miércoles, 25 de enero de 2012

NE cap 9

–Supongo que ahora te iras –dijo Sunshine quedamente, aún cuando parte de ella no quería que se fuera. Su gran loft repentinamente parecía un poco desolado al pensar en él yéndose.
Se habían divertido a lo grande en su cabaña, creando la bandeja con comida, haciendo el amor. Pero ahora su sexcapada había terminado. Era hora que continuaran por caminos separados. ¿Por qué, entonces, le dolía tanto pensar que nunca lo volvería a ver otra vez?
Talon asintió.
–Si, creo que sí. –Soltó su mano y comenzó a dirigirse hacia la puerta. Podría encontrar algún lugar para dormir en la construcción abandonada de al lado. Encontrar un piso que no estuviese demasiado lejos de éste a fin de poder continuar su vigilancia hasta el amanecer. Luego podría quedarse en el edificio hasta mañana por la noche.
Sería más fácil así. Más fácil para los dos si rompía la relación ahora.
No había razón para pasar otro día con ella, cuando sabía que no podía ofrecerle nada de sí mismo. Nada mientras él implicase un peligro para ella.
Sunshine sufría mientras alcanzaba la manija de la puerta.
Él se estaba yendo.
Estaba terminado.
No podía respirar. Un dolor cruel la apuñaló en el estómago ante el pensamiento de no verlo nunca más. No podía sentarse aquí y dejarlo ir de esta forma.
–¿Talon?
Él se detuvo y se volvió a mirarla.
–¿Por qué no te quedas esta noche? Sé que no puedes regresar a casa antes de la salida del sol.
–No, mejor no.
–¿Pero donde irás?
Él se encogió de hombros.
Déjalo ir...
No podía. No así. No parecía correcto.
–Vamos. Estaré fuera del loft mañana temprano y tendrás el lugar todo para ti mientras trabajo. Nadie te molestará. Lo prometo.
Talon vaciló.
Vete.
La orden hizo eco en su cabeza. La necesitaba.
No podía.
–¿Estas segura que no te importa? –preguntó.
–Para nada.
Talon inspiró profundamente y se volvió hacia ella.
Su esposa.
Su última salvación.
Su última destrucción.
Nynia había sido todo para él. Había pensado todos estos siglos que estaba a salvo de sus emociones. A salvo del dolor que venía con los recuerdos de su esposa.
Ahora todo regresaba. Aún más doloroso que antes.
–¿Hay algo mal? –Sunshine preguntó.
–Solo estoy cansado –dijo, sacándose la chaqueta y colocándola sobre el sillón.
Sunshine tragó ante la vista de su remera ajustada exhibiendo su cuerpo bien desarrollado. Ella estaba fascinada con su forma impresionante. El hombre tenía el mejor trasero que el cuero podía vestir. Sus piernas eran largas, bien formadas, y magníficas, ella recordaba muy bien como se sentían cuando se enredaban con las de ella.
La sensación de todo su poder y belleza masculina yaciendo en sus brazos... empujándose entre sus piernas... Casi gimió en voz alta al imaginárselo.
Pero había una pared entre ellos ahora. Como si le hubiera cerrado parte de sí mismo. Se había ido el hombre tierno con el que había compartido su cuerpo y risa. Ahora veía a la bestia poderosa que había golpeado a sus asaltantes y los había hecho salir corriendo aterrorizados.
Cómo extrañaba el lado más suave de él.
–¿Te has puesto todo tieso conmigo, no?
Le arqueó una ceja desconcertado y se vio perplejo por la pregunta. –Lady, yo me pongo rígido cada vez que te acercas a mí.
El calor subió a sus mejillas y ella se mofó.
–No quise decir esa clase de rigidez. A pesar que esa clase de rigidez sea mucho mejor que la otra. Al menos con esa sé que te gusto.
Talon gimió mientras ella miraba hacia sus pantalones donde estaba seguro que su erección era totalmente visible. Sintió sus barreras desmoronándose. Sintió el deseo de ser con ella el hombre que siempre había sido con Nynia.
Con Nynia había sido él mismo. Ella nunca había esperado que él fuera otra cosa que su amigo.
Nyn nunca había visto al patético chico que era escupido y rechazado. El que había tenido que asearse después de sus superiores.
Al que habían forzado a comportarse servilmente. Nunca había visto al muchacho de corazón frío en quien se había convertido porque estaba cansado de ser golpeado y abusado.
Siendo niño, había endurecido su corazón y había aprendido a recibir los puñetazos. Había aprendido a devolverlos y derribar a todos los envidiosos o a quien hiciera un comentario ya fuese de él, su madre o su hermana.
Se había dicho a sí mismo que no necesitaba el amor o el cuidado de nadie. Y así es que había aprendido a vivir como un animal feroz, siempre en condición de dar golpes a cualquiera que lo trataba de tocar.
Hasta Nynia. Ella había domesticado a la bestia en él. Le había permitido ser tierno con ella. Ser algo más, aparte de duro e inquebrantable. Defensivo y brutal.
Con ella sólo había sido Speirr. El niño/hombre que quería que alguien lo amara. Que quería amar a alguien.
Había pasado mucho tiempo desde que Talon había sido él mismo con alguien.
Sus hermanos Cazadores Oscuros recurrían a él para ser aconsejados. Acheron dependía de él por su fuerza, sabiduría, y su liderazgo sereno.
Ninguno de ellos, ni siquiera Wulf, lo conocía realmente. Nunca había abierto su corazón a alguien aparte de la mujer que estaba sentada a su lado en este momento.
Una mujer a la cual no se atrevía abrirse a sí mismo, en esta vida.
–¿Eres insaciable, no? –preguntó ella.
–Sólo contigo –murmuró, moviéndose más cerca de ella mientras trataba de reconciliar la mujer que había sido con la mujer que era ahora–. Nunca pude resistir tocarte. Estar dentro de ti. Sentir tu respiración en mi piel. Tus bellas manos en mi cuerpo.
Sunshine tembló ante sus palabras.
Se acercaba a ella como si fuera una gran bestia asechando. Su cuerpo era una sinfonía de movimiento. Su perfume masculino y la esencia del cuero, invadieron sus sentidos e hizo agua su boca.
Su cabeza se elevó para su beso, pero lo empujó hacia atrás, perpleja por su comentario.
–Lo dices como si me hubieras conocido por mucho tiempo. ¿Por qué es eso?
–Siento como si te conociera de siempre. Como si te hubiera mantenido en mi corazón por siglos.
Tembló ante las palabras. Ésta era el hombre que la obsesionaba en sueños. El poeta Celta y jefe del clan. El hombre que recordaba que cabalgaba a la batalla, y luego cabalgaba a casa para amarla.
Pero no podía ser este hombre, ¿Podía?
Y así todo mientras pensaba sobre eso, se percataba cuan extraños eran sus sueños. En ellos ella era rubia y tenía ojos rasgados, pero Talon... Talon se veía igual.
Completamente, hasta el tatuaje en su cuerpo. Las trenzas en su sien; aún llevaba el mismo collar. Lo único diferente era el color de sus ojos.
Esto no podía estar bien. Había algo extraño en todo esto.
Algo que la quemaba a un nivel que nunca había sabido que existiera.
¿Podía ser el mismo hombre?
¿Podía?
No podía ser posible, y eso que viviendo con su padre y su madre, había visto muchas cosas imposibles. Había poderes etéreos trabajando en este mundo.
Se alejó del beso de Talon e inclinó su cabeza para ver la piel justo debajo de su oreja derecha.
Había una cicatriz pequeña allí. Una cicatriz pequeña que ella, como Nynia, le había hecho a Speirr cuando pescaban siendo niños. Había tirado para atrás su caña para lanzarla y el anzuelo había atrapado la oreja de Speirr.
La cicatriz en forma de estrella estaba todavía allí.
Tal como siempre había estado.
Tal como estaba ahora.
No, no era posible.
¿Podía serlo?
Ella tembló con incertidumbre.
Sus ojos estaban entrecerrados mientras la miraba ávidamente. Su respiración caía suavemente contra su cara. Podía sentir los latidos de su corazón bajo sus manos, sentir cómo su fuerza y calor llegaban a ella.
–Te he extrañado tanto, Nyn... Nyn... vecina[1].
Sunshine se heló mientras él se echaba atrás instantáneamente. Por su cara, se podía decir que estaba tan sorprendido como ella.
–¿Cómo me llamaste?
–Vecina, – dijo rápidamente
–Antes de eso.
–Nada.
De acuerdo, esto era demasiado jodidamente extraño. Y ella quería, no ella necesitaba, una explicación.
–Talon –dijo, dejando la silla y parándose frente a él–. Dime qué pasa. ¿Sabes quien es Nynia?
Sus ojos de obsidiana brillaron.
–¿Tu sí?
¡Oh Dios, era cierto! La conocía. De alguna forma él recordaba el pasado también.
No había cambiado nada. No podía estar a la luz del día. No era un ciudadano americano y aun así... Oh, no hacía falta un científico espacial para aclarar esto. De alguna forma, Talon era Speirr.
Él era un vampiro o un inmortal o algo por el estilo. Ella lo sabía.
–¿Cómo me recuerdas? –ella le preguntó.
–¿Cómo te podría haber olvidado alguna vez?
Ella evadió sus labios y lo empujó hacia atrás otra vez.
–Muy dulce, pero eso no contesta a mi pregunta. Hay algo realmente extraño contigo, Talon. Y no tiene sentido que estés ahora como los estás en mis sueños. Ni siquiera yo parezco la misma. Pero tu sí. ¿Por qué?
Talon quería decirle, pero no podía encontrar las palabras. Después de tu muerte vendí mi alma por venganza a una diosa griega quien ahora me posee a fin de que pueda pasar la eternidad cazando y aniquilando vampiros. Aun a él le costaba creer la verdad de esa declaración y había vivido esa realidad por mil quinientos años.
Ella le gruñó.
–Estas rígido otra vez.
–¿Puedes dejarlo por el momento? ¿Me aceptas como soy?
–Ok. Pero contéstame una cosa.
–¿Qué?
–¿Cuándo te graduaste de la escuela secundaria?
Él se vio incómodo con su pregunta.
–No me gradué.
–¿Entonces en que año abandonaste?
Talon se alejó de ella. Éstas eran cosas a las que no podía contestar. Cosas que se rehusaba a contestar. El dolor en sus ojos tiraba de su corazón.
–¿Cuál es el problema, Talon? No soy estúpida. Nadie es tan alérgico a la luz del sol que ni siquiera pueda caminar frente a una ventana. Y no pienses que se me ha escapado el detalle que nunca enseñas tus dientes. Si me acerco demasiado cuando nos besamos, entonces inmediatamente te apartas.
Talon deseaba atreverse a usar sus poderes para hacerla olvidarlo. Para cambiar este tema a algo menos volátil.
–¿Qué? ¿Quieres que admita que soy un vampiro? ¿Que aúllo a la luna cuando está llena?
–¿Lo eres? ¿Lo haces? –se aproximó a él y colocó su mano en su barbilla como si fuera a forzarlo a abrir la boca–. Muéstrame tus dientes, Talon. –Él dio un paso atrás.
–No puedo.
Ella le dirigió una mirada significativa.
–Eres Speirr, ¿no? De alguna forma eres tú. Tú, al que veo cuando sueño. ¿No es así?. –Él apartó la mirada–. No le diré a nadie –insistió, suavizando su voz–. Sólo necesito saber.
–¿Qué diferencia habría? –explotó, cansándose de esta conversación–.¿Me echarías?
–No –dijo ella sin aire, sonando reconciliadora–. No creo que alguna vez pudiera echarte.
–¿Entonces por qué tienes que saber?. –El fuego regresó a los ojos de ella mientras lo acercaba a ella.
–Porque quiero que seas abierto y honesto conmigo, compartir tu vida.
Sus palabras lo desgarraron. Amargos deseos crecieron en su corazón mientras recordaba qué tan desesperado había estado por tenerla en su vida humana. En aquel entonces sólo la posición social y las habladurías habían estado en medio de ellos. Ahora el universo entero estaba unido para mantenerlos separados.
–¿Qué te hace pensar que quiero compartir mi vida? Tal vez solo te estoy usando para tener sexo.
Con cara afligida, ella se separó de él.
–¿Lo haces?
El dolor en sus ojos lo desgarró. No quería lastimarla.
–¿Lo haces tu? –preguntó él, devolviéndole la pregunta.
–Dime ¿qué quieres de mí, Sunshine?
–Honestamente no sé. Parte de mí se siente atraída por ti y otra parte se siente asustada. Hay algo muy oscuro en tus ojos. Si quisiera conocerte mejor, ¿me dejarías?
–No –dijo apretando los dientes–, no podemos.
–Entonces me debes una razón de por qué no podemos. Sabes, no soy ninguna niña que necesita de un padre para que tome sus decisiones. Pensé que me respetabas.
–Lo hago.
–Entonces trátame como un adulto. Dime por que te rehúsas a contestar aún la pregunta más básica acerca de ti mismo.
Lo que ella pedía era imposible. Nunca podría contarle sobre su vida actual, no a menos que Acheron o Artemisa lo liberaran de su juramento.
–Si te digo quién soy, entonces tu vida estará en peligro.
–Vivo en Nueva Orleans sobre uno de los clubes más populares de la ciudad y estaciono mi coche en un callejón donde dos hombres fueron asesinados anoche. Mi vida está siempre en peligro.
–Esos no eran hombres y no fueron asesinados. –Talon no sabía por qué se le había escapado eso.
–¿Entonces qué eran?
Díselo...
La orden era tan intensa. Ni una vez había roto su Código de Silencio. Nunca.
«Los Daimons querían divertirse con tu novia, Celta. No la dejes sin protección».
Ella tenía derecho a saber qué había afuera queriendo cazarla.
–Talon. –Dio un paso entre sus brazos y colocó sus manos en su cara. Su contacto era reconfortante y caliente.
Casi tuvo éxito en quebrarlo.
–Confía en mí. Cualquier cosa que sea, nunca diré nada.
–No puedo, Sunshine. No puedo.
–No quieres, Talon. No quieres. –Respiró irritadamente y dejó caer las manos–. Bien. Conserva tus secretos. Sigue adelante y hazme a un lado. Vive una vida feliz y haz lo que sea que haces.
Ella se alejó de él. Talon trató de alcanzarla, pero eludió su mano.
–Sunshine...
–No me toques. Estoy enojada contigo.
–Por favor no estés enojada conmigo.
Ella negó con la cabeza.
–Oh, eres bueno con esos ojos de cachorrito. Esa nota profunda en tu voz. Pero estoy muy mal para que me importe. Sólo vete.
Él se sobresaltó ante el dolor en su voz y su orden. Le hirió hasta su corazón.
En ese momento, se dio cuenta de algo. Zarek y Acheron tenían razón, estaba asustado. Asustado de irse y asustado de quedarse. Lo último que quería era perder a Nynia otra vez y aún así cuando miraba a Sunshine, emergía en él el pensamiento que a pesar que ella tenía el alma de su esposa, ella no era su esposa.
Ella era alguien más. Alguien nuevo y exasperante. Nynia nunca se había enfurecido con él. Ni aún cuando se había merecido su cólera. Siempre había sido tímida y vergonzosa. No atrevida y exigente como lo era Sunshine. Si él decía que dejaran el problema, entonces Nynia inclinaba la cabeza y cambiaba de tema. Ella nunca habría dado con la rodilla a un Daimon o habría peleado con un lagarto.
Pero lo más asombroso, era que tenía que admitir que le gustaba el fuego en Sunshine. Su habilidad para hacerle frente y a todo el mundo a su alrededor.
–¿Qué? –preguntó ella, parpadeando como si no pudiera creer lo que veía–.¿Aun estás aquí? Pensé que te di una orden.
Él sonrió a pesar de sí mismo.
–No quiero dejarte, Sunshine. ¿No puedes aceptarme como soy?
Sunshine miró para otro lado.
–Me gusta lo poco que sé de ti Talon, pero el problema es justamente qué tan poco yo sé de ti. Vives en el pantano, parece que tienes un montón de dinero y ningún apellido, y te gustan los lagartos grandes y espeluznantes y tienes a un tipo llamado Nick que te hace recados. Eso es todo.
–Esa es la extensión de mi conocimiento sobre Talon y es una lista realmente corta –. Ella enfrentó su mirada.
–Me rehúso a tener una relación con un hombre que ni siquiera me confía su vida básica. Ahora si todo lo que quieres es tener relaciones sexuales, entonces allí está la puerta. Si realmente quieres quedarte, entonces cuéntame algo sobre ti. Alguna cosa significativa.
–¿Cómo qué?
–Dime el nombre de tu mejor amigo.
–Wulf Tryggvason.
Horrorizada, ella dejó caer su mandíbula.
–Oh mi Dios, acabas de responder una pregunta. Pienso que el mundo puede acabarse en cualquier momento.
–No eres graciosa. ¿Entonces puedo quedarme?
Ella frunció los labios mientras pensaba en eso por un minuto.
–Muy bien, pero sólo porque sé que no puedes regresar a casa antes de que el sol se levante.
Decidida a mantener distancia entre ellos hasta que él respondiese a sus preguntas, Sunshine dio la vuelta y fue a su dormitorio. Agarró una almohada y la manta de su cama, luego regresó a la sala de estar y se las dio a él.
Él se quedó como quien ve visiones mientras agarraba la almohada y la colcha rosa.
–¿Qué es esto?
–Hasta que me confieses todo, puedes quedarte en el sofá.
–Estás bromeando.
–Oh no. Ni siquiera un poco. No voy a dejar que entres a mi cama hasta que me dejes entrar a tu cabeza.
Talon se quedó completamente estupefacto mientras ella caminaba hacia la pared más alejada y bajaba las cortinas.
–Te conté sobre Wulf, –dijo él.
Ella se volvió hacia él, con apariencia no muy divertida.
–Me diste sólo un nombre. Oooohh. Eso me dice tanto de ti, ¿no? Bien, mis mejores amigas son Trina Devereaux y Selena Laurens. Ahora qué te dice eso sobre mí. Nada. Nada de nada. Ninguna cosa. Sólo quiere decir que tengo a alguien a quien puedo llamar cuando me enojo, y créeme, si no fuera tan tarde estaría marcando el número de una de ellas como una loca.
Talon gruñó, pero no la desconcertó en lo más mínimo. La mujer tenía absolutamente mucho descaro.
–Entonces, cuénteme sobre Wulf –dijo lentamente, dando un paso hacia él–.¿Qué hace para ganarse la vida? ¿Vive aquí en Nueva Orleáns? ¿Está casado? ¿Cuánto tiempo hace que lo conoces?
–Él vive en Minnesota y no está casado.
Ella se veía complacida y al mismo tiempo logró dirigirle una mirada resentida también.
–¿Cómo lo conociste?
En Mardi Gras ciento dos años atrás cuando Wulf había sido trasladado a la ciudad por servicios temporales…, era algo que nunca podría decirle a Sunshine.
Talon dejó escapar un suspiro exasperado.
–Lo he conocido por mucho tiempo.
–Oooh, ella suspiró otra vez. –Respuestas como esa te llevaran al desván, pero no te pondrán de vuelta en mi cama. Y definitivamente no te dejarán acercarte a mi cuerpo.
–Estás siendo irrazonable.
–¡Hah!
Esto era tan injusto. Él trataba de protegerla y aquí estaba ella pidiéndole algo que no le podía dar. Negándole su cuerpo porque no quería verla sufrir.
¿Cómo ella podía hacerle eso?
Enojado por su continua insistencia, él gruñó,
–Soy tu marido.
Ella resopló y lo recorrió con la mirada.
–No en esta vida, amigo. –Levantó su mano izquierda para mirarla–. No veo ningún anillo de boda en mi dedo, y la última vez que me fije, no venías entrando al pueblo como un poseído a lomos de tu caballo de guerra negro, levantándome en el aire y preguntándome si quería ser tuya.
Talon se congeló ante sus palabras.
–¿Recuerdas eso?
Una parte de su cólera pareció desvanecerse mientras ella inclinaba la cabeza asintiendo.
–Y quiero saber cómo es que tú lo recuerdas.
Él lanzó la manta y la almohada en el sofá y se acostó rígidamente.
–Te lo dije, no puedo contarte eso.
–Entonces buenas noches, mi amor. Ten sueños agradables.
Ella se acercó para besarle la frente y caminó hacia su cuarto.
Con su magnífica mirada a punto de explotar, Talon la observó mientras hacía el gran show de cerrar las cortinas. Esa mujer tenía una forma de hacerlo arder y esta vez no era en el buen sentido.
Él estaba furioso.
Especialmente cuando ella prendió la luz de la mesa de noche y él pudo ver su cuerpo explícitamente a través de la delgada tela.
Su corazón martillaba. No podía desprender su mirada de ella mientras se sacaba la ropa de su cuerpo exuberante y luego se subía desnuda a la cama.
Sólo podía imaginarla yaciendo allí, las sabanas de algodón rosa cubriendo sus muslos calientes, mojados. Sus pechos apretados mientras yacía sobre su costado con el brazo apenas rozando y parcialmente ocultando su oscuro pezón izquierdo. Su espalda desnuda y al descubierto de su mirada ansiosa y su pelo desplegado alrededor de su cabeza, solo esperando que él se acostara tras ella y la acercara a su cuerpo.
Luego él deslizaría su mano sobre su muslo donde ahuecaría su suave carne y le levantaría la pierna, abriendo su cuerpo a fin de poder deslizarse profundamente en su interior desde atrás.
Oh si..., él podía sentir su suave trasero contra su ingle mientras se deslizaba a sí mismo adentro y afuera de su cuerpo caliente. Sentía su cabeza sujeta bajo su barbilla mientras enterraba su mano entre sus piernas y la acariciaba con los dedos mientras le hacía el amor de la forma más dulce, más tierna.
Su perfume de patchoulí lo rodeaba mientras ella se retorcía por su contacto y gemía en éxtasis.
Cada hormona en su cuerpo restalló despertándose y su ingle se endureció, demandándola.
Nynia nunca le habría hecho esto a él. Nunca le había negado el acceso a ella. Ni siquiera una vez. Todo lo que tenía que hacer era doblar un dedo o levantar una ceja y su esposa gustosamente había entrado en sus brazos.
En este momento, la extrañaba mucho más de lo que alguna vez lo había hecho.
–¿Sunshine?
–No, Talon –dijo ella firmemente, apagando la luz–. La respuesta todavía es no.
–No te pregunté nada.
–Conozco esa nota en tu voz cuando dices mi nombre y sé lo que quieres, y tu sabes lo que quiero. ¿Adivínenos cuál de los dos va a tener que rendirse?. –Ella hizo una pausa, luego agregó–, y para que conste, no seré yo.
Él maldijo por lo bajo. Era tan malditamente terca en esta vida. ¿Que había sucedido con su Nynia amable, que le daba lo que fuera que él quisiera, cuando quiera que él lo quisiera?
Muy bien, entonces, dejémosla yacer allí sin ser molestada y desnuda.
Su cuerpo saltó ante la palabra.
Gimiendo, se dio vuelta y mirando la parte de atrás del sofá a fin de no poderla ver más.
Él era un hombre crecido, podía manejar esto. Podía controlarse.
¡Oh, maldito infierno! Ninguna mujer lo había rechazado antes. Esto lo atormentaba y enfurecía.
Hundió el puño en la almohada mientras se endurecía aún más. Era demasiado grande para el sofá y era malditamente incómodo, pero dormiría aquí o moriría.
Sunshine escuchó a Talon moviéndose en el sofá. Casi sintió lástima por él. Casi.
Pero estaba cansada de sus secretos. Cansada de sus juegos secretos. Ella había fisgoneado bastante alrededor de su casa para enterarse de que probablemente no fuese un vendedor de drogas, especialmente cuando ni siquiera tenía una botella de Tylenol, pero tenía todo un género de cosas electrónicas interesantes. Montones de cuero, cerveza importada, y bastantes DVDs para hundir un barco de guerra. Sin mencionar las armas extrañas que había encontrado. Gran parte de ellas de diseño muy antiguo.
Había algo muy extraño acerca de su vida y hasta que supiera qué era, no se iba a permitir acercarse a él. Se lo debía a sí misma, saber algo mas de él antes de que sus ojos sentimentales la desviaran otra vez.
Se dio vuelta y se forzó a dormir. Necesitaba trabajar mañana. A diferencia de él, no tenía un suministro interminable de ingresos.


–Bien, miren quién regresó.
Sunshine bajó el libro que estaba leyendo y sonrío a Selena mientras Selena hacía rodar su carro hacia ella. Llevaba un vestido púrpura suelto y una capa negra, Selena estacionó su carro a la derecha del de Sunshine, que tenía alfarería y bocetos, y comenzó a sacar su mesa de naipes y sus cosas de médium.
–Lo sé –dijo Sunshine tristemente mientras marcaba la página de su novela romántica "Born in Sin”[2] y la dejaba a un lado–. He estado ocupada los últimos días. Lo siento.
Selena extendió una tela púrpura sobre la mesa de naipes.
–¿Entonces me enteraré acerca de este tipo? ¿Quieres que haga una lectura para ti?
Sunshine suspiró mientras se levantaba de su taburete para ayudar a Selena a colocar sus carteles.
–No sé mucho acerca de él excepto que es un dios del sexo, rubio, gigante y motorista que come nada más que comida chatarra, tiene una tonelada de dinero, vive en el pantano, y conoce a tu cuñado, Kyrian… Oh, y conoce al marido de Grace también.
La cara de Selena se volvió pálida. Ella miró hacia arriba, se sobresaltó.
–¿Talon? ¿Has estado viendo a Talon? ¿Más de una vez?
Sunshine se congeló, desgarrada entre la excitación y la aprensión. Selena no se veía bien. Parecía más bien descompuesta por la noticia.
–¿Lo conoces? –preguntó incrédulamente.
Selena incómoda, echó un vistazo alrededor.
–Oh Dios, por favor, por favor dime que no es el atleta sexual al que lo atropelló la carroza de Mardi Gras. Por favor dime que el tipo que he estado imaginando no es Talon. He cenado con él, maldita sea.
–Esta bien, no te diré que es él, pero... es él. ¿No es genial?
Selena gimió.
–Oh Dios. Había oído rumores acerca de él, pero ¿quién podía saber si eran realmente verdaderos? No puedo creer esto. –Sunshine estaba aliviada. Finalmente, alguien que le podía dar algunas respuestas, suponiendo que se las pudiera extraer a la fuerza a Selena. Pero Selena parecía que iba a ser menos que sincera.
–Lainie, mejor largas lo que sabes de él. –Selena abrió su boca, pero por la determinación de su mandíbula, Sunshine supo lo que estaba a punto de decir–. No te atrevas a decirme que no me puedes decir nada –dijo ella antes de que Selena pudiera–. He oído bastante de eso de parte de él.
Selena cerró la boca.
–Bueno, es un buen tipo por una vez. Él no es tu usual motorista desempleado y tiene un futuro. Un futuro realmente largo.
–¿Y qué más?
Selena empezó con evasivas.
Sunshine abrió la silla plegable que Selena usaba para sus clientes, luego se sentó a su lado.
–Vamos, Lainie. En serio, realmente me gusta este tipo, y me vuelve loca que no me diga nada, ni siquiera su cumpleaños. Entonces, ¿qué sabes?
–Se supone que no debo decir nada, Sunny. Yo hice el juramento de guardar el secreto.
–¿Juramento a quien?
Selena colocó su caja de cartas de tarot en la mesa.
–No se supone que lo diga – repitió ella.
–¿Qué es él, la mafia?
–Oh no –dijo ella, su voz gruesa como advertencia–. Hacen que la mafia se parezca a los Boys Scouts. Éstos son tipos a los que nadie se los cruza impunemente.
–¿Alguien peor que la mafia? ¿Quiénes son?
–Mira –dijo Selena–. Solo digamos que están en la línea de trabajo de Tabitha, ¿ok?
Sunshine frunció el ceño.
–¿Lencería de damas? Él difícilmente parece el tipo para vender eso.
–No, graciosa ¿qué hace ella en la noche?
Sunshine formó una O pequeña con su boca mientras entendía.
–¿Es un cazador de vampiros?
–Sí, y uno realmente bueno también.
Eso aclaraba cómo se habían encontrado en el callejón. Más o menos, exceptuando que la gente que la había atacado no se había parecido a los vampiros. Realmente parecían yuppies.
–Hay bastante más que eso, ¿no es así? –preguntó Sunshine.
Selena inclinó la cabeza asintiendo.
Ella sonrió diabólicamente.
–Y tú, mi mejor amiga en la tierra, mi hermana de alma que comparte cucharas de Chunky Monkey y correos electrónicos con fotos de hombres desnudos con sombrero, la mujer que me hizo poner un vestido de madrina vaporoso, fruncido, color lima que añadía siete kilos a mis caderas, va a escupir todo para mi, ¿no es cierto?
Selena se puso rígida.
–No es justo y el vestido no era lima era menta.
–Era un verde lima repulsivo y me veía como un pistacho enfermo. Pero eso no viene al caso. Vas a soltar todo porque todo es justo en el amor.
Sunshine no estaba segura cuál de ellas estaba más alarmada por la última parte de esa declaración. Selena se volvió para enfrentarla.
–¿Qué? ¿Me estas diciendo que amas a Talon?
Sunshine se recostó mientras trataba de poner en orden sus sentimientos por Talon. Había tanto acerca de él que ella adoraba, tanto acerca de él que deseaba ardientemente, y al mismo momento no sabía nada sobre quién y qué era él ahora.
Todo lo que sabía era cómo la hacía sentir cuando la miraba. Las ganas que ella tenía de ir a casa ahora mismo y estar con él.
–Honestamente, Selena, no sé. Cada vez que estoy cerca de él me siento tan viva. Tan cálida y protegida; nada en absoluto puede tocar o dañar mi felicidad. Él simplemente calza conmigo. Sé que esto suena loco...
Hizo una pausa mientras miraba el stand psíquico de Selena, que estaba lleno de pequeños artículos baratos, piedras runas, y símbolos del tarot. Pensándolo bien, loco para Selena era equivalente a su asignatura.
Sunshine clavó los ojos en ella, tratando de hacerla entender.
–Talon y yo estuvimos casados en otra vida.
Una luz oscura apareció en los ojos de Selena. Cuando habló, su voz era apenas más que un susurro.
–¿Sabe Talon eso?
Ella asintió.
–Él inclusive me llamó su esposa anoche cuando lo hice dormir en el sofá.
–¿Duerme en el sofá?
–Larga historia.
Selena volteó una de las cartas. Miró la carta de la Muerte, luego miró a Sunshine.
–¿Dijo él que era en su vida anterior?
–No. De hecho, cuando soñé con él me veía diferente, pero él no. Aún tiene los mismos tatuajes y eso es extraño, más que extraño. Aún más, lo recuerdo haciéndose esos tatuajes. Ahora no estoy segura si estoy demente o qué.
Selena cubrió la mano de Sunshine con la suya y le dio un apretón ligero, compasivo.
–No, dulce. No eres una loca, al menos no acerca de esto.
–¿Entonces qué sucede?
Selena miró alrededor, luego se apoyó más cerca y bajó la voz otra vez como si estuviese asustada de que alguien las oyese sin intención.
–Sunny, dime verdaderamente, ¿cuales son tus intenciones hacia Talon?
Sunshine se irritó por la pregunta.
–¿Quién eres? ¿Su mami? Prometo que lo respetaré en la mañana.
Selena puso los ojos en blanco.
–Esto es realmente serio, Sunshine. Tu interés actual juega con algunas cosas seriamente malas que no dudarían en matar a cualquiera de ustedes si pensaran que tu o él pudieran traicionarlos.
Sunshine se sobresaltó ante el tono mortalmente fervoroso de voz de Selena. Esto no estaba bien.
–¿Él es un vampiro, no es así? Yo sabía...
–No exactamente.
–Eso es lo que él dijo. ¿Así es que te preguntaré lo que le pregunté qué no es exactamente un vampiro?
–Un Dark Hunter.
Sunshine quedó estupefacta de finalmente tener una respuesta. Por supuesto, la respuesta no tenía ningún sentido en absoluto, pero aun así era un principio largamente esperado.
–¿Y eso sería...?
–Un inmortal cazador de vampiros que vendió su alma por un Acto de Venganza.
Un escalofrío trepó por su columna vertebral.
–¿Vendió su alma a quién, al diablo?
–A la diosa Artemisa.
Sunshine miró con ceño. Esto era la última cosa que había esperado oír. Pero, dado lo extraña que era esta conversación, no debería estar sorprendida de nada.
–¿Estás bromeando, verdad?
Lentamente, Selena negó con la cabeza.
–Pero eso no tiene sentido. Digo, no hay tantos vampiros en el mundo, ¿los hay? ¿Cuántos Cazadores Oscuros puede haber? ¿Es el único?
Por la expresión de Selena supo que la respuesta no sería agradable.
–Hay miles de Cazadores Oscuros e incontables vampiros. Más correctamente, son llamados Daimons ya que han estado por aquí más tiempo que la palabra vampiro.
Sunshine se sentó allí en estupor, mientras trataba de captarlo todo.
–No lo capto. Digo, siempre creí en vampiros en teoría, pero no realmente en carne y hueso, y estoy teniendo un mal rato creyendo que hay tantos allí fuera que tenemos que tener asesinos reales para ellos. –Ella trabó la mirada con Selena–. Sin intención de ofender, pero siempre pensé que tu hermana Tabitha era un poco extraña, delirante.
Selena le dio una extraña media sonrisa.
–Ella lo es, pero eso no viene al caso.
Sunshine trataba de aceptar lo que le decía Selena. Todavía no estaba segura si debiera creer en eso. ¿Podía ser Talon realmente un inmortal cazador de vampiros?
Y aun así, en un sentido muy extraño, explicaba un montón de cosas. Un montón de cosas. ¡Oh Dios, él realmente era un cazador de vampiros!
Ella se sintió enferma.
–¿De dónde vienen los vampiros? –ella le preguntó a Selena–,¿Son demonios o se hicieron de personas, como en el cine?
Selena hizo una pausa, luego habló quedo.
–De acuerdo, déjame darte una corta lección de historia y veamos si eso te ayuda a poner algún sentido a esto. Eones atrás, dos razas fueron creadas, la raza humana y los Apolitas. Los Apolitas eran los hijos del dios Apolo. Él quería crear una súper raza que nos superaría en cada estado, forma, y estilo. Eran bellos, sumamente altos, y tenían masivos poderes síquicos.
Sunshine tragó al recordar a sus asaltantes. Definitivamente sonaba como ellos.
–Pero como muchos otros que tienen tales poderes –continuó Selena–, los Apolitas abusaron de ellos y comenzaron a guerrear contra la humanidad, tratando de subyugar al género humano.
–¿Los Apolitas eran vampiros?
–No –dijo Selena–, te estas adelantando. Durante la guerra entre los griegos y los Apolitas, los Apolitas mataron a la amante de Apolo y a su hijo. Encolerizado con los asesinos, Apolo destruyó la tierra natal de los Apolitas, la Atlántida. Por su traición, los Apolitas fueron maldecidos a fin de que tuvieran que beber la sangre de cada uno de ellos para sobrevivir, y tenían prohibido poner ni siquiera un pie bajo un solo rayo de luz del día donde Apolo los pudiera ver. Porque su amante tenía veintisiete años de edad cuando la mataron, los Apolitas fueron todos condenados a morir de una muerte horrible en su cumpleaños veintisiete.
–¿Morir cómo?
–Se desintegran y se descomponen lentamente en un período de veinticuatro horas.
Sunshine boqueó.
–Oh, qué horrible. –Selena estuvo de acuerdo mientras recogía su carta y la regresaba a la baraja.
–Evitan ese destino de dos formas. Ellos o se suicidan el día antes de su cumpleaños o se convierten en Daimons y comienzan a matar humanos y a recoger sus almas en sus cuerpos para prolongar sus vidas.
–¿Cómo? –Selena se encogió de hombros.
–No estoy segura exactamente. Solo sé que drenan drásticamente la sangre de nosotros hasta que morimos, luego toman nuestras almas en sus cuerpos. En tanto el alma este viva, pueden vivir más tiempo. Pero el problema es que el alma de un humano comienza a morir tan pronto como la captan. Así es que están en una constante búsqueda de almas nuevas para mantener sus vidas.
–¿Y esta recolección de almas es lo que los hace vampiros?
–Demonios, vampiros, personas macabras, ghouls, como quieras llamarlos. Chupan tu sangre y te dejan sin nada. Del tipo como los abogados. –Selena sonrió–. Oh espera, acabo de insultar a mi marido.
Sunshine apreció el intento de humor, pero ella todavía trataba de asimilar todo esto.
–¿Y los Cazadores Oscuros? ¿De dónde vienen? ¿Son Apolitas también?
–No, son guerreros antiguos. Después que la Atlántida se hundió en el océano, los dioses griegos estaban enojados con lo que Apolo había creado y que luego soltara a los Daimons sobre nosotros, así que su hermana Artemisa creó a un ejército para cazarlos y destruirlos. Los Cazadores Oscuros. Talon es uno de sus soldados.
–¿Ella los creó cómo?
–No sé. Ella hace algo para capturar sus almas y luego devuelve al Cazador a la vida. Una vez que son traídos de vuelta, a los Cazadores les son dados sirvientes y dinero así pueden concentrarse en cazar y matar a los Daimons. Su único trabajo es liberar las almas robadas antes de que las almas mueran.
Sunshine respiró profundamente mientras absorbía toda esta información. No se veía bien para ella o para Talon.
–Así es que Talon a jurado estar al servicio de Artemisa para siempre –Sunshine dejó escapar una respiración trabajosa–. Dios, realmente los elijo, hablando de una relación que no tenga futuro y sin esperanza.
–No necesariamente.
Sunshine levantó la vista y percibió la apariencia engañosa en la cara de Selena.
–¿Qué?
Selena barajó los naipes.
–Sabes, Kyrian fue una vez un Dark Hunter...
El corazón de Sunshine saltó ante las palabras.
–¿De verdad?
Selena asintió.
–Ellos vienen con una cláusula. El amor verdadero puede recuperar sus almas y liberarlos del servicio de Artemisa.
–Entonces ¿hay esperanza?
–Cariño, siempre hay esperanza.


[1] Es un juego de palabras en ingles intraducible: Él dice Nyn…Nyn… Neighbor, como si estuviera tartamudeando.

[2] Born in Sin: libro de Kinley McGregor, seudónimo de S Kenyon en libros de época

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