—¿Qué es lo que hiciste?
Tory saltó al sonido de la profunda voz de Ash detrás de ella. Culpable por haber contactado a su amigo, giró en redondo para enfrentarlo y se paralizó al verlo. Vestido con pantalones negros y botas, había dejado que su húmedo cabello colgara libremente sobre sus hombros. Buena noche, el hombre era increíblemente apetecible. Pero fue la descolorida camiseta gris que tenía un montón de esqueletos la que realmente la cogió con la guardia baja y la hizo preguntarse si su propensión por ellas no le haría asesinarla por lo que había hecho a sus espaldas.
Aclaró su garganta y trató lo mejor de no parecer nerviosa.
—¿Qué?
—Encendiste algo mientras estaba en la ducha y me congelé hasta el cerebro.
Aliviada que fuera todo lo que le señalara, ella rió.
—Lo siento. El lavavajillas. No lo volveré a hacer.
—Por favor, no. En un minuto estaba escaldado, al siguiente congelado.
Ella frunció el ceño cuando observó el tatuaje del dragón de vuelta en su antebrazo—donde había estado originalmente.
—¿Es alguna clase de truco temporal que usas para joder la cabeza de las personas? Juraría que se mueve a diferentes partes de tu cuerpo.
Antes que pudiera contestar, sonó su teléfono. Tory gruñó ante el sonido.
—Sabes, entre los dos, no tenemos un segundo de paz con estos estúpidos teléfonos — contestó ella, sorprendida de encontrar a Bruce—. Hey, cariño. ¿Encontraste el diario para mí?
—No. Alguien asesinó a Dimitri anoche y saqueó su casa. Deben haberse llevado el libro.
Abrumada antes las inesperadas noticias, Tory soltó el teléfono mientras el horror y el dolor la envolvían.
Ash apenas las agarró antes que cayera al suelo, sollozando.
—Respira —susurró él.
Pero no parecía escucharlo mientras decía, —no, no, no— en un tono bajo.
Él levantó el teléfono del suelo.
—¿Hola?
—¿Dónde está Tory? —demandó un hombre.
Ash la miró. Tenía las piernas juntas contra su pecho y sollozaba sobre ellas mientras se cubría la cabeza con un brazo.
—Está realmente perturbada. ¿Qué ocurrió?
—Uno de nuestros amigos fue asesinado anoche.
Ash apretó los dientes cuando recordó el horror de las horas finales de Dimitri—nadie merecía eso.
—Está bien. Haré que te llame cuando esté más calmada. —Colgó el teléfono y tiró de ella contra él.
Tory enterró el rostro en su hombro y envolvió los brazos en su cuello en un abrazo de hierro que de alguna manera lo lastimó.
—¿Cómo puede estar muerto? ¿Por qué?
Él la sostuvo más cerca.
—No lo sé, Tory. La mierda nos cae a los mejores.
—No. No por un jodido libro —Su lenguaje lo sorprendió y le dejó saber exactamente cuán enfadada estaba—. Por favor, Acheron, dime que un libro no vale la vida de un hombre—. Ella se levantó del suelo y agarró el teléfono.
—¿Qué estás haciendo?
Apartando las gafas, se secó los ojos mientras sus mejillas se enrojecían de rabia.
—Voy a llamar a todo mi equipo para decirles que se escondan inmediatamente. No tendré a otra persona herida. ¡No!
Él no trató de detenerla al tiempo que se levantaba. En vez de eso, trató de sentir algo de todo esto con sus poderes. Era tan frustrante no tener una visión o una pista sobre lo que estaba pasando. No se había sentido tan vulnerable desde el día que murió.
Después de llamar a todos en los que pudo pensar, Tory colgó y suspiró.
—Todos los demás están al tanto y seguros. Esperemos que siga de esa manera —Inspirando audiblemente, se sacó las gafas y usó la camiseta para limpiarlos. Ash admiró la forma en que se recompuso.
Se volvió a colocar las gafas y lo perforó con una enojada y dolida mirada.
—¿Qué crees que hay en ese libro que lo hace tan importante?
—El fin del mundo.
Ella le frunció el ceño.
—Sé serio.
—¿Qué si lo fuera?— preguntó él, queriendo sentirla y ver qué haría si ella lo estuviera—. ¿Qué si hubiera algo en ese libro que fuera totalmente apocalíptico?
Ella no vaciló en su respuesta.
—Entonces tendrá que ser destruido.
—¿Aún si contuviera la prueba de la Atlántida?
Ella empujó sus gafas con el dorso de la mano.
—Bueno, como estamos siendo hipotéticos, sí. La prueba de la Atlántida no vale la destrucción del mundo. Quiero decir, realmente, ¿de qué valdría salvar la reputación de mi padre si no hubiera nadie a quien le importara?
Él rió ante su indignación.
—Piensas rápido en tus cabales.
—Así me han dicho —Ella hizo una pausa y cerró sus ojos—. No puedo creer lo de Dimitri. Dios, espero que no haya sufrido.
Ash no hizo ningún comentario. No quería mentir y la verdad…
Apestaba.
En vez de eso, trató de distraerla.
—¿Qué haces normalmente en un sábado?
Ella suspiró mientras apartaba el paño de cocina. Era obvio que aún estaba desgarrada por lo de Dimitri, pero trataba de ser valiente.
—Depende del sábado. Aquí, últimamente, estaba haciendo paracaidismo, pero mi piloto canceló antes de ayer por enfermedad, así que estaba planeando clasificar papeles y ver malas películas. ¿Qué hay de ti? Además de estampar el ego de un niño pequeño en la mañana temprano, ¿qué haces?
Sonriendo ante el divertido sarcasmo de su voz, saco un reloj de bolsillo de sus vaqueros.
—En unas dos horas, lo sabrás.
—¿Qué hay en dos horas?
—Un partido de baloncesto.
Ella hizo un sonido de supremo disgusto.
—Oh no. No soy espectadora de deportes. Me aburren hasta las lágrimas.
Ash le chasqueó la lengua. En esta cuestión, él sería la poderosa montaña que nadie movería. Había hecho una promesa e iba a estar ahí sin importar lo qué.
—Ya podrías ir reconciliándote con el hecho de que estarás sentada hoy en la grada ya que no te puedo dejar aquí sola.
Ella de verdad que siseó como gato.
—Sigue soñando, amigo. No va a pasar.
—Sí, lo hará.
—No— dijo ella firmemente—no lo hará.
Tory no podía creer su obstinación. ¿Por qué estaba siendo tan irrazonable? ¿Qué diferencia habría si se perdía un estúpido juego con sus amigos?
Pero más protestaba ella, más la ignoraba él. Literalmente pelearon hasta que él bajó vistiendo una camisa de árbitro de poliéster blanca y negra. Incluso llevaba deportivas de baloncesto en vez de sus requeridas botas.
La visión de él vistiendo así la aturdió hasta que lo absurdo de ello la golpeó.
Todo lo que podía hacer para no reírse de él viendo su cabello rojo y negro echado atrás en una cola y un aro en la nariz… no un tachón. Un pequeño aro de plata haciendo juego con los dos que ahora llevaba en el lóbulo izquierdo.
—Te dejan arbitrar, ¿uh?
—Nadie discute con mis decisiones.
—Apostaría eso.
Él se puso su abrigo y recogió la mochila de la muerte.
—¿Quieres ir conmigo hasta el partido?
Ella se sorprendió ya que no lo había visto sino caminando o yendo con ella.
—¿Tienes coche?
Ash sonrió.
—Moto. La traje la noche pasada cuando fui a recoger mi ropa —Era una pequeña mentira. La verdad era que la había materializado esa mañana cuando decidió que quería amontar un rato y esperaba que ella no se negara.
—No tengo casco.
Él sacó uno de la mochila.
—Ahora lo tienes. ¿Qué dices? ¿Lista para algo de aventura?
Tory arrugó la nariz ante el casco y cruzó los brazos sobre el pecho. A ella le encantaría unirse a él, pero no era ninguna estúpida.
—No tengo equipo apropiado y lo último que quiero es ser un SQUID.
Él se rió ante el uso del término de un motociclista para describir a alguien tan tonto como para no usar el equipo de seguridad apropiado.
El sacó de su mochila una usada chaqueta de cuero negra de tejido brasileño. Los hombros, los codos y la cintura estaban fuertemente cosidas y la armadura en sí era ligera, pero fue la calavera gris oscuro con dos tibias cruzadas en la espalda con un símbolo Hayabusa dorado sobre ella, lo que la hizo reír.
—Tienes algo con los esqueletos, ¿no?
—Están bien.
Su atención a los detalles era admirable y a decir verdad, no había montado en una moto desde el verano pasado.
—¿Juegas?— preguntó él.
Ella tomó la chaqueta y se la puso. Mientras lo hacía, la esencia del cuero y de Acheron la impactó fuerte. Él debía usar mucho esa chaqueta. Completamente embutida en ella, se sentía cálida y suave mientras se ataba los lazos y el velcro. Se le ajustaba sorprendentemente bien. Era también extremadamente cara. No se sorprendería si él hubiera tenido que pagar mil de los grandes, al menos por la manera como estaba hecha.
¿Qué en la tierra hacía él para vivir y que le permitía costear juguetes como esos? ¿Y cómo hacía para que todo cupiera en esa mochila de Mary Poppins que tenía?
Agradecida que fuera obviamente más grande de lo que parecía, tomó el casco de sus manos y le sonrió.
—Muestra el camino.
La garganta de Ash se secó cuando la vio llevando su chaqueta favorita. Se la veía extraña y adorable en ella. Definitivamente no era su estilo usual pero lo hacía sentir como si de alguna manera lo reclamara vistiendo su ropa. Le recordaba a una niña con la chaqueta de su hermano mayor cuando se empujaba las gafas sobre la nariz, luego se trenzó el pelo a la espalda así el viento no lo enredaría. Esperó que se pusiera sus botas antes que estuviera lista para partir.
Maldición, la mujer era extrañamente hermosa. Esos ojos marrones quemaban su alma y lo hacían ponerse duro cada vez que ella posaba su mirada en él. Y si no la sacaba de su casa pronto, la iba a cargar en sus brazos y la llevaría arriba a su cama y le enseñaría los talentos que tenía…
Apartando los pensamientos antes que lo metieran en problemas, la llevó por la calle donde su moto negra y dorada brillaba bajo el sol. Ésta parecía un depredador que rasgaba el camino y lo hacía sentir una libertad que sólo tenía cuando soñaba. No había algo que amara más que montarse en ella y volar sobre la carretera como una bala.
En esa moto, se sentía libre no importara lo mal que estuviera, hacía que todo estuviera bien.
—¿Qué, en el cielo, es eso? —preguntó ella mientras inclinaba su cabeza para revisarla.
—Una Hayabusa-turbo construida a medida— dijo él mientras tiraba del casco de la manilla y se lo colocaba en la cabeza.
Tory vaciló cuando se dio cuenta que esa motocicleta estaba hecha para un solo pasajero. Pero verdaderamente, la cosa era preciosa.
—No creo que cojamos ambos.
—Seguro que lo haremos—. Él tiró de la cola para mostrarle un personalizado asiento de pasajero antes de asegurar la mochila en el tanque de gasolina con ganchos para sostenerla en su lugar. Entonces montó la moto con una innegable gracia masculina que decía que estaba más en casa que en otra parte en que lo hubiera visto. Aseguró el cierre del casco y sacó las llaves de su bolsillo. Luego aseguró su abrigo a su alrededor.
Oh cielos, había algo innatamente masculino en él sobre esa motocicleta. Autoridad. Fiereza.
Más que todo, era más ardiente que el infierno y la hizo querer desnudarlo y tirarlo sobre el césped delante de Dios y todo el que pudiera verlo y hacerle el amor hasta que ambos pidieran misericordia.
—Móntate, houkla.
Su corazón se emocionó ante la cariñosa palabra griega que significaba muñeca. Tory estaba un poco más vacilante de lo normal mientras se aproximaba a la enorme motocicleta que había sido construida, obviamente, para la velocidad. Ella pasó la pierna sobre el asiento y envolvió sus brazos en su esbelta cintura mientras él la encendía.
Oh sí, bebé. Ella podría quedarse así por una eternidad. Acurrucada contra su cuerpo caliente, su limpia esencia le llenó la nariz… seguramente no había nada mejor.
—Agárrate fuerte. —Su voz provino del intercomunicador del casco.
Ella lo hizo y él se lanzó rechinando, hacia la calle. Su corazón se aceleró por la manera en que él montaba como si estuviera determinado por Lucifer. Pero honestamente, ella estaba encantada. Había dos verdades sobre ella— cosas que no eran lo suficientemente antiguas y la complacían y que nada podía ser lo suficientemente rápido para asustarla. Amaba la historia y amaba la velocidad.
—¿Haces esto a menudo?— preguntó ella.
—Cada oportunidad que tengo. Vivo para rodar.
Wow, él en verdad había admitido algo. Sería lo primero. Quizá debiera anotarlo para recordarlo. Pero ese pensamiento la dejó cuando él voló sobre un bache que los suspendió en el aire por un minuto.
Ella chilló y rió por la sensación.
Ash sonrió ante el sonido de su risa en sus oídos. Había temido al principio que al hacer eso la asustara. Pero como Pam había advertido, era intrépida y eso ablandó su corazón para ella aún más.
Y así como también la sensación de sus brazos envueltos a su alrededor mientras se inclinaba contra su espalda. Ahora si dejara caer su mano unos centímetros hacia abajo al bulto que tenía para ella, él estaría abierto a negociaciones. Desafortunadamente, no tenía tanta suerte.
Gruñó ante el pensamiento y aceleró aún más la moto.
Tory no dijo nada más mientras se dirigían velozmente a Kenner, al gimnasio de una escuela primaria en lo que debía ser un tiempo record—gracias a Dios ella no tenía que pagar la cuota del seguro si iba así de rápido todo el tiempo. No podía ni imaginar el número de citaciones de tráfico que debía de haber recolectado—era asombroso que el hombre aún tuviera licencia.
—¿Qué vamos a hacer aquí?— preguntó ella mientras él se apeaba.
—Jugar —dijo mientras sostenía la moto recta para que ella se bajara. Él cogió las gafas de la mochila antes de sacarse el casco.
Tory no omitió el hecho que el mantuvo los ojos cerrados mientras cambiaba el casco por las gafas. Por alguna razón que no pudo nombrar, la molestaba que fuera tan retraído sobre sus ojos, y a la vez que esa vulnerabilidad lo hiciera más humano, y de hecho, más adorable. ¿Cómo podía un hombre tan hermoso y confiado ser tan tímido sobre cosas que ella encontraba realmente seductoras?
Arrojando la mochila sobre el hombro, cargó su casco bajo su brazo y la llevó por la puerta trasera dentro del gimnasio donde un grupo de niños estaban practicando. Los niños tendrían entre siete y nueve años.
El corazón de Tory se derritió cuando los vio. Oh, eran tan lindos y cuando vieron a Ash fueron corriendo a chocar las palmas con él—sólo que tuvo que doblarse para acomodar su altura. Ella sabía que era alto, pero en ese momento, realmente parecía un gigante. Ellos lo rodearon mientras todos charlaban y competían por su atención.
Ash reía.
—Está bien, chicos, tenéis que practicar mientras podáis. No quiero ver ninguna pasada o falta. ¿Entendido?
Ellos asintieron y gritaron antes de regresar a sus lados de la cancha.
Tory meneaba la cabeza mientras se acercaba a él.
—Estás lleno de sorpresas, ¿no es así?
Él frunció el ceño.
—No estoy seguro de lo que quieres decir.
Ella señaló a los niños.
—Estoy verdaderamente asombrada. Es la última cosa que hubiera imaginado que harías un sábado en la mañana.
—Ash es uno de los mejores árbitros que tenemos. Es siempre justo y los niños lo aman.
Tory giró para ver a un hombre afroamericano de estatura media, con cabello gris y bien cuidado bigote.
Ash le extendió la mano y sonrió.
—Hey Perry, ¿cómo estás?
Perry sacudió su mano y lo palmeó en el brazo.
—Contento de que pudieras venir. Tengo dos árbitros que se reportaron enfermos, creí que tendría que suspender los partidos. Realmente aprecio que tú y tu amigo podáis ayudarnos.
—Cuando sea. Sabes lo mucho que me encanta ver a los niños driblar.
Perry rió y juguetonamente le dio un codazo a Tory en un lado.
—Y no se refiere sólo a las pelotas.
Tory sonrió.
Ash tiró de su abrigo y lo colgó de su hombro.
—Perry Stallings te presento a Tory Kafieri.
Perry le guiñó un ojo.
—Así que Ash finalmente tiene una chica. Estaba empezando a preguntarme si alguna vez se asentaría con una sola mujer.
Ash resopló.
—Ah, piensas demasiado.
—Y T-Rex no piensa lo suficiente.
Ash sacudió su cabeza cuando un alto y bien formado hombre rubio se les acercaba.
—Un placer verte, Talon. Aún cuando eres un dolor en mi trasero.
—Tú también —Talon tiró un pulgar sobre su hombro—. ¿Era tu Busa, esa allá afuera?
—Sip.
—Adorable. En cualquier momento que estés listo para dejarla ir, me llamas.
—No contengas la respiración —dijo Ash bromeando mientras los presentaba—. Talon estos son Perry y Tory.
Talon les dio la mano por turnos, y sostuvo la de Tory cuando vio el casco que sostenía por la correa en su mano izquierda. Él arqueó una inquisitiva ceja.
—¿Cascos de Busa en pareja?
—Vine con Ash —explicó Tory.
Se volvió con curiosidad hacia Ash.
Ash secó la esquina de su boca con el pulgar.
—Amigos, celta. No hagas nada más grande eso de lo que es.
—Lo que tú digas, T-Rex, lo que tú digas… —había suficiente duda en ese tono como para llenar el Superdome.
Perry juntó sus manos.
—Bueno, ahora que los dos estáis aquí, iré con los entrenadores. Vosotros acomodaos y nos pondremos en marcha en pocos momentos.
Ash miró por encima de Talon a las gradas detrás de él.
—¿Sunshine vino contigo?
—Está aparcando el coche.
—Bien —Ash tomó gentilmente el brazo de Tory y la llevó hacia la pequeña multitud de padres—. Déjame situarte.
Tory miró sobre sus hombros a la omnipresente mochila que mantenía cerca.
—¿Vas a confiar en mí para guardarte tu mochila mágica?
Él sonrió.
—Seguro. Sé dónde vives y he visto dónde duermes. —Él la sentó en la gradas cuando una exuberante y voluptuosa morena llegó con un aluvión de emoción.
Vestida con una rosada falda floreada y túnica que estaba cubierta con una chaqueta de denim pintado y acabado con encaje rosa, la mujer avanzó directo hacia Ash y le plantó un beso en la mejilla.
—¿Cómo has estado, cariño?
—Decente —él señaló a Tory con un movimiento de la cabeza—. Sunshine, te presento a mi amiga Tory. Sunshine es la esposa de Talon.
Tory sonrió mientras le daba la mano a Sunshine.
—¿El rubio alto que no puede meter una canasta?
La risa de Sunshine era contagiosa mientras observaba a Talon orgullosamente.
—Ese es mi bebé. ¿No es hermoso? —Ella levantó una mano hacia su esposo—. Vamos Talon, enséñales cómo se hace —gritó ella.
Ash se volvió y se rió cuando vio a Talon hacer un tiro que cayó bastante fuera de la marca.
—Bueno, será la próxima vez —susurró Sunshine por lo bajo antes de gritar—. ¡Buen intento, amor, buen intento! ¡La próxima vez harás un home-run!
Ash intercambió una divertida mirada con Tory.
—Sip, y con esa nota déjame ir a detenerlo que se avergüence más —Él dejó caer su abrigo, casco y mochila a sus pies.
Tory sonrió cuando corrió hacia la cancha, sacando un silbato plateado de su bolsillo, se lo puso por sobre su cabeza y sopló. Talon giró hacia él y Ash le hizo un antiguo gesto obsceno celta que sólo Talon, Tory y posiblemente Sunshine reconocerían como extremadamente ofensivo.
Talon lo miró fijamente.
—Tienes suerte que haya niños aquí, amigo.
Ash le lanzó una malvada sonrisa antes de llevar a los niños hacia los sitios de partida.
Sunshine se sentó a su lado y sacó una botella de agua de su gigantesca bolsa de mimbre.
—Así que, ¿hace cuánto conoces a Ash?
Tory observaba la gracia con que Ash se movía fluidamente entre los niños, diminutos en comparación con él. No supo porqué, pero le recordó a algún antiguo guerrero tratando de entrenarlos para la batalla.
—No mucho. Cerca de una semana.
—¿Y te trajo aquí?
Tory se encogió de hombros, no entendiendo realmente su compasión por ella.
—Mi casa fue asaltada y anoche un buen amigo fue asesinado. Ash temía dejarme sola.
El horror llenó los ojos marrones de Sunshine mientras se acercaba para tocar el brazo de Tory.
—Oh Dios mío, querida… ¿estás bien?
Tory tragó mientras pensaba en Dimitri y el dolor la embargó. Él había sido el bromista del grupo. Lleno de vida y preciosamente dulce. Realmente iba a extrañar verlo en el bote o escuchar sus bromas.
—No realmente. Pero lo estoy sobrellevando. Un paso a la vez, ¿no?
Sunshine tomó su mano y le ofreció una amable sonrisa.
—Absolutamente. Y si necesitas algo, llámanos. Talon y yo vivimos a las afueras de la ciudad y puede estar donde sea muy rápido porque conduce como un lunático. Día o noche, si necesitas algo, llama.
La calidez de la mujer la conmovió profundamente. Eran extrañas y sin embargo, a Sunshine no le importaba.
—Gracias. Ash es muy afortunado de tenerlos como amigos.
Sunshine agitó una mano mientras Ash soplaba el silbato y separaba a dos niños que intentaban morderse el uno al otro. Mostrando una sonrisa que calentó su corazón, metió a un chico debajo de su brazo mientras lo alejaba del otro antes de ponerlo sobre sus pies.
—No sé —dijo Sunshine melancólicamente—. Creo que nosotros somos más afortunados por tenerlo a él.
Sí, Tory estaba empezando a sentir la fortuna de haberlo conocido. Aunque, para ser honesta, hubiera deseado conocerlo bajo mejores circunstancias que aquella de él avergonzándola.
—¿Hace cuánto lo conocéis?
—Unos cuantos años para mí. Toda una vida para Talon. Los dos venían juntos.
Ella miró al rubio alto, quien probablemente no fuera sino dos o tres años mayor que Ash. Su corto cabello rizado estaba sudado y tenía dos trenzas diminutas que caían por su sien. Estaba contenta de encontrar a alguien a quien Ash conocía realmente bien.
—¿Bromeas? Ash nunca habla de la gente que conoce.
—Sí, es brutalmente evasivo.
Tory asintió de acuerdo. —
Buena descripción.
Sunshine le ofreció una botella de agua.
—Pero aún así, tienes que amar a Ash. Es una de las personas verdaderamente confiables que alguna vez conocerás.
Tomando la botella de agua de su mano, Tory observó como Ash le enseñaba a Talon cómo encestar durante el tiempo muerto, luego rió y sacudió su cabeza cuando Talon lo hizo mal de nuevo. Esta era la primera vez que veía que realmente se estaba divirtiendo. La mayor parte del tiempo era tan reservado y cerrado—como si temiera permitirle a alguien tener algún poder sobre él. Era la única razón que podía pensar de que él fuera así.
—Ash tuvo una niñez difícil, ¿no es verdad?
Sunshine frunció el ceño.
—No lo sé. He escuchado cosas mezcladas de diferentes personas. Algunos dicen que es privilegiado y muy rico.
Sí, había algo de muy rico y Viejo Mundo sobre él. Distinguido como si estuviera acostumbrado a sólo las mejores cosas del mundo… como la chaqueta cosida a mano que ella llevaba.
—Parece tener mucho dinero.
Sunshine resopló.
—Oh no, querida. Lo que tiene se lo ha ganado. Créeme. Pero nadie que conozca, y conozco mucha gente que lo ha conocido durante años, sabe algo de su pasado o su familia. Él se niega a hablar de eso.
Lo que significaba que debía ser brutal. ¿Por qué más lo escondería? Pensar en la familia debería ser reconfortante. Ella estaba constantemente pensando en ellos y sonreía. El hecho que Ash se cerrara completamente al tema lo decía todo.
Eran fuentes de dolor para él.
Con el corazón apesadumbrado, miró cómo el partido se reanudaba. Ash era realmente adorable mientras corría junto a los niños que apenas podían jugar. Ellos se chocaban unos contra otros y caían en la cancha. Ash regresaba para asegurarse que estaban bien antes de levantarlos y ponerlos de pie.
Nunca había visto algo como eso. Pero eran completamente adorables. Especialmente Ash en toda su gloria Gótica.
Sunshine desenterró una bolsa de tortitas de avena de canela.
—¿Quieres una?
—Gracias —dijo ella tomando una de la bolsita.
Mientras tomaban la botana, una madre y su hijo pequeño, que se encontraba en silla de ruedas se aproximaron y se situaron a su lado, para que el niño pudiera ver el juego. Tenía cabello corto y brillantes ojos azules, hizo una mueca como si tuviera mucho dolor mientras la madre gentilmente acariciaba su espalda. Era casi una copia exacta de la madre, excepto que tenía un patrón de pecas sobre el puente de la nariz.
Tory se deslizó hacia abajo para sentarse cerca.
—Hola —dijo sosteniendo la mano en su dirección—. Me llamo Tory.
Miró hacia su madre para asegurarse que estaba haciendo bien al hablar con ella.
—Su nombre es Toby.
—¿Toby? —le sonrió—. ¿En serio? Mi amigo Ash estaba jugando con un niño llamado Toby esta mañana en la Xbox.
El niño sonrió a través de las lágrimas.
—¡Ése era yo! ¡Le pateé el trasero!
—Toby —lo reprendió la madre —cuida tu lenguaje. ¿Qué te he dicho acerca de eso?
Se sentó mas erguido en la silla.
—Bueno, pues lo hice.
Tory se presentó y lo mismo hizo con Sunshine y la madre de Toby.
—¿Entonces vinísteis a ver a Ash?
Toby negó con la cabeza
—Mi hermano Zack es el número siete del equipo azul.
—Oh —dijo mientras señalaba al niño de cabello marrón—. Es el mejor jugador del equipo.
El timbre sonó marcando el medio tiempo. Ash se acercó corriendo. Las mejillas estaban coloreadas de rojo por el ejercicio. Sostuvo la mano frente a Toby para que chocara los cinco.
—Hola Tobinator. ¿Cómo estás?
Toby gritó con regocijo.
—¿Podemos jugar? —le preguntó.
Ash miró hacia Trish.
—¿Está bien?
Ella frunció el ceño con aprehensión.
—Sé gentil. Ha tenido una sesión dura con el terapeuta.
—Lo seré —lo levantó y meció contra el pecho antes de regresar a la cancha donde los equipos estaban practicando nuevamente.
Zack le pasó el balón a su hermano. Riendo, Toby lo cogió y Ash lo llevó hacia la canasta para que pudiera clavarla en la canasta que había sido modificada para su pequeña talla. Sostuvo a Toby sobre la cabeza y lo giró hacia adelante y atrás, haciendo que gritara de felicidad.
Los ojos de Trish se nublaron al ver a Ash con su hijo.
—No sé lo que haría sin ese hombre.
Tory frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Trish se limpió los ojos.
—Toby y mi esposo estuvieron en un horrendo accidente de coche hace un año. Barry murió al instante y Toby quedó parcialmente paralizado. Durante semanas, en el hospital, no le respondía a nadie. No deseaba comer o hablar. Entonces un día Ash y una amiga suya vinieron y estuvieron cantando con los niños del ala donde estaba, dándoles regalos. Cuando lo vio, se dirigió a Toby y lo siguiente que supe era que le había hecho reír de nuevo. —Sollozó—. Sólo verlos ahí... Dios bendiga a ese hombre.
Ash estaba sosteniéndolo para que pudiera votar el balón mientras su hermano trataba de bloquearlo. Levantándolo, simuló ir a la derecha y corrió hacia la canasta para que pudiera encestarla de nuevo. El niño levantó las manos y gritó triunfante. Ash le hizo cosquillas antes de cargarlo en sus brazos y correr a dejarlo con la madre nuevamente
Colocó a Toby en la silla de ruedas y deslizó el brazo sobre su rostro sudoroso.
—Muy bien Tobe, tenemos que volver al partido. Pero Zack quiere una revancha después.
—La tendrá.
Le alborotó el cabello antes de dirigirle una mirada a Tory.
—¿Estás bien?
—Perfecta.
—Genial. Pero mantente lejos de los pastelillos de avena de Sunshine. Talon dice que son repugnantes.
—¡Hey! —Gritó indignada Sunshine—. Te atraparé por eso, Ash.
Riendo se levantó y regresó al centro de la cancha.
—¿Cómo estás Toby? —Preguntó Trish con la voz llena de preocupación—. ¿Hizo eso que te doliera más?
Sonrió.
—No. Me siento genial. Ash dice que estaré caminando para estas fechas el próximo año.
La madre frunció el ceño mientras el pensamiento le llenaba de dolor.
—Oh bebé... tú sabes lo que piensan los doctores.
Toby levantó la barbilla.
—Yo creo en Ash. Si dice que estaré caminando, lo haré. Sólo espera y verás.
Tory le sonrió al niño.
—Ése es el espíritu.
Toby le tomó la mano mientras veían el resto del partido y animaban a Zack.
Cuando terminó el partido, Talon tomó un balón para tirarlo de nuevo.
Ash se burló.
—Deja de avergonzar a tu grupo genético, Celta.
—Cállate T- Rex. —Tiró y falló.
Ash se acercó para pararse frente a Toby con los brazos en jarra.
—¿Listo, mequetrefe?
—¡Listo!
Ash lo levantó y miró hacia Tory.
—¿Sabes cómo jugar?
—Ha pasado un tiempo, pero sí.
La provocó con una sonrisa.
—¿Quieres unirte al juego?
—Me encantaría.
Talon le dio el balón mientras se acercaba a sentarse junto a Sunshine y tomaba agua.
—Estoy cansado de que se rían de mí. Vé y véngame.
Tory se quitó la chaqueta antes de votar el balón contra el piso. Ash sostuvo a Toby contra su pecho.
—Muy bien Toby, vamos a acabar con la kyria.
Toby frunció el ceño.
—¿Kyria?
— Señorita.
—Oh. Muy bien.
Tory amagó ir a la izquierda y giró alrededor de ellos mientras corría hacia la canasta. Estuvo a punto de llegar cuando Toby tomó el balón y Ash lo levantó sobre los hombros. Gritando feliz tiró hacia la canasta y encestó.
—Y la multitud se vuelve loca. Ahhhh. —Ash imitó el sonido de animados expectadores.
—¿Hey Ash? —Preguntó Zack corriendo hacia ellos—. ¿Puedo clavar una también?
—Seguro —llevó a Toby hacia Tory quien tomó al niño. Él envolvió los pequeños brazos contra su cuello, gesto que la desarmó por completo, mientras Ash tomaba a su hermano y lo colocaba sobre los hombros.
Zack clavó el balón y levantó las manos triunfante mientras brincaba en los hombros de Ash.
Trish se acercó, sacudiendo la cabeza ante ellos.
—Muy bien niños, dadle las gracias a Ash, pero es tiempo de que nos vayamos y el siguiente equipo ocupe la cancha.
Toby hizo un mohín.
—Ay, mamá —gimió Zack mientras lo depositaban en el suelo.
Entonces Ash tomó a Toby de sus brazos y lo regresó a la silla de ruedas.
—No te preocupes mequetrefe. Venceremos a Zack en un par de semanas cuando regrese.
—Muy bien y no olvides lo del sábado siguiente. ¡A las nueve en punto!
Ash hizo un antiguo saludo Romano.
—Siempre a tu servicio mi señor y torturador. —Pasó la mano sobre el cabello de Zack—. Jugaste increíblemente bien hoy. Continúa practicando.
—Lo haré. Adiós Ash.
—Adiós niños.
Tory caminó hacia él mientras la familia se marchaba.
—No eres tan gilipollas.
La miró, haciéndola desear verle los ojos a través de los oscuros lentes de sol.
—Confía en mí, puedo serlo. Pero tengo ciertos requisitos antes de romperle el trasero a alguien.
Talon resopló mientras los pasaba.
—Sí, tómalo de alguien que ha arriesgado el trasero por él. Ash no es todo juego y diversión.
Sin pensar, Tory colocó las manos sobre las caderas de Ash y se reclinó contra su espalda. Al momento que lo hizo, se percató de que se había equivocado mientras una ola de deseo la golpeaba fuertemente, eso, fue lo que pudo hacer para no atraer la boca masculina hacia la suya. Oh querido cielo, el hombre estaba sudoroso, pero no apestaba en absoluto. En cambio, olía tan bien que quería morderlo.
Todo lo que quería hacer era recorrer con las manos ese duro pecho y mordisquearlo hasta que rogara por más.
Ash no podía respirar mientras se endurecía hasta un punto doloroso. Gracias a los dioses que no estaba usando pantalones apretados. Y el pensamiento de que las manos estuvieran a unos pocos centímetros de su pene sólo hacía que doliera más.
Aclarándose la garganta ella dio un paso atrás.
—¿Cuántos partidos más tienes que arbitrar?
—Dos.
—Muy bien, voy a regresar a mi asiento y comer algunos panecillos de avena. Buena suerte con los niños... oh y mi favorito tiene que ser ese pequeño niño ahí, escarbándose la nariz.
Ash no habló mientras ella iba a sentarse cerca de Sunshine. Utilizó toda su fuerza de voluntad para no tirar de ella hacia él.
Talon le dio el balón.
—¿Estás bien T-Rex?
—Estoy bien ¿Por qué?
—Porqué en todos los siglos que llevo conociéndote. Nunca había visto que hicieras eso con una mujer antes.
—¿Hacer qué?
Rió.
—Hombre, no creo que necesites que te diga que es eso. —Lanzó una increíblemente rápida mirada hacia la ingle de Ash.
Ash incómodo miró hacia abajo para asegurarse que no estuviera llamando la atención. Estaba duro, pero quería asegurarse de que no fuera obvio.
Gracias a dios, no lo era.
Lo cual llevaba a la pregunta... ¿Cómo lo supo Talon?
De la nada un balón se dirigió a su cabeza. Lo tomó. Levantando el silbato, sopló para llamar a los jugadores e iniciar el partido.
Tory todavía estaba temblando por lo que había pasado. Por lo locamente que deseaba una trozo de ese hombre...
Sunshine se limpiaba las migajas de la blusa.
—¿Estás segura de que solo sois amigos?
Trató de parecer indiferente.
—¿Qué quieres decir?
—Nunca antes he visto que Ash permita que alguien lo toque desde atrás. Normalmente gira en la habitación si alguien se acerca a su espalda. El hecho de que no girara... es altamente sospechoso.
Tory frunció el ceño ante el nuevo descubrimiento.
—No sabía que eso lo molestaba. Me trajo aquí en la parte de atrás de la motocicleta.
Sunshine le lanzó una mirada llena de asombro.
—Tocada, niña. Eres especial.
—¿Lo crees?
—Dulzura, créeme. Lo que acabas de hacer es un maldito milagro y realmente desearía que pudieras apreciar que increíble fue.
Tomó un sorbo de agua mientras veía a Ash dirigir un partido de niños mayores. Mientras lo miraba y reflexionaba sobre lo poco que sabía acerca de su pasado, tuvo un presentimiento muy malo acerca de su niñez.
Solo había una razón en la que podía pensar que le molestara tanto que alguien se colocara tras él. Y el pensamiento le provocaba náuseas.
Cada vez que he cometido el error de confiar en alguien… es un error del que me arrepiento y por el que pago eternamente. Estoy muy feliz que nadie te haya herido, pero yo no he sido tan afortunado, ¿vale?
Sus palabras corrían portentosamente en sus oídos mientras lo observaba pitar una falta.
Por favor, permite que esté equivocada…
Cuanto más pensaba en ello, más sentido tenía. Alguien le había hecho mucho daño en el pasado. Tanto, que no podía con ello.
Por eso escondía los ojos al mundo. ¿Por qué agujereaba una cara tan perfecta que pedía ser tocada? ¿Por qué se vestía con ropas góticas? Para alejar a todo el mundo.
Cerró los ojos. Era todo lo que podía hacer para no correr a abrazarle. Para jurarle que estaba a salvo. ¿Qué idea estúpida era esa? El tío era grande y fiero. Lo último que necesitaba era su protección.
Pero no siempre había sido un hombre...
Tory se estremeció recordando lo que había dicho de sus padres. ¿Qué le habían hecho?
No habló mucho hasta que terminaron el último juego. Ash y Talon se quedaron en el otro lado para hablar con Perry un momento.
Sunshine estaba recogiendo sus cosas cuando Talon se acercó.
—¿Te has divertido, cielo? —preguntó a su marido.
Talon le sonrió.
—Creo que tendríamos que hacernos unas cuantas de esas cositas.
Sunshine se rió.
—En cuanto estés preparado. Mi madre está más que deseosa de ser abuela.
Talon la besó apasionadamente.
—Sí, definitivamente, necesitamos irnos a casa y practicar.
Sunshine le empujó con una sonrisa y le tendió el bolso.
—Indícame el caminó.
Talon contuvo el aliento volviéndose hacia Tory.
—Me ha encantado conocerte.
—A mí también.
Sunshine se colgó del brazo de Talon.
—No te olvides de lo que te dije. Si nos necesitas...
—Vale.
Ash se quitó el silbato por la cabeza acercándose a ella y se lo guardó en el bolsillo.
—Espero que no os hayáis aburrido mucho en las gradas.
—No, la verdad es que me he divertido. Tienes unos amigos estupendos.
—Sí que los tengo.
Se inclinó a recoger el abrigo. En el momento en que lo hizo, decidió probar su teoría. Se acercó y pasó la mano por la tira de la coleta que llevaba sobre el cuello. El anillo se le enredó en el pelo y tiró.
Siseando de dolor, le agarró la mano y la apartó con brusquedad de su pelo.
—Nunca vuelvas a tocarme así. —el gruñido era tan animal que de verdad pensó que podría golpearla.
Se tragó el nudo que tenía en la garganta.
—Nunca te haría daño, Ash.
No respondió. Recogió la mochila y el casco del suelo y se fue a zancadas hacia las puertas.
Maldiciendo, cogió su chaqueta y su casco y le siguió, con ganas de llorar.
—¿Ash?
No se paró hasta que llegó donde estaba la moto. Se puso las llaves entre los dientes mientras se ponía el abrigo.
—¿Ash? —repitió—. Lo siento. No pretendía enfadarte.
Ash intentaba calmarse. No había hecho nada malo y lo sabía. Sólo que...
Rechinó los dientes por los recuerdos. Se habría afeitado la cabeza de no ser porque sólo había una cosa que odiara más que le tiraran del pelo y era sentir el aliento de alguien o simplemente la brisa en la nuca. Odia que la gente le soplara en las orejas o se le acercara demasiado, especialmente por la espalda. Después de todo este tiempo, un toque, un aliento le hacían sentirse despreciable. Le hacían sentirse...
Como una puta.
Pero Tory no era parte del pasado. No era la Artemisa que utilizaba esas tácticas para recordarle su lugar en el mundo. Para recordarle que debería estar agradecido de que le permitiera cualquier clase de dignidad.
Tory era simplemente una mujer que tocaba a un hombre sin conocer las cicatrices que marcaban su alma.
Soltó el aliento, calmándose.
—Lamento haber reaccionado así. Es que no me gusta que me toquen el pelo.
—Tomo la debida nota. No volverá a ocurrir.
Asintió con la cabeza.
Tory levantó el casco viendo como cerraba los ojos otra vez, se quitaba las gafas de sol y se ponía el casco. ¿Era consciente de lo que hacía o era tan habitual que ni siquiera se daba cuenta?
—¿Ash?
Se volvió hacia ella apretando la correa de la babilla.
—Creo que tienes los ojos más hermosos que he visto nunca.
Ash se quedó de piedra, conmovido por sus palabras. Artemisa se lo había dicho una vez para después maldecirle por ellos. No te comas el tarro.
—Gracias. —dijo con voz apagada pasando la pierna por encima del sillín de la moto. Colocó la mochilla sobre el depósito y ella montó detrás de él.
Se deslizó contra su espalda con los muslos presionándole íntimamente las nalgas.
Esperaba que la repugnancia habitual le llenara, pero no. Y cuando le puso los brazos alrededor de la cintura y se reclinó sobre su espalda, lo saboreó de verdad. Puso en marcha la moto y miró las manos pequeñas entrelazadas sobre su estómago.
No había permitido nunca que ni un alma montara en la moto con él, ni siquiera Simi.
Le achuchó con un abrazo apretado y tuvo que contenerse para no levantarla de la moto y echarle un polvo como un animal en el parking hasta sofocar el fuego que sentía. Nunca le haría algo así. No era un animal y ella era...
No había palabras para describirla. Era exasperante, cabezota.
Y maravillosa. Absolutamente maravillosa.
Le tocó las manos y le dio un ligero apretón. Luego agarró el manillar.
—Agárrate fuerte.
—Lo haré, Achimou.
Rió y se encogió al mismo tiempo ante el término griego de cariño. Puesto que la pronunciación correcta de su nombre era Ack-uh-rahn, la abreviatura era Ack-ee-moo. Algo que siempre había temido que alguien usara. Por eso había ajustado su nombre al inglés Asheron y después a Ash para evitar que alguien hiciera lo que ella acababa de hacer.
Y, por razones que se le escapaban completamente, no le importaba que lo hubiera hecho.
Asombrado, enfiló hacia la salida del parking dirigiéndose hacia la parte de la ciudad donde estaba su casa. No habían llegado muy lejos cuando sintió una sensación rara en la espina dorsal.
Les estaban siguiendo.
Miró a su alrededor y vio un sedan gris acercándoseles mientras el coche de delante reducía la marcha. Ash quería pasar al coche de delante pero había mucho tráfico en el otro carril.
De repente, el coche de enfrente se paró.
Pisó los frenos al mismo tiempo que el hombre del asiento de atrás del coche sacaba un arma y abría fuego.
—¡Agárrate! —rugió mientras las balas impactaban contra él. Si hubiera sido humano, estaría muerto. Como no era el caso, levantó un escudo a su alrededor para evitar que Tory resultara herida y que él sufriera más daño.
Redujo la marcha y después aceleró a tope bordeando el coche por la derecha por el arcén para alejarse de ellos.
Tory estaba aterrorizada y se colgaba de Ash con toda la fuerza que disponía. No sabía cómo habían fallado al dispararles pero estaba agradecida por ello.
Y entonces vio dos coches acercándose.
Ash tomó una curva tan despacio que se asombró de que Tory no se hubiera caído aun con el escudo. No bromeaba. Tenía que ser una experta en montar en moto para tomar esa curva sin caerse.
Consideró el usar sus poderes para sacarles del atolladero, pero eso le daría una pista muy grande de que no era humano y se volvería loca literalmente si los trasladaba al patio de su casa. No, era un dios. Seguro que podía sacarlos de esto.
Eso pensaba cuando un tercer coche se les cruzó. Giró a la izquierda al mismo tiempo que un cuarto coche fue directo a por ellos. Al coche le reventó la rueda trasera.
Maldiciendo, sintió que la moto se le escapaba de debajo. Antes de poder reaccionar, salieron disparados de la moto. Asegurándose de mantener el escudo sobre Tory mientras se deslizaba, Ash chocó contra el suelo resbalando por la carretera.
A la mierda con las consecuencias.
Estaba a punto de transportarlos lejos cuando el coche que había chocado con ellos le pasó por encima. Ash aulló de dolor cuando las ruedas delanteras y después las traseras le aplastaron las piernas. Incapaz de enfocar en otra cosa que no fuera la agonía de dolor, dejó caer el escudo de Tory al mismo tiempo que ella resbalaba golpeándose contra un contenedor de basura que había contra un poste.
Se le llenaron los ojos de lágrimas luchando por respirar. Volvió a levantar el escudo alrededor de Tory para protegerla de más daño y para dejarla sin sentido mientras se ponía de pie.
El dolor le dio de pleno. Podría ser un dios, pero no era inmune al daño. No podía matarle. Pero dolía de la hostia.
Los hombres abrieron fuego contra él.
Ash levantó la palma de la mano y volvió las balas contra ellos. La furia le consumía mientras los mataba tan inmisericorde como ellos habían intentado matar a Tory.
Todos excepto a uno.
Un hombre pequeño y enjuto que se encogía al lado del Audi marrón que le había pasado por encima.
—¿Quién coño eres? —gruñó Ash.
El hombre no contestó.
Ash le agarró por la garganta y le estampó contra el maletero del coche.
—¡Contesta!
Pero no tenía que hacerlo. En ese momento, Ash lo supo todo de él y de la organización para la que trabajaba. No me mates, por favor...
Oyó las voces del pasado del hombre. Voces de gente que rogaba por sus vidas y a las que este capullo había matado sin ninguna preocupación.
Que así sea.
Ash le apretó la tráquea y le dejó desparramado sobre el maletero sin preocuparse lo más mínimo de quien pudiera estar mirando. Aún no estaba satisfecho. Miró a Tory que yacía inmóvil.
Mientras se acercaba a ella, se dio cuenta de que tenía las piernas desgarradas y la mayor parte de su cuerpo estaba cubierta de rozaduras del asfalto ya que le había puesto a ella su chupa. Pero nada de eso importaba cuando se arrodilló a su lado. Con cuidado le quitó el casco y vio los cardenales en un lado de la cara y la sangre en los labios.
Se quitó el casco. El miedo y la pena le recorrían mientras le toma el pulso. Tenía que estar bien. Tenía que estarlo. Tenía un nudo en el estómago hasta que encontró un débil latido.
Quería llorar de alivio. Todavía estaba viva pero muy débil por los daños internos.
Ash tendió la mano y la mochila apareció en su mano. Colgándosela a la espalda, cogió a Tory y los transportó a ambos al hospital Tulane. La acunó en sus brazos contra él y entró cojeando dolorosamente en urgencias.
Afortunadamente, en el mostrador había alguien a quien conocía, Wanda.
Era una mujer corpulenta afroamericana que jadeó cuando le vio acercarse. Se le doblaron las piernas de dolor y casi se cae. Pero no se cayó. No podía caerse mientras tuviera a Tory en los brazos. Tenía que conseguir ayuda.
—¡Dios mío, Ash! ¿Qué te ha pasado?
No podía hablar mientras sentía que Tory exhalaba un último y leve aliento antes de morir en sus brazos.
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