No exactamente” dijo él antes –dijo Sunshine–.¿Qué es “no exactamente” un vampiro?
–Un Hombre Lobo –dijo Starla. –Con su aura, eso tiene sentido. Wow, Sunny, encontraste un hombre lobo.
–No soy un hombre lobo.
Starla lo miró realmente decepcionada por la noticia.
–Que pena. Tu sabes, cuando vives en Nueva Orleáns, uno espera conocer a un no muerto o un condenado de vez en cuando. –Ella miró a Sunshine–.¿Crees que deberíamos mudarnos? Tal vez si viviéramos sobre Ann Rice podríamos atrapar a un vampiro o un hombre lobo.
Sunshine colocó la cortina.
–Estaría feliz con ver a un zombi.
–Oh, sí –asintió la mujer mayor. –Tú sabes, tu papi dijo que vio a uno en el bayou justo antes de que nos casáramos.
–Eso debió de ser el peyote[2], mami.
–Oh, buen punto.
La mandíbula de Talon se aflojó otra vez mientras miraba de una a la otra. ¿Madre e hija? Ciertamente no actuaban de ese modo, y Starla no se veía mucho mayor que Sunshine, pero no se podían negar las similitudes de sus características. O la rareza de ambas.
Oh sí, la locura corría profundamente en las raíces de este árbol genealógico.
Sunshine bajó la persiana de la otra ventana.
Envolviendo la manta alrededor de él, Talon cuidadosamente dio un paso a través del cuarto y se alivió al encontrar un desván más bien desnudo, abierto al otro lado de las cortinas.
Había otra fila de ventanas a su izquierda donde Sunshine había sectorizado una parte como un pequeño estudio de dibujo. Pero el resto del loft estaba dichosamente oscuro y falto de luz solar. Conservando la manta envuelta alrededor de sus caderas, caminó hacia el teléfono que estaba en la cocina.
–Bueno, Sunshine, ahora que él esta despierto y estoy de acuerdo que no es amenazador...
Talon arqueó una ceja ante ese comentario.¡Nunca había habido un tiempo en su vida que él no hubiera sido amenazador! Él era un Dark Hunter. Ese término solo inspiraba terror en las cosas que le daba a la maldad un mal nombre.
–...voy a bajar al club y pagar algunas cuentas, hacer algunos pedidos, y hacer el verdadero trabajo.
–De acuerdo, Starla, te veré más tarde.
Él tenía que salir de este lugar. Estas mujeres no sólo carecían de sentido común, sino que además eran demasiado extrañas para decirlo.
Starla besó la mejilla de Sunshine y salió.
Después de varios minutos de buscar, Talon encontró el cable del teléfono en la pared y lo siguió hasta un teléfono de dial pasado de moda, el cual estaba escondido en un cajón de la cocina que también contenía un gran surtido de pinceles secos y de tubos de acrílicos.
Sacó el teléfono, pintado con fuertes colores fluorescentes, fuera del cajón y lo colocó en el mostrador al lado de un recipiente rosa con forma de cerdo que tenía pequeños pasteles de arroz sabor a canela.
Descolgando el teléfono, marcó el número de Nick Gautier, quien una vez había sido el Escudero, o el ayudante humano de Kyrian de Tracia. Desde que Kyrian se había casado, hacia unos meses, con Amanda Devereaux, había dejado atrás su estado oficial de Dark Hunter, y Nick se había convertido en Escudero extraoficial, de medio tiempo de Talon. No era que Talon quisiera un Escudero. Los humanos tenían una horrible forma de morir a su alrededor, y Nick era un bocazas lo que garantizaba que un día lo asesinaría. Aunque, había veces que era necesario tener a un Escudero a mano. Ahora era definitivamente una de esas veces.
El teléfono sonó hasta que apareció el mensaje que el cliente del celular no estaba disponible.
Maldición. Eso significaba tener que hacer la única llamada que solo haría a menos que lo estuvieran por matar otra vez. Si los otros Cazadores Oscuros alguna vez se enterasen de esto, jamás dejaría de oírlo. Los escuderos o squire hacían un juramento de secretismo. Tenían prohibido revelar cualquier cosa que fuera embarazosa acerca de un Dark Hunter o cualquier cosa que los pusiera en peligro.
Desgraciadamente, otro que no fuera escudero humano no hacía esta clase de juramento. Oh, sí, Nick Gautier era hombre muerto cuando pusiera sus manos sobre él.
Preparándose mentalmente para lo que vendría, llamó a Kyrian de Tracia que contestó a la primera llamada.
–¿Talon? –dijo Kyrian tan pronto reconoció su voz–. Es mediodía, ¿qué está mal?
Talon deslizó una mirada sobre Sunshine, quien cantaba “Sopla el Dragón Mágico” mientras lo pasaba para entrar en la cocina.
–Yo... uh... necesito un favor.
–Cualquier cosa
–Necesito que vayas a mi casa y obtengas mis llaves de repuesto, otro teléfono celular y algo de dinero.
–De acuerdo. ¿Tuviste que abandonar tu moto?
–Sí, está en el estacionamiento de la cervecería por lo que necesito que la recojas y me la traigas para esta noche.
–¿De acuerdo, a dónde la llevo?
–Espera. –Talon separó el teléfono de su oreja–.¿Sunshine?
Ella giró para mirarle.
–¿Dónde diablos estoy?. –Aun con el teléfono en su hombro, oyó la risa burlona de Kyrian.
–¿Conoces el club Runningwolf en Canal Street? –él asintió.
–Estamos directamente sobre él.
–Gracias. –Pasó la información a Kyrian.
–Talon, te lo juro, tus hormonas te van a matar algún día.
Él no se molestó en corregir a Kyrian. Se conocían por más de mil años y Talon nunca antes había sido pillado así. Kyrian nunca creería la verdad de cómo llegó a estar dentro de este desván. Diablos, él apenas podía creerlo.
–También necesito que me traigas algo de ropa. –El silencio en su oído era ensordecedor. Oh, sí, Nick sería hombre muerto cuándo Talon le pusiera las manos encima.
–¿Qué? –preguntó Kyrian con vacilación.
–Perdí mis ropas.
Kyrian se rió. Muy fuerte.
–Cállate, Kyrian, esto no es divertido.
–Oye, en donde estoy parado es tan gracioso como el infierno.
Oh, sí, pues bien, en donde Talon estaba parado, con una manta rosada envuelta alrededor de sus caderas, no lo era.
–De acuerdo –dijo Kyrian, serenándose–. Estaremos allí tan pronto como podamos.
–¿Nosotros?
–Julian y yo.
Talon se encogió otra vez. Un Dark Hunter y un Oráculo. Genial. Simplemente genial. Ellos nunca le dejarían pasar esto y para el anochecer uno de ellos se aseguraría de enviarlo al sitio Web de Cazadores Oscuros.com para que todos se pudieran reír.
–Bien –dijo Talon, aplastando su ira–. Te veo dentro de poco.
–Sabes –dijo Sunshine cuando colgó. –Yo podría salir a comprarte algunas ropas. Te las debo.
Talon miró alrededor del desván. Parecía como si una botella de Pepto-Bismol hubiera explotado, o que el “Gato en el Sombrero”[3] hubiera venido de visita. Había rosa por todos lados. Pero lo que más le golpeó fue la condición gastada de su mobiliario y sus decoraciones fragmentadas. Definitivamente una artista muerta de hambre, la última cosa que esta mujer podía afrontar era un par de pantalones de dos mil dólares, y la tierra podía quedarse inmóvil y hacerse pedazos antes que Talon se pusiese vaqueros.
–Está bien –le dijo–. Mis amigos se encargarán de eso.
Le trajo un plato de muffins y algo que parecía ser pasto.
–¿Qué es esto?
–El desayuno... o el almuerzo. –Cuando él no lo tomó, agregó–. Necesitas comer. Es bueno para ti. Es un muffin de salvado con arándano rojo, semilla de lino y brotes de alfalfa.
No había ninguna cosa en ese plato que pareciese comida. Especialmente para un hombre que había nacido y crecido para ser un jefe celta.
De acuerdo, Talon, puedes hacer frente a esto.
–¿Tienes algo de café?
–¡Ew! No, esa cosa te mataría. Sin embargo, tengo té de hierbas.
–¿Té de hierbas? Eso es una mezcla de paja y hojas, no una bebida.
–Ooooh, el Señor Exigente se despertó del lado incorrecto de la cama.
Ningún humano había sido tan frívolo con él. Aun Nick tenía mejor criterio. Sintiéndose completamente fuera de su elemento, Talon se rindió.
–Bien. ¿Dónde esta el cuarto de baño? –después de decir eso le vino un pensamiento. Por favor dime que tienes uno en el interior de este desván y no afuera, en el estacionamiento.
Ella apuntó hacia una esquina oscura.
–Allí mismo. –Era otra área del loft sectorizada por una cortina. ¿Qué tan maravilloso era eso?
Y él equivocadamente había pensado que la Edad Media había terminado. Oh, qué recuerdos memorables… no.
Talon caminó hacia allí y acababa de cerrar la cortina y tirar la manta al piso, cuando Sunshine se le unió. Ella sostenía una toalla rosa y un paño para lavarse en las manos y se paró en seco cuando lo divisó parado ahí desnudo.
Puso la toalla en el fregadero y se movió alrededor de él, mirándole de arriba a abajo.
–Simplemente eres perfección masculina, ¿sabías eso?
Se habría sentido halagado si ella no lo mirase como alguien admirando un auto. No era deseo por él por lo que había dicho eso. Su tono era abstraído, del mismo modo que el de su madre lo había sido.
Ella deslizó su mano caliente, suave por su espalda, sobre su tatuaje.
–Quienquiera que hiciera este tatuaje era un artista muy talentoso.
Sintió escalofríos cuando su mano se deslizaba abajo, sobre su columna vertebral hacia su cadera.
–Mi tío lo hizo–dijo antes de poder detenerse. No había hablado de su tío con alguien por siglos.
–¿Realmente? Wow –ella deslizó su mano hacia arriba, a través de la marca de arco y flecha de Dark Hunter en su hombro derecho.
–¿De dónde vino esto?
Talon se alejó de su contacto. Esa era una marca de la que él nunca hablaría con un humano no iniciado.
–No es nada.
Fue ahí cuando su mirada fija cayó en su erección. Su cara se tornó tan rosada como la toalla.
–Lo siento–dijo rápidamente–. Tiendo a no pensar antes de actuar.
–Lo he notado. –Pero lo que hizo peor, fue que ella continuara con la mirada fija en su erección. Tenía que mirar hacia otro lado.
–Realmente eres un hombre grande.
Por primera vez en casi mil años, sintió enrojecer sus mejillas. Agarrando la toalla, Talon se cubrió a sí mismo. Entonces ella apartó la mirada.
–Aquí, déjame darte una hoja de afeitar. –Se dejó caer sobre sus rodillas, dándole una vista bonita de su trasero mientras buscaba en un improvisado gabinete de mimbre rosa al lado del fregadero. Sus caderas se movieron provocativamente, aumentando su deseo.
Apretó los dientes. Esa mujer tenía el trasero más sexy que alguna vez hubiese visto. Uno que hacía arder su ingle aún más mientras pensaba en levantar esa diáfana falda y enterrarse profundamente en su interior. A deslizarse adentro y afuera por su calor húmedo hasta que ambos estuvieran sudorosos y exhaustos.
Oh, sí. Ella definitivamente era una mujer que podía satisfacer a un hombre. Siempre había sido partidario de mujeres con curvas exuberantes y...
Ella emergió con una hoja de afeitar rosa y un cepillo de dientes. Talon hizo una mueca ante el pensamiento de usar algo tan femenino.
–¿No posees algo que no sea rosado?
–Tengo una hoja de afeitar púrpura si la prefieres.
–Por favor.
Sacó una rosa oscuro.
–Eso no es púrpura –dijo Talon. –Es rosa también.
Ella puso sus ojos en blanco.
–Pues bien, eso es todo lo que tengo a menos que quieras mi cuchilla del sacapuntas.
Sumamente tentado, tomó la hoja de afeitar de ella.
Sunshine no se movió hasta que se metió en la bañadera de pie y cerró la cortina de la ducha. Sólo entonces se permitió morderse los nudillos ante la vista deliciosa de ese trasero desnudo. Definitivamente tenía que dibujarlo.
Ese hombre era caliente. Ardiente. Y cada vez que hablaba con ese acento salvajemente exótico suyo, ella se derretía. Sonaba como una combinación de inglés y escocés.
Abanicando su cara, se forzó a dejar el cuarto de baño y dirigirse a la cocina. Pero lo que realmente quería hacer era sacarse sus ropas, meterse en esa ducha detrás de él, y enjabonarle ese cuerpo exuberante, alto, delgado hasta que le implorase piedad.
La percepción de toda esa flexible y dura piel bajo sus manos... paraíso. Puro paraíso.
¡Y él realmente no se había enfurecido acerca de sus pantalones! Todavía no podía creer lo bien que se lo había tomado. Normalmente, los tipos ya le estarían gritando y ella ya los habría empujado fuera de su puerta.
Pero él meramente se había desentendido del asunto. ¡Oooohhh!, a ella le gustó eso.
Ahora que pensaba en eso, él realmente no tenía un rango de emociones que exteriorizara. Era paciencia encarnada, lo cual era un cambio muy agradable de paso.
–¿Oye, Steve? –lo llamó.
–Mi nombre no es Steve –dijo desde la ducha–. Es Talon.
–Talon ¿qué?
–Solamente Talon.
Ella sonrió. Talon. Le iba bien.
–¿Qué quieres? –llamó él.
–¿Qué? –preguntó.
–Me llamaste como si me quisieras preguntar algo. ¿Qué necesitas?
Sunshine se mordió los labios mientras trataba de acordarse..
–¡Uy! Me olvidé.
Realmente le oyó reírse. Wow. Eso era un principio. En estos momentos la mayoría de los tipos se enfurecerían con ella.
Sunshine ocupó los siguientes cinco minutos tratando de encontrar su bloc de bosquejos, que lo encontró en algún lugar de su heladera. Otra vez. Se sentó ante la barra de desayunar y comenzó a dibujar su nuevo descubrimiento.
Talon.
Se tomó su tiempo para dibujar los buenos y esculturales planos de su cara, el tatuaje intrincado de su cuerpo. Nunca había visto un hombre con las proporciones más perfectas. Y antes de darse cuenta, se perdió en esas líneas. Perdida en su mente mientras dejaba fluir su creatividad y reproducía las cosas que encontró tan increíblemente fascinante acerca del hombre en la ducha.
Antes de que ella se percatase cuánto tiempo había pasado, él cerró la ducha y salió detrás de las cortinas con una toalla húmeda alrededor de sus caderas delgadas.
«Oh, mamá».
Sunshine otra vez sintió el deseo de morderse los nudillos en apreciación. A excepción de las dos trenzas delgadas que se mecían con sus movimientos, su pelo rubio dorado estaba peinado hacia atrás y los ojos negro azabache brillaban intermitentemente con inteligencia y poder arcano. Nunca había visto ojos tan oscuros, especialmente en un hombre rubio.
Tenía una presencia tan poderosa que la dejaba sin aliento con solo mirarle. Era como si el mismo aire alrededor de él estuviera repleto de energía y fuerza, y ella deseaba poder capturar eso con su arte.
Pero nadie alguna vez podría duplicar o crear un aura tan intensa. Era algo que sólo podía ser experimentada en carne y hueso.
Con cada paso que él se acercaba a ella, su corazón latía más fuerte. El hombre era abrumadoramente masculino. De primera calidad.
Su intensidad, su crudo magnetismo animal... prendía fuego a su sangre.
Había sido guapo anoche en su cama, pero levantado y consciente, era completamente devastador.
–Sabes, Talon –dijo, trazando las líneas de sus músculos con la mirada–. Las toallas se ven realmente bien en ti. Sales afuera con eso e iniciarás una moda enteramente nueva.
Una sonrisa divertida sobrevoló los bordes de sus labios.
–¿Siempre dices lo primero que pasa por tu mente?
–Generalmente. Tengo pensamientos que conservo para mí. Solía no tener cuidado y decir cualquier cosa y una vez mi compañera de cuarto en el colegio llamó a la unidad psiquiátrica. Sabes, ellos realmente tienen camisas blancas.
Talon arqueó una ceja ante la sinceridad que sintió de ella. Esa era una historia real. La mujer era excéntrica, sin duda, pero lejos de ser una chiflada. Bueno, puede que no tan lejos.
Ella alcanzó su “desayuno” sin tocar y levantó el así llamado muffin que tenía pequeñas partículas brillantes que aun no podía empezar a identificar.
–Aún no has comido tu muffin.
Sí, claro. Él todavía no se había comido sus botas tampoco, y raramente lo haría como así tampoco esa cosa en su mano.
–No tengo hambre –al menos no de comida.
Ella tiró el muffin sobre el mostrador y juró que éste se hundió. Arqueando su ceja, se estiró y tocó su colgante. Sus dedos se rozaron contra la piel de su cuello, produciendo escalofríos y otras cosas en su cuerpo.
–Esto es tan bello. Siempre he querido un colgante así, pero nunca pude encontrar uno que me gustara. –Pasó su pulgar sobre la cabeza derecha del dragón–.¿Eres de Escocia?
–No exactamente –dijo, mirando la forma en que ella estudiaba la pieza, la cual había sido un regalo de su tía en el día de su boda. Ambos, él y Nynia habían recibido un juego de collares. Él no sabia por qué aun lo llevaba, aparte del hecho que quitárselo le causaría más dolor del que estuviese dispuesto a enfrentar. De alguna forma extraña, sacarse el collar sería como perder a Nynia una vez más.
En contra de su voluntad, su mente regresó al momento cuando Nynia había colocado el collar en su cuello. Su sonrisa lo había cegado y su cara se había llenado de amor cuando lo besó en los labios.
Dioses, cómo la extrañaba. Aun después de todos estos siglos.
Hubo un tiempo en el que juraba que aun podía oler el calor de su pelo. Sentir su contacto. Era como la picazón fantasmal de una extremidad faltante que, aun años más tarde, uno podía jurar que la podía sentir.
Había algo acerca de Sunshine que le recordaba a su esposa. Y no era justamente el hecho que ambas mujeres poseyeran la habilidad para volverlo loco.
Sunshine era extrañamente fascinante. Como él, ella veía cosas en otro nivel, cosas que estaban escondidas en este plano de existencia. Su mente saltaba de una cosa a otra como ráfagas de relámpago, lo cual era tan intrigante como confuso. Nynia era la única otra persona que alguna vez hubiera conocido con ese rasgo. Como un hombre mortal, a menudo había estado confundido por la lógica única de Nynia.
–Sabes –dijo Sunshine, –dices “no exactamente” muchas veces. Tú no eres exactamente vampiro. Tú no eres exactamente de Escocia, y tú eres alérgico a la luz del día. ¿Qué más?
–Odio los muffins de salvado y hierba.
Ella se rió de eso, un sonido enriquecedor, gutural que lo hechizó. La observó fascinado mientras ella usaba un harapo manchado para limpiar el carbón vegetal de sus dedos largos y elegantes.
–¿Cuánto tiempo tenemos hasta que tus amigos lleguen?
–Un par de horas, sin duda. Vivo muy en las afueras.
Sunshine bajó la mirada a la toalla alrededor de sus caderas. Si ella lo mantenía aquí con eso, no podía decir lo que podría llegar a ocurrir. De hecho sí podía, lo cual quería decir que realmente necesitaba colocar algunas ropas sobre él... rápido.
Él respiró profundamente, el gesto acentuó los músculos de su duro y definido abdomen.
Oh, sí, tenía que cubrir completamente esa tentación.
–Te diré algo Señor Talon Sin Apellido. ¿Por qué no salgo y te traigo algo para que te pongas antes que lleguen tus amigos?
Porque no quiero que salgas. Talon parpadeó ante el pensamiento bizarro, inusual. ¿De dónde había venido?
Había algo apremiante acerca de esta mujer. Algo fuerte y al mismo tiempo vulnerable. Sentía en ella la necesidad de hacer enmiendas por lo que le había hecho. Por qué, no lo podía imaginar, especialmente cuando ella le había salvado la vida.
Si le hubiera dejado en la calle, ya estaría muerto. Una mancha frita en la acera.
–No tienes que hacerlo, lo sabes.
–Pero insisto. Es lo mínimo que puedo hacer ya que destrocé tus pantalones.
Mientras le miraba su natural, afectuosa y persuasiva cara, la cual estaba enmarcada por un cabello lacio y negro azabache, comenzó a fascinarse por la curva de sus labios. La forma en que mantenían el indicio de una sonrisa aun cuando estaban relajados. Sunshine era más que un nombre, era también su actitud. Feliz, cálida.
Era totalmente irresistible y él quería saborear su sabor tan fieramente que no estaba seguro de por qué aun no la había probado. Necesitaba saborearla. Sentirla. Sunshine lo miró mientras Talon estudiaba sus labios. Había tanto fuego en su mirada oscura como para prender fuego a un glaciar. Aun no la había tocado y podía jurar que podía sentirlo rodeándola con calor y necesidad.
El aire alrededor de ella parecía sexualmente cargado. Prácticamente siseaba de erotismo y deseo. Nunca había sentido algo así en su vida.
Talon exudaba una atracción sexual inhumana. La atraía de una manera que nunca había sentido por otro hombre. Sus ojos se entrecerraron, bajó la cabeza y tomó posesión de sus labios con un beso magistral que hizo que su cabeza literalmente le diera vueltas. Su cuerpo se derritió.
Ella gimió ante el sabor de sus labios contra los de ella mientras, su lengua se hundía apasionadamente en su boca. La levantó del banco de la barra, entre sus fuertes brazos y deslizó sus manos sobre su espalda, agarrando la tela de su vestido en sus puños.
El perfume crudo, viril de él la invadió mientras sentía sus músculos alrededor. Su potencia viril era más fuerte de lo que ella podía soportar. Éste era un hombre irreprimido que conocía su camino alrededor del cuerpo de una mujer. Lo podía sentir en su beso magistral, en la forma que él sabía justamente donde y cómo acariciarla.
Su cuerpo ardía de deseo, se agarró a sus hombros desnudos mientras lo sentía endurecerse aún más contra su estómago.
Nunca había experimentado algo así. Era como si estuviese muerto de hambre por ella.
Sólo por ella.
Cuando él finalmente se echó hacia atrás, se percató que había descansado todo su peso él y la había sostenido sin ni siquiera apretar sus músculos. Dios, el hombre era fuerte.
Él deslizó su pulgar sobre los labios hinchados, sus ojos eran tan cálidos y tiernos que la dejaban jadeando aún más que su beso.
–Tengo treinta y tres de cintura y treinta y ocho de largo.
–Um-hmm –suspiró ella, sin oírle. Se bamboleó hacia él para otro beso.
Talon sintió un apasionamiento extraño dentro de él ante la aturdida y adorable apariencia de su cara.
–Bésame otra vez –murmuró ella un instante antes de reclamarle sus labios.
Él ahuecó su cabeza en sus manos mientras exploraba su boca, siendo cuidadoso para no dejar que accidentalmente su lengua rozara sus colmillos y supiera la verdad acerca de él.
Pero era difícil echarse hacia atrás cuando el sabor de ella lo llevaba tan cerca de la locura. Su perfume a patchoulí y trementina lo embriagaron y deseó levantar el borde de su vestido y deslizar sus manos sobre sus muslos exuberantes, hacia...
Su lengua se acercó peligrosamente a sus colmillos.
Echándose hacia atrás, la soltó.
Eso había estado un poco demasiado cerca para ser cómodo, pero ni remotamente tan cerca a como él quería estar. Él deslizó la mirada por su cuerpo, esbozado por el vestido. Era un cuerpo lleno de mujer, no era ni menuda ni pequeña. Y ella tenía pechos grandes, exuberantes algo de lo que él siempre había sido partidario.
Apretando los dientes, se opuso a la necesidad cruel de tomarla en sus brazos y probar esos pechos con su boca. Sus manos. Su lengua.
Aun mejor, sus colmillos...
–Ok –dijo ella en una voz extraña, y alta. –Eso fue lindo–. Ella juntó sus manos y dio un paso hacia atrás No fue hasta que su mirada cayó en la toalla que la luz regresó a sus ojos café oscuros. –Ropa. Necesitas ropa antes de que haga algo de lo cual no me arrepentiría. Otra vez, ¿cual es tu talla, Steve?
–Talon.
–Talon. Talla. Ropa. Cubrirlo completamente.
Talon sonrió mientras la observaba tratar de enfocar su mente mientras sus ojos lo recorrían con deseo.
A él le gustaba esta mujer. Al margen de sus peculiaridades, había algo muy refrescante y puro acerca de ella.
–Voy a ir a buscar ropas para Talon –ella salió, luego regresó unos pocos segundos más tarde–. Llaves –dijo, encaminándose a una lata rosada en el mueble de la cocina–. Necesito llaves para el auto. –Salió, sólo para regresar otra vez–. Mi cartera. Dinero para la ropa.
Talon arrastró su mano a través de su pelo mojado mientras ella salía una vez más y se preguntaba si había olvidado algo más. Ella se había olvidado...
–Los zapatos –dijo la próxima vez–. Debo tener zapatos para ir de compras y mantener mis pies calientes–. Deslizó sus pies en un par de zapatillas que estaban en la puerta.
–¿Qué hay sobre un abrigo? –preguntó Talon mientras veía que se dirigía otra vez hacia la puerta–. Es invierno.
–Los abrigos son buenos en el invierno –dijo ella, yendo a una percha tras la puerta que él asumió era su armario. Se puso encima un abrigo, color café, viejo, que parecía no ser su estilo. –Regresaré pronto.
–Espera.
Ella hizo una pausa para mirarle.
Talon apretó sus labios mientras cruzaba el cuarto y desabotonaba el abrigo mal abotonado. Enderezándolo, se lo abotonó correctamente.
–Gracias –dijo sonriendo, una sonrisa que le hizo cosas extrañas a su ingle y a su estómago.
Todo lo que Talon pudo hacer fue asentir con la cabeza, especialmente cuando lo que realmente quería hacer era levantarla en sus brazos y llevarla a la cama y hacerle el amor por el resto de la tarde.
–Regresaré –dijo, saliendo.
Después de que se fuera, finalmente se permitió sonreír ampliamente. Ella era definitivamente otra cosa.
Algo que le recordaba a un día calido de primavera después de un invierno rudo. Había pasado mucho tiempo desde que alguien lo tocara de la forma en que ella lo hizo. Un largo tiempo desde que alguien se quedara en sus pensamientos.
–Te gusta.
Él volteó la cabeza para mirar sobre su hombro el espíritu que se movía trémulamente allí.
–Ella es interesante –dijo a Ceara.
Ceara avanzó para detenerse a su lado. Sus mejillas pálidas sostenían un sonrojo etéreo mientras brillaba tenuemente entre este plano de existencia y el siguiente.
Ella debería haber cruzado completamente a su descanso eterno o de renacimiento antes, pero se había rehusado a dejarlo solo.
Y aunque era terriblemente egoísta, Talon había estado agradecido por su compañía. Especialmente en aquellos días en los que había sido incapaz de permanecer en contacto con sus hermanos Cazadores Oscuros vía tecnología moderna.
En aquel entonces, su aislamiento había sido infernal. Había pasado sus días solo, nunca atreviéndose a dejar que un humano se acercara por miedo a su maldición. Nunca atreviéndose a tener a alguien al alcance por cualquier cosa.
El único alivio que había tenido eran las visitas infrecuentes de su hermana.
Pero cada vez que miraba a Ceara, recordaba dolorosamente qué tan mal le había fallado. Debería haber podido ayudarla el día que ella murió. Si no hubiese sido un tonto, entonces ella podría haber vivido la vida que merecía. Una vida plena, con un marido y niños.
En lugar de eso, ella había sido sacrificada porque había sido un asno estúpido y arrogante.
La primera vez que ella había venido a él después de sus muertes le había destrozado anímicamente. No había habido acusaciones de ella, ningún odio, si bien lo merecía. Ella solo le había mostrado compasión y amor.
–Prometo nunca dejarte solo, mi brathair[4]. Y no lo haré. Siempre estaré aquí para ti.
Durante los siglos, su presencia había sido lo único que lo mantenía en la tierra y le permitía seguir adelante. Su amistad y su amor siempre habían significado todo en el mundo para él.
Ceara pasó una mano fraternal sobre la magulladura en su muslo derecho. Él no podía sentirlo como un toque real, pero el gesto le causaba a su piel un hormigueo.
–¿Ya no te molesta?
–No. Estoy bien.
–Speirr –dijo ella, diciendo su nombre en celta nativo–. Sabes que debes ser honesto conmigo, brathair.
Él levantó la mano para peinar un mechón de su cabello rubio que caía en la mejilla, sólo para recordar que no la podía tocar. Cerró sus ojos mientras recordaba el pasado.
Su clan la había matado violentamente justamente unos días antes de su decimosexto cumpleaños.
–Ella será nuestro sacrificio a los dioses y ellos nos perdonarán por las transgresiones de nuestro líder...
Talon apretó sus dientes en contra de la pena y la culpabilidad que crecía dentro de él. Su muerte había sido culpa suya. Él la había matado como si hubiera sido el que sostuviera el cuchillo.
Pero él apartó con fuerza esos pensamientos y encontró el entumecimiento que necesitaba para funcionar.
Ya no soy humano y no hay un pasado. La letanía de Acheron corrió por su mente, permitiéndole suprimir todo.
Solo estaba el ahora y el futuro. Su vida humana quedó lejos atrás de él, era un Dark Hunter cuya entera existencia era buscar y destruir el mal que cazaba a los humanos que no tenían conocimiento de lo que había en la oscuridad esperando por ellos.
–Mi pierna –a diferencia de su corazón– sólo duele un poco.
Ella negó con la cabeza.
–Éste no es un lugar seguro para ti, Speirr. Hay demasiada luz. No me gusta que estés aquí.
–Lo sé. Me iré tan pronto como pueda.
–Muy bien, entonces me retiraré hasta que me necesites.
Ella desapareció y lo dejó solo. Otra vez.
Talon miró hacia la barra en donde Sunshine había estado sentada cuando se reunió con ella. Frunció el ceño ante el boceto en el que ella había estado trabajando.
Recogiéndolo, se quedó impresionado por lo bien que había capturado su parecido.
La mujer era una artista brillante. Podía agregar emociones y significado aún en las líneas más simples. Nunca había visto algo como eso.
Desafortunadamente, no lo podía dejar aquí.
Arrancó la página y usó sus poderes para quemarla. Los Cazadores Oscuros tenían prohibido permitir que capturaran sus imágenes en cualquier medio o cualquier forma. Nadie debía poder probar su inmortalidad. Tal prueba sólo conduciría a preguntas y complicaciones que ninguno de ellos quería.
Solo esperaba que ella no lo reprodujese después que se fuera.
Talon miró alrededor del loft y notó que toda el área estaba llena con arte enmarcado y sin enmarcar. El piso, una mesa larga de dibujo, y tres atriles estaban llenos con proyectos medio terminados.
Cruzando el cuarto, los examinó más de cerca. Perdió la noción del tiempo mientras los examinaba, luego encontró más pinturas apoyadas contra la pared del dormitorio. A Sunshine le gustaban los colores vívos en su trabajo, y sus brochazos en la tela eran tan ligeros y tiernos como ella misma.
Pero era su alfarería lo que más le fascinó. Las piezas eran una mezcla fogosa de color, y los diseños en ellos estaban lejos de lo moderno. Debía haber estudiado extensamente las culturas griega y celta para reproducir tales copias de forma tan auténtica. Era notable qué tan verdaderas eran para el pasado. Si él no supiera lo suficiente, habría jurado que un Were-Hunter las había traído en el tiempo.
Un golpe sonó en la puerta.
Talon colocó el tazón que estaba viendo con los otros en el estante junto a la puerta. Dio un paso hacia la puerta y la abrió para ver a Kyrian y Julian parados al otro lado.
Ambos boquearon al verlo virtualmente desnudo en el loft.
Talon cerró de golpe la puerta.
Kyrian se rió a carcajadas. Talon se encogió de miedo.
–Vamos, Tally –bromeó Kyrian del otro lado–.¿No quieres tus ropas, tus llaves? Oh espera, ¿qué hay acerca de la dignidad?
Talon abrió la puerta, agarró a Kyrian por la camisa y lo metió adentro.
–Eres un estúpido.
Kyrian se rió aun más fuerte mientras Julian Alexander entraba. Por su expresión, Talon podía decir que Julian quería reírse también, pero ponía empeño para no hacerlo. Talon apreció eso. Kyrian, por otro lado, no era tan amable.
–Bonitas rodillas, amigo, pero tendrías que usar un Bush Hog[5] en el pelo de las piernas.
–Cállate. –Talon agarró el bolso con ropa de la mano de Kyrian y sacó sus pantalones de cuero–. Julian, quiero agradecerte por ser un adulto y no reírte de mi.
Con las manos en los bolsillos de los pantalones, Julian asintió.
–Habiendo estado en tus zapatos, no puedo hacerlo. Por supuesto en mi defensa aclaro que mi toalla al menos era verde oscura y no rosa.
Lo dos se rieron a carcajadas mientras Talon gemía. Kyrian dio un golpecito al borde de la toalla.
–¿Qué es esto? ¿Encaje?
–No –dijo Julian–, creo que eso se llama crochet.
Talon desnudó sus colmillos a los dos.
–Mejor tengan cuidado, humanos, o podría decidir alimentarme de ustedes.
–Uh, mitad humanos –le recordó Julian–. Aliméntate conmigo y te daré dolor de estómago desde el infierno.
Gruñéndoles, Talon rápidamente intercambió la toalla por sus pantalones.
–Entonces –dijo Kyrian–.¿Te has convertido en Ravyn ahora? ¿Necesito prevenir a Nick de que te despojarás de tu ropa diariamente o qué?
Talon dio vuelta sus ojos ante la mención del Katagari Dark Hunter. Ravyn era uno de los que cambiaba de forma y a menudo era atrapado desnudo después de la salida del sol.
–No, es cosa de una sola vez, espero. ¿Hablando de Nick, dónde esta él? Traté de llamarlo para esta tarea.
–Está en clases.
–Sí, bien, él todavía esta en la nómina de los Cazadores Oscuros, así que dile que conserve su teléfono encendido.
–¡Oh! –dijo Kyrian–. Poniéndote descontento en tu feroz desnudez.
Talon lo ignoró mientras se colocaba encima su remera negra.
Sunshine se detuvo al lado del puesto Tarot de Selena Laurens en Jackson Square. El pelo castaño ondulado de Selena estaba atado hacia atrás con una bufanda estampada de leopardo, y su cuerpo delgado estaba cubierto con un abrigo cuadrillé blanco y negro.
–Hey, Sunny –la saludó Selena–. Me preguntaba si estabas descompuesta o algo por el estilo ya que no estabas aquí con tu arte.
–Oh no, alguien vino.
Selena arqueó una ceja.
–¿Alguien viejo o alguien nuevo?
–Nuevo.
Selena la miró un poco escéptica.
–Espero que éste sea más agradable que el último tonto con que saliste.
Sunshine arrugó su nariz mientras recordaba a Greg. Un motero rudo, había sido menos que detestable y la había confundido con su ex-novia Sara. Nada como ser llamada por el nombre equivocado mientras estabas teniendo sexo con alguien.
Sin mencionar, que le había prestado trescientos dólares el día anterior al que ella lo sacara a patadas. Aunque, considerándolo, los trescientos dólares valieron para desembarazarse de él.
–Él parece serlo. –ella palmeó la bolsa con las ropas de Talon–. Bueno, necesito regresar con él.
–¡Sunshine! –Selena chasqueó–. Dime que no lo hiciste.
–¿No hice qué?
–Dejarlo en tu loft desatendido.
–Está bien. Él está a salvo.
Selena gimió.
–Mujer, ese generoso corazón tuyo te mete en más problemas. ¿Conoces a ese tipo?
Sunshine respiró profundamente. Estaba tan cansada que todos la sermonearan.
–Te veré más tarde, Madame Selene. –Se volvió deprisa por la calle hacia su coche con Selena quejándose continuamente todo el camino.
¡Uf! ¿Por qué no podían confiar en ella alguna vez? Ella no tenía dos años de edad. Y ser distraída no era igual a ser estúpida. Si su bondad la mataba, entonces ella estaría mejor muerta que vivir una vida fría, sin sentimientos donde echaría de menos todos sus sentimientos y posesiones.
Además, Talon no era como otros hombres. Ella lo sabía. Parecía tener más corazón que la mayoría de los hombres que había conocido. Era electrizante. Peligroso. Misterioso.
Lo mejor de todo, él la estaba esperando desnudo en su loft.
Metiéndose en su coche, se dirigió a su casa.
No le tomó mucho tiempo alcanzar el club de su padre y aproximarse a la parte trasera donde siempre estacionaba. Sunshine frunció el ceño al ver una inmensa moto Harley Davidson negra estacionada al lado de un Lamborghini negro.
¿Los amigos de Talon?
Hmm, tal vez Wayne estaba en lo correcto. Tal vez Talon era un vendedor de drogas. No tan completamente segura de él, salió de su coche y usó la puerta trasera que se abría al club vacío.
Ella se apuró en subir las escaleras de acero y concreto que llevaban a su loft. Empujando la puerta, se congeló al ver a los tres hombres, todos cuyos niveles de testosterona estaban fuera de la escala de Richter. Eran absolutamente devastadores.
Wow, necesitaba su cuaderno de bocetos. Urgente.
Talon estaba vestido con pantalones de cuero negros y una remera apretada que abrazaba cada hendidura de su mortífera perfección masculina. Estaba parado hablando con los otros dos hombres en su cocina, dos hombres increíblemente bien parecidos. Hombres que estaban vestidos como profesionales y no como moteros desempleados.
¡Qué asombrosamente refrescante!.
–Hola, Sunshine –la saludó Talon–. Éstos son mis amigos.
El que era de la altura de Talon le tendió la mano.
–Kyrian Hunter –dijo en un acento encantador que no era como el de Talon.
Sunshine sacudió su mano firme y callosa mientras reconocía el nombre.
–Así que tú eres el cuñado de Selena. Habla de ti y Amanda todo el tiempo.
Kyrian era ligeramente más delgado que Talon, con ojos verdes risueños y una sonrisa fácil. Su cabello rubio era una sombra más oscura que el de Talon y cortado en un estilo muy informal a la moda.
–Debería tener miedo de lo que ella dice acerca de mí. Conociéndola, mejor no digo nada.
Sunshine sonrió.
–Es todo bueno, te lo prometo.
–Este es el Doctor Julian Alexander –dijo Talon, presentando al otro hombre, que vestía un suéter azul marino y khakis[6].
–Gusto en conocerte –dijo Julian extendiendo su mano.
Sunshine respondió del mismo modo. Julian era cinco centímetros mas bajo que los otros dos pero aún así su aura era igual de fuerte y poderosa. Sus ojos eran de un azul primoroso y su pelo del mismo color de Kyrian. Era el más avasallante de los tres pero sus ojos no eran menos amigables.
–¿Doctor? –preguntó ella.
–Enseño los clásicos en Loyola.
–¡Oh!. ¿También conoces a Selena Laurens?
Julian asintió.
–Muy bien. Ella es la mejor amiga de mi esposa.
–¿Grace? –dijo Sunshine–.¿Estás casado con Grace?
El reconocimiento los golpeó al mismo tiempo.
–¿Eres tú? –le preguntó, rodeándolo para mirarlo desde atrás. Oh sí, ahora lo recordó–.¡Tú eras el Señor Culo Ardiente!
Su cara se tensó por la vergüenza.
–¿Culo Ardiente? –preguntó Talon–. Tengo que oír esto.
–Oh, sí –agregó Kyrian.
–Debemos irnos –dijo Julian empujando a Kyrian hacia la puerta.
–¡Oh, qué demonios! –dijo Kyrian–. No hasta que oiga esto.
–Lindo verte de nuevo, Sunshine –dijo Julian, empujando a Kyrian hacia la puerta.
–No te preocupes, Kyrian –llamó Talon–. Me aseguraré de darte todos los detalles.
Sunshine dejó la bolsa con ropa en el mostrador mientras la puerta se cerraba de golpe.
–Supongo que no necesitarás esto después de todo.
–Lo siento. –Se apoyó contra el mostrador y la miró–. Entonces, dime como conociste a Julian.
Ella se encogió de hombros.
–Vendo mis artesanías en Jackson Square y tengo un puesto al lado de Selena. Hace un par de años, ella trajo a este tipo audaz para trabajar con ella vestido con una remera ajustada y pantalones cortos. Julian realmente tenía el pelo largo en ese momento. De cualquier manera, había un gran grupo de mujeres que se habían reunido para mirarlo. Selena pensó que era un desastre, pero hice tanto dinero vendiendo bocetos de él que no me importó.
Talon frunció el ceño mientras una ola muy peculiar de celos le traspasaba. Y antes de que se pudiera detener a sí mismo, le preguntó
–¿Conservas alguno de esos bocetos?
–Sólo tenía uno, y se lo di a Grace hace aproximadamente un año.
Más aliviado que lo que admitiría, Talon la miró mientras ella lo miraba. Su mirada siguió la curva de sus labios, la línea de su mandíbula, y le hizo ansiar poseerla, besarle los labios una vez más.
–Sabes, eres realmente guapo cuando sonríes.
–¿Lo soy? –preguntó, sintiendo una extraña satisfacción.
–Sí, lo eres.
Sunshine tragó mientras se daba cuenta que él ya no tenía ninguna razón para quedarse allí. No es que a ella le importara; ella debía regresar a su trabajo. Y al mismo tiempo no quería que se fuera.
–Supongo que ahora te irás ya que estás todo vestido.
Él miró de reojo la luz del sol.
–Lo siento pero no puedo irme antes que el sol se esconda.
–Oh –Sunshine trató de ahogar el vértigo dentro de ella.
Él se aclaró la voz.
–Si tienes cosas que hacer...
–Oh no –dijo ella rápidamente, luego hizo una pausa–. Digo, yo... um... sería rudo, muy rudo, dejarte solo aquí. Especialmente cuando no tengo una TV o cualquier otra cosa que puedas hacer. –Ella se relamió los labios–. Entonces, puesto que no puedes salir, que te gustaría hacer por el resto de la tarde?
–¿Honestamente?
–Sí
–Nada me gustaría más que hacer el amor contigo.
[1] extracrujiente
[3] Cat in the hat: El gato en el sombrero, famoso cuento infantil estadounidense: Su argumento es muy sencillo: Sally y Conrad son dos chicos que, estando muy aburridos en su casa, reciben la sorpresiva visita de un invitado travieso y juguetón. En medio de un torbellino de aventuras, El Gato les demuestra que divertirse puede ser muy bueno, siempre y cuando se lo haga con responsabilidad
[4] Brathair: hermano en gaélico
[5] Bush Hog: es una maquina segadora que se utiliza en el campo para cortar el pasto alto.
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