Jess dejó escapar un suspiro de alivio cuando salió por el camino de acceso mientras la
lluvia apedreaba el coche tan fuerte, que sonaba como un martillo pesado golpeando metal y
vidrio. Hombre, qué noche. Ya estaba exhausto y ni siquiera era tarde aún.
Por supuesto, otra ronda con Abigail y definitivamente se reanimaría.
No vayas hacia allí.
Por favor, ve hacia allí…
Porque, honestamente, prefería mucho más pensar en ella desnuda en sus brazos que en
hacer lo que iban a tener que hacer y luego alejarse y nunca verla otra vez.
Pensaba que el tipo bueno se suponía que conseguía a la chica. Esa era la teoría, de cualquier
manera. Ya tenía suficiente experiencia en la vida para saber que definitivamente no era el caso.
Personas buenas eran disparadas por su mejor amigo.
Sacudió la cabeza para aclararse esa pesadilla y desvió la atención hacia donde necesitaba
dirigirse.
La agradable plaga de las inmediaciones.
Al menos llovía lo suficientemente fuerte para hacer regresar a las avispas sumisamente y
dispersarlas. Especialmente desde que Talon había añadido un poco de poder de dios para
golpearlas y adormecerlas.
Las cosas habían vuelto a la normalidad.
Sí, bien. Las cosas eran tan normales como tener a un fóbico a la tecnología trabajando para
Bill Gates. Pero entonces, la ilusión era todo lo que le quedaba ahora mismo. Eso y el deseo feroz
de encontrar a Coyote y golpearle hasta que le castañearan los dientes.
Aparcó en el garaje y miró a Abigail. Sus rasgos estaban apretados por el temor y la
determinación, y aún así, era la mujer más bella que alguna vez hubiera visto. Lo que no daría por
poder arrastrarse a una cama con ella durante una semana y no levantarse para respirar hasta que
ambos estuvieran cerca de morir de inanición.
Sí, por ella valdría la pena morir de hambre.
Y mientras se encontraba con su mirada fija, el pesar le golpeó duro en las tripas. Deseaba
que hubieran tenido más tiempo esta noche. Más tiempo para explorarla y saborearla.
Más tiempo para simplemente...
Se esforzó por apartar los pensamientos lejos de ese choque de trenes. ¿Qué bien haría poder
elegir, de todos modos? Sólo te hacía ansiar cosas que no podías tener. Y la única cosa que su
infancia le había enseñado era a no vivir en el y qué pasa si.
¿Qué era eso que Nietzsche había dicho? ¿La esperanza es la peor de todas las maldades,
pues prolonga el tormento del hombre?
Punto para el filósofo. El hombre definitivamente tenía razón en este caso. Esperar algo
mejor no haría que ocurriese. Sólo le recordaría las decisiones que había tomado y que no podía
deshacer.
Tenía trabajo que hacer, y no era sólo protegerla. Tenía que salvar al resto del mundo,
también.
Forjando su propia determinación, inclinó la cabeza hacia Abigail.
—¿Estás lista para la siguiente parte?
La aprensión delineó su semblante mientras clavaba los ojos en sus manos agarradas con
fuerza en su regazo.
—Como para una descarga de adrenalina chocando violentamente contra mi corazón a
través de mis ojos —su voz era apenas perceptible y llena de dolor—. Extrañamente, creo que temo
encontrarme a Andy más que pelear contra Coyote.
Él se hubiera reído si no estuviera en lo cierto. Él tenía la misma roca en el estómago al
pensar en cómo reaccionaría el chico a ver su coche aplastado en su condición actual.
Definitivamente no era algo que estuviera deseando.
Hora de asumir las consecuencias.
Después de apagar el motor, abrió la puerta y salió mientras Abigail le seguía. Apenas había
cerrado la puerta del coche detrás de él cuando oyeron un grito angustiado llegando de la casa.
—¿Qué habéis hecho, monstruos?
La cara de Abigail palideció mientras se congelaba en el sitio.
Él rápidamente la adelantó para interceptar a Andy camino del coche. Intentó escudar el
coche con el cuerpo, pero Andy no estaba por la labor. Andy viró a la izquierda. Jess fue hacia la
derecha. Andy giró sobre su derecha…
Jess extendió los brazos para detenerle antes de que viera todo el daño. ¡Maldición! El chico
debería haber jugado a baloncesto. Había visto jugadores menos ágiles.
Le ofreció a su Escudero una inclinación de cabeza compasiva.
—Es posible que desees comprar uno nuevo.
Andy gimió de dolor, entonces se pasó las manos a través del pelo de una manera que
enorgullecería a James Dean.
—¡No puedo creer que despedazaras mi coche! ¡Mi coche! Mi precioso bebé. Diablos, Jess.
¿Qué hiciste?
Bueno, había una cosa que definitivamente no iba a mencionar. Eso sólo sacaría de quicio al
chico aún más, y definitivamente nunca oiría el final de la charla.
Sin mencionar que Abigail lo destriparía probablemente si le dijera a alguien lo que habían
hecho.
Jess dejó caer los brazos y se encogió de hombros.
—Todo lo que puedo decir es que se puso peliagudo para nosotros.
—¿Peliagudo? —Andy se cubrió los ojos con los puños e hizo el sonido del colmo del
sufrimiento.
Diablos, el chico sabía cómo reaccionar de forma exagerada. De verdad era impresionante. Si
el trabajo de Escudero le fallaba, siempre podría conseguir trabajo representando a Edipo. Todo lo
que necesitaba era clavarse dos alfileres en los ojos y tambalearse entre bastidores.
—Mi coche parece como el doble del Charger en Burn Notice. ¿Cómo pudiste? Diablos, Jess.
¿En serio? —gesticuló hacia el coche—. ¿En serio?
Abigail dio un paso valiente hacia adelante.
—Lo siento mucho, Andy. Todo es por mi culpa.
Él la miró furioso como si la imaginara en pequeños pedazos ensangrentados desperdigados
a través de la casa. Alzó una mano en ademán de sermonearla, pero honestamente, estaba tan
alterado que todo lo que podía hacer era balbucear indignantemente.
Jess le golpeó la espalda.
—Vivirás. Es sólo un coche, chaval.
—Y el infierno es sólo una sauna —cada palabra goteaba indignación y agravio.
Respingando, Andy aspiró el aliento profundamente y pareció controlarse—. Estupendo —dijo en
falsete—. La razón está de tu parte. Viviré, aunque ahora mismo siento como si mis vísceras
hubieran sido arrancadas a través de las ventanas de mi nariz y se hubieran tendido en el suelo
para tu mordaz diversión. ¡Bastardo insensible! Sólo espera hasta que recoja tu moto del Ishtar.
Veamos quién ríe entonces.
—Daña esa moto y te arrancaré la columna vertebral.
Andy hizo una pausa.
—Punto entendido —miró su coche y suspiró—. Podría ser peor. Nadie vomitó en el… —
amplió los ojos, aún más perturbado—. ¿Lo hicieron?
—No —le aseguró Jess—. Nadie lanzó pasta.
—Bien.
Se enderezó y pareció ser verdad la promesa de dejarlo estar. Eso duró hasta que vio los
rayones en el capó debidos al puma y el guardabarros delantero, donde Abigail lo había arrastrado
por el arcén.
Gimiendo, fue hacia él y se puso de rodillas. Se tumbó desgarbadamente sobre el capó y
colocó la cabeza sobre el guardabarros dañado.
—Lo siento tanto, Bets. Debería haber escondido las llaves. Quitado tus llantas. Algo. No
tenía ni idea de que alguien te maltrataría así, cariño. Juro que nunca dejaré a nadie herirte otra
vez. Ayyy, ¿cómo te pudieron hacer esto? ¿Cómo? ¡Oh, la humanidad!
Jess dejó salir un eh profundo mientras cruzaba la mirada con Abigail.
—Realmente necesito conseguirle una novia a ese chico —volvió la mirada hacia donde
Andy estaba ahora acariciando el capó—. O al menos conseguirle sexo.
Abigail se rió.
Girándose hacia atrás, Andy siseó hacia ellos.
—Se mofa de mi dolor, señor.
—Nah —Jess arrastró las palabras—. Me burlo de tu idiotez.
Andy frunció los labios.
—Vamos. Entra en casa. Déjame con mí sufrimiento, monstruo insensible. Ya has hecho
bastante daño.
Jess negó con la cabeza.
—Es demasiado malo que el comité Razzie no pueda ver esta actuación. De verdad
podríamos tener a un ganador si lo hicieran.
Esperando que el muchacho lograra sobreponerse a eso sin necesitar a un terapeuta, se
encaminó hacia la casa.
Abigail fue hacia Andy.
—Realmente lo siento por tu coche. Lo digo en serio.
Él levantó los ojos con una mirada de agradecimiento que Jess tuvo la esperanza de que
Andy no recibiría un disparo en la cabeza.
—Está bien. Es sólo… un… coche. Lograré sobreponerme a eso con el tiempo —sacó el labio
inferior haciendo un puchero como un niño de dos años.
De una forma extraña, era casi adorable.
Abigail quiso extender la mano y apaciguar al pobre Andy, aunque su reacción fuese
exagerada. Tal vez era ridículo, pero se sintió terrible por eso.
A causa de su pasado, tendía a tomar apego a los objetos más que a las personas, también.
Los objetos podían ser robados, pero no se iban voluntariamente. Estaban siempre allí cuando los
necesitaba, y no decían o hacían nada para herir los sentimientos.
Le mataba que hubiera dañado algo que obviamente significaba tanto para él.
Me estoy volviendo un desastre masivo andante. Era lo opuesto a Midas. En lugar de convertirse
en oro todo lo que ella tocaba, se hacía polvo.
Incluso su mejor amigo...
El corazón se le enganchó ante eso. Todavía no podía creer todo lo que había ocurrido esta
noche. Sus amigos eran sus enemigos, y dependía de su enemigo para ayudarle a salvar su vida.
Nada en absoluto tenía sentido ahora mismo.
Honestamente, sólo necesitaba algunos minutos de paz antes de la siguiente catástrofe. Un
momento para castigarse antes de que otra tormenta le atrapara y la arrastrara hacia el borde de la
locura. Pero ese era un lujo que ninguno de ellos tenía.
Renuente a pensar sobre lo que se le avecina encima, fue detrás de Jess, quien ya se había
desaparecido dentro de la casa.
Para cuando Abigail le alcanzó en la cocina, estaba parado con Sasha y un rubio que nunca
había visto antes. No era tan musculoso como Jess, pero el recién llegado no era de ninguna
manera pequeño. Tenía el corto cabello rubio despeinado y trenzas diminutas que caían desde una
sien. Vestido con pantalones vaqueros y una camiseta gris, tenía los brazos cubiertos de negros
tatuajes tribales célticos. Había algo en él que lo proclamaba como el epítome del macho.
Y él la perforó con una mirada suspicaz en el momento en el que sintió su presencia. Esa
mirada le clavó los pies al suelo y le impidió dar otro paso.
Al menos, hasta que Jess se dio la vuelta y le ofreció una sonrisa amable. Por la expresión
amigable en su cara, supo que era seguro acercarse al otro hombre.
Eso esperaba.
Jess la animó a que avanzase.
—Abigail, este es Talon. Talon, Abigail.
Relajando un poco su posición de hombre rudo, Talon inclinó la cabeza hacia ella.
—Hola.
Bueno, al menos era más amigable hacia ella de lo que Zarek había sido. No es que eso dijera
mucho. Probablemente serían mucho más amigables si no hubiera matado a sus hermanos.
Con toda sinceridad, tenía suerte de que él no la atacara, y no lo culparía si lo hiciera. Ni qué
decir durante cuánto tiempo había conocido a los que ella había matado. Lo cercanos que habían
sido.
Lo siento tanto.
La vida realmente necesitaba un botón de deshacer. La cobarde en ella quiso darse la vuelta
y correr. Pero nunca había sido cobarde ni un solo día de su vida, y no estaba a punto de empezar
ahora cuando necesitaban que permaneciera fuerte.
Aclarándose la voz, se obligó a unírseles en la isla de acero inoxidable.
—¿Eres el responsable de la lluvia?
—Sí.
Talon recorrió con la mirada a Jess y esbozó una sonrisa maliciosa que le dijo que había un
chiste oculto entre ellos.
Jess puso cara de dolor supremo.
—Todavía no te has dejado caer sobre Storm, ¿verdad?
—Ah, sí demonios, ya sabes —Talon dejó escapar una risa maléfica—. Verdaderamente hay
pocas cosas que me den más placer.
—Y todas son malas —Jess sacudió la cabeza antes de explicárselo a ella y Sasha—. El
cuñado de Talon es un brujo cuya profesión es atraer la lluvia. Así es que cada vez que el pobre
Storm intenta hacer llover, Talon lo detiene. A estas alturas, comienza a tener un complejo encima.
El orgullo resplandeció brillante en los ojos de Talon.
—Sé que es cruel, pero no puedo controlarme a mí mismo. El pequeño bastardo lo merece
después de toda la paliza que me da sobre su hermana. Sin mencionar que a mí realmente me
gusta el sonido de niñita que hace cuando falla.
Sasha bufó.
—Y vosotros pensáis que soy retorcido. Diablos, eso es tan insensible.
—Hablando de eso, Meteorólogo —dijo Jess—. Probablemente puedes parar la lluvia ahora.
Creo que las avispas están bastante horrorizadas y han regresado.
Un trueno fuerte sacudió la casa.
—Sí, pero es entretenida.
—Podría ser, pero estás inundando partes de la ciudad.
Talon hizo una mueca.
—Hazme sentir mal, ¿por qué no? Estupendo, eso es lo que esperaba.
Abigail estaba intrigada por sus poderes. Era uno que no había sabido que un Dark-Hunter
pudiera tener.
—Así que, ¿puedes convocar tornados o terremotos?
—Los terremotos no están relacionados con el clima —Talon le guiñó el ojo, luego se puso
serio como si se estuviera conteniendo de ser demasiado amigable—. Y sin ofender, no me siento a
gusto discutiendo mis poderes con alguien que podría intentar usarlos contra mí un día. Así que
mantendré todos los detalles ocultos.
El dolor le clavó duramente un puñal en el pecho.
—Tienes razón. Lo merezco. No debería haber preguntado.
La expresión en su cara le dijo que él se sentía tan mal por sus palabras como ella.
Jess le rodeó los hombros con el brazo.
—Ve despacio con ella, celta. Estaba protegiendo a su familia. Todos hemos hecho cosas que
lamentamos mientras intentábamos ayudar a la gente que amamos. Eso no la hace una enemiga.
—Es verdad. Sólo la hace humana —Talon tendió la mano hacia ella—. ¿Tregua?
Ofreciéndole una sonrisa tímida, tomó su mano con la de ella y la estrechó.
—Tregua.
En el momento en que tocó su piel, sintió algo extraño en la palma. Ceñuda, le giró la mano
para ver una fea cicatriz de quemadura allí.
—Eso parece realmente doloroso.
Talon de verdad sonrió, como si el recuerdo le calentara. Arrancó con fuerza su mano.
—Un precio muy pequeño que pagar por todo lo que gané. Confía en mí. Si fuera necesario,
habría dado el brazo entero —pasó una mirada de ella a Jess que le envió un temblor cuesta abajo
por la columna vertebral.
Era como si él supiera lo que habían hecho.
Una sonrisa ligera se formó en los bordes de sus labios.
—Hablando de eso, necesito regresar a casa. La última cosa que quiero hacer es estresar a
Sunny. Con mi suerte, aparecería aquí y en su condición tendría que matar a alguien si la
disgustara. Dado que no quiero matarme a mí mismo… —escudriñó a los tres—. Buena suerte. Por
el bien de los dioses, no falléis.
—No pretendo hacerlo —le aseguró Jess.
Talon se desvaneció.
Abigail se movía nerviosamente mientras Sasha arqueaba una ceja por el hecho de que Jess
todavía tenía su brazo alrededor de ella. Se lo quitaría, pero no quería hacer nada que lo alejara
más. Además, le gustaba.
Ignorando la curiosidad de Sasha, le habló a Jess.
—¿Asumo que Sunny es su mujer y está embarazada?
—Y mucho.
Asintió mientras asimilaba eso. Junto con un miedo nuevo por ella misma.
—No creía que los Dark-Hunters pudieran tener familia o embarazar a alguien.
Una luz apareció en sus ojos que le dijo que él de verdad podía leerle la mente.
Le dirigió una mirada severa.
El pánico llameó profundamente en su mirada oscura antes de alejarse de ella como
queriendo poner distancia entre ella y, sus así llamadas, partes tiernas.
—No lo hacemos. Lo juro, y no lo podemos hacer. Talon no es uno de nosotros y lleva sin
serlo algún tiempo. Sunshine le liberó.
Realmente... había otra cosa que nunca había sabido que fuera posible.
Antes de que pudiera hablar otra vez, se escuchó la voz profunda y severa de Ren.
—Necesitas asimilarlo lentamente.
—Vale, para de hacer de madre, Ren. No soy un inválido, ¿sabes? Caigo en un pequeño
trance al encargarme de algo, y ahora tengo a una gallina sobre mí. Juro que si no te paras te
renombraré.
Abigail rápidamente escondió su diversión mientras Choo Co La Tah entraba en la cocina
con Ren. La expresión en la cara de Ren podría congelar el fuego.
A diferencia de ella, Jess no tenía ningún problema en reírse de los dos.
—¿Hay algo que debería saber?
Choo Co La Tah se puso rígido indignadamente.
—Sí. Aquí, tu amigo es un poco quejumbrante, y he tenido bastante de él por un día, muchas
gracias.
Ren suspiró de irritación. Cuando habló, fue para Jess, no Choo Co La Tah.
—Talon le sacó del trance. Estoy pensando ahora, sin embargo, que deberíamos haberlo
dejado allí.
Abigail odió interrumpir, pero…
—Fuera del tema, ¿qué es un quejumbrante?
La cara de Ren se volvió de un rojo brillante.
Afortunadamente, Choo Co La Tah le sonrió.
—Alguien que se queja obsesivamente, querida.
Ah. No es extraño que Ren estuviera tan furioso. No es la más viril de las descripciones, de
cualquier forma.
—¿Puedo preguntar también por qué hablas con acento inglés? Parece… —no podía decir
extraño sin ofenderle, y eso era lo último que quería hacer. De verdad le gustaba mucho el viejo
anciano, incluso si no fuera siempre la más amable de las personas—, diferente.
Ren puso los brazos en jarras.
—Aprendió a hablar inglés de los colonos británicos originales y nunca se adaptó realmente
al acento moderno.
Choo Co La Tah le dirigió una mirada desdeñosa, como si no apreciara la explicación de Ren.
—Me gusta la manera en la que suena mejor. Además, desequilibra a todo el mundo cuando
lo oyen, y a mí me gusta eso aún más. Mantenlos siempre adivinando sobre ti, querida. Nada los
saca tanto de quicio.
Ella apreció ese pensamiento.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Jess a Choo Co La Tah, cambiando de tema.
—Cansado. Y hemos desperdiciado bastante tiempo. Necesitamos irnos para que alcancemos
el punto álgido antes del amanecer, podamos hacer nuestra ofrenda y asegurar las vasijas.
Un zarcillo de temor la traspasó mientras se daba cuenta de que el ofrecimiento más
probable sería su vida. No estoy lista para esto…
Jess vio el miedo en los ojos de Abigail. Queriendo sólo tranquilizarla, tomó su mano en la
suya y apretó los dedos en una promesa silenciosa de que él no dejaría que nada le ocurriera.
Quiso decir eso, también. Siempre que tuviera aliento dentro de él, nada la alcanzaría.
Choo Co La Tah dejó caer su mirada fija a sus manos, y algo semejante a la aprobación cruzó
su cara.
Extraño.
Pero Jess no tuvo tiempo para pensar en eso.
—Encaminémonos al Bronco y comencemos. Tardaremos un poco más de una hora para
llegar desde aquí. Deberíamos tener mucho tiempo antes del amanecer, pero con todo lo que
Coyote nos ha estado arrojando, quién sabe.
Ren vaciló.
—Mis poderes están decreciendo. Creo que iré volando y os encontraré allí.
Tenía razón, pero…
—¿Estás seguro de eso? Snake podría abrir una lata de patea-culos sobre nosotros también, y
no sabemos cuales son sus plagas. ¿O sí?
—El virus carnívoro —dijo Choo Co La Tah—. Y fuego de sangre.
Sasha torció la boca hacia arriba.
—¿Fuego de sangre?
—Mi favorita personalmente —el tono de Ren estaba cargado de sarcasmo—. Son gotas de
sangre que caen del cielo y explotan como dinamita mojada.
Jess asintió con la cabeza mientras Ren demostraba su punto.
—No es exactamente algo que quieras que te golpee cuando estás al descubierto.
—Es verdad, pero soy lo suficientemente estúpido para arriesgarme. Necesito recargarme si
tenemos que pelear, y estoy seguro de que tú también.
Jess maldijo la obstinación del hombre.
Y su sacrificio.
—Sé realmente precavido —le advirtió.
Ren le dirigió una sonrisa arrogante.
—Siempre. Tienes que ser precavido cuando vuelas, o terminas untado en el costado de un
edificio.
—No eres gracioso.
—Soy comiquísimo, gilipollas —la mirada fija de Ren fue hacia Abigail, y una sombra cruzó
su cara. Una que Jess sintió que era sumamente importante. Pero tan rápidamente como llegó, Ren
la cubrió—. Cuida a nuestra chica. No nos servirá de nada lograr llegar allí sin ella.
—No te preocupes —no estaba a favor de dejarla ir. Todavía no, de cualquier manera—.
Viaja tranquilo, penyo.
Ren le saludó, luego se fue hacia la puerta principal. La abrió antes de convertirse en un
cuervo y emprendió el vuelo.
Sasha dejó escapar un sonido de disgusto.
—¿Qué? ¿Se crió en un granero? ¿Nunca aprendió a cerrar una puerta? —levantó la mano
hacia la puerta y la cerró de golpe sin tocarla—. Los Weres amateurs… Sin ninguna clase de
modales.
Jess estaba intrigado por el mal humor del licántropo.
—¿Necesitamos conseguirte un Midol antes de que nos vayamos?
—No soy tan fácil de apaciguar, vaquero. Mis estados de ánimo malhumorados están a un
nivel celular.
Jess negó con la cabeza, entonces se quedó callado mientras miraba a Abigail y veía la chispa
más diminuta de rojo en sus ojos. El demonio estaba tratando de salir a la superficie otra vez. Se
preguntó si ella podía sentir cuándo hacía eso.
—¿Está todo bien?
—Sí, ¿por qué?
Bueno, eso contestaba la pregunta. Obviamente, ella no tenía ni idea.
El rojo se desvaneció poco a poco.
Las entrañas se le contrajeron. Eso no podía ser bueno tampoco. Se preocuparía más por eso,
pero ahora mismo, tenían un horario apretado.
—No importa.
Tomando su mano, les guió fuera de la cocina bajando por el pasillo abovedado hacia el otro
extremo de la casa.
Abigail estaba asombrada mientras seguían caminando y caminando. En el fondo de la
mente, había intuido que su casa era enorme, pero hasta que no vio el tamaño completo no la
impactó.
Diablos...
Él abrió la puerta hacia otro garaje que alojaba una enorme colección de coches y motos.
Tenía más en común con un almacén que un garaje, excepto por el hecho de que estaba
inmaculado y adornado meticulosamente. Los adornos dorados incluso parecían resplandecer.
—Exactamente, ¿cómo de grande es tu casa?
Jess sonrió tímidamente.
—Es la de Andy, no la mía. No preguntes, porque que es simplemente obsceno. Y no, con la
excepción del Bronco negro, nada de lo que hay aquí es mío. Desde que Andy vive en el
apartamento sobre el garaje, estos son sus dominios.
—¿Y cómo de grande es el apartamento del señor Andy?
Él realmente se sonrojó.
—Mil doscientos metros cuadrados, y estamos bastante seguros de que por eso escogió esta
casa. Aunque lo niegue.
Hostias… Bueno, eso explica la enorme sensación del lugar. Su casa era una cuarta parte del
tamaño del apartamento de Andy.
—¿Y por qué está tu Bronco aquí dentro?
Jess continuó adelante a través del enorme lugar hacia su camioneta.
—Ha estado transportando suministros, y no quiso arriesgarse a abollar o raspar a uno de
sus amorcitos. Como no lo conduzco mucho él lo dejó aquí.
Ella se divirtió extrañamente mientras contaba la colección súper impresionante de coches de
Andy.
—Si tiene dieciséis coches, ¿por qué se preocupa por el Audi así?
Él le abrió la puerta del Bronco y le mandó una sonrisa abiertamente desafiante que le
prendió fuego en la sangre. Oh, tener cinco minutos para morder esos labios.
—Ese era de los más nuevos, y honestamente, creo que el chico sólo quiere algo por lo que
quejarse. No le prestes atención.
Abigail se subió al asiento trasero, dejando sentarse a Choo Co La Tah en la delantera con
Jess mientras Sasha se subió al lado de ella.
Jess ajustó el asiento y los espejos para acomodarlos a su tamaño. Antes de arrancar, clavó
una mirada significativa en Sasha a través del espejo retrovisor.
—¿Estáis todos abrochados?
Sasha bufó, entonces jadeó mientras se daba cuenta de que Jess no estaba bromeando acerca
de eso.
—¿En serio? ¿Hay alguien aquí cien por cien humano? No. Creo que morir por un cinturón
desabrochado es la menor de nuestras preocupaciones ahora mismo.
—Y no lo pondré en marcha hasta que todo el mundo esté seguro. Eso va por ti, chico lobo.
La expresión de exasperación de Sasha no tenía precio.
—Fenomenalmente increíble. Estoy en el infierno. Con un lunático. Bien podría haberme
quedado con Zarek. La siguiente cosa que sabrás, es que estarás ahogado en panqueques con
jarabe, también —hizo una grandiosa demostración de abrocharse el cinturón de seguridad—.
Espero que tengas pulgas —dijo entre dientes.
—Gracias —Jess salió del garaje.
Ella apretó los labios para abstenerse de reírse de ellos. No tenía duda de que cogerían
turnos para golpearla si lo hiciera.
Frunciendo los labios, Sasha sarcásticamente se burló de sus palabras en silencio.
—A propósito, vaquero, sabes que si fuéramos a chocar, puedo teletransportarme fuera de
esta cosa. ¿Verdad?
—¿Todavía está quejándose Scooby? —le preguntó Jess a Choo Co La Tah—. Recuérdame
revisar su cartilla con el veterinario cuando regresemos. Creo que podría tener moquillo, rabia o
algo.
Choo Co La Tah se rió.
Abigail negó con la cabeza ante sus travesuras. No estaba acostumbrada a personas tan
relajadas ante el peligro. Eran las criaturas más valientes alguna vez nacidas.
O las más temerarias.
Y mientras volvían a dirigirse hacia fuera en la oscuridad, sintió un escalofrío correr hacia
abajo por el brazo.
Estoy siendo observada.
Es Ren. No te preocupes por eso.
Tal vez, pero no se sentía como Ren.
Se sentía malvado.
Coyote sintió el fuego frente a él dar una llamarada mientras caminaba con la mente a
través del área de sombras para espiar a sus enemigos. Incluso con los ojos cerrados, podía verse
en la caverna. El fuego lamía contra los leños delante de él, lanzando sombras escalofriantes de las
estalagmitas y estalactitas encima de los muros de rocas alrededor de él.
Pero eso no fue lo que retuvo su atención. Fueron sus enemigos.
Estaban juntos, y eso le hizo agitarse tan profundamente, que estaba seguro de que ardió una
fisura en su alma.
—Por qué no os morís —gruñó—. Todos vosotros.
¿Cuántas veces tenía que matar a Buffalo antes de que permaneciera muerto?
En cuanto a Ren...
—¿Qué ocurre?
Abrió los ojos para encontrar a Snake caminando hacia él desde la oscura abertura que daban
a las colinas que él había llamado hogar durante siglos.
—Se dirigen al Valle.
Snake maldijo.
—Tenemos que detenerlos.
Como que si él no supiera eso.
—¿Por qué estás entrando en pánico cuando yo soy el que tiene todo que perder?
—Tú no eres el único, Coyote. No quiero retirarme más de que lo que tú lo haces.
Pero esto no se trataba de retirada. Se trataba de venganza. Una traición tan sucia que
ninguna cantidad de tiempo había disminuido el ardor de la misma.
¿Cómo pudo ser tan estúpido?
El Primer Guardián todavía le atormentaba. Lo podía sentir. ¿Por qué si no había cometido
ese error hace tantos años?
Maté a la equivocada. Sólo el Primer Guardián pudo haber llevado a cabo ese engaño y haber
resguardado a la chica de él después de que mató a su madre.
Y necesitaba esa llave. Era la única manera de tener su venganza. La única manera de
sobrevivir a esto.
No fallaré. No esta vez. Él había esperado durante siglos, y ya era hora de que su paciencia
fuera recompensada.
Se puso de pie y empezó a caminar hacia la entrada.
Snake lo agarró y lo sujetó junto a él.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a buscarles.
—No puedes. Fuera del Valle, somos como dioses.
Dentro, no lo eran. Todavía desconcertaba a Coyote que la mujer hubiera podido matar a
Old Bear. Algo que debería haber sido imposible incluso para ella.
Y si ella podía matar a un Guardián fuera del Valle, entonces Buffalo probablemente podría
hacerlo, también.
—Tengo que detenerlos.
—Entonces detenlos, hermano… de otra forma.
Coyote negó con la cabeza.
—He desatado mis plagas.
—Entonces desataré las mías —Snake puso la mano en el hombro de Coyote en solidaridad
fraternal—. Estamos en esto hasta el final.
Snake por el poder.
Coyote por la sangre.
Él asintió con la cabeza hacia el Guardián del sur.
—Al amanecer nos deleitaremos con los corazones de nuestros enemigos.
—Y nos bañaremos en su sangre.
El vinculo del guerrero.
Snake tensó el agarre en su hombro antes de que le soltara.
—Llamaré a los caza recompensas —se alejó de un salto.
—Un momento.
Coyote dudó en decir más. No quería mostrarle su debilidad a nadie. Ni una sola vez. Pero
no tenía alternativa.
—Diles que no dañen a la mujer. Quiero que la traigan de regreso para mí.
—¿Intacta?
—Preferentemente.
—¿Puedo preguntar por qué?
La respuesta bulló dentro de él como una olla a presión que estuviera a punto de reventar.
—Es personal.
La confusión le arrugó la frente, pero Snake no continuó.
—Me aseguraré de que se haga.
Bien. Coyote observó salir a Snake mientras las emociones se revolvían dentro de él. Pero fue
la furia la que llameó más brillante.
—¡Me lo debes! —gritó, con la voz retumbando a través de la caverna. Y esta vez, él se
cobraría esa deuda.
Jess Brady moriría, y él finalmente tendría la recompensa que le había sido prometida.
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