viernes, 6 de enero de 2012

BRM cap 2

Permanece fuera de esto, Fang. —dijo Vane con un bajo suspiro.
Sintiendo su cólera salir a la superficie, Fang estrechó los ojos en los centinelas que rodeaban a Aimee.
—Es una hembra amenazada.
—No es una de nosotros y necesitamos a los osos de nuestro lado. Infringe las leyes del Santuario del Omegrión y se negarán a ayudarnos. Para siempre. Se negarán a ayudar a Anya.
Fang oyó esas palabras y estaba dispuesto a acatarlas. Su hermana era lo más importante…
Hasta que vio el cuchillo.
Vane maldijo cuando también lo vio. Anya o no, no estaba en su naturaleza dejarlo pasar  y puesto que los osos parecían estar adentro de sus pequeñas cabezas peludas…
La mirada color avellana de Vane se fijó en Fang.
—El imbécil de adelante es mío, tú toma al que está con la mujer.
Fury bajó la cabeza conforme con su carrera suicida.
—Os cubrimos la retaguardia.
Vane asintió con la cabeza antes de tele transportarse a la lucha.

Aimee consideró las consecuencias de golpear la cabeza del chacal que la mantenía cautiva. Pero él mantuvo el cuchillo apretado contra su garganta, impidiéndoselo. Podría cortarse la yugular si lo intentaba. Miró a sus hermanos y a su padre, todos apartados, demasiado asustados de moverse por miedo a causarle daño.
Lágrimas de frustración manaron de sus ojos. No podía quedarse ahí tan indefensa. El oso en ella quería probar la sangre del chacal independientemente de lo que le costara.  Incluso la muerte. Pero su lado humano tenía mejor criterio.
No merecía la pena.
El chacal la agarró por el pelo y presionó el cuchillo aún más.
—Decidnos donde está Constantine. ¡Ahora! O su sangre fluirá como el poderoso Niágara.
Su padre abrió la boca, pero antes de que pudiera hablar alguien le arrebató el cuchillo de su garganta.
Aimee maldijo cuando recuperó su cabeza y sus cabellos estirados. Tambaleándose,  cayó al suelo y aterrizó sobre su estómago. Los sonidos explotaron completamente a su alrededor mientras el chacal fue rápida y dolorosamente derribado por los lobos. Frotándose la garganta donde había estado el cuchillo, buscó al chacal que la había sujetado.
Fang lo tenía contra el suelo, golpeando repetidamente su cabeza tan fuerte como podía. Era como si estuviera poseído por algo que le exigía matar al chacal con sus propias manos.
Ambos estaban cubiertos de sangre.
—¡Fang! —Gritó Vane, tirando de enseguida él—. Está inconsciente.
Gruñendo, Fang sólo se levantó para darle una patada en las costillas al chacal.
 —Cobarde bastardo. Amenazar con un cuchillo a una mujer.
Comenzó de nuevo con su víctima, pero Vane lo atrapó.
—¡Basta!
Fang se encogió de hombros antes de que su hermano le dirigiera una mirada tan angustiada y atormentada que le quitó el aliento. ¿Qué demonio había hundido sus garras tan profundamente en su alma? Algo trágico yacía detrás de aquella clase de dolor.
Qué tenía que hacer.
Se dio vuelta hacia el chacal.
Vane extendió sus brazos para capturarlo.
—Está acabado. Déjalo.
Gruñendo como un verdadero lobo, Fang pasó empujando a su hermano.
—Voy a esperar afuera.
Antes de que Vane le detuviera, le dio una última patada en la cabeza al chacal en su camino hacia la puerta.
Fury se rió de la acción de Fang cuando le torció el brazo al chacal que sostenía.
—Debería romperte en dos. Eso no podría mejorar tu día, pero definitivamente mejoraría el mío.
Vane sacudió la cabeza por las acciones de Fang y las palabras de Fury.
Dando la vuelta hacia Papá, caminó despacio hacia ellos.
—Lamentablemente, rompimos el convenio.
Le dio el dinero a Dev.
—Nos marcharemos y nunca volveremos.
Papá empujó de vuelta el dinero hacia Vane.
—No tenéis que marcharos. Salvasteis a mi hija. Os lo agradezco. En tanto tengamos un refugio, vosotros también lo tendréis.
Era el honor más alto que se le podría otorgar a un Were-Hunter. Era un dicho muy antiguo que sólo se ofrecía a otra especie como un gesto de eterna amistad.
No, más bien de familia.
Vane parecía avergonzado por ello.
Aimee vio como su familia tomaba a los chacales de los lobos y se los llevaban alejándolos, sin duda para darles aún más patadas en el culo fuera de la vista de los humanos.
—¿Estás bien? —Le preguntó Remi mientras le ayudaba a ponerse de pie.
Ella asintió.
Fulminó con la mirada al que Fang había tendido en el suelo en un charco de sangre.
—Bien, porque voy a pelearme con un chacal cuando despierte.
Aimee puso los brazos en jarra.
—Creo que ya lo hizo el lobo.
—Sí, pero no es suficiente. Voy aporrearle con mi cabeza. Ese chico tendrá pesadillas con osos durante el resto de su vida… la cual podría resultar ser mucho más corta de lo que había soñado.
Aimee normalmente se metería con él, pero aún estaba alterada, como el resto de ellos. Era muy raro que alguien molestara a su familia, especialmente a Dev, que siempre fue conocido por sus proezas en la lucha. Nunca en todos estos siglos había visto que alguien lo inmovilizara.
Una pequeña paliza a los chacales podría asegurar que no sucediera otra vez.
—¿Qué pasará con los humanos?
Papá sacudió con fuerza la barbilla hacia el rubio alto que paseaba alrededor de la multitud.
—Max está limpiando, incluso mientras hablamos. Es por eso que nadie gritó ni se movió cuando los chacales te atacaron. Oyó la conmoción y se presentó aquí.
Respiró aliviada. Max era un were-dragón que tenía la capacidad de sustituir  los recuerdos de la memoria humana. Era una de las razones por las que le mantenían aquí, aunque era difícil dar cabida a su gran forma de dragón. Su talento era útil en ocasiones como esa y significaba que no tenían que matar a humanos que fueran testigos de cosas que se suponía que no existían.
—¿Debemos ir por Fang? —Keegan le preguntó a Vane cuando pasaron delante de ella.
—Déjalo que se calme primero. No necesitamos que comience otra pelea.
 Aimee tomó la mano de Vane.
—Gracias por tu ayuda. Realmente lo aprecio. 
Él sacudió su mano suavemente.
—En cualquier momento.
Le sonrió y gesticuló con el pulgar hacia la cocina.
—Iré a dar vuestros pedidos para tenerlos pronto.
Su padre inclinó la cabeza hacia Vane.
—No te preocupes, estás en tu casa. Lo que necesitéis tú y los lobos, háznoslo saber.
—Gracias —dijo Vane y condujo a los lobos de regreso a su mesa.
Dev le sonrió abiertamente a ella.
—Nunca pensé que diría esto de ninguna especie canina, pero creo que me gusta ese grupo.
Aimee no hizo ningún comentario y se dirigió a la cocina donde su madre la estaba esperando.
Con sus rasgos severos, Mamam se apartó para dejarla pasar.
—Constantine se encuentra en el Omegrión como el principal Regis Arcadiann. No lo conozco bien, sin embargo, creo que deberíamos encontrarlo y decirle que sus amigos lo están esperando, para nivelar un poco el campo ya que parecen estar tan impacientes por reunirse con él.
Era una forma sutil de decir que Mamam quería a los chacales muertos y poder  justificarlo en el Omegrión si alguien hacía preguntas. Después de todo, si los chacales cazaban a Constantine tan ferozmente, él debía saber el por qué.
Aimee podría haber argumentado que era una sentencia dura, pero dado lo que los chacales le habían hecho, estaba del mismo humor deportivo que su madre.
—Estoy segura de que Dev puede arreglarlo.
Los ojos de su madre se oscurecieron.
—Nadie amenaza a mis cachorros. ¿Realmente estás bien, chérie
—Estoy bien, Mamam. Gracias a los lobos.
Mamam le acarició suavemente el brazo antes de regresar a su oficina.
Aimee fue por una orden de carne que estaba en la barra. Les entregó los pedidos a los demás cocineros, tomó el plato y agarró una cerveza para Fang cuando pasó por el bar.
—Vuelvo en unos minutos.
Su hermano mayor, Zar, que se parecía mucho a Dev sólo que con el pelo más corto, más alto y más corpulento, la detuvo.
—¿Estás bien?
En este punto, la pregunta la estaba cansando. No era una muñeca frágil que se rompería al más leve contacto. Era un oso con toda la fuerza y capacidades inherentes a su especie. Su familia, sin embargo, tendía a olvidar aquel hecho.
—Un poco sacudida y bastante molesta. No me gusta que nadie caiga sobre mí de la manera en que lo hicieron esos chacales. Pero ahora estoy bien.
Un músculo se tensó en su mandíbula, mostrándole la ira que mantenía oculta debajo de su tranquilo exterior.
—Siento que no fuéramos tan rápidos.
Aquellas palabras la atormentaron mientras revolvían recuerdos dentro de ella que no quería recordar.
—Realmente, está bien, Zar. Prefiero ser amenazada a verte sufrir.
Otra vez. Dejó aquellas palabras tácitas mientras veía sus propios dolorosos recuerdos reflejados en el horror de su mirada.
Era un pasado del que nunca hablaban, pero que los había dejado marcados a todos.
—Te quiero, Zar.
Él le ofreció una hueca sonrisa antes de que se alejara de modo que pudiera seguir atendiendo el bar.
Aimee se dirigió hacia la puerta trasera que daba al callejón y luego cruzó la calle donde Fang estaba sentado sobre la acera, esperando a los demás. Sus rasgos preocupados le recordaron a los de un niño perdido. Algo completamente incongruente con su aura de más-resistente-que-el-acero. Sin mencionar su valor al separarla de su atacante sin siquiera haber sufrido un rasguño. Su velocidad y fuerza no tenían igual y atemorizaban.
A pesar de haber utilizado sus poderes para eliminar la sangre de su ropa, recordaba bien la forma en que había golpeado al chacal.
Pero lo que más la sorprendió era el hecho de que no sintiera rechazo por su violencia. Normalmente, ante tal exceso, habría tenido que mostrarle la puerta.
Entonces, volvía a tener el cuchillo en su garganta. Personalmente, le gustaría patear  ella misma al chacal. Sí, tenía que ser eso. Estaba demasiado agradecida con él como para estar enfadada por sus acciones.
Fang se puso de pie tan pronto como la vio.
Por alguna razón que no podía nombrar, se sentía nerviosa, tímida cuando se acercó a él. Incluso vacilante.
Cuán distinto a ella. Siempre era fría cuando estaba alrededor de hombres, especialmente cuando eran de otra especie. Pero con Fang...
Había algo diferente.
Fang tragó saliva cuando vio que Aimee cruzaba la calle. Era aún más hermosa a la luz del día de lo que era dentro del oscuro club. La luz del sol brilló en su cabello, convirtiéndolo en oro, haciendo que le picara la palma de la mano por querer tocar su suavidad. Debía estar congelándose. Todo lo que tenía puesto era una delgada camiseta del Santuario.
Se quito la chaqueta cuando ella finalmente se acercó.
—Quería agradecerte de nuevo —dijo con su voz baja y dulce. Frunció el ceño cuando él le colocó la chaqueta alrededor de sus delgados hombros.
Fang bajó la cabeza con vergüenza cuando comprendió por qué la molestó su acción.
—Sé que huele a lobo, pero hace demasiado frío para estar aquí fuera con los brazos desnudos.
Ella frunció el ceño aún más al mirar sus brazos.
—Tú también llevas sólo una camiseta.
—Sí, pero estoy acostumbrado a estar afuera —tomó la comida—. Así que supongo que no nos prohibieron volver después de todo.
Ella rió, mostrándole el hoyuelo que mataría por besar.
—Ni mucho menos. Alguien que lucha por nosotros es siempre bienvenido.
Sus rasgos se suavizaron, él asintió.
—Bien. Tenía miedo de tener que escuchar la mierda de Vane durante los próximos siglos.
Aimee sofocó una risa por el modo que se reprendió por haber maldecido frente a ella. Era muy dulce, encantador y también inesperado.
—No eres como los otros lobos, ¿verdad?
Él bebió su cerveza directamente de la botella.
—¿Qué quieres decir?
—Nunca he estado alrededor de los lobos y que fueran tan... 
Arqueó una ceja como si la desafiara a insultarlo.
—Educados.
Fang se rió, un cálido y rico sonido que carecía de cualquier asomo de burla. La expresión suavizó sus rasgos, haciéndolo aún más hermoso y fascinante. Y por alguna razón, no podía tener bastante de él, con cada movimiento que hacía su mirada se dirigía hacia sus bien esculpidos brazos flexionados. Tenía los mejores bíceps que había visto nunca.
—Nuestra hermana está encinta —dijo después de haber tragado un bocado—. Ella tiene códigos que debemos seguir y Vane los hace cumplir.
—¿Pero no te gustan? —Había una nota en su voz mientras hablaba.
Él no respondió mientras cortaba la carne con su tenedor.
Aimee hizo un gesto hacia la barra.
—¿Quieres comer dentro con el resto?
—Nah. No me gusta estar adentro y no puedo soportar a la mayoría de ellos de todos modos —giró su barbilla hacia la puerta labrada del bar donde Dev montaba guardia de nuevo—. Probablemente deberías volver. Estoy seguro de que tu hermano no quiere que estés aquí fuera con perros.
—No eres un perro.
Dijo cada palabra enfáticamente, sorprendida de que realmente fuera lo que sentía. Hacía una hora, habría sido ella la que lanzara ese insulto a él y al resto de su manada.
Ahora…
Realmente no era como los demás y de veras quería quedarse ahí con él.
Vete, Aimee.
Dio un paso alejándose antes de que recordara que llevaba su chaqueta. Quitándosela,  se la devolvió.
—Gracias de nuevo.
Fang no podía hablar cuando la vio cruzar la calle y entrar al bar. Cuando sostuvo su chaqueta contra su pecho, su olor lo golpeó con toda la fuerza de una ola, tan fuerte que quería aullar por ella. En cambio, enterró la cara contra el cuello inhalando profundamente, sintió su cuerpo endurecerse a un nivel por el que sólo lo había hecho por una hembra…
Se estremeció cuando viejos recuerdos lo desgarraron.
A pesar de que no habían sido compañeros, Stephanie había sido su mundo entero.
Y había muerto en sus brazos fruto de un brutal ataque.
Aquel recuerdo destrozó el calor en su sangre y lo llevó de vuelta a la realidad con un feroz recordatorio de lo peligrosa que era su existencia. Era la razón por la que el chacal había tenido suerte de seguir vivo. Lo único que no podía soportar Fang era ver a una mujer amenazada, no importaba quién saliera perjudicado.
Cualquier criatura lo suficientemente cobarde como para aprovecharse de una mujer, merecía la muerte más brutal imaginable. Y si era por la mano de Fang, entonces mejor.
Dobló su chaqueta, tomó el plato y volvió a comer.
Una vez que terminó, Dev cogió los platos y le agradeció una vez más el salvar a Aimee.
—Sabes, para ser un lobo, realmente no apestas.
Fang resopló.
—Y para ser un oso, no irritas mi trasero.
Dev se rió de buena gana.
—¿Irás adentro?
—No. Prefiero estar fuera y congelarme el trasero.
—Te entiendo. A mí también me gusta estar fuera. Hay demasiados humanos allí dentro.
Fang inclinó la cabeza, sorprendido de que el oso lo entendiera. Anya lo había hecho bastante humano, no quería irrumpir más de lo que lo había hecho. Metiendo las manos en los bolsillos, se dirigió de nuevo hacia las motos a esperar.

Aimee salió por las insistentes quejas de Dev que siguieron entrando por el auricular que ella llevaba; todo el personal los llevaba de modo que los Were-Hunter pudieran parecer más humanos siempre que usaran sus poderes para comunicarse unos con los otros.
—¿Qué? —Se paró en la entrada.
Él le dio el plato vacío y la botella de cerveza.
—Oh.
Ella dio un paso hacia delante para cogerlos. Espontáneamente su mirada se dirigió hacia Fang, que había vuelto a sentarse en el suelo con las piernas flexionadas y los brazos cubiertos mientras se apoyaba contra un viejo poste.
Había algo salvaje y masculino en aquella postura. Algo en ello hizo que su corazón se acelerase.
No es de la misma especie, chica…
Sin embargo, eso no le importaba a sus hormonas. Magnífico, era magnífico, independientemente de la clase o el tipo.
Sí, eso era lo que le pasaba. No era nada más que el hecho que era un espécimen excepcional de fisiología masculina.
—¿Te sucede algo?
Parpadeó y miró a Dev, que la miraba fijamente.
—No, ¿por qué?
—No lo sé. Tienes ese tipo de expresión tonta que nunca te había visto.
Hizo un sonido brusco de asco.
—No tengo ninguna expresión tonta.
Él resopló.
—Sí, ponte enfrente de un espejo y compruébalo. Es realmente aterrador. Sin duda, no dejes a Mamam ver esto.
Ella rodó sus ojos.
—¿Eso viene de un oso que cuyo trasero fue pateado por un chacal?
Sus ojos llamearon.
—Estaba preocupado por el cuchillo en tu garganta.
Ella soltó una risa exagerada.
—Estabas en el suelo antes de que fuera capturada.
Comenzó a discutir, luego se detuvo. Miró alrededor como si tuviera miedo de que alguien pudiera haberla oído por casualidad
—¿Crees que alguien se acuerde de esa parte?
—Depende —le dirigió una mirada calculadora—. ¿Cuánto vas a pagarme para respaldar tu versión?
Su mirada se volvió encantadora y dulce.
—Yo te pago con amor, preciosa hermanita. Siempre.
Ella se mofó de su oferta.
—El amor no paga el alquiler, bebé. Sólo el frío efectivo.
Con la boca abierta, tenía una expresión de total agravio mientras sostenía una mano sobre su corazón como si le hubiera herido.
—¿Realmente quieres convertir a tu hermano favorito en un mercenario?
—No. Nunca le haría eso a Alain.
—¡Ay! —Dev sacudió la mano como si se hubiera quemado—. La bearswan tiene actitud.
Riendo, salió a darle un rápido abrazo.
—No te preocupes, hermano mayor, tu secreto está seguro conmigo siempre y cuando no me molestes demasiado.
Él apretó sus brazos alrededor de ella y la sostuvo.
—Sabes que te quiero, hermanita.
—Yo también te quiero.
Y lo hacía. A pesar de sus desacuerdos y disputas, su familia significaba todo para ella. Mientras se alejaba, se volvió para ver por última vez a Fang. Lo más probable era que nunca lo volviese a ver de nuevo. Algo realmente común entre sus clientes y, sin embargo, por alguna razón, esa vez ese pensamiento la hería profundamente.
He perdido como tres células cerebrales… Osa, pon tu culo de nuevo a trabajar y olvídate de él.

Fang se puso de pie en cuanto vio a la manada saliendo del bar. Vane fue el primero en llegar a él.
—Aquí.
Vane le arrojó su mochila y  a continuación, le entregó una bolsa con algo dulce y rico.
—La osa quería asegurarse de que tienes todo para Anya. Dijo que había algo allí para ti.
Eso lo impresionó completamente. Nunca nadie le había hecho regalos.
—¿Para mí?
Vane se encogió de hombros.
—No entiendo los procesos de pensamiento de los osos. La mayoría de los días apenas comprendo los nuestros.
Fang tenía que darle la razón, él tampoco los entendía. Metió la bolsa en su mochila y el resto de los lobos montaron sus motos y se marcharon. Anduvieron en silencio todo el camino de regreso al pantano donde habían hecho su campamento para que las mujeres dieran a luz a sus cachorros en condiciones de paz y protección.
En cuanto volvieron, su padre los encontró en su forma de lobo. Markus cambió a humano solamente para burlarse de ellos.
—¿Por qué tardaste tanto tiempo en regresar con las hembras?
Cuando Fang abrió la boca para decir algo inteligente, Vane le lanzó una mirada de advertencia.
—Fui a visitar la clínica y así tener la información del contacto en caso de que las mujeres requieren de nuestra ayuda.
Markus curvó sus labios. A pesar de que los había enviado allí, tenía que portarse como un idiota.
—En mis días en que dejé en manos de Wolfswans incapaces a nuestras jóvenes mujeres, ellas morían en el parto.
Fang se mofó.
—Entonces es algo bueno que estemos en el siglo XXI y no en la Edad Media, ¿no?
Vane sacudió la cabeza mientras que su padre le gruñía como si estuviera a punto de atacarlo.
Esta vez Fang se negó a retractarse.
—Pruébalo, viejo —dijo, utilizando un término que sabía enfurecería a su padre ya que siendo un Katagaria despreciaba su naturaleza humana—. Te arrancaré la garganta y será el inicio de una nueva era de liderazgo para esta manada.
Podía ver el deseo de hacerlo en los ojos de Markus, pero el señor de los lobos sabía lo que hacía. En una pelea, Fang ganaría.
Su padre no era el mismo lobo que había matado a su propio hermano para ser  el Regis de su manada. Se había vuelto débil con la edad y sabía que no tenía muchos años más antes de que Fang o Vane asumieran el puesto.
De una u otra manera.
Fang prefería estar sobre el cadáver del viejo. Pero otras disposiciones también le valdrían.
Esa era otra de las razones por la cual su padre los odiaba. Sabía que su mandato había pasado y que ellos sólo estaban acercándose al propio.
Markus estrechó su mirada de modo amenazador.
—Un día, cachorro, vas a cruzarte en mi camino y tu hermano no estará aquí para impedirme matarte. Cuando ese día llegue, será mejor que reces por tu salvación.
La mirada de Fang se volvió maligna.
—No necesito salvación. No hay un lobo aquí que no limpie mi trasero. Tú lo sabes. Yo lo sé y lo más importante, todos lo saben.
Vane arqueó una ceja frente a su comentario como si no aprobara sus palabras.
Fang le dedicó una sonrisa un poco torcida.
—Tú no cuentas, hermano. Pienso más en ti como para intentarlo.
Markus los rastrilló retorciendo de manera repugnante sus labios.
—Ambos me ponéis enfermo.
Fang dijo con un bufido.
—Vivo para eso… padre —no podía resistir usar el título que sabía disgustaba a rebosar  al viejo—. Tu eterna repugnancia me alimenta como la leche materna.
Markus se transformó en un lobo y se alejó de un salto.
Vane se volvió contra él.
—¿Por qué haces eso?
—¿Hacer qué?
—¿Joder a todo el mundo con quien tienes contacto? Sólo por una vez,  ¿podrías cerrar  la boca?
—Es una habilidad.
—Bueno, desearía que la olvidaras.
Fang resopló, irritado por el maldito tema que lo molestaba desde hacía trescientos años. No era la clase de lobo que lo soportara. La mayor parte del tiempo daba lo mejor de sí.
—Va en contra de mis principios. Deja de ser una anciana.
Dio la vuelta y se dirigió hacia el borde del campamento que Anya había escogido como guarida con su compañero Orian.
Fang siempre tenía que morderse la lengua a su alrededor. Odiaba al lobo que los Destinos habían escogido para su hermana. Ella se merecía algo mejor que aquel tonto, pero lamentablemente, eso no estaba en sus manos. Los Destinos escogían a sus compañeros y ellos solo podían someterse o el macho viviría toda su vida completamente impotente y la hembra estéril.
Para salvar a su especie, tenían que aceptar a cualquiera que los Destinos hubieran asignado como su pareja. En el caso de sus padres, su madre se había negado y ahora su padre había quedado impotente y perpetuamente cabreado.
No es que Fang culpara al viejo por eso. Probablemente, él estaría demasiado insufrible si pasara siglos sin sexo. Pero eso era la única parte de su padre que entendía. El resto del lobo era un completo misterio para él.
Afortunadamente la pareja de Anya no estaba con ella.
Anya estaba tumbada sobre el césped en la mortecina luz del sol, sus ojos apenas abiertos, una ligera brisa agitaba su suave piel blanca. Su barriga estaba hinchada y podía verse a los cachorros moverse dentro de ella.
Era bastante vulgar, pero no iba a insultarla de esa forma.
Ya volvisteis…
Sonrió ante la suave voz en su cabeza.
—Sí y…
Tomó la bolsa y se la alcanzó.
Ella se sentó de inmediato y trotó hacia él.
¿Qué trajiste?
Hociqueó la bolsa como tratando de ver a través de ella con su hocico.
Fang se sentó y la abrió para mostrar lo que les había dado Aimee. En el momento en que lo hizo, su corazón se aceleró. Había agregado dos filetes, baklava, beignets y galletas. También había una pequeña nota en el fondo.
Sacó las galletas y las sostuvo para Anya mientras leía la letra fluida de Aimee.

Realmente aprecio lo que hiciste y espero que tu hermana disfrute de la comida. Hermanos como tu deberían ser siempre apreciados. Cada vez que necesites un bistec, ya sabes dónde estamos.

No entendía por qué una nota tan pequeña e inofensiva le llegaba tan hondo, pero lo hacía. No pudo evitar sonreír mientras una imagen de ella se introdujo en su mente.
Deja de comportarte como un loco.
Sí, algo definitivamente estaba mal con él. Tal vez necesitaba ver a uno de esos psicólogos de animales o algo así. O quizás haría que Vane le diera una fuerte patada en el trasero.
¿Huele a oso?
Metió la nota en su bolsillo.
—Es del personal del Santuario
Ella negó con la cabeza y estornudó en la tierra.
Gah, ¿podrían oler peor?
Fang no estuvo de acuerdo. Él no olía a oso, solo olía a Aimee y era una esencia deliciosa.
—Probablemente, ellos piensan lo mismo de nosotros.
Anya se detuvo para observarlo.
¿Que dijiste?
Fang se aclaró la garganta como si no hubiera defendido a otra especie.
—Nada.
Ella le lamió los dedos mientras él le daba más galletas.
Una sombra cayó sobre ellos. Mirando hacia arriba, vio a Vane ahí de pie con el ceño fruncido.
—¿No debería ser su compañero quien hiciera eso por ella?
Fang se encogió de hombros.
—Siempre fue un cabrón egoísta.
Anya le mordió con fuerza los dedos.
Cuidado, hermano, es del padre de mis cachorros de quien estás hablando.
Fang se mofó de su tono protector.
—¡Uno elegido por un trío de perras psicópatas… ay!
Saltó cuando Anya hundió sus dientes profundamente en la parte carnosa de su mano. Maldijo cuando vio como la sangre chorreaba como agua de la herida que le había hecho.
Ella estrechó su mirada.
De nuevo, él es mi compañero y lo respetarás.
Vane le dio unos golpecitos en la parte trasera de la cabeza.
—Chico, ¿es que no aprendes?
Fang se mordió el labio para abstenerse de lanzarles un mordisco a ambos. Odiaba cuando lo trataban como a un deficiente mental. Como si sus opiniones no tuviesen importancia. En cualquier momento que abriera la boca, uno de ellos le diría que la cerrara.
Honestamente, estaba bastante cansado de ese trato. Todos lo veían como a la fuerza que necesitaban. Un arma cargada para ser utilizada en contra de sus enemigos. El resto del tiempo, querían meterlo en una caja, completamente silencioso y discreto.
Como sea.
Transformándose en un lobo, los dejó antes de que dijese algo que todos lamentarían.
Pero un día…
Un día les haría saber simplemente qué tan cansado estaba de ser su lobo omega.

Aimee se detuvo en la mesa donde los lobos habían estado. En la esquina había un par olvidadas gafas oscuras. Se inclinó y los recogió sólo para percibir la esencia de su dueño.
Fang.
Una leve sonrisa sobrevoló en los bordes de sus labios cuando recordó la forma en que se veía inclinado en su silla. Relajado y letal.
—¿Qué es eso?
Saltó cuando Wren habló justo detrás de ella. Mirándole sobre el hombro, sonrió al joven tigre. Guapo y delgado, tenía largos mechones rubios con flequillo que caían sobre sus ojos, escudándolos del mundo. Ella era una de las pocas personas a quienes él les hablaba.
Sostuvo en alto las oscuras gafas a fin de que pudiera verlas.
—Uno de los lobos los dejó.
Él se rascó su barbuda mejilla.
—¿Quieres que los ponga entre los objetos perdidos?
—Está bien. Lo haré yo.
Él asintió con la cabeza antes de que siguiese adelante para cobrar a otra mesa.
Aimee cerró los ojos y apretó las gafas. Cuando lo hizo, vio una perfecta imagen de Fang en forma de lobo atravesando el pantano corriendo.
Alguien estornudó.
Se sobresaltó, mirando rápidamente a su alrededor con miedo de que alguien la atrapara usando un poder que nadie sabía que tenía. Era algo que sólo unos de los más poderosos Aristos podía manejar y el hecho que ella lo tuviese…
Era tanto un peligro como un regalo.
Y era un poder que le había costado la vida de dos de sus hermanos. Por esa sola razón, nunca debía permitir que alguien supiera lo que podía hacer.
Pero hoy esos poderes no le daban miedo. La permitirían encontrar a Fang y devolverle sus gafas.
Verificó el reloj en su muñeca.
En treinta minutos tendría libertad para tomar un descanso del trabajo y buscar al lobo…

Aimee se detuvo junto al ciprés que se proyectaba en el agua y se torcía hacia el cielo. El sol poniente se avivaba entorno a las ramas, emitiendo un resplandor majestuoso que también se reflejaba en la brillante agua negra. Era extraño y bello. Hechizante.
Si bien había vivido en Nueva Orleáns más de un siglo, nunca había prestado mucha atención al pantano o los riachuelos. Había olvidado qué tan bellos podían ser.
Sonriéndole a la imagen, manifestó su cámara y comenzó a fotografiarla. No había nada que amara más que capturar la naturaleza en sus formas más puras.
Completamente cautivada por la complejidad del modo de en que la luz jugaba contra el árbol, dejó de prestar atención a su entorno. El mundo se desvaneció a medida que se movía en un círculo grande, inclinando la cámara para mejores ángulos.
El agua turbia chapoteaba alrededor de sus pies cuando se movía. Por el rabillo del ojo, vio a un pájaro alzar el vuelo. Comenzó a capturar eso igualmente, pero cuando se movió, oyó algo…
Un gruñido bajo, agudo.
Antes de que pudiese reaccionar, un lobo la atacó.

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