jueves, 12 de enero de 2012

A parte 17

27 de Octubre, 9528 A.C.

Acheron se recostaba en la cama con la cima de la nariz picándole tanto que realmente hacía caso omiso al resto de su dolor. Vendería su alma si sólo pudiera rascarse. Un brillante destello a su izquierda llamó su atención.
Era Artemisa. Vestida de blanco, estaba tan hermosa como siempre y la odiaba por ello.
Su estómago se encogió ante la rabia que finalmente ella le recordaba.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Estaba aburrida.
Bufó ante su petulancia y al hecho de que viniese a él ahora.
—Me temo que no podré entretenerte más. Ya no seré capaz de ello.
Ella tiró de la sábana y curvó el labio al ver lo que le habían hecho a su pene.
—¡Ew! ¿Qué te hicieron?
Él cerró los ojos cuando lo bañó la humillación.
—Me castraron, ¿recuerdas? Incluso fui lo bastante estúpido para pedirte ayuda.
—Oh, eso. —Ella chasqueó los dedos.
Acheron jadeó cuando su pene fue atravesado incluso por más dolor. Dolía tanto que le quitó la respiración y trajo lágrimas a sus ojos.
—¿Ves? Ya estás mejor.
Con la respiración entrecortada, todavía estaba en llamas.
—Ya no tienes el cabello largo.
¿Eso era todo lo que le importaba? ¿Qué no tuviera el cabello largo? Era una buena cosa que no pudiera moverse, de otro modo quizás se habría ido a sobre cuello por ese comentario.
—¿Por qué estás encadenado?
Si ella hacía una pregunta estúpida más, realmente iba a estrangularla.
—Para evitar que me suicide.
—¿Por qué harías eso?
Acheron apretó los dientes. ¿Qué bien haría explicárselo? A ella no podría importarle menos. Menos aún le había importado cuando había rogado que lo hiciera por él. Excepto por el hecho de que se aburriría y quizás realmente lo intentara y encontrara otro hombre al que saltarle encima. Los dioses prohibirían que la polla de otro hombre realmente la satisficiera.
—Pareció una buena idea en aquel momento. Actualmente ya no tanto.
Ella le miró con enfado.
—Tendré que conseguir que te suelten, lo juro, causas más problemas de lo que vales. Espera aquí.
¿Acaso tenía elección?
—No te preocupes —gritó después de que ella se desvaneciera— No puedo levantarme ni para mear.
Y la nariz todavía le picaba.
No pasó mucho antes de que su padre entrara en la habitación mirándolo con disgusto. ¿Aquello era nuevo?
Como siempre, el rey se veía pulcramente arreglado. Su pelo rubio estaba perfectamente peinado y sus túnicas blancas brillaban a la luz del sol.
Acheron se encontró con su ceño impávidamente.
—¿Puedo ayudaros?
Los ojos azules de su padre se iluminaron con furia.
—¿Qué más hay que hacer para enseñarte tu lugar?
¿Su lugar? Ese debería ser como el heredero de su padre. Debería ser el de un reverenciado príncipe.
En vez de eso, estaba tendido y encadenado a una cama, su desnudez sólo cubierta por la ensangrentada sábana que Artemisa había vuelto a ponerle encima de modo que no tuviera que ver la obra del carnicero. Estaba mugriento por la falta de aseo y no dudaba que su pelo estaría tan harapiento como su barba.
Acheron apartó la mirada.
—Conozco mi lugar.
Su padre pateó la cama. Así que Artemisa había conseguido liberarle.
—Las criadas están enfermas de limpiar tu suciedad, no es que las culpe. Por esa razón, vas a ser liberado. Pero si haces algo estúpido, juro por todos los dioses que te encadenaré a la pared en una mazmorra y te dejaré allí para que te pudras.
Él ya le había hecho eso.
—No os preocupéis, Padre. Permaneceré fuera de vuestro camino.
—Mejor que sea así. —Indicó a los guardias tras de él que quitaran los grilletes.
Finalmente, Acheron pudo rascarse la nariz otra vez. Apenas había acabado de hacerlo antes de que Styxx entrara en la habitación y le tirara una prenda azul pálido.
Acheron frunció el ceño hasta que se dio cuenta que era uno de las togas de Ryssa.
Styxx se rió.
—Pensé que quizás querías algo acorde a tu nuevo tú.
Su mirada se volvió roja de rabia.
Antes de que pudiera pensarlo, Acheron salió de la cama. Tiró a Styxx contra el suelo y le golpeó la cabeza contra la piedra, queriendo partirla igual que un melón. Consiguió propinarle seis buenos sólidos golpes hasta que los guardias lo sacaron del estómago de Styxx.
Acheron se encontró luchando con ellos con todo lo que tenía, pero le sostuvieron los brazos a la espalda de modo que no había mucho que pudiera hacer excepto maldecirlos. Gracias, Artemisa, por retirar tu regalo.
Styxx se levantó del suelo con una furiosa maldición propia. Agarró la espada de su padre y habría matado a Acheron si su padre no lo hubiera detenido.
—Llevadlo fuera y golpeadle —bramó su padre.
—¡No!
Acheron levantó la mirada para ver a Ryssa en el corredor.
La expresión de su padre era de una completa incredulidad.
—¿Qué has dicho?
Ella cruzó los brazos sobre el pecho y se mantuvo fuerte y decidida en el dentro de las puertas abiertas.
—Ya me habéis oído, Padre. Dije no.
La cara del rey enrojeció de furia.
—Tú no me dices lo que hacer, mujer.
—Tenéis razón —dijo ella calmadamente—. No puedo daros órdenes. No tengo poder sobre vos, pero como la amante de Apolo, tengo algo que decir en lo que a él se refiere y a quien él perdona, especialmente con respeto a mi propia familia… —Miró de manera significativa a Acheron y volvió de nuevo a él—. Estoy harta de que se abuse de Acheron. Nunca más.
El rey indicó hacia Styxx.
Él miró a Acheron y asintió.
—Ha sangrado más de lo que le corresponde.
Styxx está sangrando.
Su mirada fue a la toga en el suelo.
—Y por su crueldad yo diría que recibió una ligera sentencia.
Styxx la fulminó con la mirada.
—Un día, Ryssa, seré tu rey. Harás bien en recordar eso.
Ella encontró su enfado levemente divertido.
—Y yo soy la madre de un semidiós. Harías bien en recordar eso, hermano.
Styxx la empujó cuando salió de la habitación. Su padre sacudió la cabeza.
—Mujeres —farfulló antes de irse dejándolos a solas.
Ryssa se inclinó y cogió la toga del suelo antes de apretarla igual que una pelota.
—Me disculparía por él, pero no hay excusa que valga —bufó ella—. Sólo desearía poder haber usado ese argumento tuyo de antes. Poco saben ellos que a Apolo no podría importarle menos lo que yo piense. Pero ese será nuestro secreto, ¿vale?
Acheron se encogió de hombros cuando se apartó de la cama y tiró de la sábana rodeándose con ella para cubrir su desnudez de la mirada de su hermana.
—Sólo me quedaría atónito si Padre me mostrara otra cosa que desprecio.
Ella dejó escapar otro largo y triste suspiro.
—¿Debo conseguir una bandeja de comida para enviártela al baño?
Él negó con la cabeza.
—No tengo intención de ir allí otra vez.
—Tienes que bañarte.
No realmente. Quizás si olía lo bastante mal nadie lo molestaría ya. Pero no estaba dispuesto a discutir con su hermana.
—Deberías ir y descansar mientras Apollodorus no te necesite.
Ella le dio un gentil abrazo antes de marcharse.
Ryssa apenas había cerrado las puertas antes de que Artemisa saliera de las sombras.
Ella le sonrió.
—Di gracias, Artemisa.
—Sólo si puedo decirlo rechinando los dientes.
Se quedó boquiabierta como si no pudiera creer su enfado.
—¿No estás agradecido?
Acheron levantó las manos a modo de rendición.
—No quiero pelear contigo, Artie. Honestamente. Sólo quiero lamerme las heridas durante un rato.
Se materializó a su espalda y tiró de él contra sí.
—Yo puedo lamerlas por ti. —Ella hundió su mano para cubrirlo.
Encogiéndose por sus caricias, Acheron le apartó la mano del pene.
—Dado que ha pasado menos de una semana desde que me cortaron los huevos, Artemisa, no estoy de humor.  
Ella hizo un sonido de disgusto.
—No seas tan bebé. Ahora estás intacto. Celebrémoslo dándoles uso. —Le sopló ella al oído.
Acheron saltó alejándose. Naturalmente, ella lo siguió.
Sólo dale lo que quiere. De otro modo esto continuaría hasta el punto que se pusiera furiosa y probablemente lo atacara.  Preferiría que me arrancaran los ojos. Por supuesto, se regenerarían solos lo cual le hacía preguntarse si sus pelotas no habrían hecho lo mismo sin la ayuda de Artemisa.
Honestamente, no tenía sentido luchar en esto. No era como si no hubiera sido forzado a tener sexo con gente a la que detestaba antes. Todo un argumento que retrasaría lo inevitable y conseguiría que lo hirieran de nuevo.
Quizás también consigas librarte de ello lo más rápido posible.
Se volvió a mirarla.
—¿Dónde me quieres?
Las palabras apenas habían dejado sus labios antes de que se encontrara de espaldas, sobre su cama con ella desnuda encima de él.
—Te he extrañado, Acheron.
Él hizo una mueca cuando ella hundió los dientes en su cuello y entonces hizo lo que siempre hacía. Le dio placer y no tomó nada para sí mismo.
Ella ni siquiera se dio cuenta, excepto para decir que le gustaba cuando no estaban tan sucios como cuando lo estaban siempre que él eyaculaba. Ahora se recostó sujetándola mientras ella ronroneaba de satisfacción.
Y Acheron todavía estaba vacío por dentro.
Artemisa se sentó y se envolvió en una sábana.
—Mejor que regreses ahora. Hades está dando una fiesta en el templo de Zeus esta noche y tengo que hacer acto de presencia.
Él ni siquiera había tenido tiempo de abrir los labios antes de estar de regreso en su habitación a solas… Como un mueble desechado con el que estuvo para pasar el tiempo. Fue a lavar el tazón y vertió un poco de agua del cántaro para asearse y afeitarse, después se vistió.
Enfermo hasta el alma, consideró ir a los juegos, ¿Pero por qué preocuparse? Haría falta mucho más que eso para que lo hirieran interiormente. Y cuando miró alrededor de su prisión, su mirada cayó en el vino que Ryssa había comprado. Desafortunadamente no era lo bastante fuerte para llenar el vacío agujero que ardía.
Agarrando su bolsa de monedas y capa, dejó el palacio y fue a la calle donde todos los componedores estaban relegados. No le tomó mucho encontrar su viejo comerciante. Bajo y rellenito, el hombre era calvo con una boca llena de dientes podridos, y permanecía en la esquina en el exterior del peor burdel de la ciudad.
Euclid sonrió en el momento en que lo vio acercarse.
—Acheron, ha pasado mucho tiempo.
—Lo mismo digo. ¿Tienes alguna Hierba de Morfeo?
Él se relamió con avidez.
—Por supuesto que sí. ¿Cuánto quieres?
—Todo lo que tengas.
Arqueó una ceja ante eso.
—¿Tienes suficientes monedas?
Acheron le tendió su bolsa.
Impresionado, Euclid sacó un pequeño arco de madera del carro que para los no iniciados o ingenuos parecía contener sólo harapos. Le tendió a Acheron el arco para que lo inspeccionara. Acheron lo abrió y se llevó las hierbas a la nariz. La acre lavanda no era bastante para enmascarar la hierba que lo aliviaría.
Acheron lo cerró.
—Gracias. Necesitaré la cuerda y las ollas para ello también.
Euclid se las tendió a cambio de más monedas.
—Tendré más la próxima semana. Cualquier cosa que necesites, házmelo saber y si no tienes monedas para ello, seguro que los dos podemos llegar a un acuerdo. —Arrastró un sucio dedo bajando por el lado de la cara de Acheron.
No sabía por qué se ofendía. Después de todo, era una práctica común para las putas el ofrecer sus cuerpos a cambio de mercancía, pero por alguna razón eso lo cortaba profundamente.
—Gracias, Euclid.
Bajando la capucha, continuó su camino a través de los oscuros callejones de regreso al palacio y su habitación.
Allí en la oscuridad, abrió el arco y mezcló las hierbas. Cuán extraño que recordara la cantidad exacta a usar.
“Inhálalo chico. Esto hará que todo sea mucho más placentero para ti.”
Sus intestinos se encogieron al oír la voz de Estes en su cabeza. La primera vez que se la había dado, su tío lo había sujetado en el suelo y lo había obligado a respirarlo. Después de eso, Acheron había necesitado muy poca coacción. Su tío había tenido razón, esto lo hacía mucho más tolerable ya que apartada todo de su conciencia y pelea. Lo hacía un estúpido suplicante a cualquier acto degradante que quisieran realizar con él.
Quemó las hierbas y sopló hasta conseguir carbonizar ligeramente la cantidad correcta para los vapores fueran suficientemente potentes. Cerrando los ojos, cogió la máscara de arcilla y la mantuvo en la nariz, entonces inhaló hasta que todo el dolor se detuvo.
Con la cabeza a la deriva, se derrumbó sobre la cama y se tendió de modo que podía ver el techo inclinándose y girando.
¿Apostolos? ¿Dónde estás?
—Hola, voces —suspiró él. Siempre se hacían más fuertes cuando estaba en lo alto.
Queremos que vengas a casa, Apostolos. Dinos dónde encontrarte.
Él miró alrededor de la habitación y suspiró.
—Estoy en una habitación oscura.
¿Dónde?
Acheron se rió, entonces se enroscó sobre su estómago y gruñó ante la sensación de la áspera ropa contra su cuerpo. Dejó escapar una harapienta respiración cuando su pene se endureció. Artemisa se había deshecho de él demasiado pronto. La droga lo estaba poniendo increíblemente caliente.
Como siempre, a ella no le importaba lo más mínimo lo que él hiciera. Cada vez que iba a su cama, ella arrugaba la nariz desagradablemente. Por lo que para él era más fácil sólo joderla y darse placer a si mismo después cuando estaba a solas.
Jadeó bruscamente cuando la sábana rozó sus pezones. El placer era intolerable. Pero se negaba a tocarse a sí mismo.
No quería liberación ni ningún tipo de placer. Sólo quería paz.
Más que eso, quería ser acariciado por alguien que diera una mierda por él. Y ciertamente ese no era él.
.6pt;m� &n l ج� �� so-para-margin-top:.8gd;mso-para-margin-right:0cm; mso-para-margin-bottom:.8gd;mso-para-margin-left:0cm;text-align:justify; text-indent:26.95pt'>Quiero salir de aquí.
E intentó buscar una salida. Fue de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y en todas partes era lo mismo. No tenía a dónde ir ni a nadie que le quisiera por más tiempo del que se necesitaba para follarle. La única razón por la que había vuelto había sido el recuerdo de su hermana y el verano en que se sintió como una persona y no como un objeto.
Con el estómago revuelto levantó la vista hasta el palacio sobre la colina que brillaba como una estrella mágica.
Y aún, aquellas voces talantes le susurraban.
Ven con nosotros, Apostolos. Ven a casa...
Acheron se rió con amargura.
—¿Para qué? ¿Para que podáis joderme como todos los demás?
No tenía sitio donde ir. No había liberación para su tormento. La única razón que tenía para seguir viviendo eran las dos únicas personas que no le juzgaban.
Ryssa y Apollodorus. Que los dioses se apiadaran de él si los perdía. Nunca sería capaz de seguir viviendo si ellos abandonaban este mundo sin él.

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