Ash había estado tratando de alcanzarlo por horas. Llamó a Nick otra vez sólo para encontrarse que Nick tampoco había visto u oído nada de Talon.
Esto era tan poco caracterismo del Celta. Podía sentir que Talon estaba bien y no estaba herido, y si él quisiera, podía seguir la pista de Talon. Pero Ash nunca había sido tan intruso con sus poderes. Habiendo sido cazado y acechado, no podía pensar en hacerle eso a alguien más. No a menos que fuera una emergencia horrenda.
El libre albedrío no era algo que él manipularía ligeramente.
Mientras Ash devolvía el teléfono a su chaqueta, el cabello detrás de su cuello se erizó.
–Mira lo indefensa que está...
–Sí, pero es lo suficientemente fuerte como para alimentarnos a todos nosotros.
Las voces murmuraban a través de su mente como los sentidos del Hombre Araña...
Y el escalador de paredes creía que tenía súper poderes.
Estúpido.
Ash cerró sus ojos y localizó la fuente de las voces. Cuatro Daimons varones y dos hembras estaban en un callejón de Royal Street. Él comenzó a ir por su moto, luego se detuvo. No había forma de alcanzarlos a tiempo por la vía convencional.
Echando un vistazo alrededor, se aseguro que nadie lo pudiera ver, luego recogió los iones en el aire alrededor de él. Dejó que su cuerpo se desintegrarse en la nada y usó sus poderes para manipular a la física de tiempo y materia.
Sin ser visto, se movió a través de la ciudad, directamente hacia el callejón donde tenían en una esquina a una mujer. Ella estaba encogida, rodeada por los Daimons, abrazándose a sí misma.
–Por favor no me lastimen –imploró ella. –Solo tomen mi bolso y déjenme sola.
El Daimon más alto pasó su mano a través de su pelo y sonrío malvadamente.
–Oh, esto no dolerá. No por mucho tiempo.
Acheron se solidificó. Invocó un escudo para la mujer, para protegerla y confundirla. En su mente, ella vería y recordaría una figura desconocida ahuyentando a sus asaltantes.
En la realidad, él chifló.
Los Daimons se giraron hacia él al unísono.
–Hola –dijo él despreocupadamente mientras caminaba hacia ellos–. Ustedes Daimons no estaban planeando tomar el alma de un humano inocente, ¿no?
Se miraron entre ellos y comenzaron a correr.
–Oh, creo que no –dijo Ash, lanzando otro escudo detrás de ellos para evitar que se escaparan del callejón. –Ningún Daimon sale vivo de aquí.
Golpearon la pared invisible y rebotaron contra ella.
–Hombre –dijo Ash, fingiendo acobardarse–.¿Realmente te hace sentir como un insecto contra un parabrisas, no?
Ellos lucharon por ponerse de pie. El más alto de ellos, que tenía casi la misma altura que Ash, estrechó sus ojos.
–No te tenemos miedo, Dark Hunter.
–Bien. Eso hace a la pelea más justa. –Ash extendió las manos, creando un garrote con sus pensamientos.
Los Daimons masculinos corrieron hacia él todos juntos mientras las mujeres se echaban hacia atrás.
Acheron rodeó al primer Daimon para darle con el garrote creado, luego le incrustó el final duramente al segundo. Incrustó uno de los lados en el concreto y lo usó para balancearse mientras saltaba y pateaba al tercero. Liberó la cuchilla de la punta de su bota y la envió directamente al pecho del Daimon. El Daimon se desintegró.
Ash aterrizó con gracia en la calle mientras los dos primeros se ayudaban a pararse y los otros dos retrocedían
–Oh, vamos, chicas –los recriminó–. No sean tímidos. Por lo menos les doy una oportunidad, que es más de lo que ustedes le dan a sus víctimas.
–Mira –dijo el líder, su voz temblando–, déjanos ir y te daremos una información muy importante.
Ash se burló.
–¿Qué información tan importante puedes tener que para que yo te dejara ir para que sigas matando más humanos?
–Vale la pena –dijo otro–. Es acerca de.... –Sus palabras se quebraron en un grito estrangulado.
Antes de que Ash pudiera moverse, todos los Daimons se desintegraron.
Por primera vez en siglos, se quedó demasiado estupefacto para moverse. ¿Qué diablos había ocurrido?
La mujer humana vino corriendo y se lanzó a sí misma a sus brazos.
–¡Me salvó!
Ash frunció el ceño. No podía creer cómo podía verlo, hasta que ella lo besó apasionadamente.
–Demonios Artemisa –gruñó él, apartándola a la fuerza–. Quítate de encima.
Ella hizo un ruido irritado en su garganta. Soltándole, ella brilló intermitentemente cambiando de su disfraz humano rubio a su ardiente belleza de diosa. Su pelo castaño rojizo se rizaba alrededor de sus hombros mientras se paraba, con las manos en la cadera y haciéndole pucheros.
–¿Cómo sabías que era yo?
–¿Después de once mil años, no piensas que sé cual es tu sabor?
Malhumoradamente, cruzó los brazos sobre su pecho.
–Si yo fuera realmente humana, apuesto que te habrías acostado conmigo esta noche.
Él suspiró asqueadamente y dejó que su garrote se convirtiera en vapor.
–No tengo tiempo para tus celos intrascendentes. Sabes, tengo otras cosas de las que encargarme.
Ella se chupó los labios y dio un paso a su lado, luego arrastró su mano sobre sus hombros. Se inclinó a murmurar en su oído.
–Soy una de esas cosas de las cual debes encargarte, amor. Ven a casa conmigo, Acheron. Haré que valga la pena tu tiempo. –Ella pasó su lengua alrededor de su oreja, produciendo escalofríos sobre su cuerpo.
Ash se encogió de hombros.
–Tengo dolor de cabeza.
–¡Has tenido dolor de cabeza por doscientos años!
Él la miró secamente.
–Y tú has tenido PMS [1] por once mil.
Ella se rió de eso.
–Un día, mi amor, un día... –. Ash puso un poco más de espacio entre ellos. Lo suficiente para ella no pudiera casualmente pasar sus manos sobre su cuerpo.
–¿Por qué estas aquí?
Ella se encogió de hombros.
–Quería verte luchar. Simplemente adoro cuando te pones todo serio y letal. La forma en que tus músculos se ondean cuando te mueves. Realmente eso me levanta.
Por una vez él no se molestó en corregir su uso indebido del slang americano[2]. En lugar de eso, su vista se volvió oscura debido a que ella pudiera manipularlo así. Odiaba los juegos que ella jugaba, especialmente cuando implicaban las vidas de otras personas.
–Así es que creaste Daimons de la nada y luego los mataste? –ella cerró la distancia entre ellos. –Oh no, ellos eran reales. Y yo no los desintegré. Créeme, amo la forma en que tu cuerpo se mueve cuando atacas. Nunca los desintegraría mientras peleas.
–¿Quieres decir “sacarías”?
–Mmm... Adentro... Afuera –Artemisa rasguñaba sus hombros mientras bajaba las manos a su pecho–. Sigue hablando de esa forma y te llevaré a casa conmigo.
Su cabeza comenzaba a latir. Quitó su mano de su entrepierna donde ella la había ahuecado.
–Artie, ¿puedes concentrarte un minuto? ¿Si tu no los desintegraste, entonces quién lo hizo?
–No lo sé. –Él se alejó de ella. Otra vez.
Ella golpeó el suelo con su pie, como un niño al que le habían quitado su juguete favorito y lo miró.
–Odio cuando ensucias tu cabello y ¿qué es esa cosa en tu nariz?
Ash sintió desaparecer al clavo y el agujero cerrarse. Apretó sus dientes. Sin duda su pelo era rubio otra vez.
–Demonios, Artemisa, no eres mi dueña.
Sus ojos brillaron peligrosamente.
–Tu me perteneces, Acheron Parthenopaeus –dijo ella dijo con voz llena de furia y posesión–. Todos ustedes. Mente, cuerpo, y alma. Nunca lo olvides.
Él entrecerró sus ojos.
–No tienes ningún control real sobre mí, Artie. Ambos sabemos eso. Al fin y al cabo, mis poderes ponen en ridículo a los tuyos.
–Oh no, amor. Siempre que tu ejército de Cazadores Oscuros y los humanos a los que protegen signifiquen más para ti que tu mismo, siempre tendré poder sobre ti. –Ella le sonrió fríamente, luego brilló intermitentemente saliendo del reino humano.
Ash maldijo y sintió un impulso de niño de enviar un azote de clavos a través del callejón. Sin duda ella intentaba atraerlo con engaños de regreso a su templo. Como un idiota, él iba a ir. Tenía que ir. Todavía no sabia quién había desintegrado a los Daimons, y si no fue Artemisa, entonces había alguien más jugando con él.
Y pobre de él si otro tonto se atrevía a cruzarse en su camino. Soportaba a Artemisa porque tenía que hacerlo. Pero no tenía que soportar a nadie más. Por el martillo espinoso de Ar-Chon, él arrancaría la cabeza del próximo que lo molestara.
–Entonces –le dijo Sunshine a Talon mientras se sentaba en la cama sobre sus piernas dobladas vistiendo nada más que una remera prestada–.¿Planeas mantenerme aquí para siempre, o qué?
Descansando sobre un lado, él elegía de la bandeja que ella había preparado para ambos, hasta encontrar el paquete de M&M que había insistido que incluyera.
–Depende. ¿Tienes intención de continuar hacerme comer esta majadería saludable o puedo sacar lo que queda de bistec en la heladera?
Ella arrugó su nariz mientras comía ruidosamente otra fresa. Todavía la asombraba que hubiera encontrado su pequeña y secreta cantidad de fruta fresca en el cajón de más abajo de su heladera. El hombre parecía tener una aversión a comer cualquier cosa que no fuera tóxica.
–No sé cómo puedes ser saludable comiendo la basura que tienes en tus gabinetes. ¿Sabías que conté cinco diferentes tipos de papas fritas?
–¿En serio? Debería haber seis. ¿Comí todas las de barbacoa?
–No eres gracioso. –Pero ella se rió igualmente.
–Relájate –dijo él, tratando de alcanzar las bananas fritas que ella había hecho–. Ten una banana.
Ella lo miró traviesamente, luego arrastró su mirada de diablillo por su magnifico cuerpo desnudo.
–Yo ya tuve tu banana.
Él le sonrió.
–Creo que sería más correcto decir que mi banana te tuvo a ti.
Sunshine se rió otra vez mientras se inclinaba para darle una fresa. Él sostuvo su mano sobre sus labios mientras recorría los dedos con su lengua mordiéndole la piel antes de dejar que la retirara.
Él era diferente a cualquiera que alguna vez hubiera conocido. Pero desafortunadamente, no podía durar.
Su corazón se hundió mientras la realidad de eso la golpeaba. Necesitaba irse de allí antes que dejarlo fuese aun más difícil de lo que ya era. Ella no quería lastimarlo o a sí misma.
–Sabes, Talon –dijo ella, eligiendo una fresa–. Ha sido divertido el último par de días, pero realmente necesito regresar a casa.
Talon tragó su comida y tomó un sorbo de agua, era más fácil decirlo que hacerlo. No podía llevarla a su casa, los Daimons todavía estaban tras de ella y Ash quería que la protegiera.
Abandonar el deber era algo que el Atlante no perdonaba.
Los Cazadores Oscuros eran protectores. Cualquiera que fallara en mantener su código, rápidamente se encontraba pasando la eternidad en un tormento doloroso.
No es que él necesitara esa amenaza. La verdad era que no quería ver sufrir a Sunshine. Le gustaba más de lo que debía.
Lo peor de todo, era que le gustaba pasar el tiempo con ella. Había pasado mucho tiempo desde que él hubiera compartido una noche con alguien. Y era tan fácil hablar con ella. Tan cálida y divertida.
–¿Te quedarías a pasar la noche si te lo pidiera?
Él vio la tristeza en sus ojos.
–Me gustaría, pero ¿qué pasará mañana? Tu no podrás exactamente llevarme a casa, y si uso tu bote, entonces no podrás dejar tu cabaña.
–Podría llevarte a casa mañana por la noche.
Ella extendió la mano y jugueteó con sus trenzas pequeñas. Su sonrisa era tierna y llena de arrepentimiento.
–No, Talon. Tanto como me gustaría, necesito regresar a casa. Tengo un trabajo que hacer y no soy económicamente independientemente. Cada día que no estoy en la plaza, es un día que no gano dinero. Tengo que comer, sabes. El germen de trigo no es barato.
–Si es por el dinero...
–No lo es, Talon. Tengo que regresar a mi vida.
Sabía que ella tenía razón. Tarde o temprano tendrían que separarse.
La llevaría de regreso como ella quería y luego él todavía podría protegerla después del anochecer, oculto en las sombras.
–Ser parte del mundo, pero nunca de él.
Recordó esa noche tanto tiempo atrás en que Acheron le había dicho esas palabras.
«Debido a lo que hacemos, tenemos que interactuar con las personas. Pero debemos ser sombras nunca vistas que se muevan entre ellos.
Nunca dejes que nadie te conozca. Nunca les des una oportunidad para percatarse que no envejeces. Muévete en la oscuridad, siempre vigilante, siempre alerta.
Somos todo lo que está entre la humanidad y la esclavitud. Sin nosotros, todos ellos morirían y sus almas se perderían para siempre.
Nuestra responsabilidad es grande. Nuestras batallas numerosas y legendarias. Pero al final de la noche, te vas solo a casa donde nadie sabe lo que has hecho para salvar al mundo que te teme. Nunca podrás mostrar tu gloria. Nunca conocerás el amor o la familia.
Somos Cazadores Oscuros.
Por siempre poderosos.
Siempre solos.»
Talon exhaló profundamente. Su tiempo con ella había terminado.
–Bien –dijo él– te llevaré de regreso.
Ahuecó su cara entre sus manos y la besó profundamente. Y mientras la saboreaba, sus pensamientos fueron a la deriva, de vuelta al pasado.
–¿Speirr? –la voz airada de su tío lo llamaba del otro lado de la puerta.
–¿Podrías por favor desprenderte del abrazo de tu esposa por una tarde, para atender los asuntos conmigo? Lo juro, por la forma en que ustedes se comportan no puedo imaginar por que no tienen ya una docena de chicos.
Nynia se rió desde arriba de él mientras lo montaba.
–Estas en problemas otra vez.
–Sí, pero tú lo vales, Nyn.
Como ella tantas veces hacía, Nynia se inclinó, frotó sus narices antes de besarlo apasionadamente y se deslizó fuera de él.
–Mejor ponte en marcha o tu tío querrá la cabeza de ambos.
Talon se sobresaltó ante el recuerdo y el dolor que despertó en él.
Sunshine se movió hacia atrás y frotó su nariz contra la de él así como Nynia siempre había hecho. Él se heló.
Algo no estaba bien. Estos recuerdos, sus acciones... La forma en que ella despertaba sus emociones. Ahuecó la mejilla de Sunshine para poder mirar sus ojos marrones oscuro. No había ningún rasgo que le recordaran a su esposa, pero sus acciones...
–¿Talon? ¿Qué esta mal?
No podía hablar. No se atrevía a decirle que ella le recordaba a una mujer que había amado hacía mil quinientos años.
–Nada –dijo quedamente– debes vestirte.
Ella se levantó.
–¿Speirr?
Talon agarró la manta y se cubrió mientras Ceara brillaba tenuemente en su cabaña.
–¿Pasa algo? –Sunshine preguntó al notar su repentina incomodidad.
Él negó con la cabeza.
Ceara se paró en seco mientras divisaba a Sunshine. Sus ojos se agrandaron.
–¿Tienes compañía?
Él no contestó. No podía sin tener que explicarle a Sunshine el hecho de que Ceara estaba con ellos.
–¿Hay algún problema? –preguntó él.
–No –dijo Sunshine.
–Sí, –Ceara respondió–.¿Sabes que Acheron te esta buscando?
Talon miró con ceño. Agarró su teléfono celular de la mesa de luz y marcó el número de Acheron. Nadie contestó.
–¿Su teléfono está apagado? –preguntó.
El semblante ceñudo de Sunshine hizo juego con el suyo.
–¿El teléfono de quién?
Ceara negó con la cabeza.
–Te ha estado buscando toda la noche.
Su ceño se hizo mas profundo. Mirando hacia abajo, marcó el número de Nick. Otra vez, nadie contestó.
–Esto es extraño –dijo Talon–. Nadie contesta.
Sunshine se encogió de hombros.
–No es raro. Es más de las dos de la mañana. Tal vez están durmiendo.
–Confía en mí –dijo él– estos tipos están completamente despiertos ahora mismo. –Se volvió hacia su hermana–. Ceara, ¿dónde esta Acheron?
–¿Ceara? –preguntó Sunshine–.¿Acheron? ¿De qué estás hablando?
Ceara ignoró su interrupción.
–Está con Artemisa en este momento, pero ha estado preocupado por ti.
–¿Por qué esperaste tanto para venir? –preguntó Talon.
–No pude llegar más temprano. Algo me mantuvo bloqueada de ti.
–¿Desde cuándo?
–No sé. Algo tiene su poder encapullado a tu alrededor. Algo oscuro y malo.
–¿Con quién estás hablando? –preguntó Sunshine.
–Sunshine, por favor, te lo explicaré en un minuto. Primero, necesito unas pocas respuestas –miró a Ceara.
Ceara miraba a Sunshine curiosamente. Caminó hacia ella y colocó una mano en su hombro. Sunshine tembló.
–¿Qué fue eso?
Ceara saltó hacia atrás como si el contacto la hubiera golpeado.
–Nynia –murmuró ella, levantando la mirada hacia él con el ceño fruncido.
Algo dentro de él gritaba una negativa. Esta vez cuando habló a Ceara, habló en celta.
– Nae, ella no lo es. No es posible.
–Posible o no, Brathair, es ella. Tiene el alma de Nynia. ¿No la puedes percibir?
Talon clavó los ojos en Sunshine, su corazón martillaba. ¿Podría ser realmente?
Envolviendo la manta alrededor de sus caderas, se movió hacia donde Sunshine estaba parada y colocó sus manos a cada lado de su cara. Le levantó la cabeza para poder ver sus ojos oscuros.
A pesar de sus negativas, la sintió. La había sentido en el primer momento que la había mirado bajo la luz de la lámpara. Desde un profundo rincón dentro de él, había sabido todo el tiempo que ella era su Nynia. Lo había sabido desde el primer momento que la había saboreado.
Sus manos temblaron ante la verdad de eso.
–¿Cómo puede ser? –se preguntó.
Pero en su corazón, ya lo sabía. Camulus se la había enviado.
Ella estaba allí para destruirlo una vez más. Su pecho se apretó al punto que no podía respirar. Por eso era que él se había sentido tan atraído por ella. El por qué no quería dejarla. Camulus quería que ella lo sedujera a fin de que él tuviera que verla morir otra vez. En sus brazos.
Cerrando los ojos, Talon empujó a Sunshine contra él y la abrazó fuertemente, desgarrado por querer pelear cielo y tierra para mantenerla con él y sabiendo que al final perdería.
Nadie alguna vez derrotó a un dios.
Sunshine forcejeó para poder respirar dentro de su aplastante abrazo.
–Talon me estas asustando. ¿Que sucede?
–Nada. Solo debo llevarte a casa.
Lejos de mí, antes de que los dioses se den cuenta que estás aquí y resuelvan castigarte por eso.
–¿Speirr? –Ceara preguntó, su voz sonaba distante–. No puedo quedarme aquí. Estoy siendo jalada afuera otra vez.
–¿Ceara?
Ella se fue.
Talon sujetó con fuerza a sus emociones. No podía tenerlas ahora mismo. Tenía demasiadas cosas que hacer y necesitaba todos sus poderes para enfrentar el desafío de mantener a Sunshine segura. Sin mencionar, que necesitaba averiguar qué era lo que estaba interfiriendo con los poderes de Ceara y el teléfono de Acheron.
La vida de Sunshine estaba en sus manos. Esta vez, no le fallaría.
Talon apretó los dientes, deseando poder cambiar la historia.
–Quédate conmigo, Speirr, por favor no salgas con venganza en tu corazón.
Si hubiera escuchado a Nynia el día en que su tío fue asesinado, entonces su vida habría tomado un curso enteramente diferente. Pero con los nervios de punta, con pena y furia, había negado la petición de Nynia y no había discutido el problema.
Como siempre, Nynia se había hecho a un lado y le había dejado salirse con la suya. Había ido directamente a la tribu gala del norte y los había arrasado, sin saber que ambos, él y los galos, habían caído en una trampa.
Cuando se había dado cuenta de la verdad, ya era demasiado tarde para disculparse. Los galos estaban bajo la protección del dios de guerra Camulus y bajo el liderazgo del hijo humano de Camulus. La furia del dios de la guerra todavía resonaba por la vida de Talon.
–Existiré solo para verte sufrir.
Era una promesa que Camulus había cumplido adecuadamente.
No, no podía oponerse a Camulus y ganar. Como un Dark Hunter, era fuerte y poderoso, pero no al punto de poder matar a un dios.
Básicamente, él estaba jodido a menos que llevara a Sunshine de regreso a su vida y fuera de la de él, pronto.
Una vez que estuvieron vestidos y Sunshine tomara sus cosas, por las cuales tuvo que regresar tres veces, Talon la ayudó a subir al bote y se dirigió hacia Nueva Orleans. Lo más pronto que pusiera distancia entre ellos, más segura estaría.
Contactaría a Acheron una vez que estuvieran en la ciudad y vería si tal vez Acheron podía llamar a otro Dark Hunter o Escudero para velar por ella hasta Mardi Gras. Alguien cuya presencia no la pusiera en peligro aún más que los Daimons que iban tras ella.
Cuando llegaron al garaje, Talon decidió dejar su moto y usar el Viper esta noche. Necesitaba acelerar y no tenía deseos de poner a Sunshine en más peligro. Rompiendo más leyes de exceso de velocidad de las que quería contemplar, Talon la llevó a su loft y luego usó su teléfono de pared para llamar a Acheron.
–¿Qué haces en la ciudad? –Acheron demandó.
–Me dijeron que estabas tratando de ubicarme.
–¿Dicho por quien? Pensé que mis instrucciones eran claras. Tenías que quedarte en tu cabaña con la mujer.
Talon frunció el ceño. Esto era raro. Ceara nunca se había equivocado antes, ni le había mentido.
–Lo hiciste, pero entonces, –hizo una pausa mientras trataba de entender la situación. ¿Que estaba pasando aquí?
–¿Sí?
–Nada, T-Rex, creo que te malinterpreté.
–Entonces, ¿por qué estás aun al teléfono conmigo? –Ash preguntó–. Debes llevarla de regreso a tu cabaña. Ahora.
Talon no se preocupó por su tono arrogante. Ash podía ser evasivo y molesto, pero nunca antes había sido un estúpido autoritario.
–No puedo, T-Rex. Algo extraño esta pasando. Tengo que dejarla aquí.
–¿Por qué?
Talon miró alrededor para estar seguro que Sunshine no podía oír la conversación. Ella no le había dicho una palabra en todo el camino de regreso al loft y ahora estaba sentada en el sofá dibujando y se mostraba completamente olvidada de él.
Él quería mantenerlo de esa forma. Solo para estar seguro, habló quedo.
–Ella es mi esposa.
–¿Perdón?
Talon bajó aun más la voz. –Creo que Sunshine es Nynia reencarnada.
–Bien, ¿no es esto interesante?
–Sí, y no puedo protegerla más. Necesito que alguien más la vigile, ¿OK?
–Sí, puedo ver tu dilema.
Talon frunció el ceño. ¿Dilema? Esa no era la clase de palabra que Acheron usaba.
–¿Hay algo mal contigo, T-Rex?
–No. Sólo estoy preocupado por esta situación. ¿Estás dejándola ahora?
–Debo hacerlo.
–Tal vez deberías esperar hasta mañana por la noche.
–¿Qué?
–No puedo llevar a nadie allí esta noche. ¿Por qué no continúas protegiéndola hasta que pueda traer a alguien más para encargarse? Realmente no confío en Zarek para vigilarla, ¿Tu sí?
–Demonios, no. Tienes razón. Definitivamente no quiero dejarla aquí sin protección.
–Sí. Podría ser un problema. Pasa el día allí, y mañana me encargaré del problema.
El teléfono quedó muerto. Talon colgó con un sentimiento extraño en su estómago. Algo acerca de esta conversación no parecía correcto.
Pero mientras miraba a través del cuarto, sus preocupaciones estaban eclipsadas por la vista de Sunshine. Ella estaba todavía sentada en el sofá, dibujando en su almohadilla y canturreando una suave melodía.
Era el arrullo de Nynia. La misma canción que solía cantar mientras trabajaba. Deseo y dolor lo atravesó tan poderosamente que apenas podía moverse. Pero era el amor que sentía por ella lo que más lo abrumaba.
En contra de su voluntad, se acercó. Se arrodilló ante ella, colocó su cabeza en su regazo y la abrazó fuertemente, agradecido de tenerla con él, no importa cuán diferente ella se veía o actuaba.
Su Nynia estaba de regreso.
Sunshine estaba aturdida por la familiaridad de sus acciones. Instintivamente, pasó su mano a través de la suavidad de su pelo dorado mientras recordaba aún más acerca de su pasado juntos. Él había hecho esto antes. Muchas veces.
–¿Que sucede, Talon?
–Desearía poder decírtelo. –Levantó la cabeza para mirarla. El tormento en esos ojos negros la alcanzó e hizo que su corazón latiera por él.
Talon se hizo para atrás. Ahora que sabía quién era ella, hacía que dejarla fuera casi imposible.
Pero no había nada que pudiera hacer. Ella tendría que vivir esta vida con alguien más. ¿Qué elección tenía él? Nunca haría nada o la lastimaría. No otra vez.
La había matado una vez, no la mataría otra vez. No había forma de que pudieran estar juntos mientras siguiera atado a la maldición.
Styxx jugó con su teléfono celular mientras pensaba sobre su conversación con Talon. Él sonrió. ¡Oh, era maravilloso!. Talon ya sabía que Sunshine era su esposa muerta reencarnada. Perfecto. Simplemente perfecto, la mentira no podía haber tenido más esperanzas. Todo iba adelante según sus planes.
Zarek se había tragado el anzuelo y se había dejado incriminar. Talon ahora estaba adecuadamente distraído por su esposa. Valerius estaba bajo el control de Dionisio.
Y Acheron...
Bueno, tenía algo muy especial planeado para ese. Como las personas francesas Cajún de Nueva Orleáns dirían, Laissez Les Jeux Commencer... Que comience el juego.
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