viernes, 6 de enero de 2012

BRM cap 21

Fang avanzó dentro de la habitación, asegurándose de no mostrar a Thorn ningún signo de  hostilidad.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Thorn se apoyó casualmente en el escritorio. Cruzó los brazos sobre el pecho mientras sondeaba con la mirada a Fang.
—Sólo viendo cómo te va. Quería saber si el demonio iba ganando y si necesitábamos matarte a causa de ello.
—Encantado de verte a ti también. Veo que este tiempo apartados no te ha vuelto más encantador.
—Ah, puedo ser encantador. Simplemente elijo no serlo. La gente empieza a pensar que te gustan y luego, cuando los apuñalas por la espalda lo toman como algo personal. Eso realmente me molesta.
Fang se sentó en la cama y comenzó a sacarse las botas.
—Haces eso a menudo, ¿no es verdad?
—Chico, no me hagas pegarte—. Cruzó una larga pierna sobre otra.
Fang tiró las botas a un lado y se rió.
—¿Qué edad tienes?
—No necesitas saber nada sobre mí. Es mucho más seguro de esa manera.
—¿Más seguro para quién?
—Definitivamente para ti—. Había una corriente mortal en la voz de Thorn. —Sólo hay dos, tal vez tres entidades que me amenazan. Y tú no eres ninguna de ellas.
Entendido. Fang se apoyó hacia atrás mientras estrechaba la mirada en Thorn. Honestamente, se estaba cansando de este intercambio sin sentido.
—Entonces, ¿para qué estás aquí realmente? ¿Tienes otra asignación para mí?
—No. Sólo una advertencia.
—¿Para qué?
Thorn se rascó la barbilla como si sólo estuvieran disparando mierda entre ellos y no manejando información que podría resultar vital.
—Uno de los engendros del demonio de aquí convocó a Jaden haciéndolo salir de su hoyo.
Ese era un nombre que Fang no había escuchado antes.
—¿Jaden?
Una sonrisa maliciosa curvó los labios de Thorn.
—Es un… agente de demonios. Negocia con la fuente primaria para conseguir poderes y otras cosas para los demonios. Personalmente, detesto al bastardo y él no siente cariño por mí tampoco. Dado que eres nuevo en todo esto, quería advertirte que te mantuvieras fuera de su camino.
—¿Por qué?
—Es suficiente con decir que es muy reconocido por usar a mi gente como blanco de práctica. No cree realmente que esté en el tope del tope, así que os ve como estúpidos peones.
—¿Tiene alguna razón para pensar eso?
—No realmente. Es sólo otro gilipollas con el que tengo que lidiar. Creo que son las cicatrices de la niñez las que no lo dejan creer en nada. O tal vez es un desorden de stress post-traumático o simple daño cerebral. Al final del día, me importa una mierda, pero es letal, así que mantente alejado.
—¿Y cómo lo reconoceré? ¿Por alguna casualidad vestirá camisas con su nombre en ellas?
Thorn rió.
—Maldición, lobo, me encanta tu sarcasmo. No, su madre no le cosió el nombre encima o en las camisas. Pero no puedes pasarlo por alto. Un bastardo alto con un ojo marrón y el otro verde. Realmente desagradable. Tiene un collar de esclavo y un aura de poder que destila una divinidad que no posee. También maneja un humor demoníaco en todo su ser.
Sinceramente adorable. Fang ya podía relajarse.
—Entendido y anotado.
—Bien. Ahora tendrás que ir con extremo cuidado. Si fue convocado aquí, es que alguien está jugando con fuego y están detrás de algo altamente brutal que requiere mucho poder para conseguirlo. Eres uno de los tres Hellchasers estacionados aquí y espero que los tres juguéis limpio y hagáis de bomberos.
—¿Bomberos?
—Sí. Cuando los fuegos del infierno se desborden, vosotros tendréis que contenerlos.
Maldición, era demasiado era pensar que pudiera funcionar una simple manguera.
—¿Los otros Hellchasers tienen nombre?
—Varyk y Wynter. Ya conociste a Wynter y estoy más que seguro que no te gustará Varyk en absoluto.
—¿Por qué?
—Es un Lycos Arcadianno.
La noticia lo golpeó como una patada al hígado. Durante un minuto, no se pudo centrar mientras lo recorría una furia al rojo vivo.
—Pensé que era el único que tenías.
Thorn sonrió malvadamente.
—Varyk es un hombre lobo, tú eres un lobo que puede convertirse en hombre. Aunque para la mayoría no hay mucha diferencia, en nuestro mundo sí la hay. Pero si te hace sentir mejor, vosotros sois los únicos Were-Hunters que tengo en lista. Además, hay políticas de por medio, por lo cual Varyk no puede ser utilizado contra Phrixis.
—Te gusta esa palabra, ¿no es así?
—¿Phrixis? Difícilmente. Ni siquiera es una palabra atractiva de pronunciar.
Fang le lanzó una mirada cómica.
—Reglas.
—Si eso es lo que quisiste decir, ¿por qué no lo dijiste así?—Refutó Thorn irritadamente—. Y para contestar a tu pregunta, no, en lo más mínimo. Detesto los juegos, pero mi existencia es un eterno estudio de una partida de ajedrez de altos coeficientes. Nosotros movemos, ellos contrarrestan y viceversa. Dios nos ayude si el enemigo alguna vez captura a nuestro rey… y que quede constancia, que ese sería yo. No dejes que eso suceda porque te iría muy mal.
—Mantendré los ojos abiertos.
—Bien, lobo. Y aquí otro consejo que te voy a dar.
—¿Y eso es?
—La marca que te puse hormigueará cada vez que un demonio se te acerque, como advertencia. Cuanto mayor sea la sensación, más poderoso será el demonio.
—Pero no mataré al demonio, sólo lo golpearé con mi espada.
Thorn inclinó la cabeza sarcásticamente.
—Ahora estás empezando a entenderlo. En fin, ¿cómo les está yendo a ti y a tu demonio interior?
—No me ha poseído todavía.
—Bien. Mantenlo de esa manera. Odiaría tener que matarte siendo tan reciente nuestra relación.
Fang arqueó una ceja ante eso.
—¿Tenemos una relación? ¿Eso quiere decir que me arrinconarás?
—Oh, clavaré tu trasero en la pared más cercana. Eso realmente iluminaría mi, de otro modo, nauseabundo día. ¿Quieres?
—No te preocupes. No estoy de humor y detestaría tener que hacer que te esforzaras tanto.
Thorn sacudió la cabeza.
—Cuídate las espaldas, lobo. Hay una sombra sobre este lugar y los osos están acumulando enemigos más rápido que las ventas de descuento en Wal-Mart. Cuando llegue el momento, va a ser sangriento.
—No lo preferiría de otra manera.
—No seas tan arrogante. Mucho antes de ser este dechado de sofisticación ante ti, era un señor de la guerra. Puse más sangre en la hoja de mi espada que la Señora Guillotina. La única cosa que todas las batallas me han enseñado es que ninguno sale sin una cicatriz. Ninguno.
Fang se detuvo mientras se daba cuenta de cuanta razón tenía Thorn. Vane utilizaba un dicho similar. En la pelea, todos salen sangrando.
—Cuídate las espaldas, lobo, y recuerda, cuando llegue el momento de escoger bandos, asegúrate de elegir bien.


Al amanecer, Fang se encaminó escaleras abajo para ayudar a limpiar y cerrar. Aunque el Santuario técnicamente estaba abierto las 24 horas, los 7 días de la semana, para los seres sobrenaturales, ellos cerraban a las 4:30 A.M. y abrían a las 10:00 A.M. para los humanos. Mama Lo y Papa estaban en modo de espera en la Casa Peltier durante las horas de descanso.
Entró al bar al mismo tiempo que el hermano mayor de Aimee, Zar, quien era casi indistinguible en apariencia entre los cuatrillizos, venía trayendo una bandeja con vasos de la cocina.
Le agradeció por sujetarle la puerta.
—Puedes ayudarle a Aimee a terminar. Yo ya terminé por esta noche.
Fang asintió mientras veía a Aimee quitarle un trapo a Wren y empujarlo hacia la puerta. La música se escuchaba en un bajo nivel desde la consola. Eran las Índigo Girls, una de las bandas favoritas de Aimee.
—Wren, vete. Has cargado con catorce horas con sólo un pequeño receso. Vete a dormir.
Aún así, Wren vaciló.
—No deberías quedarte sola aquí abajo.
Miró tras él para ver a Fang.
—No estoy sola.
Wren se volvió para mirarlo, luego apretó la mandíbula. Asintiendo hacia Aimee, hizo lo que le pedía.
Fang frunció el ceño cuando Wren se transportó, luego se movió hacia donde estaba Aimee colgando una toalla blanca sobre el hombro.
—Me cae bien, pero es un chico extraño.
—Lo sé. Aunque créeme, tiene sus razones para serlo.
Sin duda, dadas las historias que había escuchado. La mitad de los Were-Hunters que trabajaban ahí pensaban que el tigard había asesinado a sus propios padres. Nicolette no lo soportaba y Papa Oso parecía mayormente ambivalente, él le prestaba un poco más de atención que los otros.
—Eres la única con quien en realidad habla.
Aimee se movió para levantar una silla, virarla y ponerla sobre la mesa. Fang no la dejó continuar.
Ella se apartó con una sonrisa.
—Quiero a Wren y él lo sabe.
—Sí, pero parece no acogerlo.
—Algunas veces no lo hace. Pero es como dice Cherisse, los más difíciles de amar son los que más lo necesitan.
Se mofó ante el ciego optimismo. Por un lado, la admiraba, pero por otro… Era demasiado benevolente.
—¿Realmente crees eso?
Le sonrió.
—Absolutamente. Te amo, ¿no es verdad? Y los dioses saben que definitivamente no eres fácil de tratar—. Se puso de puntillas para darle un rápido beso en la mejilla antes de revolotear a la siguiente mesa para acomodar las sillas.
¿Cómo un simple comentario podía agradarlo y ofenderlo al mismo tiempo?
Pero claro, era buena en eso.
—Gracias, Aim. Por cierto, aún tengo algo de confianza. Por favor asegúrate que la pisoteas mientras estás en esas. Los dioses prohíban que crezca eso llamado autoestima—. Continuó empujando las sillas.
Aimee reía mientras trapeaba el piso.
—Cuando quieras, lobo. Vane me dijo que no se suponía que te dejara creer que eres gran cosa.
Papa Roach fue la siguiente canción en sonar.
—Interesante mezcla esa que tienes ahí.
—Sólo espera. Debbie Gibson está en algún lugar.
Se detuvo a mirarla mientras cantaba al ritmo de la canción.
—Estás bromeando, ¿no?
—Nop. Me gustan  una amplia variedad de melodías.
Dejó escapar un profundo respiro.
—Has encontrado una forma completa de torturar a un hombre. Maldición, y creí que Misery era mala.
Riendo, ella bailó con el trapeador mientras él admiraba la fluidez de su cuerpo al moverse. Despertó a su lobo interior y lo hizo aullar.
¿Cómo podía estar excitado de nuevo?
Esto se estaba volviendo molesto. Tratando de distraerse, miró alrededor del vacío bar. Aparentemente, eran los únicos que quedaban.
—¿Dónde están todos?
—Nunca servimos a los humanos pasadas las 2:00 A.M. sólo en caso que algo realmente extraño suceda el último par de horas de la noche. Y por mi familia, los chicos siempre se desaparecen tan pronto como pueden. Creen que es divertido dejarme limpiarlo todo sola.
—¿Por qué lo haces?
—No quiero escuchar a Maman quejarse. Llega como un implacable sargento y pasa revista cada mañana.
La consola cambio a “Day after day” de Badfinger. Se detuvo ante una canción que no había escuchado en años. Siempre le había gustado por alguna razón.
Aimee bailó dando vueltas mientras trabajaba, cantándola.
Encantado, se perdió en los gráciles movimientos. Antes que se diera cuenta lo que hacía, estaba frente a ella, extendiéndole la mano para que bailara con él.
Poniendo el trapo a un lado, sonrió antes de aceptar. La giró entre los brazos y la sostuvo cerca al tiempo que ambos se balanceaban mientras la música flotaba a su alrededor. Estaban en perfecta sincronía. Los brazos se sentían tan bien a su alrededor mientras su aroma le inundaba la cabeza.
Posó una mano delicada en su mejilla.
—Te doy mi amor —cantó ella, la voz  le llenaba de emoción la garganta.
Apoyó la mejilla en la suya para poder saborear la sensación de tenerla entre los brazos. Esto era lo que lo había sostenido durante su infierno en el Reino de las Tinieblas. Su calidez y su ternura.
Su aroma.
Aimee revolvió los dedos en su cabello.
—Me gusta tu cabello largo. Te sienta.
No contestó mientras tomaba la mano y la dirigía a la boca para poder mordisquear los dedos.
—Quiero hacerte el amor con tantas ganas que lo puedo saborear.
Deslizó la mano hacia abajo para agarrarlo.
—Yo también.
Su polla se sacudió, demandando que la tocara sin la barrera de la tela. Eso también le recordaba que no tenía derecho sobre ella. Que no podrían estar juntos, no importaba cuánto sufriera por hacerla suya.
—Así que, ¿cómo ha ido todo con los otros osos?
Soltó una risa corta.
—Desastroso. Uno quiso propasarse conmigo y le di tal rodillazo que tuvieron que hacerle una retracción testicular.
—¡Ouch! —Rió Fang, retorciéndose ante el mero pensamiento—. Eso dejará una marca.
—No fue lo bastante respetuoso con mis virginales oídos cuando pasó.
—Apuesto a que no. ¿Quieres que vaya y termine lo que empezaste? Estaré más que feliz de castrarlo… y a cualquier imbécil que quiera fastidiar a mi chica…
Silenció las palabras posando una mano sobre su boca.
—Cuidado, lobo. Cualquiera que te escuche decir eso y el que terminará castrado serás tú.
Mordisqueó las suaves puntas de los dedos.
—Lo sé. Es sólo que es tan duro para mí tener que dejar que cualquier trasero peludo del universo quiera conquistarte mientras ni siquiera puedo hacer contacto visual.
—Lo sé, bebé—. Lo besó gentilmente en los labios.
Inclinó la cabeza y dejó que la paz del momento lo inundara mientras bailaban. Vendería el alma por quedarse así.
Es demasiado tarde. Ya la vendiste para protegerla.
Sí, debió poner otra estipulación en ese contrato. Una que lo dejara en sus brazos para siempre.
Soy un idiota…
Tratando de distraerse, cambió el tema.
—Anoche estaba conversando brevemente con Justin y dijo algo interesante.
—¿Y eso es?
—Que Dev y tu padre fueron entrenados como Strati.
Le lanzó una mirada tan reservada como si fuera a proteger secretos de seguridad nacional.
—¿Por qué es eso extraño?
Fang comenzó a redirigir la conversación, pero era algo que lo había molestado acerca de los osos Peltier y quería ver si ella podía confiar en él.
—Son Arcadianns.
Aimee trastabilló ante la palabra. El corazón palpitaba con temor. ¿Cómo podía saber eso? Nadie jamás lo había sospechado.
—No sé de lo que estás hablando.
Detuvo el movimiento para mirarla cautelosamente.
—No me mientas, Aimee. No soy estúpido. He estado el tiempo suficiente aquí para darme cuenta y he protegido a un Arcadiann demasiado tiempo de mi vida para no notar las señales de uno que se esconde en medio de una manada de Katagari. Si quieres que pretenda que no lo sé, entonces te seguiré la corriente. Pero quería que supieras que lo sabía.
Y estaba poniendo la vida en sus manos. Si su familia alguna vez sospechaba que lo había sacado a la luz, lo matarían sin preguntar. Olvida la erini o las leyes del Omegrión, sería desollado  vivo.
Se inclinó para susurrarle.
—También sé tú secreto.
Ella se estremeció mientras un sudor frió brotó de su cuerpo. ¿Cómo había adivinado el único secreto que había protegido durante tantos siglos? Un secreto que ni siquiera su familia sabía…
Sin duda, la odiaba por ello.
—¿Qué secreto?
—Que Kyle es un Aristos y lo estás ayudando a ejercitar los poderes.
Llena de náuseas, Aimee se empezó a alejar, temerosa de escuchar algo más.
—No se lo diré a nadie, Aimee. Lo juro. Y no es porque tenga miedo. Es lo que menos me importa. Eres tú a quien no podría lastimar, de ninguna manera.
Y a causa de que estaba confiándole su secreto, ella quería decirle uno de vuelta.
Había puesto la vida en sus manos. Lo menos que podía hacer era devolver el favor.
—¿Son los únicos a los que has apuntado?  
—Creo que Zar puede ser uno y posiblemente Quinn.
Aimee tragó con fuerza mientras un miedo galopante la recorría. Quizás no debería decírselo. ¿Y si la rechazaba solamente por eso? Los Arcadianns habían matado a su hermana. Era cierto que no habían disparado el Taser que había acabado con su vida, pero igualmente moriría puesto que ellos habían matado a su compañero.
Ya la había apartado otras veces. Podría hacerlo también, esta vez tendría el poder para destruirla.
¡Dioses! Tenía ganas de vomitar. Esto era algo que nunca podría decirles ni siquiera a su madre o a su padre. Pero tenía derecho a saberlo. No era justo mantenerle ignorante…
Respiró hondo y le miró.
—Yo también lo soy.
Fang se apartó para mirarla mientras las palabras le sonaban en los oídos. No. No era posible. Seguro que lo habría sabido si era como sus hermanos. ¿Cómo había podido engañarle por completo?
—¿Qué?
Vio el miedo en aquella clara mirada azul que no se apartaba de la suya.
—Soy Arcadiann. Cambié en la pubertad, como Vane. Es algo que no le contado a nadie en mi vida. Ni siquiera mi familia lo sabe.
—¿Por qué me lo dices a mí?
Se le pusieron los ojos vidriosos de aguantar las lágrimas mientras le mostraba las marcas de Centinela de la cara.
—Pensé que deberías saber con qué te estabas liando.
Fang le cogió la mejilla en donde se retorcía el diseño griego antiguo que la marcaba como uno de los grupos más odiados de su especie. Vio el miedo en los ojos. Y el hecho de le confiara algo como esto…
Le amaba. Tenía que amarle porque sólo una loca con tendencias suicidas pondría algo así en las manos de un Katagaria que sabía lo que Nicolette Peltier sentía por los Arcadianns. El hecho de que Aimee se lo hubiera ocultado a su madre lo decía todo.
Aimee se había desnudado completamente ante él. Con razón estaba temblando.
—Sabes que no me importa.
Aimee tragó un sollozo mientras le atraía contra ella y le abrazaba.
—No tienes ni idea de lo asustada que estoy desde hace siglos. Creo que es por eso que tenía tanto miedo de intentar emparejarme con un Katagaria. ¿Te imaginas lo que me haría si lo averiguaran?
Lo menos malo, matarla. Lo peor, mutilarla. Tenía razón, no era algo que pudiera compartir  a la ligera.
—Has sido muy valiente al contármelo.
—Tanto es lo que confío en ti, lobo.
—Y jamás traicionaré esa confianza. Te lo juro.
Aimee sintió una sola lágrima que se deslizaba por la mejilla. Fang se la enjugó.
La ternura de los ojos la hicieron derretirse. No la traicionaría, lo sabía. Pero aún así no podían unirse. Era la relación más imposible que los dioses hubieran concebido.
—¿Entonces, dónde nos deja todo esto? —susurró, demasiado aterrorizada para siquiera contemplar su propia respuesta.
La mirada de Fang se volvió de acero.
—Vente conmigo. Sólo nosotros dos. Olvidémonos de las diferencias y los prejuicios. Marchémonos y estemos juntos.
¡Cómo deseaba que fuera tan sencillo! Pero no lo era.
—No podemos, Fang. Mis hermanos murieron protegiéndome. Si no hubiera sido por Bastien, nunca habría aprendido a utilizar mis poderes. Me enseñó cuando no podía confiar en nadie más. Ahora soy la única que puede enseñar a Kyle a usar sus poderes. Y a Maman la destrozaría perderme también. Soy la única esperanza de mantener nuestro legado. Los Peltier han estado en el Omegrión desde el principio. Sabes lo raro que es algo así.
Los ojos se volvieron fríos.
—¿De verdad eso es más importante para ti que yo?
—No, pero no puedes hacerme elegir entre tú y mi familia.
Se estremeció al darse cuenta de que tenía razón. Estaba siendo egoísta.
—Sí. Era una idea estúpida.
Y era un idiota por pensar, siquiera por un segundo, que le pondría por encima de la familia. Nadie lo había hecho. ¿Por qué tendría que hacerlo ella?
Se apartó con el corazón destrozado.
—Será mejor que terminemos de limpiar. Como has dicho, no quiero que Nicolette te grite.
Aimee le miró volviendo a amontonar las sillas. Le había hecho daño y no estaba segura de cómo. Pero podía notar que se había erigido un muro entre ellos que no había estado allí antes.
Cuando terminaron, le guió escaleras arriba. Se detuvo ante su habitación
—Buenas noches, Fang.
—Para ti también.
Ni siquiera la miró antes de desvanecerse y dejarla en el pasillo.
Suspirando, se dirigió a la habitación.


Fang no respiró hasta que Aimee estuvo en su habitación. Se quitó la ropa, haciendo un gesto ante lo dolorido que estaba todavía por la pelea con Fury. El pequeño hijo de puta daba como un mazo.
Cayó sobre la cama, exhausto pero no podía dormirse pensando en Aimee.
En su corazón, sabía que no podía quedarse para siempre. Y si empezaba a emparejarse con otros, tendría que marcharse o matar a alguien. La idea de que cualquiera pudiera tocarla le lanzaba a los límites galácticos del cabreo.
Voy a tener que irme. Porque cada día que se quedara y no la tuviera, moriría un poco por dentro

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