4 de Noviembre, 9532 A.C.
Acheron permaneció tan silencioso el resto de nuestro viaje hacia los muelles que empecé a preocuparme. No se veía bien. De hecho, tendía a empaparse en sudor y temblar sin razón aparente. Su piel se tiñó de un horrible tono cenizo.
Siempre que le preguntaba cuál era el problema, él sólo respondía que algunas veces le pasaba.
Y mientras más estábamos en contacto con la gente, él se volvía más nervioso.
—Estes no te encontrará —le dije, esperando aligerar su miedo.
No funcionó. Si acaso, él se volvió más aprehensivo.
Boraxis regresó con nuestras monedas para el viaje a través del Aegean[1] que nos llevaría a casa en Didymos. Yo sabía que no dejaría de estar asustada hasta que el barco partiera.
Estaba temerosa de que en cualquier momento nos encontrara mi tío y llevara a Acheron de regreso.
Fue justo después de medio día que nos permitieron abordar el barco. Boraxis tomó la delantera conmigo en medio y Acheron siguiéndonos.
El primer oficial tomó las monedas de Boraxis y le dio indicaciones para nuestros camarotes, detuvo a Acheron.
-¡Baja tu capucha!
Vi el pánico en los ojos de Acheron antes de que la bajara. Tan pronto la tela estuvo abajo, sentí una sensación extraña, como una ola, deslizarse a través de aquellos que estaban cerca de nosotros. Todos los ojos se dirigieron hacia mi hermano.
El primer oficial asintió con la cabeza y me llamó.
—Mi señora, no permitimos a los esclavos viajar en la cubierta principal.
Le lancé una mirada fulminante.
—Él no es un esclavo.
El primer oficial de hecho se rió ante eso. El alcanzó la banda alrededor de la garganta de Acheron y jaló su pendiente que tenía el símbolo de un abrasador sol.
Acheron no se movió o habló. Sólo mantenía su mirada abajo.
El primer oficial miró de nuevo hacia mí.
—Puedo apreciar su deseo por mantener a su tsoulus con usted, mi señora, pero él deberá viajar bajo cubierta con los otros esclavos.
No se me había ocurrido hacer que removieran las bandas de Acheron. En Grecia nuestros esclavos no tenían oro, por tanto no se me había ocurrido que eso lo delataría.
—Nexos —llamó el primer oficial a otro marino. —Escolta a éste bajo cubierta.
La aterrada mirada de Acheron alcanzó la mía.
—Por favor, Idika, no me mande ahí. Solo. No puede.
—Pagaré más —le dije al marinero.
—Lo siento, mi señora. Es política estricta. Los otros pasajeros estarían extremadamente molestos si rompemos las reglas por usted.
Me sentí horrible por él.
—Está bien, Acheron. Sólo son unos pocos días y estaremos en casa.
Mis palabras solo parecieron asustarlo más. Pero no dijo nada más mientras Nexus se acercó para llevarlo lejos de mí.
—Él estará bien, su Alteza —me aseguró Boraxis. —Sus camarotes no serán refinados, pero estarán limpios y servibles.
Y Boraxis sabría. Él una vez fue esclavo, antes de que mi padre lo liberara.
—Gracias, Boraxis.
Mi corazón dolía, me dirigí a mi camarote preguntándome que haría Acheron por los siguientes cuatro días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario