sábado, 28 de enero de 2012

Kon cap 16

Wulf colgó, con los pensamientos revueltos. Miró a Cassandra, que había empalidecido.
—¿Qué dijo?
Una parte de él quería mentirle, pero no podía. Su relación estaba más allá de eso. Jamás le había ocultado nada. No iba a comenzar a hacerlo ahora. Ella tenía derecho a saber lo que estaba pasando.
—Stryker quiere cambiar a tu padre por Erik. Si nos negamos, tu padre muere.
Lo que no le dijo era que su padre probablemente moriría, de cualquier modo, dado lo que conocía de Stryker. Estaba casi garantizado.
Pero tal vez Urian podría mantener con vida a Jefferson Peters, ya que tenía un interés personal en la salud de ese hombre.
Cassandra se cubrió la boca con la mano. Sus ojos estaban abiertos de par en par, llenos de terror.
—¿Qué hacemos? No puedo permitir que mate a mi padre, y está malditamente claro que no puedo darle a mi bebé.
Wulf se puso de pie y mantuvo su voz calma para no alarmar más a Cassandra. Ella tenía que preocuparse por su salud y la de Erik. Él se ocuparía de lo demás.
—Sólo hay una cosa que sé hacer. Iré a matar a Stryker.
Ella se veía poco convencida.
—Hemos intentado eso, ¿recuerdas? No funcionó. Creo recordar que él y sus hombres hicieron muñequitos de papel contigo, los Were-Hunters, y Corbin.
—Lo sé, pero lo que tenemos los Vikingos es que sabemos cómo tomar ventaja de los ataques sorpresa, y desorientar a nuestros oponentes. Él no esperará que yo ataque.
—Claro que sí. No es estúpido y sabe con quién está tratando.
—¿Entonces qué quieres que haga? –le preguntó, frustrado—. ¿Quieres que le entregue a Erik y diga bon appétit?
—¡No!
—Entonces ofréceme otra solución.
Cassandra intentó desesperadamente pensar en algo. Pero él tenía razón. No había otro modo.
Tal vez si pudieran contactar a Urian, pero ya hacía varios días que se había ido y nadie, ni siquiera Phoebe, había visto un pelo de él.
—¿Cuándo y dónde se supone que te encuentres con él? –le preguntó.
—Esta noche en el Inferno.
—Pensaremos en algo para entonces.
Eso esperaba Wulf. La alternativa era completamente inaceptable para él.
—Iré a ayudar.
Tanto Wulf como Kat miraron a Chris como si hubiese perdido la cabeza.
—¿Qué se supone que hagamos contigo, Chris? –Preguntó Wulf—. ¿Arrojarte por encima de ellos?
Chris se erizó, ofendido.
—No soy un bebé, Wulf. Resulta que sé cómo pelear. Demonios, he estado entrenando contigo durante años.
—Sí, pero nunca te golpeé en realidad.
Chris pareció aún más ofendido.
Kat le palmeó el brazo.
—No te preocupes, Chris. El día en que Sony PlayStation ataque al mundo y amenace con destruirlo, te llamaremos.
Chris hizo un sonido de irritación.
—¿Para qué me molesto?
Wulf respiró hondo mientras ajustaba su espada.
—Tu trabajo es proteger a Cassandra y a Erik. Te necesito aquí, niño.
—Sí, sí. Siempre soy inútil.
Wulf tomó a Chris por la nuca y lo acercó a sí.
—Tú nunca eres inútil para mí. No quiero volver a escucharte decir eso. ¿Me entiendes?
—Está bien. —Chris cedió mientras intentaba soltarse del fuerte agarre de Wulf—. Supongo que mis habilidades para hacer bebés no están completamente difuntas con el nuevo heredero, ¿eh?
Wulf le revolvió el cabello, luego giró hacia Kat.
—¿Estás lista?
—Supongo. ¿Te das cuenta de que simplemente escaparán de mí?
—Bien. Mantenlos en movimiento. Si están ocupados preocupándose por no lastimarte, entonces no podrán concentrarse en cortarme en pedazos.
—Buen punto.
Mientras iba hacia la puerta, Cassandra lo detuvo. Lo atrajo contra sí y lo abrazó con fuerza.
—Vuelve a mí, Wulf.
—Tengo toda la intención de hacerlo. Si dios y Odín quieren.
Ella lo besó y luego lo dejó ir.
Wulf miró por última vez a su esposa y al bebé que dormía en el suelo, completamente inconsciente de lo que estaba sucediendo esta noche. Inconsciente de que si Stryker se salía con la suya, Erik moriría y el mundo también.
Cómo deseaba poder ser así de ignorante.
Pero no podía. Tenía un trabajo que hacer y demasiado que perder si fallaba.
En el fondo de su mente se repetía una idea… ¿cómo se había enterado Stryker acerca del padre de Cassandra?
¿Podía haberlos traicionado Urian? ¿Lo habría hecho?
Una parte suya quería creer que era una coincidencia. La otra no podía evitar preguntarse si Urian habría cambiado de opinión sobre ayudar a Stryker después de todo. El hombre era su padre…
Wulf y Kat abandonaron el apartamento y se encontraron con Phoebe en la entrada principal. Ella extrajo un collar y lo colocó alrededor del cuello de Wulf.
—Esto permitirá que la puerta de Elysia se abra cuando regreses. No pude ponerme en contacto con Urian y eso me preocupa. Sólo ruego que no se hayan enterado de la ayuda que nos otorga.
—Él está bien, Phoebe –la tranquilizó Kat—. Créeme, es un gran actor. No tenía idea de que no era un completo idiota. Estoy segura de que su padre tampoco lo sabe. —Phoebe parecía irritada por sus palabras—. Era una broma, Phoebe –dijo Kat—. Alíviate.
Phoebe sacudió la cabeza.
—¿Cómo puedes estar tan impasible cuando sabes lo que está en juego?
—Porque a diferencia de ustedes, sé que sobreviviré a esta noche, de un modo u otro. A menos que la tierra sea destruida o que me corten en pedazos, no corro peligro. Sólo temo por ustedes.
—Entonces asegúrate de mantenerte cerca mío –dijo Wulf, sólo bromeando a medias—. Necesito una armadura cubierta de teflón.
Kat lo empujó hacia la salida.
—Sí, sí. El gran defensor Vikingo escondiéndose detrás de mí. Creeré eso cuando lo vea.
Wulf encabezó el camino fuera de la ciudad, hacia la superficie. La camioneta en la que habían llegado había sido llevada a una cueva cercana que albergaba varios vehículos, guardados en caso de que una de sus personas se convirtiera en Daimon y necesitase una conexión con el mundo humano.
Era enfermo, pero esta vez Wulf estaba agradecido por su “preocupación” hacia los Daimons.
El deshielo de la primavera había comenzado, y el suelo no estaba tan congelado como antes.
Shanus le había entregado varias llaves para que escogiera el automóvil que pudiera sacarlos de allí más rápidamente. Wulf eligió un Mountaineer azul marino.
Kat entró primero. Él miró hacia atrás, por el camino en que habían llegado mientras sus pensamientos regresaban a su familia.
—Todo estará bien, Wulf.
—Sí –susurró él.
Sabía que así sería. Se iba a asegurar de eso, maldita sea.
Wulf subió a la camioneta y condujo de regreso a la ciudad. La primera parada sería su casa. O lo que quedaba de ella. Quería estar totalmente armado para este conflicto.
Viajaron al menos durante una hora antes de llegar a su propiedad. Wulf entró al camino que conducía a la casa y vaciló. Ya no había señales de batalla. Su garaje, sus ventanas, todo estaba intacto.
Incluso el portón de entrada estaba de pie.
—¿Stryker lo reparó? –le preguntó a Kat.
Ella se echó a reír.
—No es su estilo. Créeme. Jamás repara el daño que causa. No tengo idea de lo que sucedió aquí. ¿Quizás tu Consejo de Escuderos?
—No. Ellos ni siquiera estaban enterados de esto.
Wulf abrió la traba del portón y luego se aproximó lentamente a la casa, esperando lo peor.
Mientras se acercaba a la puerta principal, se detuvo repentinamente.
Allí, en las sombras al lado de su casa, vio movimiento.
La bruma que provenía del lago era espesa, remolineante. Apagó las luces para que su visión no fuese dañada por ellas, y buscó la espada retráctil debajo de su asiento.
Había tres hombres muy altos, vestidos de negro, caminando hacia ellos lentamente, arrogantemente, como si tuviesen todo el tiempo del mundo. Estaban unidos en poder y fuerza, y su ansia de luchar brotaba de cada uno de sus poros.
Todos ellos eran rubios.
—Quédate aquí –le advirtió a Kat mientras se bajaba de la camioneta, preparado para la lucha.
La niebla se arremolinó alrededor de los tres hombres a medida que se aproximaban.
Probablemente de no más de un metro noventa y dos, uno de ellos vestía pantalones, un suéter y un sobretodo de lana. Una parte del abrigo estaba apartada para mostrar una antigua vaina y espada de diseño Griego. El del medio era cinco centímetros más alto. Él también vestía pantalones de lana y un suéter, junto con una larga chaqueta de cuero negra.
El tercero tenía el cabello corto, apenas más oscuro que el de los otros dos. Vestido completamente en cuero negro, tenía dos trenzas que caían desde su sien izquierda.
Y en ese instante, Wulf lo recordó.
—¿Talon?
El motociclista sonrió ampliamente.
—Por el modo en que sostienes esa espada, me preguntaba si ibas a recordarme o no, Vikingo.
Wulf rió mientras su viejo amigo se acercaba. No se habían visto por más de un siglo. Estrechó felizmente la mano del Celta.
Wulf se volvió hacia el hombre el medio y también lo recordó, por el breve tiempo que había pasado en Nueva Orleáns más de cien años atrás, durante Mardi Gras.
—¿Kyrian? —preguntó.
El antiguo general Griego había cambiado un poco desde la última vez que lo había visto.
En ese entonces, el cabello de Kyrian estaba muy corto y usaba barba. Ahora le llegaba a los hombros y su rostro estaba perfectamente afeitado.
—Me agrada verte de nuevo –dijo Kyrian, tomando su mano—. Y este es mi amigo Julian de Macedonia.
Wulf conocía al hombre sólo por su reputación. Julian era quien había enseñado a Kyrian todo lo que sabía sobre pelear y la batalla.
—Es un placer conocerte. Ahora, ¿qué diablos están haciendo ustedes tres aquí?
—Son tu refuerzo.
Wulf giró para ver a Acheron Parthenopaeus uniéndose al grupo. No supo qué lo sorprendió más, su presencia o ver al niño que Ash llevaba en un porta-bebés, contra su pecho.
Wulf estaba horrorizado.
—¿Kyrian? ¿Esa es tu bebé?
—Diablos, no –dijo Kyrian—. De ningún modo metería a Marissa en esto. Amanda me castraría y luego me mataría si siquiera lo considerara. –Señaló a Acheron con la cabeza—. Ese es el bebé de Ash.
Wulf enarcó una ceja.
—Lucy –dijo en un burlón acento a lo Ricky Ricardoü—, tienes algo que explicar.
Ash gruñó.
—Stryker no es estúpido. Tu idea de llevar a un bebé de plástico, aunque es admirable, jamás funcionaría. Stryker olería el plástico en un instante. –Giró el porta bebé para que enfrentara a Wulf y así él pudiese ver al diminuto bebé de cabello negro que contenía—. Así que te doy a un bebé real.
—¿Y qué sucede si se lastima?
El bebé estornudó.
Wulf se sobresaltó al ver el fuego que salió despedido de las fosas nasales y que casi le chamuscó la pierna.
—Discúlpame –dijo el bebé con una vocecita cantarina—. Casi hice barbacoa de Cazador Oscuro, lo que sería realmente triste porque no traigo salsa de barbacoa conmigo. –El bebé echó la cabeza hacia atrás para mirar a Ash—. Sabes que el Cazador Oscuro frito no queda bien sin aderezo. Lo que necesitas…
—Sim –dijo Ash en un tono de advertencia en voz baja, interrumpiendo al bebé.
El bebé lo miró.
—Oh, lo olvidé, akri. Perdón. Gu, ga, gu.
Wulf se frotó la frente.
—¿Qué es eso?
—Ya te lo dijo, Simi es su bebé… demonio.
Los cinco se dieron vuelta ante la profunda y siniestra voz que tenía un pesado acento Griego. Otro hombre salió de las sombras. Era casi tan alto como Acheron, de cabello negro y vibrantes ojos azules.
Ash arqueó una ceja.
—Viniste, después de todo, Z. Me alegra que te hayas unido al equipo.
Zarek bufó.
—¿Qué demonios? No tenía nada mejor que hacer. Pensé que bien podría patear algunos traseros y tomar nombres. Y no es que en realidad me importen un comino sus nombres. Sólo lo hago por la sed de sangre.
—Así que tú eres Zarek –dijo Wulf, observando al ex—Cazador Oscuro de mala fama que una vez había sido exiliado a Fairbanks, Alaska.
Su desagradable actitud no sólo brotaba de cada uno de sus poros, sino que era evidente por el labio que mantenía perpetuamente fruncido. Billy Idol y Elvis no era competencia para él.
—Sí –dijo Zarek, mofándose aún más—. Y estoy helándome, así que ¿podemos apresurar esta pequeña reunión así puedo matar a algunos imbéciles y regresar a la playa a la que pertenezco?
—Si odias tanto estar aquí –preguntó Talon—, ¿por qué acordaste venir?
En un sutil gesto de hacer enojar a Talon, Zarek se rascó la ceja con su dedo mayor, que estaba cubierto por una larga y afilada garra metálica.
—Astrid quiere que haga amigos. No sé porqué. Alguna cosa extraña de las mujeres. Está intentando hacerme más sociable. –Ash, extrañamente, rió al escucharlo. Zarek miró a Acheron de un modo igualmente divertido y cómplice—. No quiero que me digas nada, O Gran Ash. Tú eres quien me metió en esto en primer lugar. –Entonces Zarek hizo lo más sorprendente que se podía imaginar; se inclinó y le hizo cosquillas en el mentón a la bebé—. ¿Cómo estás, pequeña Simi?
La bebé saltó felizmente.
—Bien. ¿Tienes más frijoles congelados para mí? Extraño estar en Alaska contigo. Fue divertido.
—No hay tiempo para la comida, Sim –respondió Ash.
La bebé lo abucheó.
—¿Puedo comer a los Daimons, entonces?
—Si puedes atraparlos –prometió Ash, haciendo que Wulf se preguntara qué sabía el hombre acerca de los Daimons, que no estaba compartiendo.
—¿Qué significa eso? –preguntó Zarek por él—. ¿Estás siendo impreciso nuevamente?
Ash lo miró pícaramente.
—Siempre.
Zarek dejó escapar un sonido irritado.
—Personalmente, pienso que deberíamos unirnos y destrozarte a golpes hasta que confieses todo.
Kyrian se rascó el mentón pensativamente.
—Sabes…
—Ni siquiera lo intenten –dijo Acheron irritablemente. Se volvió hacia Wulf—. Ve a buscar tus armas. Tienes una cita que cumplir.
Wulf se detuvo junto a Ash.
—Gracias por venir.
Ash inclinó la cabeza y se apartó mientras abrazaba al bebé demonio contra su pecho.
Wulf regresó al auto para buscar a Kat, pero ella no estaba por ninguna parte.
—¿Kat? –la llamó—. ¿Kat?
—¿Qué sucede? –preguntó Talon mientras él y los demás se unían a Wulf junto al auto.
—¿Vieron a la mujer con la que estaba?
Ellos negaron con la cabeza.
—¿Qué mujer? –preguntó Talon.
Wulf frunció el ceño.
—Mide un metro noventa y cinco y es rubia. No puede haber simplemente desap… —se detuvo mientras lo pensaba de nuevo—. No importa, ella es una de las pocas personas que podría haberse esfumado.
—¿Es tu esposa? –preguntó Kyrian.
—No, es una de las doncellas de Artemisa, que ha estado ayudándonos.
Ash frunció el ceño.
—Artemisa no tiene a ninguna kori más alta que ella. Créeme. No permite que ninguna mujer la mire desde arriba. Literalmente.
Wulf lo observó mientras una sensación de temor lo atravesaba.
—Espero que estés equivocado. Porque si no lo estás, entonces Kat estuvo trabajando con Stryker todo este tiempo, y es muy probable que haya ido a contarle acerca de nuestra fiesta sorpresa.
Ash inclinó la cabeza levemente, como si estuviera escuchando algo.
—Ni siquiera la siento. Es como si no existiera.
—¿Entonces qué piensas? –preguntó Kyrian.
Ash levantó a su bebé cuando ella comenzó a patearlo en la entrepierna, y la puso sobre su cadera. La bebé jugó con su trenza y luego comenzó a masticarla.
Wulf frunció el ceño. Si no lo supiera, hubiese jurado que la bebé tenía colmillos.
—No sé qué pensar –dijo Ash, apartando su cabello de la bebé—. Kat posee la descripción de una Apolita o de una Daimon.
—Pero camina bajo la luz del sol –agregó Wulf.
Zarek maldijo.
—No me digas que hay otra Cazadora Diurna suelta.
—No –dijo Acheron firmemente—. Sé a ciencia cierta que Artemisa no ha creado una. No se atrevería. Al menos no por el momento.
—¿Qué es una Cazadora Diurna? –preguntó Talon.
—Ni siquiera quieres saberlo –respondió Julian.
—Sí –convino Zarek—. Lo que él dijo, cien veces más.
—Muy bien, entonces –dijo Wulf, encaminándose hacia su casa—. Dejen que tome mis cosas y podremos ponernos en marcha.
Mientras se alejaba, vio que Talon se corría para quedar junto a Ash.
—Esta es la parte en la que normalmente dices que si todos hacen lo que se supone que hagan, todo resultará como debería. ¿Verdad?
El rostro de Acheron era impasible.
—Normalmente, sí.
—¿Pero?
—Estamos tratando con algo más grande que los Destinos esta noche. Sinceramente, todo lo que puedo decir es que será una terrible pelea.
Wulf rió al escucharlo, mientras salía del alcance de audición. Eso estaba bien para él. Pelear era la única cosa en la que él y su gente sobresalían.
Llegaron al Inferno justo antes de medianoche. Por extraño que pareciese, el bar estaba completamente vacío de clientes.
Dante los encontró en la puerta, vestido de cuero negro. No llevaba puestos sus dientes de vampiro, y se veía extremadamente enojado.
—Ash –dijo, saludando al Atlante—. Ha pasado mucho tiempo desde que oscureciste mi puerta.
—Dante. —Ash estrechó su mano.
Dante miró al bebé con una ceja fruncida.
—¿Simi? –La bebé sonrió. Dante silbó bajo y dio un paso atrás—. Demonios, Ash, desearía que me advirtieras cuando planeas traer a tu demonio aquí. ¿Debo avisarles a los chicos que la máquina de comer ha venido de visitas?
—No –dijo Ash, acunando ligeramente a la bebé—. Sólo está aquí para mascar Daimons.
—¿Dónde están todos? –preguntó Wulf.
Dante observó la pared a su derecha.
—Me enteré de lo que sucedería esta noche, así que cerramos el lugar.
Wulf siguió su línea de visión y vio la piel de una pantera fijada allí. Reconoció el cuero por las rayas rojas que tenía.
—¿Tu hermano?
Con la furia oscureciendo sus ojos, Dante se encogió de hombros.
—El bastardo estaba colaborando con los Daimons. Dándoles información sobre ustedes y nosotros.
—Hombre –susurró Talon—. Es frío matar a tu propia sangre.
Dante giró hacia él con un salvaje resoplido que traicionó el hecho de que Dante no era humano.
—Mi hermano me traicionó, y también a nuestra gente. Si fuese tan frío como me gustaría, su piel estaría sobre el piso para que todos pudiesen caminar sobre él. Desgraciadamente, mis otros hermanos estaban un poco perturbados por eso, así que llegamos al arreglo de la pared.
—Entendido –dijo Ash—. ¿Dónde está el resto de la pandilla?
—Atrás. Vamos a mantenernos fuera de esto. No nos gusta matar a los nuestros.
Zarek se mofó.
—A menos que sea tu hermano.
Dante se acercó a Zarek, y los dos intercambiaron gestos de desprecio.
—La ley de la selva. El traicionado tiene derecho a comer al traidor.
Zarek lo miró divertidamente.
—La ley de mi selva: Mátalos y deja que Hades los separe.
Dante se rió.
—Me agrada éste, Ash. Él nos comprende.
—Dios, Z –dijo Ash en broma—. Creo que puedes haber encontrado a un amigo después de todo. Eso debería hacer feliz a Astrid. —Zarek le hizo una seña. Ash lo ignoró—. Bien, chicos, llegó la hora de jugar.
Dante fue a custodiar la puerta de entrada mientras Ash quitaba a su bebé del carrito y se la entregaba a Wulf, que estaba un poco dudoso de tocar a la pequeña niña demonio.
Ella lo miró especulativamente, y luego sonrió.
—Simi no te morderá si no la dejas caer.
—Entonces intentaré no dejarte caer.
Ella le mostró sus colmillos, luego se ubicó en sus brazos, y era la imagen perfecta de un bebé relajado.
—¿Deberíamos escondernos? –Preguntó Julian—. ¿Tomarlos por sorpresa?
—No podemos –dijo Ash—. Stryker no es un Daimon normal.
—¿Más como Desiderius? –preguntó Kyrian.
—Peor. De hecho, mi mejor consejo a todos ustedes… —Ash dirigió una mirada de advertencia a Zarek—… es que dejen que yo me encargue de Stryker. Soy el único al que no puede matar.
—¿Y por qué es eso, Acheron? –Preguntó Zarek—. Oh, espera, me sé ésta. Hará 210º en Fairbanks en pleno enero antes de que respondas a eso.
Ash cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Entonces para qué preguntas?
—Sólo para molestarte. —Zarek caminó—. De cualquier modo, ¿cuándo se supone que lleguen? —El aire sobre la pista de baile brilló y siseó. El rostro de Zarek se transformó en una amplia sonrisa—. Oh, bien. Que comience el baño de sangre.
Kyrian extrajo su espada y extendió el cuchillo mientras Talon sacaba su srad circular. Julian desenvainó su espada Griega.
Zarek y Ash no se movieron para tomar sus armas.
Tampoco Wulf. Su meta era proteger a Simi, Erik, y Cassandra.
El bolt-hole destelló un segundo antes de que Stryker saliera a través del mismo. Una legión completa de Daimons salió junto a él, incluyendo a Urian.
El rostro de Urian era completamente estoico al encontrarse con la mirada de Wulf. Era difícil creer que este era el hombre que lo había casado con Cassandra. No había nada en su rostro ni en sus ojos que indicara que lo conocía. Kat tenía razón, el hombre era un tremendo actor.
—Qué agradable –dijo Stryker con una risa malévola—. Trajiste la cena para mis hombres. Si tan sólo todos fuesen tan considerados.
Varios de los Daimons rieron.
Zarek también.
—Sabes, casi me agrada este tipo, Acheron. Es una lástima que tengamos que matarlo.
Stryker miró de reojo a Zarek antes de que su mirada fuera hacia Acheron. Los dos se miraron fijamente sin una palabra ni emoción.
Pero Wulf vio la momentánea confusión en el rostro de Urian en cuanto vio a Acheron.
—¿Padre?
—Todo está bien, Urian. Sé todo sobre el Atlante. ¿No es verdad, Acheron?
—No. Sólo crees que lo sabes, Strykerius. Yo, por otro lado, conozco cada defecto tuyo, incluso el que te permite confiar en la Destructora mientras ella juega contigo.
—Mientes.
—Tal vez. Pero tal vez no.
Oh, sí, nadie podía jugar el juego de la vaguedad mejor que Acheron. Era un maestro en no decir nada y hacer que la gente dudase hasta del aire que respiraba.
Finalmente, Stryker se volvió hacia Wulf. Su mirada descendió hasta el bebé que Wulf sostenía. Inclinó la cabeza y sonrió.
—Qué dulce. Te tomaste tantas molestias, ¿cierto? Todos ustedes. Debería sentirme halagado.
Una mala sensación atravesó a Wulf. Algo no estaba bien.
¿El Daimon sabía que Simi no era suya?
Stryker fue a pararse junto a Urian. Pasó un brazo sobre los hombros de su hijo y lo besó en la mejilla.
Urian frunció el ceño ante ese gesto, y se puso rígido.
—Los hijos son la razón por la que vivimos, ¿verdad? –Preguntó Stryker—. Nos traen alegría. A veces nos traen dolor. —Urian frunció el ceño aún más mientras su padre jugaba con los lazos de cuero que mantenían el rubio cabello de Urian en una trenza—. Por supuesto, jamás comprenderás el dolor al que me refiero, Wulf. Tu hijo no vivirá lo suficiente como para traicionarte.
Antes de que alguien pudiera moverse, Stryker cortó la garganta de Urian con su mano, que ya no era humana. Tenía la forma de la garra de un dragón.
Empujó a Urian lejos suyo. Urian cayó al suelo jadeando, sosteniendo las manos contra el cuello para contener el flujo de sangre mientras su padre enfrentaba a los Cazadores Oscuros.
—¿Realmente no pensaron que era lo suficientemente estúpido como para caer con este truco, verdad? –Su mirada sostuvo la de Wulf, y cuando habló, no era la voz de Stryker la que se escuchaba… era la voz del padre de Cassandra—. Sabía que jamás me traerías al bebé. Sólo necesitaba sacar a los guardianes de Elysia por un rato.
Wulf maldijo ante sus palabras, y se movió para atacar.
Stryker desapareció en una nube de humo negra mientras los Daimons atacaban.
—¡Ak'ritah tah! –gritó Acheron.
El portal se abrió.
Uno de los Daimons rió.
—No tenemos que atravesar…
Antes de que pudiera terminar la oración, el Daimon fue violentamente succionado por la abertura.
Los demás lo siguieron rápidamente.
Ash corrió a través del lugar hacia donde Urian estaba recostado en un charco de sangre.
—Sh –susurró Ash, cubriendo las manos de Urian con las suyas. Los ojos de Urian estaban llenos de lágrimas mientras miraba a Acheron—. Respira despacio y con calma –dijo Acheron, su tono de voz era tranquilizante y profundo.
Wulf y los demás observaron en un asombrado silencio cómo Ash curaba al Daimon.
—¿Por qué? –preguntó Urian.
—Lo explicaré más tarde. —Acheron se paró y levantó el borde de su remera hasta que su delgado y bien definido estómago estuvo a la vista—. Simi, regresa a mí.
La bebé salió inmediatamente disparada de las manos de Wulf. Se convirtió en un diminuto dragón, y se recostó sobre la piel de Acheron hasta convertirse en un tatuaje sobre sus costillas izquierdas.
—Siempre me pregunté cómo se movía tu tatuaje –dijo Kyrian.
Ash no habló. En lugar de eso, levantó las manos.
Un segundo estaban en el Inferno; al siguiente, estaban en medio de Elysia.
Se había desatado algo peor que el infierno desde que Wulf y Kat se habían ido, más temprano. Gritos interminables rasgaban el aire. Había cuerpos de hombres, mujeres y niños Apolita esparcidos por todas partes. Aparentemente, ellos no se desintegraban como los Daimons a menos que muriesen en sus cumpleaños.
El pavor y el miedo desgarraron a Wulf.
—¡Phoebe! –gritó Urian, corriendo hacia su apartamento.
Wulf no se molestó en llamar. Nadie podía escuchar sobre los gritos. Así que corrió lo más rápido que podía hacia su esposa y su hijo.
Varios Daimons intentaron detenerlo. Con la mirada nublada por la furia, Wulf los atravesaba a cortes.
Nadie se interpondría entre él y su familia.
Nadie.
Llegó al apartamento para ver que la puerta había sido abierta a patadas. El cuerpo muerto de Shanus estaba tirado en el living.
Wulf se ahogó con el terror hasta que escuchó sonidos de pelea en su habitación. Mejor aún, escuchó los enojados chillidos de su hijo.
Corriendo a través de la habitación, llegó al dormitorio y se detuvo. Chris estaba parado en la esquina más lejana, sosteniendo a Erik contra su pecho. Sus dos amigas Apolitas, Kyra y Ariella, estaban frente a él como si fuesen una barrera para proteger a Chris y a Erik.
Stryker y tres Daimons más estaban atacando a Kat y a Cassandra, quienes peleaban contra ellos con un admirable talento y habilidad.
—No puedes sostener tu escudo por siempre, Katra –gruñó Stryker.
Kat miró a Wulf y sonrió.
—No tengo que hacerlo. Sólo tenía que sostenerlo lo suficiente para que la caballería llegara.
Stryker vaciló, luego miró sobre su hombre al mismo tiempo que Wulf atacaba.
Wulf mató a un Daimon, y entonces fue por Stryker. Stryker giró y golpeó a Wulf con un rayo dorado que lo lanzó contra la pared.
Siseando de dolor, Wulf vio movimiento por el rabillo del ojo.
Eran Ash y Zarek.
Kat desapareció inmediatamente mientras Stryker maldecía.
Wulf y Zarek fueron tras los dos últimos Daimons mientras Ash y Stryker se enfrentaban.
—Ve a casa, Stryker –dijo Ash—. La guerra ha terminado.
—Jamás terminará. No mientras mi padre… —escupió la palabra—… viva.
Ash sacudió la cabeza.
—Y yo pensé que mi familia era disfuncional… Ya basta. Has perdido. Mi dios, mataste a tu propio hijo, ¿y para qué?
Stryker rugió con furia y atacó a Ash.
Wulf tomó a su hijo de los brazos de Chris al mismo tiempo que Zarek colocaba a Cassandra detrás suyo. Wulf quería llevarlos a un sitio a salvo, pero no podían ir hacia la puerta mientras Ash y Stryker peleaban frente a ella.
Stryker le lanzó un rayo dorado a Ash, quien lo recibió sin sobresaltarse. En cambio, dio un golpe al Daimon que lo levantó en el aire y lo estrelló contra la pared.
Wulf silbó bajo. Todos sabían que Ash era poderoso, pero jamás había visto al Atlante hacer algo así.
Stryker atacó nuevamente. Pero, por alguna razón, Ash no lo mató. Los dos hombres se aporrearon como si fuesen humanos y no…
Lo que diablos fueran.
Con el rostro ensangrentado, Stryker lanzó otro golpe hacia Ash.
Él lo desvió. Ash levantó su mano, y mientras lo hacía, Stryker fue elevado del piso.
Stryker realizó otro golpe que causó que Ash se tambaleara y lo soltase.
El Daimon cayó al suelo. Envolvió sus brazos alrededor de Ash y lo apretó contra la pared.
Pero antes de que pudiera golpear a Acheron otra vez, un demonio amarillo apareció de la nada. Con los ojos destellando, envolvió sus brazos alrededor de Stryker y luego desapareció.
Acheron refunfuñó.
—Ya que estás en eso, Apollymi –gritó Ash—, será mejor que lo mantengas allí.
—¿Qué diablos eres? –le preguntó Wulf a Ash mientras él giraba para enfrentarlos.
—No hagas preguntas que no quieres que te respondan –dijo Zarek—. Créeme. No estás para nada preparado para saber la verdad.
—¿Stryker se ha ido? –preguntó Cassandra.
Ash asintió.
Cassandra abrazó a Wulf, y luego tomó a Erik de sus manos y lo sostuvo contra su hombro, para calmarlo.
—Lo sé, bebé –lo arrulló—. Pero el hombre malo se ha ido.
—¿Qué agarró al Daimon? –Preguntó Kyra—. ¿Adónde fueron?
Ash no respondió.
—Ahora están a salvo, chicos. Al menos durante un tiempo.
—¿Regresará? –preguntó Cassandra.
Ash rió a medias.
—No lo sé. Él es una de las pocas criaturas que está más allá de mis poderes. Pero como él dijo, no ha terminado. Podría regresar en unos pocos meses o dentro de algunos siglos. El tiempo pasa de un modo diferente donde él vive.
Kyrian, Talon, y Julian entraron a la habitación.
—Los Daimons han desaparecido –dijo Talon—. Matamos a algunos, pero el resto…
—Está bien –dijo Ash—. Gracias por la ayuda.
Ellos asintieron, luego salieron de la habitación hacia el caos del living.
—Hombre, llevará días limpiar esto –dijo Chris, mirando a su alrededor con incredulidad.
Entonces, ante sus ojos, la destrucción fue deshecha. Lo único que quedaba eran los cuerpos.
Zarek bufó.
—Será mejor que te detengas mientras llevas ventaja, Acheron.
—No llevo ventaja, Z. No puedo arreglar lo que fue realmente dañado aquí esta noche.
La mirada de Ash fue hacia el cuerpo de Shanus.
Wulf sacudió la cabeza mientras levantaba a Shanus para llevarlo hacia el centro de la ciudad.
Había Apolitas en todos lados, llorando y gritando por sus muertos.
—Ellos no merecían esto –le dijo Wulf a Acheron.
—¿Quién lo merece? –preguntó Ash.
Una mujer se acercó a Wulf. Tenía el porte de la realeza, y no hacía falta mucho para comprobar quién era.
—¿Shanus? –dijo, con los ojos llenos de lágrimas.
Wulf recostó el cuerpo para que ella lo viera.
—¿Eres su esposa?
Ella asintió mientras las lágrimas resplandecían en sus ojos. Puso la cabeza de su esposo sobre su regazo y lloró silenciosamente.
Cassandra se adelantó.
—Lo siento tanto.
La mujer levantó la mirada, con los ojos llenos de odio.
—Salgan. ¡Todos ustedes! Ya no son bienvenidos aquí. ¡Los ayudamos, y ustedes nos destruyeron!
Zarek se aclaró la garganta.
—Ese no sería un mal consejo –le dijo a Wulf, viendo alrededor a los demás, que dirigían miradas asesinas hacia ellos.
—Sí –concordó Ash—. Ayuden a Wulf y a su familia a salir de aquí. Tengo que ir a ver a alguien.
Wulf supo que se refería a Urian.
—¿Quieres que te esperemos?
—No. Habrá un par de SUVs esperándolos arriba. Vayan a casa y nos encontraremos más tarde.
—¿SUVs? –preguntó Kyrian.
—Nuevamente, repito, no hagas preguntas que no quieres que te respondan –dijo Zarek—. Simplemente acepta el hecho de que Acheron es un fenómeno de la naturaleza, y basta.
Ash lo miró con diversión.
—Podré ser un fenómeno, pero al menos no le lanzo relámpagos a mi hermano.
Zarek rió malignamente.
—Al menos no lo he golpeado con uno de ellos… aún.
Ash observó mientras Zarek conducía al grupo fuera de la ciudad.
Él se quedó parado en el centro, inspeccionando el daño que lo rodeaba. Comenzó a aclararlo tal como había hecho en la casa de Wulf y en el apartamento, y entonces se detuvo. Los Apolitas necesitarían algo en qué concentrarse además de su dolor.
Reconstruir la ciudad apartaría sus mentes del sufrimiento. Al menos por un rato.
En lo profundo de su corazón, lloró con ellos.
Sólo porque puedes, no significa que deberías…
Se forzó a sí mismo a caminar por el corredor sin rendirse a la necesidad de arreglar todo.
Para el momento en que había llegado al apartamento de Urian, Ash estaba asqueado por el derramamiento de sangre que Stryker había forjado en nombre de Apollymi.
Esto no tenía sentido, pero por otro lado, ella era la diosa de la Destrucción. Y por eso era que él debía asegurarse de que ella jamás fuera liberada de su prisión.
Ash encontró a Urian arrodillado en el centro del living. El hombre sostenía un pequeño relicario de oro en sus manos, mientras lloraba en silencio.
—¿Urian? –dijo Ash en un tono bajo y firme.
—¡Vete! –gruñó—. Déjame en paz.
—No puedes quedarte aquí –dijo Ash—. Los Apolitas se volverán contra ti.
—Como si me importara. –Miró hacia arriba, y el dolor empático que Ash sintió por Urian lo hizo dar un paso atrás. Hacía mucho tiempo desde la última vez que Ash había estado en contacto directo con tanto sufrimiento desesperado—. ¿Por qué no me dejaste morir, también? ¿Por qué me salvaste?
Ash respiró hondo mientras se lo explicaba.
—Porque si no lo hubiese hecho, habrías vendido tu alma a Artemisa por esto, y hubieses matado a tu padre.
—¿Piensas que no voy a matarlo por ésto? –Se volvió hacia Ash con un gruñido—. No queda nada de ella. ¡Nada! Ni siquiera tengo algo para enterrar. Yo… —sus palabras se cortaron mientras sollozaba.
—Lo sé –dijo Ash, colocando su mano sobre el hombro de Urian.
—¡No lo sabes!
Ash lo tomó del mentón y lo levantó hasta que sus miradas se encontraron.
—Sí, Urian, lo sé.
Urian luchó por respirar mientras veía imágenes atravesando los cambiantes ojos plateados de Ash. Había tanto dolor en ellos, tanta agonía y sabiduría.
Era difícil mantener el contacto visual con él.
—No quiero vivir sin mi Phoebe –dijo Urian, con la voz quebrada al hablar.
—Lo sé. Por esa razón, estoy dándote una opción. No puedo estar siguiendo a tu padre para vigilarlo. Necesito que lo hagas por mí. Porque, tarde o temprano, él regresará en busca del linaje de Apolo.
—¿Por qué los protegería? ¡Phoebe murió por su culpa!
—Phoebe vivió por ellos, Urian. ¿Recuerdas? Tú y tu padre fueron responsables de matar a toda su familia. ¿Alguna vez le dijiste a Phoebe que fuiste tú? ¿Tú, quien mató a su abuela? ¿O a sus primos?
Urian apartó la mirada, avergonzado.
—No. Jamás la habría lastimado.
—Sin embargo, lo hiciste. Cada vez que tú, tu padre o uno de tus Spathis mataba a alguien de su familia, ella sentía el dolor que tú sientes ahora. Las muertes de su madre y de sus hermanas la desgarraron. Para empezar, ¿no fue por eso que salvaste a Cassandra?
—Sí. —Ash se apartó de él mientras Urian se secaba las lágrimas—. ¿Dijiste que tengo una opción?
—La otra es que borraré tus recuerdos de todo. Estarás libre de todo esto. De todo tu sufrimiento. Del pasado, del presente. Puedes vivir como si nada de esto te hubiese sucedido.
—¿Me matarás si te lo pido?
—¿Realmente deseas que lo haga?
Urian miró fijamente el piso. Para la mayoría de la gente sus pensamientos serían desconocidos. Pero Ash lo sabía. Los oía tan claramente como escuchaba los propios.
—Ya no soy un Daimon, ¿cierto? –preguntó Urian luego de una breve pausa.
—No. Ni tampoco eres exactamente Apolita.
—Entonces, ¿qué soy?
Ash respiró hondo mientras decía la verdad.
—Eres único en este mundo.
A Urian no le gustó eso mucho más de lo que a Ash le gustaba ser único. Pero algunas cosas jamás podían ser cambiadas.
—¿Cuánto más viviré? –preguntó Urian.
—Eres inmortal, excepto que estés muerto.
—Eso no tiene sentido.
—La mayor parte de la vida no lo tiene.
Sintió la frustración de Urian con él, pero al menos estaba disminuyendo un poco del dolor del hombre.
—¿Puedo caminar bajo la luz del sol?
—Si lo deseas, así puedo hacerlo. Si eliges la amnesia, te haré completamente humano.
—¿Puedes hacer eso? —Ash asintió. Urian rió amargamente mientras echaba una fría mirada al cuerpo de Ash—. Sabes, Acheron, no soy estúpido, ni tan ciego como Stryker. ¿Él sabe sobre el demonio que llevas en tu cuerpo?
—No, y Simi no es un demonio, es una parte de mí.
La mirada de Urian se hundió en la suya.
—Pobre Stryker, está tan jodido, y ni siquiera lo sabe. —La intensidad de la mirada de Urian quemaba—. Sé quién y qué eres, Acheron Parthenopaeus.
—Entonces sabes que si alguna vez pasas ese conocimiento a alguien, me aseguraré que lo lamentes. Eternamente.
Él asintió.
—Pero no comprendo por qué te escondes.
—No estoy ocultándome –dijo Ash con sencillez—. Lo que sabes no puede ayudar a nadie. Sólo puede destruir y dañar.
Urian pensó en eso un minuto.
—No puedo ser más un Destructor.
—¿Entonces qué eres?
Urian dejó que sus pensamientos vagaran a través de los eventos de esta noche. Pensó en el doloroso sufrimiento dentro suyo, que gritaba por la pérdida de su esposa. Era tan tentador permitir que Acheron lo borrase todo, pero con eso él también perdería los buenos recuerdos.
Aunque él y Phoebe habían tenido unos pocos años juntos, ella lo había amado de un modo en que nadie más lo había hecho. Había tocado un corazón que él hacía tiempo que pensaba que estaba muerto.
No, dolía vivir sin ella, pero no quería perder toda su conexión con Phoebe.
Ajustó el relicario de su esposa alrededor de su cuello y se puso de pie lentamente.
—Soy tu hombre. Pero te advierto ahora. Si alguna vez tengo la oportunidad de matar a Stryker, la tomaré. Y malditas sean las consecuencias.


ü Ricky Ricardo: el marido de la serie “Yo amo a Lucy.”

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