miércoles, 25 de enero de 2012

NE cap 10

Después de recoger cada jugoso detalle que pudo de Selena, Sunshine juntó a toda prisa sus cosas y decidió volver a su loft. Cuando entró, Talon todavía dormía sobre el sofá.
Sus labios sonrieron mientras lo miraba. Él lucía tan adorable e incómodo. Realmente era demasiado grande para el sofá rosa y blanco, y sus brazos y piernas colgaban en el vacío.
Se había quitado la camisa y la chaqueta y las había dejado muy bien dobladas sobre la mesa de café, y sus largas botas Harley echadas en el suelo debajo de ella.
Su cabello rubio estaba revuelto y sus rasgos relajados mientras sus pecaminosamente largas pestañas estaban recostadas sobre sus mejillas. Sus dos delgadas trenzas descansaban sobre la almohada mientras respiraba en un sueño tranquilo.
Él tenía una de sus bronceadas, grandes y masculinas manos sobre su cara.
Mirándolo ahora, encontró difícil de creer que fuera un antiguo guerrero inmortal cuyo nombre era sinónimo de muerte. Pero era quien hacía ablandarse a su corazón y acelerar su pulso.
Él era delicioso.
Sunshine miró fijamente el intrincado tatuaje tribal sobre su cuerpo. Realmente era un celta. Un verdadero corredor-desnudo-por-los-brezales-y-páramos-celtas, vivo y respirando.
A su abuela le encantaría esto.
Cerrando sus ojos, Sunshine dejó que sus recuerdos de Nynia la invadieran. Pero aquellos recuerdos no eran realmente suyos. Se parecían a recuerdos de una película que hubiera visto alguna vez. Eran verdaderos para ella y, al mismo tiempo, no lo eran. Ella no era Nynia, y Talon...
Tampoco era el mismo hombre que había sido entonces.
Speirr había estado lleno de furia y emociones volátiles. Talon tenía explosiones de emoción, pero la mayor parte del tiempo, él era tranquilo y distanciado de sus sentimientos.
Ninguno de ellos era el mismo y ella aún no podía sacudirse el sentimiento, de lo que significaba estar juntos.
Pero si lo que Selena había dicho era verdad, entonces él tenía una misión mucho más importante que ser su amante.
Sin mencionar que ella no era Nynia. Partes de Nynia vivían dentro de ella, pero era otra persona completamente nueva.
¿Amaba a Talon porque ella era Sunshine o era porque lo había abandonado en su vida anterior? ¿Alguna vez estaría segura?
–Nunca amaré a nadie, más que a ti, Nym. –Sus palabras celtas resonaban en su cabeza.
Fragmento a fragmento, todos los recuerdos de su antigua vida juntos regresaban. Era como si alguien hubiera abierto una puerta sellada y los recuerdos comenzaran a salir.
Ella sabía sobre su hermana, su madre, su padre. Incluso sobre su tío y su tía y su primo bastardo. Ella recordaba el modo en que la había mirado como un joven muchacho la primera vez que los dos habían ido a jugar junto al lago.
Recordaba el modo en que el clan lo había tratado. El escándalo de su madre, la reina, siendo seducida por un Druida, su padre. Cómo los padres de Talon se habían escapado en medio de la noche para impedir que el clan matara a su padre y condenara a su madre por su romance prohibido. Todos habían odiado a Talon debido a ello. Lo habían culpado por la debilidad de su madre, y por el hecho de que ella hubiera seducido al Sumo Sacerdote y los hubiera abandonado, dejándolos sin liderazgo.
Lo habían culpado por el hecho que su madre había antepuesto sus necesidades y deseos sobre los de su gente. Para expiar sus acciones, Talon había puesto las necesidades y deseos de todo el mundo por encima las propias.
La garganta de Sunshine se cerró al recordar todo lo que él había sufrido.
Nynia había estado allí la fría y nevosa noche cuando Talon había entrado tropezando, helado, en la sala, sosteniendo a un bebé que gritaba en sus brazos. Su capa anudada alrededor de su hermana para mantenerla caliente. Sus zapatos habían sido vendidos para comprar leche a Ceara y que ésta se había negado a tomar.
Talon había estado de pie desafiante ante todos ellos. Su joven cuerpo vigorizado para enfrentar toda la malicia que ellos mostraban. Incluso ahora ella podía ver la cruda determinación que había hecho brillar su joven mirada ámbar.
–¿Tu madre? –El rey Idiag había preguntado–.¿Dónde está?.
–Ella ha muerto hace casi dos semanas.
–¿Y tu padre?
–Hace seis meses fue asesinado durante un ataque, protegiéndonos de los Sajones –Talon había mirado hacia el bebé que gritaba mientras él lo sostenía, luego miró hacia su tío. Su cara se había ablandado y lo había traicionado el miedo. Este era el único resquicio en su valiente fachada–. Por favor, Su Majestad, por favor tenga compasión de mi hermanita. No la deje morir a ella también.
Idiag lo había mirado con curiosidad.
 –¿Y qué de ti, muchacho? ¿Pides piedad para ti?
Talon había sacudido su cabeza.
–No, Majestad. No pido nada para mí.
Su tío había adoptado a Ceara como su propia hija, pero nunca realmente había reconocido a Talon. Él lo había despreciado como todos los demás lo hicieron. Idiag nunca lo había protegido de la malicia del clan o de los golpes. En cambio, le había dicho a Talon que lo enfrentara como un hombre, como si los mereciera y que nunca lloriqueara.
Y entonces Talon lo hizo.
Sunshine no podía contar las veces que había encontrado a Talon por el lago practicando con su espada.
–Voy a hacer que me acepten, Nym. Voy a ser el mejor guerrero que jamás haya nacido y ninguno podrá hablar de mí sin el debido respeto.
Ella había visto la furia; el muchacho herido se había convertido en un hombre amargado, feroz. Había caminado con un mortal contoneo y un ceño tan severo que paralizaba el corazón cuando se acercaba.
Había luchado por abrirse un espacio en el corazón de su tío. Luchado hasta que el clan que lo odiaba supo que él era el único capaz de dirigirlos en contra de sus enemigos. Ninguno tenía la osadía de encontrar la mirada de Talon y sólo en susurros temerosos se atrevían a menospreciar a su madre o a él.
Su tío no había tenido ninguna otra opción, sólo aceptarlo. Era reconocer a Talon o perder su trono en la guerra. Talon había sido invencible. Fuerte. Inflexible.
Un hombre de poder.
Hasta que estaba a solas con ella. Sólo entonces sus rasgos se ablandaban.
Sólo entonces se animaba a reírse y a sonreír. Y lo que más la atormentaba era su recuerdo de Talon susurrándole su amor mientras ella moría en sus brazos.
Con su garganta apretada, Sunshine puso su bolso y su termo de café sobre la mesa, luego se arrodilló sobre el suelo junto a su cabeza. La ternura la inundó.
Ella realmente amó a este hombre.
Ella había cambiado de muchas maneras.
De muchas maneras, Talon no.
Era todavía el mismo guerrero feroz que andaba solo. El mismo hombre que anteponía a otros antes de él.
Ella remontó la línea de sus cejas con la yema de su dedo. Entonces se echó hacia delante y lo besó en la mejilla.
Asustado, él se sacudió despertándose tan rápido, que realmente se cayó del sofá.
Sunshine sofocó su risa.
–Lo siento. –Talon miró alrededor adormilado mientras se deslizaba otra vez en el sofá para incorporarse.
Le tomó unos segundos recordar donde estaba. Aclaró su garganta, y miró con el ceño fruncido a Sunshine que estaba sentada sobre sus piernas mirándolo con una expresión extraña y llorosa en su cara.
–¿Qué estabas haciendo? –preguntó.
–Besaba al Bello Durmiente para que despertara.
Frunció el entrecejo ante sus palabras hasta que olió algo casi tan atractivo como el aroma a patchoulí de ella.
–¿Café?
Ella le dio el termo de la mesa de café.
–Y beignets. Pensé que preferirías esto a mi jugo de guayaba y muffins de arándano.
Talon la miró con recelo como si una persona extraña la hubiera secuestrado y usara su cuerpo. Esta no podía ser la misma mujer que había rescatado de su cabaña y durante horas había estado buscando algo "no tóxico" para comer. Ni la enojada tentadora que lo había desterrado a pasar un miserable día solo en el sofá.
–¿Ya no estás furiosa conmigo?
–Quiero que confíes en mí, Talon. Eso no ha cambiado.
Talon miró hacia el vacío, incapaz de enfrentar el dolor en sus ojos. Él no quería hacerle daño, no quería tener nada con ella. Pero no tenía ninguna otra opción.
De muchas maneras ella era su esposa y de muchas otras no lo era. Iba a tener que aprender a conocerla de nuevo.
Pero lo que más le sorprendía era cuánto disfrutaba comenzando a conocerla.
Sunshine era una increíblemente sexy, entretenida y divertida mujer para tener cerca.
Ella sacó el beignet azucarado de la bolsa.
–¿Hambriento?
Sí, lo estaba, y no solamente de comida. Tenía hambre de su cuerpo, estaba hambriento por su compañía.
Sobre todo, tenía hambre de sus ojos riéndose de él otra vez y no ensombrecidos por el dolor.
Ella levantó su mano hacia sus labios, ofreciéndole la masita. Él no la tomó de su mano. En cambio, se acercó y tomó un mordisco de ella, todo el tiempo mirándola.
Sunshine tembló cuando él mordisqueó el beignet, entonces él se movió para besar sus labios. Ella gimió ante el gusto azucarado de él.
Suspirando de contenta, ella lo obligó a recostarse sobre el sillón de modo que pudiera sentarse a horcajadas sobre las caderas de él.
–Mmm, –suspiró él–. Me gusta despertarme de esta manera.
Ella dejó el beignet aparte y con cuidado le sirvió una taza de café del termo. Él parecía un poco nervioso cuando la miró.
–Por favor no derrames eso sobre mí.
Ella enarcó una ceja.
–Soy despistada, Talon, no torpe.
De todos modos, él tomó la taza de su mano tan pronto como pudo, y bebió la infusión de achicoria con gusto a café. Ella enroscó la tapa del termo y lo puso aparte.
Sunshine deslizó su mano por su pelo despeinado mientras él bebía, dejando que las doradas ondas se enroscaran entre sus dedos. Sus músculos se tensaban por sus movimientos, haciéndola arder de deseo. Realmente era un hombre magnífico, irresistible.
–Solamente piensa cuánto más agradable sería yo si me dijeras algo personal sobre ti.
Él apretó sus dientes.
–Eres implacable.
Ella deslizó su dedo por la línea de su mandíbula barbuda y vio sus ojos oscurecerse mientras él se endurecía debajo de ella.
–Sólo cuando veo algo que quiero.
Talon sacó otro beignet de la bolsa y lo sostuvo para ella lo comiera.
Ella se alejó con una mueca.
–Esa materia es peligrosa para tu salud.
–Bebé, la vida es arriesgada para tu salud. Ahora toma un pequeño mordisco y contestaré una pregunta.
Escéptica, pero esperanzada como para intentarlo, ella dio un mordisco, y luego gimió ante el decadente y buen sabor. Esto le recordó mucho a Talon.
Talon sonrió cuando la miró saborear su beignet. Hasta que notó el azúcar que se había caído entre sus pechos. Su cuerpo se endureció aún más.
Ella tomó otro bocado y más azúcar se cayó sobre el nacimiento de sus pechos.
Su garganta se secó.
Antes de poder detenerse, él agachó su cabeza y lamió el azúcar pulverizado sobre la piel de la profunda V de su suéter.
Ella gimió de placer mientras acercaba su cabeza hacia ella. Apoyó su cabeza contra él y dijo.
–¿Entonces, desde cuándo conoces a Wulf?
Distraído por su sabor y olor, él contestó sin pensarlo.
–Cien años. –Él se puso rígido tan pronto como registró sus palabras–. Quiero decir, yo um...
–Está bien –susurró ella antes de lamer su oído y enviar escalofríos a través de él–. Sé que eres un Dark Hunter.
Él se retiró y frunció el ceño.
–¿Cómo sabes eso?
–Una amiga me lo dijo.
–¿Quién?
–¿Importa eso?. –Ella se deslizó contra él y colocó sus manos sobre sus hombros de modo de poder contemplarlo. Sus ojos marrón oscuro lo quemaron con la sinceridad–. Te dije que nunca te engañaría. Significa eso.
–Se supone, que tu no conoces ese término.
–Lo sé.
Talon miró hacia lo lejos mientras pensaba con temor que le pasaría a ella si alguien averiguaba que ella sabía sobre los Cazadores Oscuros y su mundo.
–¿Qué más te dijo tu amiga?
–Que eres inmortal. Ella no sabía que edad tienes, pero dijo que vendiste tu alma para vengarte de tu clan.
Él estrechó sus ojos.
–¿Te dijo ella por qué?
–Ella no sabía por qué.
–¿Qué más te dijo?
–Que el amor verdadero podría devolverte tu alma y liberarte de tu juramento a Artemisa.
Era verdad y aún en su caso eso no importaba. Libre o no, él nunca podría tenerla.
–Con la condición de que yo quiera mi libertad, eso quieres decir.
–¿No la quieres?
Él miró hacia el suelo. Ella tomó su barbilla entre sus manos y lo forzó a mirarla.
–¿Talon?
Él tomó sus manos con las suyas y besó cada una, luego las sostuvo. Cómo quería una vida con esta mujer, y no era sólo porque la hubiera amado alguna vez.
Era algo que nunca podría tener.
–Esa no es una pregunta fácil de contestar, Sunshine. Presté un juramento y siempre cumplo mis juramentos.
–¿Yo no significo nada en absoluto?
Talon se estremeció ante su pregunta. Él vendería de buena gana su alma una vez más por ellos, para pasar el resto de la eternidad juntos.
–Sí, pero tienes que admitir que apenas nos conocemos el uno al otro.
–Lo sé pero cuando te veo, Talon, sé que te conozco realmente. Puedo sentirlo tan profundamente en mi corazón que me duele. ¿No lo sientes tu también?
Sí, lo sentía. Pero él no podía decírselo. No se atrevía. Había más que simples sentimientos entre ellos. Estaba la ira de dos antiguos dioses que serían sumamente infelices si él decidiera estar con ella.
–Vivo una vida peligrosa, Sunshine. No hay ninguna garantía en absoluto de que Artemisa alguna vez libere mi alma. Hubo numerosos casos en el pasado donde ella ha rechazado a Cazadores Oscuros que lo solicitaron, y aún si ella realmente la liberara, no existe garantía alguna que pasarás su prueba y me liberará. Por no mencionar el pequeño hecho que he enfurecido al principal dios celta unos siglos atrás y siempre que me permito amar a un humano, él los mata. ¿Por qué piensas que vivo solo en el pantano? ¿Piensas que disfruto siendo un ermitaño? Nada me gustaría más que tener un Escudero o un amigo humano, pero no me atrevo.
Aquella acerada mirada familiar apareció en sus ojos como si ella tuviera un plan.
–¿A quién enfadaste?
–Camulus.
–Que le hiciste... –Su voz se fue apagando y su mirada se perdió, como si recordara algo. –Mataste a su hijo.
Talon cerró sus ojos. Como lamentaba no poder volver y deshacer sus acciones de ese día. Si sólo se hubiese quedado en casa con Nynia a llorar a su tío, nada de esto habría pasado.
–Sí –suspiró–. Pensé que su hijo había encabezado el ataque que mató a Idiag.
–Porque decidiste casarte conmigo y no con su hija.
Él asintió.
–Estaba cegado por la pena y no hice nada por enterarme que su hija se había casado con alguien más. –Él tragó mientras recordaba ese día y la agonía que todavía vivía dentro de su corazón–. Nynia trató de detenerme y yo no quise escucharla. Después que había matado a sus guerreros y a su rey, Camulus vino al campo de batalla y me maldijo. No me di cuenta hasta después que el ataque a mi tío había sido organizado por su hijo ilegítimo, que trataba de sacarnos a Ceara a mí de su camino para poder ser rey. Entonces fue demasiado tarde. La muerte había sido acordada y todos nuestros destinos sellados. La verdad de todo no salió a la luz hasta mi muerte. –Él tomó su cara entre sus manos mientras la agonía de aquel día se deslizaba a través de él de nuevo–. Siento tanto lo que te hice. Lo que nos hice. No hubo un día en mi vida que no haya lamentado no poder volver y deshacer aquel mal.
–Tu no lo hiciste, Talon. Pensabas que era lo correcto. –Sunshine lo sostuvo cerca de ella, tratando de calmar su culpa y su dolor–. Seguramente hay alguna forma de anular la maldición de Camulus. ¿No la hay?
–No –dijo él–. No tienes ni idea de lo poderoso que él es.
Ella se echó hacia atrás para verlo.
–¿Pero has tratado alguna vez de apaciguarlo o de hablar con él sobre ello?
Antes de que él pudiera responder, la puerta se estrelló al abrirse.
Sunshine jadeó, luego se escabulló del regazo de Talon. Su corazón retumbaba mientras veía a un hombre entrar despacio por su puerta, andando como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Él no era tan alto como Talon, probablemente no más de un metro ochenta. Tenía el cabello negro y largo que caía libremente alrededor de su cara y estaba vestido con un par de vaqueros negros de cuero, una camiseta de color gris, y un suéter de escote en pico negro.
Era alarmantemente hermoso, pero había un aura oscura, siniestra alrededor de él. Uno podría decir que se deleitada haciendo sufrir a la gente. Talon se levantó, listo para la batalla.
El extraño esbozó una sonrisa creída, arrogante.
–Espero que no les importe la intrusión, mis oídos ardían, y naturalmente tuve que venir y ver de qué hablaban ustedes dos.
Sin que lo dijera, ella supo que este era Camulus. Talon soltó una maldición, entonces la siguiente cosa que ella vio, fueron dos dagas que salieron de debajo del abrigo de Talon que estaba sobre la mesa del café y volaron hacia las manos de Talon.
Él las accionó con su pulgar, expulsando las láminas en un círculo de tres hojas, luego se puso en cuclillas en una postura amenazante que decía que él estaba listo para ocuparse del dios.
–¡Espera! –dijo ella, esperando alejar una lucha que podría costarle a Talon su vida. Ella miró a Camulus–.¿Por qué está usted aquí?
Camulus se rió malvadamente. Con frialdad.
–Estoy aquí estrictamente para torturar a Speirr por matarte. ¿Por qué otra cosa me molestaría en venir?
Horrorizada, ella retrocedió.
Demasiado para negociar con este hombre. Él era la maldad encarnada.
Talon saltó a través del canapé, directamente hacia la garganta del dios.
Camulus sacó una espada de aspecto delgado.
–Ah Speirr, cómo te he echado de menos. Nadie jamás luchó como tú.
Los ojos de Sunshine se ensancharon cuando ellos se enfrentaron el uno al otro. Ella nunca había visto nada como eso en su vida. Olvida Hollywood. Esto no tenía nada que ver con eso. Ellos luchaban con malicia y con habilidad consumada.
Talon desvió la espada de Camulus con las dagas, luego esquivó la siguiente oscilación. Mientras el dios preparaba su siguiente ataque, Talon se balanceaba y le dio en el brazo con una daga.
El dios silbó cuando su sangre fluyó de la herida.
–No te dejaré tomarla –dijo Talon a través de sus dientes apretados–. Te mataré primero.
Camulus atacó aún más duramente que antes. Más rápido.
Talon lo encontró golpe por golpe. Asalto letal por asalto letal.
–Nunca podrás aprender tu lugar, Speirr. Nunca supiste cuando debías bajar tu espada y jugar limpio.
Talon agarró su espada entre dos dagas.
–No juego limpio con mis enemigos. Los ejecuto.
Le lanzó un fuerte golpe con la cabeza a Camulus, quién se tambaleó hacia atrás. El dios sacudió su cabeza.
–Has mejorado
–He estado mil quinientos años perfeccionando mis habilidades.
Mientras Talon embestía, seis hombres más atravesaron la puerta. Dos de ellos con brillantes linternas en sus ojos. Talon maldijo y las esquivó, cubriendo sus ojos como si las luces quemaran sus sentidos.
–Desearía tener más tiempo para esto –dijo Camulus. –Pero me temo que estoy aburrido ahora.
Talon se dio vuelta hacia Sunshine quién agarró la lámpara de una mesa y la bajó sobre la cabeza del primer hombre que se le acercó.
–¡Maldito seas, Camulus! –gruñó él.
–Och vamos, Speirr. Eres tú el que está maldito.
Talon trató de alcanzar a Sunshine, pero uno de los hombres abrió fuego sobre él. Las balas no eran letales, pero eran extremadamente dolorosas mientras laceraban su pecho, espalda y brazos. Él se tambaleó y luego cayó.
Sunshine gritó cuando vio a Talon golpear el suelo. Aterrorizada, ella se dirigió hacia él y luego sintió una bala rozar la parte trasera de su hombro. Todo en lo que ella podía pensar era en salvar a Talon y a sí misma. Ella no tenía un arma en su casa, pero tenía un bate de beisboll en su dormitorio.
Ella tenía que encontrarlo.
Esto era poca protección contra un dios. De todos modos, una pequeña posibilidad era mejor que ninguna en absoluto.
Cuando ella corrió a su dormitorio, se dio cuenta que no era una bala lo que la había alcanzado sino un tranquilizante muy potente.
El cuarto flotó delante de sus ojos mientras luchaba por caminar. Sus piernas estaban pesadas, difíciles de mover, y sentía como si tratara de andar sobre concreto blando.
Era demasiado esfuerzo moverse.
Lo siguiente que supo, era que todo estaba negro.
Sangrando y herido, Talon luchó lo mejor que pudo. Siempre que se levantaba, alguien enfocaba otra luz directamente a sus ojos y le disparaba más balas a su cuerpo. Sus ojos ardían como fuego y apenas podía tenerlos abiertos.
Él luchó por alcanzar a Sunshine.
Camulus lo golpeaba con un garrote y lo empujaba contra la pared más distante. Talon lo contempló, su cuerpo le palpitaba y dolía mientras sangraba.
Despreocupadamente, Camulus levantó a Sunshine en sus brazos y la contempló.
–¿Ella es una cosita bastante bonita, verdad? Incluso más encantadora de lo que ella era la primera vez. –Volvió a mirar hacia Talon con una sonrisa siniestra asomando en sus labios–. No tienes ni idea de lo que tengo intención de hacer con ella. –Él la besó en la mejilla–. Pero te prometo que lo sabrás.
Talon rugió por el peso de su rabia.
–Entonces ayúdame, Camulus, te mataré si la lastimas.
Camulus volvió su cabeza y se rió, luego anduvo unas zancadas por del cuarto dando la apariencia de casualidad.
Talon apenas podía respirar por el dolor cuando Camulus lo alzó y lo dejó caer de nuevo sobre sus rodillas. Estaba cubierto de sangre, lo que hizo aún más difícil de moverse a través del ahora resbaladizo piso de madera dura. Pero eso no lo detuvo.
Mantener a salvo a Sunshine era todo lo que le importaba.
Alguien comenzó a rasgar las persianas bajas de las ventanas, derramando la luz del sol por todo el cuarto. Talon gruño cuando la luz del día chamuscó su piel y embistió hacia la puerta por donde Camulus había desaparecido.
Tres hombres lo persiguieron, para hacerlo regresar.
Él los golpeó y se abrió camino entre ellos y siguió a Camulus. Los persiguió a través de la puerta trasera del club cuando ellos desaparecieron en el callejón.
Pensando sólo en salvarla, Talon no se dio cuenta que estaba a la luz del sol hasta que sintió que su piel se prendía fuego. Maldiciendo regresó al club y observó indefenso mientras Camulus hacía una pausa en el coche y sostenía a Sunshine de forma que Talon pudiera ver su rostro.
–Dile adiós a tu esposa, Speirr. No te preocupes. Realmente tendré mucho cuidado con ella.
Camulus la acomodó en el coche y se fueron.
–¡No! –gritó Talon. Él no sería la muerte de Sunshine.
No otra vez.

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