Aimee se detuvo frente a la puerta de Carson, reuniendo coraje. Aunque había pasado un mes desde la última vez que vio a los lobos, ella todavía no podía quitarse la esencia y el gusto de Fang de su mente y sus pensamientos. Era como si de algún modo la hubiera marcado.
Esa era la parte más molesta de todo.
Desde entonces, ya le habían dicho tres veces “Aimee, debes encontrar un juguete sexual”. Desafortunadamente, ninguno de los Osos le había hecho sentir nada, ni repulsión ni aversión. Estaba completamente entumecida respecto a ellos.
Con todos ellos.
¿Qué iba mal con ella?
Necesitaba hablar con alguien y no podía hacerlo con nadie de su extensa familia por miedo de que se enteraran sus padres. Su madre podría matarla, mutilarla y eso no sería nada agradable.
Pero Aimee quería entender que estaba mal con ella. ¿Por qué no podía encontrar a un oso con quien emparejarse? Y sobre todo, ¿Por qué tenía esos pensamientos con el único hombre inaceptable del planeta?
—¿Aimee?
Maldijo en silencio al escuchar la profunda voz de Carson al otro lado de la puerta. ¿Cómo había olvidado aquel poder? Él sabía en cualquier momento quien estaba cerca de su oficina.
No podía seguir indecisa.
A coger el toro por los cuernos…
Tomó aire y abrió la puerta, lo vio sentado frente a su escritorio con un expediente abierto escribiendo algunas notas.
Alto y musculoso, casi podría pasar por un oso. Pero Carson era un Halcón Arcadiann, con su pelo negro y sus rasgos rindiéndole homenaje a la herencia nativa americana de su padre.
Sus rasgos se ablandaron con afecto paternal al verla, lo cual era cómico, ya que ella era cien años mayor que él, aunque ella se viera más joven.
—¿Pasa algo malo?
Sacudió la cabeza mientras cerraba la puerta tras ella.
—¿Tienes un segundo?
—Para ti, siempre.
Ella le ofreció una sonrisa sincera en respuesta. Ellos habían sido amigos desde que él le había preguntado a Maman sobre fundar una clínica en su casa hace más de sesenta años. Fue la mejor decisión que tomaron. No solo era el mejor médico veterinario que alguna vez había visto, era un aliado vital y un amigo en el que todos ellos podían confiar.
Carson acercó una silla para ella a su lado. Dejando su pluma, se inclinó hacia atrás y entrelazó sus dedos sobre el estómago.
—¿Qué es lo que pasa?
Aimee se sentó y trato de poner en orden sus pensamientos y preocupaciones.
—He estado preguntándome algo.
Él arqueó una ceja, al verla vacilar.
—¿Es un problema femenino? ¿Quieres que llame a Margie? Tal vez con ella no te sientas tan avergonzada. Aimee, sabes que como medico puedes decirme lo que sea. No puedo ser una mujer, pero entiendo sus cuerpos y sus problemas.
El calor se precipitó hacia su cara. Como si fuera justo lo que ella necesitara… un humano para darle consejo sobre sus sentidos de animal. Margie era bastante agradable, pero no conocía nada sobre rituales de emparejamiento.
—No, no es nada de eso. Es solo que…
Quiero lanzarme sobre un lobo mientras nos revolcamos y no sé por qué.
¿Por qué era tan difícil para ella?
Por qué quieres lanzarte encima a un lobo y si alguien se entera estas frita.
Era bastante cierto, pero tenía que dirigirse a Carson y averiguar si esto era un capricho de su parte o sí había algún precedente en su especie del cual ella no sabía. Algo para sentirse un poco más “normal”, al menos tan normal como una Were osa con poderes podría serlo.
Vamos, al objetivo. Solo dilo.
—Es relacionado a la inter especie.
Carson curvo las cejas.
—¿Tienes miedo de insultarme?
—No… al menos, espero que no.
Ni siquiera había pensando en el hecho de que Carson era mitad humano y mitad Arcadiann.
—Estoy tratando de entender cómo funciona. Quiero decir, entiendo que en tu caso tienes un padre humano y el otro Arcadiann… es casi una atracción natural entre dos personas. La mayor parte del tiempo el humano no tiene ni idea de que el otro no es humano, sobre todo ahora que la gente tiende a sentir una atracción poco natural hacia nosotros. Eso lo entiendo. Lo que me tiene un poco confundida son los gustos de los padres de Wren. ¿Por qué un leopardo de nieve querría a un tigre por compañero o un Katagaria a un humano?
Esa era la manera de obtener una respuesta, sin decir realmente la razón de su pregunta.
Carson consideró su respuesta cuidadosamente.
—¿Honestamente?
Ella asintió.
—Nadie lo sabe realmente. Hay infinidad de especulaciones acerca de algún defecto en el ADN. Tal vez un gen defectuoso, no lo sé. La misma clase de cosa que hace a un humano ansiar a compañeros inadecuados. Pero…
El miró hacia el horizonte. Genial, tenía un defecto de nacimiento.
—¿Pero?
Lo incitó a continuar, quería enterarse si había otra explicación que no tuviera que ver con que estuviera cromosómicamente dañada.
—Personalmente me pregunto si no es algo que los Destinos nos hacen como la continuación de un castigo.
—¿Qué quieres decir?
—Muy bien, observa a Wren. Independientemente de quién sea su compañera, ya sea humana o Were-Hunter, lo más probable es que él sea estéril. En el momento en que un Katagaria, ya sea macho o hembra, se empareja con un humano, no hay posibilidad de engendrar progenie. Incluso yo como Arcadiann, tengo menos posibilidad de engendrar niños porque mi padre era humano. Pienso que es una forma en que los Destinos hann encontrado para matar a nuestra especie.
Aimee no había pensado en eso. ¿Tan crueles podrían ser realmente las tres diosas?
Entonces otra vez…
—Eso tendría sentido en un modo muy retorcido… que podría coincidir con el regalo de los Destinos.
Carson asintió.
—Exactamente. Eso explicaría por qué es tan común que nuestros compañeros no fueran de la misma especie. Tal vez por eso hay tantos Katagarias y Arcadianns juntos. Los Destinos esperan que las mujeres rechacen a los hombres y luego ambos sean abandonados y estériles para el resto de sus vidas. Realmente es cruel. —Sí, lo era.
Pero seguía sin explicar su atracción por Fang.
—¿Has escuchado alguna vez de algún emparejamiento totalmente fuera de especies?
—¿A qué te refieres?
—Como en el caso de Wren, sus padres no eran de la misma especie pero ambos eran gatos. ¿Se ha escuchado en algún momento que por ejemplo un lobo quisiera por compañero a un halcón o a un dragón?
O en su caso, un oso.
Se aclaró la garganta antes de preguntar la parte más importante.
—¿Especialmente si uno de ellos es Arcadiann y el otro Katagaria?
Carson frunció el ceño ante la pregunta, como si fuera algo totalmente absurdo.
—No, nunca ha pasado eso. Al menos no que yo me haya enterado. Dioses, no puedo imaginar nada peor que eso. ¿Y tú?
En realidad, sí, ella podría señalar muchas cosas de hecho. Pero no lo diría en voz alta y arriesgar que él se lo contara a su madre.
—Horripilante al extremo.
Y ella realmente lo pensaba así. ¿Cómo podía siquiera pensar en tocar a Fang? Como Carson había dicho, era antinatural e incorrecto. Eso desafiaba todo lo que ella sabía de su gente y sus tradiciones. Todo.
Si pudiera sacarlo de su mente. Fang se había adentrado en sus pensamientos como una luz que la atraía y se había abandonado indefensa a dibujar fantasías con él. Incluso ahora, una parte de ella quería cazar para él.
Estoy tan mal.
Cuando Aimee se estaba levantando, sintió un latigazo de dolor en la cabeza.
Carson se inclinó hacia delante preocupado, al ver su cara de agonía.
—¿Estás bien?
Una imagen de Wren vino hacia ella. Podía verlo afuera, rodeado por un grupo al que ella odiaba.
—Wren está en problemas.
Carson la miró con suspicacia.
—Está abajo limpiando mesas. ¿Cómo podría estar en problemas?
Aimee sacudió la cabeza mientras las imágenes de él siendo golpeado le llegaban con absoluta claridad. A causa de su cercana amistad, casi podía sentir los golpes.
—No está dentro del club.
Sin una palabra más a Carson, se dirigió al callejón en la parte trasera del club donde estaban los contenedores de basura.
Tal y como lo había visto en su mente, Wren estaba allí, rodeado por un grupo de lobos. Era un grupo Arcadiann que llevaba más tiempo que los osos en Nueva Orleáns. Su líder, Stone, peleaba con su clan desde que ella había llegado a la pubertad.
Todos odiaron a la pequeña idiota.
Había algo sobre él que la molestaba como un pequeño roce. Él y su escuadrilla de matones esperaban para saltar sobre cualquier Were-Hunter que llegara al Santuario y si era Katagarian mejor aún. No tenía ni idea de por qué eran tan agresivos, y no había ninguna excusa en su comportamiento.
Wren trataba de mantener su forma humana, pero el dolor de la paliza más el hecho de encontrarse en medio de su pubertad, hacía que siguiera cambiando de humano desnudo a tigre y a leopardo intermitentemente. Estaba cubierto de moretones y mordeduras.
La furia la recorrió y con sed de venganza corrió hacia los lobos.
—¿Qué estáis haciendo? ¡Fuera de aquí!
Ellos se giraron hacia ella. Stone, que era una cabeza más alto que ella y dos veces su ancho, la agarró y la empujó contra la pared.
—No estás dentro del club niña. La protección del Santuario no existe aquí afuera. No te metas en esto o saldrás lastimada.
Wren lanzó un gruñido, pero no representaba ningún reto para ellos. No mientras no pudiera controlar sus poderes.
Esa imagen la disgustó.
—Si esa son mis únicas opciones… escojo ser lastimada.
Le lanzó un cabezazo a Stone y le dio de patadas por detrás, luego corrió hacia Wren para ayudarlo a ponerse de pie. Algo que hubiera sido más fácil si dejara de cambiar de humano a gato grande y pesado.
—¿Puedes caminar? —le preguntó en un jadeo tratando de levantar su cuerpo.
—Lo estoy intentando.
—¿Puedes destellarte dentro del club?
Ella se congeló al escuchar la profunda voz de Fang en su oído. Al levantar la mirada, lo vio en su forma humana. Con el corazón palpitando, hizo lo que él había preguntado, rezando para que los poderes incontrolables de Wren no interfirieran con su salto.
Fang se giró enfrentando a los Arcadianns que lo miraron fijamente con incredulidad.
—Vaya, vaya —dijo su líder en tono satisfecho. ¿Qué tenemos aquí? ¿Un pedazo de basura Katagaria que ha buscado refugio con los osos?
Fang le ofreció su mejor sonrisa come-mierda diseñada para enfadarlo.
—No, solo un lobo que va a patear tu trasero de vuelta al agujero de donde saliste.
Stone se burlo de él.
—¿Y piensas hacerlo solo? ¿Para ser un animal, tienes una gran opinión de ti mismo? —Fang sacudió la cabeza.
—Ah, por favor. Créeme, tratándose de un cobarde como tú que golpea a un niño para sentirse poderoso, no necesito ayuda.
Lo atacaron. Fang se convirtió en lobo y atacó la garganta del líder y lo tiró al suelo. Habría atacado más, pero vio como uno de los otros sacaba un Taser. Cuando el Arcadiann disparo, Fang salto lejos del camino. La descarga golpeó al líder, haciéndole soltar una maldición.
Fang golpeó las piernas de otro, antes que pudieran atacarlo, Dev y sus hermanos estaban allí como refuerzo. No es que los necesitara pero…
Los Arcadianns se dispersaron como en un patio de recreo, intimidados ante la vista de director.
Fang se manifestó en su forma humana y se burló de su huida.
—Sí, será mejor que corráis a casa con vuestra madre. Esconderos bajo su falda hasta que crezcáis un poco más y tengáis suficientes pelotas para luchar.
Dev agarró al que estaba todavía tirado en el suelo.
—Stoooone —le dijo, alargando su nombre en un tono mortal—. ¿Cuántas veces debemos decirte que no puedes venir aquí?
Pero era difícil agarrarlo, ya que Stone seguía cambiando de humano a lobo intermitentemente.
—El tigre comenzó —gruño Stone unos diez segundo y medio mientras fue humano. Dev resopló.
—Eso lo dudo. Wren se mantiene alejado a menos que lo provoquen. ¿En cuanto a ti? —uno parecido a Dev pero con cola de caballo le dijo a Fang—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Fang entrecerró los ojos ante el tono del oso.
—Atrás, oso Grizzly Adams. No tengo por qué contestarte.
—Déjalo en paz, Remi —Gritó Aimee acercándose a ellos—. Él me ayudó distrayéndolos mientras yo conseguía meter a Wren y enviaros afuera para que pelearais con Stone.
Fang pasó con un arrogante desprecio que seguramente a Remi no le había causado gracia, centró su atención en Aimee. Retuvo el aliento al verla vestida con una simple camiseta y unos vaqueros. Su pelo rubio estaba desordenado cayendo sobre los ojos.
Cada parte de él cobro vida.
Ella ni siquiera se había girado a mirarlo, toda su atención estaba en Stone.
Remi se balanceó hacia ella para cogerla.
—Siéntate, hermanita.
Aimee luchó contra su agarre.
—Qué siéntate, ni que nada. ¿Has visto lo que le hizo a Wren? Quiero arrancar un pedazo de su piel.
Stone le lanzó una mirada asqueada.
—Es un animal, como tú. No merece nada mejor que ser puesto sobre una pared.
Aimee pateó a Stone, pero por cortesía de Remi, su pie no lo encontró de nuevo.
—¡Eres repugnante! Si tú eres el ideal de la humanidad, prefiero ser un animal —miró a Dev haciendo una mueca con los labios—. Tienes razón, odio a los lobos. Son la clase más repulsiva que he conocido. No entiendo por que Lycaon los escogió como hijos. Pienso que deberían ser devueltos y ejecutados. ¡Perros asquerosos! ¡Todos vosotros!
Impresionado, Fang sintió sus palabras como un golpe a su estomago. “Perro”, era el peor insulto que podrían decirle a un lobo. Era la comparación de un animal azotado cuya función es obedecer a su amo. Un estúpido sin poder, sin dignidad y ningún sentido.
Pero no eran las palabras que ella había dicho, sino el sincero odio que apoyaba a aquellas palabras, que cortaban en lo más profundo del alma.
Ella era igual a los demás que odiaban a su especie y eso era por lo que los lobos hacían todo lo posible por evitar otras ramas de su clase. Ahora entendía por que de todas las clases diferentes de Weres que vivían bajo el techo de los Peltier, ninguno de ellos eran lobos.
Asegurándose de mantener tranquila su voz, Fang dio un paso adelante.
—Para que conste, hay una diferencia muy grande entre un perro y un lobo. La principal es que nosotros no somos menos que otros. Nunca.
Aimee se quedó helada al recordar la presencia de Fang. Se congeló en los brazos de Remi sintiendo el pesar rasgar a través de ella. ¿Cómo había podido olvidar que estaba ahí?
Se dio la vuelta y vio la angustia oculta detrás de una expresión impasible. Sintió un ardor en sus ojos.
—Fang.
El se desvaneció antes que ella pudiera terminar una disculpa.
Aimee maldijo. ¿Cómo había podido ser tan estúpida?
El problema era que ella no lo incluía en la misma categoría que a Stone y su banda. Hasta que había conocido a Fang y su clan, Stone era al único lobo que ella había conocido alguna vez.
Remi le preguntó mientras Dev llevaba dentro a Stone.
—Crees que heriste sus sentimientos, ¿huh?
Aimee se mordió la lengua para no decirle que se callara.
No puedo dejarlo así…
Sin una palabra a sus hermanos, cerró sus ojos y dividió las zonas en busca de Fang. No estaba con su clan o su hermano, se había manifestado al final de la calle Bourbon donde se sentó luciendo tan enfermo como ella se sentía.
Qué extraño…
Fang se sentó solo, fuera de una casa, con toda la furia el daño y el odio que le estaban quemando profundamente el estomago. Debería irse a casa.
Sí, seguro…
Vane era tan voluble como un Géminis adolescente durante su periodo, después de haber conocido a la humana que ahora le obsesionaba no era el mismo. Anya no sabía nada de su compañero y Petra siempre silbaba y gruñía cada vez que lo veía. Sencillamente, había estado vagando alrededor del French Quarter, tratando de conseguir lo que sería su última guarida.
De algún modo había encontrado el camino de vuelta al Santuario.
No, no era “de algún modo”. Había ido buscando algo que sabía no debería buscar.
Aimee. Todo lo que quería era verla una vez más. Se había dicho que con eso bastaría para aliviar el dolor que tenía dentro. Solamente un momento para verla y estaría satisfecho.
Soltó el aliento muy cansado. ¿Qué había esperado realmente? ¿Qué Aimee se tirara a sus brazos, lo desnudara completamente e hiciera el amor con el?
Ella es un oso.
Tú eres un lobo.
No, según ella, era un perro asqueroso que debería ser devuelto y ejecutado.
—¿Fang?
Alzó la vista hacia la gentil voz, para vela aparecer en la calle delante de el.
—¿Cómo me has encontrado?
Aimee hizo una pausa ante el tono hostil.
—Tu olor —mintió, no quería hablarle sobre sus poderes.
—No dejo olor. Lo sé mejor que nadie —ella sacudió la cabeza en un gesto de negación.
—Tú dejas un olor —tal vez cuando la había besado dejo su esencia como una marca.
—Como sea —se levantó—. Mira, no necesito más insultos de ti ni de nadie más. Ya he sobrepasado mi cuota del día. Así que déjame solo y vete.
Ella lo cogió de la manga de la chaqueta para detenerlo.
—No, quise decir lo que dije.
—No insultes mi inteligencia. No soy un perro y capté perfectamente la sinceridad en tu tono de voz. Quisiste decir cada palabra que dijiste.
Se puso rígida, comenzaba a enfadarse.
—Muy bien, entonces quise decir lo que dije. Demándame, pero todo fue dirigido al cobarde de Stone y sus matones. Ni siquiera pensé en incluirte dentro de esa categoría.
Sí, claro. ¿Cuán estúpido creía que era?
—No te creo.
Aimee quería gritar de frustración. Pero si algo sabía de los hombres testarudos… era que no había forma de hacerlos cambiar de opinión.
—Bien. No me creas entonces —soltó su manga y levantó sus manos en gesto de rendición— Ni siquiera sé por qué me molesto.
—¿Y por que te molestas? —se acercó a ella, tan cerca que ella se sintió mareada, lo que realmente quería era estar entre sus brazos y sentirlo.
El olor de su piel llenó su cabeza, podía sentir el calor de su cuerpo…
Cada parte de ella chisporroteaba. No había otra palabra para definirlo. Maman tenia razón, era una sensación que no podía confundir. Esto era lo que se supone que tenía que sentir al encontrar a su compañero. Esta sensación tan evasiva que había estado intentando experimentar con su especie.
Y Fang era el único que la hacía sentir así.
Maldición.
Apretó los dientes antes de contestar.
—No quería que estuvieras molesto conmigo.
—¿Por qué no?
—No lo sé —pero sí lo sabía y eso era lo más triste de todo. Ella lo quería.
Lo quería todo de él.
Iba a tocarla. Aimee no se movió esperando aquel toque. Necesitándolo.
Pero no podía. Esto es tan incorrecto…
Esto podría destruir a las personas que le importaban. A todos los que amaba.
Mordiéndose el labio dio un paso hacia atrás.
—Tengo que regresar y ver si Wren está bien, no se siente cómodo con otra gente o animales alrededor.
—Yo tampoco.
Tragó con fuerza y desapareció.
Fang se quedó en la oscuridad, saboreando los últimos remanentes de su olor, quería aullar por ello.
Más que nada, quería detectarla, saborear cada pulgada de su cuerpo y aliviar el dolor que sentía dentro.
Se concentró en su respiración para tomar el control y no perseguirla después. Pero ella le había dejado claro que estaba prohibida para él.
Y honraría su decisión. Incluso si esto lo mataba.
Mirando el bulto en sus pantalones, pensando que el resultado no fuera tan exagerado.
Stone fue capturado por los osos… otra vez.
Eli Blakemore levantó la vista del libro que estaba leyendo, algo amenazaba a su segundo hijo en la línea sucesión en la jerarquía. ¿Cuál era su nombre? ¿David? ¿Davis? ¿Donald? ¿Dreack?
Eso no importaba. Era inferior de cualquier modo. No era de su linaje, Arcadiann, venía de algún Apolita desconocido con el que un ancestro de Eli estuvo experimentando.
El linaje de Eli venía directamente del mismo rey Arcadiann, del hijo mayor del rey, nada más y nada menos. Aquella distinción había sido impuesta desde el momento de su nacimiento. Su deber sagrado era mostrar a los plebeyos cómo comportarse y vigilar a esos animales de su antepasado que deberían haberlos matado en el momento que fueron creados.
Y serian condenados si ese grupo Katagarian se atreviera a tocar a su ilustre hijo.
Poniéndose de pie, y dejando el libro con una calma que no sentía.
—Varyk, ¿volvió ya a casa? —el lobo tragó de forma audible.
—¿Varyk?
Eli le ofreció una sonrisa hermética. Varyk era uno de los Were lobo más letal que haya nacido. Un asesino natural, Varyk sería el instrumento que Eli usaría para destruir a esos osos y a todo lo que representaban.
Ya era tiempo de tomar Nueva Orleans de una vez por todas. El Santuario ardería hasta sus cimientos.
Y Varyk encendería el fósforo.
—Sí, traed a Varyk. Ahora.
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