Dev estaba secándose con una toalla y se dirigía de regreso a su cuarto cuando Aimee se reunió con él en el pasillo.
Le entregó un pedazo de papel.
—Sam quería que te diera esto.
Él frunció el ceño ante el papel plegado con el membrete del Santuario y que aún mantenía la esencia de la Amazona en él.
—¿Una nota en papel? Qué pintoresco. No había visto una de estas desde hace mucho tiempo.
Aimee rió.
—Sí. Me recuerda la época cuando las mujeres dejaban sus números en las servilletas para ti y yo tenía que traerte una pila de ellas cada noche. Ahora todo es enviar mensajes de texto y llamar por teléfono. Sólo espera hasta que pongan a la venta la tecnología magnética.
Era cierto. Y esa tecnología estaba justo a la vuelta de la esquina.
Él encontró su mirada y sostuvo la nota en alto con una ceja arqueada.
—¿La has leído?
Ella frunció el rostro.
—Oh, Dios, no. La última cosa que querría hacer es leer algo para lo cual necesitaría blanquearme los ojos. Aprendí mi lección hace cien años cuando esa baronesa dejó una nota para ti. Todavía estoy traumatizada… y con náuseas por eso —se dirigió a su cuarto.
Dev se echó la toalla sobre el hombro desnudo antes de abrir la nota y leer la clara y femenina caligrafía.
Hey Oso:
Sé que no debería hacer esto, pero si quieres vivir tan peligrosamente como yo, ven a mi casa antes de irte a la cama.
Es la casa blanca de tres plantas con una puerta negra.
No te preocupes. Sin ataduras. Sin babas de demonio. Sólo mucho, caliente y desnudo sexo.
Sam.
PD: Destruye esto inmediatamente. Mejor aún, cómetelo.
Se rió ante las órdenes de Sam. Estaba realmente bien que Aimee no la hubiera leído…
Y otra vez, el cuerpo se le endureció como una roca. ¿Qué era lo que le llevaba al modo de escapada de sólo sexo con la sola mención del nombre de Sam o la esencia de su piel? Sí, de acuerdo, lo de sólo sexo probablemente tenía más que ver con la sangre caliente que con otra cosa. Pero eso no venía al caso.
No necesitas esto. Tu vida ya está lo suficientemente arruinada. Sin mencionar que quieres seguir adelante sin enredos.
Sí, pero Sam conocía las consecuencias tan bien como él. Como ella había dicho, era sin ataduras. Sólo sexo. Dos adultos dándose placer el uno al otro.
Mientras ninguno indagase, todo estaría bien.
Arrugó la nota, luego se congeló. ¿Y si se emparejaba con ella? Ese pensamiento hizo que la sangre se le enfriara.
Cada vez que un Were‑Hunter tenía sexo, venía acompañado de una apuesta realmente mala y no era el temor de embarazo o enfermedad. No podían dejar embarazada a una mujer a menos que estuvieran emparejados con ella, además los Were‑Hunters eran inmunes a la mayoría de las enfermedades humanas y a todas las enfermedades de transmisión sexual.
El horror era que ellos no elegían con quién emparejarse de por vida. Eso lo hacían las Destinos Griegas y esas perras tenían un desagradable sentido del humor. Como referencia, su hermana osa estaba emparejada con su esposo lobo. Su hermana era humana con la habilidad de cambiar a oso. Su cuñado era un lobo que podía volverse humano. Dos animales completamente distintos. Cuando iban a dormir de noche, Aimee permanecía humana y Fang era un perro.
Si Fang y Aimee alguna vez tenían hijos, lo cual sería un gran milagro dado el hecho de que eran prácticamente especies diferentes, las jodidas cosas podrían verse como una chapuza de perro chino Chow. Tembló ante el pensamiento.
Si tenía sexo con Sam ‑aunque fuera sudoroso sexo animal‑ había siempre una posibilidad de que pudiera terminar emparejado con ella. Y emparejarse no era algo contra lo que pudieras luchar. Si no completaban la ceremonia, se quedaría impotente para toda la eternidad. Literalmente, ya que ella era una Dark‑Hunters.
Nunca podría tener sexo con una mujer de nuevo…
Prefiero tener un enema ácido seguido de momificación en vida.
Vamos, Dev. No seas paranoico. ¿Cuáles son las probabilidades? Sam era una Dark‑Hunters. Seguramente las Destinos no harían enfadar a su prima Artemisa emparejándolos a ellos. Los Dark‑Hunters tenían prohibido tener pareja ‑el riesgo para sus compañeros era demasiado grande. Tenían demasiados enemigos para eso.
Sí, pero…
Oh, ¿qué clase de cobarde era? Ella estaba ofreciendo libremente sexo sin complicaciones ¿y estaba dudando? Sí, eso era estar totalmente jodido.
Sacudiendo la cabeza ante su propia estupidez, especialmente cuando nunca en la vida había sido un cobarde, Dev se teletransportó al baño con la toalla sobre el hombro, haciendo aparecer una camiseta para vestirse, luego saltó a la puerta principal de Sam. Porque sería de muy mal gusto aparecer sin camisa en el umbral de su puerta, aún cuando fuera para tener sexo fortuito. Contrario a la opinión popular, no era un animal totalmente bruto.
Podría haber conducido la motocicleta, pero no estaba deseando arriesgar los sentidos o nada por el estilo haciendo caso omiso de las hormonas. Él quería eso y lo quería sin demoras.
Dev golpeó la negra puerta de madera de la inmaculada y reconstruida mansión anterior a la guerra civil. Una de las cosas extrañas sobre los Dark‑Hunters era que no podían vivir en un hogar que tuviera cualquier tipo de fantasma. Como eran seres sin alma, los fantasmas solían querer residir en sus cuerpos. Por lo que cada lugar donde vivían tenía que ser cuidadosamente revisado por el Consejo de Escuderos para asegurarse que el cazador no fuera poseído. Lo que le hacía preguntarse qué pasaría si uno de los Escuderos guardara rencor contra uno de los Dark‑Hunters y mintiera en su informe.
Eso podía ponerse feo…
Durante varios minutos no oyó nada. Pero como la casa era inmensa, y si Sam estaba en la planta alta, le podía llevar un poco de tiempo llegar a la puerta.
O podía haber cambiado de opinión.
Eso realmente sería una mierda. Sería abandonado aquí pareciendo un oso gigante alfombrando el umbral de la puerta. Sólo no permitas que los vecinos te vean. Eso sería una mierda mayor. Especialmente debido a la obvia dureza en los pantalones.
Miró por encima del hombro hacia donde el sol estaba comenzando a salir. Los cálidos rayos estaban rápidamente extendiéndose por la calle y el césped. ¿Podía estar ya Sam dormida?
Debería haberme movido más rápido.
Diablos.
De repente, la puerta principal de la casa se abrió hacia adentro.
Asumiendo que era otra invitación dado que estaba bastante seguro que la puerta no haría esto por cuenta propia, Dev entró en la casa. Al menos, hasta que llegó al pequeño vestíbulo y vio a Sam esperándole en el último escalón de la serpenteante y ornamentada escalera de caoba. Ataviada con nada más que una túnica negra que caía abierta mostrando su cuerpo desnudo, estaba exquisita. Cada pulgada de ella estaba modelada por el ejercicio lo que provocó que se le hiciera la boca agua.
Dioses benditos…
La puerta que tenía detrás se cerró de golpe, luego con llave… sin que nadie la tocara. Eso podría asustar a la mayoría de las personas, pero dado que él también tenía un grado de telequinesia, estaba acostumbrado a lo raro.
Lo que encontraba inusual era su estado de desnudez.
—¿Siempre atiendes la puerta así? Debes tener el cartero de UPS más feliz del planeta.
Ella rió mientras caminaba hacia él.
—No estaba segura de que fueras a venir.
Él arqueó una ceja.
—¿Te vestiste así sólo para esperarme a mí? No lo creo. Dios mío, mujer, ¿a cuántos hombres invitaste?
—Sólo a ti, bebé. Sólo a ti. Ningún otro podría nunca… bueno, no alimentaré tu ego. Tengo el presentimiento de que realmente no necesito hacerlo —no dudó con su contradicción y por eso supo que estaba diciendo la verdad, otra ventaja de sus poderes. Podía oler una mentira a una milla de distancia. La gente, humanos y otros, desprendían un olor cada vez que mentían—. Pero tardaste tanto en venir aquí que estaba comenzando a pensar que me ibas a dejar plantada.
Dev puso su mejor postura de “oh, bebé”.
—Le dejas a un hombre una invitación como esa… que tendría que estar muerto para rechazarla. Y yo definitivamente no estoy muerto. Aunque una dureza se ha instalado con ganas en al menos una parte de mi cuerpo. —Bajó la mirada al considerable bulto en los vaqueros.
Ella se detuvo enfrente para pasarle un dedo por el pecho hacia abajo, provocándole escalofríos por el camino. Tenía el cuerpo absolutamente en llamas, especialmente cuando ella se mordió su labio inferior y le miró a través de sus pestañas.
—¿Puedes hacer ese truco de Were‑Hunter para conjurar ropa?
—Sí.
Una tentadora sonrisa atravesó su rostro.
—Bien.
Antes de que pudiera preguntar qué quería decir, ella le alcanzó y le rasgó la camiseta desde el cuello hasta el dobladillo. Luego le atacó como si él fuera el último bistec en una residencia canina.
Dev no podía haber estado más anonadado si ella le hubiera prendido fuego y tostado malvaviscos sobre sus muchachos. Ella movió las manos por todo su cuerpo mientras lamía y chupaba su piel hasta que él pensó que quedaría ciego por el éxtasis.
Nunca una mujer había sido tan descarada y enérgica con él.
Y le encantaba.
Sam rozó la garganta de Dev con los colmillos. Parte de ella se moría por hundirlos en su garganta y probar su sangre caliente. Hacía tanto tiempo desde que había podido disfrutar del sexo por sí misma que quería devorarle por completo.
—Estoy tan contenta de que hayas decidido unirte a mí.
La sopló en la oreja mientras ahuecaba las manos sobre sus pechos y jugueteaba con los pezones de tal manera que la puso húmeda y dolorida.
—No pensé que acostarse con alguien sería un gran problema para ti.
Ella le mordisqueó la barbilla mientras abría las manos sobre su espalda musculosa y presionaba el cuerpo desnudo contra él. Genial, su piel se sentía tan bien. Quería llorar por la paz que sentía al tocarle. Era realmente el nirvana.
—Lo difícil no es conseguir un chico, Dev. Sino conseguir un chico cuyos pensamientos no estén dentro de mi cabeza. Eso siempre ha sido imposible… hasta ti.
Dev se rió.
—Supongo que tengo daño cerebral.
—No. Definitivamente no —le besó, deleitándose con el silencio en la cabeza. No tenía ni idea lo que estaba pensando o sintiendo. Ninguna. Podía gritar de felicidad por la bendita paz—. Podría devorarte.
—Estoy aquí para ser tu cucurucho de helado.
Ella se rió mientras le mordisqueaba el cuello.
—¿Realmente tienes esa fantasía?
Él aspiró entre dientes mientras ahuecaba las manos en la cabeza de ella.
—Depende. ¿Sería para encenderte o para enfriarte?
—Definitivamente me calienta.
—Entonces soy un helado de plátano y cereza, bebé. Pásame la lengua hasta que estés satisfecha. Soy todo tuyo para que juegues conmigo.
Ella se rió, luego le mordisqueó la barbilla, la cual estaba más suave que antes en el Santuario. De forma extraña le desilusionó. Siempre le encantaba sentir el pinchazo de la barba del rostro de un hombre.
—¿Te afeitaste?
—Me restregué con jabón de lejía desde la cabeza a los pies para sacarme el maldito moco del demonio. Tengo cosas sedosas donde los dioses nunca quisieron que fueran sedosas y utilicé elementos que serían tóxicos para la mayoría de los organismos vivientes. Todo para desinfectar mi cuerpo para que lo muerdas a placer.
Ella se rió ante su peculiar humor.
Dev gimió cuando ella deslizó la mano hacia abajo, hacia los pantalones para tocarle la polla. Sintió como los poderes surgían atravesándole. Oh, sí, esto era dulce. Capturando sus labios, presionó su cadera contra la de él.
—Desnúdate para mí —le susurró ella en el oído.
Dev usó sus poderes para quitarse la ropa.
Ella arrugó la nariz y sus ojos brillaron en hambrienta satisfacción.
—Hay definitivamente una ventaja en tener un amante Were‑Hunter, ¿eh?
—Mujer, no tienes idea.
Ella emitió un silbido bajo de apreciación mientras lo tomaba con la mano.
—Incluso estás dotado como un oso.
Él rió por su juego de palabras.
—Simplemente no lo sabes, bebé. Nunca serás amada hasta que te ame un Were.
—Pensé que a los Kattagaria no les gustaba que los llamasen Weres.
Kattagaria era la rama animal de la raza Were‑Hunter. Como Fang, eran animales que podían cambiar a la forma humana y como tal no querían ser llamados humanos de ninguna manera. Para muchos, era considerado un insulto extremo.
—Yo no soy Kattagaria —Dev dejó caer el escudo del rostro para que ella pudiera ver el símbolo tribal que le marcaba una parte completa de la cara. Era inconfundible y le designaba como a uno de los más poderosos de su especie. Un Centinela—. Soy Arcadio.
Ella siguió con las yemas de los dedos el diseño de sus marcas de Centinela.
—Son hermosas. ¿Por qué las escondes?
Dev apartó la mirada cuando surgieron viejos recuerdos. Como su madre era una Kattagaria y despreciaba a la rama Arcadia de su gente, él había decidido, desde la pubertad, ocultarla su verdadera naturaleza así como al resto del mundo.
Ahora que estaba muerta…
—Hábito. Todos asumen que todos los Peltier son Kattagaria. Les permití mantener esa falsa impresión. Lejos de mí el intentar educar a los cortos de vista y a los idiotas estrechos de mente que aparecen en nuestro bar.
Sam frunció el ceño al escuchar el trasfondo de su voz. Por primera vez, deseó poder ver dentro de él para encontrar qué era lo que le había herido de todo eso.
—¿Me cuentas dentro de ese grupo?
—Para nada. Tú no has tratado de matarme por ser algo que no soy… al menos no aún.
Ella dirigió la hambrienta mirada sobre su leonado cuerpo. Cada músculo era un ejemplo de vigorosidad, gracia y perfección. Todo hombre y todo caliente. Su pecho estaba cubierto por pelos dorados. No demasiado gruesos, sólo lo suficiente para ser varonil y atractivo. Dios mío, cuánto extrañaba tocar a un hombre y estar tan cerca de uno como él.
Una parte de ella aún dudaba en tocarle por temor a que los poderes pudieran golpearla, pero la otra parte estaba desesperada por sostenerle. Sólo por un corto tiempo.
—No te gusta la gente falsa, ¿verdad?
Él estrechó la mirada sobre ella.
—¿Estás leyéndome la mente?
—No. Es sólo por lo que acabas de decir. Te lo dije antes, no puedo leer tus pensamientos ahora mismo y no sé por qué.
Él le dirigió una sonrisa creída.
—No hace falta mucho para leerlos ahora mismo —le echó una abrasadora mirada.
Sam rió hasta que él metió los dedos dentro de la parte que más lo ansiaba. Las piernas se convirtieron en gelatina.
—Nadie me ha tocado ahí en siglos —jadeó cuando se dio cuenta que lo había dicho en voz alta.
Dev ni siquiera pestañeó o se detuvo mientras la miraba fijamente. Una luz traviesa apareció en los ojos mientras besaba su cuerpo. Se detuvo para lamer sus pechos. Oleadas de caliente placer la quemaban mientras sus dedos continuaban torturándola.
Luego, aún más despacio, él continuó hacia el sur, hasta que reemplazó la mano con los labios.
Sam tuvo que apoyar una mano contra la pared para sostenerse mientras movía y arqueaba el cuerpo en respuesta a su toque magistral. Antes de que pudiera volver a respirar, estalló con uno de los orgasmos más intensos de su vida.
Dev gruñó por lo que bien que ella sabía. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había tenido una mujer. Demonios, tenía tan poco interés en ellas últimamente que comenzaba a temer que estuviera quebrado. Pero no hubo inhibiciones ni dudas con ella aunque debería tenerlas a paladas.
Estaba acostándose con una Dark‑Hunters. ¿Quién lo hubiera pensado?
Incapaz de seguir aguantando, se retiró de ella. Le levantó las caderas para apoyarla contra la mesa cubierta con mármol negro del vestíbulo antes de introducirse profundamente en su cuerpo. Ella gritó su nombre.
Sonriendo, empujó contra ella, buscando alivio en su suavidad.
Sam enredó el puño en el pelo de Dev mientras enterraba el rostro en su cuello para inhalar la cálida esencia masculina de su piel. Había tanto poder en él, tanta destreza en la manera en que la llenaba y la tocaba. Era como si supiera la forma de sacarle el mayor placer posible a cada embestida. Y el hecho de poder tenerlo a él y que sus emociones no la abrumaran… era increíble.
Por primera vez en siglos, se sintió humana.
—Más fuerte, bebé —le ronroneó en el oído, queriendo que la amara con todo lo que él tenía.
Este era el momento más increíble de su vida y cuando por fin él culminó, se unió a él.
Completamente agotada y saciada, se inclinó hacia atrás sobre la mesa mientras permanecía dentro de ella. Con la respiración irregular, mantuvo las piernas envueltas alrededor de la cintura de él mientras la miraba fijamente a los ojos y jugaba con el ombligo.
—Eso estuvo increíble.
Él esbozó una sonrisa diabólica.
—Me alegra haberte podido ayudar —llevó la mano cerca de su pecho y recorrió la línea del arco y las flechas de su marca, luego le dio un leve apretón mientras rozaba su endurecido pezón con el pulgar.
Ella cogió la mano de él y se la llevó a los labios para así poder mordisquearle la yema de los dedos.
Dev se estremeció cuando su lengua se movió entre los dedos. No sabía por qué, pero le sacaba la ternura que tenía dentro de él. Algo protector que asustaba.
¿Qué diablos era eso? Era como si el animal en él quisiera reclamarla y matar a cualquiera que se acercara a ella. A cualquiera que la hiriera o que la mirara mal. Era salvaje y poderoso.
Ahora mismo tenía todos los poderes sobrenaturales completamente cargados. Sentía como si todo el cuerpo estuviera hecho de vibrante electricidad que necesitaba prenderse fuego y explotar. El sexo para los Were‑Hunters siempre elevaba y fortalecía sus habilidades psíquicas, pero esto era diferente.
Nunca había sentido algo como esto antes.
Ella le mordisqueó los nudillos.
—¿Es cierto lo que escuché sobre los Were‑Hunters?
—Sí, es verdad. Todos tenemos un tercer ojo oculto en la paletilla del hombro.
Ella se rió a carcajadas.
—¿De dónde salió eso?
—De las entrañas de mi imaginación y del deseo de escuchar tu risa. Tienes una risa increíble y tengo el presentimiento de que no la usas a menudo.
Sam tragó con dificultad. Él tenía razón. Rara vez encontraba algo divertido. La vida era dura y había sido golpeada con la realidad de ese hecho cada vez que se acercaba a otra persona que estaba sufriendo. Las cuales, algunos días, parecían ser todas las personas con las que tenía contacto.
Pero Dev era diferente. Él veía humor y belleza aún cuando tuviera que excavarlos de la mierda.
O de mocos de demonio.
Eso, también, le hizo reír.
—Me refería a que vosotros podéis seguir toda la noche y tener múltiples orgasmos.
Él presionó más profundamente dentro de ella para que pudiera ver que ya estaba duro de nuevo y listo para más.
—Oh, sí señora. Una ventaja confirmada para mi especie.
Ella apretó los muslos a su alrededor.
—¿Me estás diciendo que ya estás listo?
Él la besó suavemente en los labios.
—Bebé, estoy listo para seguir hasta que ninguno de los dos pueda caminar.
Ella contuvo la respiración de repente mientras él provocaba su pezón con la lengua. Oh, se sentía tan bien. Su lengua debería ser de bronce.
—Voy a intentar que mantengas tu palabra.
—Entonces, que empiece la maratón…
Durante las siguientes cuatro horas, hizo más que cumplir su promesa. La cabeza de Sam daba vueltas debido a las endorfinas y al agotamiento.
Después de empezar en el vestíbulo y proseguir en su camino hacia el piso de arriba y por la escalera, por fin llegaron al dormitorio donde yacieron entrelazados en las sábanas de seda amarillo claro.
Se sentía tan saciada y dolorida que no quería moverse por lo menos en una semana.
—Creo que me has matado.
Dev rió mientras pelaba la cáscara de cera de un pedazo de queso mini Babybel, ella no sabía por qué lo había comprado ya que normalmente no podía comer queso sin tener flashbacks de las granjas, los cuales no eran malos, pero le molestaba oír el mugido de las vacas mientras comía. Pero se veía tan bueno en los anuncios y en la tienda que no fue capaz de resistirse. Él le ofreció el primer mordisco.
Dudó, pero mientras hundía los dientes en el queso, se dio cuenta que eso también era seguro. Le asombraba que lo pudiera comer. Había algo acerca de Dev… si él lo tocaba primero, era como si lo limpiara y quitara cualquier porquería que pudiera atacarla.
—Podías haberme parado cuando quisieras —le dijo mientras comía su propio pedacito de Babybel.
—Es verdad. Pero soy tan mala y caliente como tú.
—Nah, no eres… —una diabólica luz apareció en sus hermosos ojos azules—. Tú eres mucho peor.
Riendo, se atragantó con el queso.
Rápidamente, Dev le alcanzó un vaso de vino para que pudiera despejar el esófago.
—Perdón por eso.
Sam se congeló por la familiaridad… la normalidad de ese momento la golpeó fuerte. Era como si la comprensión le hiciera salir del cuerpo y flotar sobre ellos, mirando desde arriba. Dev yacía sobre la espalda con la sábana sobre la cadera mientras ella yacía a su lado sobre el estómago. Estaban relajados y disfrutando de la compañía del otro, como dos viejos amigos. Ella no había estado de esta manera con un hombre desde la noche en que Ioel murió.
Una profunda pena le atormentó todo el ser. ¿Cómo le pude hacer esto a él? ¿Cómo puedo estar tan cómoda con otro hombre después de todo lo que él hizo por mí? ¿De todo lo que me dio? Ioel le había sido fiel desde el primer momento que se conocieron. Nunca había ni siquiera mirado a otra mujer. Más que eso, casi causó una guerra en su propio clan cuando se negó a casarse con la mujer con la que estaba comprometido para poder casarse con Sam.
Y había muerto protegiéndola a ella y a sus hijos.
Imágenes de esa noche la atravesaron, destruyendo la poca cordura que tenía cuando le vio morir frente a sus ojos. Aún después de todos estos siglos, aún le quería de vuelta. Aún extrañaba todo de él. La manera en que olía. Sentía. Besaba…
Oh, Dios, Ioel…
¿Cómo podía haberse ido?
Dev frunció el ceño cuando vio la mirada aterrorizada en los ojos oscuros de Sam. Era como si estuviera reviviendo una pesadilla.
—¿Estás bien, bebé? —se estiró para tocarla.
Ella se alejó instantáneamente.
—Necesito que te vayas.
—Sí, pero…
—Ahora —le ladró.
Dev levantó las manos en señal de rendición.
—Bien. Pero si me necesitas…
—No lo haré. Ahora vete.
Su tono le ofendió hasta lo más profundo y le llevó todo lo que tenía para no azotarla. Si no fuera por el hecho de que sabía que algo en su interior la estaba lastimando, lo habría hecho. Pero no sería tan frío. No creía en patear a nadie cuando ya estaban en el suelo.
Si había algo en la vida que entendía, era la pena oculta. Esa parte central de su alma que dolía tanto, todo lo que sabía hacer era descargarse contra cualquiera lo suficientemente desafortunado como para estar ahí cuando se saliera de control.
Supongo que yo no era más que sexo casual después de todo. No sabía por qué ese pensamiento le dolió, pero lo hizo. Se sintió usado. Qué raro.
No importa. No iba a sentarse aquí y suplicar. No era propio de él.
Sam observó cómo Dev desaparecía de la cama. Una parte de sí quería llamarle para que regresara y pudiera disculparse. La otra parte deseaba que pudiera regresar a la noche en que Ioel murió y haber permanecido muerta en vez de haber hecho ese acuerdo con Artemisa.
Sí, le había otorgado su venganza contra los que habían matado a aquellos a los que amaba. Pero su familia permanecía muerta. Y la eternidad sin ellos era brutal. Su dolor había acabado. El de ella seguía infinitamente. No había esperanzas de que alguna vez acabara y eso era lo que la había convertido en un Perro de la Guerra. Esa rabia y esa furia por la injusticia de todo gritaban por algo de solaz cuando no había nada.
No confíes en nadie. Ni siquiera en la sangre.
Al final, todos tenían un precio y por la suma adecuada, cualquiera traicionaría aún a aquellos que les amaban más. Era duro, pero cierto.
Dev había sido una distracción agradable durante unas pocas horas. Ahora el trabajo real comenzaba y él no era parte de su mundo. Su vida era el trabajo. No quería ningún tipo de ligadura emocional. No quería ser normal o tener algo como las demás personas.
Ella era un Perro y sangraba su espíritu.
A fronte praecipitium a tergo lupi. Un precipicio delante y los lobos en la espalda.
Age. Fac ut gaudeam. Adelante. Alégrame el día.
Traducido en términos generales, pero el significado era el mismo. Cuando los arrinconaban, los Perros peleaban hasta morir. Nadie los tocaba.
Ellos eran las últimas máquinas de matar. Los últimos protectores del mundo. Ella se mantendría de pie y pelearía.
Por siempre sola. Hasta la muerte.
Ή Тάυ Ή Επί Тάς. Con su escudo o sobre él.
Esas palabras resonaron profundamente en su interior mientras iba a ducharse. Pero mientras dejaba que la cabeza divagara, vio aparecer a un nuevo enemigo. Uno más mortal que ninguno que hubiese enfrentado antes.
Y éste en particular vendría a por ella.
Las cosas estaban a punto de volverse sangrientas y ella estaría en el centro.
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