viernes, 6 de enero de 2012

BRM cap 9

Aimee levantó la mirada del libro mientras escuchaba un golpe abrupto en la puerta. Cerrando los ojos, vio a su hermano Alain en el vestíbulo con una bandeja de té y panecillos. A diferencia de la mayor parte de sus hermanos, él tenía el cabello rubio corto y una cara que le recordaba la de un querubín. Sus ojos azules siempre estaban brillantes y cálidos, y mantenía una pequeña barba tipo candado, bien recortada.
Sintió afecto ante su consideración.
—Adelante.
Él abrió la puerta lentamente, siempre era cuidadoso de entrar al territorio de una osa sin la correcta invitación. Su compañera, Tanya, le había enseñado bien.
—Soy yo. ¿Quieres algo de té?
—Absolutamente.
Ella colocó el libro en la cama y fue a sostener la puerta mientras él entraba y colocaba la bandeja en el tocador.
Cerrando la puerta detrás de él, regresó a la cama.
Alain sirvió para ambos una taza de té de vainilla Rooibos y le trajo el plato de bocadillos de porcelana que estaba amontonado en lo alto con panecillos azucarados.
Ella no pudo evitar sonreír.
—No has hecho esto para mí en años.
Él roció miel en su taza… mucha de miel, eran osos después de todo. Sujetó el envase plástico de oso hacia ella.
Aimee lo tomó de él y duplicó el gesto mientras él se lamía la dulzura de los dedos.
—Me siento como un cachorro, en espera de que Maman o Papá entren y nos griten por romper el toque de queda, siempre fuiste tan bueno para conseguir meterme en problemas con festivales de té nocturno.
Alain se rió.
—Maman nunca fue la que me asustaba cuando cachorro… sólo como adulto le temo.
Aimee vaciló ante la nota extraña en su voz.
—¿Por qué dirías eso?
—Por la misma razón que lo harías tú. Amo a Maman, lo sabes. Pero hay veces que siento algo sobre ella que me pone nervioso.
Aimee estuvo de acuerdo mientras hacía a un lado la miel.
—A ella no le gusta que los demás se queden aquí con nosotros. Creo que teme que ellos descubran nuestro secreto… O peor, que se vuelvan contra nosotros como lo hizo Josef. —Fue quien condujo la fiesta que finalmente había matado a sus hermanos.
Como Wren, Josef había sido introducido en su guarida como un cachorro adolescente herido en lugar de quedarse fuera para morir como Maman hubiera querido. Tan pronto como Josef se había curado, los había odiado sin razón alguna. Era casi como si los hubiera odiado y se hubiera resentido por tener una familia cuando él no la tenía. Y solamente por eso, había intentado destruirlos.
Su traición había dejado una cicatriz en todos ellos, un momento de compasión que se había convertido en toda una vida de arrepentimiento, pero Maman estaba más obsesionada que los demás. Ella se culpaba por no haber sospechado más de él. Se culpaba por las muertes de Bastien y Gilbert.
Era por eso qué Maman era tan dura con todo mundo ahora. Se mantenía esperando que los otros se volvieran contra ella sin razón también.
Alain agitó su té con una pequeña cucharita.
—Hay muchos secretos en esta casa, chere. Algunas veces creo que demasiados.
Aimee arqueó una ceja ante eso.
—¿Qué estás ocultando tú?
Él se detuvo para bajar la mirada hacia su palma donde estaba el intrincado trabajo en espiral que lo declaraba emparejado. Era una marca que era idéntica a la de la palma de Tanya.
—Conoces mi secreto.
Su corazón se contrajo con fuerza ante el recordatorio. Aunque él estaba emparejado a una buena osa, su corazón pertenecía a otra. Siempre lo hizo.
—Lo siento, Alain.
Él se encogió de hombros.
—No tengo nada de qué quejarme. Tanya es leal a mí. Es amable y tenemos dos hijos hermosos. ¿Cómo podría estar inconforme con eso?
—¿Todavía piensas en Rachel?
Ignorando su pregunta, bajó la mirada a su taza mientras continuaba revolviendo la miel a través del líquido oscuro.
—Quería preguntarte algo.
—Seguro.
Él golpeó ligeramente la cuchara dos veces antes colocarla en su plato.
—¿Has notado cualquier cosa con Kyle? —Kyle era su hermano más joven. Un  pequeño obstáculo a veces, era básicamente amable y dulce aunque se mantuviera más aislado de lo que los demás hacían.
—¿Cómo qué?
Él vaciló antes de hablar.
—Que él sea un Aristos.
Aimee se congeló de incredulidad ante esas palabras.
—¿Qué?
—Él es un Aristos, —Alain repitió, su mirada ardiendo en la de ella—. Estoy seguro de eso.
Los Aristi eran los hechiceros más poderosos en su mundo. Más fuertes que los Centinelas, eran la única cosa que cada Arcadiann suplicaba ser y los seres que hacían que la sangre de todo Katagaria corriera fría.
—¿Cómo lo sabes?
—Nos divertíamos ayer, practicando sujeciones, y él me tiró con una facilidad de fuerza que nadie a su edad debería poseer. Y cuando me inmovilizó, lo vi en sus ojos.
Aimee se sintió enferma ante las noticias. Los Aristi eran los que habían asesinado a sus hermanos y eran la única cosa que su madre no podría dejar estar. Era también otro secreto que Aimee se reservaba de todos. Ella también era una.
—Maman lo matará si fuese así.
—Eso es lo que me temo.
—¿Has discutido esto con Kyle?
Alain negó con la cabeza, sus ojos horrorizados por la sola sugerencia.
—Claro que no. Tú eres la única en la que confío para mantener esto entre nosotros. Nunca haría nada para perjudicarlo y sé que tú sientes lo mismo.
Aimee oyó la corriente subyacente. Había más en esto de lo que le estaba diciendo.
—¿Pero?
—Necesita ser adiestrado. Esa clase de poderes, si se dejan sin guía. . .
Podrían matarlo. Él no terminó la frase porque Aimee sabía eso así como también él. Un Aristos requería un tutor, especialmente los varones. Mientras una hembra podría adaptarse mejor y aprender a controlar esos poderes por sí misma, un macho no podría hacerlo. Era lo que la había salvado, pero ella no podía entrenar a Kyle sin exponerlos a ambos.
—¿Qué podemos hacer?
—Esperaba que tú tuvieras algunas ideas.
—No realmente. Ni siquiera sé de un Aristos. —Eso no era completamente cierto, pero ella no estaba a favor de compartir eso con Alain—.  Son demasiado raros.
Él asintió.
—Lo sé. . . Piensa en ello. Hazme saber si se te ocurre algo. No quiero dejarlo solo en esto.
Ni tampoco ella. Kyle estaría tan asustado por sus poderes como ella lo estuvo por los suyos.
—¿Quieres que hable con él?
—Odio descargarlo sobre ti, pero eres con la que está más cercano. Podría abrirse a ti. Al menos más de lo que alguna vez haría conmigo.
Aimee le sonrió. Él tenía razón. Kyle mantenía a sus hermanos en la oscuridad, pero por alguna razón a ella la veía como a otra madre.
—Hablaré con él mañana. Averiguaré si sabe lo que le está ocurriendo.
Él le dio a su mano un apretón gentil.
—Eres lo mejor.
Bufó.
—Adelante, Etienne, y dime que soy la mejor hermana que tienes.
Etienne era otro de sus hermanos que era un sinvergüenza y encantador. Siempre andaba diciendo que no importaba qué mentira necesitara para salirse con la suya.
Alain se rió otra vez de su insulto.
—Él es semejante mierda, ¿verdad?
—Sí, sí lo es. Y hablando de excremento, ¿hemos oído cualquier algo más de los lobos y sus amenazas?
—¿Quieres decir del grupo de Eli?
Ella asintió.
—Ni una palabra. Creo que Dev puso el temor a Zeus en ellos cuando se rehusó a dar marcha atrás.
—Lo que dudo. Son bastante estúpidos.
—Sí, pero aún Eli tiene una pizca de auto conservación. Él debería saber ya que es mejor dejarnos en paz.
Esperaba que eso fuera cierto, pero también lo dudaba. Eli era tal narcisista que la idea de que alguien en verdad lo superara acaba por no parecer estar al alcance de su realidad.
—No estaría tan segura. No lo llaman odio ciego sin una razón. Creo que está en un punto con nosotros en el que podría cruzar cualquier límite sin tener en cuenta las consecuencias.
Él estrechó su mirada en ella.
—Tienes una de tus premoniciones, ¿verdad?
—Sí, pero no puedo poner un dedo en eso exactamente. Sólo sé que va a hacer algo que no esperamos. Sólo desearía saber exactamente qué y cuándo.
—Entonces haré correr las noticias para que todos mantengan los ojos abiertos.
—Gracias.

Vane se sentó apartado a un lado del campamento en forma humana mientras escuchaba las conversaciones ociosas alrededor de él. La mitad del grupo estaba en forma humana mientras que los demás eran lobos.
Muchos de los hombres estaban inquietos. Había un inquietante olor en el aire. Uno que denotaba problemas, pero nadie podía manejar eso. Ni siquiera él estaba seguro de lo que lo causaba.
Pero estaba tan nervioso como el resto de ellos. Una palabra equivocada o una acción y él estaba justamente tan propenso de tomar una vida como un Daimon. Tanto más, de hecho.
Y tal vez esa era la fuente de su ansiedad. Desde que él y el Fang habían ayudado a Acheron y Talon, había tenido una sensación de presagio que no podía sacudirse.
Fang se acercó a él y le ofreció una cerveza fría.
—¿Quieres ir a patrullar y ver si podemos averiguar lo qué va a pasar?
Vane levantó los párpados de repente e inclinó la cabeza para poder ver alrededor del cuerpo de Fang donde Stefan y los demás se reunían. Negó con la cabeza.
Si saliera con Stefan en el estado de ánimo en el que estaba, uno de ellos terminaría muerto.
—Sea lo que sea, viene por aquí. Creo que deberíamos estar pegados a las mujeres.
Fang se rió de eso.
—Amo la forma en la que piensas, adelphos[1]. Estar pegado a las mujeres es lo que mejor se me da.
Sonrió ante las palabras de Fang.
—Sí, pero no te he visto haciendo eso últimamente.
Fang miró rápidamente a Petra que estaba sentaba en forma de lobo con varias otras Were-Hunters.
—He estado preocupado.
—¿Con qué?
—Cosas.
Vane no lo presionó. Su hermano, con todo su flujo interminable de comentarios sarcásticos y la arrogancia de vive-para-el-momento, algunas veces podía ser sumamente caprichoso. Incluso reservado.
Era un espacio y libertad que Vane voluntariamente le daba.
¡Vane!
Vane se atragantó con la cerveza al tiempo que oía la voz frenética y asustada de su hermana en la cabeza.
—¿Qué? —Él envió de regreso silenciosamente.
Los cachorros vienen. Te necesito.
—¿Oíste eso? —Le preguntó a Fang.
—Estoy en eso.
Su cerveza olvidada, Vane se puso rápidamente en pie y corrió en busca de ella. La encontró a un lado del campamento, cerca de una pequeña corriente de agua donde debía haber ido a conseguir algo para beber.
—Te tengo, bebé —dijo él con delicadeza mientras se arrodillaba a su lado para ayudarla.
Ella le lamió la barbilla, entonces gimoteó a medida que más del dolor de trabajo de parto la golpeaba.
Fang se les unió algunos segundos más tarde con mantas.
—¿Debería traer a Markus?
Vane negó con la cabeza.
—Lo podemos manejar.
Mientras se acercaba a acariciar a Anya, su teléfono celular timbró. Vane empezó por no contestarlo, pero ID mostraba a Acheron, quien no llamaría a menos que fuera importante. Furioso por la inoportunidad del momento, lo desplegó.
—Estoy ocupado, Dark Hunter. Éste no es un buen...
—Lo sé, pero hay un gran número de Daimons convergiendo alrededor del Pozo de Miller. Vienen por tu manada, Vane.
Vane se quedo frío ante las noticias mientras miraba hacia Fang para ver si su hermano había oído las palabras tan claramente como él.
—¿Estás seguro?
—Positivo. Parece que quieren una súper carga antes de las festividades de Mardi Gras con nosotros, así que tenéis que salir de allí tíos. Pronto.
Cómo deseaba que fuera tan simple.
—Anya está con dolores de parto. No la podemos mover. Pero me aseguraré de que los demás se vayan.
—Está bien, —dijo Ash—. No te muevas y te conseguiré algunos refuerzos lo antes posible.
La implicación insultó cada parte animal de Vane.
—No necesito tu ayuda, Dark-Hunter. Podemos cuidar de nosotros mismos.
—Sí, de todas formas, estaremos allí en poco tiempo.
El teléfono se murió.
Gruñendo, Vane devolvió el teléfono a su bolsillo. Se encontró con la mirada glacial de su hermano.
—Moviliza a los demás.
Fang asintió, entonces se fue corriendo para hacer correr la noticia.

Acheron Parthenopaeus, líder de los Dark-Hunters y un dios Atlante inmortal bajo una situación de crisis masiva, la menor de las cuales no era su hermano intentando matarlo, maldijo mientras colgaba el teléfono. Esto no era bueno y empeoraba a cada latido. Si los Daimons conseguían agarrar a esas lobas embarazadas y aumentaban sus poderes, no habría freno para ellos y las calles de Nueva Orleáns correrían rojo por la sangre de sus ocupantes humanos.
Caminó rápidamente por Bourbon Street hacia el Canal, que era donde su Dark-Hunter se suponía estaba patrullando por Daimons que andaban fuera para alimentarse de almas humanas.
No había señal de él.
¿Y dónde diablos estaba Talon?
Se suponía que el Celta estaría en su pantano, protegiendo a la humana, Sunshine Runningwolf, y en lugar de eso no hubo señal de él cuando Ash había ido hacia allá.
Cerrando los ojos, Ash detectó que el Celta estaba bien. Pero no tenía tiempo de alejarlo de la mujer que él estaba protegiendo. Los Daimons se movían rápido y no tendría mucho tiempo antes de que alcanzaran a Vane y su familia.
Entonces podrían llover arcos iris y pétalos de rosa sobre ellos. . . .
No.
Abrió su teléfono y llamó a Valerius quien estaba todavía en casa. El antiguo general romano era un importante dolor en el culo en su mejor día, pero en una crisis, había pocos mejores combatientes.
—Val, estoy en Bourbon...
—No me aventuraré en esa calle de crasas iniquidades y horror plebeyo, Acheron. Es la sentina de la humanidad. Ni siquiera lo preguntes.
Ash puso los  ojos en blanco ante el tono arrogante del romano.
—Te necesito en el pantano.
El silencio le contestó. Ya podía imaginarse a Val en casa con su labio encrespado de repugnancia. No es que el general no hubiera estado en peores lugares allá en los días en los que había comandado un ejército romano. Él era simplemente gruñón en su vejez.
—Tenemos una situación, Valerius —dijo severamente—. Un grupo de Daimons van tras de un grupo de Katagaria y ellos tienen a mujeres en trabajo de parto...
—¿Dónde me necesitas?
Ash sonrió. El romano tenía sus momentos. Buenos y malos. Afortunadamente, este era uno bueno.
—Estaré justo allí. —Ash colgó el teléfono. Él se precipitó dentro de un portal cercano donde nadie pudiera verlo y se destelló al lado de Val en su mansión.
Valerius reaccionó con retraso viendo a Ash en la sala antes de que el romano pudiera aún regresar el teléfono inalámbrico al pedestal. Vestido con un traje Armani negro y una camisa negra de seda, y con el cabello oscuro hasta los hombros y peinado hacia atrás en una cola de caballo, Valerius era el epítome de un hombre privilegiado, bien criado.
Patricio hasta el fin.
El único indicio de sobresalto que Valerius mostró fue un ligero arqueo de su ceja derecha.
—No tenemos tiempo para medios de transporte convencionales, —aclaró Ash.
Antes de que Val le pudiera preguntar lo que quería decir, Acheron lo asió y se materializaron cerca de la guarida Katagaria.
Val lo miró ceñudo.
—¿Cómo hiciste eso? ¿Eres algún extraño Were-Hunter híbrido como Ravyn?
Ash le dirigió una media sonrisa misteriosa. Ninguno de los Dark Hunters sabía que él era un dios y en realidad quería conservarlo de ese modo. Entre menos supieran de él y su sórdido pasado mejor.
—Es una larga historia. La parte relevante es que tengo que ser precavido usando mis poderes alrededor de las Katagaria embarazadas. Si las lobas embarazadas son forzadas en la forma humana por mis poderes, eso las matará a ellas y a sus bebés instantáneamente. Así que, estaré peleando estrictamente con las manos como un humano solamente para asegurarnos. Tus poderes no están iónicamente cargados por lo que deberías estar bien peleando como siempre.
Val asintió entendiendo.
Acheron manifestó su báculo de guerrero, entonces guió a Val hacia la guarida.
El campamento estaba en el caos total mientras los varones, en su mayoría en forma humana, intentaban recoger a las lobas embarazadas y los cachorros y moverlos sin usar la magia.
Vane y Fang permanecían sobre una loba embarazada en trabajo de parto mientras otro varón, quien tenía un parecido notable a Vane, se arrodillaba a su lado. El hombre era mucho mayor que los hermanos.
Era Markus.
Ash le recordaba bien. El cruel gobernante Katagaria odiaba a todo mundo fuera de la manada.
No obstante, Ash rectificó, mientras miraba a Vane y a Fang, su padre odiaba a muchos que estaban en la manada también. Incluyendo a sus hijos.
—Haznos sentir orgullosos, Anya —dijo Markus severamente—. Sabe que criaré a tus cachorros bajo mi completa protección.
La wolfswan lloriqueó.
Su padre se puso de pie y dejó caer una frase con desprecio sobre Vane y Fang.
—Esto es culpa vuestra. Maldigo el día en el que alguna vez tuve hijos were lobos.
Fang gruñó por el insulto que daba a entender que eran más humanos que animales, y empezó a andar hacia su padre, pero Vane lo agarró.
Markus curvo sus labios.
—Harías mejor en proteger a sus crías. Mejor que los dioses os ayuden a ambos si algo les ocurre. —Salió al acecho de los demás.
Acheron y Val se dirigieron hacia los hermanos.
—¿Qué estáis haciendo aquí? — demandó Vane tan pronto como los vio—. Te dije que podíamos arreglárnoslas.
Acheron plantó el extremo de su báculo en el suelo y le miró con una paciencia que realmente no poseía.
—No juegues al héroe, Vane. Lo último que necesitas es luchar con los Daimons a tus espaldas mientras Anya da a luz.
Vane estrechó los  ojos en ellos.
—¿Sabes algo sobre asistir en el parto?
Ash asintió.
—La verdad es que sí. He ayudado a traer más que mi justa parte de ellos durante los últimos once mil años. Humanos y otras cosas.
A pesar de sus anteriores palabras, Vane pareció estar aliviado por la respuesta de Ash.
Vane miró a Val.
—¿Qué hay sobre ti?
La respuesta de Val fue tan fuera de lugar para él como su presencia aquí.
—No sé nada sobre partos de cachorritos, Miss Scarlett, pero puedo arrancarle la cabeza a un Daimon sin sudar.
—Está bien, podéis quedaros ambos. —Vane se puso en cuclillas al lado de su hermana y acarició su hocico con su cara mientras ella jadeó y gimió—. No te preocupes, cariño. No voy a dejarte.
Ash se sentó a su lado y tendió su mano para que ella la olfateara.
—Soy un amigo, Anya —dijo en voz baja—. Sé que tienes mucho dolor, pero vamos a quedarnos contigo y ayudar a que des a luz a tus crías.
Ella contempló a Vane quien hizo ruidos del lobo en respuesta a ella.
Una maldición fuerte sonó.
—¡Vane! —Fang gritó—. Tenemos cocodrilos moviéndose por todo el lugar.
Ash sonrió.
—Está bien. Están conmigo. No te atacarán a menos que los golpees.
Fang levantó la cabeza dudosamente.
—¿Estás seguro? No me están mirando amistosamente.
—Positivo.
Lo último del grupo Katagaria se fue, excepto por dos. Ash los había visto a ambos de antes, pero no los conocía. . . .
No, no era totalmente cierto. Desde que podía ver dentro de sus mentes y corazones, supo instantáneamente que el rubio era el hermano de Vane y de Fang. Un hermano que tampoco ellos sabían que tuvieran.
El lobo de cabello oscuro era un amigo. Liam.
Fang estrechó su mirada sobre ellos cuando se unieron a los hermanos.
—¿Qué estáis haciendo?
Fury se encogió.
—Los lobos no pelean solos.
—¿Desde cuándo das tú una mierda?
Fury recorrió la mirada rápidamente hacia Anya y Ash sintió no sólo su dolor, sino su anhelo por ser contado entre sus hermanos. Era tan crudo y profundo que trajo un dolor a su propio pecho.
Era también un dolor del que él podría más que relatar.
—Vosotros dos necesitáis una cabeza ecuánime para ayudar a pelear. —Fury  los indicó a él y a Liam—. Esos somos nosotros.
Vane levantó la mirada.
—Déjalos en paz, Fang. Si quieren quedarse, déjalos. Mientras más tengamos que ayudar a proteger a Anya, mejor.
Fang dio un paso hacia atrás mientras los otros dos lobos le daban distancia. Fueron a apartarse a un lado con Val y los cocodrilos mientras Ash, Fang y Vane estaban agrupados sobre Anya.
La tranquila quietud del pantano fue rota sólo por los jadeos y quejidos de Anya.
Mientras esperaban, Ash sintió la pena en los ojos de Vane. Recordó un tiempo cuando él había escuchado los gritos de su hermana mientras daba a luz a sus bebés. No había nada más inquietante.
Pero todo eso se desvaneció cuando el primer lloriqueo de bebé se escuchó. Entonces el enfoque se convirtió en uno de alegría por la vida nueva que había sido creada.
—Ella estará bien —Val reconfortó a los hermanos mientras notaba su incomodidad también—. Saldrá de esta.
—No. —dijo Vane, negando con la cabeza—. Todo lo que podemos esperar es salvar a sus cachorros. Tan pronto como el último deje su cuerpo, ella morirá.
Val le miró ceñudamente.
—No seas tan fatalista.
Un músculo se movió en la mandíbula de Vane.
—No lo soy, Dark-Hunter. Ella fue reclamada por su compañero. Unieron sus fuerzas vitales. Si no hubiera estado embarazada y cargara una nueva vida cuando él murió, ella hubiera muerto con él. Tan pronto como los cachorros nazcan, ella irá a unírsele a él en el otro lado.
El estómago de Ash se contrajo apretado con la pena compasiva mientras escuchó el dolor en la voz de Vane. Él sabía cuánto significaba Anya para ambos hermanos. También sabía lo que estaba a punto de suceder y aunque quería cambiarlo, sabía que no podía. El destino era lo que era y por intentar evitarlo, podría empeorar el resultado para todos ellos.
—Lo siento, Vane.
—Gracias. —Vane rozó su mano a través de la cubierta blanca de su hermana.
Fang se sentó lejos a un lado, su mirada rondando mientras guardaba silencio. Era tan raro de su parte no estar poniéndose poco ceremonioso e incluso hacer comentarios estúpidos. Eso le dijo a Ash más que cualquier cosa, qué tan alterado estaba Fang.
Repentinamente, de la nada, una horda de Daimons atacó.
Vane se disparó a sus pies para enfrentarlos.
—No sé cómo ayudar a nacer a los cachorros —le dijo a Ash—. Quédate con ella y yo pelearé.
Ash asintió y permaneció agachado junto a Anya mientras ella sufría una crisis nerviosa y gimoteaba.
Fang se transformó en lobo, su forma más fuerte, para combatir, como hizo Liam y Fury, pero Vane permaneció humano.
Ash oyó a los Daimons gritar mientras encontraban a los lagartos acechándolos.
Anya comenzó a agitarse mientras la pelea estallaba. Ash mantuvo su atención enfocada en la loba y sólo levantó la mirada para asegurarse que los Daimons no estaban abriéndose camino más cerca de Anya.
Fang, Fury y Liam estaban haciendo un trabajo notable manteniéndolos a distancia en forma de lobo mientras Valerius y Vane los combatían con cuchillo y espada. Mala cosa que los lobos no pudieran usar su magia más de que lo que  Ash podría. Cualquier disparo al azar de su energía accidentalmente podría pegarle a Anya y a sus cachorros y podrían matarlos.
—¡Vane!
Ash arrancó ante el ruido humano de la Were-Hunter. Levantó la mirada para ver a un Daimon a punto de atacar la espalda de Vane. Prevenido, Vane vio al Daimon y se giró alrededor a tiempo de apuñalar al Daimon a través del corazón y matarlo.
Anya recuéstate.
Ash la sujetó aún mientras el primero de sus cachorros coronaba.
—Eso es —le dijo a ella en una suave y tranquilizadora voz —. Estamos casi ahí.
Un Daimon subió a través de los setos al lado de ellos. Ash se levantó de un salto y giró para defender a Anya mientras Fang atrapaba al Daimon y lo noqueaba lejos de ellos.
—Encárgate de mi hermana, —le disparó Fang en su mente.
Ash rápidamente regresó a Anya.
Con los Daimons tan cerca ahora, tenía que controlar la llegada del cachorro, a Anya y a los Daimons.
No era fácil.
—Empuja —le dijo a Anya—. Solo un poquito más.
Los siguientes segundos pasaron rápidamente y aún parecieron moverse lentamente a través del tiempo.
Latido a latido.
Dos Daimons se levantaron de su pelea con Fang. Uno de ellos le disparó a Fang con un Taser, volviéndolo instantáneamente  humano. Fang dejo salir un aullido mientras su cuerpo convulsionó incontrolablemente de uno a otro, entre lobo y humano.
Vane fue tras el segundo al mismo tiempo que el primero apuntó el Taser en Vane, quien se agachó en el suelo. El Daimon presionó el botón y los aguijones electrificados erraron a Vane por una fracción de pulgada.
En lugar de eso, golpearon a Anya.
Ash maldijo furioso mientras Anya fue transformada de loba a mujer y de nuevo a loba. Sus gritos hicieron eco en los árboles y entonces se quedó misteriosamente callada.
Regresó a su forma de lobo, sin moverse en absoluto.
Vane corrió hacia ella, pero era muy tarde.
Estaba muerta.
Ash dejó salir su grito de guerra y se precipitó al Daimon que la había matado.
Golpeó duramente al Daimon en la mandíbula, entonces usó sus manos desnudas para rematarlo. Empujó su mano directamente en el pecho del Daimon, perforando su marca.
El Daimon se desintegró en un rocío de polvo dorado.
Ahora que podía usar sus poderes sin restricciones, Ash acortó el trabajo de los Daimons que quedaban.
Las transformaciones de Fang se habían hecho más lentas, pero todavía se alternaba entre las formas de humano y de lobo mientras se arrastraba lentamente hacia el cuerpo de su hermana.
Vane caminó inexpresivamente hacia Anya y se dejó caer a su lado. Recogió el cuerpo de la loba en sus brazos y la acunó como si fuera un bebé.
Las lagrimas fluyeron por su cara mientras se mecía de atrás a adelante con ella y le murmuraba al oído.
Fang dejó salir un aullido agudo y se convirtió en hombre. Con el cuerpo desnudo, puso su cabeza en la espalda de Anya y se abrazó también a ella.
Ash nunca olvidaría la visión de los tres amontonados allí en su pena. Le perseguiría para siempre.
Demasiado bien,  recordó su pasado.
Despidiéndose de su hermana y su bebé…
Dolía como si eso nunca sanara completamente. De hecho así era. Ni aun once mil años se habían llevado la ardiente amargura de él.
Con cara sombría, Ash dio un paso hacia ellos.
—Me necesitas para…
—Fuera —gruñó Vane, su voz fiera y fría—. Solo déjanos solos.
Val arqueó una regia ceja.
—Podría haber más daimons acercándose.
—Y los mataré —Vane gruñó—. Los mataré a todos.
No había nada más que hacer para ayudarlos y Ash odió eso sobre todo. Los hermanos necesitaban tiempo para llevar su pena.
Desintegrando su báculo, se dio la vuelta hacia Val que observaba a los hermanos con una mirada afligida.
—No había nada más que pudieras hacer — le dijo Valerius a Vane—. No te culpes.
Vane dejó salir un gruñido inhumano.
Ash tiró del brazo de Val y lo apartó de la escena antes de que Vane atacara por el pesar.
Los rasgos de Val estaban todavía perturbados con compasión.
—Los inocentes nunca deberían tener que padecer por las batallas de otros.
—Lo sé —dijo Ash, con el corazón pesado—. Pero así parece ser siempre.
Val asintió.
—A furore infra, libera nos.
Ash hizo una pausa ante la cita latina. Apiádanos de la furia interna.
—Sabes, Valerius, hay veces en las que pienso que en verdad podrías ser humano después de todo.
Valerius se mofó de eso.
—Confía en mí, Acheron, no importa que parte de mí haya sido humana alguna vez, esa fue asesinada hace mucho tiempo.

Fury observó calladamente durante horas mientras Vane y Fang abrazaban a su hermana y lloraban como niños. Recordó un tiempo cuando él había llorado así también, pero había sido unos siglos antes.
Él había enviado a Liam por delante no mucho tiempo después de que la pelea había terminado a contarle al resto grupo lo sucedido, entonces se quedó atrás por si acaso hubiera más peleas que terminar. Sin tener en cuenta las batallas del pasado, las emboscadas, y los malos sentimientos, Vane y Fang no necesitaban estar solos ahora mismo. Todo por lo que ellos se habían preocupado estaba muerto. Era un dolor que Fury no le deseaba a nadie.
La pena de Fury lo golpeó a un nivel diferente. Mientras ellos lloraban por la hermana que habían perdido, él lloró internamente por la hermana que nunca conocería.
Era tan duro observar a sus hermanos abrazarse de esa manera mientras él estaba parado afuera.
Para siempre un desconocido.
Pero no les podía decir la verdad. Su madre y hermanos con los que se había criado se habían vuelto contra él y habían intentado matarlo. La única mujer que alguna vez había amado había estado entre esas que se volvieron contra él. ¿Por qué entonces Fang y Vane podrían aceptar alguna vez el hecho de que él había nacido de la misma unión maldita que le había dado nacimiento a ellos?
Además ahora no era definitivamente el momento para una reunión familiar.
Dio un paso adelante tentativamente. No por miedo, si no por  respeto.
—¿Tíos? Hemos estado aquí mucho tiempo. Ya que el Taser se ha desvanecido, creo que deberíamos irnos.
Vane le inmovilizó con la mirada más fríamente mortal que alguna vez hubiera visto. Volvió esa mirada hacia Fang.
—Necesitamos darle a un entierro apropiado. Se lo debemos a ella.
Fang quiso gritar y maldecir. Quería golpear hasta que la furia impotente dentro de él se callara. Pero no sabía si alguna vez volvería a estar en silencio. Algo dentro de él se hizo pedazos. No se suponía que Anya muriera. Se suponía que ella estaría aquí. En todo el infierno e incertidumbre que habían sido sus vidas, ella había sido lo único para lo que él y Vane habían vivido. Su influencia tranquilizadora.
Ella había humanizado al lobo.
Sin ella. . .
No había nada dentro de él ahora sino el animal salvaje que sólo quería la sangre de todos alrededor de él.
Fury se acercó a ellos lentamente en forma humana.
—¿Dónde está Liam? —preguntó Vane.
—Le envié adelante para decirle a los demás que los Daimons fueron derrotados.
Vane lo miró ceñudo.
—¿Por qué te quedaste?
Fury recorrió la mirada hacia el cuerpo de Anya.
—No creí que estuvieseis en condiciones de defenderos...
—Estamos bien —gruñó Fang, y lo agarró por la garganta.
Fury cubrió la muñeca con su mano y la apartó de golpe. Sus ojos turquesa echaron chispas de furia.
—Pena o no pena, si me tocas así otra vez, te mataré.
Vane los apartó.
—Ya ha habido suficiente muerte aquí esta noche. Tenemos que irnos.
Fury dio un paso atrás.
Fang empezó a disculparse, pero las palabras se le atascaron en la garganta. Además, él no le debía nada al bastardo. Fury probablemente estaba sintiendo oculta satisfacción por ello. Era típico de él.
Descartando el pensamiento, Fang se agachó hasta recuperar el cuerpo de Anya. Se levantó lentamente con Anya en sus brazos. Su pelaje le cosquilleó la piel. Una y otra vez vio imágenes suyas como cachorro, como adolescente y como mujer. Sobre todo, vio imágenes suyas como su hermana y mejor amiga.
Dios, cómo la extrañaría.
Vane suspiró.
—¿Estás listo?
No. Nunca estaría listo para decirle adiós a ella. Pero no podían quedarse aquí para siempre. Así que asintió, incluso aunque quiso morir al lado de ella.
Usando sus poderes, encontraron a su manada y el lugar donde habían hecho una guarida temporal en Slidell. No muy lejos debido a que las hembras cargadas no podían viajar fácilmente, pero lo suficientemente lejos de manera que deberían estar relativamente seguros.
Tan pronto como aparecieron, toda la actividad en el campamento se detuvo.
Cada ojo, humano y lobo, se volvió hacia ellos y Fang juró que podría oír sus bruscas inspiraciones de aliento.
Pero fue el aspecto ceniciento de su padre lo que los hizo detenerse.
A Fang le cogió por sorpresa la expresión de su padre. ¿Era aún posible que el viejo bastardo tuviera sentimientos hacia ellos?
Con todo no había negación en la angustia en sus ojos cansados.
Markus se adelantó.
—¿Dónde están las crías?
Vane dejó caer su mano del cuerpo de Anya.
—Ella murió antes de que nacieran.
Markus se ahogó con un sollozo. Anonadado por la exhibición inesperada de emoción, Fang no se movió mientras su padre se adelantaba para abrazar a Vane.
Al menos eso fue lo que pareció que iba a hacer hasta que su padre plantó un pequeño collar de plata en el cuello de su hermano. Antes de que Fang pudiera moverse, Stefan plantó uno en él desde atrás.
Dando un paso atrás, Markus miró hacia los otros a su alrededor.
—Es el momento para la timoria. Mátadlos.

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