sábado, 28 de enero de 2012

KON cap 10

Con cuidado –advirtió Stryker a sus hombres mientras disparaban otra ronda a la casa—. No es que sea probable, pero démosle la oportunidad de salir antes de volar la casa en pedazos.
—¿Por qué? –preguntó Trates—. Pensé que el objetivo era matar a la heredera.
Urian observó al hombre con una mirada irritada que decía: “¿eres completamente estúpido?”
—Sí, pero si lastimamos a la Abadonna en el proceso, nos enteraremos de lo que se siente ser puestos del revés. Literalmente. Como a la mayoría de los seres, en realidad me agrada el hecho de tener la piel en la parte externa de mi cuerpo.
—Ella es inmortal –discutió Trates—. ¿Qué es una bomba para ella?
—Inmortal como nosotros, idiota. —Urian arrebató la lanzadora de proyectiles de las manos de Trates y se la pasó a Icarus—. Haz volar su cuerpo, y ella morirá. Ninguno de ustedes quiere saber lo que la Destructora nos haría si eso sucede.
Icarus apuntó más cuidadosamente.
Stryker asintió con aprobación hacia su hijo, y luego sugirió sus pensamientos al resto de su equipo.
—Observen las salidas. Sé que el Cazador Oscuro tendrá una salida trasera para este lugar. Cuando ellos corran, será mejor que los atrapen. Estén preparados.


Cassandra frunció el ceño mientras Chris ponía otro almohadón en el frente de sus pantalones de gimnasia.
—¿Qué estás haciendo?
—Protegiendo mis bienes. Después de lo que Kat dijo sobre Stryker, y ese cercano tiro errado con el cuchillo de la pizza, no quiero correr riesgos con mis preciadas joyas.
—Aleluya –dijo Wulf en voz baja—. El chico finalmente desarrolla un poco de cerebro.
Chris le dirigió una mirada malhumorada, que Wulf ignoró.
Wulf encendió el TV y cambió a las cámaras de parámetro, para poder observar la posición de los Daimons. Varios de ellos estaban corriendo por el césped.
—Parece que esa explosión se llevó una parte del ala este –dijo Wulf con tranquilidad.
Otra explosión fue hacia el garaje.
Chris dejó escapar un grito emocionado.
—Creo que derribaron el Hummer. ¡Sí!
—¡Christopher! –le dijo Wulf bruscamente.
—No puedo evitarlo –dijo Chris, calmándose un poco—. Realmente odio esa cosa. Además, te dije que no iba a protegerme de todo. Ahí ves. Era inútil contra las granadas.
Wulf sacudió la cabeza al mirar a su Escudero, y entonces se dio cuenta de que Cassandra estaba tomando algunas armas del armario.
—¿Qué estás haciendo?
Se movió hacia ella a la velocidad de la luz para evitar que tocara las armas.
Ella suspiró irritada.
—Armándome.
—Un demonio. Tu trabajo es…
—Mantenerme con vida –dijo ella, su rostro era resuelto. Lo tocó suavemente en el brazo, con una suave caricia que envió escalofríos por el pecho de Wulf. Se veía tan hermosa parada allí, preparada para enfrentarse al mundo—. No te preocupes, Wulf, no soy estúpida. No voy a pelear contra ellos y correr el riesgo de que uno de ellos pueda patearme en el estómago. Del mismo modo, no voy a quedarme aquí parada y permitir que me lleven sin contraatacar. No estoy más acostumbrada a estar sin un arma que tú.
—Ella tiene razón en eso –dijo Kat, moviéndose para pararse detrás a Cassandra—. Su osito de peluche es un cuchillo retráctil de quince centímetros y una .38 de nariz chata especial.
Wulf miró fijamente a Cassandra, y la cruda determinación de sus ojos. La admiraba ahora, en este momento, más de lo que había admirado nunca a nadie.
Retrocediendo, la llevó al armario y ajustó unas espadas de muñeca a cada uno de sus brazos. Le enseñó el disparador de las cuchillas y cómo se impulsaban.
—Y esta… —extrajo una Beretta Panther de poco calibre. Deslizó el cargador completamente cargado dentro y puso el seguro—. Es sólo para llamar su atención.
La colocó en una pistolera encubierta, y la ajustó a la cadera de Cassandra.
El rostro de ella se suavizó mientras lo miraba. Por alguna razón, esa mirada hizo que el cuerpo entero de Wulf se calentara.
—Entonces, ¿cuál es el plan?
—Correr.
—¿Correr hacia dónde? –Preguntó Chris—. Si vamos a la casa de otro Cazador Oscuro, drenará tu poder y el suyo. Sin ofensa, creo que estos tipos son un poquito más fuertes que los Daimons normales, y no quiero que te pateen el trasero. Al menos no esta noche, mientras tengo cosas que proteger.
Otra explosión quebró las ventanas de vidrio que estaban cubiertas por los escudos.
—No tenemos elección, Chris –dijo Wulf mientras ponía más distancia entre Cassandra y las ventanas—. No esperarán hasta la mañana y nos darán la oportunidad de evacuar a la luz del día, y si no nos vamos, volarán la casa a nuestro alrededor. Tendremos que abrir un plan de evacuación.
Chris parecía menos que convencido.
—Realmente, realmente no me gusta esta idea de un plan abierto de evacuación. ¿Alguien tiene algo mejor?
Miraron a Kat, que los observó estupefacta.
—No soy de este mundo. No tengo idea de dónde escondernos. Digo que vayamos con Wulf.
—¿Y qué hay de Artemisa? –Preguntó Cassandra—. ¿Ella nos ayudará?
Kat negó con la cabeza.
—Lo siento. En este momento está ocupada, y sinceramente no podría importarle menos que el mundo se acabe. Si la molesto por esto, tendrá una rabieta terrible.
—Está bien, entonces –dijo Wulf—. Sugiero que cada uno se ponga su ropa más pesada y se prepare para abandonar lo más pronto posible.
Stryker miró atentamente las cámaras de seguridad. Sabía que la heredera y sus guardianes no se quedarían dentro mucho tiempo más. Sus hombres ya habían volado por completo el garaje, y ahora estaban disparando lentamente dentro de la casa, parte por parte. Había mucho daño externo, pero no podía saber exactamente cuánto estaba siendo hecho internamente.
No era que le importase. Si esto no funcionaba, la quemarían. Ya tenía los lanzallamas en espera.
Cualquiera que valiera un poco, tendría túneles de salida. Y Wulf ciertamente valía.
Urian ya había encontrado varias salidas.
Su hijo sólo tenía que asegurarse de haberlas encontrado todas antes de que su presa abandonara el edificio.
—¿Urian? –le preguntó a su hijo telepáticamente—. ¿Estás en posición?
—Sí. Tenemos todas las salidas cubiertas.
—¿Dónde estás?
—En el patio trasero. ¿Por qué? ¿Algo anda mal?
—No, sólo quería asegurarme que podemos llegar a ellos.
—Son nuestros, padre. Relájate.
—Lo haré luego de que ella esté muerta.
Wulf inspeccionó por última vez sus cargas. Estaban abrigadas y listas. Él, por otro lado, estaba escasamente vestido. Necesitaba ser capaz de moverse libremente en caso de tener que luchar más.
—Bueno, niños –dijo, en advertencia—. Recuerden, tenemos que movernos silenciosamente. Ellos pueden ver mejor en la noche que… —se detuvo al darse cuenta de con quiénes estaba hablando—. Bueno, mejor que Chris. Yo abriré el camino. Kat, quédate atrás y, si algo sucede, grita y no te esfumes.
—Claro.
Wulf le ofreció a Cassandra una sonrisa de aliento. Tomó la mano de ella entre las suyas y besó su guante, deseando poder sentir la piel que había debajo.
Ella le devolvió la sonrisa, luego se cubrió el rostro con su bufanda.
Soltando su mano renuentemente, él los condujo a su habitación. Había más explosiones arriba.
Wulf gruñó ante el sonido de las cosas rompiéndose.
—Juro que voy a tomar todo esto de la piel de Stryker.
—Yo sólo quiero saber dónde están los policías –dijo Cassandra—. Seguramente alguien ha escuchado todo eso.
—No lo sé –agregó Chris—. Estamos bastante lejos. Probablemente nadie sabe.
Otra explosión sacudió la casa.
—Alguien tiene que escuchar eso –dijo Cassandra—. Lo han convertido en una zona de guerra.
—Bueno, esperemos que los policías no vengan –agregó Kat detrás de ella.
Cassandra la miró sobre el hombro.
—¿Por qué?
—Porque si lo hacen, lo único que serán es otro bocado nocturno para los Daimons.
Cassandra frunció los labios ante esa idea.
—¡Oh, dios, Kat, eso es horrible!
—Pero todo real –dijo Wulf mientras los conducía más allá de su cama, dentro de su placard, que era del tamaño de las habitaciones de la mayoría de la gente—. A pesar de lo que piensas, Cassandra, los Daimons no son más que animales rabiosos que necesiten una muerte piadosa.
Ella se puso rígida pero, por una vez, no discutió con él.
Cassandra levantó una ceja al mirar su guardarropa, mientras atravesaban el placard. Todo, desde lo que colgaba hasta cada par de zapatos, carecía de color. Parecía un gran agujero negro.
—Te gusta el negro, ¿verdad?
Una esquina de su boca se elevó.
—Sirve a su propósito. Es difícil verse intimidante en colores pastel.
Ella rió y comenzó a hacer un comentario sobre que se veía mejor desnudo, pero se contuvo. No era que Chris y Kat no supieran que eran amantes, pero aún no le parecía correcto decir eso en voz alta frente a ellos.
Wulf presionó una serie de códigos en un tablero y abrió una puerta secreta en el fondo, que llevaba a sus propias catacumbas privadas que había construido bajo la casa y el sótano en caso de emergencia.
Aunque para ser sincero, cuando había hecho construir esto, los Daimons bombardeando su casa no eran una de las cosas que habían pasado por su mente.
Había estado pensando algo más como un incendio durante el día, o quizás una invasión hogareña de terroristas más normales, sin colmillos.
¿Quién podía imaginarlo?
Siguiendo la verdadera moda medieval, el corredor era largo y angosto, para evitar que más de una persona lo atravesara a la vez, y haciendo que fuera sencillo bloquearlo si alguien los estuviese persiguiendo.
A veces daba resultado ser paranoico.
Wulf tomó una linterna y los guió en fila.
Caminaron varios minutos antes de llegar a un punto con cinco caminos diferentes.
—Wow –dijo Chris mientras echaba una ojeada alrededor de Cassandra y Wulf—. ¿Adónde lleva todo esto?
Wulf indicó el que estaba lejos a la derecha con la luz.
—Ese va al garaje, el siguiente va hacia el campo justo detrás de la puerta del sur, el del medio es un refugio para bombardeos que queda mucho más bajo tierra. El próximo lleva a la calle de afuera de la puerta principal, y este –indicó el que estaba a su izquierda—, conduce al cobertizo de botes.
—Hombre, desearía haber sabido esto cuando era pequeño; podría haberme divertido muchísimo aquí abajo.
—Sí, y podrías haberte lastimado o perdido y nadie lo sabría.
Chris lo abucheó.
Ignorándolo, Wulf los condujo por el largo y sinuoso túnel que corría por toda la extensión de su propiedad. El cobertizo de botes salía hacia un costado para que, la gente que no supiera, creyese que no era parte de sus propiedades.
Eso, junto con el diseño del cobertizo, había sido intencional.
Con más de 152.500 m2, el cobertizo parecía un hogar desde el agua, con el primer nivel albergando su colección de barcos. El segundo piso tenía cuatro habitaciones, una cocina, living, comedor y una sala de juegos. Durante estos años, había servido como casa de invitados para Acheron cada vez que venía a la ciudad.
Wulf sólo esperaba que Stryker no fuese lo suficientemente brillante como para darse cuenta de que tenía una ruta de escape tan lejos de su propiedad.
Al final del túnel había una escalera de acero que llevaba a un escotillón que se abría hacia la parte trasera del cobertizo, dentro de un armario de almacenamiento.
Wulf fue primero, preparado para cualquier cosa. La traba en esta puerta era manual, en caso de incendio. Wulf hizo girar la combinación, luego esperó que el disparador sonara.
Lentamente, abrió la puerta, esperando lo peor.
No había movimientos en la habitación ni fuera de ella. Ningún sonido de que alguien o algo estuvieran caminando alrededor. Escuchó durante varios minutos, pero todo lo que podía oír era el crujido del hielo y los bramidos del viento.
Todo parecía bien…
Elevándose a través del escotillón, se estiró para ayudar a Cassandra a subir. Vagabundeó a poca distancia por el armario mientras Chris, y luego Kat, trepaban.
—Está bien –les susurró Wulf—. Hasta ahora se ve bien. Quiero que tú –le dijo a Cassandra—, y Chris se queden atrás. Si algo sucede, ustedes dos regresan a los túneles y presionan el botón rojo para trabar la puerta detrás suyo.
—¿Y qué pasa con Kat y contigo? –preguntó Cassandra.
—Nos ocuparemos de nosotros mismos. Tú y Chris son quienes importan. —Los ojos de Cassandra le decían que no estaba de acuerdo con él—. Tomará un par de minutos descender el airboatü de su arnés hasta el hielo –le explicó—. Esperemos que los Daimons no lo escuchen.
Cassandra asintió y lo besó suavemente.
—Ten cuidado.
Wulf la abrazó gentilmente, luego abrió la puerta. Dio un paso afuera, y entonces dudó cuando su pie chocó contra algo grande y sólido en el piso.
No, esperen.
Era ropa abandonada. Algo que le recordaba a restos de Daimon.
Wulf extrajo su espada retráctil de la bota al mismo tiempo que una ligera sombra se movía hacia él. Se preparó para atacar.
—Está bien –susurró una voz femenina—. Soy una amiga.
Wulf estaba lejos de aplacarse.
Escuchó que Cassandra jadeaba alarmada. Mirando hacia ella, vio que dudaba en la puerta, como si no estuviera segura de qué hacer.
—¿Phoebe? –susurró—. ¿Realmente eres tú?
Phoebe era el nombre de una de sus hermanas, que había muerto junto a su madre.
La sombra dio un paso hacia la luz para que pudieran ver su rostro, que era sorprendentemente parecido al de Cassandra. La única diferencia era su cabello. El de Phoebe era rubio dorado y lacio, y Cassandra tenía apretados rizos rubio-rojizos. Phoebe vestía un traje negro y no parecía llevar ningún arma encima.
—Soy yo, Cassie. Estoy aquí para ayudarte.
Cassandra dio un paso atrás y chocó contra Chris, quien miró a la recién llegada sospechosamente. Incluso Kat estaba tensa.
Cassandra dio un vistazo incrédulo a su hermana.
—Se supone que estás muerta.
—Lo estoy –susurró Phoebe.
—Eres una Daimon –dijo Wulf acusadoramente.
Phoebe asintió.
—Oh, Phoebe –dijo Cassandra, su voz llena de decepción—. ¿Cómo pudiste?
—No me juzgues, hermanita. Tuve mis razones. Ahora tenemos que ponerte a salvo.
—Como si fuera a confiar en ti –dijo Cassandra, poniéndose rígida—. Recuerdo al tío Demos.
—No soy el tío Demos y no tengo intención de convertirte en lo que yo soy.
Phoebe dio un paso hacia ella, pero Wulf impidió que se acercara más a Cassandra, hasta que él supiera la verdad de sus intenciones.
Phoebe lo miró con irritación, luego regresó la vista a su hermana.
—Por favor, Cassie, tienes que creerme. Nunca, jamás te lastimaría. Lo juro por el alma de mamá.
Otro Daimon entró por la puerta. Un hombre. Era alto y rubio, y Wulf lo recordaba muy bien del club. El Daimon que lo había golpeado.
Este era el Daimon que se había referido a Stryker como su padre.
Kat jadeó.
—Apresúrate, Phe –le dijo el Daimon a la hermana de Cassandra—. No puedo mantener esto oculto mucho tiempo más.
Se detuvo lo suficiente como para encontrarse con la mirada de Wulf sin retroceder. La furia y el odio de ambos hombres era lo suficientemente tangible como para hacer temblar a Cassandra. Esperaba a medias que uno de ellos atacara al otro en cualquier momento.
—¿Por qué estás ayudándonos? –demandó Wulf.
El Daimon frunció los labios con repugnancia.
—Como si me importaras en lo más mínimo, Cazador Oscuro. Sólo estoy aquí para ayudar a mi esposa a proteger a su hermana menor. Lo que aún pienso que es una estúpida idea –miró a Phoebe, que le devolvió la mirada irritada.
—Te sentirás mejor acerca de esto mañana –dijo Phoebe.
El Daimon bufó.
—Menos mal que te amo.
Kat se quedó boquiabierta.
—¿Urian tiene corazón? ¿Quién lo hubiese imaginado?
Urian la miró con rabia.
—Cállate, Abadonna.
Cassandra vio el amor en el rostro de Phoebe mientras Urian se acercaba a ella.
—Urian es quien me salvó cuando mamá murió –le explicó Phoebe—. Él me sacó del auto antes de que la bomba explotara, y me escondió. Intentó salvar a mamá y a Nia también, pero no las alcanzó a tiempo.
Cassandra no sabía qué pensar de eso. No tenía sentido que un Daimon, menos aún uno emparentado con Stryker, las ayudara cuando toda su vida habían sido perseguidas por la especie de Urian.
—¿Por qué?
—No hay tiempo para esto –siseó Urian—. Mi padre no es un hombre estúpido. Caerá en la cuenta rápidamente cuando no escuche nada sobre los dos hombres muertos.
Phoebe asintió, luego giró hacia Cassandra.
—Te estoy pidiendo que confíes en mí, Cassie. Juro que no lo lamentarás.
Cassandra intercambió ceños con Wulf y Kat.
—Creo que podemos confiar en ella.
Wulf miró a Urian, luego a Kat.
—Dijiste que eran sádicos. ¿Hay alguna posibilidad de que estén jugando con nuestras cabezas?
Urian rió grave y amargamente.
—No tienes idea.
Phoebe golpeó a su esposo en el estómago.
—Compórtate, Uri. No estás haciendo esto más sencillo.
Frunciéndole el ceño a su esposa, Urian se frotó el abdomen donde ella lo había golpeado, pero no dijo nada más.
—Hazlo –dijo Kat—. Si él está mintiendo, sé cómo lastimarlo.
Su mirada fue significativamente hacia Phoebe.
Urian se endureció como una baqueta.
—Destructora o no, si alguna vez la tocas, te mataré, Katra.
—Entonces nos entendemos –dijo Wulf—. Porque si algo le sucede a Cassandra, Kat será el menor de tus problemas.
Urian se adelantó, pero Phoebe lo forzó a retroceder.
—Dijiste que debíamos apresurarnos.
Los rígidos rasgos de Urian se suavizaron mientras miraba a Phoebe y asentía. Sin una palabra más, los condujo hacia un airboat negro que ya estaba sobre el hielo, esperando por ellos.
Chris subió a bordo primero, seguido por Kat.
Cassandra hizo lo mismo.
—¿Es este el mismo barco que los Canadian Mounties üusan para las búsquedas y rescates? –le preguntó a Wulf.
Wulf se aclaró la garganta como si estuviese ofendido.
—Son fabricados por la misma compañía, pero me agrada pensar que el mío es un poquito más agradable.
Y lo era. Lujoso hasta el extremo, hasta con asientos acolchados.
—Sí –dijo Chris mientras se sentaba y se ataba a sí mismo—. Nosotros somos Dudley Do-Rightü.
Cassandra le sonrió mientras Wulf tomaba el timón. Su hermana subió, luego se detuvo cuando se dio cuenta de que su esposo se había quedado en el muelle y no estaba haciendo nada para unírseles.
El rostro de Phoebe estaba aún más pálido.
—Ven con nosotros, Uri –le rogó, estirándose para tomar su mano.
Su voz estaba llena de tensión y preocupación.
Cassandra observó sus manos unidas, que le mostraba cuánto deseaba cada uno de ellos aferrarse y jamás dejarse ir.
—Te matarán si descubren esto.
El dolor en el rostro de Urian mientras miraba anhelantemente a Phoebe hizo que Cassandra sufriera por los dos.
—No puedo, bebé, sabes que no puedo. Debo quedarme y tapar tus huellas, pero prometo que me pondré en contacto en cuanto pueda. –Besó a Phoebe apasionadamente, luego le dio un beso en la mano y la soltó—. Cuídate.
—Tú también.
Él asintió, luego quitó el último pedazo de arnés.
—Cuida a mi esposa, Cazador Oscuro.
Wulf miró a Phoebe y asintió.
—Gracias, Daimon.
Urian se burló.
—Apuesto a que jamás pensaste que pronunciarías esas palabras.
Urian elevó las puertas del muelle al mismo tiempo que un grupo de Daimons entraba al cobertizo.
Phoebe jadeó y comenzó a ir hacia su esposo. Chris la sostuvo mientras Wulf aceleraba a fondo la máquina y volaba hacia el norte sobre el hielo. Afortunadamente, el viento estaba a su favor y aceleraron rápidamente.
—¡No! –Gritó Phoebe mientras corrían sobre el lago—. No podemos dejarlo.
—No tenemos elección –dijo Chris—. Lo siento.
Cassandra vio la desesperación en el rostro de su hermana, pero Phoebe no lloró. Apenas miró hacia atrás, donde el cobertizo estaba desapareciendo rápidamente de su vista, con los ojos llenos de terror.
Cassandra se aferró fuertemente a su cinturón de seguridad, con el corazón latiendo enloquecido.
—¿Qué tan rápido estamos yendo? –le preguntó a Chris.
—Por lo menos a más de 160 Km. –le respondió—. Estas cosas pueden moverse hasta 225 con viento a favor, y sólo a 65 en contra.
Wow. Miró a su hermana, que aún no había dejado de mirar atrás aunque el cobertizo ya había desaparecido de la vista.
—Él va a estar bien, Phoebe –dijo Kat—. Su padre no lo lastimaría realmente. Stryker puede ser psicópata, pero ama a Urian.
El rostro de Phoebe mostraba cada pedacito de sus dudas.
—Continúa hacia el norte –le dijo a Wulf—. Tenemos un lugar seguro donde podemos esconderlos a todos.
En cuanto las palabras fueron pronunciadas, Cassandra escuchó el violento chillido de algo que sonaba como si viniera de Hollywood. Fue seguido por el indudable sonido de unas alas batiéndose.
Mirando hacia arriba, vio el dragón que se dirigía hacia ellos.
—Oh, mi… —no pudo completar las palabras porque el terror la ahogó.
Kat reaccionó instantáneamente. Se arrojó sobre Cassandra.
El dragón chilló más agudamente como si se hubiera frustrado por sus acciones. El fuego voló a través de la proa del barco.
Wulf no desaceleró para nada. Extrajo su arma y le disparó al dragón.
El dragón se lanzó directo hacia ellos, gritando mientras llegaba. Cassandra pudo ver cuando las balas lo golpearon. El dragón retrocedió, pero no frenó ni se desvió.
Continuó hacia ellos con una resuelta determinación.
Más cerca.
Más cerca…
Se abalanzó tan cerca que ella pudo sentir la caliente respiración del dragón.
Wulf recargó su cartucho y disparó más.
Justo cuando Cassandra estaba segura de que los devoraría, el dragón desapareció instantáneamente.
Por diez segundos enteros, nadie se movió.
—¿Qué sucedió? –preguntó Chris.
—Debe haber sido llamado –respondió Kat—. Es lo único que podría haberlo detenido de ese modo.
Wulf finalmente frenó un poco.
—¿Llamado por quién?
La Destructora –dijo Phoebe—. No permitirá que lastime a Kat.
—¿Y por qué es eso, Kat? –preguntó Wulf.
Kat pareció incómoda por esa pregunta.
—Al igual que Stryker, soy una de sus siervas.
—Pensé que servías a Artemisa –dijo Cassandra.
—Sirvo a ambas.
Cassandra inclinó la cabeza mientras miraba a su amiga. Alguien a quien había pensado que conocía durante años, y ahora se daba cuenta de que realmente no sabía nada sobre Kat.
—Pregunta –dijo Cassandra, con el corazón latiendo fuertemente por el miedo—. ¿Qué sucede cuando tienes un conflicto de intereses? ¿A quién seguirás entonces, Kat?

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