viernes, 27 de enero de 2012

PN cap 3


Era después de la medianoche antes de que Erin finalmente encontrara el coraje de irse a dormir. Estaba aterrorizada de lo que podrían traer sus sueños y aún así, quería ver a V'Aidan otra vez.
¿No era algo estúpido?
Él no era real y no había ninguna garantía que ella volviera alguna vez a tener otro sueño con él.
De todos modos, deseaba un pequeño milagro.
Rindiéndose al dominio de Morfeo, dejó que su agotamiento la venciera.
En vez de la sensación de caída que había aprendido a esperar de sus sueños, sintió como si volara por encima del mundo. Por primera vez en semanas, tuvo un sueño normal, feliz.
Nadie la persiguió. Nadie la asustó.
Fue el cielo, excepto por la ausencia de un amante fantasma en particular.
Suspirando en su sueño, Erin se vio vestida con jeans y una camiseta con delgados tirantes, sentada afuera en el porche, balanceándose como solía hacerlo en el patio de la casa de su Tía Mae. El día era perfecto, brillante y agradablemente cálido con una fragancia mezcla de madreselva y pino. Ella había pasado tantos juveniles veranos aquí, en esta granja en las montañas de California.
Cómo había podido olvidarlo.
—¿Qué es este lugar?
Se sobresaltó ante la profunda, acentuada voz detrás de ella.
Dándose vuelta, vio a V'Aidan apoyado contra el pasamano blanco del pórtico, sus manos aseguradas a cada lado de él, mirándola. Su largo pelo negro estaba atado atrás en una cola de caballo y sus claros ojos de plata eran cautos. Su negra camisa toda abotonada sólo acentuaba los músculos perfectos de su cuerpo, y sus jeans tenían agujeros en las rodillas.
Por alguna razón que ella no podía comprender, él lucía un poco pálido y cansado, sus rasgos apretados. A pesar de eso, estaba contenta de que él estuviera aquí.
Ella le sonrió. —Este es uno de mis sitios favoritos de la niñez.
—¿Qué hacías aquí?
Ella se levantó y se acercó, pero él se alejó rápidamente. —¿Pasa algo?
V'Aidan sacudió su cabeza. Él no debería estar aquí. Él debería haberse quedado lejos de ella, y aún así…
Él no pudo.
En cuanto ella se había dormido, él había sentido su presencia calmante llamándolo.
Decidido, él había luchado tanto como pudo.
Pero al final, había sido en vano.
Él había venido aquí contra su voluntad. Contra su sentido común. Su cuerpo, aún cuando se curara cien veces más rápido que uno humano, estaba todavía lastimado y dolorido por su castigo. Esto le recordó el alto costo que tendría que pagar otra vez si alguien llegaba a saber donde estaba él.
Ella colocó su mano en su brazo. V'Aidan cerró sus ojos mientras el dolor lo atravesaba. Sus brazos estaban tan increíblemente doloridos, pero ni siquiera la agonía de sus heridas podía ocultar el caliente, intenso temblor que él sintió con su toque.
—Ven —. Ella deslizó su mano por su brazo para tomar su mano en la suya. Él miró fijamente con asombro sus dedos enlazados. E intentó no sentir cómo su suave toque se sentía contra su piel. Cuánto él quería quitarle su ropa y hacer el amor con ella por el resto de eternidad.
—Déjame mostrarte —dijo ella.
Le permitió conducirlo, hacerle bajar los escalones del porche y atravesar el patio hacia un viejo granero. Mientras ellos caminaban de la mano, la imaginación de ella lo atontó. Su sueño era tan vivo y vibrante. Él nunca había visitado a nadie que hubiera creado algo tan maravillosamente detallado.
Ella liberó su mano para abrir las puertas bien engrasadas del granero y mostrarle tres caballos descansado dentro de sus pesebres.
V'Aidan la miró retirar una manta del lomo de un pinto, luego conducirlo hacia él. Lo asombró que el caballo no relinchara al percibir su olor. Nunca antes un animal había tolerado su presencia en un sueño. Pero el pinto marrón y blanco parecía completamente a gusto con él. Esto hablaba profusamente sobre cuanto poder tenía su mente.
—¿Alguna vez has montado a caballo? —preguntó ella.
—No.
Ella le mostró cómo montar el caballo; después se subió para cabalgar delante de él. V'Aidan se sostuvo de su cintura mientras ella espoleaba al caballo para un galope y recorrieron el campo.
Sentir el animal bajo él, con ella en sus brazos mientras montaban a caballo, lo colmó. Él se sintió extrañamente libre y casi humano.
Lo llevó a un lago donde desmontaron y el caballo desapareció en una nube marrón de humo.
Erin se sentó sobre la hierba y comenzó a escoger flores salvajes para tejerse una corona. Encantado, él miró sus manos mezclar los tallos para convertirlos en una intrincada pieza que guardaba poca semejanza a un simple tocado.
Mientras ella trabajaba, él apoyó la espalda de ella contra su pecho para poder sostenerla.
Sólo por un ratito.
—Eres tan increíblemente creativa —dijo él. —Este lugar es tan… tu —terminó él. Y lo era. Brillante, amistoso, acogedor. Todo era bueno.
Todo Erin.
Ella se rió felizmente y el sonido trajo un extraño consuelo a su pecho. —No es cierto.
—Sí, eres tú —. Era lo que lo había hecho buscarla al principio. —¿Por qué suprimes tu creatividad?
Ella se encogió de hombros.
V'Aidan apoyó su mejilla sobre su pelo castaño y trazó círculos sobre su estómago con la mano. —Cuéntame.
Erin nunca había sido la clase de persona que confiara en otros, y a pesar de eso se encontró contándole a V'Aidan cosas que ella nunca le había dicho a otra alma. —Yo siempre quise ser creativa, pero nunca fui buena en eso.
—Lo eres.
—No. Intenté tocar la flauta cuando era una niña y recuerdo que cuando dieron audiciones en los primeros años de la preparatoria yo fui a tocar mis escalas y no pude llegar a las notas más bajas.
—Estabas nerviosa.
—No tenía talento.
Ella sintió el aliento de V'Aidan sobre su cuello mientras él la hocicaba gentilmente. La excitación corrió por ella, tensando sus pechos.
¿Qué había en su toque que la incendiaba? Y cuanto más sentía su toque, más lo deseaba.
—Apuesto que serías una gran artista.
Erin le sonrió por la confianza que él tenía en sus capacidades. Era un agradable cambio. —No puedo dibujar una línea recta con una regla.
Él la besó entonces. Profunda y apasionadamente. Su lengua restregándose contra sus labios, enviando olas de deseo moviéndose en espiral por su cuerpo. Ella gimió contra su boca, acunando su cabeza mientras un necesario deseo la recorría.
Él mordisqueó sus labios. —Tal vez deberías ser escritora.
—Eso es lo que menos puedo hacer.
—¿Por qué?
—Me enfermo de sólo pensarlo.
Él frunció el ceño. —¿Por qué?
Erin miró a la distancia mientras recordaba ese día horrible. —Yo estaba en la universidad y deseaba tanto ser escritora que quise probarlo. Para especializarnos en escritura creativa, tuvimos que presentar nuestra mejor pieza de ficción. Entonces me presenté con un cuento de ficción que pensé era magnífico y realmente diferente. Trabajé y lo adapté hasta que estuve segura que era perfecto. Presenté todo el paquete al jefe del departamento y luego esperé oír la respuesta.
Ella tragó al recordar cómo se había enterado de la decisión de la profesora. —El Diario Literario salió unas semanas más tarde, y ahí era donde estaban todas las historias cortas de los estudiantes que fueron admitidos.
—¿Tu no estabas en él?
Su estómago se apretó. —Yo estaba, sí. Ella había escogido mi historia para destacar que “no” hacer si uno alguna vez quería ser tomado en serio como escritor. Ella ridiculizó cada aspecto de mi historia.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella.
—No puedes imaginarte lo humillada que estaba. Juré que nunca más haría nada creativo. Que yo nunca pondría tanto de mí en algo para que después se burlaran.
Las lágrimas ardían en sus ojos y ella hubiera gritado si V'Aidan no hubiera inclinado su cabeza hacia atrás y arrastrado su lengua desde su barbilla a su garganta. El toque de su cuerpo alejó el dolor y ella gimió por lo bien que él la hacía sentir. Qué seguros hacía él sus sueños.
—¿Por qué es tan importante para ti que yo sea creativa? —preguntó ella.
Él se retiró y le dirigió una dura mirada. —Porque tu creatividad reprimida es lo que atrae al Skoti. Si tú la liberarás, ellos no tendrían ningún forraje por tus pesadillas.
Eso sonaba maravilloso hasta que ella pensó en ello. —¿Y que pasa contigo?
—¿En cuanto a mí?
—¿Si el Skoti se va, tu te irás también?
Él miró a los lejos y ella vio la verdad de eso. Su corazón le dolió al pensar en no verlo nunca más. Incluso aunque ellos acabaran de conocerse, ella lo necesitaba. Le gustaba la forma en que la protegía. La tocaba.
Como una niña tímida ella había vivido toda su vida con sólo unos pocos amigos e inclusive menos novios. Ella nunca había estado realmente cerca de nadie. Si embargo se sentía unida de algún modo a V'Aidan. Sentía una conexión, una necesidad de estar con él.
—No quiero que me dejes.
El corazón de V'Aidan se sacudió ante las palabras que nadie nunca le había dicho antes. Sólo estaba acostumbrado a que la gente intentara ahuyentarlo.
Ella se reclinó contra su hombro para así poder alzar la vista y tocar su cara.
Ella estaba tan hermosa allí. —¿Por qué deseas mi compañía? —preguntó él.
—Por que tú eres mi campeón.
—No, no lo soy.
—Sí, lo eres. Tú me salvaste del Skoti.
Él tragó ante eso. —Si alguna vez vieras como realmente soy, me odiarías.
—¿Cómo podría?
Él cerró sus ojos mientras los recuerdos surgían en él. Este sueño con ella, era una ilusión. No había nada de verdad en él. Lo que él oía, lo que ellos sentían… todas ilusiones sin forma.
Y sin embargo él quería ser real. Por primera vez en su vida, deseaba algo verdadero.
Deseaba a Erin.
—Ni siquiera sabes qué soy yo —susurró él.
—Sí, lo sé. Eres un Oneroi. Defiendes a la gente de sus pesadillas.
V'Aidan frunció el ceño. Había pasado mucho tiempo sin que nadie conociera ese término. —¿Qué es lo que conoces sobre el Oneroi?
—Alguien me contó sobre ellos más temprano, hoy y un poco que investigué después de que llegué a casa. Sé muchas de cosas sobre ti ahora.
—¿Como cuáles?
—Que no puedes sentir ninguna emoción en absoluto. Pero no creo eso.
—¿No lo crees?
—No. Tú eres demasiado bondadoso.
V'Aidan estaba atontado por sus palabras. La bondad era algo que él nunca había pensado oír aplicado a él. Hypnos se reiría hasta provocarse una hernia de sólo pensarlo.
—¡Hey! —dijo ella de pronto. —Vamos a hacer algo que yo siempre quise hacer, pero nunca tuve las agallas.
—¿Qué?
Ella examinó el lago frente a ellos. —Bañémonos desnudos —. Antes de que él pudiera contestar, ella se puso de pie y se sacó su camiseta.
El aliento de él quedó atascado en su garganta mientras miraba fijamente sus senos desnudos. Sus pezones estaban duros y él juró que ya podía saborearlos. Con su cuerpo ardiendo, él dio un paso hacia ella y paró sólo al sentir el dolor de las heridas de lanza que subían por su espalda. Si él se desnudaba, ella vería las heridas. Vería lo que ellos le habían hecho. Y él no quería que ella lo supiera.
—Ve tú —dijo él. —Quiero mirarte.
Erin no supo dónde encontró el coraje de desnudarse mientras él la miraba. Nunca había sido tan valiente en la vida real. Sin embargo en su sueño a ella no le importó. De verdad le gustaba la mirada caliente, lasciva, en su cara mientras ella se  quitaba sus jeans y bragas y se dirigía al agua.
V'Aidan la miró nadar. Miró el agua lamiendo su piel desnuda. Sus pechos brillando en la luz mientras flotaba sobre su espalda y él pudo ver el mojado enredo de rizos entre sus piernas.
Él ansiaba ir a ella y separar sus piernas hasta que él pudiera…
Se dio la vuelta alejándose.
—¿V'Aidan?
La preocupación en su voz lo atravesó. Él tenía que abandonarla.
Incapaz de soportarlo, él corrió a través del bosque, ignorando la agonía de su cuerpo. No era nada comparado a lo que guardaba en su corazón.
De pronto él se sintió cambiando. Él vio a sus manos perder su forma humana. Sintió la quemante sensación de su piel mientras su carne se transformaba…
—¿V'Aidan?
Su corazón latía enloquecido, él sabía que no podía quedarse. No sin que ella averiguara la verdad.
Cerrando sus ojos, él se teletransportó de su sueño.

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