miércoles, 25 de enero de 2012

NE Epilogo

Tres meses más tarde

Sunshine sonrió mientras llevaba su pequeña caja de óleos a la sala de estar. Intentaba llevarlos a su nuevo estudio que tenía vista al pantano de Talon, pero en cuanto vio a su marido colgando sus pinturas en las paredes de su vieja cabaña, se quedó parada mirándolo.
Él no parecía saber que ella estaba allí. Tenía el martillo colgando de su bolsillo trasero mientras levantaba el paisaje enmarcado y lo colocaba sobre la pared.
Tan pronto como los dos habían salido de su loft después de Mardi Gras, Talon había decidido construir una casa propia para ambos.
Juntos, habían diseñado cada detalle. Un cuarto de computación sumamente grande y un garaje para acomodar sus juguetes, y un abierto, aireado estudio para su arte. Hasta tenían un cuarto de juegos con estantes donde estaba dispuesta la enorme colección de Pastilleros Pez, donde Snoopy tenía un lugar de privilegio en el estante del medio.
Pero su cuarto favorito era el más pequeño, que lindaba con la habitación principal. El que, esperaban con ilusión, sería el cuarto de los niños un día.
–¿Conseguí centrarlo? –preguntó él, sorprendiéndola al saber que ella estaba de pie detrás de él.
–Se ve bien para mí.
Él le echó un vistazo por sobre su hombro y la atrapó mirando fijamente su trasero agradablemente formado.
–Yo hablaba de la pintura.
–Y yo hablaba de tu trasero, pero las pinturas se ven bien también.
Él se rió mientras se acercaba a ella y tomaba la caja de sus manos. Deslizó su mano a través del cabello de ella y le dio un ligero beso. Sunshine alcanzó sus caderas y le dio un fuerte apretón a su trasero.
–Sigue haciendo eso –dijo Talon guturalmente–, y no conseguiremos desembalar nada más hoy.
Ella le dirigió una burlona sonrisa diabólica.
–Está bien. No es como que no tengamos el resto de la eternidad para mudarnos.
–Bien, en ese caso.... –Él dejó la caja y la tomó en brazos.
Sunshine se rió mientras él se dirigía hacia la piscina interior.
–¿Dónde me llevas?
La mirada de él era puramente sexual.
–Al único cuarto que no hemos estrenado aún.
–Eres insaciable.
–Lo sé. Perverso de corazón.
Al pasar por el comedor, ella le hizo bajarla lo suficiente como para agarrar un pequeño paquete envuelto. Talon frunció el ceño, entonces la acomodó sobre su hombro y corrió a gran velocidad de vuelta a la casa. Sunshine todavía reía cuando él la dejó con cuidado al lado de la piscina.
–¿Qué es eso? –preguntó él cuando ella le dio su regalo.
–Esto es un regalo de inauguración de la casa para ti.
Él lo abrió para encontrar a un pastillero Pez de Eddie Munster[1]. Una amplia sonrisa apareció en su cara.
–No puedo creer que encontraras uno.
Sunshine levantó la mano derecha de él que tenía cicatrices y la besó. Entonces, ella la dio vuelta sobre las suyas y estudió el diseño arremolinado de la quemadura. La primera cosa que Talon había hecho cuando él la había llevado a su loft había sido quitar la cicatriz de su mano que se había hecho por sostener el medallón.
Ahora la quemadura residía en su mano en vez de la de ella.
–Te amo Talon –susurró ella–. Más de lo jamás sabrás.
Él tocó la mejilla de ella con su mano izquierda mientras sus ojos ámbar la chamuscaban con su sincera intensidad.
–Te amo, también, Sunshine. Gracias por tu fuerza y por dejar los productos de soja.
Ella se rió de eso, luego lo besó apasionadamente.
Talon dio un paso alejándose de ella mientras miraba la caja que ella había llevado minutos antes. Esta contenía la colección de cosas que ellos habían recogido de su escritorio, incluyendo la caja que tenía el medallón de Nynia.
–He estado pensando en hacer algo.
Él se quitó el medallón de su cuello y lo colocó con el de Nynia. Sunshine frunció el ceño mientras lo miraba abrir la puerta del porche trasero que daba al pantano.
–¿Qué estás haciendo?
–Pongo el pasado a descansar. Tanto como amé a Nynia, yo te amo más y no quiero que nunca dudes de qué ojos estoy mirando cuando hago el amor contigo.
Él retrocedió para lanzar los medallones.
Sunshine le tomó la mano. Ella sabía exactamente lo que esos medallones significaban para él y que lo estaba haciendo por ella.
Besando sus labios, ella los tomó. Se retiró con una sonrisa.
–Nunca dudaré de ti, Talon.
Ella tomó el medallón de él y lo devolvió a su cuello.
Él sonrió tiernamente, luego colocó el otro alrededor del de ella.
Su piel hormigueó al sentir las manos de él sobre su clavícula.
Mirándolo fijamente a sus ojos, ella recordó la noche en que lo había conocido. La imagen de la carroza acudió a él.
Incluso aunque ella debería odiar a Dionisio por todo lo que les había hecho pasar, ella no podía.
Después de todo, si el incompetente dios no hubiera intervenido, su historia hubiera tenido un final completamente diferente.


[1] Hace referencia al único hijo varón de la familia Munster... famosa serie norteamericana: La Familia Monster, parecida a Los Locos Adamms.

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