jueves, 12 de enero de 2012

A parte 51

15 de Diciembre,  9532 A.C.

El apacible invierno continuó. Algunos días aún eran lo bastante cálidos para  aventurarse afuera sin las capas.
Más de un mes había pasado desde que escapé con Acheron. Las cartas enviadas a mi padre con falsas ubicaciones ayudaron a mantenernos seguros. Así como los hombres y mujeres que soborné para dar falsas pistas sobre nosotros en otras ciudades. Sólo esperaba que él continuara apoyando mi ardid hasta la primavera cuando sería seguro viajar para nosotros.
Las drogas se habían ido del cuerpo de Acheron y apenas reconocía al muchacho que había encontrado encadenado a una cama.
Su dorado cabello estaba brillante, había ganado peso y ahora podría confundirse con Styxx fácilmente. En todo, excepto por aquellos turbulentos ojos plateados, y su personalidad tranquila, introvertida. No había escandalosa jactancia, ninguna irritante presunción.
Acheron era pensativo y respetuoso. Agradecido por cualquier bondad que se le mostrara. Podía sentarse durante horas y no moverse o hablar. Su actividad favorita parecía ser sentarse en el balcón y mirar hacia el mar, observando las olas que chocaban en la orilla, mirando la salida y la puesta del sol con una fascinación que me asombraba.
O jugando a juegos de persecución y dados con Maia. Ambos compartían un vínculo que calentaba mi corazón. Acheron nunca la hirió o le levantó la voz. Incluso la tocaba muy raramente. Y cuando venían sus incesantes preguntas, tenía más paciencia que cualquiera que había visto alguna vez. Incluso Petra hizo un comentario sobre él y cuán agradecida estaba que Maia hubiera encontrado un deseoso compañero de juegos.
Hoy temprano, habíamos estado fuera en el huerto, intentando encontrar manzanas frescas aunque ya había pasado la estación. Acheron había admitido finalmente una preferencia por la fruta, me había costado semanas antes de que admitiera una preferencia por algo.
—¿Crees que Padre vendrá pronto? —preguntó.
Me consumí de miedo. No sé por qué había mantenido la mentira. Salvo que la verdad de los sentimientos de Padre era algo que no creía que necesitara saber. Era más fácil decirle que su familia lo amaba, que todos se sentían hacia él como yo.
—Quizás.
—Me gustaría encontrarme con él —dijo mientras pelaba una manzana con su cuchillo. Era la única que habíamos encontrado y aunque no estaba lo bastante fresca, a Acheron no parecía importarle—. Pero es a Styxx al que más quisiera encontrar. Sólo puedo recordarlo vagamente de antes.
Era la única manera en que se referiría al tiempo en pasado en la Atlántida.
Había dejado de hablar de sí mismo como una puta, no había dicho nada acerca de torturas o abusos, ni siquiera cuando le pedía detalles. Sus ojos se volvían angustiados y bajaba la cabeza. Así que aprendí a no preguntar, a no recordarle ninguna cosa acerca de los años que pasó con nuestro tío.
La única señal reveladora de su tiempo allí era la forma en que aún se movía. Despacio, seductoramente. Había sido entrenado tan meticulosamente como una puta que aún aquí, no podía librarse de esos movimientos.
El otro único recordatorio de su pasado eran las esferas en su lengua, que se negaba a quitarse, y la marca en su palma.
—Dolió demasiado cuando me perforaron —me había dicho cuando le pregunté por las esferas—. La lengua estaba tan hinchada que no pude comer durante días. No quiero tener que experimentarlo de nuevo.
—Pero no lo harás, Acheron. Te dije que no les permitiré devolverte allí.
Me miró con la misma indulgencia con la que había mirado a Maia cuando le dijo que los caballos podían volar, como un padre que no quería arruinar el engaño del niño con la verdad.
Así que las esferas se quedaron.
Pero claro, Acheron también lo hizo.

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