Fang luchó cuando Markus arrancó el cuerpo de Anya de sus brazos. No quería dejarla ir, pero con el collar puesto, era virtualmente un humano sin poderes y sin la fuerza necesaria para hacer algo más que maldecirlos.
Stefan le agarró y con ayuda de los bastardos de sus colegas pudo tirar a Fang al suelo y atarle las manos a la espalda. Intentó usar de nuevo sus poderes, pero el collar lo evitó y en forma humana no era ni de lejos tan fuerte como en forma de lobo.
Vane estaba en el suelo a poca distancia de él, también atado.
Fury se abrió camino a empujones a través del gentío que los rodeaba, su cara tenía expresión de asco cuando miró a Markus.
—¿Puedo hablar a su favor?
Markus contestó a su pregunta con un cruel golpe de revés. Fury se tambaleó por el golpe, el labio y la nariz le sangraban abundantemente.
—Sólo si quieres unirte a su castigo.
La rabia pura que reflejaban los ojos de Fury era abrasadora, encontró la mirada fija de Fang y el pesar y la pena que había en ella cogió a Fang por sorpresa. ¿Por qué mierda tendría que importarle un carajo si algo les pasaba?
Limpiándose la boca con la mano, Fury retrocedió gradualmente y apartó la mirada.
—¿Señor? —esta vez fue Liam quien dio un paso adelante.
Markus le lanzó una mirada furiosa y él se retiró.
—¿Hay algún otro bastardo que quiera morir con ellos? —Markus echó a todos una mirada rabiosa.
Fang no esperaba que nadie saliera en su defensa y no le desilusionaron.
Incluso Petra inclinó la cabeza y se retiró. Eso en cuanto a querer aparearse con él. Bruja cobarde.
Markus bajó el cuerpo de Anya mientras Stefan y George los ponían de pie.
—Como Regis de este clan, proclamo a Vane y Fang traidores a nuestro pueblo. Vane ayudó a un Dark-Hunter a proteger a un humano —escupió la palabra como si fuera la cosa más repugnante que se podía imaginar.
Hubo una inspiración bien definida cuando esas palabras fueron dichas.
Fang se volvió hacia Petra quien rehusó aceptar su fija mirada. Sus mejillas eran de un rojo intenso. Su propia cólera creció al comprender que ella le había traicionado. ¿Por qué le habría contado alguna vez eso?
Maldita sea, debería haber tenido mejor criterio.
¿Cuándo aprendería que las personas y los animales sólo traicionaban? Nadie había sido nunca tan leal a él como él a ellos.
Markus los señaló.
—Los dos han combatido contra los Daimons para ayudar a los Dark-Hunters y a los dos se les ha visto conspirando con esos que cazan y matan a nuestros primos, los Daimons. Como venganza por su acción los Daimons han atacado nuestro pueblo y han amenazado la existencia de todos nosotros —gesticuló hacia sus pies donde yacía el cuerpo sin vida de Anya —. Mi hija está muerta por su culpa.
La hipocresía de esa declaración encendió la ira de Fang.
—¿Hija? Nunca antes la has reclamado como tal. ¡No hicimos nada malo! Los Dark-Hunters intentaron protegernos mientras tú corrías.
—¡Silencio! —Markus hizo un movimiento con la mano y apareció una mordaza sobre la boca de Fang—. Como líder y protector de nuestro clan, os ordeno a todos una timoria.
Markus desgarró la parte trasera de la camisa de Fang mientras George rasgó la de Vane.
Fang encontró la mirada de su hermano.
“Lo siento tanto, Vane” le dijo mentalmente.
Vane se esforzó por ofrecerle una sonrisa abierta.
“Saldremos de esta. No te preocupes”.
Fang quería compartir su optimismo, pero sabía la verdad.
Ambos iban a morir esta noche.
Fury se hizo a un lado cuando sus hermanos fueron atados a un árbol y golpeados. Coléricos y amargos recuerdos le desgarraron cuando recordó al pueblo de su madre haciéndole lo mismo, aunque en su caso había sido su madre quien encargó su timoria.
El motivo para eso había sido equivalente a éste, no porque amenazaran al clan, no porque hubieran hecho algo incorrecto.
Fue simplemente por el hecho de haber nacido de padres que los odiaban.
La culpabilidad le carcomía por dentro, quería detener esto, protegerlos, pero… ¿cómo podría hacerlo?
La manada se volvería también en su contra y mientras él y Liam habían intentado hablar en defensa de ellos, nadie hablaría en la suya. Estaría como antes, le atacarían y dejarían para morir.
Si tuviera suerte…
Así que dio un paso atrás, su pasividad le hacía tan culpable de esto como de los delitos en contra de sus hermanos.
Al menos esta vez no eres tú.
La excusa de un cobarde. Fury quería ser mejor, ser tan valiente como ellos, ponerse a su lado y aguantar con ellos lo que viniera.
Pero no lo era, el miedo superó su valor y dio un paso atrás aunque supiera que debía hacer algo. Intentó descargar la conciencia diciéndose que tampoco le habrían defendido.
Quizás fuera cierto.
Fang le odiaba, lo sabía. Desde el día en que Fury se había unido al clan, no se habían entendido nunca, eran demasiado parecidos.
Y eso hacía esto aún más duro. Él se vio reflejado en los ojos de Fang, el dolor… la traición… el odio brutal.
Pero sobre todo vio la injusticia.
—Esto es ridículo —gruñó Liam a su lado—. Deberíamos hacer algo.
—¿Algo como qué?
Liam apartó la mirada con el labio fruncido.
—No nos irá bien una vez que no estén. Stefan estará al cargo ahora, es indiscutible.
—Entonces desafía a Markus.
Liam bufó.
—No soy lo suficientemente fuerte.
Y Fury tampoco lo era, aunque podría luchar con Markus con pura fuerza animal, no era contrincante para la magia de su padre porque le habían echado del clan de su madre poco después de la pubertad y nadie le había enseñado la forma de controlar sus poderes. Oh, si… podía cambiar de forma, viajar a través del tiempo y el espacio, pero eso era todo. E incluso algunas de estas cosas no siempre podía controlarlas bien.
Fury se estremeció cuando desataron a Fang y Vane, sus cuerpos estaban destrozados por los látigos con púas hasta el extremo de darle náuseas.
Cayeron sobre sus rodillas, jadeando y sangrando. Su estómago se revolvió ante la visión. Estar atrapado en forma humana y no poder cambiar a lobo era una tortura en sí mismo, pero estar herido y mantener esa forma…
Él sólo podía imaginar lo atroz que sería su dolor.
Y aún así continuaban juntos, no se enfrentaban uno al otro culpándose de lo que les ocurría.
Eso era lo que envidiaba Fury, una unión pura y cariñosa que nunca había experimentado o comprendido.
Vane y Fang eran hermanos.
Hasta el final.
Con mano temblorosa, Vane intentó alcanzar a Fang quien yacía inmóvil, su cara estaba deformada por la angustia.
—¿Fang?
El tormento y el miedo que había en esa débil llamada trajeron lágrimas a los ojos de Fury.
Fang cerró su mano alrededor de la de Vane.
El alivio en la cara de Vane fue intenso y de breve duración ya que Stefan y George los pusieron de pie y volvieron a atarles las manos a la espalda.
No había piedad o remordimiento en la cara de Markus.
—Llévalos al pantano y déjaselos a los caimanes.
Esas brutales palabras dejaron claro a Fury que había estado en lo correcto al decidir no decirle nunca a su padre que él era su hijo. Tal carencia de misericordia y de amor…
Su madre había tenía razón, Markus era un auténtico animal, pero ella era igual que él. El instinto maternal había pasado de largo con tanta rapidez que no había dejado ni una marca sobre su intolerante corazón.
Fury iba a irse cuando oyó un susurró traído por el viento y vio a Markus hablando a Stefan al oído.
—Cuélgalos de un árbol, conjura a los Daimons para rematarles y diles que se tomen tiempo con ellos. Quiero que sufran.
Stefan dobló su cabeza con sumisión mientras la cólera rompía a través de Fury.
Y en ese momento, Fury supo lo que tenía que hacer…
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