Sam observó como sacaron a Dev de los dominios de Thorn y le devolvieron a la casa Peltier de modo que pudiera preparar el viaje. Se le quedó atascado un sollozo en la garganta. No podía creerse lo que estaba dispuesto a hacer por ella. El riesgo que estaba afrontando.
Simplemente no mueras. Por favor.
No por su culpa. Especialmente no cuando no podía ayudarle. ¿Qué clase de tortura era esta?
Maldito seas, Thorn.
—¿Sam?
Ella se giró de golpe ante el suave sonido de la voz de Amaranda.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Arriesgar mucho más de lo que deberíamos. Pero sabemos el terror que sientes y no podemos dejarte sufrir.
—¿Nosotros?
—Yo, Cael y Fang —indicó con un gesto hacia la cama—. Si te tiendes, Fang y yo podemos extraer tu esencia y serás capaz de ir con Dev.
—¿Podéis hacer eso?
—Creemos que sí.
“Creer” no era una palabra poderosa, especialmente por la manera vacilante en que Amaranda lo había dicho. Le recorrió un escalofrío.
—¿Qué no me estás diciendo?
—Hay una posibilidad de que quizás no seas capaz de regresar… intacta.
Oh, sí, eso era malo.
—¿Te importa explicarlo?
Los ojos de Amaranda se hicieron eco de su incertidumbre.
—Voy a tener que ponerte en un estado de profunda inconsciencia… no es algo que haya intentado antes. Quizás lo estropee y te deje fuera de tu cuerpo para siempre. O podrías quedar en un coma perpetuo.
Sam volvió a echar un vistazo a la pared donde Dev estaba escribiendo la adivinanza de Thorn de modo que pudiera descifrarlo. Estaba arriesgando su propia libertad y su vida por ella.
¿Podía hacer algo menos por él?
—Lo haré.
Amaranda se mordió el labio.
—¿Entiendes los riesgos?
Sam asintió.
—Gracias por intentarlo al menos. Realmente aprecio lo que estás haciendo y si lo fastidias, te prometo que no me cabrearé mucho.
Ella hizo un sonido que básicamente decía que pensaba que Sam era una idiota por acceder a hacer esto.
—Espero que te sientas de esa manera en el caso de que no pueda volver a unirte de nuevo.
—Créeme, lo haré.
Amaranda gesticuló hacia la cama.
—De acuerdo, entonces, acuéstate e intentemos lo imposible.
Sam la obedeció. Descansando sobre la espalda, encontró la nerviosa mirada de Amaranda y sonrió antes de repetir el lema de batalla de las Amazonas.
—¿Quién quiere vivir para siempre?
Especialmente si no podía vivir con Dev.
Dev estaba sentado en su escritorio con la cabeza en las manos. Dejó escapar un largo y frustrado suspiro mientras estudiaba las palabras que no tenían ningún sentido para él.
—Con una vista clara de los bancos de los Campos Elíseos, las mentiras ocultan el cinturón desde lejos. En el borde de la noche más oscura, la posición llenará tu vista. Para ver lo que nunca fue encontrado, mira alrededor del círculo. Para reclamar lo que los dioses robaron, debes hacer frente al más poderoso remolino.
Los campos Elíseos era una avenida en Paris y había un círculo al final de ella. Mientras que estaba cerca del agua, no estaba sobre el agua. Así que, ¿cómo podía tener un banco?
Y nunca le encontraría sentido a todo ese sin sentido del tornado. Que él supiera, nada parecido a eso había golpeado Paris.
—Esto es desesperante —murmuró mientras alcanzaba su iPhone para mirar en el Google información sobre Paris. Incluso con toda esa larga y remota posibilidad, no iba a rendirse.
No con Sam.
Llamaron a la puerta.
—Estoy ocupado —contestó, asumiendo que sería Aimee queriendo molestarle con algo tan insignificante como que se hubiese olvidado bajar la tapa del retrete o dejar un calcetín en el cuarto de baño. Siempre le estaba gritando por estupideces.
—¿Dev?
Hizo una pausa ante la ahogada voz de Fang.
—¿Sí?
Fang abrió la puerta.
—Sabemos a dónde tienes que ir.
—¿La sala de un psiquiátrico?
Fang se rió.
—Sí, pero estaba hablando de tu asunto actual, no una reserva a largo plazo —deslizó una significativa mirada al papel que Dev estaba estudiando.
Un susurro de esperanza cobró vida en su interior.
—¿Sabes dónde está el cinturón?
—No. Pero creo que sé de alguien que lo sabe —Fang abrió la puerta de par en par para mostrarle una oscilante imagen de Sam.
Una daga de comprensión se clavó tan profundamente en su interior que realmente consiguió humedecerle los ojos. Pero antes de que pudiera pensar mejor en ello, se puso en pie y cruzó la habitación. El corazón latiéndole acelerado, fue a abrazar a Sam solo para descubrir que las manos atravesaban directamente su cuerpo.
¿Qué infiernos?
Ella le sonrió
—No soy exactamente corpórea.
Un temor explotó en su interior.
—¿Estás muerta?
—No —dijeron ella y Fang al mismo tiempo.
Sam indicó a Fang con el pulgar.
—Amaranda y Fang combinaron sus poderes para que pudiera ayudarte con esto.
Dev frunció el ceño.
—¿Ayudar cómo?
—Tú eres francés. No sabes nada de Grecia. Por otro lado, yo soy una enciclopedia andante sobre el tema.
—Fang es griego.
Fang sacudió la cabeza en una negativa.
—Mi apellido es griego, pero yo nací en la Inglaterra Medieval. Créeme, sé muy poco sobre Grecia.
—Como dije —el tono de Sam fue firme—. Puedo ayudaros a ambos.
Claro, si él estuviese dispuesto a correr el riesgo. Pero no lo estaba.
—Lo haré solo.
Fang dio un paso adelante.
—No, no lo harás.
Dev le cortó.
—Mira, tío, la única cosa que me asusta más que Thorn es mi hermana. Créeme, te sucede cualquier cosa y va a endulzar mis pelotas para comérselas de desayuno —centró la mirada en Sam—. Y a ti no puedo arriesgarte.
—¿Por qué?
—Porque tú no eres la única que tiene asuntos con la gente muriendo a su alrededor.
Ella dejó escapar un agraviado suspiro.
—Bueno, es difícil morir cuando las cosas pasan a través de mí. Al contrario que tú.
Tenía un punto. Pero todavía no estaba listo para rendirse.
—La pista de Thorn no era sobre Grecia. Era sobre Paris. Allí es donde nací y es mi territorio.
Ella bufó.
—No seas tonto, Dev. Hay más pistas que la que dijo Thorn. Nada es nunca tan claro. No cuando tratas con seres como él.
—¿Qué te parece esto? Me niego a dejarte ir.
Ella no le dio cuartel.
—Que digas que estás en contra no significa nada. La suerte está echada. Estoy aquí y como dijo Thorn, el reloj está haciendo tic-tac. Así que o lo aceptas o vas a perder mucho tiempo que todos necesitamos.
Fang se frotó la parte de atrás del cuello como si la discusión le incomodara.
—Maldición, Dev, ¿es que no sabes nada sobre mujeres? Déjala atrás y encontrará la manera de seguirte y probablemente consiga que la hieran al hacerlo. Ella va con nosotros. Al menos tendrás una oportunidad para protegerla y, definitivamente, podrás vigilarla.
Él apretó los dientes, deseando estrangularlos a ambos, pero Fang tenía razón. La obstinación de Sam no conocía límites.
—De acuerdo. ¿Dices que sabes donde se supone que debemos ir?
—Sí. A Hades.
Dev alzó una ceja.
—¿El Dios Griego del Inframundo?
Ella asintió.
—Con una clara vista de los bancos de los Champhs Elysees —eso es Campos Elíseos en Francés —Uf, eso lo sabía. Solo que lo había olvidado temporalmente—. Lo cual está en el Inframundo, también conocido como Hades. El Inframundo tiene cinco ríos que lo atraviesan. Asumo que uno de ellos tiene los bancos donde se encuentra el cinturón.
Eso tenía más sentido que lo que él había pensado y si estaba en el Inframundo, allí sería mucho más probable un extraño torbellino y otros peligros.
—¿Qué hay sobre el resto de la adivinanza?
—Deben ser pistas que encontraremos una vez estemos allí. Pero me necesitareis para traducirlas.
Dev bufó.
Claro, porque él era demasiado analfabeto para imaginárselo.
Y todavía no estaba conforme con llevarla con él. Su seguridad sería una enorme distracción para él… como lo era el hecho de que ahora mismo en todo lo que podía pensar era en besarla… una vez que la estrangulara.
Era difícil pensar con su mera presencia. Incluso una no corpórea lo hacía arder.
—¿No podríamos llevarnos a Ethon y utilizarlo para descifrarlo? —masculló en voz baja.
Sam hizo una mueca.
—Ethon no es tan mono.
Claro, pero si Ethon moría, a Dev en realidad no le importaría. Demonios, quizás incluso lo ofreciera como sacrificio si necesitaban uno.
Lo cual trajo consigo la siguiente pregunta que les hizo a ella y a Fang.
—Así que, ¿cómo conseguiremos ir al Hades de todas formas?
Ellos intercambiaron una confusa mirada.
Dev maldijo cuando una ola de nauseas le atravesó ante esa mirada. Demasiado para toda su bravata.
—No lo sabes. Señorita Yo-soy-griega-y-conozco-mis-leyendas, no tienes ni una pista, ¿verdad?
Ella hizo una mueca.
—Tengo una pista. El Inframundo está localizado más allá del horizonte occidental. Odiseo lo alcanzó navegando desde la Isla de Circe.
Dev estaba impresionado. Quizás tuviesen una oportunidad después de todo.
—¿La cual está donde?
Ella se mordió el labio antes de responder en voz baja.
—Se hundió y se perdió. Nadie está seguro de donde se encuentra.
Lo cual les era de mucha utilidad. Dev dejó escapar un corto sonido de “heh”.
—Eso era lo que yo pensaba. Estamos hundidos hasta los zapatos en un bloque de cemento encadenado a nuestros pies sin ninguna sierra de calar.
Fue al escritorio y cogió el teléfono.
Sam se movió para colocarse justo detrás de él.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy usando mi línea de ayuda para llamar al único y verdadero experto en la materia.
Sam abrió los ojos desmesuradamente.
—¿Artemisa?
Dev se habría reído, pero lo pensó mejor. Eso solo la ofendería y si era capaz de volver a su cuerpo, se vengaría de él… y no estaría desnuda cuando lo hiciera.
—No creo que cogiese mi llamada —hizo una pausa cuando el experto respondió—. Ey, Ash… tengo un asunto aquí.
Después de que Dev hubiese explicado que estaba pasando, Ash se manifestó en la habitación entre él y Fang. Le dedicó una mirada asesina a Sam antes de barrer a los demás con una mirada helada.
—¿Estáis fuera de vuestras adorablemente jodidas mentes?
Dev dio la respuesta colectiva.
—Sí —miró a Sam—. Pero al menos Fang y yo estamos todavía en nuestros cuerpos —señaló a Sam con un gesto de la cabeza—. Al contrario de cierta persona que puedo nombrar.
Ash gruñó desde lo profundo de la garganta mientras alzaba un dedo y mantenía un ritmo silencioso con él, que hacía que Dev pensara que estaba contando hasta diez antes de hablar otra vez. La mirada en su cara decía que estaba intentando no desatar lo Atlante sobre ellos.
—Al menos los Daimons no te cogerán allí. Otros demonios y dioses quizás quieran comerse todas vuestras entrañas, pero vuestras almas están a salvo —prestó atención a Sam—. Esperaba algo mejor de ti —paseó la remolinante mirada plateada de Dev a Fang—. De vosotros dos no demasiado.
Dev apartó la rabia a un lado. No era como si Ash nunca hubiese hecho algo estúpido. Demonios, incluso podía atestiguar algunos de los más premiados momentos de su estupidez.
—¿Quieres jugar a hacernos de guía?
Ash suspiró.
—No es tan fácil. No puedo entrar allí sin negociar con Hades, quien no es exactamente aficionado a dejarme entrar en su espacio.
—¿Por qué no?
—Política. Y ahora mismo sin Persephone alrededor, solo un idiota intentaría negociar algo con él. No está del mejor de los humores —su mirada volvió a Sam—. Y como una Dark‑Hunter se supone que no tienes que andar cerca de ningún dios, y lo sabes. Te destruirían nada más verte y eso incluye ese estado semi real que tienes actualmente.
Antes de que ella pudiera responder, Dev interrumpió.
—¿No podemos evitarlos? ¿Cuántos dioses hay en el Inframundo de todas formas?
—Oh… montones —el tono de Ash fue tan seco como su mirada—. Hades no es el único con una grave fijación gótica. Tiene una corte entera de dioses y semidioses que holgazanean con él. Muchos por la única razón de conseguir torturar a los condenados. Lo cual quiere decir que poseen una total carencia de empatía o remordimiento para cualquiera y que se esté moviendo constantemente en el Inframundo. Las oportunidades de encontrarse con uno son bastante estelares y eso sin que la Ley de Murphy entre en juego.
Dev se rascó la parte de atrás del cuello cuando esas indeseadas noticias pusieron una traba en sus planes.
—Eso lo soluciona todo entonces. Sam se queda atrás.
El calor le cubrió las mejillas.
—Como el infierno. —Con los ojos ardiéndole de furia, se puso de puntillas delante de él—. No vas a irte sin mí. No lo permitiré.
Dev gruñó, sabiendo que ella no cedería ni una pulgada. Así que se volvió a un refuerzo que tendría que escuchar.
—Ash, dile que se quede aquí.
—No puedo —Ash se había desplazado hacia el escritorio para echar un vistazo al acertijo que Dev había anotado.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Dev.
Ignorando su pregunta, Ash cogió el papel.
—¿Estas son tus pistas?
—Sí.
Ash rodó los ojos y dejó escapar una breve y amarga risa.
—Por supuesto que lo son… —él se quedó mirando a Dev—. Thorn te ha tomado el pelo, Oso. Chicos, no tenéis que buscar el cinturón en el Hades. Puedo deciros ahora mismo exactamente donde está.
—¿Y eso sería?
—Bajando la calle.
Las noticias golpearon a Dev igual que un puñetazo.
—¿Disculpa?
Ash leyó las pistas en voz alta.
—Con una vista clara de los bancos de los Campos Elíseos, las mentiras ocultan el cinturón desde lejos. En el borde de la noche más oscura, la posición llenará tu vista. Para ver lo que nunca fue encontrado, mira alrededor del círculo. Para reclamar lo que los dioses robaron, debes hacer frente al más poderoso remolino. —La mirada volvió a Sam—. Deberías saber quién es el torbellino más poderoso. La que guarda el cinturón.
—¿Aello?
Él inclinó la cabeza en su dirección.
Dev estaba más confuso aún.
—¿Quién es Aello?
—La mano derecha de mi abuela y guardaespaldas. Ella fue la primera que luchó con Herakles cuando vino a por el cinturón y fue la primera a la que mató.
Dev le hizo señas para que se explicase.
—¿Y eso es importante de que manera?
Ash devolvió el papel a la mesa.
—Ella es prácticamente invencible.
—Aparentemente no, si Hércules la hizo picadillo.
Ash se siguió la línea de la ceja con el dedo medio.
—Eso fue por que llevaba la piel del León de Nemean entonces. ¿A alguien le gustaría aventurarse a suponer donde está el trofeo actualmente?
Dev no necesitaba suponer. Ya lo sabía.
—En algún lugar ni bueno, ni a mano y estoy seguro de que recuperarlo sería un acto de desafío a la muerte y de valentía.
Ash hizo sonar de manera sarcástica una campana invisible con la mano.
—Ding, ding, ding. Dadle un premio a ese chico —cruzó los brazos sobre el pecho—. Y sin eso, ni llevando una capa de invisibilidad cuando la enfrentes igual que el viejo Herc, y probablemente debería añadir que no lucharías con ella como cuando era humana… ahora es un cabreado espíritu que odia a los hombres, que anhela sangre y al que no puede matarse.
Dev puso los ojos en blanco.
—Bueno, gracias, Mr. Cranky Pants, pero ahora mismo, creo que una perspectiva más optimista sería más productiva. A menos que sepas alguna manera de camelar a Thorn para que libere a Sam y liberarme de la situación, tenemos que intentar algo. Y tan malo como sea, es todo lo que tenemos.
Ash se frotó la cabeza como si se estuviese contagiando de la anterior migraña de Dev.
—Claro, eso no va a suceder. Thorn no me guarda especial… cariño. No hay nada que hacer hasta la puesta de sol.
Dev no lo entendió.
—Dijiste que estaba bajando la calle. ¿Por qué tenemos que esperar?
—En otra dimensión, Sparky. Una a la que no puedes acceder hasta la puesta de sol, la que es la línea más oscura en tu hoja.
Oh, eso tenía sentido… ahora. Gracioso lo fáciles que parecen los acertijos cuando sabes las respuestas. Y ya que Ash estaba tan hablador…
—¿Algo más que debamos saber?
—Sí. ¿La parte del círculo?
—¿Qué hay con eso?
—Se refiere a la localización que necesitas para viajar y el desplazamiento del círculo.
A Dev se le encogieron las tripas ante algo que estaba seguro no iba a ser agradable para ellos.
—¿Desplazar el qué…?
Ash los miró a cada uno antes de volver a Dev.
—Chicos, vais a dirigiros a una laberíntica trampa que cambiará constantemente y tendréis que navegar hacia el centro donde Aello estará esperando la batalla. Piensa en ello como un mal video juego. Justo cuando crees que todo va bien, el suelo se desplazará debajo de ti, las paredes cambiarán y te dejarán confundido… o muerto… sin los puntos que dan las vidas extra.
Fang se frotó las manos.
—¿Y te unirás a nosotros en esta divertida carrera suicida?
—Me encantaría, pero no puedo.
—¿Por qué no? —preguntó Sam.
—Si voy, Thorn se pondrá a patalear y se negará a honrar su parte del pacto diciendo que hicisteis trampas conmigo.
Dev frunció el ceño.
—¿No hará eso con Fang?
—No. Fang no es omnipotente. Hay una buena oportunidad de que Fang pudiera ser asesinado. Conmigo, no tanta.
Sam arrugó la cara.
—Eso apesta.
Ash se encogió de hombros.
—Nadie va a discutir todo lo demás. Thorn no tiene exactamente muchos amigos.
—Lo he advertido —dijo Fang en voz baja.
Ash inclinó la cabeza hacia Dev.
—Recuerda, tienes que llegar al centro y vencer al guardián.
—¿Cómo volveremos?
—No tengo ni idea. Nunca he estado dentro del laberinto.
Dev suspiró.
—Esto sería divertido si no fuera patético.
Ash lo cortó con una amplia sonrisa.
—Bienvenido a mi existencia. Ahora, si me disculpáis…
—¡Espera! —Sam evitó que se marchara—. Todavía no sabemos qué hacer para llegar allí. ¿Dijiste que era otra dimensión?
Ash asintió.
—Dirígete hasta el final de los Campos Elíseos donde conecta con UNO. Allí hay un círculo. Colócate en el borde externo, mirando hacia Pontchartrain y…
—¿No interfiere con la vista el Parque de Investigación y Tecnología? —preguntó Fang.
—No por mucho tiempo.
Dev todavía estaba desconcertado.
—Pero no hay nada en el círculo. Está vacío.
Ash alzó las manos a modo de rendición.
—Yo no he creado el agujero. Solo te estoy diciendo como acceder. Mirad hacia el parque y en el momento en que el sol se ponga en el horizonte, se mostrará el camino. Solo lo hará durante sesenta segundos. Moveos rápido. Una vez que las puertas se cierren, no se abrirán hasta la próxima puesta de sol.
—Lo cual está fuera de tiempo para nosotros —dijo Sam en voz baja.
Ash asintió.
—Buena suerte, chicos —esta vez se desvaneció antes de que pudieran preguntarle nada más.
Fang dejó escapar una larga respiración antes de que alzara la mirada hacia Dev.
—Desde que no hay nada que podamos hacer durante las próximas horas, voy a largarme de aquí para pasar tiempo con mi esposa… solo en caso de que no vuelva.
Sonaba como un buen plan para él. Fang dejó la habitación saliendo por la puerta. Un extraño movimiento para un Were‑Hunter pero a veces en su caótica existencia paranormal necesitabas ser normal.
Ahora a solas con Sam, Dev deseó poder tocarla. Se veía tan triste que hacía que se doliera por ella y todo lo que quería era ver de nuevo su sonrisa.
—Conseguiremos el cinturón, bebé. Confía en mí.
Sam quería creer en él, pero no podía quitarse su premonición de la mente. Una y otra vez, veía la muerte de Dev. Era tan claro. Tan tortuoso. ¿Qué haría si él caía?
¿Sería capaz de sobrevivir a ello?
—Desearía que no hubieses hecho ese trato con Thorn.
Dev le ofreció la más tierna y amable sonrisa que jamás había visto.
—Ambos somos luchadores. Sabes lo que hago. No saldremos ligeros y encontraremos alguna manera de vencerla. Confía en mí.
Si solo fuese así de fácil, pero conocía la ferocidad de su gente. Sí, las Amazonas eran mujeres y físicamente más débiles que los hombres. Sin embargo, nunca había habido un sistema de guerreros más experto y organizado y Aello había sido una de las mejores.
Como decía el viejo refrán: No cuenta el tamaño del perro en la lucha. Es como lucha el perro.
E incluso en el cuerpo de un Chihuahua, una Amazona era un Rottweiler.
Ella se estiró para apartarle un mechón de pelo de los ojos, solo para no sentir nada. Los dedos no tocaron nada. Sintió la ausencia de su calidez durante todo el camino hasta su desaparecida alma.
Desearía poder tocarte, Dev.
No queriendo que él supiera cuanto le dolía ese pensamiento, le ofreció una sonrisa.
—Bueno, las buenas noticias en esta encarnación, es que no tengo que lidiar con las emociones de nadie.
—Ves, siempre hay un lado bueno.
Y él siempre lo veía, al contrario que ella. Mientras ella veía la vida al completo y la agarraba con ambas manos, nunca veía realmente la belleza de ello. Había perdido esa habilidad.
Hasta que había visto a Dev parado fuera del Santuario.
Dev le recordaba las cosas que había aprendido a ignorar. Con él realmente sentía la felicidad ‑la exuberancia‑ que la vida tenía para ofrecer.
—Desearía poder hacerte el amor.
Él aspiró con fuerza.
—Háblame de esa manera y vas a matarme —se movió para quedarse justo delante de ella—. Desearía poder olerte.
Ella se echó atrás de golpe.
—¿Olerme?
Ese era un pensamiento repugnante.
Él asintió.
—Tu esencia me emborracha. Adoro tenerla en mis sábanas y sobre mi cuerpo.
Sí, vale, no era repugnante. Eso era en realidad un pensamiento que la ponía caliente y necesitada.
—Odio realmente a Thorn ahora mismo.
—Yo también. ¿Crees que deberíamos matar al capullo?
Ella se rió. ¿Cómo es que siempre la hacía reír sin importar cuán desastrosos fueran los acontecimientos o las circunstancias?
Dev dejó caer su ardiente mirada a los labios. Una acción que hizo que se le contrajera el estómago con lascivo calor.
—Aunque podemos verle el lado positivo.
—¿No tener que buscar lugar para aparcar en Nueva Orleáns?
Su risa fue profunda y rica. Le hizo temblar.
—Esa es una gratificación en la que no había pensado. Pero me estaba refiriendo a la falta de atención de los Daimons. Están realmente tranquilos por una vez.
Sam no iba a concedérselo.
—Sí, eso debería ser un enorme extra si pudiera tener sexo contigo.
Alzó las cejas con sorpresa.
—¿Ahora quién está siendo la calentorra?
Ella arrugó la nariz juguetonamente mientras la mano le dolía por sentir su pelo en la palma.
—Definitivamente yo, solo porque sé cuan tortuoso es para ti.
—Bueno, podría navegar en la red y tú podrías leer una novela sobre la cama mientras nos ignoramos el uno al otro, entonces podríamos fingir que somos una pareja felizmente casada.
Ella se rió otra vez.
—¿Eso es lo que harías realmente con tu esposa?
—Absolutamente jamás. He vivido cientos de años solo. Si soy lo bastante afortunado para encontrar a mi compañera, pasaré el resto de mi vida haciéndole saber cuan afortunado soy de tenerla.
—Cuan totalmente caliente de tu parte.
—Lo sé —susurró él—. Así que no se lo digas a nadie. Arruinarías mi reputación —se estiró a por ella, entonces dejó caer la mano cuando recordó que no podía tocarla—. ¿Qué hay de ti? ¿Ignorabas a tu marido?
Se sintió estrangulada por un nudo cuando recordó a Ioel y su encantadora sonrisa. Podía contar con una mano el número de años que había estado lo bastante feliz de conocerle.
—No he estado tanto tiempo con él como para cansarme. Quizás habría sucedido eventualmente, pero lo dudo. Es irónico realmente. Ambos sabíamos cuando accedimos a ello que tendríamos un breve matrimonio. Siendo ambos guerreros, las probabilidades nunca estaban a nuestro favor. Era solo cuestión de hacer una mala elección en la batalla correcta. Así que desde el momento en que nos unimos, supimos valorar cada latido de corazón por que podría ser el último.
Dev se sintió mal ante el dolor que oyó en sus palabras y el tormento que vio en sus ojos.
—Siento mucho que haya ocurrido eso.
—¿El qué? ¿Qué mi hermana fuera una puta egoísta? Definitivamente eso no es culpa tuya.
—No, pero se supone que las familias deben permanecer juntas en la adversidad. Me enferma cuando no lo hacen. Desearía poder matar a tu hermana por ti.
Sam tuvo que contenerse antes de que le dijera como se sentía por él. Nada bueno saldría de eso. Nunca podrían estar juntos y lo sabía. No importaba lo mucho que ella lo quisiera…
Algunos deseos simplemente no se hacían realidad y todo el anhelo en el mundo no podría cambiar eso.
Te amo, Dev.
Desgraciadamente, su amor no era egoísta. Ella solo quería lo mejor para él y lo mejor no era ella. Era una mujer que pudiera tener a sus hijos y quedarse a su lado aquí en el Santuario. No alguien que había vendido su alma a una diosa.
La canción “You” de Fisher le sonaba en la cabeza. Aquellas palabras siempre la habían afectado pero nunca tanto como ahora mismo cuando las entendía de una forma que nunca antes había hecho.
“Todavía no lo sabes, pero lo eres todo…”
¿Por qué su vida tenía que ser un aprendizaje de perder las cosas que eran importantes para ella? Era tan injusto y con todo, ¿cómo podía quejarse? Había elegido esta vida. Era una defensora del mundo. No había llamada más elevada que esa. No había trabajo más honorable o más noble.
Intentando reforzar su resolución para dejarle ir, se aclaró la garganta.
—¿Has pensado en tener hijos?
—Todo el tiempo. Me encantaría tener una casa llena. Una de mis sobrinas o sobrinos se volvió El Exorcista sobre mí y me arrojó las cosas más repugnantes imaginables por ambos extremos, cosas que harían que el moco de demonio pareciera un baño de burbujas. Por lo general eso me cura de la estupidez durante al menos uno o dos días.
Ella se rió con tanta fuerza que le lagrimearon los ojos. Nunca había visto el pensamiento desde esa perspectiva, pero él tenía razón. Los niños tenían tendencia a explotar. Muy a menudo.
—Eres tan malo.
Él se encogió con una inocencia que definitivamente no poseía.
—Tú preguntaste. Yo respondí.
Ella sacudió la cabeza.
—Ahora en serio, ¿no quieres cachorros, Dev?
—¿Honestamente? No lo sé. Es mucha responsabilidad. Es aterrador e impredecible. Pensé en ello algunas veces. No es que importe. No soy un simple organismo unicelular capaz de hacer la mitosis, así que sin una compañera es un asunto discutible y no creo en torturarme a mí mismo con cosas que no tengo. Prefiero con mucho enfocarme y estar agradecido por lo que tengo.
Gah, hacía tan difícil el odiarle. Tan difícil el hacerle a un lado incluso cuando sabía que era lo más práctico de hacer.
Más que nada, hacía que ella quisiera estirarse y tocarle. Solo para sostenerlo por un momento.
Si solo…
Dev sintió caer el repentino silencio entre ellos igual que un capote de hierro.
—¿Hice algo malo?
—No.
¿Cómo hacían eso las mujeres? Decir una palabra que era exactamente el polo opuesto de lo que querían decir. Obviamente había dicho o hecho algo que había destruido su juguetón humor.
Si solo supiera el qué.
De todos modos. Él no podía hacer nada para mejorarlo a menos que le dijese que había hecho para ofenderla. Pero eso era la única cosa del género femenino que le volvía loco. Para un grupo que se enorgullecía de sus capacidades de comunicación, podían ser notablemente silenciosas cuando se trataba de cosas que realmente les importaban.
Si solo fuera el viejo juego de si-me-conocieras-entonces-sabrías-porque-estoy-enfadada. Bueno, ¿cómo se suponía que aprendería si ella no se lo decía?
Un círculo vicioso y uno para el que no tenía tiempo. No cuando estaban a punto de lanzarse a sí mismos en algo que podría conseguir que los mataran a todos ellos. Una imagen de ella tendida muerta lo quemó. Su actual estado era un letal recordatorio de lo que podía suceder si fallaba.
Y Fang…
Aimee jamás le perdonaría. Pero no había forma de dejarle en casa. Fang no era ese tipo de lobo. Bastardo.
Tenía una enferma sensación en el estómago de que las cosas no iban a ser como deberían. Había algo en el espacio a su alrededor que buscaba advertirle.
Si solo supiera de qué…
Lo visible y lo invisible. Las cosas estaban a punto de ponerse peliagudas como el infierno para todos ellos.
Ethon inclinó la cabeza mientras oía a los espíritus de los caídos susurrándole. Era un talento que siempre se había reservado para sí durante los últimos cinco mil años. Esto le permitía ver llegar a sus enemigos y oír las almas que habían sido engañadas por los Daimons.
Pero lo que le decían ahora mismo le dejó frío.
Dev y Sam estaban a punto de suicidarse.
Dos contra Aello era algo estúpido. Mientras que Ethon nunca la había enfrentado él mismo, su abuelo había estado con Herakles cuando este la había vencido. Cuando Ethon había sido un niño pequeño, su abuelo había pasado horas detallando los brutales ataques de las Amazonas como una tribu y de Aello en particular.
Ninguno escapaba indemne sin intervención divina. De la cual Sam y Dev carecían. Esto iba a ponerse sangriento si nadie les ayudaba, no vivirían para atravesar la estupidez.
Alcanzando el teléfono, hizo una rápida llamada.
Si iban a luchar, no irían solos. No dejaré que mueras otra vez, Samia. Esta vez no le fallaría. Y si tenía que dar su vida por la de ella, así lo haría.
Dev se encontró con Fang en el corredor. Por el severo rostro de Fang, sabía que el lobo preferiría estar atendiendo el bar esta noche que unirse a él en una carrera suicida. No es que lo culpara en lo más mínimo. Él mismo preferiría estar abajo.
Pero no a costa de la libertad de Sam.
—Sabes que puedes quedarte aquí —le dijo a su cuñado—. En realidad preferiría que lo hicieras.
Fang negó con la cabeza.
—Nunca te dejaría hacer esto solo. Nunca rezongaste al ir al infierno para ayudarme, Dev. No lo he olvidado.
Lo cual era por lo que Dev había llegado a apreciar a este único miembro de la familia. Fang había probado ser digno del riesgo que había corrido al salvarle y estaba encantado de llamarle hermano.
Sam se aclaró la garganta.
—Será mejor que nos demos prisa. No tenemos mucho tiempo hasta que oscurezca.
Dev asintió con la cabeza. Justo cuando se iba a teletransportar a sí mismo y a Sam al círculo, vio a dos personas subiendo las escaleras.
Ethon y Scorpio.
Y estaban vestidos para la batalla. Ambos en negro denso, Ethon estaba vestido con un par de pantalones flojos y una camisa abotonada en la parte de abajo. Su largo abrigo ocultaba un completo arsenal. Cuchillos, al menos una pistola y probablemente una espada. Scorpio por otro lado estaba mucho más descubierto. Llevaba una camiseta sin mangas con antebrazos de cuero que sabía alojaban agujas de acero que podían dispararse y usarse para perforar a través de cualquier cosa.
Dev resopló ante ellos.
—¿Qué estáis haciendo aquí?
Ethon le dedicó una jodida sonrisa.
—Cubriéndote la espalda, Cochise.
Interesante comparación. Cochise había sido inventivo e inteligente, escapando de la muerte una y otra vez. Dev solo esperaba que, cuando esta guerra acabase, fuera tan afortunado como lo fue el Jefe Apache para morir en paz.
Sam se detuvo brevemente cuando vio allí al Espartano.
—Ethon…
Alzó la mano para detener su protesta.
—Está bien, Samia. Scorpio y yo ya se lo hemos comunicado a Ash. Los Perros permanecen juntos. Lo sabes. Guerreros hasta el final.
—Estúpidos hasta el final —chasqueó ella.
La sonrisa de Ethon se amplió.
—Siempre.
Sam quería discutir con él, pero sabía que eso solo los haría perder un tiempo que no tenían. Ethon era tan completamente imposible y terco como Dev.
—Bien. Asegúrate de mantenerte en pie.
Fang se adelantó hacia Ethon.
—Yo me ocuparé de este.
—Yo llevaré al otro —Dev encontró su mirada—. Te veré en un minuto.
Sam observó cómo se teletransportaron desde el pasillo al parque. Se tomó un momento para echar un vistazo alrededor de la vieja casa cuando sintió un extraño temor de presentimiento bajándole por la columna. El mal estaba jugando aquí.
Solo esperaba que ella fuera el único blanco de ello.
Cerrando los ojos, se teletransportó a donde Fang y Dev permanecían bajo la desfalleciente luz del sol. No había signos de los Dark‑Hunters.
El corazón le dejó de latir. ¿Habían estallado en llamas?
—¿Tuvisteis hambre y os comisteis a mis colegas?
Dev señaló hacia la manta de lana verde oscura a sus pies como si a ella se le hubiese escapado mirar eso.
—Todavía hay bastante luz del día para tus chicos, así que los ocultamos rápidamente.
Pero, sorprendentemente, la luz del sol a ella no la hería en absoluto, muy probablemente debido a su forma fantasmal. Asombrada, observó la primera puesta de sol que había visto en quinientos años. El cielo estaba absolutamente impresionante con cintas rosas y naranjas mezclándose a través del oscurecido azul.
Si solo pudiera sentir los rayos sobre la piel.
Pero verlo era suficiente. Quería llorar por la vista que había extrañado todo ese tiempo.
—Es hermoso —pero esa tierna hinchazón en el pecho murió cuando bajó la mirada a la manta y se dio cuenta de lo que parecían aquellos bultos sobre el césped.
Dos cadáveres.
Y era dolorosamente obvio que había dos cuerpos bajo la manta.
Dos cuerpos muertos.
Un coche redujo la velocidad al pasar junto a ellos, erizándole el vello de la parte posterior del cuello. El conductor se quedó mirando hasta que Fang miró por encima de ella. Entonces el conductor le dio gas al motor y aceleró para alejarse tan rápido como pudo.
Sam dejó escapar un largo suspiro.
—Sheez, tíos, creo que será mejor que nos demos prisa antes de que alguien llame a la policía y les diga que estáis intentando ocultar cuerpos en el Pontchartrain.
La risa de Ethon salió desde debajo de la manta.
Dev le pateó.
—Lo siento. Fue un accidente.
Ethon gruñó desde el fondo de su garganta.
—Alégrate de que esté atrapado, Oso.
Dev le dirigió a ella una sonrisa antes de volver su atención a la tarea.
—El sol se pone. ¿Alguien ve algo?
Solo el edificio de investigación y Lake Oaks Park al otro lado de la calle.
El atestado aparcamiento de la universidad a su izquierda, el gimnasio y las casas detrás de ellos. Todo se veía completamente normal y el tráfico era denso.
Vamos a ir a prisión.
¿Los sacaría Ash?
Fang se volvió lentamente.
Y fiel a su predicción, oyó las sirenas de la policía en la distancia, acercándose.
Mierda.
—Dioses, espero que eso no sea por nosotros —masculló Fang.
Dev resopló.
—Oh, sabes que lo es. Es nuestra suerte, mon frère —miró al horizonte—. Vamos puesta de sol. No nos falles.
Fang se mofó de sus palabras.
—Fallarnos, al infierno. Aparecen los policías y me destello a casa. Yo digo que dejemos aquí a los Perros para que saquen sus propios culos de esta mierda.
—Jódete, Lobo —irrumpió Ethon.
Dev alzó la mano para silenciarlos.
—Mirad.
Sam no vio nada hasta que el último rayo se desvaneció. Entonces, allí estaba, un ligero brillo justo a unos metros de ellos. De la clase que más de uno rechazaría como una neblina de verano. El calor manó del pavimento.
Pero no era eso.
Sam vio las luces de la policía.
—¡Cazadores, arriba! —ordenó Dev.
Ethon y Scorpio rodaron saliendo de debajo de la manta al mismo tiempo que la policía les gritaba el alto. Ignorándoles, corrieron hacia delante.
Sam oyó el sonido de pistolas disparando. En un segundo le estaba gritando a Dev para que esquivara la bala que se dirigía a su espalda, al siguiente todo fue diferente.
El terreno era el mismo. Pero las calles y los edificios se habían ido. Una luz penetrante y brillante bañó todo en un sobreexpuesto brillo. Cualquiera que fuera la fuente, era obvio que no era luz del sol ya que ni a Scorpio ni a Ethon les salían ampollas por ello.
Sam alzó la mano para protegerse los ojos mientras echaba un vistazo a los hombres para asegurarse de que estaban todos bien.
Ellos se mantenían cual luchadores frente a ella. Dev con la cadera ladeada y los otros listos para luchar. Solo que no había nada con lo que luchar.
Dev caminó en un lento círculo, familiarizándose con el nuevo paisaje.
—¿Alguien quiere arriesgarse a suponer por qué camino deberíamos empezar?
Ethon se frotó el mentón con la mano.
—Diría que utilizáramos el rastreo del GPS, pero apostaría que aquí no obtendremos recepción de satélite alguna. ¿Qué opinas?
Scorpio respondió liberando las púas de sus antebrazos de modo que destacaran como las púas de un puerco espín.
Sin ninguna palabra a ninguno de ellos, se dirigió hacia el agua negra que retornaba contra una luminosa playa gris.
—Supongo que iremos hacia el norte —dijo Dev lentamente—. Todo el mundo, seguid a Lassie. Timmy está en el pozo.
Scorpio levantó el brazo derecho. Interesante que la hoja extendida, pareciese igual que un “Jódete” para Dev.
Ethon palmeó a Dev en la espalda.
—Cuidado, Oso. Creo que has hecho enfadar a Lassie. Recuerda que en su caso el mordisco es definitivamente más letal que el ladrido.
Justo cuando se acercaron al agua, el suelo bajo los pies empezó a cambiar. Fang maldijo cuando este se dividió en dos y empezó a caer por un barranco. Cambiando de forma de humano a lobo, saltó limpiamente mientras Dev y los otros corrían hacia el suelo estable.
En su actual forma, Sam no estaba en peligro. Flotó sobre la cambiante tierra para cernirse sobre los hombres que se miraban los pies con suspicacia.
—Eso estuvo cerca.
Los hombres la ignoraron.
Frunciendo el ceño, Sam ondeó una mano para llamar su atención. Los cuatro actuaron igual que si ella fuera invisible.
¿Qué en el mundo?
Irritada con ellos y asustada de que se estuviese convirtiendo aún más en un fantasma de lo que había sido antes, abrió la boca para ponerlos a parir. Pero en el momento en que lo hizo, oyó un profundo y maléfico gruñido dirigiéndose hacia ella.
Volviendo la cabeza, jadeó. Era una manada de leucrotae. Feroces perro-lobos que podían fingir la voz de la gente a fin de atraer a su presa más cerca. El historiador Griego Photius los había descrito una vez como: “Valientes como un león, rápidos como un caballo y fuertes como un toro. No pueden ser vencidos por ningún arma de acero…”
Y estaban dirigiéndose directamente hacia ellos.
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