viernes, 6 de enero de 2012

BRM cap 13

Fang intentó por todos los medios convertirse en un lobo, pero no podía. No era nada bueno, pero no había nada que pudiera hacer.
Bien. Era humano y como humano lucharía con todo lo que le habían dejado. Pero ellos estaban a punto de aprender la única realidad en cuanto a él concernía.
Nadie tomaba lo mejor de Fang Kattalakis. Nunca.
—Bailemos, gilipollas. —Trató de aplastarlos con su fuerza.
Sus poderes no estaban funcionando.
Oh. Mierda...
Misery rió.
—Éste no es tu reino, lobo. Aquí tú eres sólo una persona... una con una fuerza vital que puede alimentarnos a todos.
—Bebé, no vale la pena la indigestión. Créeme —le replicó Fang.
Tiró al primer demonio que trató de alcanzarlo. El demonio se quedó estupefacto y se apartó. Tomó al siguiente con un golpe en su mandíbula que lo dejó tambaleante.
Pero estaba seriamente sobrepasado.
Sobrepasado por la magnitud de su grupo, fue derribado hacia el frío y húmedo suelo. Maldiciendo, Fang hizo todo lo que pudo para liberarse.
No era suficiente.
Lo tiraron de él más profundamente dentro de la cueva y lo estamparon contra una pared de piedra.
—Muy bien, lobo. Pelea contra nosotros con todo lo que tienes. —La risa corrió en sus oídos un instante antes de que algo atravesara su pantorrilla.
Fang gritó de dolor.
Más risas llenaron sus oídos.
Misery se acercó bajando la mirada hacia él.
—Mientras más sufras, más fuertes nos volveremos. Nos alimentamos del dolor. De la miseria. Así que dame lo mejor de ti.
Un hombre se colocó junto a ella.
—Ha pasado mucho tiempo desde que tuvimos uno así de fuerte aquí. ¿Cuánto piensas que durará?
—No sé… pero será interesante y dado su naturaleza, debería ser suficiente para sacarnos de aquí hacia el reino mortal. —Ella tomó la daga de su mano—. Mientras tanto…
La hundió a través del estómago de Fang.

—¿Comió?
Vane tragó saliva ante la pregunta de Mamá Oso Peltier y negó con su cabeza. Fang no había comido un bocado desde que los osos lo habían traído hacia dos días.
Su hermano estaba muriendo y al igual que con Anya, no había nada que Vane pudiera hacer para salvarlo.
Una rabia impotente lo llenó y quería sangre por lo que le había pasado. No sólo a Anya, sino también a Fang.
Mamá Oso le sonrió gentilmente.
—Si necesitas algo, pídelo.
Vane se forzó a sí mismo para no gruñirle.
Lo que necesitaba era que su hermano estuviera completo de nuevo. Pero el ataque de los Daimon había dejado a Fang sin nada por lo que sobrevivir. Habían tomado más que la sangre de su hermano, habían tomado su dignidad y su corazón.
Vane dudaba si su hermano sería normal de nuevo.
Mamam cambió a su forma de oso y se retiró. Vane estaba vagamente consciente de Justin jugueteando fuera en su forma de pantera, seguido de un tigre y dos halcones. Todos se dirigían a sus habitaciones donde podían pasar el día en sus verdaderos cuerpos animales, seguros del mundo que no sospechaba.
Si tan solo él pudiera hacer lo mismo.
—Es un zoológico ¿Cierto?
Alzó la mirada a dónde procedía la voz de Colt, cercana a la puerta. Con 1,90 de estatura, Colt era uno de los miembros de los Howlers. Como Mamá y su clan, Colt era un oso, pero a diferencia de ellos, también era un Arcadiann.
Vane estaba impresionado de que los osos lo toleraran. La mayoría de los clanes Katagaria matarían cualquier Arcadiann a la vista.
Pero también, Mamá Lo y Papá Oso no eran la tribu usual.
—¿Qué quieres? —preguntó Vane.
Colt cruzó sus brazos sobre el pecho.
—Estaba pensando… sabes que sería mucho más seguro para todos en el Santuario si hubiera dos Centinelas protegiendo los Peltiers.
Vane le mostró los dientes.
—¿Desde cuándo un Centinela protege un clan Katagaria?
Colt le dedicó una mirada burlona.
—¿Eso viene de un Centinela que está acariciando una piel de lobo Katagaria?
La rabia oscureció la vista de Vane, ante el hecho de que Colt podía ver lo que siempre había mantenido oculto de todos los demás. Si no fuera por la necesidad que tenía de permanecer allí por la seguridad de Fang, estaría lanzándose a la garganta de Colt.
—No soy un Centinela y no soy Arcadiann.
—No te puede esconder de mí, Vane. Como yo, has escogido esconder tus marcas faciales, pero no cambia lo que eres. Nosotros somos Centinelas.
Vane lo maldijo.
—Nunca seré Centinela. Rechacé ese derecho de nacimiento. No cazaré y mataré a mi propia raza.
—¿No lo has hecho ya? —Colt arqueó su ceja—. ¿Cuántos Centinelas has masacrado por tu manada?
Vane no quería pensar en eso. Eso había sido diferente. Ellos habían amenazado a Anya y a Fang.
Colt dio un paso adelante.
—Mira, no estoy aquí para juzgarte. Sólo estoy pensando que sería más fácil para...
—No me estoy quedando —gruñó Vane—. Los lobos no se mezclan con otros. Una vez que esté lo suficientemente fuerte para proteger a Fang de nuevo, nos iremos.
Colt inhaló profundamente y asintió con la cabeza.
—Lo que sea. —Se giró y se fue.
El corazón de Vane dolía mientras dejaba el cuarto lo suficiente para llevar la comida intacta de Fang hacia la cocina.
Si su hermano no regresaba pronto, no sabría qué debía hacer. Ambos estaban bajo sentencia de muerte.
No pasaría mucho antes de que su padre mandara exploradores de nuevo para determinar su destino. Una vez que descubrieran que ambos habían sobrevivido, los asesinos vendrían por ellos. Necesitaba que Fang se moviera.
Podía pelear solo, pero cargar con el catatónico trasero de Fang con él no sería fácil y no era algo que deseara hacer cuando todo lo que deseaba era descansar y lamerse sus heridas también.
Maldito Fang por ser tan egoísta.
Cuando Vane regresó arriba a su cuarto, encontró a Wren justo dentro de la puerta y a Aimee Peltier en la cama junto a Fang.
A sus treinta y pocos años, Wren se veía mucho más joven. Llevaba el oscuro cabello rubio en rastas y apenas había hablado con Vane.
Mamá Lo le había dicho que Wren había sido llevado al Santuario por el propio Savitar. Nadie sabía nada acerca de Wren, aparte del hecho de que era un híbrido Katagaria y fiero como el demonio.
Aimee era una hermosa rubia, si a un hombre le gustaran las mujeres extremadamente flacas y a Vane no le gustaban. Era la joya y el orgullo del clan Peltier y por lo que había visto era una de los verdaderos osos con buen corazón.
Vane frunció el ceño cuando Aimee se inclinó hacia adelante y le susurró algo a Fang. Acarició la piel de Fang y se levantó de la cama. Se congeló cuando vio a Vane.
—¿Que le dijiste? —preguntó Vane.
—Le dije que ambos sois bienvenidos aquí. Que nadie volverá a herirlo de nuevo.
Vane miró a su hermano.
—No nos quedaremos.
Wren le dio una sonrisa sarcástica.
—Tiene gracia. Eso es lo que yo dije también, sin embargo aquí estoy.
—No soy tú, Tigard.
La rabia se mostró en sus ojos.
Vane se preparó a sí mismo para el ataque.
Aimee los separó entonces.
—Vete a la cama Wren. Sé que estás cansado.
Eso pareció diluir su temperamento lo suficiente para girarse e irse.
Aimee miró a Vane.
—Sé lo que Carson dijo acerca de Fang, pero...
—¿Qué?
Miró a través de Vane hacia donde Fang descansaba en su estupor.
—No lo sé. Es que sólo que a mí no me parece Fang. Él no es la clase de persona que sólo se abandona a sí mismo de ésta manera. Y no sale de eso.
Vane replicó:
—No conoces a mi hermano. No está acostumbrado a que nadie sea mejor que él. Nunca. Le quitaron una gran porción de su ego en el pantano, pero estará bien. Lo sé. —Vane miró por encima de su hombro a su hermano—. Estará mejor por la mañana.
Aimee no respondió a eso. Era lo que Vane había estado diciendo desde que llegaron. No creía en eso mucho más de lo que él lo hacía.
Pero sentía que algo estaba muy mal. No podía señalarlo...
Aún así el sentimiento persistía.
—Buenas noches —dijo, ofreciéndole a Vane una sonrisa antes de dejarlo.
Aún incómoda, recorrió el camino hacia su habitación, donde se preparó para ir a la cama. Mientras se lavaba la cara y cepillaba el cabello, no podía sacudirse el sentimiento dentro de ella. Era como si Fang le estuviera gritando. Como si hubiera algo que él quería que ella supiera.
Frustrada se dirigió hacia su cómoda y tomó su teléfono móvil. Nunca había llamado antes a Acheron, pero no podía pensar en nadie más que pudiera ayudarle.
Contestó al primer toque.
—Hola Ash, soy Aimee Peltier ¿Cómo estás?
—Confuso. ¿Cómo conseguiste mi número?
Aimee se pasó la mano a través de su cabello mientras se paseaba sobre la alfombra Oriental de su habitación.
—Dev me lo dio cuando se lo diste. Sólo por si acaso.
—Ah. Disculpa por ser tan abrupto. No estoy acostumbrado a que vosotros me llaméis. Por lo general me llaman del ala de los Dark-Hunters.
Ella rió.
—Sí, lo supongo.
—Entonces, ¿qué puedo hacer por ti?
—Yo... —Ella dudó qué decir. Él probablemente pensara que estaba loca. ¿Cómo podía explicarle el sentimiento cuando incluso ella no lo entendía?—. ¿Qué es lo que sabes acerca de ataques de Daimons?
Su rica risa llenó le llenó el oido
—Ni una maldita cosa. ¿Por qué?
Ella puso los ojos en blanco ante su sarcasmo. Sí, era una pregunta estúpida dado el hecho de que él había estado luchando contra ellos por más de once mil años.
—No sé si conociste a Fang Kattalakis, pero fue atacado por Daimos hace uno días y... —Sus palabras murieron al tiempo que Ash apareció a su lado vestido todo de negro.
Su largo cabello negro combinaba con su vestimenta, a excepción de profundas unas vetas borgoña en él. A pesar de que era el más viejo de los Dark-Hunter en edad, físicamente parecía sólo de veintiuno.
—¿Qué pasó?
Aimee estaba muy ocupada acostumbrándose a la inesperada entrada en su habitación para responder a su pregunta. Parado sobre sus dos metros de estatura, el hombre abarcaba mucho espacio en su habitación y poseía una poderosa aura de poder y deseo fuera de lo normal.
—¿Cómo lo hiciste? No sabía que los Dark-Hunters pudiera tele transportarse.
—Algunos podemos. Ahora, ¿Qué le pasó a Fang?
Cerró su teléfono y lo regresó a la mesa.
—Fue atacado en el pantano y ahora está en coma.
—¿Pero no muerto?
—No, no está muerto.
Él dejó salir un suspiro de alivio.
—¿Dónde está?
Aimee lo guió hacia abajo al salón, donde le habían dado a Fang su propia habitación. Tocó la puerta y esperó por el agudo gruñido de Vane antes de empujarla para abrirla y encontrarlos donde los había dejado.
Vane se puso de pie en el momento que vio a Acheron.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Su tono era acusatorio y frío.
—Me enteré de lo de Fang. ¿Qué pasó?
Un tic empezó en la mejilla de Vane.
—Fue una timoria. Fuimos dados por muertos y después atacados por Daimons.
Después de entrar a la habitación. Ash se arrodilló ante la cama para examinar el cuerpo de Fang. Colocó una gran mano en el cuello de Fang y le alzó los párpados.
Aimee intercambió miradas con Vane.
—Carson dice que está en shock por el ataque.
—Dijo que está muriendo —agregó Vane.
Ash bajó su mano y miró hacia ellos.
—Esto es extraño. Parece como que si estuviera ya muerto.
—No digas eso.
Ash se inclinó mientras Vane le lanzaba un golpe.
—Puedes atacarme todo lo que quieras, pero no cambia nada.
Aimee puso su mano en el brazo de Vane, tratando de reconfortarlo.
—¿Has visto algo como esto? —le preguntó a Ash.
—No en once mil años y tampoco lo entiendo. Los Daimons pueden alimentarse de humanos y Were-Hunter sin causar daño. Sin embargo esto…
Aimee tragó.
—Pareciera como si le arrebataran el alma.
—No —dijo Vane con un suspiro—. Le arrebataron más que eso. Es Anya. Él no soporta dejarla ir. —Se movió para sentarse a un lado de Fang—. No pienso que sea capaz de manejar la pena de vivir sin ella.
Aimee animó a Ash a salir de la habitación.
En el corredor, cerró la puerta lentamente tras ella y esperó que Vane no estuviera escuchando.
—¿Piensas que es así de simple?
Él negó con la cabeza.
—Yo tampoco.
Ash miró de regreso a la puerta, como si pudiera ver dentro de la habitación.
—Déjame revisarlo con Savitar. Estoy contigo. Creo que hay más que lo que es obvio.
—Gracias.
Inclinó su cabeza antes de dejarla sola. Aimee hizo el camino de regreso a su habitación donde terminó de prepararse para la cama.
La madrugada estaba iniciando cuando finalmente se acostó.
¿Aimee?
—¿Fang?
Sus sueños cambiaron hasta que lo vio envuelto en una oscura niebla. Parecía cansado y pálido, pero completo. Estaba vestido sólo con un par de sangrientos jeans y sus pies desnudos estaban marcados con cortes y moretones.
Corriendo hacia él, trató de alcanzarlo sólo para alejarlo de nuevo.
—¡Fang! —le llamó.
—Shh. —susurró él, su voz haciendo eco en la oscuridad.
—¿Dónde estás?
—No lo sé. En una cueva.
Caminó hacia adelante hasta que él la tomó y la empujó contra una rugosa pared.
—No te muevas —su tono era un susurro amenazador.
Aimee se estremeció ante su cercanía. Había olvidado qué tan alto y formidable era en su forma humana. Pero olía delicioso y se veía incluso mejor. Con la barba de una semana tenía una apariencia ruda que sólo se agregaba a su formidable atractivo sexual.
Envolviendo sus brazos a su alrededor, lo acercó más, revelando la dureza de su cuerpo. Revelando de hecho que estaba con ella y no muerto.
Él hundió su puño en su cabello y colocó su rostro en su cuello como si ella fuera la línea de vida a la cual se aferraba. Nadie nunca la había sostenido con tal ternura. Dioses, qué bien se sentía y cuánto deseaba estar justo ahí con él.
Pero algo húmedo y caliente estaba mojando su estómago. Fue en ese momento cuando se percató de lo que era. Fang estaba sangrando profusamente de una herida en su estómago. Sorprendida, lo empujó para ver su sangre cubriéndole la bata.
—¿Qué demonios?
Cubrió su mano con la suya y la apartó de su herida.
—Un grupo de demonios babosa me atacaron. Los alejé, pero no fue fácil. —Frunció el ceño en disgusto—. Mira no tengo mucho tiempo antes de que me encuentren de nuevo y tú no puedes permanecer aquí. Si alguno de ellos te encuentra, te matarán o peor, te tomaran prisionera.
—No entiendo.
Él tragó antes de hablar de nuevo.
—No puedo despertar, Aimee. Necesito que alguien encuentre a los demonios que se alimentaron de mí y los mate.
Ella se asustó.
—¿Qué?
—Los Daimons… tomaron lo suficiente de mi alma y está atrapada dentro de ellos. Así que mientras vivan no puedo despertar o usar mis poderos. Eso también lo tienen. Alguien tiene que matarlos para que pueda estar completo de nuevo. ¿Entiendes?
Ella asintió.
—¿Cómo los encontraré?
Él tomó su mano y la sostuvo contra su pecho desnudo, justo sobre su corazón. La calidez de su piel la hizo estremecerse.
—Usa tus poderes.
Cerrando los ojos, ella se concentró en la noche en la que él fue atacado. Uno por uno ella vio los rostros de los Daimos que lo atacaron.
Él se reclinó para susurrarle al oído, su voz profunda y seductora.
—No puedo hacer esto solo, Aimee. No puedo encontrarlos desde aquí.
Ella frunció el ceño ante su petición, que estaba tan fuera de su carácter. Fang nunca pediría ayuda de nadie.
—¿Quién eres?
Él tomó su cara entre sus manos.
—Soy yo. Lo juro.
—No. Fang no pediría ayuda. No de mi parte.
Él rió amargamente.
—Créeme, esto tampoco es lo que yo quiero hacer. Pero no puedo pelear por mi cuenta. Lo he intentado todo y Vane no está respondiendo. Piensa que soy un sueño y no importa cuánto lo intente, no responderá. Tú eres la única que ha venido hacia mí. Por favor, Aimee. No me dejes aquí así.
La duda la llenó.
—¿Cómo sé que eres tú?
Respondió su pregunta con un apasionado beso, uno que la dejó sin aliento y caliente. Necesitada. Temblando. Oh, sí… era Fang. No había duda. Nadie más besaba como él lo hacía. Y nadie más tenía su esencia.
Él se retiró, sus ojos atormentados.
—Sácame de aquí. Por favor. Tú eres la única esperanza que tengo.
Ella asintió mientras se escuchaba un feroz gruñido.
Fang la empujó rápidamente.
—Los Recolectores están viniendo de nuevo. Vete bebé. —La besó en la mejilla—. No regreses. No es seguro para ti.
La empujó de nuevo y se fue.
Aimee se despertó temblorosa.
Asustada, miró alrededor de su habitación para ver la luz del sol mucho más alta en el cielo mientras se deshacía de las legañas de sus parpados. Desorientada miró a su reloj. Las diez de la mañana.
Sólo fue un sueño.
¿Entonces por qué estaba siendo cazada por él? Aimee se giró y trató de regresar a dormir.
Necesito más de cinco horas.
Aún así, no podía sacudirse el sonido desesperado de la voz de Fang en su cabeza.
La necesitaba.
Se regañó a sí misma.
—Él está en cama, idiota. Vuelve a dormir.
No podía. No importa cuánto lo intentara, no podía relajarse o hacer que el sentido de urgencia la dejara. Se reprendió a sí misma por su estupidez, se levantó, arropándose en en su albornoz verde y se dirigió corredor adelante hacia la habitación de Fang.
—Gah, te ves como la mierda.
Miró a Dev mientras se encontraban en el corredor.
—Por lo menos tengo una razón para eso amigo. ¿Rompiste el espejo ésta mañana o qué?
Dev rió mientras seguía caminando alejándose de ella.
—Pensé que estabas en el turno de la noche.
—Lo estoy. Sólo voy al baño.
Él le dio una mirada maliciosa.
—Dejé la tapa levantada.
—Por supuesto que lo hiciste. Al menos ésta vez me avisaste.
Él arrugó su nariz juguetonamente antes de desvanecerse.
Sacudiendo la cabeza ante su hermano y sus travesuras, redirigió sus pasos a la habitación de Fang. Cuidadosamente abrió la puerta para asegurarse de que estuviera solo, lo cual, afortunadamente, estaba. Vane debía haberse ido finalmente a su habitación.
Aimee se deslizó hacia el cuarto y cerró la puerta.
Todo estaba en silencio. Ni siquiera se podía escuchar un susurro.
Debo estar loca…
Tenía que estarlo.
Moviéndose para colocarse junto a su comatoso cuerpo, colocó su mano sobre su suave piel. Su respiración era débil pero calmada. No había signos de violencia o de nada.
Fang estaba bien.
Excepto por el hecho de que se negaba a regresar al mundo. No entendía esa clase de debilidad. Parecía tan fuerte y capaz. ¿Qué había pasado para destrozarlo de esa manera?
No tenía sentido.
Pero no había nada que ella pudiera hacer por él. Acariciando su oído, le susurró.
—Duerme bien, bebé. —Después se giró y regresó a su habitación.
Reprendiéndose a sí misma por ser diez mil veces tonta, se quitó la bata y la arrojó sobre la cama.
Mientras caía vio algo extraño…
Una mancha.
Una mancha roja.
Incluso aún más confundida. Miró hacia la bata y vio la sangre de la herida de Fang. Y mientras se miraba a sí misma en el espejo, vio algo más que le agregó realidad a su sueño. Su rostro estaba marcado por los bigotes de Fang. Sus labios inflamados por su beso.
Había sido real.
Todo ello.
Fang estaba atrapado y ella era la única esperanza que tenía para regresar…

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