jueves, 12 de enero de 2012

EPÍLOGO

Tres meses después
Nueva Orleáns

Ash se quedó en el umbral, mirando la iglesia que estaba hervía de gente. Por primera vez en su vida inmortal, estaba realmente asustado. No quería estropearlo o peor, avergonzarla o ponerla en un aprieto delante de su familia. El sueño de Tory era casarse y él quería que todo marchara exactamente como ella quería.
Su lado de la iglesia estaba totalmente lleno con la familia de ella. El único que faltaba era su abuelo quien estaba esperando para acompañarla por el pasillo.
A su llegada a Nueva Orleáns, habían llevado a Theo a un lado y le habían contado la verdad acerca de Ash.
Al principio Theo se había negado a creerlo, pero al final, cuando Ash le contó cada detalle de su viaje juntos a través del Atlántico cuando Theo había sido un niño y de sus partidas de ajedrez en el parque a lo largo de los años, Theo no tuvo elección excepto aceptar la verdad. Entonces se había emocionado al tener que casar a Tory con el hombre que le salvó la vida.
Para el resto de su familia, con excepción de Geary, quien sabía la verdad acerca de Ash, le dijeron que él era el nieto del hombre que había salvado a Theo. Era una pequeña mentira, pero mientras mantuviese la paz y el secreto del mundo en el que vivía Ash, era necesario.
—¿Estás listo, T-Rex?
Ash asintió a Talon quien era uno de los padrinos. Desde que Tory tenía once damas de honor, Ash había estado bastante agradecido por todos los Dark-Hunters. Su amiga Pam, como la dama de honor, estaba emparejada con el Padrino de Ash… Savitar. Kim estaba con Vane, Geary con su marido Arik, Katra con su marido Sin, Danger con Alexión, ambos en cuerpos humanos temporales. Simi estaba con Zarek, Justina con Kyrian, Katherine con Styxx y Aimee estaba allí con Dev. Sunshine estaba con Talon y la prima de Tory, Cyn, quien tenía un misterioso parecido con Artemisa, estaba con Urian… algo que había irritado a la mujer que odiaba estar emparejada con un padrino griego.
Por alguna razón que sólo Tory parecía entender, eso la divertía, así que Ash la había complacido dándole a Cyn el más griego de todos sus padrinos.
Talon se desvaneció cuando Savitar avanzó hacia delante.
—¿Estás nervioso, Tío?
Quizás debiera estarlo y con todo no podía esperar. Él sacó el anillo de bodas de su bolsillo, diamantes amarillo canario de tres quilates y observó como refulgía a la tenue luz de la iglesia. La piedra central estaba rodeada por pequeños diamantes blancos en un formato muy antiguo y único… Tory había decidido ir con la más tradicional y antigua costumbre de tener un único anillo de bodas con una piedra… tal y como lo habrían hecho en la época de Ash.
Estaría hermoso sobre ella.
—Ni un poco —le dijo a Savitar—, pero tú pareces bastante enfermo.
—Es toda esta ropa que estoy llevando. Los esmóquines me dan urticaria. Te dije que el tercer resultado sería espantoso. Matrimonio. —se estremeció él.
Ash sacudió la cabeza, especialmente cuando notó el hecho de que Savitar estaba llevando sandalias.
—Apenas estás un paso por encima del Australopitecos, ¿verdad?
Él arqueó una ceja de manera condescendiente.
—Hey, ten más respeto cuando digas eso, mocoso. ¿No has visto los anuncios? Nosotros los hombres de las cavernas somos gente muy sensible.
Ash se rió, aliviado por una vez de que él no fuera la persona más vieja aquí.
Ellos dejaron la sala para situarse ante el altar y esperar a que la larga procesión de damas de honor y padrinos empezara.
Jaden y Takeshi estaban sentados en primera fila con Tabitha, Xirena, Grace y Amanda—Éstas dos últimas estaban aguantando a sus hiperactivos hijos así como también de la hija de Kat.
Ash estaba realmente asombrado por el número de actuales y antiguos Dark-Hunters que estaban allí. Su lado de la iglesia rivalizaba con el de Tory. Por su puesto era más probable que se debiera al shock de que Ash se casara que a cualquier otra cosa. Lo último que había oído era que estaban apostando en la web Dark-Hunter.com que se congelaría y tropezaría.
Aún así, era agradable verlos por cualquier razón y su presencia allí era el motivo de que ellos llevaran a cabo la boda después de anochecer.
Cuando Simi bajó por el corredor, se llevó el ramo a los labios y empezó a mordisquear las flores. Ash sacudió la cabeza, agradecido que no sacara la salsa barbacoa de su bolso y la derramara sobre las gardenias. Cuando se acercó a su hermana, articuló las palabras:
—Están ricas. Después te conseguiremos una para ti.
Entonces la hija de Kyrian, Marissa y la hija de Geary, Kalliope bajaron por el pasillo, esparciendo pétalos de rosas rojas y rosas por el suelo.
Ash alzó la mira a las puertas cuando empezaron a tocar la marcha nupcial. Por primera vez, estaba realmente ansioso. Por favor no dejes que ella sea la única que tropiece…
Entonces la vio.
Se quedó sin respiración cuando Tory avanzó bajando por el pasillo no de blanco, sino de negro. Ella había explicado la elección del color a su familia diciendo que desde que el blanco era el color tradicional del luto Griego, no quería que formara parte de su boda. Pero la verdad era, que ella sabía que él lo odiaba a causa de Artemisa.
Incluso llevando un bouquet de mavyllos, las sagradas rosas negras que habían sido creadas por la madre de Ash. El bouquet había sido un regalo de Apollymi y recibirlos era considerado el más alto honor que un atlante podía dar a otro.
Ash sonrió orgulloso. Pero lo que todavía le asombraba más era que ella estuviese dispuesta a pararse ante toda esa gente y reclamarle. Él le había ofrecido incluso fugarse para casarse con ella, pero se había negado.
—Chico —dijo ella, furiosa con el hecho de que siquiera lo hubiese sugerido—, tú eres mío y quiero que todo el mundo lo sepa.
Como regalo de bodas, ella incluso se había tatuado en el hombro su emblema del sol con su nombre debajo.
Nada en el mundo lo había complacido más.
Tory casi tropezó cuando vio a Ash en esmoquin. Su pelo negro estaba alisado hacia atrás en una sofisticada cola de caballo. Y por una vez sus ojos eran completamente visibles para todos. No tenía piercings—él había renunciado a ellos diciendo que no quería nada que la avergonzara delante de su familia.
—Tú nunca podrías avergonzarme, Ash —le había dicho ella—. Además ahora tú eres mi familia.
Incluso así, él había optado por aparecer sin ellos.
Theo se la entregó a Ash con una gentil palmada en la mano de Ash y un beso sobre la de Tory. De la mano, permanecieron de pie ante el sacerdote griego y pronunciaron sus votos en griego antiguo.
Cuando se terminó, Ash la atrajo a la parte de atrás de la iglesia y la sostuvo cerca.  Él depositó un beso sobre su hombro desnudo donde su emblema era ampliamente visible.
—Supongo que es demasiado tarde para que te vuelvas atrás ahora, ¿huh?
Tory bufó.
—Cariño, fue demasiado tarde para mí desde la primera vez que abriste la puerta y te paseaste en mi conferencia. Estaba perdida y ni siquiera lo había.
Él enlazó su mano con las de ella.
—No tengo idea de que nos deparará el futuro y eso me enferma. Pero te prometo que sin importar el qué, nunca te arrepentirás de estar conmigo. Lo juro.
Ella lo miró.
—¿Sabes lo que me asombra? Estaba buscando la Atlántida y encontré un dios Atlante. ¿Cómo podría arrepentirme de eso?

Nick permaneció fuera del jardín de la casa de Kyrian, observando la recepción de la boda de Ash. Todo el mundo estaba riendo y celebrando mientras Ash y Tory bailaban la canción de los Bee Gees, “To Love Somebody”.
Él odio le escaldó la lengua cuando vio a Ash riendo con Tory. Y aún así la parte de si mismo que más odiaba estaba contento de ver a Ash tan abierto y feliz. Siempre había habido un aire de desesperanza alrededor de Ash.
Ahora se había ido. El solo deseaba que él hubiese podido ser tan feliz.
—No es justo, ¿no?
Él volvió la cabeza para ver a Artemisa de pie detrás de él. Vestida toda de blanco, era increíblemente hermosa.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Lo mismo que tú. Espiar. —ella dejó escapar un largo suspiro y acortó la distancia entre ellos—. Él nos ha volteado, ¿no es cierto?
Nick frunció el ceño ante sus palabras sin sentido.
—¿Volteado?
—Ya sabes, echarnos.
¿Echarnos? Qué… de repente, entendió lo que estaba intentando decir.
—¿Quieres decir jodernos?
—Sí, nos ha jodido a ambos.
Ella no tenía ni idea.
—¿Y qué te ha hecho a ti?
—Me abandonó. Se llevó a mi hija y ¿Qué me ha dejado? Nada.
Nick bufó ante su autocompasión.
—Sí, bueno, al menos tú no estás en la lista de los más buscados de los Daimons. Juro que no he tenido ni un solo momento de paz. Y lo último que he oído, es que Stryker está listo para desatar el infierno sobre nosotros.
Ella puso los ojos en blanco.
—¿Crees que Stryker no me quiere muerta? Mi hermano es el único que se ha vuelto contra él. Es un mundo helado en el que vivo.
—Podría ser peor. Podrías estar desvalida.
Ella lo miró con una ceja arqueada.
—¿Crees que no lo estoy?
Nick se desentendió de su pregunta. Ella no tenía idea de cuan miserable era su vida. Cuan solitaria y desgarradora.
—¿Cómo puede una diosa estar desvalida?
—De la misma manera que lo puede estar un humano.
Sí, estaba loca.
—Tú tienes el poder para hacer tu vida mejor. Yo no.
—Eso no es verdad. Yo he perdido mi único amigo.
Honestamente así era como Nick se sentía. Había querido a Ash igual que un hermano y extrañaba la amistada que habían tenido. Incluso aunque Ash lo hubiese jodido, ellos habían sido increíblemente cercanos.
Ahora, a causa de que Stryker podía ver todo lo que Nick veía siempre que el semidiós eligiese mirar, estaba completamente aislado del mundo que había conocido una vez. Sin amigos. Sin familia.
Estaba solo y lo odiaba.
Artemisa volvió una especulativa mirada hacia él.
—¿Serás mi amigo, Nicholas? Te lo prometo, nunca te arrepentirás.

Una ráfaga de aire pasó a través de la fiesta, levantando el dobladillo del vestido de Tory.
Ash alzó la mirada al cielo y frunció el ceño cuando oyó el apagado y lejano sonido de un trueno.
—¿Sucede algo? –preguntó Tory.
—Se está formando una tormenta.
—Quieres decir el tiempo, ¿verdad?
Ash sacudió la cabeza lentamente cuando sus sentidos zumbaron. No, había algo viniendo a por ellos. Podía sentirlo. Oscuro y mortal, y quería un trozo de él.
—No te preocupes, Sota. Te mantendré seca. —pero incluso cuando decía esas palabras, sabía la verdad. Él no era su asilo. Ella era el suyo, y tanto tiempo como él la tuviese a su lado, podría enfrentar cualquier cosa—. Traed la lluvia —susurró él—, traed la lluvia.

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