Fang se sentó en la pequeña celda, esperando morir. Había supuesto que Savitar lo haría desaparecer de su vista de un plomazo, pero aparentemente era un castigo demasiado fácil.
En lugar de eso el bastardo, le estaba haciendo sufrir incluso más por atemorizarlo. No era que el temor lo atormentara más.
Era la pena. Aquellas heridas eran las únicas que rasgaban atravesándole igual que trozos de cristal. Deseaba que muchas cosas fueran diferentes, en éste punto la muerte sería probablemente un alivio.
Sólo deseaba poder ver a Aimee una vez más. Conjurando una imagen de su sonrisa, se llevó la mano al bolsillo para tocar el guardapelo. No era tan agradable como tocarla a ella, pero lo consolaba a un nivel que nunca había experimentado antes. Incluso aunque no estaba aquí, la sentía igual que un tangible ángel.
Maldito si las palabras grabadas en el medallón no eran ciertas. Estaba en su corazón y el conocimiento de que estaba ahí, pensando en él, siendo una parte suya, le hacía sentirse menos solo.
Solo en una diminuta celda espartana, con un lavabo, sentado en el duro camastro con los codos sobre las rodillas. Podía oír el mar fuera junto con los graznidos de las gaviotas. Pero era la cara de Aimee la que veía y sería su olor el que llevaría con él a la próxima existencia.
—¿Estás listo?
Alzó la mirada para ver a Savitar con unos pantalones verdes de bolsillos y una camiseta blanca abierta. La cara del hombre era completamente estoica.
No es que Fang esperara simpatía de nadie.
—Sí.
La clara puerta se deslizó cuando Fang se levantó. Savitar lo dirigió a la brillante playa y a lo que parecía un viejo bloque de tortura. Sería casi pintoresco si no fuese a morir allí. Había incluso un verdugo de pie tras éste.
Vestido con armadura negra y llevando un yelmo con la forma de un espíritu maligno en el rostro, sostenía una espada de gran tamaño. Estaba tan quieto, que parecía una estatua.
Fang estaba tan impresionado como asqueado por la elaborada representación.
—¿Simplemente no vas a lanzarme al olvido?
Savitar sacudió la cabeza.
—Demasiado humano para los crímenes que has cometido. —Arrastró una sospechosa mirada sobre Fang—. ¿Vas a volverte gallina, saltar y hacer que te cace?
—No. No quiero que vayas tras mi familia.
—Lobo inteligente. Apesta el que tu familia pague por tus crímenes. Acéptalo de alguien con experiencia de primera mano. —Savitar gesticuló hacia el bloque de piedra negra que estaba manchado por sitios por sangre seca.
Los manchones más grandes estaban justo donde Fang tenía que poner la cabeza.
Su estómago se encogió ante el conocimiento de que pronto su propia sangre se añadiría a ello. Y esto le hizo consciente de lo que estaba a punto de sucederle.
Iba a morir…
Honestamente, quería huir. Cualquier cosa por tener un día más…
Pero no iba a mostrar su miedo a nadie, especialmente a los que iban a matarlo. En cambio, recurrió al sarcasmo que lo había acompañado en los momentos más oscuros de su vida.
Éste solo encajaría ahora que lo veía a través de su muerte.
—Sabes, podrías lavar esa repugnante cosa entre uso y uso.
Savitar se encogió con indiferencia.
—¿Por qué molestarse? No es como si fueras a coger una infección los tres últimos minutos que vivas.
—Supongo que no. —Fang se hundió de rodillas en la arena y apartó la mirada de la sangre seca. Echó un vistazo alrededor de la playa y el oscuro mar verde, cuyas olas se elevaban, no demasiado lejos de él, se dio cuenta de cuanto tiempo había pasado desde que había visto realmente la belleza que existía en el mundo. Cuantas veces había tomado sol por gusto. En su lugar, había pasado la vida enfocando sólo lo negativo.
Pero cuando estaba a punto de morir, se dio cuenta de que el mundo era realmente increíble.
—¿Cambiando de opinión?
—No. —Sacó el guardapelo de Aimee del bolsillo, el cual le recordaba exactamente por qué estaba haciendo esto—. ¿Puedo hacer una última petición?
—¿Para qué te libere?
Sacudió la cabeza y le tendió el guardapelo a Savitar.
—¿Te asegurarás de devolvérselo a Aimee Peltier? —Le costó dejarlo ir. ¿Por qué se sentía igual que si estuviera en un limbo?
Quizás porque ella era su corazón…
Savitar lo cogió y lo abrió para ver la foto de ella y sus hermanos. La imagen que él había visto a través del infierno y que no necesitaba mirar más. Estaba gravada en su alma junto con la sonrisa de ella, sus caricias y olor.
Lo sostuvo fuera del alcance de Fang.
—¿Algo que quieras decirme sobre ti o la osa?
Por primera vez, Fang vio que Aimee había añadido una imagen suya a su guardapelo que cubría las palabras gravadas, y eso casi lo hace pedazos. Demonios, había olvidado incluso que se había hecho. Era la que Aimee le había sacado detrás del Santuario un atardecer cuando había estado tomándose un respiro. Ella había salido de algún lado para sorprenderle y sacarle la foto.
—¡Mira! —Dijo ella, riendo, mientras le enseñaba la foto en el dorso de la cámara—. Me encanta cuando te ves de esta manera. Puedo verte el corazón en los ojos.
El pelo, el cual se había dejado crecer sólo porque a ella le gustaba así, estaba revuelto por el viento y tenía la más estúpida mirada imaginable en la cara—igual que la de algún tonto enfermo de amor.
—Parezco estúpido.
—Te ves magnífico. —Ella le había dado uno de los más calientes besos que había tenido jamás—. Y eso hace que quiera darte un mordisco.
—A eso no me opongo. Pero por el bien de los dioses, borra esa cosa antes de que pierdas la cámara otra vez y alguien vea lo tonto que soy.
Ella le sacó la lengua antes de alejarse bailando, el trasero meneándose en burla calentándolo más incluso de lo que lo había hecho el beso.
Dioses, tener nuevamente ese momento…
¿Por qué no le había hecho caso y había borrado esa maldita cosa? Ahora, en los últimos momentos de su vida, Savitar de todos los gilipollas vería que imbécil era en realidad.
Pero la parte importante era que ella había añadido esa imagen al guardapelo que siempre llevaba junto al corazón. No es que hubiese tenido dudas acerca de sus sentimientos por él, pero eso le mostraba exactamente lo mucho que significaba para ella.
Amor y pena giraron con fuerza en su interior. En ese momento, todo lo que quería era regresar a ella.
Dame fuerzas…
Se aclaró la garganta por el nudo que tenía.
—No hay nada que decir. —Pero mantuvo una imagen de Aimee en la mente mientras tendía la cabeza sobre el bloque y esperaba a morir. Cerrando los ojos, sintió la espada bajando lentamente para tocarle la piel del cuello.
Lo recorrió un escalofrió. ¿Por qué no lo mataban y acaban con esto?
La hoja se frotó contra la piel antes de elevarse. El demonio en su interior gritó aterrorizado cuando se dio cuenta que iba a suceder.
Ambos iban a morir.
Levántate. ¡Pelea! ¡Huye!
Pero Fang se mantuvo quieto. Esto era por su hermano y por Aimee. No se acobardaría y arriesgaría sus vidas. No por algo tan insignificante como su propio puesto.
—De acuerdo. —Dijo Savitar—. Mátalo.
Fang se sentó en la pequeña celda, esperando morir. Había supuesto que Savitar lo haría desaparecer de su vista de un plomazo, pero aparentemente era un castigo demasiado fácil.
En lugar de eso el bastardo, le estaba haciendo sufrir incluso más por atemorizarlo. No era que el temor lo atormentara más.
Era la pena. Aquellas heridas eran las únicas que rasgaban atravesándole igual que trozos de cristal. Deseaba que muchas cosas fueran diferentes, en éste punto la muerte sería probablemente un alivio.
En un momento, Fang dejó escapar una maldición cuando algo se rompió en su interior. Se sentía como si estuviese siendo triturado. El dolor era insoportable cuando la sangre empezó a manar de su nariz. Estaba intentando mantener la cabeza sobre el bloque, pero se hacía más y más difícil cuando sintió que el ácido avanzaba lentamente por el esófago y explotaba en su cráneo. La presión de ello lo golpeó en la espalda.
Savitar y el ejecutor le pusieron las rodillas sobre los hombros y lo sostuvieron abajo.
Fang gritó cuando algo duro y doloroso salió volando de la boca. Esto se alzó, después estalló en un montón de fragmentos que cayeron sobre ellos.
Tan pronto como lo hizo, los dos lo liberaron. Fang jadeaba mientras el dolor remitió y la nariz dejó de sangrar. Frunciendo el ceño ante ellos, se apartó.
El ejecutor rió cuando se sacó el yelmo. Era Thorn.
—Apuesto a que era una jodida indigestión, ¿huh?
—¿Qué mierda estáis haciendo los dos?
Thorn levantó la espada para que descansara sobre el hombro.
—Conseguir que el demonio salga de ti, gilipollas. Me imagino que habrás tenido suficiente de él.
Desconcertado por el inesperado cambio de fortuna, la mirada de Fang fue de uno a otro. ¿Ése era otro juego intelectual que practicaban con él? Hasta que lo supiese con seguridad, no iba a levantarse.
—No lo entiendo.
Savitar dejó caer el guardapelo en su pecho.
—Es de lo más fácil, y uso esa palabra con todo el debido sarcasmo, la manera de conseguir que Phrixis saliese de de ti requería un acto de indecible altruismo. Yo amenacé la vida de tu hermano y tú viniste, listo para morir por protegerle.
Thorn asintió.
—El simple amor de ese único acto era más de lo que el demonio podía soportar y salió. Como no tenía cuerpo al que regresar, se destruyó. Simple.
—Yeah. —Savitar le tendió la mano a Fang para ayudarle a levantarse.
Por una vez, dejó que lo pusiera en pie. Quería matarlos a ambos, pero ahora mismo estaba demasiado agradecido de estar con vida.
—Los dos estáis enfermos, pero aprecio lo que hicisteis. El bastardo se estaba volviendo un poco difícil de manejar.
Thorn giró la espada sobre el hombro, haciendo que la hoja brillara maliciosamente en la luz del día.
—Lo siento por el trauma. La verdad es que no había otra manera. Si hubieses tenido incluso una sola noción de lo que ocurría, no habría funcionado. Pero si hace que te sientas mejor, sabemos que no fuiste el que mató a esa gente. Esos fueron Misery y su gente, a quien ahora tienes que encontrar y matar.
Savitar sonrió abiertamente.
—Si esto hace que te sientas mejor, lo afrontaste como un hombre.
—No, —lo corrigió Fang—. Lo afronté como un lobo.
Savitar lo saludó con respeto.
—Touché.
Fang miró hacia la playa, agradecido de que ésta no hubiese sido su última visión después de todo.
—¿Puedo volver ahora a casa?
Savitar negó con la cabeza.
—No tan rápido. Hay algo que quiero que veas.
Lo siguiente que supo Fang, es que estaba de regreso en la celda y esta vez sus poderes no funcionaban en absoluto.
Thron envainó la espada.
—Gracias por la ayuda.
—No hay problema.
Enfermo por lo que había sucedido, Thorn echó un vistazo alrededor a las dispersas cenizas del demonio.
—Es una maldita lástima que Fang no pudiera controlarlo. Había tenido grandes planes para ellos.
Savitar arqueó una ceja.
—¿Qué tipo de planes?
—Eres omnisciente. ¿No lo sabes?
Savitar le dedicó una cómica mirada.
—Como si no lo supieras. Solo puedo ver el futuro después de que lo haya tocado. —Motivo por el cual intentaba permanecer en su isla, lejos del mundo. Allí no había nada y nada cambiaba.
La vida continuaba sin él y lo prefería de esa manera.
La mayoría de los días.
Thorn se encogió de hombros.
—Supongo que todos nosotros tenemos un límite de lo que podemos hacer.
Esa era supuestamente la ley del universo y con todo, él había visto y sentido cosas que Thorn desafiaba.
—Eso no es lo que he escuchado de ti.
—¿Vas a creer todo lo que escuchas?
Savitar observó como Thorn se desvanecía. Sabía que ese hombre estaba jugando un juego con todos ellos. Solo desearía saber cual.
Y quienes eran realmente los compañeros de equipo de Thorn.
Fang golpeó la puerta transparente, furioso de ser encerrado después de lo que le habían hecho. Lo habían pasado por el torno de secar la ropa y ahora mismo estaba listo para hacer pedazos a Savitar y Thorn.
—Sujeta el pelo, lobo. —irrumpió Savitar cuando apareció en el corredor.
—¿Por qué no puedo irme?
—Porque creo que necesitas ver esto.
—¿Ver qué?
Alzó la barbilla hacia la pared detrás de Fang.
—El tiempo que tenía tu hermano para entregarte se ha acabado.
¿Qué tenía que ver eso con nada?
—Me entregué yo mismo.
—Vane no lo sabe. Creo que deberías ver su reacción.
—Eres realmente enfermo, ¿verdad?
—No. Solo sé cuantas cosas se dicen y se ocultan en la vida. Todo el mundo necesita saber, sólo una vez, lo mucho que significan para las personas que los rodean.
Fang frunció el ceño cuando se desvaneció. Al momento de hacerlo, la puerta transparente se oscureció a negro y la pared que Savitar había señalado hacía un segundo se volvió transparente, mostrándole la sala del concilio desde el otro lado.
Vane ya estaba allí. Solo.
Savitar caminó hacia él, de nuevo con esa estoica expresión que no daba absolutamente nada.
—¿Dónde está tu hermano?
—No lo sé.
—¿No pudiste encontrarle?
Las facciones de Vane se endurecieron con determinación.
—No lo busqué.
La expresión de Savitar se volvió oscura. Letal. Cuando habló, el tono estaba lleno con malicia.
—¿Entiendes a lo que te estás arriesgando?
Vane asintió.
—Mi compañera y yo estamos vinculados. Te ofrezco mi vida por la de Fang, pero por favor, no dejes huérfanos a mis hijos. Sé que tienes la habilidad de romper los lazos de emparejamiento y te pido que tengas clemencia. Mi familia es inocente y ellos no suponen una amenaza para ti o para alguien más.
—¿Realmente me estás pidiendo clemencia?
Un tic se instaló en la mandíbula de Vane y Fang supo exactamente lo difíciles que fueron las siguientes palabras que pronunció para un hombre tan orgulloso como su hermano.
—Estoy rogando por tu clemencia, Savitar. No puedo entregarte a mi hermano.
Alzó una ceja insultante.
—¿No puedes o no lo harás?
—Ambos.
—¿Y tu compañera? ¿Qué dice de todo esto?
—Está de acuerdo con mi decisión.
—¿Incluso aunque eso signifique que quizás no viva para ver a vuestros hijos crecer?
Vane asintió.
—Nosotros entendemos las consecuencias. Como dije, esperamos tu piedad. Pero decidas lo que decidas, no puedo vivir sabiendo que mi vida se pagó con la sangre de mi hermano.
—Eso es mucho que esperar. Realmente no contarás con que tenga una conciencia, ¿verdad?
Fang frunció el ceño cuando oyó a alguien llamando a la puerta de la celda. Le dio la espalda a Vane y Savitar que todavía estaban hablando.
¿Qué estaba pasando?
—¿Fang? ¿Estás ahí dentro?
Su corazón dejó de latir ante el sonido de la última voz que había esperado oír.
—¿Aimee?
—Rápido. Abre la puerta.
¿A quién estaba hablando?
—¡Apártate, akri-lobo! La Simi va a soplar y soplar y derribar esa puerta. Y quizás no quieras estar demasiado cerca cuando lo haga, por que el lobo se derretirá sobre el suelo y a akra-Aimee quizás no le guste si te conviertes en un charco de una sangrienta sustancia viscosa. Además, el olor de lobo chamuscado es demasiado maloliente para las delicadas fosas nasales de la Simi. Así que apártate.
Fang estaba atónito. ¿Simi estaba con Aimee? ¿La compañera demonio de Ash? ¿Qué diablos estaba haciendo aquí?
¿En qué estaba pensando Aimee?
Sabiendo que era mejor no discutir con Simi, la cual nunca aceptaba un no por respuesta a menos que fuera Ash el que lo dijera, hizo lo que le dijo. Apenas había dejado el área cuando la puerta se desintegró literalmente en un charco fundido en el suelo.
Radiante de orgullo por lo que había hecho, Simi se frotó las manos.
—Eso fue divertido… ¿Crees que Savitar dejará que la Simi haga volar algo más? Quizás esa cortina de ahí…
—No, no, Simi. —dijo Aimee, haciéndola detenerse—. No queremos las cortinas de antorcha.
El labio inferior de Simi se volvió en un extraño puchero.
—Oh, pooh, eres igual que akri. No, Simi, no escupas fuego alrededor de objetos inflamables o niños pequeños. Excepto por esa tarjeta negra de plástico que no es realmente plástico. Es alguna cosa de metal, pero la Simi la adora por que le deja comprar todo lo que quiere sin límite. Él nunca le dice que no a Simi cuando la usa. Oh, hola ahí, Fang. ¿Estás bien? Pareces del tipo de haber alcanzado el punto máximo, o reventado o… Oh, porras, la Simi nunca puede recordarlo con exactitud.
Ignorando el enfático discurso de Simi, miró a Aimee.
—¿Qué estáis haciendo las dos aquí?
—Te estamos salvando.
—Aimee. —dijo, enfatizando el nombre y el peligro en que las había colocado a ambas.
Él también se detuvo cuando vio a Savitar destellar detrás de ella con una mirada de extrema furia en el rostro.
—Nada de peros, Fang. No puedo dejarte hacer… —Las palabras se desvanecieron cuando captó un vistazo de Savitar de pie detrás suyo en el reflejo del cristal.
Aimee se congeló en el sitio. Con el corazón deslizándose al estómago, se volvió para mirar lo que tenía que ser la más aterradora mueca jamás concebida.
—Hola. —dijo, esperando mejorar su humor.
La mirada se oscureció ante la tentativa. Sólo lo hizo peor.
—¿Qué estás haciendo, osa?
—Por el infeliz brillo en tu cara, yo diría que cometer el peor error de mi vida.
Fang se movió para quedarse delante de ella.
—Sólo estaba intentando ayudarme.
—E ir contra mí en el proceso. No te ofendas, pero eso realmente me jode.
Los ojos de Simi se ensancharon.
—Oh, tu también tienes esa vena palpitante que tiene akri antes de que se vuelva azul. ¿También te vas a volver azul, akri-Sav?
Aimee tragó.
—No, Simi, creo que se está volviendo rojo.
Savitar parecía que estaba conteniéndose duramente para no matarla.
—Respóndeme a una cosa… ¿Qué vas a hacer después de que lo saques de aquí?
Aimee vaciló.
—Realmente no habías pensado en ello, ¿no? —Savitar miró a Vane quien acababa de entrar en el área para ver que estaba pasando—. Lobos y Simi, iros. Ahora.
Vane le dedicó una comprensiva mirada a Aimee antes de seguir la orden de Savitar.
Sabía que iba a cometer suicidio, pero no podía obedecerle y dejar a Aimee sola. El protector lobo en su interior nunca la abandonaría a la ira de alguien, especialmente no a alguien tan caprichoso y letal como Savitar.
—Es culpa mía que esté aquí. Asumo toda la responsabilidad.
Savitar se mofó de él.
—No me hagas reír, lobo. Vendiste tu alma para mantenerla a salvo. Acepta la salida que te estoy ofreciendo antes de que tome tu vida.
Sacudió la cabeza lentamente, la determinación grabada en piedra.
Savitar lanzó la mano y golpeó a Fang con tanta fuerza que lo levantó y lo envió contra la pared detrás suyo.
—¿Tienes alguna idea de lo enfadado que estoy ahora mismo?
Fang se esforzó por respirar.
—Creo que me hago una muy buena idea.
—No, no creo que lo hagas.
Lanzó a Fang al suelo con tanta fuerza que juraría que la mitad de los huesos de su cuerpo se rompieron.
Simi, quien no se había marchado todavía, fue corriendo hacia Savitar y le susurró al oído.
El ceño de Savitar disminuyó. Dejó caer la mano cuando el rostro volvió a su típico estoicismo.
—Largaos. Los dos. Pero sabe, osita, que con esto, yo he revocado la licencia del Santuario para siempre.
Aimee jadeó.
—¿Qué?
—Ya me has oído. Ahora iros antes de que os mate por desobedecerme.
Realmente no les dio elección. En un momento estaban en la isla de Savitar y al siguiente estaban en el vestíbulo de la Casa Peltier.
Fang miró pasmado el oscuro mobiliario victoriano a su alrededor. No había señales de Vane.
Simi se apareció un segundo después.
—Oh, bueno. Simi estaba asustada de que Savitar os hubiese hecho desaparecer y quiero decir desaparecer de verdad. Pero estáis bien. Eso es bueno.
Aimee frunció el ceño ante el demonio.
—¿Qué le dijiste a Savitar?
—Le dije que erais amigos de Simi y que no quería que hiciera estofado de Osbo.
—¿Osbo?
—Osa y lobo, lo cual quizás sea sabroso, pero no cuando está hecho con la gente que Simi quiere. Además, Aimee siempre me da de comer un rico helado cada vez que voy al Santuario.
Aimee abrazó a la pequeña demonio Gótica que significaba el mundo para ella. Si había una cosa acerca de Simi, es que siempre podías contar con ella.
—Gracias por tu ayuda, Simi.
Simi abrió la boca, pero antes de que pudiera hablar, Maman estaba allí, los ojos llameando de enfado. El corazón de Aimee flotó ante la visión. Nunca la había visto así de enfadada.
—¿Qué has hecho? —exigió Maman.
Simi se desvaneció.
Aimee sintió que el color abandonaba el rostro.
Maman la habría abofeteado si Fang no le hubiese cogido la mano y la apartaba de la mejilla de Aimee. Eso solo enfureció más a su madre.
—Nos has arruinado. Os quiero a ambos fuera de aquí. Ahora.
Queriendo calmar a su madre, se adelantó.
—Maman…
—No. —gruñó. No había ningún indulto o perdón en su voz o expresión—. Nos has condenado a todos nosotros, ¿Y por qué? —Recorrió a Fang con una disgustada cara de desprecio—. Estás muerta para mí, Aimee. No quiero volver a verte jamás y ya no eres parte de esta familia o patria. Márchate.
La visión de Aimee se nubló.
—Pero…
—¡Vete! ¡Fuera!
Fang la atrajo contra él.
—Vamos. Necesita calmarse.
Aimee permitió que la tele transportara fuera de su hogar, a la casa de Vane.
Vane estaba en la sala de estar, el rostro era una máscara de preocupación que desapareció en el instante en que los vio.
—Gracias a los dioses. Estaba aterrado de que Savitar os hubiese hecho algo.
Aimee apenas entendió aquellas palabras cuando el horror de lo que había sucedido la golpeó.
Su madre la había echado. Había revocado su pertenencia al clan y la había dejado abandonada.
Vane frunció el ceño.
—¿Está bien?
Fang no respondió a la pregunta. No creía que Aimee quisiera que él compartiera lo que acababa de suceder con alguien que, para ella, era básicamente un extraño.
—¿Puedes darnos un minuto?
—Claro.
Esperó hasta que Vane se marchó antes de ahuecar el rostro en las manos.
—¿Aimee?
Las lágrimas empezaron entonces. Fluyeron silenciosamente bajando por el rostro mientras los ojos azules estaban completamente anegados.
—¿Qué he hecho?
La atrajo a sus brazos y la apretó contra él.
—Todo irá bien.
—No, no es así. Maman nunca me perdonará.
—Eres su única hija. Una vez se calme, estará bien. Ya lo verás.
—No. No lo estará. La conozco y conozco ese tono. Nunca me perdonará por esto.
Fang dobló las rodillas hasta que estuvo al nivel de los ojos.
—Sabes que no estás sola. Mientras yo tenga refugio…
Aimee se agarró entonces a él, necesitando esa seguridad incluso aunque parte de ella quería apartarle y condenarle por hacerle esto.
Pero por él…
No. No lo había hecho Fang. Él había estado allí a su lado a cada paso del camino durante esos últimos años. Había tomado la decisión de ir a salvarle a pesar de las consecuencias—incluso de la muerte—y mamá había cortado la cuerda.
Lo único que había hecho era intentar protegerla, a Vane y Fury y a sus familias.
Y con esos pensamientos llegó a darse cuenta de algo que casi se había perdido antes.
—¿Qué quería decir Savitar acerca de que has vendido tu alma?
Retrocedió. El comportamiento era ahora cerrado y reservado.
Pero no iba a dejarle ir con eso.
—¿Fang? Dime la verdad. Por favor.
Vio el arrepentimiento en los ojos. La culpa. Y cuando habló, la voz estaba cargada de emoción.
—Me has preguntado repetidamente por la señal en mi hombro… es una marca de propietario. Cuando Dev y tú fueron al callejón y los Daimons os atacaron, vendí mi alma a un demonio para mantenerte a salvo.
Aimee jadeó ante la última cosa que había esperado que le dijera. Había vendido el alma por ella.
—¿Por qué lo has hecho?
Tragó antes de responder.
—Porque estaría condenado a verte morir.
Abrumada por la devoción y lealtad, tomó su mano en las suyas… la mano que debería haber llevado la marca de emparejamiento, y le besó los nudillos.
—Todo lo que quería era mantenerte a salvo y ahora… he puesto en peligro a cada miembro de mi familia. A todos ellos.
—Podemos intentar pedírselo a Savitar cuando se calme. No es completamente irrazonable.
Ella le dedicó una irónica mirada. ¿Se había vuelto loco? ¿Savitar no era irrazonable?
—Ha matado especies enteras porque lo cabrearon. No es exactamente indulgente.
—Dije completamente. —Los ojos se volvieron oscuros y esperanzadores—. Vamos Aim, ten fe. El Santuario es legendario. Tu madre es inventiva. De alguna manera todo esto funcionará. Lo sé.
—Desearía poder creer eso, pero no lo sé. Tengo un mal presentimiento.
Fang vaciló. Él también, pero no quería preocuparla. Incluso aunque no era la más intuitiva persona del universo, sabía profundamente en su interior que algo mucho peor iba a suceder. Solo que no sabía qué.
—Demonios, Savitar, eso fue duro.
Savitar se puso rígido cuando Thorn apareció a su lado.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Quería asegurarme que no habías hecho pinchos con mi lobo. Por todo el agravio, todavía me pertenece y no quiero despellejarlo todavía.
—Entonces mejor será que lo mantengas alejado de mi camino.
—Tomo nota. Pero lo que hiciste… —Thorn sacudió la cabeza—. Fue duro, y viniendo de mí eso significa algo.
Sí, lo fue, y Savitar ya se arrepentía de ello. Pero no podía dejar que los Were-Hunters le cuestionaran a posteriori. Una cosa que había aprendido de la manera difícil era que sin miedo, no había control. Y sin control, los Were-Hunters se destruirían unos a otros. Tenía que darles un enemigo mayor a quien temer más que unos a los otros.
Él mismo.
Pero nada de eso era problema de Thorn.
—¿Tú sabes algo, verdad?
Thorn le dedicó una calculadora mirada
—¿No ves lo que sucederá a causa de tus decretos?
Un tic se instaló en la mandíbula de Savitar ante lo que tenía que confesarle a un hombre de lealtad indefinida.
—Solo un vislumbre y estaba demasiado cabreado para prestar atención.
—Entonces probablemente sea lo mejor.
—¿Por qué?
—Solo déjame decir esto. Realmente me alegro de no ser una de las personas que llamen Santuario a su hogar. Porque esto está a punto de ponerse seriamente jodido para ellos.
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