jueves, 12 de enero de 2012

A parte 13

3 de Marzo, 9527 AC

Acheron estaba sentado en el cuarto de los niños, dándole tiras de carne a Apollodorus. Los dos habían estado solos la mayor parte de la mañana mientras Ryssa yacía con un terrible dolor de cabeza. No sabía por qué su sobrino parecía adorarlo, pero el niño podría seguirlo donde fuera.
Era la única cosa buena en su vida.
Apollodorus dejó salir un largo eructo, luego se rió con gracia.
Acheron levantó sus cejas.
 —Creo que ya estás lleno, mi Señor.
El bebé cayó y se rió. Acheron lo cargó, apoyándolo contra su hombro.
Acababa de recostarlo para la siesta cuando las puertas del cuarto de niños se abrieron. Por un momento, temió que pudiera ser su padre o Apolo, pero afortunadamente era Ryssa acompañada de una joven y diminuta mujer rubia.
Le tomó un momento darse cuenta quién era ella.
Maia.
—¡Acheron! Mira quién vino de visita con su madre.
La dicha llenó por completo su ser mientras se levantaba para saludar.
—Es bueno volver a verte. —La abrazó estrechamente.
Se apartó para observarlo con una sonrisa.
—Acheron… ha sido demasiado tiempo. No has cambiado nada.
Pero ella sí. Y cuando recorrió su brazo con una inquietante caricia, se congeló con temor. Especialmente cuando esa luz familiar llegó a sus ojos. Era como si no pudiera controlarse. Condenada maldición.
No Maia…
Retrocediendo, puso distancia entre ellos.
—¿Qué te trae aquí?
—Vine con mi madre.
Ryssa lanzó una pálida sonrisa que le indicó que la cabeza aún le dolía.
—Se quedarán una semana.
Esas noticias debían alegrarlo, pero en vez de eso lo atemorizaron.
—¿De verdad?
Maia se aproximó lentamente, como una leona hambrienta de un pedazo de él.
—Tú y yo debemos ponernos al día.
Antes que pudiera responder, una criada llamó a Ryssa.
Su hermana hizo una mueca de dolor y presionó la mano contra la sien, luego los miró.
—Regreso ahora.
Maia dio un paso acercándose.
—Había olvidado lo hermoso que eras…
Puso una mano en el hombro para apartarla.
—Me dijeron que tienes esposo ahora.
—No está conmigo. —Se inclinó provocativamente.
—No —dijo firmemente. —No haré esto contigo.
Lamió sus labios mientras le lanzaba una mirada por entre sus pestañas.
—Ya no soy una niña, Acheron. Soy una mujer adulta con un bebé propio.
—Y yo no tengo ningún interés en ti de esa manera.
Se estiró hacia su ingle.
Acheron agarró la mano antes que hiciera contacto.
—Maia, te cuidé cuando eras una niña.
—Y ahora quiero que me cuides como a una mujer.
—Por favor, detente.
—¿Por qué? Eres más joven que mi esposo. —Trató de retirar la mano de su agarre—. ¿No me encuentras atractiva?
Ryssa regresó.
La soltó y rápidamente se alejó.
—Me tengo que ir ahora.
—¿Algo va mal? —Preguntó Ryssa.
Más de lo que alguna vez podría decirle.
—No. Estoy bien. Sólo tengo que irme. —Prácticamente corrió fuera de la habitación y no se detuvo hasta que estuvo seguramente encerrado en sus aposentos.
Apoyándose contra la puerta, maldijo por lo que había pasado. ¿Qué es lo que estaba mal que cualquiera que pasara la pubertad quería follarlo?
Estaba tan cansado de que todo el mundo lo estuviera agarrando, guiñándole, mirándolo sugestivamente. Eso no era normal y ahora con Maia se había dado cuenta de algo terrible.
Nunca podría tener una relación normal con nadie.
Padre, hermana, incluso una amistad de la niñez.
En el momento que alguien pasara la pubertad, estaba acabado para él. Enfermo ante ese pensamiento, se deslizó hacia el suelo apoyado contra la puerta, odiando cualquier maldición que los dioses le hubieran dado.

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