Fiel a su palabra, Fang se quedó en el Santuario para trabajar como gorila. Papá Oso había tratado de hacerle camarero, pero una noche había demostrado lo desastroso de la decisión ya que Fang carecía del temperamento apropiado.
Siempre que alguien se quejaba de su consumo, no era bueno para ellos.
De no ser por la mediación de Aimee, tendrían incluso a algún turista en silla de ruedas. Y ahora había un agujero en el muro que estaba reparando Quinn y que saldría del próximo cheque del sueldo de Fang.
Así que trabajaba como musculitos cuando ellos le necesitaban, mientras Dev se quedaba en la puerta y supervisaba quien entraba y salía.
No era el peor trabajo del mundo y le dejaba libre para mirar a Aimee sin que sus hermanos le sacaran los ojos de las órbitas. Mejor aún, le pagaban por mantener un ojo sobre ella y asegurarse de que nadie se la aproximaba mientras trabajaba. Definitivamente era un trabajo con beneficios.
Y como le encantaba mirarla. La forma en que se reía con los clientes habituales o se divertía con los más jóvenes que habían venido a comer con sus padres. Ella siempre les daba algún dulce, e incluso se sentaba y dibujaba con ellos si no había demasiado trabajo. Ella amaba a los niños de todas las especies.
No podía dejar de preguntarse cuanto mejor sería con sus propios cachorros…
Tenía una gracia incomparable en todo lo que hacía y le dolía sólo el mirarla.
Si por lo menos él fuera un oso…
El pensamiento le torturaba constantemente cuando se rozaban mutuamente tratando de permanecer indiferentes. Era tan injusto, pero sabía que así era la vida. Y él parecía ser la cabeza de turco la mayor parte de los días.
—Hey, ¿Fang? —ladró Remi con su temple habitual—. Échanos una mano.
Giró la cabeza para ver a Wren, Colt y Remi tratando de mover los pesados altavoces del escenario a una nueva posición para que Angel, el vocalista principal de los Howlers, no puteara otra vez con el acople del sonido.
Hernia allá voy.
Aimee hizo una pausa en su camino hacia la barra para mirar como Fang saltaba encima del escenario sin apoyarse. Metiendo el cuaderno de pedidos en su bolsillo, ella mordió el lápiz que tenía en la boca ante la magnífica vista de su culo.
El lapicero se partió en dos.
Escupiendo los pedazos de mina y madera sobre el trapo para las manos, se reprochó a sí misma.
¡Qué asco! ¿Hay algo más asqueroso?
Y todo era por culpa de Fang.
¿Qué hago?
Comerse con los ojos el mejor pedazo de culo de Nueva Orleáns.
Bueno, ahí estaba. Vio que sus músculos sobresalían cuando levantó un lado de la torre de altavoces, mientras el grupo lo deslizaba por el escenario.
—Maldición… ¿Alguna vez has tenido una mejor vista? —dijo Tara, la camarera humana estudiante universitaria, mientras se detenía a su lado—. Me encanta trabajar aquí. En días como este, creo que debería pagarles por el privilegio.
Aimee se rió.
—Sabes, rara vez pienso en ello.
—Eso es porque estás emparentada con la mayor parte de la exquisita carne caliente de aquí. Penoso para ti. Porque para el resto de nosotras… —hizo un gruñido que desmentía su nacimiento humano.
Aimee sacudió la cabeza. Menos mal que Justin no había escuchado eso. Haría lo posible para que lo repitiera estando desnuda. O aún mejor, la haría ronronear.
Tara aspiró bruscamente.
—Eso es, nene. Agáchate y recoge eso. Tómate tu tiempo, cariño. No hay prisa en absoluto. ¡Ooo, mamá!
Aimee se echó a reír hasta que se volvió para ver a quién se dirigía Tara. La ira estalló cuando vio que la forma redondeada del trasero de Fang se delineaba en los vaqueros ajustados. Peor, la camisa se le había subido para mostrar una interesante porción de la parte inferior de la espalda, de piel tersa y bronceada que ella se moría por probar.
Tuvo un impulso repentino de arrancar el pelo a la humana por atreverse simplemente a echarle un vistazo. Incluso, quiso colgar un cartel alrededor del cuello de él que pusiera: Es mío. Mirar es arriesgarse a perder los ojos… y el pelo.
—Tenemos que volver al trabajo.
Tara puso mala cara.
—Aguafiestas —salió al trote para comprobar una mesa mientras Aimee echaba otra mirada a Fang. Al menos él estaba erguido otra vez. Pero con su peso sobre una pierna y las manos en las caderas, estaba incluso más sexy que antes.
Una imagen caminando hacia él y restregando su cuerpo al suyo la atravesó. En su mente, ella podía verle allí echando la cabeza atrás mientras ella deslizaba una mano sobre su robusto pecho, hacia abajo por esos perfectos abdominales hasta que pudiera introducir la mano en sus vaqueros y ahuecarle en ella.
Su cuerpo palpitó y se humedeció ante la sensación que provocó la idea misma. Maman había tenido razón. La excitación era casi imposible de resistir. Esto la dejaba hambrienta e irritable. Y no ayudaba que ella entraba en el celo otra vez. Era por lo que sus hermanos eran particularmente cuidadosos sobre el dejar que la gente se aproximara a ella. Querían proteger el linaje tan estrechamente como lo hacían sus padres.
¿Entonces por qué ella no lo hacía?
La piel de Fang se erizó por la poderosa sensación de ser observado. Esperando a algún enemigo, recorrió con la vista el club oscuro y se sorprendió al hallar a Aimee mirándole abiertamente, como si quisiera comérselo de un bocado.
Eso estaba bien para él, pues no le molestaría tener un pedazo de ella tampoco.
—¡Tío!
Se giró ante el gruñido enojado de Colt. Adelantándose, tomó su lado correspondiente y ayudó a moverlo. Pero aún podía sentir a Aimee observándole. Hacía que cada terminación nerviosa de su cuerpo chispeara y su entrepierna se hinchara al punto de dejarlo prácticamente cojeando.
Para cuando tuvieron el altavoz en su nueva posición, Aimee ya se había ido.
Fang quería maldecir.
Era lo mejor.
Sí…
De un salto bajó del escenario, para encontrase con Fury, que le esperaba en la barra. Una furia instantánea lo abrasó. El bastardo vivía actualmente con Vane y eso no precisamente no hacía que Fang le quisiera más.
—¿Quieres algo? —preguntó groseramente Fang, mientras cruzaba tras el mostrador para coger una cerveza. Otro de los beneficios de trabajar aquí. Alcohol gratis.
—Sí —Fury se giró para enfrentarle—. Voy a abdicar en la manada.
Fang se quedó helado y bajó la botella.
—¿Qué quieres decir?
Fury suspiró, con los brazos en jarra.
—Mira, ambos sabemos que no soy lo suficientemente fuerte como para defenderme de cualquiera que me ataque con magia. Si no fuera por Vane, no sería el jefe ahora. De todos modos, el rango de Regis Katagari debería ser tuyo. Es lo justo.
Fang demostró su sarcasmo ante la oferta “magnánima” que lo insultaba hasta el fondo de su ser.
—No necesito tu maldita caridad.
—Entonces desafíame por él
Fang mostró los dientes al gilipollas y su estupidez.
—No me tientes. Si lucho contra ti, socavo el poder de Vane y no pienso hacerlo. —Acabó con su cerveza y fue a tomar una bayeta para ayudar a Wren a limpiar mesas.
Fury fue tras él.
—¿Por qué me odias tanto? ¿Qué mal te he hecho?
Tú estuviste con Vane, cuando él me necesitó para ayudar a proteger a Bride. Y él estaba con Vane cuando Fang necesitó que Vane le ayudara. Pero nunca admitiría esa herida ante nadie. Era suya para soportarla, no para compartirla con otros y que pudieran burlarse de él.
Cuando no respondió, Fury le recorrió con una mirada de disgusto, mientras Fang limpiaba una mesa cercana.
—¿Sabes qué, Fang? Me importa una mierda. Tú sigue comportándote como un gilipollas todo lo que quieras. No me importa. Quédate aquí, encabronado entre los osos. A mí no me afecta para nada, pero déjame decirte algo. Yo nunca tuve lo que Vane y tú tenéis. Nunca he tenido un hermano cuidándome las espaldas, nunca. De hecho, deberías conocer a nuestro hermano Dare y ver la pieza que es. Sólo para tu información, fue el primero en lanzarse contra mi espalda cuando comprendió que yo era Katagari. Perdona el juego de palabras, pero él me lanzó a los lobos y fue por mi yugular. Así que si quieres ser tan humano como él, apreciaría que primero me avisaras.
Fang miró como Fury se marchaba. Quería darle una descarga. Derribarle y abrirle la garganta.
Pero eran hermanos.
Fury vino hasta aquí y ofreció abdicar como líder. Fang conocía al lobo lo suficiente para saber que no se echaba atrás fácilmente. Había sido un golpe enorme para su ego hacer esa oferta.
Deja de ser un idiota Fang. Su hermano estaba tratando de hacer las paces.
Fang miró a lo lejos, tratando de imaginar lo que había sido para Fury estar en la manada con ellos estos últimos siglos, sabiendo que eran su familia y sin decir nada al respecto.
¿Por qué? ¿Por qué lo habría hecho?
Queriendo una respuesta, fue tras él. Le alcanzó afuera, donde Fury destrababa su motocicleta mientras sostenía el casco en un puño apretado.
—¿Quieres algo?
Fury se detuvo.
—¿Por qué nunca nos dijiste la verdad?
—Ya respondí a eso —dijo Fury despectivamente—. La última vez que un hermano mío descubrió lo que era, me traicionó y trató de matarme, y ese era el hermano con el que me crié. Al que solía proteger cuando el resto de la manada quería golpearle por ser parte Katagari. Así mismo, nuestra hermana me escupió en la cara y hundió su daga entre mis costillas, la misma hermana a la que habitualmente protegía de nuestra madre, de Dare y de todos los demás. Así que no esperaba nada mejor de vosotros. Muchas gracias por no decepcionarme, gilipollas.
Fang no supo porqué, pero esas palabras fueron la gota que desbordó el vaso. La rabia se apoderó de él con ganas, y antes de darse cuenta de lo que hacia, se lanzó contra Fury. Rodeándole con los brazos la cintura, le tiró al suelo y procedió a sacarle la imbecilidad a golpes.
Aimee contuvo el aliento al ver una imagen de Fang recibiendo un golpe en la cabeza. Estaba luchando fuera. Todo lo que ella podía ver era un borrón de partes corporales y cuero negro.
Antes de que pudiera pensarlo mejor, corrió a la puerta donde le vio con Fury al otro lado de la calle, luchando entre ellos con todo lo que tenían. En el momento que dio un paso hacia fuera para detenerles, Dev la sostuvo contra él.
—Suéltame —exigió, tentada de darle un pisotón. Si estuviera calzando cualquier otra cosa que no fueran sus botas con puntas de acero de motociclista, lo hubiera hecho. Pero con ese calzado, él no sentiría nada y ella se lastimaría el talón.
La experiencia con Remi se lo había enseñado.
Él apretó el agarre.
—Deja que ellos se arreglen, Aimee.
Dejando de resistirse, le miró.
—Se harán daño.
—Muy probable, pero tienes bastantes hermanos para saber que a veces necesitamos darnos golpes en la cabeza entre nosotros. Es nada menos que un imperativo moral.
Era cierto. Ella misma nunca había entendido la compulsión, pero por alguna razón un hermano decía algo o miraba raro al otro y entonces allá iban. Al menos hasta que Papá los separara.
—¿Por qué están peleando?
Dev se encogió de hombros mientras la soltaba y se alejaba un paso para volver a apoyarse contra la pared que tenía detrás. Cruzó los brazos sobre el pecho y dobló una rodilla, para apoyar también el pie contra el muro.
—No tengo idea. Pero estoy apostando por Fang
A ella no le causó gracia.
—Entonces, ¿cómo sabes que esto es lo mejor?
—Porque vi la mirada en los ojos de Fang cuando fue por Fury. Es la misma que tengo yo justo antes de administrarle una paliza a Remi.
Aimee rechinó los dientes con frustración, pero Dev tenía razón. Ella conocía esa mirada de cerca y la usó en un par de ocasiones.
—Papá siempre os separa.
—Sí, y si van demasiado lejos, lo haré. Pero creo que ellos necesitan sacar esto de sus sistemas.
—¿Y si se transforman en lobo mientras están peleando en la vía pública?
—Nos ocuparemos de eso en caso de que ocurra.
Aimee no estaba tan segura mientras observaba como Fury levantaba a Fang y le tiraba contra el suelo. Fang se puso de pie de un salto y asestó a Fury un golpe tan duro que hasta a ella le dolió. Parecía como si estuvieran tratando de matarse a puño limpio.
¿Qué diablos estaban pensando?
Fang golpeaba a Fury con una vida de cólera contenida. Por las veces que Fury le había mostrado el dedo o había articulado las palabras con la boca durante siglos y Vane le había detenido de atacar al pequeño imbécil. Por las veces que él había necesitado a Vane en el reino de las tinieblas y había sido forzado a luchar contra los demonios solo…
Todo salió a la superficie.
Pero mientras golpeaba otras imágenes le asaltaron. Fury tratando de enfrentarse a su padre, cuando nadie más lo hizo. Fury quedándose con ellos cuando Anya había muerto…
Fury luchando junto a ellos…
Hermanos.
Lanzó un golpe al mentón de Fury que lo lanzó directamente de espaldas al suelo del aparcamiento. Se puso de rodillas y retorció el puño en la camiseta negra de Fury, con la intención de golpearle de nuevo. Pero al verle el rostro se detuvo.
Había un corte sobre su ojo derecho por el que manaba sangre que bajaba por su sien.. Sus labios estaban partidos, sus dientes ensangrentados. Hematomas se estaban formando en la barbilla y las mejillas.
Y aunque sus ojos escupían veneno, Fury no se había transformado en lobo. La humana era su forma más débil y sin embargo luchaba contra él como un hombre.
No estaba peleando para herirlo de gravedad o para ganar…
No para lastimarme…
Los ojos oscuros de Fang se trabaron con aquellos misteriosos turquesa. La vergüenza se apoderó de él ante sus actos. Había atacado a Fury como un patético humano con los sentimientos heridos.
No, había atacado a su hermano como un demonio desbocado.
Bajando el puño, soltó el agarre en la camiseta de Fury y lo dejó caer sobre la acera.
—¿Ya acabaste? —se burló Fury mientras yacía allí—. ¿Eso es todo lo que tienes, marica?
Fang se mofó del insulto.
—Eres un imbécil de mierda.
—Y tú eres un gilipollas.
Fang se sentó sobre sus posaderas y los dos comenzaron a reírse en mitad de la calle, sangrando. Ni siquiera estaba seguro de porqué encontraba lo patético de la situación tan gracioso, pero así era.
Cuando se limpió el labio ensangrentado, siseó por el dolor.
—Tu gancho de izquierda es impresionante.
Fury se giró a un costado para escupir sangre en la acera antes de incorporarse para sentarse.
—Puedo decir lo mismo del tuyo.
Fang sacudió la cabeza al notar cuán doloridas estaban sus costillas por los golpes de Fury. A pesar de la carencia de habilidades y capacidades psíquicas como Were Hunter, el pequeño bastardo era un excelente luchador.
—No puedo creer que de entre todos los lobos del universo seas tú mi hermano.
—Sí, pues tampoco conseguí exactamente lo más selecto de la camada.
Fang volvió a reír.
—No, no lo hiciste. Las Moiras te jodieron allí.
Fury entrecerró los ojos mientras probaba sus dientes flojos con el pulgar. Escupió más sangre.
—¿Entonces seguimos siendo enemigos?
Fang vaciló. Una parte de él quería seguir odiando a Fury, pero el problema era que no sabía el porqué.
¿Era en verdad tan humano que podía odiar sin ninguna razón? ¿O era el demonio dentro de él quien quería la cabeza de Fury?
Al final, fue el saber que era de su familia lo que prevaleció sobre todo lo demás. Para bien o para mal, tenían la misma sangre. Y para un lobo, eso era lo más importante.
Fang le ofreció la mano.
—Hermanos.
Fury se la estrechó.
—Adelphos.
Fang tiró de él, para poder abrazarlo de una forma que solo había reservado para Vane y Anya.
—Pero esto no significa que me caigas bien.
Fury le empujó.
—No te preocupes. A mí no me gustas tampoco, cretino. Pero mataría para protegerte.
Fang le dedicó una sonrisa ladeada.
—Lo mismo digo. —Se puso de pie y luego le tendió la mano a Fury.
Fury la apartó de un golpe.
—No soy tu hembra, lobo. Me puedo levantar solo.
Fang escupió un poco de sangre. Sí, su mandíbula iba a estar dolorida durante al menos una semana y no habría ningún alimento esta noche que requiriera mucha masticación.
Fijó una penetrante mirada sobre Fury.
—Somos demasiado parecidos para llevarnos bien.
—Eso es lo que dice Vane. —Fury recogió el casco de la acera donde había caído cuando comenzó la pelea. Tiro los restos de tierra fuera del casco antes de ponérselo.
—¡Oye!
Fury se detuvo.
Fang le extendió la mano otra vez y cuando Fury la tomó, le atrajo dándole un rápido abrazo masculino.
—La manada es tuya.
Fury resopló.
—Realmente no te veo de mi subordinado. En ningún momento.
—Ni yo. Pero ya no soy parte de la manada. Me declaro independiente.
Fury levantó la visera del casco.
—Eso es un suicidio.
—No. Estoy aquí —indicó el Santuario por encima del hombro—. Necesito un tiempo para aclarar mis ideas. Cuando lo consiga, regresaré. Pero por ahora creo que esto es lo mejor para mí.
Fury le dirigió una penetrante mirada dubitativa.
—Si tú lo dices. Se lo diré a Vane. —Bajó la visera, levantó una pierna sobre la motocicleta y arrancó.
Fang retrocedió cuando Fury abrió el regulador y lo encendía. Fue entonces que se dio cuenta que Aimee estaba parada al otro lado de la calle con Dev, observando cada uno de los movimientos que habían hecho.
Repentinamente se avergonzó, metió las manos en los bolsillos y se les acercó.
—¿Te sientes mejor? —preguntó Dev sarcásticamente.
—Sí. Gracias por no interferir.
El oso encogió los hombros.
—¡Eh! lo entiendo. Desearía que alguien me dejara hacer eso con un par de mis hermanos.
Aimee dio un paso al frente mientras soltaba un suspiro exasperado.
—Te ves horrible —se aproximó y le tomó de la barbilla ladeándola para poder observar su ojo derecho, que palpitaba y picaba—. Gezz. Carson tiene que ver esto.
—No soy un minino, Aimee. Las he tenido peores y se han curado solas. Esto también se pasará.
Ella soltó su barbilla y él gruñó.
—No te ofendas, pero odio al macho Fang. Realmente lamento que no lo encierres en un armario, con candado en la puerta y que pierdas la llave.
Dev se reía.
—Lo siento, lobo. Nosotros somos la razón por la que ella se comporta así.
—Está bien. Mientras no me golpe o me muerda, estaremos bien.
Dev suspiró bruscamente.
—Hombre, el sexo con un lobo debe ser duro.
—Si, pues aun no quiero saber cómo lo hacéis los osos.
Aimee hizo un sonido de angustia.
—¿Disculpen? ¿Chicos? ¿Todavía estoy aquí, saben?
Dev sonrió malvadamente.
—Sí, lo sabemos. Pero no nos importa.
Enfadada, se dio la vuelta y se marchó.
Fang quiso detenerla, pero hacer eso delante de Dev no sería la acción más inteligente. Y un trasero azotado por noche era lo mejor por el momento.
—¿Por qué no vas arriba y te das un baño? Tómate un tiempo libre. Al amanecer puedes ayudar a cerrar.
—Gracias —Fang volvió al interior.
Wren se detuvo en cuanto le vio.
—Recuérdame no molestarte.
Fang le ignoro mientras volvía a su habitación. Se sorprendió al encontrarse allí a Aimee, esperándole.
Él cerró la puerta rápidamente antes de que alguien pasara y la viera ahí.
—¿Qué estás haciendo?
Ella le mostró una botella de peróxido y un contenedor con bolas de algodón.
—Estaba preocupada por ti. Señor Gran macho —ella arrastró la silla del pequeño escritorio—. Ahora siéntate.
—Aimee…
—Siéntate, lobo. —Era el tono más áspero que él había escuchado de ella en mucho tiempo—. Pudiste haber vencido a Fury, pero yo puedo vencerte a ti.
Sí, claro. Casi era gracioso. Sin embargo, sabía lo que ella había hecho… los lobos no atacaban a las mujeres a menos que trataran de matarlos o a alguien que estuviera bajo su protección. Por lo que ella estaba a salvo y él indefenso.
Suspiró y se sentó como le había ordenado.
Ella inclinó el peróxido para humedecer la almohadilla de algodón.
—¿Qué es lo que pasa con vosotros los hombres que tenéis que luchar así?
—¿Estamos desquiciados?
—Aparentemente.
Fang siseo cuando ella tocó un punto particularmente sensible.
Ella hizo un sonido exasperado.
—Deja de lloriquear, como un gran bebé. Si vas a pelear, al menos actúa como cuando te hieren.
La lanzó una mirada airada.
Ella tocó un nuevo punto no menos doloroso, pero esta vez simplemente tensó el cuerpo.
—¿Podrías explicarme por qué los dos os comportasteis así?
Fang se encogió de hombros.
—Hay una parte de mí que le odia.
—¿Por qué?
—No lo sé. ¿Alguna vez has tomado el camino incorrecto?
—Sí. Contigo hace mucho tiempo. Pero date cuenta que todavía no te he golpeado en la cabeza.
Él separó su mano de la cara para poder alzarla y mirarla.
—¿Entonces por qué sigues a mi alrededor?
—Debe ser por el golpe que me dio Remi hace trece años. La conmoción cerebral debió ser más profunda de lo que cualquiera de nosotros pensó.
La tomó por los costados y tiró de ella haciendo que avanzara hasta sentarla a horcajadas sobre el muslo izquierdo. Maldición, era la mujer más bonita que alguna vez había visto y en todo lo que podía pensar era rasgar su camisa para poder saborearla.
Aimee dejó caer el algodón que tenía en la mano cuando él capturó su mirada. La contemplación de sus ojos chamuscaba y combinada con su propio calor…
Él tomó la botella de su mano y la dejó a un lado. Despacio, la acunó la mejilla con la mano. Ella inclino la cabeza para poder besarle.
Aimee gimió por lo bien que sabia y le sentía bajo sus piernas. Gimoteó cuando su parte sensible entró en contacto con los músculos de su muslo. El dolor era insoportable.
Él gruñó, cuando la rodilla de ella rozó ligeramente el bulto dentro de sus vaqueros.
Fang no podía pensar más que en deslizarla entre los brazos y probarla totalmente. Sí, esto hizo que sus hinchados y magullados labios dolieran, pero no le molestó. No cuando el dolor en su ingle se imponía a aquel dolor minúsculo.
Por su olor, él sabía que ella estaba en celo. Podría tenerla en un instante. Siempre que una hembra Katagari estuviera en celo, su necesidad de compañero era muy intensa.
Ella se apartó de sus labios pellizcándolos con los dientes antes de enterrara el rostro en su cuello. Rozó ligeramente el lóbulo de su oreja. Los escalofríos recorrieron todo el cuerpo de él.
—Fang, te deseo —jadeó en su oído.
—No podemos hacer esto.
—Lo sé —ella desabotonó sus pantalones y abrió la cremallera para poder tocarle.
En aquel momento, él no supo nada más. Puso los ojos en blanco al sentir su suave mano acariciándole. ¿Dioses, cuanto hacia que una mujer no le tocaba?
Él mordió su labio antes de enterrar la cabeza en su cuello para olerla.
Aimee se estremeció al sentir la lengua de Fang sobre su piel. Sintió como la desabrochaba los pantalones y hundir su mano para tocarla, ella grito de placer. Levantó ligeramente las caderas para que él pudiera deslizar un dedo dentro de ella profundamente. Nadie la había tocado ahí antes.
Ella recorrió la longitud de su pene, dejando que su humedad la cubriera los dedos mientras la caricia le hacía más grande. Su cuerpo lo quería dentro, pero el último vestigio de cordura le decía que no podían hacerlo. Si la penetraba, podrían ser emparejados.
Era algo que no podían permitirse.
Así que ella se contentaría con esta momentánea intimidad mientras se deleitaba acariciándole.
Fang inclinó la cabeza hacia atrás mientras Aimee le recorría con la lengua la garganta hasta la barbilla. Sintió como si estuviese muriéndose. Su cuerpo estaba en llamas, y la enseñó como acariciarle.
Maldición, ella aprendía rápido. Y sentir su mano sobre él, mientras que su lengua llegaba a su oído era más de lo que podía soportar.
Fang se levantó tan rápido que apenas tuvo tiempo de cogerla antes de que cayera al suelo. La puso sobre el escritorio, tirando la botella de peróxido al piso donde el contenido se derramó hacia la rejilla de ventilación. Pero no se preocupó. No cuando su cuerpo temblaba y rogaba por algo que podría matarlos a ambos.
Pero la vista de ella se posaba en sus pantalones…
Los ojos de ella eran oscuros y atractivos mientras le miraban.
—Por favor, Fang. No puedo soportarlo más. Esto me está matando.
Él sabía que la sensación y el hecho que estuviera en celo lo empeoraban para ella. Condenándose por la estupidez, la quitó los pantalones.
Aimee sintió como su cara se sonrojaba cuando Fang la ocultó su hambrienta mirada. Él se arrodilló delante mientras separaba sus piernas y deslizaba las manos por encima de sus muslos hasta el centro de su cuerpo.
Sostuvo su mirada cautivándola cuando la tomó en su boca. Aimee aulló de placer. Hundió la mano en el pelo de él y lo sostuvo contra ella mientras su lengua calmaba el fuego interior.
Fang nunca había probado nada mejor. La devoró, explorando cada parte hasta que su olor se marcó en el. Y cuando finalmente tuvo un orgasmo, él no se detuvo hasta obtener el último espasmo de ella.
Aimee se apoyó jadeando contra la pared, mientras su cuerpo regresaba lentamente a la normalidad. Pero ella vio el dolor que todavía había en los ojos de Fang. Su miembro todavía duro.
—¿Necesitas ayuda con esto?
Él cogió su mano.
—No eres graciosa, Aimee.
Ella aspiró bruscamente mientras él conducía su mano para que le ahuecara. Ahora era enorme. Era una de esas cosas que sabía de los lobos. Sus penes crecían cada vez más durante el sexo, y después de liberarse tardaban varios minutos antes de que ellos pudieran volver a un estado normal.
Fang enterró la cabeza en su cuello al tiempo que empujaba las caderas hacia su mano. El parecía una bestia salvaje y eso la maravilló, cuanto le gustaría tenerlo profundamente dentro de ella.
Cuando finalmente él llegó al orgasmo, gritó su nombre. Aimee le sostuvo cerca, manteniendo la presión de la mano mientras él la necesitara.
Él levantó la cabeza para encenderla con una mirada de ternura.
—¿Qué hemos hecho?
Ella le besó gentilmente.
—Nada. Esto no puede emparejarnos.
Fang no estaba seguro sobre eso. Pero al fin y al cabo su palma no ardía con la marca. Al menos aún no. Alejándose de ella, se cerró rápidamente la cremallera de los pantalones, tan rápido que se pilló.
—¡Mierda! —gruñó, a pesar de estar agradecido por el dolor. Necesitaba que la sangre regresara a su cerebro.
Aimee encontró su fija mirada y él vio las lágrimas brillar en sus ojos.
—Te amo, Fang.
Apretó la mandíbula para impedir decirla que él también la amaba. Eso lo debilitaría más.
—¿Qué vamos a hacer?
—Ni idea. No lo sé. —Ella bajó del escritorio para recuperar sus pantalones y ponérselos.
Todo lo que él quería hacer era tomarla entre los brazos y sostenerla durante el resto de la eternidad.
Fang tomó su medallón y se lo dio.
—No pueden atraparnos juntos. Tu madre es la Principal Regis Ursulan y mis hermanos gobiernan ambas sedes de los Lykos. Si se enteran, Savitar podría anular cada tratado que tiene con ellos.
Ella asintió mientras se sujetaba los pantalones.
—Esto contaminaría nuestros linajes.
Él la lanzó una mirada ardiente.
—Eso me importa una mierda —tomó su cara entre las manos, y ella le sonrió.
—A mí tampoco.
—¿Aimee?
Ambos miraron hacia la puerta cuando oyeron la voz de Mamá Lo en el pasillo.
¡Ah, mierda! Esto era malo.
—¿Dónde está esa muchacha?
—Me tengo que ir —susurró ella antes de desvanecerse.
Fang maldijo. Pero apenas ella se había ido, Mamá Lo abrió la puerta de la habitación. Él uso sus poderes para camuflar lo que acababan de hacer.
Al menos esperaba que así fuera.
Nicolette exploró la habitación con suspicacia.
—¿Dónde está Aimee?
Él sabía que no podía negar que ella hubiera estado allí ya que su olor era más que evidente a los sentidos aumentados de Nicolette y aunque podía enmascarar la mayor parte, no podía quitar cada rastro de ella.
—No lo sé. Me trajo peróxido y desapareció.
Eso era verdad, y así Nicolette no podría oler la mentira en él. Simplemente excluyó algunos detalles importantes.
Nicollete suspiró.
—Hay otra reunión de osos abajo para que tome compañero. Juro que nunca esta donde debe estar.
Fang tuvo que controlar su temperamento ante aquellas palabras, así como el impulso de bajar en busca de una piel de oso.
—Si vuelve a por el peróxido, la avisaré.
—Por favor hazlo.
Él notó una extraña nota en su voz.
—¿Hay algo mal?
—Non.
Pero él sabía que mentía.
—¿Qué sucede?
—Nada —ella se fue cerrando la puerta.
Frunciendo el ceño, Fang abrió la puerta y la observó alejarse y a Wren subiendo la escalera. Nicollete le hizo una mueca al Tigard, pero no dijo nada.
Wren, por su parte, hizo un gesto obsceno a su espalda. Se detuvo cuando comprendió que Fang le había visto.
—¿Qué es lo que hay entre vosotros dos?
Wren se encogió de hombros.
—Ella cree que soy un monstruo. Yo pienso que es una perra. Nicollete no cree que las especies deban mezclarse y me odia por ser un híbrido.
—Ella me acepta.
—Soy un poco diferente a ti.
Fang resopló.
—No lo tomes a mal, Wren, pero eres muy diferente a todo el mundo.
Marvin subió corriendo las escaleras con un plátano. Saltó al hombro de Wren y señaló a Fang con el plátano como si fuera un arma. Eso habló por sí solo. Y ambos fueron golpeados.
—¿Por qué te quedas aquí?
Wren tomó el plátano de Marvin para pelarlo y dárselo al primate.
—Por la misma razón que tienes tú.
—¿Y es?
Wren echó un vistazo hacia la escalera.
—Ella es la única persona o animal que he conocido que realmente es amable. No tengo ninguna familia y cuando fui traído aquí no confiaba en nadie. Todavía no lo hago. Excepto en ella.
Aimee. Él no dijo su nombre porque no tenía que hacerlo. Ella era la única con la Wren realmente hablaba.
—¿La amas?
—Como hermana y amiga. Moriría para protegerla. —Wren se acercó un poco más y bajó su voz—. He visto como se miran y eso me asusta.
—¿Por qué?
—Porque está bien visto que un Katagari se mezcle con un Arcadiann. Pero mezclar especies… tómalo de alguien que está cruzado, no quieres pasar por eso. Y si no es por ella, piensa si los Destinos son tan fríos como para daros hijos. El odio de los demás volvió a mi madre loca y al final ella me odio a mí por ello.
—No somos compañeros, Wren. Y sabes tan bien como yo que no tenemos control sobre ello.
—Por supuesto que lo tienes. Si no dormís juntos, no os emparejáis. Eso lo controlas. —rompió un trozo de plátano y se lo dio a Marvin—. Confía en mí, lobo. Aléjate de ella por el bien de ambos. —Wren le dejó y se dirigió a su habitación.
Esa era una advertencia que realmente no necesitaba.
Fang regresó a su habitación mientras aquellas palabras resonaban en sus oídos. El problema era que, no había sentido tanto por ninguna otra mujer. Parecía como si los Destinos los hubieran emparejado…
¿Qué voy a hacer?
Al adentrarse un poco más vio una sombra en una de las esquinas.
Esta avanzó hacia la luz para mostrarle a la última persona que esperaba ver.
Thorn.
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