Aimee respiró profundamente mientras entraba por la puerta trasera de la Casa Peltier. Este era el último lugar en el que deseaba estar, pero sabía muy bien por qué tenía que regresar.
Su familia podría asesinar a Fang y a su familia entera si no lo hacía.
Endureciéndose por lo que se avecinaba, cerró la puerta y se encaminó hacia las escaleras. Sólo había llegado a la mesa del pasillo cuando Dev salió por la puerta que dirigía a la cocina. Ella vio alivio en sus ojos antes de que fuera reemplazado por ira.
—Entonces, estás de vuelta.
Aimee se encogió de hombros.
—Este es mi hogar.
Él le resopló.
—Yo buscaría otro hogar, si fuera tú.
Ella se puso rígida ante la frialdad de su tono que fue mordiendo todo el camino hasta su alma.
—¿Me estáis echando?
—Estás siendo advertida. Escogiste tu lado y fue el equivocado.
—Déjanos.
Aimee miró hacia arriba ante el autoritario tono de su madre. Maman estaba en lo alto de las escaleras, mirándolos fijamente. Dev sacudió la cabeza hacia ella antes de encaminarse de vuelta a la cocina.
Ella se tele transportó hasta el lado de su madre.
—Ni siquiera pienses en golpearme, Maman. No estoy de humor para eso. Y devolveré el golpe esta vez.
Su madre entrecerró los ojos hacia ella.
—¿Nos sacrificarías a todos por un huérfano híbrido sin clan?
Maman estaba hablando de Wren y aunque él tenía la lealtad de Aimee como amiga, era la vida de Fang lo que más le importaba a ella.
—Nunca. Pero no me voy a quedar parada viendo cómo un inocente es condenado por nada. ¿No puedes ver la mentira que dice, Maman? Yo conozco a Wren. Hablo con él. No es ninguna amenaza para nadie salvo para sí mismo.
Aún así, el rostro de su madre era de ira y frialdad. Su familia, en especial su madre, no eran estúpidos. Ella no tenía ninguna duda de que su madre y su padre sabían que se había ido voluntariamente con Fang. Dada la manera en la que la había protegido el mes pasado, ellos debían saber que él nunca la lastimaría.
—Nos traicionaste a todos.
Aimee suspiró.
—Si hacer lo correcto es traición, entonces sí, supongo que lo hice. Así que, ¿qué vas a hacer ahora, Maman? ¿Matarme?
Su madre gruñó ferozmente hacia ella, pero Aimee se mantuvo en su puesto.
El aire alrededor de ellas siseó antes de que algo se estrellara en la habitación de Wren.
Aimee siguió a su madre quien se apresuró hacia la puerta y la empujó. Ella medio esperaba encontrar a Wren ahí, aunque le había dicho que se alejara hasta que esto estuviera calmado. Pudo decir por el olor que era un tigre, pero el hombre rubio en la habitación no era Wren.
—¿Qué estás haciendo aquí, Zack? —preguntó su madre.
El tigre torció los labios mientras abría un cajón.
—El bastardo se nos escapó. Necesito algo con su olor para diseminar entre los Strati que lo buscan.
Aimee arqueó una ceja ante eso. Los Strati eran la élite de los soldados Katagaria, cuidadosamente entrenados para cazar y matar. Sus hermanos Zar y Dev, junto con su padre, eran técnicamente guerreros Strati aunque no deberían serlo. Pero el clan Peltier debía guardar las apariencias.
—No necesitas nada de eso —dijo su madre, ante su profunda sorpresa mientras defendía a Wren—. Fuera de mi casa.
Zack no escuchó. Se movió a abrir otro cajón.
Su madre usó sus poderes para cerrarlo de golpe.
—Te dije que te fueras.
El tigre se volvió para enfrentarla.
—No jodas conmigo, osa. Tienes tanto que perder en esto como yo.
—¿A qué te refieres?
Pero Aimee ya lo sabía. Sus poderes pintaban una perfecta imagen de lo que sucedía ahí.
—Tú eres quien habló en contra de Wren en el Omegrión… mentiste.
Su madre movió su cabeza para observarla.
—No seas tonta, cachorro. Tendría que haber olido la mentira.
Aimee sacudió su cabeza.
—No si el animal ha hecho un hábito de eso. Fácilmente pudo esconder su olor.
Zack tomó un paso hacia ella sólo para encontrar su camino bloqueado por su madre.
—¿Está Aimee diciendo la verdad?
Zack contestó con una pregunta propia.
—¿Lo estabas tú? —Le arqueó una ceja a su madre—. ¿De verdad pensaste que Wren se había vuelto loco? ¿Honestamente? Tú sólo lo querías fuera de aquí y te agarrarías a cualquier excusa para expulsarlo. Admítelo, Lo. No quieres a nadie aquí sino a tu familia y te amarga tener que jugar a ser buena con el resto de nosotros.
Su madre gruñó bajo en su garganta.
Eso no era verdad. Su madre protegería a la mayoría de ellos con su vida, pero estaban aquellos, como Wren, en los que no confiaba para nada. Y a esos, él estaba en lo correcto, Nicolette detestaba tenerlos bajo su techo. Gracias a Josef.
Su familia tenía demasiadas cicatrices por el pasado. Por ese en quien habían confiado y había asesinado a sus hermanos. Y por eso, no podía culpar a su madre en lo absoluto.
Zack entrecerró su mirada.
—Si Savitar se enterara de la verdad, vendrá por ti y tus cachorros. No quedará ni un ladrillo de tu precioso Santuario.
Su madre lo agarró y lo tiró contra la pared. Él aterrizó sobre su espalda, pero eso no pareció descomponerlo.
Zack, en realidad, se rió.
—¿Qué pasó con las leyes del Santuario, Nicolette?
Aimee detuvo a su madre antes de que pudiera golpear al tigre de nuevo.
—Vete, tigre —le gruñó Aimee, enseñándole los dientes—. Si dejo ir a mi madre, no habrá lo suficiente de ti para preocupar a Savitar o a alguien más.
Zack se empujó de la pared. Las miró con fijeza a ambas.
—Tienes incluso más que perder que yo. Dame lo que necesito para cubrir nuestros traseros.
Ahora fue su madre quien rió.
—¿Eres completamente estúpido? Wren nunca ha dejado su olor en algo. Mira a tu alrededor, idiota. No hay nada personal aquí. Tan pronto como una pieza de ropa salía de su cuerpo, él siempre la lavaba o destruía. Incluso mantenía a ese mono aquí para así camuflar la suya propia. Nunca serás capaz de rastrearlo. Acéptalo, Zack, el cachorro tiene más inteligencia que tú y tu padre juntos.
Aimee estuvo de repente asombrada con su madre. Ella había sabido eso y aún así había permitido a Wren conservar a Marvin. Nada propio de ella. Y eso causó una nueva ola de respeto que llenó su corazón.
Las fosas nasales de Zack flamearon de la ira.
—Esto no se ha terminado.
—Oui, pero así es. Si regresas aquí, código o no código, te veré muerto.
Gruñendo, Zack se desvaneció.
La tensión en el aire se aplacó considerablemente.
Maman dejó escapar un lento respiro mientras se volvía hacia ella.
—Aimee, llama a tu lobo y cuéntale lo que ha sucedido. Estoy segura que sabe dónde está Wren y podrá advertirles que el tigre está acorralado y desesperado. En su posición, Zack es capaz de lo que sea.
Ella frunció el ceño ante el súbito cambio de su madre.
—No entiendo. ¿Por qué estás siendo increíblemente comprensiva? No te ofendas, Maman, pero me asusta.
Su madre le lanzó una dura mirada.
—No le tengo ningún cariño a Wren, eso tú lo sabes. Pero respeto al depredador que hay dentro de él y no aprecio ser manipulada por otro. Y no me gusta que me hagan pasar por tonta —su madre agitó la cabeza—. Debí haber cuestionado por qué Zack y su padre llamaban continuamente para comprobar a Wren después de que fuera enviado aquí. Les permití que plantaran semillas de duda en mi mente y vi lo que quise ver. No puedo creer que fuera tan tonta.
Su mirada se suavizó mientras tocaba la mejilla de Aimee.
—Te daré crédito, cachorro. No estuviste ciega. Ahora debemos reparar esto antes de que el peso de la furia de Savitar caiga sobre nosotros —empujó a Aimee hacia la puerta—. Ve a avisarles. A ti te escucharán.
—¿Qué vas a hacer tú?
—Voy a hablar con tu padre y tus hermanos. Me temo que estamos al borde de una muy peligrosa situación y los quiero a todos ellos preparados.
Aimee dio un paso hacia a la puerta, luego se detuvo.
–Te quiero, Maman.
—Je t’aime aussi, ma pettit. Ahora ve y déjanos hacer esto tan bien como podamos.
Fang apretó en su puño el guardapelo que Aimee le había dado justo antes de irse mientras miraba cómo caía la lluvia afuera. Solo, en la habitación en la casa de Vane, sentado en su cama con la espalda contra la pared y una rodilla doblada, podía escuchar a Vane y Bride, escaleras abajo, riendo.
El sonido lo hacía querer estrellar el puño a través de la pared.
Aunque su cuerpo quería cambiar debido a las lesiones que Papa Oso le había ocasionado, él se rehusaba. Como lobo, no podía sostener este pedazo de ella. Y en ese mismo momento, él necesitaba tocarla.
Presionó el guardapelo contra sus labios para así poder inhalar su aroma y recordar su última visión antes de que se fuera. Habían estado en el barco de Jean-Luc. Las lágrimas habían corrido por su hermoso rostro mientras ella besaba sus labios, luego lo dejó solo. Sus manos se habían prendido de él, mientras ella se alejaba y desvanecía.
El dolor era más de lo que podía soportar.
Con razón no había sido capaz de abandonar el Santuario.
Su teléfono sonó. Empezó a ignorarlo hasta que se dio cuenta que era Aimee. Alcanzándolo, perdió el equilibrio en la cama y se fue a estrellar contra el suelo. Temeroso de haberla perdido, lo abrió e ignoró el dolor en su hombro y brazo lesionado.
—Estoy aquí.
—¿Estás bien?
Él apretó los dientes para evitar gruñir mientras hacía su camino de regreso a la cama.
—Absolutamente.
—No suenas muy bien. Suenas como si estuvieras muy dolorido.
De todas las veces en que ella tenía que ser astuta…
Él observó la nueva sangre que empapaba su camisa e hizo una mueca.
—Nah, estoy bien —afortunadamente, la llamada no era de vídeo. Articuló las palabras “hijo de puta”, ante el dolor palpitante—. ¿Tú estás bien?
—Lo creas o no, sí. Maman no atacó. De hecho, me dijo que te llamara y te advirtiera que Zack va tras Wren. Como sospechamos, mintió para quedarse con el dinero de Wren.
—Se lo haré saber a Vane.
—Está bien… Te echo de menos, bebé.
—Yo también.
Fang sostuvo el teléfono con fuerza en su mano, queriendo mantenerla en la línea, pero no sabiendo qué decir. Nunca había estado acostumbrado a charlar. Respuestas irónicas eran otra cosa, pero una conversación real, estaba más allá de él.
—Trataré de escaparme para verte un ratito.
Él sonrió ante el pensamiento.
—Estaré aquí, esperándote.
—Está bien. Te amo.
—Yo también.
Ella soltó una risa corta.
— “Te amo, Aimee”. Sabes que no te matará decirlo, ¿no es verdad?
—Lo sé.
—Muy bien, entonces. Con esa nota, mejor me voy. Te veo luego.
Fang hizo una mueca al sonido de ella colgando el teléfono. Cerró su carcasa y quiso llorar por el dolor dentro de él. Pero no era esa clase de lobo. Más fuerte que el acero, se rehusaba a que alguien supiera cuánto significaba Aimee para él.
Con su corazón pesado, fue abajo para pasar el mensaje a Vane, quien no estuvo emocionado por ello. Fue inmediatamente a avisarle a Wren, mientras Fang se quedó a cuidar a Bride.
—¿Eso es sangre?
Echó una ojeada a su hombro.
—Un poco. Iré a limpiarla.
—Siéntate.
La afilada orden en su tono lo hizo levantar una sola ceja.
Bride sonrió.
—Lo siento. Soy mandona. Mi padre es un veterinario que trabaja con Carson y crecí en la clínica de mi papá. Siéntate y déjame ver qué puedo hacer.
Él hizo como se le ordenó, mientras ella iba al baño y sacaba una pequeña caja de medicinas. Comenzó a levantarse la camisa, pero el dolor era tal que simplemente la disolvió.
Bride se tragó un jadeo tan pronto vio la desagradable herida.
—¿Te mordieron?
—Sí. Un muy molesto oso.
—¿Papá Oso?
Él asintió.
Bride extrajo otra pieza de gasa y la embebió de agua oxigenada.
—Probablemente eres afortunado que no haya ido más abajo.
Fang no dijo nada mientras su mirada caía en la marca en su mano. Miró la suya, que estaba vacía.
—¿Es difícil para ti vivir con animales?
Ella se echó para atrás.
—Yo no os considero, a ninguno de vosotros, animales, Fang.
—No somos ciertamente humanos.
Ella tomó su barbilla para forzarlo a levantar la mirada hacia ella.
—Fui criada para respetar todas las formas de vida. Peladas, peludas, pegajosas y emplumadas.
—Sí, pero debe ser difícil vivir aquí sin alguien de tu clase alrededor.
—Difícilmente. Todos vosotros sois mi familia. Los de mi clase llena esta casa.
Fang se retiró mientras consideraba sus palabras. Más que todo, se preguntaba si Aimee alguna vez, en realidad, se había sentido así con respecto a él. Amar era una cosa, pero ella ya había escogido a su familia. Aparentemente, el amor de él no era lo suficientemente bueno.
Y eso lo hacía enfermar. Además, incluso si ella lo hiciera, aún estaba al servicio de Thorn y no tenía alma. No tenía una libertad real.
¿Qué podía él, en verdad, ofrecerle?
Aimee golpeó levemente la puerta de la oficina de su madre. Ante su bienvenida, empujó la puerta abierta para verla sentada frente al ordenador.
Nicolette se inclinó ligeramente en su silla. Una impecable pose que era sofisticada e imperativa.
—¿Hay algo que necesites?
Fang.
Pero se mordió la lengua por miedo a que se le escapara. Su madre había sido comprensiva antes. ¿Eso continuaría?
—Quería hablarte acerca de Fang.
Un escudo cayó sobre el rostro de su madre.
—No hay nada que discutir.
—Me dejaste que le advirtiera.
—Como un favor para corregir lo errado. Tú sabes, hija, exactamente por qué él y tú no pueden hablar nunca más.
Aimee apretó el agarre que tenía de la perilla de la puerta tras de ella.
—¿Y si no puedo vivir sin él?
—Harás lo que hemos hecho todos. Tu deber. Los sentimientos no tienen nada que ver con nuestro emparejamiento y esto lo sabes. Mira a tu hermano Alain. ¿Se lamenta él por su amor? Non, tiene su compañera y se ha enseñado a sí mismo a ser feliz.
—Yo quiero ser feliz, Maman.
Nicolette le clavó una mirada fría.
—Tu deber te hará feliz. Créeme, ma chèrie. Dentro de un tiempo, harás lo que debes y Fang será olvidado.
Aimee no creyó eso ni por un minuto, pero sabía que era mejor no discutir. Su madre no iba a ceder en esto.
—Muy bien, Maman.
Abrió la puerta y salió.
¿Qué es lo que voy a hacer?
Quería zafarse de las riendas de su familia y estar con él. ¿Pero valdría la pena hacerlo?
Se transportó escaleras arriba, materializándose en el cuarto de los niños donde los cachorros más pequeños de Alain dormían la siesta en forma de osos. Era una habitación sencilla que tenía un árbol falso para que ellos treparan y las paredes estaban pintadas con motivos forestales. Los dos estaban enrollados, juntos, como gigantes bolas de pelo en la gruesa alfombra verde, en vez de su cama, en la esquina. Un cachorro era café, el otro negro. Hermosos y dulces, ella adoraba a sus sobrinos.
Aimee se extendió junto a ellos y así pudo levantar la pata de Bryce y jugar con sus garras mientras dormía. Ella recordaba yacer con sus hermanos de la misma manera cuando había sido cachorra.
El dolor le golpeó el pecho cuando recordó el rostro de Bastien. Extrañaba a sus hermanos más que nada. El tiempo no había hecho nada por aliviar el dolor o la tristeza.
Lo que la hacía preguntarse si alguna vez sería capaz de sobreponerse a Fang. O, ¿la perseguiría él de la misma forma?
Aún así, mientras observaba a los cachorros de Alain, pensaba que valía la pena. Si él no hubiera hecho su deber, no hubiera tenido tan bellos hijos.
Si ella fuera con Fang, sería estéril. Un lobo y una osa nunca serían capaces de tener hijos.
Podría adoptar.
Eso era ciertamente verdad. Amaba a Wren como si fuera su familia y a Fang incluso más. Pero un hijo adoptado nunca heredaría su asiento.
Maman nunca la perdonaría por eso.
—¿Por qué tengo que elegir? —jadeó, ahogándose con lágrimas sin derramar.
¿Por qué no podía encontrar un simple oso para emparejarse?
Estoy tan rota.
Suspirando, dejó a sus sobrinos y se encaminó a su habitación. Pero con cada paso que daba, se sentía más y más enferma.
Eli Blackmore se detuvo junto a Cosette mientras ella invocaba a sus espíritus. De rodillas en medio de la habitación, descansando en el centro de una tela negra con un pentagrama y una extraña escritura pintada con sangre, ella sostenía sus manos arriba y hablaba un lenguaje ininteligible mientras rodaba hacia atrás sus ojos.
Honestamente, él odiaba esa mierda y la pestilencia del incienso ofendía cada sentido olfativo que poseía. Más que todo, quería arrasar con su mano a través del altar vudú que tenía frente a ella y mandar todo volando al otro lado de la habitación.
Pero la ofendería a ella. Así que esperó mientras danzaba y cantaba y seguía con ello.
Parecía que había pasado una eternidad antes de que finalmente se calmara y abriera sus ojos.
—¿Bien? —preguntó él.
—Hay una falta de armonía en su hogar. La hija se ha prometido a un lobo.
Él torció sus labios con repugnancia. En ese momento, su resolución contra los Peltier se asentó. ¡Cómo se atrevían a ser antinaturales!
—Eso es asqueroso.
—No para ellos.
—Créeme, lo es. Pero… —dejó que su voz se apagara mientras las ideas revoloteaban en su cabeza.
—¿Pero qué?
Él se rió ante la simplicidad del plan que podría arruinarlos.
—La osa buscará una manera de estar con él.
—¿Y?
Él sonrió irónicamente.
—Creo que es tiempo de preparar una de tus pociones.
Cosette rió cuando finalmente entendió.
Complacido consigo mismo, Eli dobló sus brazos sobre su pecho. Pronto, esos parásitos podrían desaparecer. Si jugaba correctamente sus cartas, podría eliminar el obstáculo más grande de todos.
Los lobos que habían tomado su sitio de las manos de su familia en el Omegrión.
Oh, sí… Esto iba a ser muy bueno.
esco� �(y e �/R ��N uienes ayudarían y le daría a Remi y Dev la libertad de patear el culo de cualquiera que cruzara la línea.—Sí, creo que lo estoy. —Le sonrió a Fang antes de que se fuera a ayudar a Dev y Xedrix a mover algunos trastos viejos.
El bar se abriría en un par de semanas. Todo volvería a la normalidad excepto por dos cosas.
Ya no estarían Mamá y Papá Osos Peltier. Ese dolor ardía en su interior.
Pero sus hermanos se habían juntado y los habían nombrado a ella y a Fang los nuevos propietarios del bar. Serían las dos caras que llevarían el legado que sus padres habían comenzado, especialmente ahora que Fang no era culpable de lo que habían hecho los demonios. Stu se había encargado de eso.
Para bien o para mal, el Santuario estaría allí. Y todo el mundo sería igualmente bienvenido, siempre y cuando se atuvieran a la única ley.
Ven en paz o sal en pedazos.
—¿Hey?
Se volvió ante el sonido de la desconocida voz procedente del exterior de la puerta.
—¿Sí?
Un alto hombre rubio permanecía a la brillante luz del día mientras examinaba la construcción.
—¿Cuándo vais a volver a abrir?
Quinn salió de debajo de la escalera.
—Sobre la segunda quincena del próximo mes.
—Fantástico. Os veré entonces.
No fue hasta que se hubo marchado que se todos ellos se dieron cuenta de algo.
Ese hombre había sido un Daimon.
Y estaba caminando a la luz del día.
—Oh, mierda. —jadeó Dev—. Tíos, ¿Creéis que los Dark-Hunters lo saben?
Fang sacudió la cabeza.
—No, y creo que los Dark-Hunters están a punto de estar seriamente ocupados.
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