UNA NOVELA DE LOS DARK-HUNTER
Llegará en verano del 2008-02-07
De la mano de St. Martin Press
23 Junio, 9527 DC
Acheron se sentaba sobre la barandilla de su balcón totalmente bebido, mientras observaba el elaborado vestuario de los invitados que llegaban para la fiesta de cumpleaños abajo en el palacio. Su espalda estaba aplastada contra el edificio, mientras que sus piernas se extendían ante él en una precaria balanza. No estaba seguro de cuánto se había emborrachado hasta este punto.
Desafortunadamente, no era lo suficiente para matarlo. Pero si tenía suerte, quizás todavía se caería de su puesto a las rocas, unos cien pies por debajo y moriría allí horrorosamente.
Eso jodería definitivamente la fiesta de cumpleaños de su hermano gemelo. Por primera vez en semanas, se rió ante el pensamiento de Styxx cayendo fulminado en frente de los nobles y dignatarios congregados.
Eso les haría un favor.
—También es mi cumpleaños, —gritó él, sabiendo que cualquiera podía oírlo. Incluso si pudieran, no les importaría.
Ni siquiera Artemisa podía molestarse en celebrarlo con él. ¿Por qué?
Por que ella temía que alguien los viera juntos…
Los dioses lo prohibieron.
Acheron volvió la cabeza y se encogió cuando el dolor lo atravesó. Odiaba el hecho de que ella sola pudiera provocarle tanta angustia. Así que se había protegido cuidadosamente a sí mismo de la crueldad de aquellos a su alrededor. Pero Artemisa, lo laceraba a un nivel que nadie hubiese tocado jamás.
Y al igual que todo el mundo, no le importaba cuanto lo lastimaba.
Entonces otra vez, debería estar agradecido. Al menos este año no estaba celebrando el aniversario de su nacimiento en prisión…
O apaleado.
Siempre solo. Incluso cuando estaba en una muchedumbre, rodeado por gente, estaba solo.
Verdaderamente, estaba cansado de esto. Nadie lo quería. La única razón por la que su llamada familia se preocupaba de si vivía o moría era por que si él moría, su amado Styxx moriría también.
—He tenido bastante.
Incluso aunque sólo tenía veintiún años, estaba tan cansado como un anciano. Había vivido más allá de sus años y no quería más dolor. No más soledad.
Era hora de acabar con esto.
Las voces que oía en su cabeza gritaban ahora con más fuerza. Ellas le llamaban a casa…
Acheron se puso de pie sobre la barandilla. Los vientos se alzaban desde abajo, por encima de él, moviendo su cabello cuando bajó la mirada hacia el oscuro mar. Tiró su copa y observó como ésta caía, desvaneciéndose de su vista.
Un paso.
No habría dolor.
Todo terminaría.
—Es el momento. —Susurró él.
No había nadie allí para detenerlo esta vez. Ninguna Ryssa que tirara de él hacia atrás. Ningún padre para sujetarlo e impedirlo.
Ningún Estes para llamar por un médico.
Libertad.
Cerrando los ojos, se dejó ir y avanzó.
Miedo y alivio giraron a través de él. En un momento, su tan largamente buscada paz.
De repente, algo duro golpeó su estómago. Acheron jadeó ante el dolor. Abrió los ojos por reflejo.
En vez de caer, ahora se estaba elevando, alejándose del mar. El sonido de las olas rompiendo contra las rocas fue reemplazado por el fuerte batir de alas gigantes. Se volvió para ver a un demonio sosteniéndole.
—¡Déjame ir! —Gritó intentando liberarse.
Ella no lo hizo. No hasta que lo devolvió al balcón donde había estado.
Acheron se tambaleó hacia atrás cuando ella se encaramó en la barandilla y lo observó de cerca. Tenía el pelo negro y largo, le caía sobre la piel marmolea de blanco y rojo. Sus ojos se iluminaban en la oscuridad, blanco resplandeciente, rodeados de un vívido rojo. Al igual que su pelo, sus alas y cuernos eran negros.
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó él, su voz cargada de veneno.
—Akri debería ser más cuidadoso —susurró ella amablemente— Si Xiamara hubiese llegado un momento después, estarías muerto.
—Yo quiero morir.
Ella inclinó la cabeza en un gesto que a él le recordaba a un pájaro.
—Pero ¿Por qué, akri? —Miró sobre su hombro hacia la gente que estaba todavía llegando—. Cuántos vienen a celebrar tu cumpleaños humano.
—Ellos no vienen por mí.
Xiamara frunció el ceño ante él.
—Pero tú eres el príncipe. Heredero.
Él se rió con amargura.
—Soy el heredero de la mierda y el príncipe de la nada.
—Nay. Tú eres Apostolos, hijo de Apollymi. Reverenciado por todos.
—Yo soy Acheron, hijo de nadie. Reverenciado dentro de los límites de un dormitorio.
Ella se movió lentamente bajando hacia él. Sus alas se plegaron sobre su cuerpo.
—Tú no recuerdas tu nacimiento. Entiendo. Yo fui enviada aquí por tu madre con un regalo para ti.
Él estaba intentando seguir sus palabras, pero su mente estaba demasiado nublada por la bebida. El demonio estaba loco. Ella debía de haberle confundido con alguien más.
—Mi madre está muerta.
—La reina humana, sí. Pero su verdadera madre, la diosa Apollymi, está viva y te desea todo su amor. Yo soy su más fiel sirviente, Xiamara, y estoy aquí para protegerte a ti como la he protegido a ella.
Acheron negó con la cabeza. Estaba borracho. Alucinando. Quizás ya hubiese muerto.
—Mantente alejada de mí.
El demonio no lo hizo. Antes de que él pudiera escapar, ella colocó un pequeño orbe sobre su corazón.
Acheron dejó escapar un grito cuando el dolor lo atravesó. Nunca en su vida había sentido nada igual a eso y dadas las torturas por las que había pasado, era mucho decir. Esto era igual que un venenoso fuego en sus venas, corriendo a través de él.
Desde el centro de su pecho donde estaba el orbe, su piel cambió de leonada a azul…
Y cuando el dolor y el color se desplegaron a través de él, imágenes y voces gritaron, perforando sus oídos. Esencias asaltando su nariz. Incluso sus ropas quemaban contra su piel. Cayó al suelo y se encogió en una bola mientras cada sentido que él tenía era asaltado.
—Tú eres el dios Apostolos. Heraldo e hijo de Apollymi la Destructora. Tú serás el destino del universo. Serás el destino final de todos…
Acheron continuó sacudiendo la cabeza en negación. No. Esto no podía ser.
—Yo no soy nada. Yo no soy nada.
El demonio levantó la cabeza.
—¿Por qué no estás feliz? Ahora eres un dios.
La furia lo atravesó con fuerza cuando agarró a la demonio. No entendía sus poderes o nada de lo que le estuviera sucediendo, pero todos los años de su vida, todas las degradaciones y horrores lo atravesaron. Dejó que aquellos viajaran de su mente a la de ella.
El demonio gritó mientras apartaba la cabeza de golpe.
—¡Ni! No se suponía que sucediera eso, akri. No eso…
Él la agarró y obligó a su mirada a encontrarse con la de él.
—Fue suficientemente malo cuando pensaban que yo era el hijo humano de un dios. ¿Puedes imaginarte lo que me harán ahora? Quítame estos poderes.
—No puedo. Son tu derecho de nacimiento.
Acheron volvió a caer, golpeando su cabeza contra el suelo de piedra.
—¡No! —Gritó él— ¡No! No quiero esto. Sólo quiero que me dejen solo.
Xiamara intentó abrazarle.
Acheron la empujó.
—No quiero nada de ti. Ya me has hecho bastante daño.
—Akri…
—¡Sal de mi vista!
Sus ojos brillaron con vacilación.
—Tus deseos son los míos —El orbe que ella mantenía contra él apareció como un colgante en su cuello—. Si tú me necesitas, akri, llámame y vendré.
Acheron presionó la palma contra su cráneo que le dolía y latía con nuevas voces y sensaciones. Se sentía como si se estuviera volviendo loco, y quizás lo estuviera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario