—¿Fang?
Fang se congeló cuando escuchó la seductora voz de la que tenía que ser la más sexy wolfswan de su manada. Petra. Alta, sensual y voluptuosa, revolvía las hormonas de cada lobo que la veía. Él nunca había sido una excepción.
Hasta esta noche.
Frunció el ceño cuando ella acortó la distancia entre ellos y se frotó a su lado. Alcanzándolo tomó un puñado de su pelo y tiró de él.
Ella ronroneó en su oído.
—Estoy en celo, bebé. ¿Quieres echarme una mano?
¿Era una pregunta capciosa o qué? Fang hocico su cara contra su cuello, inhalando su esencia. Normalmente eso hubiera sido más que suficiente para incendiar su lujuria hasta el punto en el que sería más que capaz de complacerla.
Vamos, cuerpo, despierta.
Pero sólo se revolvió un poco.
¿Qué diablos?
Ella se agachó para acunarlo como una profesional.
—¿Algo va mal?
—No.
Ella se retiró para hacerle una mueca cuando no se puso duro al instante
—¿No te has emparejado, verdad? —Esa sería la suposición natural dado que desde el momento que un lobo se emparejaba solo podría ser atraído por su pareja femenina y nunca más por otra. Algo que en verdad apestaba. Eso era el por qué no tenía ninguna prisa en encontrar pareja. Se parecía demasiado a comer la misma cena cada noche. ¿Quién lo querría?
Ella tiró de sus manos, buscando la marca que siempre los señalaba cuando los Destinos habían escogido su otra parte. Era una marca que siempre aparecía en sus palmas después de que hubieran tenido sexo.
El problema era que él no había tocado a nadie en las últimas tres semanas. No desde que había visto a Aimee.
Alejó las manos de ella.
—No estoy emparejado.
El alivio aligeró su expresión mientras alcanzaba su bragueta.
—¿Entonces qué estas esperando?
Inspiración… y una erección definitivamente ayudaría. Su polla se movió cuando ella la rozó con sus uñas, pero no hizo nada más que eso. Ni siquiera estaba ayudando su manoseo.
Fang la besó y ella lo atacó.
Sin embargo estaba frío. Vacío. ¿Dónde estaba el fuego usual que sentía? La necesidad de impulsarse dentro de ella.
El sólo sentía…
Nada.
Ella hundió su mano más adentro de sus pantalones para tomarlo mientras respiraba en su oreja. Eso envío escalofríos sobre él, pero aún no tenía deseos de tocarla.
Mordisqueando con fuerza su oreja, se retiró con una maldición y le golpeó el pecho con sus puños.
—¿Qué está mal contigo?
Fang la miró inexpresivamente, deseando tener una respuesta. En lugar de eso sólo podía pensar en una cosa.
—Parvo.
Ella arrugó su cara en disgusto.
—Parvo, mi culo. Vamos Fang. No me quiero emparejar con el resto de estos perdedores, tú eres el único que quiero.
—La mente está de acuerdo contigo, bebé, pero el cuerpo…
Ella lo abofeteó. Con fuerza.
—¡Apestas!
Fang se limpió la sangre de los labios con una mueca. Ese era el problema más grande con las wolfswans[1]. Cuando sus hormonas tenían el control, eran unas perras brutales. Ahora que lo pensaba, la última vez que habían tenido sexo, Petra lo había mordido tan fuerte en el hombro que sangró. Incluso tenía una cicatriz permanente de eso.
Ella le agarró el pelo y lo besó de nuevo.
Ahora con su propia rabia estallando, la empujó hacia atrás.
—Ve a bofetear a alguien más. Esta noche no estoy de humor para ser mordido ni arañado.
Ella le tiró del pelo lo suficientemente fuerte para arrancarle un puñado.
—Eso parece. Tú tendrías SPM cuando yo estoy en celo. —Ella le gruñó—. Bien, Iré a buscar a Fury.
Y puede que os emparejéis por toda la eternidad…
En el infierno.
Eso era lo que se merecían. Frotándose los labios, que todavía le escocían por el golpe, se cerró el pantalón y se hundió en la tierra. Se recostó sobre la espalda para ver el oscuro cielo, tratando de encontrar algún tipo de consuelo.
Escuchó una pelea en el campamento donde Petra debió de haber esparcido su esencia por ahí para incitar a los otros. Lo más probable es que lucharían y el ganador la tomaría.
Pero satisfacer a una loba en celo no era algo fácil. Solía tomar toda una noche y algunas veces otros dos o tres serian necesarios para saciarla. Por supuesto que todo eso cambiaba una vez que la hembra se emparejaba. Entonces estaba fuera de los límites de todos a excepción de su macho elegido.
Fang no podría creer que la hubiera rechazado. Incluso hostil y hormonal, era una pieza fina de…
—¿Qué diablos me pasa?
Quizás si tenía parvo o rabia. ¿Podría un Were-hunter tener eso? Nunca había oído hablar de alguien que la contrajera, pero…
Algo debía de estar seriamente mal con él. La esencia de una excelente hembra en celo nunca había fallado antes en estimularlo. Debería de estar ahí en ese mismo instante, pateando y arañando para ser el único que la montara.
Pero mientras lo consideraba, sus pensamientos cambiaron a Aimee. La manera en la que se veía trayéndole comida dónde había estado sentado cerca de las bicicletas. La forma en que su chaqueta la había envuelto completamente mientras la usaba y le sonreía.
Había sido hermosa y amable. Generosa y dulce. Incluso cuando le había gritado había sido…
Bingo. Ahora estaba duro como una roca.
Fang dejó salir un suspiro agradecido. Gracias a los dioses. Al menos no estaba arruinado. Todavía funcionaba.
Solo que no por Petra.
Ese pensamiento lo puso físicamente mal. Oh gah, estaba mejor teniendo Parvo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Inclinó atrás la cabeza para ver a Vane parado a unos pasos de él, pareciendo desconcertado por la pose de Fang.
—Nada.
—¿Por qué no estás con Petra?
—¿Por qué no lo estás tú?
Vane se sentó a su lado.
—No la soporto. Araña como un gato. Como sea, eso nunca te detuvo antes a ti.
Fang se encogió de hombros mientras escondía sus manos debajo de su cabeza.
—Hay más en la vida que el sexo.
Vane le frunció el ceño.
—¿Quién eres y que has hecho con mi hermano?
Fang le dio una mirada curiosa.
—No seas imbécil.
—Está bien. Te dejaré solo. Pero ahora en serio, ¿estás bien?
—¿Cuándo he estado bien?
Vane se rió.
—Buen punto. Sigo pensando que te viene desde que Anya te empujó cuesta abajo por aquel barranco cuando eras un cachorro, eso te jodió para toda la vida.
—Pensé que venía de ti siempre durmiendo en mi cabeza cuando éramos cachorros. Años de falta de oxígeno por la noche pasan factura.
Vane se río.
—Yeah, probablemente maté a las seis neuronas de tu cerebro incluso antes de que alcanzaras la pubertad.
—Probablemente. Explica mucho, ¿no es así?
Con su expresión sobria, Vane se puso de pie.
—Por cierto, escuché a Markus la otra noche, estaba hablando acerca de reemplazarnos como sus herederos.
No era la gran sorpresa dado su odio por ellos. Pero aun así, en el pasado Markus siempre había sido cuidadoso acerca de separar el clan con un enfrentamiento total.
—¿Por qué?
—Porque ninguno de nosotros se ha emparejado. Piensa que es una señal de que no podemos. Que somos genéticamente deficientes y por tanto indignos de ser Regis.
Fang sentía el calor de la ira precipitándose a través de él. Odiaba a su padre con una pasión tan fuerte que no estaba seguro de cómo se aguantaba de arremeter.
—En verdad deseo que me hubieras dejado retarlo. Así vería que tan genéticamente deficiente no… soy.
—No te molestes tanto. Mira el lado bueno, al menos no somos impotentes.
Quizás Vane no lo era, pero Fang…
—Pequeño consuelo —Fang se quejó mientras se rehusaba a pensar en Aimee sosteniéndolo—. Probar su sangre. Como sea, al final no me calmaría nada. —Movió su cabeza para ponerse más cómodo—. ¿Así que a quien está buscando como nuestro reemplazo?
—A Stefan ¿quién más?
Sólo iba de mejor a mejor. ¿Por qué se molestó en preguntar? Debió de haber sabido la respuesta.
—Estoy seguro de que Stefan no defiende nuestra causa.
—Nop.
—Un día voy a rasgar su garganta y tú no estarás ahí para detenerme.
Vane se congeló cuando escuchó la cruda intención en el tono de Fang. Y la angustia. Sabía que era difícil para su hermano refrenar su furia. Que era difícil para Fang retirarse y ser su subordinado o de cualquier otra persona.
Iba en contra de todo en el código genético de Fang. Y le hacía preguntarse cómo hubiera sido Fang si Vane no hubiera cambiado a Arcadiann durante la pubertad.
Dioses, que espantoso había sido eso, le había llevado semanas entender que le estaba pasando a su cuerpo, y luego una vez que estuvo seguro…
Decírselo a Fang había sido lo más difícil de todo. Incluso aunque hubieran sido hermanos de camada una parte de él había temido que su hermano lo atacara y lo matara por eso. ¿Quién lo habría culpado? Los Arcadiann siempre estaban atacándolos.
Y habían matado a la única mujer por la que Fang se había preocupado.
En cambio Fang lo había aceptado con calma y prometió su eterna protección. Leal como un lobo… y un hermano… hasta el final.
Era una protección que nunca dudó. Fang trató de ocultárselo a Vane, pero no era estúpido. Sabía cuántas veces su hermano se mantuvo despierto en las noches, protegiendo su secreto. Cuántas veces Fang se había alejado de una lucha aun cuando hacerlo lo irritaba, de manera que Vane no fuera cuestionado o descubierto.
Él era la debilidad de su hermano y se odiaba por eso.
—Lo siento, Fang.
—¿Por qué?
Por todo. Por privarlo de sus derechos de nacimiento. Privarlo de su capacidad de desafiar a Stefan y a Markus.
Sobre todo estaba arrepentido de que su hermano no tuviera idea del respeto que tenía por él. Pero no estaba en sus naturalezas hablar de algo así.
—Por ser la espina en tu culo que te impide desafiarlo.
Fang volvió a alzar la vista hacia el cielo oscuro.
—No te preocupes por eso. Es lo que es.
Quizás, pero la verdadera pregunta era, ¿qué hubiera pasado si Vane no hubiera estado alrededor para detenerlo? Pero como Fang había dicho, era lo que era. No hubo cambios en el hecho de que él era humano y su hermano lobo.
Suspirando, se dirigió hacia su hermana.
Fang no se movió hasta que Vane se fue. Se recostó ahí escuchando los sonidos de los insectos y de los lobos mientras miraba el cielo encima de él. Los Dark-Hunters los habían advertido hoy más temprano de que había una manada enemiga de lobos Arcadianns en la ciudad y un grupo de Daimons quienes podrían estar buscando extender la duración de sus vidas comiendo un par de lobos. Sus hembras preñadas eran la principal carnada de los Daimons.
Pero Fang no les temía. Se podía mantener en una lucha y compadecía al suficientemente estúpido que lo desafiara.
Si sólo su padre y Stefan consiguieran heridas en la cabeza que los hicieran más entupidos de lo normal. Oh, el combatirles…
Cerrando los ojos regresó a su forma de lobo. Esto era lo que necesitaba, la única cosa que lo confortaba.
Pero mientras se recostaba ahí, pensó en algo más que lo confortaba.
La esencia y el sabor de una osa etérea.
Sácala de tus pensamientos. Estaba prohibida como algo podría serlo, su padre lo odiaba lo suficiente. Si alguna vez averiguase que estaba excitado por una osa…
Convocarían una caza y él sería asesinado.
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