Sunshine siguió las indicaciones de Zarek hacia al Distrito Warehouse, pero llegar allí a través del pesado tráfico no había sido fácil. Ellos probablemente podrían haber caminado más rápido.
Normalmente el tráfico no la hubiera molestado; sin embargo, Zarek no estaba exactamente amistoso, y entre su humor ácido y los parrandistas borrachos en la calle quienes se mantenían tambaleantes en el camino, sus nervios estaban bastante alterados.
Ella no estaba realmente segura por qué ellos tenían que salir esa noche, pero Zarek le había asegurado que Ash quería que ella se moviera por seguridad.
Él le había prometido que Talon sería capaz de luchar mejor si sabía que ella estaba escondida de Camulus y Styxx.
–¿Desde cuando has sido Dark Hunter? –Preguntó ella, intentando hacer algo para aliviar la tensión entre ellos.
–¿Si no te importa, porqué preguntas?
–Bien, en verdad eres el Sr. Cálido y Poco Claro, ¿no?
Él la miró con frialdad.
–Cuando matas cosas para vivir, eso te da derecho a dejar la calidez y claridad de lado.
–Talon no es así.
–Bien, bravo por él.
Ella gruñó mientras apretaba de golpe los frenos para evitar golpear a un hombre disfrazado como un toro. Él golpeó el capó de su coche y gritó, luego se precipitó a través de la calle.
Sunshine avanzó otra vez, cada vez más despacio, parachoques-contra-parachoques.
–No te gusta Talon, ¿verdad?
–Deseo verlo muerto cada vez que lo veo.
Ella frunció el ceño ante el tono hastiado de Zarek.
–No puedo darme cuenta si piensas eso o no.
–Lo pienso.
–¿Por qué?
–Él es un estúpido y he tenido demasiados estúpidos en mi vida.
–¿También odias a Ash?
–Nena, odio a todo el mundo.
–¿Incluso a mí?
Él no contestó. A Sunshine después de todo no le importaba eso. Había algo realmente espeluznante en Zarek. Algo frío e inalcanzable. Era como si él obtuviera placer en el hecho de alejar a todo el mundo de él. Al menos pasaron veinte minutos antes que Zarek la impresionara haciendo una pregunta personal.
–¿Estás enamorada del celta, verdad?
–Sí.
–¿Por qué? ¿Qué tiene él que te hace preocuparte por él?
Ella sintió que Zarek estaba preguntando algo mucho más profundo que eso. Era como si el concepto de amor fuera tan ajeno a él que luchaba por encontrarle sentido.
–Él es un buen hombre que me hace reír. Él me mira y me derrito en el piso. Cuando estoy con él, parece que puedo volar.
Zarek giró su cabeza, alejándola de ella y miró a la muchedumbre del Mardi Gras fuera
–¿Alguna vez has estado enamorado? –intentó ella otra vez.
Otra vez, él no contestó. En cambio la dirigió a un depósito sobre la calle St. Joseph.
El lugar era oscuro e imponente.
–¿Esto es adónde se supone que vamos? –preguntó.
Él asintió.
Ella estacionó en un callejón detrás del edificio, y abandonaron el coche.
Zarek la condujo por una puerta de atrás y por una serie de escaleras. Abrió una puerta al final de un vestíbulo y la dejó entrar primero.
Sunshine dio un paso hacia dentro. A primera vista, pensó que el alto hombre rubio era Acheron con un nuevo color de cabello. Pero cuando vio a Camulus parado a su lado, supo que no lo era.
Era Styxx quien estaba de pie entre Camulus y un hombre moreno que ella no reconoció.
Sunshine se dio vuelta para correr.
Zarek cerró la puerta siniestramente y tomó posición bloqueándola. La expresión de su cara le dijo que no tenía ninguna intención de dejarla pasar.
–Ven, ven, dijo la araña a la mosca –dijo Camulus.
Sunshine levantó su barbilla mientras enfrentaba a los hombres. Camulus era sumamente hermoso, pero tenía una sonrisa que era pura maldad.
Incluso más que Zarek y eso era difícil de lograr.
El hombre que ella no conocía era monstruosamente alto con el cabello rubio y una barbita de chivo. Él tenía un aspecto sumamente refinado, de alguien bien educado.
–Voy a arriesgarme a suponer que tú eres Dionisio –dijo Sunshine, recordando lo que Selena le había dicho una vez sobre el dios patrono del Mardi Gras.
Él rió como si se sintiera adulado por que ella lo conociera.
–Culpable.
Camulus soltó un largo suspiro.
–Ella es tan brillante. Es casi una vergüenza matarla. Pero... Oh bien.
–No puedes hacerle daño –dijo Zarek desde la puerta–. Me prometiste que no sería dañada si la traía aquí.
–Entonces mentí –dijo Dionisio–. Demándame.
Zarek comenzó a dirigirse al dios, pero Sunshine lo detuvo. Ella no estaba realmente segura de por qué había hecho eso, sólo le pareció que él era la cosa más cercana a un aliado que tenía en aquel cuarto. Ella se volvió a Camulus, sabiendo exactamente como él planeaba hacerle daño a Talon esa noche.
–No voy a dejarte matarme delante de Talon.
Todos ellos se rieron. Todos excepto Zarek.
–Tú no puedes detenernos –dijo Camulus.
Zarek echó un vistazo hacia ella, luego lo volvió a hacer mientras su mirada oscura caía sobre su collar.
–Uh, dioses, pienso que ustedes han olvidado algo.
Dionisio curvó su labio.
–No olvidamos nada.
–Oh, bien –dijo Zarek sarcásticamente, –entonces ustedes deben estar preparados para saber que ella lleva un Medallón de Señal.
Ellos se pusieron serios al instante.
–¿Qué? –Camulus gruñó.
Sunshine sacó el collar de su abuela de entre su camisa y lo sostuvo ante ellos. Ella realmente no podía creer que podría ayudarle, pero vamos, cualquier cosa en este punto valía la pena el intento.
–Mi abuela dijo que la Morrigan siempre me protegería.
Camulus maldijo.
–Ah, esto no está bien. –Él maldijo otra vez.
–¿Esa cosa realmente funciona? –ella le susurró a Zarek.
–Más de lo que supones –él susurró detrás–. Él no puede matarte sin hacer enojar a Morrigan.
–Bien, ¿quien lo diría? –dijo ella asombrada por el conocimiento–. Bien.
–Sip –Zarek asintió–. Mejor que una cruz con Drácula.
Ella sonrió.
–¿Esto también trabaja contra Dionisio? –Él asintió–. Ah, eso está bien. Muy, muy bien. Ok, entonces, vamos a conversar.
–¿Conversar sobre qué? –Dionisio siseó.
–No contigo. Con él. –Ella indicó a Camulus con una cabeceada–. Quiero hablar sobre la maldición de Talon.
Los ojos de Camulus ardieron contra ella.
–¿Qué pasa con eso?
–Quiero que la levante.
–Nunca.
Ella le presentó su medallón.
–Hágalo o... –Ella dio un vistazo de costado a Zarek–.¿Esto tiene algún poder de hacerle daño?
–Sólo si él te hace daño primero.
Maldición. ¿Qué tipo de protección era eso? Ella necesitaba tener una conversación con quienquiera que aclarara las cosas. Un destello interesado aligeró los ojos de Camulus. Él la miró como si lo aburriera.
–Ah bien, ya que no puedo matarte, me imagino que tendré que contentarme con matar a Talon a cambio.
El terror la consumió.
–¿Qué?
Camulus se encogió de hombros despreocupadamente.
–Es bastante insustancial dejarlo vivir felizmente para siempre cuando mi intención era hacerlo sufrir. Ya que tú no puedes morir, tendrá que ser él.
Su mano tembló mientras sostenía el medallón en un repentino apretón sudoroso.
–¿Artemisa no se enojará si usted mata a uno de sus soldados?
Él miró a Dionisio, quien se echó a reír.
–Artemisa, querida como es, definitivamente se preocuparía. Sin embargo, ella no comenzará una guerra con el panteón celta por eso. A diferencia de mí, Cam está a salvo de su ira.
–¿No apesta esto? –Camulus preguntó.
Su risa feliz desdijo sus palabras horribles.
Sunshine quiso gritar. Esto no podía estar pasando.
Por salvarse a sí misma, había condenado a Talon a morir.
¡No! Ella no podía dejar que eso pasara.
–Bien, tiene que haber otro camino.
Camulus estrechó sus ojos como si estuviera pensando en el asunto.
–Quizás lo haya. Dime, Sunshine. ¿Cuánta felicidad significa Talon para ti?
–Toda –dijo ella sinceramente.
–Toda. Bien, eso seguramente es mucho. –Su mirada se tornó acero helado, espantoso–. ¿Eso significa tanto como tu propia alma?
–Sunshine –dijo Zarek–. No lo hagas.
–Tú, despojo –gruñó Dionisio.
Zarek hizo crujir sus nudillos.
–No me digas qué hacer. No me gusta eso.
Sunshine no les hizo caso.
–¿Qué me dice, Camulus?
Él metió sus manos en sus bolsillos y actuó despreocupadamente como alguien que estaba charlando sobre el tiempo, no sellando la suerte del destino inmortal de ella.
–Un trato simple. Yo levanto su maldición. Tú me das tu alma.
Sunshine vaciló.
–Eso parece fácil.
–Lo es.
–¿Qué va a hacer con mi alma una vez que la tenga?
–Nada en absoluto. La mantendré conmigo, justo como Artemisa mantiene a Talon.
–¿Y mi cuerpo?
–Un cuerpo no necesita un alma para funcionar.
Zarek puso una mano sobre el hombro de ella.
–No lo hagas, Sunshine. Nunca puedes confiar en un dios.
–Seguro que puedes –dijo Styxx–. El confiar en ellos es la mejor cosa que hice jamás.
–No sé –ella suspiró, buscando en su corazón y en su mente, intentando decidir lo que debería hacer.
Acheron y Talon estaban de pie en la calle atestada. Había gente por todas partes, la mayor parte de ellos borrachos mientras celebraban el Mardi Gras.
Talon dio un segundo vistazo a un hombre que bailaba al lado de él llevando un pañal grande y un falso par de alas de oro. Su pelo largo rubio estaba atado atrás con una cuerda de oro y sostenía una ballesta en una mano y una botella de Jack Daniel`s en la otra. Borracho, el hombre arbitrariamente disparaba sus flechas de oro sobre la gente que pasaba junto a él.
–¡Eros! –dijo Talon bruscamente, agarrando el arco de él–.¿Qué haces?
–Me divierto.
Acheron deslizó una menos divertida mirada sobre “el traje” de Eros.
–¿Qué es ese traje?
Eros se encogió de hombros.
–Si no puedes vencerlos, únete a ellos. Ellos esperan a Cupido en un pañal, entonces aquí estoy, un lindo Cupido en un pañal. –Él lanzó un brazo sobre los hombros de Talon. El dios estaba tan bebido que apenas podía sostenerse en pie solo–.¡Eh!, averigüé algo interesante. Dion ha formado un equipo con otro dios para las festividades de esta noche. ¿Y creerías, que es el mismo tipo sobre el que me preguntabas? ¿Cómo se llamaba, Camululu?
Talon quedó frío ante el nombre.
–¿Camulus?
–Sí, él. Oí que Dion decía que se reuniría con tu mujer y que el Dark Hunter sicótico de Alaska iba a entregársela.
Su sangre hirvió, Talon apartó a Eros y emprendió el viaje de regreso hacia su coche.
Acheron lo agarró. Por el aspecto de la cara de Ash, él pudo darse cuenta que esto no era nada que Ash ya no supiera.
–Talon...
–¡Lo sabías! –Talon gruñó ante la traición–.¿Cómo pudiste?
Ash le dirigió una mirada dura.
–Está bien, Talon.
–Como el infierno. –La rabia lo agarró con fuerza. ¿Cómo pudo Acheron haberlo traicionado? ¿Cómo puso poner a Sunshine en las manos de un hombre que él sabía que iba a entregársela a un dios que quería castigarlo?–. ¡Maldición, maldito seas engendro del diablo!
Él golpeó a Acheron directamente en la mandíbula. Ash tomó el golpe sin estremecerse, pero cuando Talon se movió otra vez hacia él, él atrapó su mano.
–Esto no sirve para nada.
–Esto me hace sentir mejor.
Ash lo agarró por el hombro de su chaqueta de cuero y lo sostuvo inmóvil.
–Escúchame, Talon. El único modo de salvarlos a los dos es mantener tu control. Confía en mí.
–Estoy harto de confiar en ti, Ash. Especialmente cuando no es recíproco. Dime que pasa aquí y por qué le enviaste a Zarek sabiendo que la iba a entregar.
–Así es como se supone que sean las cosas.
La rabia lo derribó. Él no era ningún niño para ser sermoneado sobre el destino.
–¿Quién demonios eres tú para decir eso? No eres un dios, aún cuando pretendes serlo con tus vagos comentarios del culo y espeluznantes poderes. Tú no conoces el futuro más que yo –gruñó Talon. –Si ella muere por ayudarme, te mataré.
–Escúchame, Celta –dijo él bruscamente–. Si quieres romper la maldición de Camulus, los dos tienen que enfrentarlo juntos esta noche. Este es el único tiro que jamás tendrás para liberarte.
A Talon no le gustó nada de eso. Condenado Ash por su secreto.
–¿Dónde están ellos?
–Están en un depósito. Si te calmas, te llevaré. La noche está lejos de terminar, Talon. Mira dentro de ti y halla la paz que solías tener. Si no la encuentras, estarás perdido antes de que comiences a luchar.
Talon lo hizo, pero eso era difícil. Casi imposible. Pero no tenía ninguna opción. Él tenía que calmarse o sería inútil para Sunshine.
Cuando su cabeza estuviera clara, Acheron lo dejaría ir.
–Serénate. –La voz pareció venir de dentro de la cabeza de Talon.
Ash colocó una mano sobre su hombro. Un instante ellos estaban sobre Bourbon Street, al siguiente estaban fuera de un depósito.
–¿Qué hiciste? –Talon preguntó, preguntándose cuanta gente los había visto desaparecer.
–Hago lo que tengo que hacer. No te preocupes, nadie nos vio marcharnos o llegar. No cometo esa clase de errores.
Talon lo esperaba.
Ash sostuvo la puerta abierta para que él y Talon entraran en el edificio.
Ellos estaban a mitad de camino del cuarto principal cuando una cosa semejante a un relámpago destelló desde arriba. Los gritos desgarraron el aire.
Talon perdió su tranquilidad y salió disparó por las escaleras con Ash entusiastamente sobre sus talones. Ellos se precipitaron por una puerta y casi fueron atropellados por Zarek que estaba cubierto de sangre y llevaba a Sunshine en sus brazos.
–¿Qué diablos? –Talon preguntó, aterrorizado por la visión–.¿Qué le pasó?
Antes que Zarek pudiera contestar, la puerta voló de su marco.
–¡Corran! –Zarek gritó.
Nadie tuvo la posibilidad. Un enjambre de demonios alados entró volando al cuarto. Talon maldijo. Él nunca había visto nada como ellos. Eran del color del herrumbre y chillaban como banshees[1] mientras volaban hacia ellos. Ellos tenían tres colas de púas que manejaban como fustas.
Acheron sostuvo sus manos en alto y los hizo estallar con la energía eléctrica. Ellos retrocedieron, pero siguieron viniendo.
–Saquen a Sunshine de aquí –ordenó Acheron.
Ellos se dirigieron de nuevo a la escalera sólo para encontrar a Daimons que subían desde abajo. Talon sacó dos srads, sacando a cuatro de las criaturas, pero ni siquiera eso los hizo disminuir.
–Estamos rodeados.
Acheron habló en una lengua que Talon no podía entender. Los demonios hicieron una pausa y volaron alrededor como si se hubieran aturdido por su orden.
–Esto no detendrá a los demonios por mucho tiempo –gritó Ash, su voz apenas perceptible sobre el batir etéreo de las alas y los truenos.
Ash levantó sus manos y los Daimons entraron corriendo en lo que aparentaba ser una barrera invisible entre ellos.
Talon condujo a Zarek abajo al vestíbulo esperando encontrar otra salida del edificio. Él empujó abriendo una puerta a un cuarto más pequeño.
–Creo que ella se está muriendo. –La voz de Zarek envió una frialdad eléctrica por él.
–Ella no está muriendo.
–Talon, pienso que ella se muere –repitió él.
Olvidando a los demonios, Talon la tomó de los brazos de Zarek y la puso con cuidado en el suelo. Su cara estaba tan pálida que lo sacudió.
–¿Sunshine? –susurró él, su corazón resonando–.¿Bebé, puedes mirarme?
Ella lo hizo, pero en vez de la vibración que él estaba acostumbrado a ver, vio el dolor y profundo arrepentimiento.
–Estás libre, Talon –ella susurró–. Lo hice romper la maldición.
–¿Qué?
–Ella negoció su alma con Camulus para que te liberara. –Zarek curvó su labio a él–. Le dije que no lo hiciera, que era un truco. Pero no me escuchó y en cuanto ella accedió, el bastardo le disparó.
Talon se ahogó.
–¡No! –él rugió a ambos–.¿Sunshine, por qué?
–Él dijo que te mataría. Pensé que solamente tomaría mi alma, Talon. Yo no sabía que él haría esto. Yo no sabía que él no podía tomar posesión de mi alma sin matarme primero.
Talon arrancó el medallón del cuello de Sunshine.
–Maldita seas, Morrigan –gritó él, lanzándolo contra la pared–.¿Cómo pudiste abandonarla también?
Ella presionó su mano fría contra los labios de él.
–Shh, Bebé. No digas eso. Esto es mi culpa.
–Le dije que siempre había una trampa. Pero ella no hizo las preguntas correctas.
Los lágrimas fluyeron por las mejillas de Talon mientras la miraba luchar por respirar. Una y otra vez en su mente él recordó cada momento de su tiempo juntos, tanto en esta vida como en la anterior.
Él vio la cara brillante y sensible de Sunshine la primera vez que habían hecho el amor. La vio luchar con Beth por su atril.
La oyó cantar “Puff, el Dragón Mágico” mientras garabateaba.
Él tomó sus manos en las suyas y las besó, con su olor a pintura, trementina, y patchouli. Las manos que crearon obras de arte impresionantes.
Las manos que podrían desgarrarlo con un simple contacto...
–No voy a perderte otra vez –él suspiró–. No así.
Zarek avanzó.
–¿Qué estás haciendo celta?
–Aléjate de mí.
Talon colocó sus manos sobre su herida del pecho y cerró sus ojos, se forzó a calmarse, obligando a sus emociones a que lo abandonaran, y luego él convocó sus poderes de Dark Hunter, y dejó que se derramaran sobre él. Su fuerza inmortal permitida, se levantó. Esta se hinchó y se movió de sus manos hacia el cuerpo de ella.
Sus brazos ardían mientras él absorbía su herida en su propio pecho.
Normalmente, esto dolía cuando lo hacía. Esta noche, el dolor mutilaba porque esta no era una herida pequeña.
Esta era mortal.
Jadeando por la desgarradora agonía de su corazón siendo perforado, Talon cayó lejos de ella.
Sunshine se quedó inmóvil, esperando que el dolor volviese.
No lo hizo.
Con miedo de estar ya muerta, ella buscó el lugar en su pecho donde Camulus le había atinado la explosión. No había más una herida allí.
–¿Talon? –Ella se sentó para ver que Zarek lo miraba fijamente a él–. ¡Oh Dios, no! –ella gritó mientras veía a Talon yacer en el suelo sangrando. Ella se arrastró a su lado y lo tomó en sus brazos. –¿Qué has hecho?
–Él tomó tus heridas en su propio cuerpo –explicó Zarek–. Ahora, en vez de morir tu, él lo hará.
–¡No, Talon, no! Por favor no mueras –ella le pidió.
–Shh –Talon dijo silenciosamente–. Está bien.
Ash atravesó corriendo la puerta, los miró y maldijo.
–¿Qué pasó?
–El celta absorbió sus heridas.
La voz de Zarek era apenas más que un susurro y llena de incredulidad.
Algo golpeó la puerta. Con fuerza.
–No te preocupes –dijo Ash–. Tengo un escudo sobre el cuarto. Los dioses no pueden pasar aquí hasta que ellos lo violen.
–Sí, pero de la forma que van, ellos tendrán la puerta derribada en cualquier momento –dijo Zarek. Él empujó a Ash hacia Talon–. Ve, sácalo de aquí. Te cuido las espaldas.
–¿Estás seguro? –Ash preguntó.
Zarek asintió.
–Entonces ayúdame, Esclavo –gruñó Dionisio desde el otro lado de la puerta, te veré aniquilado por esto.
Zarek se rió con frialdad.
–Ven, consigue algunos.
Ash abrió la puerta sobre el lado opuesto del cuarto.
Sunshine estaba aterrorizada. Ella no sabía qué pasaba. Todavía no podía creer que Zarek hubiera cambiado y los estuviera ayudado. Tampoco podía pensar en la visión de Talon cubierto de sangre.
Todo pasaba tan rápido que quería escaparse y esconderse. Pero no podía.
Talon necesitaba que fuera fuerte por él y ella se rehusaba a fallarle.
Mientras comenzaba a alejarse de Zarek, él la llamó.
–¡Eh!, ¿Sunshine? –ella miró hacia atrás, a él–. Gracias por el tazón.
Entonces él giró para esperar a los dioses, para interponerse entre la barrera de Ash y la puerta.
Asombrada por sus acciones, Sunshine corrió para ayudar a Ash a llevar a Talon abajo al vestíbulo y dentro del último cuarto a la izquierda. Ash lo puso con cuidado en el suelo, luego usó sus poderes para sellar el cuarto.
La mano de Sunshine temblaba mientras se arrodillaba al lado de Talon. Él estaba pálido y temblaba. Su cuerpo entero estaba cubierto de sudor y sangre.
–Resiste, bebé –susurró ella, sin estar segura si él podía oírla ahora–.¿Él es inmortal, no? –preguntó ella a Ash–. Él estará bien.
Ash sacudió su cabeza.
–Su corazón está perforado. Cuando deje de latir, él morirá. Otra vez. –Su cara severa, Ash alzó la vista al techo–.¡Artemisa! –gritó él –pon tu culo aquí, ahora mismo.
Un destello de luz casi cegó a Sunshine mientras la diosa aparecía al lado de ella. Artemisa le dirigió una mirada furiosa a Acheron.
–¿Cuál es tu problema?
–Necesito el alma de Talon. Ahora.
Ella se rió con incredulidad a él.
–Perdóname, Acheron, pero no has pagado el precio por ella.
–¡Caray!, Artie, se está muriendo. No tengo tiempo para negociar.
Ella se encogió de hombros.
–Entonces cúralo.
–No puedo y tú lo sabes. Esta es una herida mortal de un dios. No me permiten interferir con esto.
Sunshine sintió un flujo de ondulación eléctrica por el cuarto.
La rabia oscureció su visión mientras ella miraba fijamente a la egoísta diosa. Sunshine comenzó a abalanzarse hacia ella, pero Ash la agarró y la tiró hacia atrás.
Sunshine tembló de miedo y de cólera.
–Dámela, ahora. –La profunda voz de Acheron parecía como truenos–. Hazlo y te daré una semana de sumisión total.
Un destello interesado oscureció los ojos de Artemisa.
–Que sean dos.
Sunshine vio la furia y la resignación en la cara de Ash.
–Hecho.
Artemisa extendió su mano y una gran piedra castaña apareció en su palma. Cuando Ash fue a tomarla, Artemisa la alejó de su alcance.
–Vendrás a mí al amanecer.
–Lo haré, lo juro.
Artemisa rió de satisfacción, luego le dio la piedra a Ash. Ash se volvió a Talon. Entonces, él encontró la mirada fija de Sunshine.
–Sunshine, vas a tener que tomar esto en tu mano y sostenerlo sobre la señal de marca hasta que su alma vuelva a su cuerpo.
Ella la alcanzó, pero Talon cogió su muñeca. Ella no sabía que él estaba todavía consciente hasta que sintió el debilitado apretón a su brazo.
–Ella no puede, Ash.
–¡Talon! –dijo ella, enfadada porque él la detenía–.¿Qué estás haciendo?
–No, Sunshine –susurró Talon, su voz tensa–. Si tomas eso, va a dejar una cicatriz en tu mano. Esto podría dejarte incapaz de dibujar o de pintar para siempre.
Su mayor miedo.
Ella miró dentro de los ojos llenos de dolor de Talon.
Su mayor amor. No había ninguna duda.
Ella agarró la piedra de la mano de Ash, luego gritó mientras esta chamuscaba su carne.
–Mira a los ojos de Talon. –Ella oyó la voz de Ash dentro de su cabeza–. Y por el bien de Zeus, por favor no dejes que se vaya su alma. Concéntrate...
Ella lo hizo y el dolor disminuyó, pero de todos modos podía sentir el fuego de la piedra que chamuscaba su mano.
El tiempo se detuvo mientras ella se miraba fijamente en los ojos de azabache de Talon. Los recuerdos de esta vida y de la antigua combinados en su mente. Ella recordó su propia muerte, a Talon que la sostenía en su final.
Ella se agachó y lo besó.
–Estoy contigo, amor.
Talon tomó su último aliento y se relajó. Su propio corazón dejó de latir cuando el terror crudo la consumió. ¡Por favor, por favor, deja que esto funcione!
Ash colocó su mano sobre la marca de arco y flecha de Talon. Despacio, el calor se desvaneció y la piedra cambió de apagada a colores.
De todos modos su mano se quemó.
Cuando estuvo completamente fría, ella dejó caer la piedra y esperó.
Talon no se movía. No respiraba.
Él yacía ahí, completamente inmóvil y sin responderle.
–¿Talon? –preguntó ella, todo su cuerpo sacudido por el miedo de que se hubiera ido.
Justo cuando ella estuvo segura que él estaba muerto, él dio un aliento profundo y abrió sus ojos.
Sunshine soltó un alegre grito mientras miraba sus ojos de ámbar.
Ella lo abrazó mientras la puerta detrás de ellos volaba al abrirse.
Los Daimons, los demonios, y los dos dioses irrumpieron en el cuarto. No había ningún signo de Zarek en ninguna parte. Ella sólo esperaba que ellos no lo hubieran matado.
Talon se levantó de un salto y se puso entre Sunshine y los demás.
Ash se puso de pie, listo para luchar.
–Es medianoche –dijo Dionisio con una carcajada–. Que comience la función.
Los demonios se movieron a un lado y en el medio apareció el “gemelo" de Acheron.
–¡Hola!, Acheron –dijo Styxx en un tono que no era cálido ni de bienvenida. –¿Ha pasado tiempo, verdad? Once mil años más o menos.
Talon contuvo el aliento. Él no podía creer lo que veía.
Él lo había sospechado, pero ahora la realidad caía sobre él. Ash había tenido un hermano gemelo todo este tiempo. ¿Por qué lo había ocultado? ¿Y cómo podía Styxx todavía estar vivo y no ser un Dark Hunter también? Esto no tenía sentido.
Styxx se acercó a Acheron.
–Retírate, Styxx –dijo Ash severamente. –No quiero hacerte daño, pero voy a hacerlo si me obligas. No te dejaré liberarla.
Styxx encontró la mirada fija de Talon y se rió.
–Esto se parece a alguna telenovela mala, verdad? Gemelo bueno, gemelo malo. –Su mirada furiosa retornó a Acheron–.¿Pero, somos realmente gemelos, o no, Acheron? Solamente compartimos la misma matriz por un ratito.
Styxx se movió para estar de pie detrás de Ash, quien estaba notablemente tenso. Eso no parecía propio de Ash permitir a alguien hacerle eso y aún él parecía estar congelado por alguna fuerza invisible.
Styxx estaba tan cerca de él que apenas una mano los separaba.
Ellos no se tocaban.
Styxx se inclinó hacia adelante para hablar en un tono bajo cerca del oído de Ash.
–¿Le contaremos quien es el bueno de Acheron? ¿Yo debería decirle cuál de nosotros vivió su vida con dignidad? ¿Cuál de nosotros era respetado por los Griegos y Atlantes y de quién se reían?
Styxx extendió su mano alrededor del cuello de Ash y la colocó en el punto exacto donde la cicatriz de Ash con frecuencia moraba.
Él tiró a Ash hacia atrás contra él para que poder susurrar al oído de Ash en una lengua que Talon no podía entender. Ash jadeó como si estuviera en las convulsiones de una pesadilla.
Sus ojos estaban atormentados y con la mirada ausente, su respiración desigual. De todos modos él no se movió para romper el asimiento de Styxx.
Talon miró, inseguro de lo que él debería hacer. Seguramente Ash podría manejar esto. Él nunca había conocido nada que Ash no pudiera manejar.
–He aquí, Acheron –dijo Styxx en inglés, entre dientes apretados. –Recuerda el pasado. Recuerda qué eras. Quiero que vuelvas a vivir todo aquello. Que vuelvas a vivir cada cosa asquerosa que alguna vez hiciste. Cada lágrima que hiciste verter a mis padres por ti. Cada momento que tuve que mirarte y avergonzarme de que llevaras mi cara.
Talon miró como lágrimas llenaban los ojos de Ash y temblaba. Él no conocía qué secretos ocultaba Ash, pero ellos debían ser horribles para afectarlo de tal modo. Personalmente, no le preocupaba qué hubiera hecho Ash en su pasado. Durante mil quinientos años, él nunca supo que Ash hiciera nada que no fuera caritativo y decente.
Secretos o no, los dos eran amigos.
–Déjalo ir –ordenó Talon.
Styxx levantó su cabeza, pero se rehusó a liberar a Ash. Él apretó su sujeción sobre la garganta de Ash.
–¿Recuerdas cuándo moriste, Acheron? ¿La manera en que mi padre y yo te encontramos? Nunca he sido capaz de olvidarlo. Cada vez que he pensado en ti, esa es la imagen que tengo. Eres repulsivo. Asqueroso.
–Mátalo –pidió Dionisio–, y abre la entrada.
Styxx no pareció oírlo, su atención estaba fijada en Ash.
Camulus se abalanzó hacia ellos con una daga. Talon se precipitó y ellos lucharon por el arma. Los demonios atacaron mientras Styxx seguía burlándose e insultando a Ash.
–Mátalo, Styxx –pidió Dionisio otra vez–. O perderemos la entrada.
Styxx sacó una daga del interior de su abrigo.
Olvidándose de su lucha con Camulus, Talon intentó alcanzarlos.
Pero no pudo hacerlo.
Styxx levantó su mano y dirigió la daga directamente al corazón de Ash. Él la enterró hasta la empuñadura.
Ash jadeó y arqueó su espalda como si algo lo hubiera poseído. La daga voló por el aire, chocando contra una pared encima de la cabeza de Dionisio. Luz salía de la herida, luego, chamuscándose se cerró.
En el próximo instante una onda expansiva pasó a través del cuarto, golpeando a cada uno y derribándolos. Styxx fue lanzado a una esquina lejana mientras los dioses eran clavados al suelo.
Acheron se elevó del piso, para cernirse varias pulgadas encima de ellos.
Incapaz de estar de pie frente a la fuerza desconocida, Talon gateó lentamente hacia Sunshine y la sostuvo cerca para poder protegerla de lo que pasaba.
Nadie podría estar de pie. Ni siquiera los dioses.
Relámpagos de luz salían disparados del cuerpo de Acheron, volando ventanas y las luces. Energía eléctrica golpeaba y silbaba todo alrededor. Acheron puso su cabeza hacia atrás mientras los haces de luz perforaban sus ojos y boca. Ellos parecían manar a través de él y luego salían, al cuarto, emitiendo destellos brillantes de luz.
Los Daimons y los demonios explotaron en un destello brillante.
Un dragón alado pareció salir de la manga de Acheron y se arremolinó a sí mismo alrededor de él como si lo protegiera.
O quizás lo devorara.
En toda su vida, Talon nunca había visto nada como eso.
–¿Qué es esto? –Camulus preguntó–.¿Styxx, qué hiciste?
–Nada. ¿Es esto por la apertura del portal?
–No –dijo Dionisio–. Esto es algo completamente diferente. Nadie me habló acerca de esto. –Él alzó la vista hacia el techo y gritó–: ¡Artemisa!
Artemisa apareció e inmediatamente fue arrojada al piso con el resto de ellos.
Talon apretó su sujeción sobre Sunshine, quien le asió ferozmente mientras temblaba contra él.
Artemisa miró a Acheron y su cara se ruborizó de cólera.
–¿Quién es el idiota que molestó a Acheron? –exigió ella.
Los dos dioses indicaron a Styxx.
–¡Idiotas! –gruñó–.¿En qué estaban pensando?
–Teníamos que matar a un Atlante para liberar a la Destructora –dijo Dionisio–. Acheron es el único que queda.
–¡Ah, ustedes son tan estúpidos! –soltó Artemisa–. Sabía que su plan tenía que ser malo. No pueden matarlo con una daga. En caso de que no lo hayan notado, él no es humano. ¿Dónde estaba su cerebro?
Dionisio curvó sus labios hacia ella.
–¿Cómo iba a saber que tu mascota era un asesino de dioses? ¿Qué clase de idiota se ata a uno de su clase?
–Bien, veamos, qué se suponía que tenía que hacer? –disparó Artemisa–.¿Tener sexo con el Sr. Todo Poderoso Asesino de dioses o conseguirme mi propia carroza de Mardi Gras y tenderme con él? –Ella apuntó a Camulus, quien parecía sumamente ofendido por su comentario.
–Tú eres tan idiota –le dijo a su hermano–. No es nada asombroso que seas el dios patrono de la fraternidad de los muchachos borrachos.
–Perdónenme. –Talon intentó cortarlos–. ¿Ustedes dioses podrían enfocarse por un segundo? Tenemos una pequeña situación aquí.
–Oh, cállate –interrumpió Dionisio–. Yo sabía que debería haber regresado cuando te atropellé.
La mandíbula de Talon se aflojó.
–¿Eras tú el que me golpeó con la carroza?
–Sí.
–Demonios, muchacho –dijo Camulus a Dionisio–. Estás cayendo en profunda picada. Ayer dios griego... hoy conductor incompetente de carroza. Mierda, ¿y yo me conecté contigo? ¿Qué estaba pensando?. Artemisa tiene razón, qué clase de idiota escoge una carroza para bajar a un tipo para que pueda ir a casa con su esposa muerta? Eres afortunado de no haberlo matado entonces y hacer volar el plan entero.
–¡Hey!, ¿alguna vez has intentado conducir una de esas cosas? Eso no es exactamente fácil. Además, él es un Dark Hunter. Yo sabía que eso no lo mataría. Solamente necesitaba algo que lo lastimara los suficiente para hacer que ella lo llevara a casa. ¿Necesito recordarte que eso realmente funcionó?
Artemisa les gruñó.
–Eres tan patético. No puedo creer que nosotros compartamos un gen en común.
Echándole una mirada de repugnancia a su hermano, Artemisa luchó contra la fuerza invisible que los dominaba. Como el resto de ellos, ella no podía alcanzar a Ash.
–¡Acheron! –le llamó–.¿Puedes oírme?
Una risa incorpórea llenó el espacio.
Ash inclinó su cabeza hacia adelante y más relámpagos fluyeron por él. La bestia parecida a un dragón apretó su sujeción alrededor de él y escupió un aliento ardiente a la diosa.
Artemisa intentó alcanzar la pierna de él, pero fue forzada a retroceder, a alejarse de él.
–Ustedes saben, gente –gritó Camulus–. La idea era de matar a Acheron, liberar a Apollymi, y reclamar nuestro estado de dioses. No enojarlo y acabar el mundo. Personalmente, no quiero ser el jefe de nada. Pero si alguien no para a este tipo, ese cántico que él hace va a deshacer la vida como la conocemos y descrear el mundo.
–¿Qué vamos a hacer? –Sunshine preguntó a Talon.
Sólo una cosa vino a su mente.
Él tenía que traer a Acheron a sus cabales.
Talon besó sus labios, luego se alejó de ella. Él no había regresado de la muerte para recuperarla, sólo para perderla ahora.
Él convocó el resto de sus poderes y les permitió que anidaran en él. Él no tenía más su inmortalidad de Dark Hunter, pero realmente conservaba todos los poderes psíquicos que se le habían dado.
Esperaba que fueran suficientes.
Él se elevó despacio de sus pies
Un rayo de relámpago vino hacia él.
Talon lo desvió. Él se movió despacio por el torbellino hasta que alcanzó el lado de Ash. Mientras se calmaba, él parecía estar protegido de la ira de Ash.
–Déjalo ir, T-Rex.
Ash le habló en una lengua que él no entendió.
–Él dice que te alejes o morirás –tradujo Styxx–. Él está convocando a la Destructora.
–No puedo dejarle hacer esto –dijo Talon.
La risa resonó otra vez.
Queriendo distraer a Acheron de lo que estaba cantando, y sin saber qué más intentar, Talon se precipitó sobre él. Agarró a Ash aproximadamente por la mitad y tiró hacia el piso. El dragón se arqueó encima, chillando.
Talon no hizo caso de ello mientras golpeaba a Ash.
Sunshine sostuvo su aliento mientras los miraba luchar. El edificio entero se sentía como si fuera a partirse en dos. El piso bajo ella se sacudía.
Ellos estaban encerrados juntos como dos grandes bestias primitivas y el destino del mundo dependía de quien ganara y o de quien perdiera.
Ella susurró una plegaria mientras los miraba, intimidada por la belleza mórbida y la gracia de su batalla.
Zarek atravesó la puerta, sangrando, e inmediatamente fue lanzado hacia atrás, contra una pared.
Artemisa intentó otra vez alcanzar a Acheron y otra vez él la tiró atrás mientras luchaba con Talon.
–Le daré el crédito al muchacho –dijo Camulus–. Siempre ha sido un luchador.
Talon dejó de luchar cuando oyó aquellas palabras.
«Nunca pudiste aprender tu lugar, Speirr. Tu nunca supiste cuando dejar tu espada y jugar limpio.»
Camulus había tenido razón. Hasta ahora, Talon nunca había sabido cuándo luchar y cuándo retirarse. Estar tranquilo era lo que le había permitido alcanzar a Ash. Entonces, él recordó lo que Acheron le había dicho en la noche en que se había hecho un Dark Hunter.
«Puedo mostrarte cómo enterrar ese dolor tan profundamente dentro de ti que no te molestará más. Pero te advierto que nada es dado libremente y que nada dura para siempre. Un día algo vendrá para hacerte sentir otra vez y con ello, traerá todo el dolor de los años sobre ti. Todo lo que has enterrado saldrá y esto podría destruir no sólo a ti, sino a alguien cerca de ti.»
Él se preguntó ahora para quién estaban destinadas esas palabras. ¿Para él o para Ash?
Él alzó la vista a Acheron y vio la furia del hombre que lo atacaba. Esto era lo que Ash había querido decir aquella noche.
Ambos habían mantenido tal control sobre ellos por tanto tiempo que su furia les cegaba la razón. Esto los hacía atacar cuando necesitaban retirarse y replantear la línea de batalla.
Cerrando sus ojos, Talon convocó a la calma tranquilizante, como Acheron le había enseñado.
Ash se precipitó sobre él otra vez.
Esta vez, en vez de luchar, Talon lo abrazó como a un hermano.
Poseído de una fuerza y un poder que Talon nunca había conocido antes, él ahuecó sus manos alrededor de la cara de Ash y trató que su viejo amigo lo mirara.
Los rasgos de Ash no eran más hermosos o humanos. Eran los de un demonio torcido. Sus ojos estaban rojos de sangre y amarillos, y no había ninguna piedad en ellos. Eran fríos. Viciosos
Los colores se arremolinaron y bailaron como el fuego.
Talon nunca había visto nada como esto antes.
¿Quién sabía que Ash tenía esta clase de poder?
Pero él tenía que detenerlo.
De una u otra manera.
–Acheron –dijo con calma, despacio–. Suficiente.
Al principio él no pensó que Ash lo había oído. No antes de que Acheron girara su cabeza para ver a Sunshine en el suelo.
–Talon –él habló con voz ronca.
Los ojos de Ash parpadearon, entonces él miró de nuevo a Talon.
De repente otra ola de poder se disparó a través del cuarto, ésta en dirección inversa a la del principio. Era como si el poder soltado retrocediera dentro de Acheron.
El dragón subió a lo alto del techo, luego desapareció.
Los rasgos de Ash se transformaron de nuevo en la cara del hombre que Talon conociera estos siglos pasados.
Ash parpadeó sus ojos ahora de plata y miró alrededor como si él se despertaba de una pesadilla.
Sin un solo comentario, Ash se alejó un paso de Talon, envolviendo su pecho con sus brazos, y caminó a través del cuarto como si nada hubiera pasado.
Al pasar al lado de Artemisa, ella quiso alcanzarlo, pero él esquivó su contacto y siguió andando. Artemisa se dirigió a su hermano con un gruñido.
–Solo espera hasta que Papá consiga poner sus manos sobre ti.
–¿Yo? Él sabía lo que yo había planeado para esta noche. ¡Espera hasta que yo le diga sobre Acheron!
Artemisa curvó su labio.
–Oh, cállate, sólo sabes relinchar. –Ella levantó su mano y lo desvaneció del cuarto. Styxx se encogió mientras Artemisa le dirigía su fija mirada fija.
–Tú –dijo ella, su tono grueso con aborrecimiento.
Styxx tragó de forma audible.
–¿Cómo puedes proteger algo como él? Después de que morí, fui enviado a los Campos Elíseos[2] mientras él fue...
–No te concierne –ella dijo, interrumpiéndolo–. Tú y tu preciosa familia, ustedes le dieron la espalda y lo condenaron por algo que no era su culpa.
–¿No era su culpa? Por favor. –Styxx intentó decir algo más, pero su voz desapareció.
–Así está mejor –dijo Artemisa–. Gracioso, ustedes dos suenan parecidos a pesar que tu lloriqueas. Agradece a Zeus, Acheron que no tienes esa característica repugnante. Pero claro, él siempre fue un hombre y no un niñito llorón.
Ella apoyó a Styxx contra la pared.
–No puedo creerte. Te di una existencia perfecta. Tu propia isla, llena de todo lo que alguna vez pudieras desear, y ¿qué has hecho? Has pasado la eternidad odiando a Acheron, tramando modos de matarlo. Tú no mereces piedad.
–No puedes matarme –chirrió Styxx–. Si lo haces, Acheron muere también.
–Y maldigo el día que los Destinos ataron su vida a la tuya. –Ella estrechó sus ojos sobre él como si no quisiera nada más que astillarlo, ahí, donde él estaba de pie.
–Tienes razón. No puedo matarte, pero puedo hacerte vivir en el peor infierno que alguna vez pudieras imaginarte.
–¿Qué es lo que vas a hacer conmigo? –preguntó Styxx.
Ella rió malvadamente.
–Ya verás, pequeño humano, ya verás.
Styxx desapareció.
Artemisa se dio vuelta para enfrentarlos. Ella suspiró y pareció calmarse evidentemente.
–Cuida tu alma, Speirr –le dijo a Talon–. Sabes que ésta fue comprada para ti a un costo muy importante.
Entonces ella también desaparecido.
Eso los dejó a solas con Camulus.
–Bien –dijo Talon al dios celta–. Parece que tus amigos te han abandonado.
Camulus suspiró.
–Qué pena. Exceso, Guerra, y Destrucción. Juntos, habríamos tenido un gran tiempo sobre la tierra. Ah bien. Yo solo tendré que contentarme con quitártela otra vez. Después de todo, ella me dio su alma y ahora deseo reclamarla y desde luego, la cosa divertida sobre las almas, es que sólo pueden ser reclamadas de un muerto.
Camulus empezó a acercársele a ella.
Talon sacó sus srads, listo para dar batalla.
De ninguna parte, un destello brillante alumbró el cuarto. Este se convirtió en una forma que era casi tan querida para Sunshine como para Talon.
–¿Grammy? –Sunshine preguntó con incredulidad.
Su abuela dio un paso entre ellos y Camulus. Ella se enfrentó al dios celta con un severo ceño fruncido.
–No temas, querida, no tienes nada...
Camulus estaba horrorizado ante su aparición.
–¿Morrigan? ¿Qué estás haciendo aquí? Esto no te concierne.
–Por supuesto, que sí –dijo su abuela transformada de una pequeña señora anciana en la hermosa diosa de la guerra que Talon había encontrado en sus días como un hombre mortal.
Talon estaba helado. Sunshine farfulló.
–¿Perdón? ¿Qué es esto?
Su abuela miró a Sunshine excusándose.
–No quería que lo supieras de esta manera, pequeña, pero Acheron y yo teníamos que detenerlos antes que soltaran a Apollymi. Y para conseguir liberar a Talon, necesitábamos a los dos aquí para enfrentar a Camulus.
Talon quedó pasmado.
¿Ash sabía sobre todo esto? ¿Por qué no se lo había dicho?
La Morrigan se volvió a Camulus.
–Lo lamento, Cam. Por una vez olvidaste leer la letra pequeña. Estuviste de acuerdo con Bran para dejar que Nynia naciera de nuevo de padres mortales para tu artimaña. Pero nunca especificaste que sus abuelos debían ser mortales también.
–Ya que no pude ayudar a Speirr a evitar su maldición y su pacto sin declararles la guerra a ti y a Artemisa, pensé que lo menos que podría hacer era devolverle a su esposa en el cuerpo de alguien que no pudieras tocar. Nynia ahora ha nacido de nuevo como Sunshine, es la carne de mi carne, sangre de mi sangre. Como Speirr bebió de su cuello, él tomó mi sangre en él y ahora él, también, tiene mi protección.
Camulus maldijo. Su abuela arrugó su nariz.
–¿Esto apesta, verdad? No puedes matarla o a él, a no ser que quieras luchar conmigo.
Talon intercambió una mirada atontada con Sunshine.
–Un día, Morrigan. Un día...
Camulus se desvaneció del cuarto.
La Morrigan suspiró, luego giró para enfrentarlos.
–Felicidades, niños.
–¿Estoy libre? –preguntó Talon, todavía incapaz de creerlo.
La Morrigan asintió.
–Con tus poderes de Dark Hunter intactos.
Sunshine vaciló.
–¿Él es todavía un Dark Hunter?
–No –dijo su abuela–. Artemisa lo liberó de su juramento cuando devolvió su alma. Una vez que los poderes psíquicos son otorgados a alguien, ellos permanecen con él para siempre.
Sunshine rió.
–¿Entonces él puede salir en la luz del día ahora?
–Sí. –La Morrigan pareció, de repente, incómoda–. A propósito, hay algo que tengo que decirles a los dos.
–¿Qué? –preguntaron al unísono, ambos con miedo de lo que ella pudiera decir.
–A causa de cómo trabaja nuestro panteón, ustedes dos son... –Ella se mordió el labio y retorció sus manos.
–¿Somos qué? –la incitó Talon, aterrorizado de lo que venía después.
Cuando se trataba con un dios, uno nunca podía ser demasiado cuidadoso.
–Tú eres inmortal a no ser que renuncies.
Sunshine parpadeó.
–¿Qué?
Su abuela se aclaró su garganta.
–Tu y tus hermanos nacieron inmortales, dulce. Es por eso que todavía pareces un bebé aun cuando estás en los treinta.
–¿Esto significa que Mamá es inmortal también? –preguntó ella.
–No. Ya que tu padre no lo es, ella decidió que renunciaría a su inmortalidad para envejecer con él. Pero ya que era mi sangre la que le dio su inmortalidad, esto ha pasado de ella a ti y luego de ti a Talon.
La alegría se abrió paso a través de Talon.
–¿Quieres decir que nunca tendré que verla morir otra vez?
–Nunca. No a no ser que lo escojas.
–Oh, diablos, no –dijo Talon, riendo.
–Me lo figuraba. –La Morrigan se distanció–. Bien, estoy segura que tienen mucho que hacer. Como planear una boda. Ir haciendo muchos bebés. –Ella tomó sus manos en las suyas y luego las presionó juntas–. Espero un gran número de bisnietos de ustedes dos.
La Morrigan desapareció, dejándolos para mirarse fijamente el uno al otro maravillados.
Sunshine se pasó la lengua por sus labios mientras miraba hacia arriba. Ella no podía creer todo lo que había pasado esa noche.
Sobre todo, ella no podía creer que tuviera a Talon para ella.
–¿Entonces cuál es nuestro primer curso de acción?
Una familiar mirada entró en los ojos color ámbar.
–¿Intentar hacer un bebé?
Ella se rió de él.
–Suena bien, pero probablemente nos tomará el resto de la noche regresar a tu cabaña.
–Verdad, pero tu loft no está esto demasiado lejos...
Sunshine rió.
–No, no lo está.
Él besó su mano y luego la condujo fuera del cuarto
Ellos abandonaron el edificio y se mezclaron con la monstruosa muchedumbre de celebrantes del Mardi Gras que se dirigían a casa. El corazón de Sunshine estaba ligero mientras ellos caminaban de la mano, hasta alcanzar la calle.
Se quedó sin aliento, cuando ella tiró a Talon hacia atrás mientras una gigantesca carroza por poco lo choca. Entonces ella se echó a reír.
–¿Qué pasa contigo y las carrozas de Mardi Gras?
–No son las carrozas, amor, eres tú. Siempre que estés alrededor, todo lo demás desaparece de mi vista.
Ella mordió su labio traviesamente.
–Si sigues hablando así, definitivamente te llevaré a casa, te encerraré, y tiraré la llave.
–Eso está bien para mí, solamente asegúrate de estar desnuda cuando lo haces.
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